Rafael Cid

La historiografía anarquista ha estado mucho tiempo postergada del campo académico. Por causas múltiples, entre las que destacan la doble censura del franquismo, dominante en el campo político, y del estalinismo, hegemónico culturalmente entre la oposición de izquierdas, los hechos y circunstancias del movimiento libertario durante la guerra civil fueron intencionadamente excluidos de la agenda histórica. Propagandistas franquistas como el policía honorario Eduardo Comín Colomer o el general retirado Salas Larrazabal, en el campo de los vencedores,  dejaron trabajos sobre el tema  para conjurar el peligro de las “tribus anarquistas”. En el campo de los derrotados, libros como La Guerra Civil española, del lord británico Hugh Thomas, sirvieron durante décadas como vademécum de prestigio acerca de lo acontecido entre 1913 y 1939 en la piel de toro, siempre a mayor gloria del partido comunista y de sus dirigentes, auténtico “escudo de la República”, como reivindica hoy otro historiador afín a esa escuela que se nutre mayoritariamente de fuentes comunistas para su indagación.

De ahí que durante décadas sólo los escritos históricos y las narraciones en primera persona realizados por miembros significados del anarcosindicalismo fueran las principales referencias útiles para conocer la otra cara del conflicto y, sobre todo, para descubrir que en aquel conflicto bélico hubo además un proceso revolucionario real y constante al lado mismo de los campos de batalla.  Esa otra versión de las circunstancias revolucionarias podía rastrearse en obras como el Durruti, de Abel Paz (Diego Camacho)  y la CNT en la revolución española, de José Peirats, por no hablar de las memorias de Juan García Oliver y de Cipriano Mera o de la trilogía testimonial del ex director de Castilla Libre  Eduardo de Guzmán. Hitos todos ellos del primer intento de   recuperación de la memoria libertaria.

Hablamos de un vacio historiográfico premeditado. Porque no se trató sólo de una indigencia investigadora, sino de una decida actitud para  re-escribir la historia desde el bando bifronte de los sublevados contra la legalidad constitucional y de quienes, aunque integrantes del grupo de los vencidos, necesitaban crear una mística de resistencia acorde con la estrategia que dictaba Moscú para colonizar y satelizar ideológicamente a la formaciones de izquierda durante la guerra fría. El 14 de abril de 1931, en el momento en que en España se instaura la II   Republica como consecuencia de unas elecciones municipales, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) contaba con cerca de un millón de afiliados –cifra todavía no igualada por ningún partido ni sindicato- , mientras el Partido Comunista de España (PCE) era una formación política prácticamente irrelevante.

El escritor Miquel Amorós se inscribe en esa galaxia de propagandistas por el hecho que han asumido la tarea militante de rescatar del interesado olvido la trayectoria de muchos hombres y mujeres que entendieron el proyecto anarcosindicalista  como un activo para la irrenunciable transformación social. Su obra, alejada de los cenáculos académicos y de las editoriales de postín, alcanza ya un buen cedazo de títulos, rubricados todos ellos por el propósito de primar la obra revolucionaria de la CNT-FAI, sin ocultar en esos textos un plus de vehemente  compromiso con las ideas y situaciones que refleja, que sin duda da a su producción una vis singular poco homologable con el rasero pretendidamente  objetivo predominante entre los historiadores convencionales. Textos como  Las armas de la crítica, Durruti en el laberinto, La verdadera historia de Balius y los Amigos de Durruti, de entre casi  una docena de publicaciones, proclaman bien a las claras la implicación del autor con el universo insurreccional objeto central de sus trabajos.

En este sentido, su último libro, José Pellicer. El anarquista íntegro, publicado por la editorial Virus, sin desmentir su trayectoria, es quizás uno de los trabajos más completos y documentados.  Referido, como señala el subtítulo, a la Vida y obra del fundador de la heroica Columna de Hierro (los calificativos “heroica” e “integro” son sin duda un tributo a la militancia de que siempre hace gala Amorós), es un interesante estudio sobre el anarquista valenciano José Pellicer Gandía (Grao 27-4-1912), que desarrolló toda su actividad política  de acción directa en los sectores más radicales y expuestos del movimiento libertario, grupos de autodefensa  anarquista (en Nosotros, junto con Roque Santamaría  entre otros ), FAI (delegado de la regional levantina al Pleno Peninsular de julio de 1932) y milicias confederales (Columna de Hierro y 83 Brigada Mixta).

Pellicer, como no fue infrecuente en los años veinte entre un sector de profesionales concienciados socialmente, procedía de una familia acomodada  y él mismo, contable de profesión, era una persona cultivada que hablaba varios idiomas, circunstancia que no fue obstáculo para que se posicionara desde el primer momento en el sector más activamente  anarquista del movimiento libertario. Detenido en Alicante al final de la guerra, estuvo prisionero junto al ex ministro de la CNT Juan Peiró (entregado a Franco por los nazis) y como él renunció a salvar la vida a cambio de adherirse al sindicato vertical franquista, siendo ejecutado junto a su hermano Pedro el 8 de junio de 1942.

José Pellicer. El anarquista íntegro es un sólido trabajo de investigación sobre las vicisitudes de La columna de Hierro y sus principales dinamizadores, pero resulta igualmente importante a la hora de destapar el papel reaccionario  desempeñado por la dirección del PCE y sus adláteres infiltrados en el SIM (Servicio de Información Militar), y las prácticas difamatorias y chequistas utilizadas para desprestigiar a los luchadores libertarios e imponer la militarización a las columnas anarquistas. También, como recoge Amorós en su relato, sus páginas reflejan las divergencias que minaron a los confederales a la hora de fijar una posición común ante la problemática guerra versus revolución.