La formación una constante y una necesidad dentro del anarcosindicalismo

José Antonio Ojeda García y Jacinto Ceacero – Profesores Enseñanza Secundaria

La formación es una prioridad para las organizaciones anarcosindicalistas como la CGT, ya que, es un requisito para la transformación social y una necesidad para la militancia en la causa libertaria. Antes, cuando la educación estaba en manos de la iglesia y la patronal, las organizaciones anarquistas y anarcosindicalistas crearon su propia red de ateneos libertarios para contribuir a la formación integral de la clase trabajadora. Hoy, cuando la educación está en manos del estado y al servicio del capital, la Organización debe diseñar su propio plan de formación para el desaprendizaje del pensamiento y comportamiento únicos que el sistema neoliberal pretende implantar entre las y los trabajadores y proceder al aprendizaje de los pensamientos, conductas y sentimientos que nos conduzcan a una nueva sociedad basada en la libertad y la justicia social. Los métodos de la pedagogía libertaria representan la base de nuestra formación.

Para las organizaciones anarquistas, anarcosindicalistas, libertarias, para la CGT, la Formación no es una idea, un área, un ámbito, un objetivo, una seña de identidad, una secretaría… meramente retórica y carente de contenido real, de objetivos, programa o de planificación. Al contrario, históricamente, y ahora también en nuestro tiempo, la Formación es una pieza clave para que la afiliación adquiera el compromiso de militancia que exige el desarrollo del proyecto sindical y social que representan hoy las organizaciones anarcosindicalistas, y de forma específica, nuestra organización CGT.

Los últimos Congresos de la CGT celebrados en el siglo XXI, recogen con todo rigor la importancia que la Formación debe tener dentro de la vida de los sindicatos que conforman la Organización. El esfuerzo actual que se está haciendo por todos los Sindicatos, Federaciones Locales, Confederaciones Territoriales y Sectoriales que componen la CGT está consistiendo en dotarse de Secretarías de Formación para pasar de las palabras a los hechos, para garantizar la inversión de recursos humanos y materiales en este proyecto.

El esfuerzo, además, abarca el cuidar minuciosamente el Plan de Trabajo de Formación, didáctico y cultural que la CGT está desplegando a lo largo de todo el país. Exposiciones, publicaciones, actos públicos, presentaciones de libros, dvds, conmemoraciones, jornadas culturales, libertarias, cursos confederales centralizados y descentralizados por todos los territorios, constitución de grupos de trabajo, grupos de investigación, etc., etc., etc., recogen la amplísima oferta cultural y formativa que hoy despliega la Organización a lo largo de todo el país.

A pesar de ello, el esfuerzo hay que evaluarlo para seguir concretándolo y adaptándolo a la realidad de la Organización hoy. Quizás la organización anarcosindicalista, en su devenir histórico, ha estado siempre sometida a este proceso de autoevaluación, ya que, las personas que la han formado no han sido monolíticas ni en su pensamiento ni en su actuación. En este mismo sentido, hoy es preciso revalorizar este proceso de evaluación sobre lo que se está haciendo, puesto que, si la Formación tiene como objetivo fundamental incrementar el nivel de militancia y la realidad actual de nuestros sindicatos y Federaciones Locales indica que la militancia y la participación es manifiestamente mejorable, quizás el esfuerzo que se está haciendo en Formación sea poco, esté mal enfocado, no parta de las necesidades de las y los destinatarios o simplemente todavía no esté dando los frutos deseados.

Formar sindicalistas, formar personas

Como decimos, desde hace unos años, la Organización se está dotando de un amplio Plan de Formación que básicamente tiene cuatro objetivos, (1) la formación en las verdaderas señas de identidad del modelo sindical anarcosindicalista, (2) el desaprendizaje de los modelos de pensamiento y actuación que, importantes sectores de trabajadores y trabajadoras, poseen cuando se incorporan o afilian a nuestra organización y proceden de experiencias diferentes a las libertarias, (3) el aprendizaje sobre nuestra organización libertaria, los procesos de toma de decisiones, los cauces para la participación, el concepto de poder, de autoridad, de representatividad, de autogestión, y (4) la formación técnica para poder desarrollar la acción sindical y social, en las empresas, en las administraciones, en el seno de la sociedad.

La apertura de la Organización al mundo del trabajo, que se viene realizando en los últimos veinticinco años, ha hecho que un importante número de los hombres y mujeres que componen la CGT hoy, sean fiel reflejo de la realidad de ese mundo laboral y social de nuestros días.

Las personas que libremente componemos la CGT hoy no vivimos en una burbuja aislados de la realidad, sino que somos vulnerables al virus del pensamiento único, de la intoxicación mediática, del malvado lavado de cerebro al que intenta someternos el capitalismo con todo su poder y todas sus estrategias, con el objetivo de imponernos sus formas de vida, sus formas de actuar, de sentir, de consumir, de pensar, de soñar, de relacionarnos, de organizarnos, de comportarnos.

Hoy más que nunca hay que contrarrestar esta ofensiva de «moldeamiento cultural» que el capitalismo pretende imponernos para que adoptemos su estilo de vida. Esa lucha contra nosotros mismos, contra nosotras mismas, debe estar contemplada cuando planificamos la formación de nuestra afiliación.

Este desaprender los nefastos modelos impuestos por el neoliberalismo, exige que en nuestros Planes de formación, no sólo contemplemos la formación técnica, sindical, social, laboral sino que debemos dedicar un espacio muy relevante a la formación ideológica, ética, histórica, para que la organización sea la herramienta que se precisa hoy, engrasada, preparada, comprometida, militante, compuesta por activistas capaces de poner freno a la prepotencia del capital.

Efectivamente, el plan de Formación no contempla sólo la transmisión de conocimientos técnicos sobre diferentes temas (negociación colectiva, textos legales, normativas, análisis de la reforma laboral, pensiones, etc.) sino que a través de la formación, pretendemos la transformación del estilo personal, la participación, el cambio de actitudes, de valores, la impregnación de las señas de identidad del anarcosindicalismo. Para ello, el plan dispone de una metodología propia de la pedagogía libertaria, lo que supone lograr la implicación integral del trabajador y trabajadora, partir de sus necesidades, partir de los conocimientos previos para analizarlos y cambiarlos por los nuevos, en definitiva, lograr que el pensamiento crítico fluya. Las personas libertarias no somos sumisas, jerárquicas, pasivas, receptoras, dirigidas… sino que como el mundo al que aspiramos está basado en la justicia social y por tanto, en la igualdad, no sólo económica sino de responsabilidad, las personas libertarias debemos sentirnos y ser protagonistas, participar en la toma de decisiones, no delegar nuestra responsabilidad.

En definitiva, a través de un programa de formación desde abajo, centrado en las necesidades de las personas, mediante cursos centralizados, cursos descentralizados, cursos on line, página web de formación, jornadas etc., etc. se intenta construir una verdadera alternativa formativa, educativa, cultural para toda la organización. Un programa de formación que abarque a la totalidad de la militancia, que nos forme en la asunción de responsabilidades orgánicas, para participar en las asambleas, para participar en los centros de trabajo, en la sociedad, hasta lograr una multitud de activistas de las ideas, activistas sociales y sindicales.

La formación en la histroia del movimiento libertario

Estos objetivos, estos propósitos, estas necesidades, se han cultivado desde siempre a lo largo de la historia del movimiento libertario. Permitidnos un brevísimo repaso de nuestra historia para comprender las claves de sus modelos formativos y, a partir de ellos, plantear las claves del modelo formativo actual, siendo conscientes de las enormes diferencias temporales y contextuales. Como primera impresión y constatación, el devenir de las organizaciones anarcosindicalistas recoge con total relevancia la preocupación por la instrucción y formación de las y los trabajadores.

Las primeras organizaciones libertarias anarcosindicalistas, que surgen en torno a la Federación Regional Española de la I Internacional en 1870, son conscientes de que la situación socio laboral requiere, además de la lucha por las mejoras laborales, una estrategia para producir un cambio social, cultural, artístico… En este sentido, interpretan que la transformación de la sociedad tiene que ser global y para ello necesitan un modelo educativo, formativo, distinto al que ofrece el oficial e institucional.

El sistema educativo en el siglo XIX estaba dominado por las instituciones religiosas, la educación, por otra parte, no era obligatoria y los centros de enseñanza primaria dependían de las corporaciones locales con el consiguiente abandono por falta de recursos o porque en realidad a los municipios no les interesaba que la población recibiera algún tipo de instrucción. En muchos casos, era la propia familia quien costeaba la educación de sus hijos e hijas contratando a alguna persona de forma temporal para la instrucción en las primeras letras y las cuatro reglas.

Ante este desolador panorama, las organizaciones anarquistas y anarcosindicalistas vieron la necesidad de crear sus propias estructuras educativas.

La creación de escuelas fuera del ámbito religioso y estatal era prácticamente imposible por las trabas administrativas, el costo económico y por la obstrucción de la iglesia y los poderes fácticos. A ello había que añadir la falta de personal cualificado capaz de llevar a cabo programas educativos acordes con los intereses de la clase trabajadora. De ahí que muchos anarquistas y anarcosindicalistas sean autodidactas. La convicción tan fuerte de que la formación integral de la clase obrera debía hacerse fuera de los ámbitos burgueses y religiosos llevó a que se fundaran ateneos de orientación libertaria en casi todas las localidades donde había grupos organizados de librepensadores y anarcosindicalistas. Anselmo Lorenzo Asperilla (1841 – 1914) propagaba la idea de que en cada lugar donde hubiera un grupo anarcosindicalista debía crearse también un Ateneo Libertario. Eleuterio Quintanilla Prieto (1886 – 1966) lo describe muy bien en la siguiente frase: «Que cada cual sea maestro de sí mismo y procure serlo en toda ocasión de los que sepan menos que él».

Por tanto, en este panorama tiene lugar la aparición de los Ateneos Libertarios, como instituciones propias frente a los ateneos y círculos burgueses, con el objetivo de preparar personas para la lucha contra el capital, la iglesia y el estado. Además de en los ateneos, la formación se dio en los propios sindicatos y en las asociaciones a cuyas sedes acudían luchadores sindicales, sociales y políticos de diversas tendencias, con el objetivo de educar a la clase obrera.

Como hemos resaltado, la formación que se ofrece no es solamente de concienciación social y política, sino que se da formación básica y profesional para personas adultas, se abren escuelas para las hijas y los hijos de la clase obrera, se abren bibliotecas, centros de lectura, lecturas compartidas y se organiza el préstamo de libros. Las actividades se realizaban utilizando metodologías lúdicas y participativas al mismo tiempo que se llevaban a cabo actividades culturales: teatro, conciertos, deporte, excursiones educativas…

Los ateneos ligados al movimiento anarquista y anarcosindicalista tienen un gran auge a partir de 1870 pero es a principios del siglo XX cuando prácticamente cada grupo anarquista y/o anarcosindicalista realiza actividades de difusión y formación en su localidad y comarca aunque tuvieron mayor relevancia en las zonas industrializadas.

En algunos casos, se dotó a los ateneos de otros servicios como fueron las mutualidades y economatos, es decir, ponían en práctica la teoría del apoyo mutuo y del asociacionismo.

Otro aspecto importante fue la prestación de servicios médicos y sobre todo la preocupación por la formación en la adquisición de hábitos de higiene, de crianza y de alimentación infantil, formación que se dirigía tanto a las mujeres como a los varones.

Además de la formación que se da de forma espontánea para responder a las necesidades del día a día de cada sindicato, surgen dos corrientes organizadas, la Escuela Moderna de Francisco Ferrer i Guardia (1859 -1909) y La Escuela Neutral de Ricardo Mella Cea (1861 – 1925) Ferrer i Guardia funda en 1901 en Barcelona la Escuela Racionalista para educar a la clase trabajadora con criterios racionalistas basados en la ciencia y lejos de los dogmas y supersticiones religiosas y culturales. La experimentación, el dialogo y la aceptación voluntaria de normas son algunos de sus principios básicos. Puede considerarse además como la primera escuela que ofrece la misma educación para niños y niñas y en un mismo espacio.

Por tanto su Escuela Racionalista es una escuela laica, científica y coeducadora.

Esta línea de enseñanza se conoce en pedagogía bajo el nombre de Escuela Moderna y su objetivo es educar sin utilizar el castigo ni la coerción. Esta corriente pedagógica tuvo un rápido desarrollo por todo el territorio español e incluso se abrieron multitud de centros en distintas capitales europeas.

Por su parte, la Escuela Neutra se funda en Gijón en 1911 como respuesta a la situación descrita más arriba y basándose en las ideas de Ricardo Mella plasmadas en»Cuestiones de Enseñanza», en las que opta porque las personas que aprenden lo hagan de forma responsable reflexionando sobre las materias de estudio, evitando convertirse en recitadores de lo que está escrito en los libros o en reproducir aquello que les han enseñado. En esta escuela desarrolla su labor Eleuterio Quintanilla Prieto con un programa específico de educación de personas adultas.

En el congreso de la CNT de 1919 Mella y Quintanilla presentan su modelo de Escuela Neutra confrontándolo con el de Ferrer i Guardia.

La Revolución Libertaria de 1936 hace que aparezcan realizaciones concretas de formación tanto en lo político y social como en lo profesional.

Las colectividades realizadas en pleno periodo revolucionario en Aragón, en 1936, necesitaban de personas capacitadas para llevar adelante su gestión acorde con el ideal anarcosindicalista. Se respondió a esta necesidad creando la Escuela de Militantes Libertarios, en Monzón (Huesca). Al frente de la escuela estuvo Félix Carrasquer y en su creación se implico la Federación Comarcal de la CNT.

Además de las materias propias de la etapa educativa, redacción, matemáticas, física y química, economía, historia, sociología… por las tardes se hacían prácticas agrícolas y lecturas comentadas. Además se formo un grupo de teatro que se desplazaba a los pueblos cercanos.

Se pretendía básicamente formar personas útiles a las colectividades con especializaciones como contabilidad, avicultura, agricultura y preparación de profesorado. Se buscaba formar personal técnico pero también dinamizador de las colectividades.

La Escuela de Militantes de Cataluña con Manuel Buenacasa a la cabeza entre otras muchas actividades edita a finales de 1937 junto con la Oficina de Propaganda el «Manual del Militante». Este manual intenta cubrir varios aspectos como son la oratoria, el desarrollo de asambleas, la captación de militantes, el entramado orgánico de la organización, la relación entre autonomía, federalismo, pacto confederal… El movimiento feminista siempre presente en el ideario anarcosindicalista tiene una de sus primeras apariciones organizadas en Barcelona en 1934 con el Grupo Cultural Femenino que atrae a otras mujeres con formación académica para realizar labores de difusión del ideal libertario entre las mujeres.

El 2 de Mayo de 1936 se publica el primer número de Mujeres Libres dando un giro revolucionario al feminismo español pues parten de las tesis de Bakunin en el sentido de que la emancipación de la mujer tiene que ser doble como trabajadora y también de la emancipación del varón.

La idea básica de Mujeres Libres es sacar a la mujer de la esclavitud de la ignorancia, del trabajo y de la reproducción, es decir, del varón. En otras palabras, el papel de la mujer ha dejado de ser el de reproductora con las implicaciones que ello conlleva en el enfoque de su sexualidad, lo cual hizo que parte de la CNT las mirara con desconfianza y no se les aceptara como grupo organizado.

Además de preocuparse de su liberación como género se ocuparon de formar a las mujeres para que participaran de forma efectiva en las tareas encaminadas al triunfo de la Revolución Libertaria. Formaron a las mujeres para que realizaran tareas que hasta entonces les habían sido ajenas para que pudieran incorporarse a los trabajos derivados de una economía de guerra dándoles una formación general y técnica para que participaran en las colectividades industriales y agrícolas al mismo tiempo que formaban profesorado en la pedagogía racionalista.

Impulsaron la creación de la Escuela de Enfermeras en Barcelona e instituciones dirigidas a la formación de las mujeres los «institutos de mujeres libres» en Madrid y en Valencia Un ejemplo concreto es la fundación del «Casal de la Dona Treballadora» en Barcelona en el cual se impartieron clases de alfabetización, mecánica, agricultura y temas económicos-sociales.

Por un pensamiento crítico

Hoy, la educación es universal, al menos en teoría, es decir, el estado ha asumido la educación estatal y el sistema educativo público llega a la totalidad de la población. Por tanto, hoy la lucha ya no es por la escolarización de los hijos e hijas de la clase trabajadora y clases populares, sino por el tipo de educación que están recibiendo. La escuela actual es una escuela estatal, dirigida por el estado, con sus planes de estudio, exámenes, competitividad, fracaso… Es una educación en función de las necesidades del mercado, de las necesidades del mundo del trabajo, que sigue como siempre, educando y formando públicamente para responder a las necesidades de formación que demanda la patronal.

La domesticación comienza, por tanto, desde la propia escuela, la segregación por clases sociales se favorece y fomenta desde la propia escuela, los resultados del fracaso del sistema educativo son consecuencia del fracaso del sistema social, un sistema social que precisa personas domesticadas, sin criterio, analfabetas funcionales, sin recursos intelectuales, sin capacidad de crítica, sumisas, adoctrinadas en el individualismo y el egoísmo, en la insolidaridad.

Con estos perfiles educativos que padecemos, con los modelos de intervención sindical a que nos ha acostumbrado el sindicalismo institucional, con el control mental que se ejerce desde los medios de comunicación de masas… con todos estos elementos, se configura un perfil de trabajador, de trabajadora que demanda un profundo trabajo de desaprendizaje para que de verdad la extraordinaria persona que todos y todas llevamos dentro, pueda surgir con brillantez y aportar a la humanidad ese pequeño grano de arena que nos permitirá transformar la sociedad desde abajo, horizontalmente, de forma colectiva, practicando el apoyo mutuo.

La libertad sólo se aprende practicándola, por eso, para la construcción de una sociedad libertaria son importantes los medios y fines, hasta el punto de confundirse. La libertad sólo puede aprenderse en organizaciones que sean libertarias, que permitan la participación y estén basadas en la igualdad y la toma de decisiones de forma asamblearia. Bajo estos principios, no es concebible construir una sociedad libertaria, con personas libertarias a través de organizaciones jerárquicas.

En este mismo sentido, la construcción de pensamiento crítico, libertario, de comportamientos y actitudes libertarias, requieren una metodología y una pedagogía libertaria para el desaprendizaje de modelos neoliberales y para el aprendizaje de modelos libertarios. Con estas premisas es como debemos y tenemos que construir nuestros programas de formación, programas que impliquen el aprendizaje de nuevos conocimientos, nuevos comportamientos y nuevas actitudes, programas que no estén basados en la mera transmisión de conocimientos sino en el crecimiento personal representado por la práctica de nuevos valores y nuevas actitudes.

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