Nikos Xristidis, miembro de ESE Ioannina.

La situación actual de Grecia es paradigmática. Su economía es la más fuertemente sometida a las presiones del capitalismo financiero, también su contestación social se viene ejerciendo con mayor contundencia. Europa está al fondo, en buena medida se dirime en Grecia, también nosotros nos la jugamos en Grecia.

Es cierto que la validez de la lucha obrera y social es hoy muy limitada y relativa, sin embargo su valor sigue siendo absoluto. Fue eficaz cuando tuvo capacidad de contagio y expansión, deja de serlo cuando queda aislada. Tenemos una enorme responsabilidad para con Grecia, que es la misma que tenemos con respecto a nuestras propias situaciones. Lo que allá pase nos alcanzará a todos. El sálvese quien pueda, no vale.

La crisis económica mundial de los últimos años –una de las mayores  del capitalismo desde la Revolución industrial- se presenta como una crisis de las economías públicas o una crisis de la deuda. Es un “drama” global en el que Grecia ha sido el primer actor; sabemos que habrá más.

 

Una crisis económica, sea cual sea la forma que adopte, es una crisis de las relaciones de producción capitalistas. Los mandamases, por muy difíciles que se les pongan las cosas a nivel internacional, es evidente que intentarán encontrar una salida favorable para ellos, realizando una redistribución de la riqueza en beneficio del capital. Para ellos, la crisis es una buena oportunidad para completar los procesos de reestructuración que llevan promoviendo desde hace dos décadas. De hecho, en los últimos meses somos testigos de cómo, teniendo como eje central la política de la deuda, se está llevando a cabo un fuerte ataque de los explotadores contra los explotados. Este ataque, por lo que se ve, va a continuar y va a intensificarse más aún.

 Por otra parte, la crisis nos da a nosotros, los de abajo, una oportunidad: la oportunidad de cuestionar el funcionamiento del capitalismo en su conjunto. Por supuesto, no es fácil. No olvidemos que la crisis económica vista como una crisis de la deuda presenta una gran ventaja para el capitalismo: la clase trabajadora se identifica con los intereses del capital (y, en consecuencia, queda supeditada a ellos) en nombre del “bien de la nación”.

 Pero, ¿qué es lo que desencadenó la crisis de la deuda del Estado griego que vemos desplegarse ante nosotros desde hace unos meses? Para empezar, la crisis griega no es una crisis aislada, sino que está directamente relacionada con la crisis económica global de los años 2008-2009, la cual comenzó como crisis financiera a finales de 2007. Al volverse los préstamos más difíciles, las inversiones se redujeron y ello condujo a una aguda recesión económica a nivel mundial, que supuso un aumento del desempleo y una caída del PIB de entre el 4,5% y el 7%. Sólo fue posible salvar al sistema financiero del colapso total después de que los Estados intervinieran asumiendo una parte considerable de la deuda del sector bancario. La combinación de todos estos factores –es decir, el gasto de importantes cantidades de dinero público para el rescate de los bancos (en Grecia el 11,5% del PIB), los paquetes de medidas de apoyo puestos en marcha por los Estados (con un coste en Grecia del 10,9% del PIB), la disminución de los ingresos por impuestos y contribuciones a causa de la recesión y el aumento de los gastos en subsidios por desempleo- produjeron un crecimiento del déficit en la casi totalidad de los países desarrollados (y no sólo). El resultado fue un aumento repentino del endeudamiento público en un contexto de “restricciones monetarias” resultado de la crisis financiera previa. Los inversores internacionales se volvieron más selectivos, inclinándose por inversiones seguras o con un riesgo limitado. Así, los países que no se consideran suficientemente “fiables” no pueden obtener capital o se ven obligados a pagar un interés especialmente elevado en comparación con los años anteriores.

 En esta difícil coyuntura, existe un mayor riesgo de que el Estado griego no pague y de ahí los problemas que tiene para conseguir condiciones más “racionales” para los préstamos que necesita para cubrir la deuda. La subida de los spreads refleja que la confianza depositada en el Estado griego está en crisis.1 No hay confianza en que consiga disciplinar satisfactoriamente a su fuerza de trabajo en los próximos años. Realmente, la “reestructuración” en Grecia en los últimos años no avanza al ritmo deseado. No somos tan productivos como deberíamos para el capital. En términos económicos, esto se refleja en el descenso de la rentabilidad del capital, la continua desaceleración de la productividad y el aumento de los costes laborales por unidad de producción, así como en el aumento de los salarios públicos y del gasto público con fines sociales (educación, prestaciones sociales, pensiones) durante la última década.

 En los últimos años, una serie de luchas llevadas a cabo para defender las conquistas conseguidas evitaron decididamente la reestructuración de la acumulación capitalista en Grecia. Ciertamente, en su mayor parte estas luchas no eran luchas revolucionarias, en la medida en que se movían siempre dentro del marco de relaciones capitalistas. Además, normalmente se desarrollaban con la intermediación de burocracias sindicales vendidas y muchas veces tenían un carácter corporativista. A pesar de todo, configuraron las características y los protagonistas del mosaico de movimientos que existen hoy en Grecia. De no ser por aquellas luchas, no existirían las luchas actuales.

 De las movilizaciones estudiantiles de 2006-2007 a la huelga de mayo de 2011                            

En 2006 y 2007 el país se vio convulsionado por las manifestaciones y las ocupaciones de los estudiantes universitarios, una lucha especialmente combativa cuyo momento culminante fue el 8 de marzo de 2007: mientras se vota la propuesta de ley de educación en el Parlamento, en la calle miles de estudiantes se manifiestan y se enfrentan durante horas con las fuerzas represivas.2 Por desgracia, en lo referente a los trabajadores, el panorama era bastante tranquilo. La convocatoria de elecciones contribuyó a que la atención se desviara y se centrara en el tema de las elecciones.

 El año 2008 se caracteriza por la planificación estatal de vender y hacer una liquidación general. Los puertos, la compañía de telecomunicaciones OTE y la compañía aérea Olympic salen a la venta. Los trabajadores reaccionan durante bastante meses, pero al permanecer aislados del resto del movimiento obrero no pueden superar el derrotismo general que les caracteriza. Mucho más combativos y decididos se muestran los jornaleros de Manolada, que tras una dura huelga consiguen un importante aumento de sueldo y un poco más de dignidad.

 El año concluye con la revuelta de diciembre, un acontecimiento que hace temblar a los gobernantes, sirve de inspiración a los oprimidos y tiene una considerable influencia sobre las luchas posteriores. En el marco de dicha revuelta, el miércoles 17 de diciembre se ocupa el edificio del sindicato GSEE.3 La ocupación es realizada por una iniciativa de “trabajadores manuales, empleados, parados, temporales, griegos e inmigrantes”, una iniciativa abierta y asamblearia que cuestiona radicalmente la autoridad de las burocracias sindicales. Además, el 22 de diciembre de 2008 se produce el ataque homicida con ácido a la trabajadora de la limpieza y sindicalista K.Kouneva. La reacción no se hizo esperar. La noticia fue ampliamente difundida y por todas partes se organizaron iniciativas y protestas en apoyo a Kouneva.

En el 2009 la crisis del sistema se hace ya totalmente evidente a todos los niveles. Los conflictos y las luchas aumentan. La lucha que se desarrolla en solidaridad con K.Kouneva es muy importante, porque sirve para reforzar los lazos de conexión y la dinámica de combate en diferentes ámbitos laborales. En enero, los agricultores están nuevamente movilizados y llevan a cabo cortes en las carreteras nacionales. Su lucha se extiende al conjunto del país y pone al gobierno griego contra las cuerdas. En octubre empieza una huelga más de los trabajadores portuarios, que intentan evitar, aunque en el último momento, la venta de ΟLP a COSCO.4 En noviembre hay elecciones y con la victoria del PASOK después de cinco años cambian los gestores políticos del sistema.

 El año 2010 se podría definir como el año del memorandum. Las luchas de los trabajadores parecen encontrarse con un fuerte muro enfrente, puesto que el Estado y el capital están decididos a imponer sus condiciones como sea. Hay varias huelgas sectoriales que son afrontadas con diferentes tipos de represión, como la movilización civil en el caso de los camioneros y los marineros y trabajadores portuarios. A pesar de todo, la rabia de los trabajadores es incontenible y las movilizaciones y huelgas van a estar caracterizadas por los enfrentamientos con la policía y los ataques al Parlamento y a otros intereses estatales y capitalistas. GSEE hace todo lo posible por controlar la situación y debilitar las luchas, convirtiéndose de esta manera en objetivo de los ataques. En total, en un año se convocan diez huelgas generales, todas ellas con una afluencia masiva de gente y un alto grado de combatividad.

 Punto de referencia es la huelga del 5 de mayo de 2010, tanto por la alta participación y los duros enfrentamientos con la policía como por el incendio del banco Marfin en la calle Stadiou, en el que perdieron la vida tres empleados del banco. Este hecho supuso un serio retroceso del movimiento. Además, a principios de año comenzaron una huelga indefinida los trabajadores pesqueros egipcios de Nea Mixaniona, cerca de Salónica. La huelga duró varios meses, se enfrentó directamente a la patronal y mostró cómo deben superarse las divisiones nacionales entre griegos e inmigrantes. Asimismo, los trabajadores del transporte urbano de Atenas desde diciembre de 2010 hasta febrero de 2011 realizan varias huelgas, paros, concentraciones y manifestaciones en el centro de la ciudad. Estas acciones se ven apoyadas y reforzadas por el movimiento, promovido por las asambleas de barrio y otros colectivos, en favor de la gratuidad de los medios de transporte público.

 El año 2011 fue desde el comienzo explosivo. La avalancha de nuevas medidas hace que en todos los sectores haya trabajadores al pie del cañón. El sindicalismo burócrata de GSEE recibe multitud de presiones –incluso de sus propios sindicalistas, que sienten que con la anulación de los convenios colectivos perderán sus privilegiados puestos- y convoca una huelga tras otra. La participación en las manifestaciones huelguísticas es satisfactoria, pero la falta de planificación y de coordinación desde abajo por parte de los manifestantes y huelguistas es enorme. La fragmentación de las acciones se deja notar en todas las movilizaciones. No hay nunca una propuesta completa que pueda organizar la protesta de forma efectiva. Se realizan ocupaciones de gobiernos provinciales y de otros edificios públicos, pero son de pequeña duración y no están coordinadas. El peso de las protestas se centra en Atenas, principalmente en las largas confrontaciones con la policía frente al Parlamento.

 La realidad es que las movilizaciones, aunque masivas, no consiguen que el gobierno se retracte y con el tiempo aparece el cansancio. La huelga convocada para el 11 de mayo es más desorganizada y es duramente reprimida. Sin ninguna motivación, los antidisturbios cargan con violencia contra los huelguistas y disuelven los bloques de manifestantes. El resultado son más de 150 heridos en todo el país, tres de ellos muy graves (uno no salió de la UVI hasta un mes después). El Estado aprovecha la desorganización para sembrar el terror entre quienes eligen resistir. La violencia policial muestra claramente las intenciones del gobierno de prohibir en la práctica (y a palos) el derecho a la huelga y la manifestación. No lo hace con leyes, lo hace de manera más práctica. En suma, la huelga del 11 de mayo es un punto de inflexión para las luchas en Grecia.

 La lucha a partir de mayo

 A partir del 25 de mayo empiezan a concentrarse en las principales plazas de las diferentes ciudades de Grecia los “indignados”, respondiendo a convocatorias realizadas en internet. Iniciamente se trata de una mezcla variopinta de personas de diferente ideología y clase social. Hay muchísima gente. Entre ellos hay trabajadores, hay pequeños y medianos empresarios y hay también nostálgicos del “sueño capitalista griego”, que llegó a su apogeo con la engañosa prosperidad de los años 90 (gracias en parte al saqueo de los Balcanes). Todos ellos están juntos bajo consignas genéricas del estilo “Que se vaya el memorandum”, “No al FMI”, etc. El trabajador que está en la plaza se siente enormemente presionado por los recortes de sueldo y por el aumento de la precariedad laboral; el empresario y el nostálgico protestan por la subida del IVA.

 Es un hecho que los primeros días una gran parte de los luchadores concienciados afrontó con escepticismo las concentraciones de los indignados. Había varios elementos que hacían que mucha gente no supiera cómo reaccionar: el pacifismo, la repulsa de las luchas sociales anteriores, la oposición frontal a todos los partidos, incluidos los pequeños partidos de extrema izquierda, como si todos fueran responsables de la situación actual, el desprecio del sindicalismo, la retórica nacionalista de una parte importante de los concentrados y la presencia de elementos de extrema derecha entre ellos. Además, el Estado los primeros días no vio mal las concentraciones. Muchos pensaron que el Estado intentaría aprovechar la ocasión para calmar la situación y cambiar las formas tradicionales de lucha, promoviendo la aparición de una masa inofensiva que se reúna de forma pacífica y no elija la manifestación como modo de protesta. Es de destacar cómo un comité de indignados sacado de la manga se acercó sin ningún problema al Parlamento a entregar un comunicado, mientras que hasta entonces había una zona “roja” de 100 metros alrededor del mismo y si alguien se atrevía a acercarse lo gaseaban y lo molían a palos.

 A continuación, después de una coherente y continua presencia de personas procedentes de los sindicatos de base, de las ya existentes asambleas de barrio, de ocupaciones, de colectivos anarquistas y de organizaciones de izquierda, las cosas cambiaron bastante. La asamblea pasó a denominarse popular, estableció como prioridad el ataque contra los trabajadores y aisló a los elementos nacionalistas. Las concentraciones son masivas. El decimoquinto día de protesta, más de medio millón de personas salieron a protestar a las plazas de todas las ciudades del país. Se hablaba ya con los sindicatos y la perspectiva de que se convocara una huelga general indefinida era uno de los principales puntos sobre los que se discutía.

 El 15 de junio, GSEE convoca una huelga. Los “indignados” se suman a la convocatoria. Hay un millón de manifestantes en toda Grecia. En Atenas se forman piquetes en las calles que llevan al centro para evitar que los diputados puedan acceder al Parlamento y se intenta romper la valla de seguridad que lo rodea. Los piquetes son disueltos y los enfrentamientos en la plaza de Sintagma duran más de cinco horas. Hay enfrentamientos también en otras ciudades. Es de destacar que la multitud se muestra dispuesta a resistir y no cede ante el terror que el Estado quiere imponer. Los manifestantes no abandonan la calle, por muchos gases lacrimógenos que les tiren y por muchos palos que les den.

 Ese día el gobierno realizó una increíble maniobra política. Durante el día, mientras se producían los enfrentamientos con la policía, el primer ministro Papandreou dejó circular el rumor de que el gobierno caía. Todo el mundo pegado a la televisión quería saber cuál sería el nuevo gobierno de unidad y se hablaba de una gran victoria del movimiento. La izquierda hablaba del primer gobierno desde la transición de los años 70 que “caía por la presión popular”. Al día siguiente, Papandreou comunicó que simplemente realizaría algunos cambios en el gobierno. La gente volvió a sentirse entumecida. Algunos pusieron el grito en el cielo. Otros se decepcionaron. Pero el movimiento continuó, como si hubiera esperanza para una nueva oportunidad, para una gran batalla más.

 Los días 28 y 29 de juno se convoca una huelga general de 48 horas, la primera desde 1975. Decenas de miles de huelguistas salen a la calle, pero el mecanismo represor del Estado funciona mejor aún. Vemos por primera vez una tanqueta de agua. Estas tanquetas en el subconsciente colectivo están identificadas con la junta militar; cuando a finales de los años 70, en medio de salvajes huelgas en las fábricas, salieron de nuevo tanquetas a las calles, la reacción fue tan grande que el gobierno de Karamanlis se apresuró a retirarlas. Nada más producirse el primer intento de romper el cordón policial, quedó bien claro que la intención era disolver totalmente a la multitud y desalojar la plaza. Lanzaron 2000 gases lacrimógenos, asfixiantes y vomitivos, en su mayor parte de nuevo tipo, contra los manifestantes, tanto si estaban participando en los enfrentamientos con la policía como si no. En ataques coordinados, las fuerzas represoras cargaron contra todo aquel que no llevara uniforme policial en la plaza de Sintagma y las calles de los alrededores. Entre los policías, destacaban los grupos denomiados Delta, un cuerpo de motocicletistas recientemente creado por el gobierno del PASOK. Estos policías cargaban contra los manifestantes y les arrojaban sus propios artefactos, los cuales al explotar dañaban seriamente brazos y piernas. La estación de metro de Sintagma se convirtió en un refugio de guerra y se llenó con más de 400 heridos. La plaza quedó vacía. La rabia de clase se disparó. El gobierno aprobó el programa de estabilidad a medio plazo (el Memorandum II) y la ley de aplicación del ajuste.

 Se ha producido, pues, una intensificación de las luchas sociales, en contraste con el continuo retroceso de épocas pasadas. También vemos un intento de reorganización de la clase trabajadora. Pero todavía nos queda mucho por hacer. La gente está asustada, teme por su futuro, pero no confía en ningún programa de masas. Al menos de momento. Ciertamente, es importante que se superen las falsas ilusiones y se comprenda que la salvación no va a venir de ningún sitio más que de nosotros mismos: tendremos que luchar “hasta el final”, y eso es algo para lo que la gente seguramente no esté preparada; de momento, la gente no confía lo suficientemente en sus fuerzas como para hacerlo.

 Se desprende de todo lo anterior que en Grecia la pasión y la decisión sobran. La organización, en cambio, es insuficiente. La falta de un sindicalismo radical, organizado y de masas es algo más que evidente.

 La participación de ESE

 «Ahora la dinámica de las asambleas populares parece más sólida y se está extendiendo. Es posible que se consolide y esperamos que se consolide en los lugares de trabajo y en el interior del movimiento obrero. Un sindicalismo combativo y autoorganizado, no partidista, es más necesario que nunca, es más posible que nunca…» (de la editorial del segundo número del periódico de ESE, “Sindicalismo libertario”)

 En las movilizaciones más arriba resumidas, tanto antes como durante el desarrollo del movimiento de las plazas, ESE ha estado haciendo todo lo posible para favorecer el resurgimiento del sindicalismo de clase y la radicalizacion de las masas. Se han realizado intentos serios y coordinados para que aumente la base de trabajadores que participa en los procesos en marcha.

 La lucha por construir dentro del movimiento obrero un polo de clase autónomo, sin dirigentes, y que de esta manera los sindicatos recuperen su carácter de elementos de expresión revolucionaria de la clase trabajadora, pasa necesariamente por que los trabajadores se convenzan de que no han de volver a su posición de meros espectadores. Las estructuras y los mecanismos de funcionamiento que se conquistan día a día en las plazas y las calles deben trasladarse a los sindicatos. ESE ha intensificado la lucha y la propaganda para conseguir que crezcan los sindicatos de base. El objetivo es que los trabajadores rompan cuanto antes con la burocracia vendida de GSEE y con el reformismo del PAME.5 Luchamos para que se cree un polo revolucionario de organización de la clase trabajadora en los lugares de trabajo, para que desaparezca de una vez por todas GSEE y, llegado el día, se cree una verdadera confederación de trabajadores, que funcione basándose en la democracia directa, con representantes revocables que sean trabajadores, no burócratas, y que sean elegidos por las bases. Deben desaparecen los órganos estatales y partidistas que, disfrazados de sindicatos, han hecho que el sindicalismo hoy en día sea una palabra ofensiva. Luchamos, en suma, para que vuelva a abrirse la perspectiva de un sindicalismo que constituya el órgano más firme de la clase trabajadora en su lucha contra la patronal.

 No se adivina en el horizonte ninguna solución a corto o medio plazo, ningún mecanismo capaz de poner en marcha de nuevo la maquinaria capitalista. Lo único que les queda es exprimir a la fuerza de trabajo para seguir obteniendo beneficios. El objetivo de los capitalistas es salir de la crisis, pero saben que sólo podrán hacerlo pasando por encima de nosotros.

 Además, la deuda pública juega un papel apaciguador: sirve como eje de presión con el fin de reestructurar las relaciones capitalistas dentro del Estado nación en un marco de capitalismo internacionalizado. La difícil coyuntura internacional de nuestros días ofrece a la clase dirigente la oportunidad de realizar dicha reestructuración de forma acelerada. En las medidas salvajemente “impuestas” por el FMI se reflejan las políticas promovidas dentro de la Unión Europea en los últimos veinte años. En consecuencia, y aunque se habla mucho de la “ocupación de Grecia por fuerzas extranjeras”, en la intervención del FMI para financiar la deuda europea se ve una alianza global de las clases dirigentes que tiene como finalidad promover sus intereses, contrarios a los nuestros.

 La indignación y la rabia están por todas partes. Se pueden ver en el trabajador al que hace unas horas le han comunicado el despido; en la parada que ve cómo su prestación de desempleo se ha reducido; en el jubilado que se aprieta el cinturón porque no le llega la pensión; en la trabajadora que trabaja con un horario flexible por un sueldo de miseria; en el trabajador sin asegurar que está de prácticas y del que se aprovechan para todo tipo de trabajitos; en el estudiante de secundaria que ve cómo su ritmo de vida se hace cada más estresante.

 La crisis se hace más profunda y la repulsa del sistema político, de las instituciones y de los valores actuales crece. La aprobación del programa de estabilidad a medio plazo va a tener que hacer frente a las plazas ocupadas y a las calles llenas de gente manifestándose e intentando organizarse. Palabras como “resistencia”, “autoorganización” o “movimiento” están en el vocabulario de muchas personas. Personas que en las asambleas populares buscan una forma de organización diferente a la de su vida cotidiana. Las convocatorias diarias para salir a la calle, la ocupación como medida de presión, la organización desde abajo, las asambleas basadas en la democracia directa, todo esto constituye la experiencia colectiva de miles de personas que optan por juntarse de forma combativa; conforma una realidad agresiva que pone en peligro la labor de la gestión política de un país que vive bajo la amenaza de la bancarrota. La élite política, en un intento de absorber las voces de protesta y de imponer un consenso que acepte sin rechistar las nuevas medidas y la degradación de nuestras vidas, echa mano de artificios políticos. La clase política, desde la extrema derecha hasta la izquierda constitucional, aspira a debilitar el movimiento mediante maniobras, como las elecciones, los referendums, los votos de confianza, los cambios de gobierno, etc. Pero, aunque el poder llama a la gente a volver a la normalidad, la realidad le quita la razón y confirma que la paz social se ha alterado. Las experiencias en la calle despiertan las conciencias.

 El desafío de nuestro tiempo es que la indignación de la gente no sea sólo un cabreo por las “dificultades” de todos los días y se transforme en voluntad de lucha; que esta masa heterogénea adquiera formas de lucha que la hagan capaz de enfrentarse al capitalismo; que, en suma, se convierta en un movimiento antagónico, que pueda hacer frente a las fuerzas autoritarias y los intentos calumniadores y de descompresión del clima actual, trazando claras líneas divisorias con las ideas racistas, fascistas, patrióticas y sexistas, que hablan de salvación nacional y le dan la espalda a la explotación (no sólo laboral) y la opresión de los trabajadores griegos e inmigrantes.

 El interrogante, pues, es si la clase trabajadora conseguirá mantenerse firme ante los ataques, sin dejarse convencer por las retóricas nacionalistas. Es imprescindible que a través de la lucha consiga avanzar un paso más, organizando su resistencia desde abajo, con la autoorganización y las decisiones colectivas como principio, sin intermediarios ni líderes. Si conseguimos superar la fragmentación y crear verdaderas estructuras de solidaridad social, que cuestionen la autoridad del capitalismo sobre nuestras vidas y encontramos la forma de hablar de nuestras necesidades; si profundizamos en la crítica y en la consolidación de relaciones sociales de otro tipo; si ponemos en tela de juicio la legitimidad del presente sistema; si, en fin, atacamos nosotros, entonces nos enfrentaremos al día de hoy para construir un mañana diferente.

  1. El spread, o diferencial, mide la diferencia entre dos valores en economía. .En este caso, ha aumentado la diferencia entre los tipos de interés en Grecia y en Alemania.
  2. Mientras escribíamos estas líneas, comenzó en Grecia una nueva oleada de ocupaciones de facultades y departamentos universitarios en protesta por la aprobación de una nueva ley de educación, que supone un golpe mortal para la enseñanza pública. Los estudiantes vuelven a movilizarse.
  3. GSEE es la confederación general de trabajadores del sector privado.
  4. OLP es el organismo que gestiona el puerto del Pireo, el principal puerto del país; COSCO es una empresa armadora china.
  5. PAME es el frente sindical del partido comunista griego, el KKE.