Carlos Couso

“Hay una lucha de clases, por supuesto, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que dirige la lucha. Y nosotros ganamos”.                    (Warren Buffet, multimillonario estadounidense)

 Lamentablemente esta sanguijuela tiene razón en todos los términos de una frase que acostumbra a repetir en sus intervenciones. Ya la recogía The New York Times el 26 de noviembre de 2006, y vuelve a aparecer en Le Monde Diplomatique en su número de noviembre de 2009.

 La afirmación es rotunda, muy significativa, y absolutamente explicativa de la situación actual. Y resulta apabullante; por la sencillez, la precisión y la dureza con la que expone la cruda realidad -el muy jodido no puede ser más productivo utilizando el lenguaje. Es tal la claridad con la que se manifiesta la realidad que cada vez es más fácil describirla, tan fácil como innecesario. La realidad es obvia. Y por obvia, natural e inevitable. Y por natural e inevitable, asumible (¿por los más pusilánimes?), por más cruda e inhumana que se presente. No tiene, pues, tanto mérito la frase; la realidad es mucho más escandalosa.

 No tiene tanto mérito la frase, pero nos duele a quienes somos conscientes de ser los actualmente perdedores de la lucha de clases. Los que no son conscientes de que existe esa lucha pero pertenecen a la clase de los actualmente perdedores, la clase trabajadora, padecen físicamente los efectos de todo lo que quiere decir la frase, pero no lo padecen mentalmente, con lo que no reaccionan. Y como estos últimos son una gran mayoría, determinan que no haya una respuesta de clase de consideración que alcance a preocupar a W. Buffet y los suyos. De esta manera nos tenemos que comer la frase unos, y su significado en la práctica todos. 

 NI NEGOCIACIÓN NI COLECTIVA

Uno de los significados más concretos -y fundamental- de la frase, es que la Negociación Colectiva hoy en día es un fraude; el título de este artículo. Asegurando como cierto el contenido de la frase y colocándola a continuación del título, la cuestión queda tan clara que ahí mismo podría acabar la explicación y este artículo.

 En nuestro ámbito y durante décadas, una de las formas en que se ha materializado la lucha de clases es en los procesos de negociación colectiva, procesos forzados por la clase trabajadora como una vía para conquistar derechos y mejorar las condiciones de trabajo y vida. Un invento propio que -más o menos- nos venía funcionando a la clase trabajadora decentemente durante alrededor de un siglo; hasta que un día, de tanto practicarlo, llegó a ser parte de la normalidad y lo habitual, se institucionalizó, y pasó a ser otra pieza más del engranaje de funcionamiento del  sistema capitalista contra el que luchábamos. Los procesos de negociación colectiva pasaron a desarrollarse dentro de los márgenes y reglas del juego impuestas por la parte adversa. Y así perdieron su naturaleza y su sentido originario.

 Lo que actualmente se conoce como Negociación Colectiva es un fraude, porque -a la vista está- ni existe una negociación real, ni nada que justifique adjetivar esa supuesta negociación como “colectiva”. Un verdadero proceso de NC ante todo ha sido históricamente un proceso de lucha laboral y social caracterizado por la implicación y participación activa de los trabajadores que nos manifestamos como clase o grupo social; y ahora mismo, eso a lo que se llama NC carece de lucha, lo que supone que no es posible que se dé una negociación real. Y tampoco conlleva ningún tipo de participación de los trabajadores  que pueda ser determinante, y menos como clase o grupo social, con lo que tampoco se puede hablar de nada que sea colectivo.

 Prueba de que lo que hoy se presenta como proceso de Negociación Colectiva no es tal cosa es el hecho cierto de que actualmente es la patronal quien fuerza el desarrollo de procesos de NC, provocando incansablemente situaciones de conflicto, y ejerciendo acciones de presión en estas situaciones con el objetivo de arrebatarnos derechos; lo que viene consiguiendo con enorme facilidad. A la patronal le interesan los procesos de negociación colectiva y los utiliza eficazmente para alcanzar sus objetivos. No está nada claro que nos interesen a los trabajadores.

 CON EL TELÓN DE FONDO DE LA DERROTA

 El marco general en el que se establece la NC es el de la profunda derrota de los trabajadores. El predominio de las burocracias sindicales y, por tanto, de sus intereses; el alejamiento de los procesos de negociación que, de lo general a lo particular van encorsetando esa negociación y sustrayéndola a los afectados; y, sobre todo, la desactivación de la movilización, constituyen el marco en que desaparece la negociación colectiva como proceso real.

 Quienes se presentan y actúan formal y oficialmente como representantes de los trabajadores en ese proceso de negociación colectiva, son los aparatos burocráticos y jerarquizados de organizaciones domesticadas y alimentadas hasta ser mayoritarias por el sistema capitalista, por la patronal. Tanto que en el proceso de negociación el papel que ejercen -en el mejor de los casos- estas organizaciones es el de mediadores –responsables- entre partes, cuando no directamente representantes patronales ante los trabajadores, dejándonos a una de las partes sin representación. Así de crudo.

 Las elecciones sindicales han cumplido su papel en este proceso degenerativo, adquiriendo, cada vez más, ese carácter delegatorio propio de la democracia formal y alejándose de cualquier atisbo de representación real y democracia directa. Es el resultado, por una parte, de las elecciones a fecha fija y por periodo determinado, separadas de los procesos de lucha y movilización; también es el resultado del proceso de burocratización de los aparatos sindicales y su funcionamiento invertido de arriba a abajo. Se votan siglas y campañas propagandística y mediáticas, los candidatos los deciden los aparatos y quien se mueva no aparecerá en la foto siguiente. Si en algún momento, cediendo a la presión de los trabajadores, esos representantes directos plantean posturas consideradas incorrectas, los aparatos sindicales intervienen explícita y directamente. Se pastelean los intereses de la patronal con las prebendas de las organizaciones sindicales; si en ese pasteleo los intereses de los trabajadores quedan muy burdamente lesionados y la marca sindical ve deteriorada su imagen, tiempo habrá hasta las siguientes elecciones para recuperarla por medio del clientelismo sindical ejercido a través de las prebendas obtenidas.

 No hay que explicar mucho más. Porque esta irregularidad, este pequeño desliz de presentarnos a un proceso de negociación en el que están en juego nuestras condiciones laborales regalándole -de primeras- a la otra parte la representación propia con plenos poderes, no cabe en ninguna cabeza que pueda llevarnos a nada bueno. Nos lleva a que, en lo que hoy se conoce por negociación colectiva, se intercambien derechos de todos los trabajadores que se ceden a la patronal por contrapartidas en forma de prebendas para los aparatos burocráticos. Un mercadeo del que los trabajadores somos prácticamente meros espectadores a pesar de que se comercia la venta de nuestros derechos. Sin otro sindicalismo, otra negociación colectiva es imposible.

 Los ámbitos donde se desarrolla actualmente la supuesta negociación colectiva con un carácter más político y general (gobiernos, organizaciones empresariales y sindicales  -estos como supuesta representación de los trabajadores), permanecen absolutamente alejados de los trabajadores, que sólo tienen noticias de ellos a través de los medios de comunicación, esto es, mediatizados e individualizados. El resultado viene a ser un atraco tras otro a los derechos laborales y sociales de la clase trabajadora. Se materializa en nuevas leyes y reformas laborales, fiscales, sociales, que suponen un progresivo aumento de la carga de responsabilidad, riesgos, y esfuerzos de los trabajadores para el funcionamiento del sistema, en la misma medida que significan una descarga para la patronal, el capital, que además fortalece su posición de dominio y sus beneficios económicos y de todo tipo.

 La supuesta representación de los trabajadores, en ocasiones tras la convocatoria de una huelga general, admite y presenta estos resultados como los menos malos posibles dadas las circunstancias, y como un ejercicio y ejemplo por su parte de responsabilidad social, (patriótica, más bien), asentando un marco legal triturador de los derechos y las personas de los trabajadores. Cuando ese establecimiento del marco general se produce sin acuerdo explícito, pero admitido sin la movilización suficiente,  dicen que han dejado puertas abiertas para una posterior mejora que prometen y a la que se remiten en los procesos de NC de los convenios sectoriales, de empresa, etc…

 El blindaje de los retrocesos introducidos por las reformas laborales impuestas nunca se ha producido sin embargo, más bien ha sucedido todo lo contrario. No podía ser de otro modo. Si una movilización general no es capaz de vencer la voluntad de imponer esas reformas, ¿se va a dejar la patronal arrebatar esos logros por unas movilizaciones parciales y fragmentarias?. El caso es que tampoco los sindicatos han dado la batalla a ese nivel. Esas puertas han quedado abiertas para la patronal, fortalecida por ese marco favorable conquistado en lo general, está en mejores condiciones para nuevas exigencias en lo concreto que vayan más allá de lo alcanzado en lo general para volver a machacar a los trabajadores, haciendo de nuevo el negocio de cambiar los derechos colectivos que sean materia de negociación en cada caso por prebendas para sus aparatos burocráticos. Nunca ha sucedido a la inversa. Hoy en día, de la mano de los representantes “sindicales” mayoritarios, los convenios sectoriales y de empresa están para empeorar aún más la desgraciada legislación social y laboral existente, sólo tiene puertas abiertas en este sentido.

 Así, en cada “negociación”, a cambio de una contenida y controlada subida salarial, que es lo único que se nos acaba ofreciendo a los trabajadores en el mejor de los casos (que últimamente se congelan o reducen los salarios a cambio de -encima- una mayor jornada laboral), se aumentarán las cotas de flexibilización (desregulación y precarización) de nuestros derechos. Y cada uno de los retrocesos conseguidos en lo concreto prepara el terreno a un nuevo asalto a lo general, que asiente, convirtiendo en Ley, esos retrocesos impuestos en la práctica.

 Esa y no otra es la dinámica en que estamos inmersos. La ausencia de participación y, por tanto, de movilización se traspasa de lo general a lo más concreto, y vuelve agrandada de lo concreto a lo general. Cada día las posturas de los trabajadores son más débiles, cada día es menor el carácter de cauce de participación, expresión y movilización de los trabajadores de las marcas sindicales, cada día son más “agentes sociales” a su bola, cada día la patronal está más libre y fortalecida.

 La consecuencia, o la causa, de ese marco adverso es la paulatina y constante de desmovilización de los trabajadores, que afecta profundamente a los comportamientos colectivos e individuales y a las mismas formas de ser personas trabajadoras o personas a secas. No es sólo que miremos para otro lado cuando nuestros intereses están en juego, ni tampoco que hayamos perdido cualquier exigencia u otra forma de influencia respecto los que se dicen nuestros representantes, en ese proceso hemos perdido toda forma de rebeldía, hemos dejado de considerarnos sujetos con derechos. Es más que dudoso que una persona trabajadora se considere con derecho a unas condiciones laborales dignas o que otra que esté en paro se considere con derecho a trabajar, y una persona que se considera sin derecho podrá pedir, pero nunca exigir.

 LAS MATERIAS DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA

 La actual derrota de la clase trabajadora en la lucha de clases, escenificada en cada proceso de “negociación colectiva” que se desarrolla, es fundamentalmente una derrota ideológica y psicológica. Los estragos de esa derrota, que se materializan en un progresivo deterioro de las condiciones de trabajo y vida de los trabajadores, no son suficientes para vencer la desmovilización provocada por esa derrota enraizada en zonas más profundas que las afectadas por los deterioros.

 El problema es que los trabajadores, ya desactivados como clase en una medida más que suficiente para el sistema, en vez de entender que es parte de la lucha -el primer paso en este momento- luchar para sacar la propia lucha de un terreno desfavorable y empezar a hacer inmediatamente a continuación todo lo posible para que la lucha se plantee en el terreno y con la forma que nos interesa, consiguiendo que la negociación colectiva nos sea eficaz; lejos de hacer eso,  lo que hacemos es tratar de eludir los procesos (virgencita, virgencita…) y escapar lo más rápidamente y como sea de los que nos son planteados, saliendo las más de las veces -por no decir todas- peor que entramos.

 La negociación colectiva, la concreta y cercana y accesible a los trabajadores está centrada y reducida a la cuestión salarial, quedando cualquier otro tema en un plano tan secundario que nunca pueda tocarle el turno de ser abordado. Las dobles, triples y más escalas salariales; la utilización de modelos de contratación que no se corresponden con los propios de la actividad empresarial que se desarrolla y que permiten el abuso de la temporalidad contractual, con todo lo que supone de precariedad e inseguridad a todos los niveles, y de caldo de cultivo para arrebatar derechos a través del chantaje; la subcontratación encadenada y sin límites ni control; el aumento legal de la jornada laboral e ilegal a través de las horas extras, que se realizan incluso en situaciones de aplicación de EREs; los propios EREs aprobados y firmados no sólo por la autoridad laboral correspondiente, sino por los que se dicen representantes de los trabajadores despedidos (que llegan a cobrar también económicamente y de forma directa por su aquiescencia); la imposición de ritmos y tiempos de trabajo absolutamente abusivos y demoledores para la salud y la seguridad de los trabajadores; la garantía de la continuidad en el empleo; los periodos de actividad empresarial y los turnos; etc, etc… quedan fuera de la negociación colectiva o sólo se incluye como reivindicación patronal y para su incremento, jamás (de una forma seria) como reivindicación colectiva de los trabajadores y para su reducción y corrección.

 De esa negociación colectiva la patronal sale con las manos absolutamente libres para hacer y deshacer a su antojo en todos esos temas que deja sin abordar, los terrenos de mayor calado y que van a tener una influencia decisiva en el corto, medio y largo plazo del conjunto de las relaciones laborales. No parece que sea una conquista muy sólida un incremento salarial aceptable si al día siguiente a la firma la patronal puede plantear un ERE o iniciar la  externalización de parte de su proceso productivo o contratar eventualmente o vía ETT a un número de trabajadores significativo.

 La patronal sale más fortalecida y con las manos más libres, incluso de un convenio que pueda calificarse como “bueno”. Por el contrario, el  abandono por los trabajadores de esos temas de mayor envergadura que es, sin duda, síntoma de su debilidad, se convierte, a su vez, en factor debilitante. Es factor debilitante eludir los aspectos más estratégicos, abandonándolos a la decisión unilateral y arbitraria del capital. Y es factor debilitante hacer de la cuestión salarial el centro de la negociación colectiva y del sindicalismo, porque el económico es el terreno en el que los trabajadores (los trabajadores establecidos y con expresión sindical) estamos más en falso, somos menos sujetos de derecho.

 Los incrementos salariales, en la actualidad, no están planteados en el nivel de las necesidades vitales sino en el de los grados de consumo -incluso, no nos engañemos, para sectores de trabajadores cuyo salario no alcanza en una vida autónoma a dar respuesta a sus necesidades en materias como la vivienda. Pero el de la reivindicación en los grados de consumo es terreno poco apto para reconocerse y reafirmarse como sujeto de derechos, en el que reivindicar desde la exigencia, recuperando a través de ella la convicción y capacidad de movilización perdida. Más bien es terreno en el que estamos de favor, por encima de lo que nos correspondería en un reparto equitativo y, por tanto, tendente y proclive al pacto y al entendimiento. Un terreno en el que en la sociedad actual estamos favorecidos, podremos reivindicar incrementos a quien se beneficia más (mucho más si se quiere) que nosotros, pero siempre será una reivindicación realizada tímidamente, sin exigencias excesivas y poco proclive a suscitar rebeldías y rupturas.

 Una posible recuperación de la negociación colectiva y del sindicalismo requiere abordar otras problemáticas que nos afectan de forma más intensa en nuestras condiciones de trabajo y de vida, aquellos en los que la patronal basa e incrementa su capacidad de dominación, y requiere también hacerla más colectiva, carácter que le otorga su capacidad de abarcar a todos, no a un determinado, pero restringido, colectivo de la clase obrera.