Entiendo que la Acción sindical de CGT en estos momentos debe contener dos  premisas fundamentales: la sectorialización y el decrecimiento.

Sigo creyendo en el sindicalismo como función necesaria, útil e imprescindible para la clase trabajadora, y no quiero, a conciencia, emplear otras denominaciones para “clase trabajadora”, porque estoy convencido de que en este nombre se encuadra la mayoría de la sociedad.

Además me reclamo del Anarcosindicalismo  porque tanto los criterios y valores que lo definen, como sus mecanismos de funcionamiento para la toma de decisiones, sus objetivos y planteamientos propositivos sobre un modelo social más justo, así como su compromiso con lo colectivo en las estrategias para la defensa y avance de toda la clase trabajadora en general, me conforman y trascienden en mi vida como para trazarme una escala de valores y una forma de vivir, de actuar, de pensar……

Hace mucho que me alejé de planteamientos de autosatisfacción, de búsquedas de salidas individuales o sólo para unos pocos, entre otras cosas porque no creo que sean realmente transformadores de la sociedad aunque las sumáramos algún día. Ahora quiero alejarme también de los que han evolucionado hacia el convencimiento de que el sindicalismo ya no es un instrumento válido y hay que inventar otros nuevos.

Por muy atomizada,  dividida y desideologizada que esté la clase trabajadora, seguimos teniendo los mismos enemigos aunque cada vez más sofisticados y sigue siendo absolutamente necesario que los trabajadores y trabajadoras nos asociemos para enfrentarnos a ellos.

 Sectorialización equivale a solidaridad

 Sin embargo también creo que “hay que moverse”, como lo hace el capitalismo, adaptar nuestras herramientas de lucha a los nuevos tiempos, a las nuevas realidades laborales, para enfrentarnos con mayor eficacia a los viejos objetivos del capital, es decir el beneficio de unos pocos a costa de la miseria de la mayoría.

Tenemos que traspasar el muro de nuestras empresas y sectorializar nuestros mecanismos de organizar las respuestas sindicales, de trabajar la expansión, de hacer instrumentos útiles de coordinación sindical, cercanos, inmediatos, pero más amplios que la propia empresa y más próximos que la Federación Sectorial correspondiente.

Los Sindicatos Federales y las Secciones Estatales de Empresa han venido siendo estructuras de coordinación para la acción sindical en el seno de empresas que tenían muchos centros de trabajo a lo largo de la geografía. Ahora, ante la privatización de esas empresas, la atomización de los sectores en multitud de contratas y subcontratas, filiales,  etc…  -hacia las que las empresas matrices desvían la mayoría de sus cometidos, en una subasta de precios, donde la parte más débil son los trabajadores- sectorializar nuestra acción sindical, con formas de coordinación que nos unifiquen, es la forma de impedir que acabemos defendiendo los derechos laborales, de un grupo de trabajadores seguramente residual, mientras conviven a nuestro alrededor compañer@s en absoluta precariedad de contratación y de condiciones laborales, realizando el mismo trabajo que nosotros, sin medios ni casi posibilidades para la actuación sindical.

Esto es ya hoy una necesidad para muchas realidades: el transporte por  ferrocarril, por carretera, por aire, por mar, las telecomunicaciones, el sector postal, etc… Esta coordinación sectorial se viene practicando desde hace años, en la Coordinadora de Telemarketing, la de Automoción, Banca Privada, etc….. con diferentes modelos e intensidades. No se trata de tener ningún tipo de intervención orgánica, como tampoco han tenido los Sindicatos Federales, se trata de ser más eficaces en la acción sindical, hacer instrumentos más válidos para incidir mejor y, sobre todo, para hacer un sindicalismo útil a los más precarios, los que están en peores posiciones y han sido hasta ahora los abandonados del sindicalismo.

Sectorializar la acción sindical, tal como hemos aprobado la CGT en la última Conferencia Sindical y en el último Congreso Confederal, es una necesidad imperiosa y una apuesta ideológica necesaria para combatir de verdad la precariedad, la más cercana, la que se genera a nuestro alrededor y se extiende delante de nuestros ojos. Se trata de unificar lo que la estrategia del capital divide mediante todos los procesos de externalización.

¿Acaso sería lógico que los ferroviarios del SFF, después de la segregación, nos atrincheráramos cada uno en nuestra empresa, y dedicáramos todos los medios, maquinaria organizativa, todo el bagaje de experiencia acumulado, capacidad de incidencia, etc… a defendernos sólo a nosotros mismos, a los del empleo antiguo y con derechos, cuando en el ferrocarril hay miles de trabajador@s con graves carencias en derechos laborales?. Más que lógico sería patético, implicaría caer en el corporativismo. Y el corporativismo es siempre antisindical.

Para desarrollar esos acuerdos en el ferrocarril se está construyendo ese instrumento, a partir del SFF, con paso medido pero firme y siempre buscando la mayor incidencia de la CGT en la resolución de los problemas y el avance de las trabajadoras y trabajadores. Estamos haciendo un sector ferroviario (subsector dentro del Transporte) coordinado, para la actuación conjunta, para la negociación, la posible representación en algunos foros, el establecimiento de mínimos reivindicativos comunes, el ejercicio de la solidaridad, la formación, el apoyo mutuo, la expansión de la organización, etc… trabajando como herramienta de la Federación (y por tanto de la CGT) en el ferrocarril.

Tal vez para nosotros esta necesidad haya sido más evidente que en otros sectores por las formas en que se ha dado ese proceso, pero con seguridad esta situación puede trasladarse a otros muchos sectores, en los que hay trabajadores que no pueden organizarse por su cuenta dada la precariedad de sus condiciones, por lo que desde el sindicato debemos facilitarles estructuras cercanas de apoyo, para que se vean arropados por su organización en su relación directa con el patrón.

Si la empresa matriz, desgajándose y externalizando buena parte de sus procesos, trata de dividir a los trabajadores generando capas de extrema precariedad y debilidad, nuestra actuación sindical tiene que tratar de recuperar su unificación y tiene que hacer recaer sobre la empresa matriz la responsabilidad de las condiciones salariales y laborales del conjunto de trabajadores que en realidad trabajan para ella, aunque con intermediarios por ella interpuestos.

 La orientación al decrecimiento

 Por otra parte, nuestras posiciones y propuestas deben encaminarse hacia la denuncia permanente de las desigualdades sociales y la agresión capitalista al medio ambiente, apostando por un desarrollo sostenible que limite el consumismo extremo en el que estamos inmersos.

El sindicalismo se ha dejado atrapar por las propuestas desarrollistas: el mayor desarrollo traería un bienestar cada vez más generalizado. Sin embargo no ha sido así. La propuesta desarrollista implicaba la necesidad de una concentración y crecimiento del capital, el incremento permanente de sus beneficios, la competitividad y, por tanto, el agrandamiento de las desigualdades.

La actual propuesta desarrollista, que ecológicamente es insostenible, es profundamente antisocial. También es antisindical. Es cierto que ha dado un alto acceso al consumo a un sector de trabajadores, el más establecido y con mayor poder sindical. Pero lo ha hecho a costa de la degradación de las condiciones de trabajo y de su precarización. Y  esas condiciones de trabajo degradadas han generado una importante capa de trabajadores absolutamente precarios laboral y salarialmente, que, además, han quedado fuera del sindicalismo.

De la  defensa salarial de esos primeros sectores más establecidos no se ha derivado una mayor combatividad y oposición a los planes del capital, sino sólo una mayor integración en lo existente vía incrementos del consumo. Los sectores más desfavorecidos, las trabajadoras y trabajadores que han tenido que lidiar en la precariedad extrema, se han visto situados en una situación de absoluta debilidad, que les ha hecho muy difícil, si no imposible, cualquier práctica sindical.

Es cierto que nuestra organización siempre ha demandado el incremento del empleo desde planteamientos de reducción de la jornada, de la eliminación de las horas extras, etc.. nunca nos hemos creído el discurso de la productividad,  de la competitividad ni del crecimiento económico. Pero la actual crisis viene a poner más en evidencia la falacia del desarrollismo y nos exige una apuesta más decidida y sin concesiones por el reparto, poniendo en el primer plano de nuestros objetivos y de nuestra actuación sindical la satisfacción de las verdaderas necesidades humanas, muy por encima de la defensa de los niveles de consumo no necesario.

El reparto del trabajo significa que nuestra reivindicación más irrenunciable es la reducción de la jornada de trabajo, por lo menos en un porcentaje similar al del paro existente, incluso pagando en reducción de salario parte de esa disminución horaria. Cuál sea esa parte es lo que tendremos que pelear con al empresa. Y si los salarios deben asumir una reducción como consecuencia de esa disminución horaria, el recorte de los abanicos salariales -que durante los últimos treinta años han crecido escandalosamente- debe servir para que los salarios más bajos, en el límite de las necesidades vitales, no se vean afectados.

Ese impulso del reparto en el terreno de lo laboral debe ir acompañado de la defensa y el incremento de las garantías sociales universales en materia de sanidad, educación, vivienda, pensiones, salario social, etc., lo que nos obliga a asumir como campos de preocupación y lucha las políticas de impuestos y presupuestos, campos hoy socialmente muy retrocedidos, y en los que las derechas políticas (las opciones políticamente existentes) han rivalizado, y siguen haciéndolo, en planteamientos mezquinamente individualistas.

Decrecer ahora ya es una necesidad planetaria y urgente, pues no se puede trasladar el nivel de consumo y de gasto de recursos naturales de Occidente al conjunto de la humanidad, por lo tanto no tiene ninguna legitimidad nuestro derroche. Ese planteamiento a escala planetaria, que no podemos perder de vista, nos obliga a planteamientos todavía más drásticos y exigentes.

 Conclusión

Sectorializar nuestra actuación sindical y la opción el decrecimiento son dos acuerdos de hondo calado, que deben posibilitarnos la apuesta por un sindicalismo de futuro, que ya hoy se nos plantea como necesario y que es el único que será digno de ese nombre. El sindicalismo es opción por el reparto, todo lo demás es otra cosa, aunque esté protagonizado por marcas sindicales.

Pero el tener acuerdos certeros, siendo necesario, no es suficiente. Todo acuerdo -y estos de modo especial, por los cambios que implican- requiere su posterior desarrollo: plasmarse en propuestas concretas, en planes de trabajo y en medidas organizativas tendentes a impulsarlos. Y esa es la tarea que tenemos ahora por delante y a la que tenemos que ponernos con entusiasmo. Los hemos adoptado porque nos los creemos, porque los consideramos necesarios para lo que nos proponemos, y ahora nos queda, a la organización en su conjunto y a cada una de sus instancias organizativas, el trabajo de ponerlos en práctica. Con todo ánimo y seriedad.