El sindicalismo ha tenido deficiencias siempre, siempre el internacionalismo y la solidaridad se han quedado cortos, nunca ha sido capaz de detener los avances del capitalismo, a los que ha tenido que ir adaptándose dejando en esa adaptación buena parte de sus elementos constitutivos. La historia del sindicalismo es la sucesión de sus luchas y sus fracasos, de sus intentos venidos a dar al traste. Cierto que en ella hay logros y conquistas, pero ninguna de ellas ha puesto en cuestión, sino que han sido incorporadas a ese avance de su enemigo.

Seguramente por ello buena parte del sindicalismo optó por jugar dentro para conseguir mejoras o evitar retrocesos. Pero tampoco ha funcionado. Además, esa opción le he llevado a una imbricación cada vez mayor con su enemigo, en la que sus aspiraciones y elementos diferenciadores: internacionalismo, solidaridad, capacidad de presión… se han evaporado más rápidamente. Hoy, un capitalismo triunf ante, de la mano de un enorme desarrollo tecnológico, ha conseguido una capacidad de dominación sin precedentes, hasta el punto de dejar sin espacio y sin papel al sindicalismo de cualquier corte. Es dudoso que el capitalismo en sí sea fuerte, sufre crisis cada vez mayores y tiene riesgos que parecen insalvables, sin embargo, pero su capacidad para imponerse es enorme y enorme su capacidad para acabar con lo que no sea él. Es la racionalidad económica, por más arbitrario que se presente. Fuera de él no hay nada, lo impregna todo, la realidad es el capitalismo, la sociedad somos capitalismo.

Su propia naturaleza le lleva expandirse e intensificarse, a absorber todo tiempo y lugar, pudiendo hacer cada día menores concesiones, sin dejar espacio para cualquier otra posibilidad, sin dejar papel al sindicalismo.

Sin ser reemplazado por ningún otro movimiento social, el sindicalismo ha venido a menos. Esa carrera de adaptaciones a la realidad que se le imponía, esa sucesión de renuncias para conseguir lo en cada momento posible, se está revelando un callejón sin salida frente a un capitalismo cada vez más intensificado, poder único que no quiere, ni puede, ceder nada. El pacto social, el juego de tiras y aflojas para llegar a un punto de encuentro, que pudo serle útil en determinada etapa de su desarrollo, hoy le resulta un freno insoportable.

Por el contrario, el sindicalismo replegado a lo concreto y parcial, se va quedando sin espacio ni papel. Al capitalismo actual es imposible discutirle aspectos parciales sin ponerle en cuestión en su totalidad. Pero, ¿cómo poner en cuestión la totalidad del capitalismo cuando no somos capaces de discutirle lo parcial y concreto?

Pregunta a la que no vale responder con soflamas de corte radical que no tengan incidencia práctica, de modo que discurso y realidad estén cada día más escindidos. Necesitamos repensar el sindicalismo, lo que seguramente pasa por recuperar aspectos dejados en el camino. Es lo que tratamos de hacer, con muchas deficiencias, desde las páginas de Libre Pensamiento. Es lo que tenemos que buscar en nuestra actuación cotidiana, viviéndola con tensión, desde el descontento que nada tiene que ver con el desánimo