Pensar críticamente hoy, pensar hoy es tarea ardua, agostada por la multiplicidad del uniformismo y dificultada por las trabas del mercado y del Estado. Para pensar hay que poner por delante el cuerpo, la vida, la actuación.

Celebramos el vigésimo aniversario de la editorial Virus, cuya biografía y bibliografía -como ellos dicen- son inseparables del trayecto seguido por los movimientos sociales disidentes

Paco Madrid

Seguramente existen muchos aspectos de la actividad social que pueden servirnos de guía para analizar el desarrollo de las relaciones sociales y la evolución de una sociedad, y uno de ellos es, sin duda, la actividad editorial. Allá por mediados de los años setenta del siglo pasado, tras la muerte del dictador, se planteó en este país un difícil problema que nada tenía que ver con el traspaso de poderes o una transición de una dictadura a una democracia, sino algo mucho más simple: cómo diseñar la continuidad de un régimen de dictadura sin que se produjeran grandes sobresaltos.

 En mi opinión los problemas principales que los nuevos protagonistas políticos tenían que afrontar eran: encuadramiento del movimiento obrero dentro de estructuras organizativas de control, es decir sindicatos sometidos a las directrices de sus respectivos partidos, ya que estaba previsto el desmantelamiento del sindicalismo vertical. El problema secular de los movimientos centrífugos, es decir, la tendencia de la periferia a reivindicar su autonomía; pero en este caso era necesario ante todo hacer que las regiones que ya habían logrado anteriormente su derecho a la misma (Euskadí y Cataluña, principalmente) se vieran contrabalanceadas. Y por último, el más que probable resurgimiento del movimiento libertario.

Este último aspecto se vio refrendado por el gran desarrollo que a partir de 1976 experimentó el anarquismo en sus diversas vertientes. Comenzaron a surgir editoriales dedicadas a la producción de libros anarquistas, como las madrileñas Campo Abierto o La Piqueta o las barcelonesas Síntesis o Zafo, que en pocos años editaron tanto libros clásicos de la historia del anarquismo, como ensayos críticos desde una perspectiva libertaria. También la editorial Etcétera de Barcelona se incorporó a esta tarea con su colección de libros y folletos, bajo el denominador común de Crítica de la política.

Ante este nuevo mercado que se abría, también algunas editoriales comerciales se pusieron a la tarea, como Siglo XXI, Tusquets, Anagrama o Júcar, algunas de ellas con ediciones muy poco cuidadas, aunque este aspecto poco importaba, porque el negocio era casi seguro. Llegados a este punto, creo conveniente decir que las editoriales señaladas son meramente indicativas y que con toda probabilidad existieron muchas más, pero mi intención no es hacer una historia de la actividad editorial, sino simplemente apuntar la tendencia general de las mismas.

También en las universidades se experimentó un extraordinario auge de las investigaciones sobre el fenómeno del anarquismo; sin embargo, salvo algunas raras excepciones que trataban de profundizar en su conocimiento, la intención era poner de relieve sus aspectos más oscuros; quizá baste señalar que en la década de los setenta se presentaron cuatro tesinas dedicadas exclusivamente al terrorismo anarquista, todas ellas, desde luego muy parecidas, ya que si tenemos en cuenta que este fenómeno quedó prácticamente reducido a la última década del siglo XIX y además el último de ellos, la explosión al paso de la procesión del Corpus en la calle de Cambios Nuevos de Barcelona, fue obra de la policía, la cantidad de investigaciones de este período de nuestra historia parece bastante exagerado. Por ello, considero que en este breve período, que se ha dado en llamar transición, se estaban intentando poner las bases intelectuales para proceder más tarde a la descalificación e incriminación del movimiento anarquista en todos sus aspectos.

Como no podía ser de otra manera también la visión que hasta ese momento se tenía de la revolución y la guerra civil de 1936-39 acapararía la atención de numerosos estudiosos, poniendo las bases de lo que más adelante, con la denominada Memoria Histórica, sería una perspectiva inocua en la que se trataría de desacreditar los enfoques que trataban de hacer resaltar los resultados positivos de las conquistas revolucionarias en tan corto espacio de tiempo. Actualmente hemos tenido una prueba evidente de hasta dónde podía llegar el desarrollo de tal política con la infamia del diccionario biográfico editado por la Real Academia de la Historia, probablemente una de las instituciones más reaccionarias de este país, en el mismo plano que la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, viejos residuos del pasado más tenebroso.

 

El acceso al poder de los socialistas, tras las elecciones generales de 1982, parecía indicar que ese primer período había terminado satisfactoriamente y que el objetivo se había cumplido, ahora se trataba de impulsar la necesaria modernización del país que demandaba el Capital, es decir, reconversión industrial y también financiera (especialmente el saqueo a los planes de pensiones de algunas empresas), a fin de ingresar en las instituciones internacionales, especialmente la OTAN y más tarde entrar a formar parte de Europa.

Esta reestructuración y concentración del capital afectaría también a las empresas editoriales, algunas de las cuales se verían absorbidas y otras acabarían desapareciendo, con esto se lograba, además, tener el control casi absoluto de las publicaciones y ahogar en papel cualquier intento de editar ensayos críticos que pusieran en cuestión todo ello. De hecho resulta paradójico que en este país la distancia entre la cantidad de libros que se publican y los que se leen resulte abismal.

Por lo que se refiere a las editoriales anarquistas, prácticamente habían desaparecido y únicamente La Piqueta seguía añadiendo volúmenes a su extraordinaria colección, Genealogía del poder; también Etcétera seguía imperturbable su modesta contribución a la edición crítica.

El inicio de la década de los noventa iba a conocer un nuevo resurgir, tímido al principio, de las publicaciones anarquistas. En Madrid se instituía la Fundación Anselmo Lorenzo que en esos años llevó a cabo una extraordinaria labor editorial y en Barcelona se fundaba la editorial Virus que, a pesar de las enormes dificultades que suponía poner en pie una empresa tan ambiciosa, logró superar todas las dificultades y comenzar lentamente a recuperar la perdida cultura anarquista y a intentar avanzar en su análisis crítico.

Estos tímidos comienzos se vieron extraordinariamente reforzados con el alborear del nuevo siglo. En Logroño se reunió un numeroso grupo de editoriales alternativas a fin de elaborar una estrategia conjunta para editar libros. Así nació Altediciones que, a pesar de las dificultades, llegó a publicar un fondo importante de libros con una fuerte carga crítica. Otras editoriales emergerían en este nuevo siglo con sus propuestas particulares: Pepitas de Calabaza en Logroño, Traficantes de Sueños en Madrid, Alikornio en Barcelona y Numa en Valencia. Algunas de ellas aún sobreviven, otras se quedaron en el camino, pero nuevas experiencias surgían: La Malatesta en el populoso barrio madrileño de Lavapiés, Brulot, La Felguera, Muturreko Burutazioak, Gatazka, Klinamen, La Ciutat Invisible, Sintra, y un largo etcétera cuya relación alargaría demasiado este breve repaso sobre la edición crítica.

Si el nuevo siglo empezaba con buenos augurios para las ediciones críticas, en el horizonte emergía la denominada ley de la memoria histórica, cuyo objetivo sería fijar de una vez por todas los contornos de nuestro pasado, convirtiéndolo en una imagen fija que inculque en las conciencias que las cosas sucedieron de aquella manera y no podían hacerlo de ninguna otra, como ya se ha hecho tantas veces con otras épocas históricas. Se trata en definitiva de ignorar los hechos revolucionarios del trienio 36-39, planteando la contienda en términos de guerra civil y enfangándose en debates sobre el recuento de muertos a modo de cortina de humo que vele definitivamente las conquistas revolucionarias. Lamentablemente, algunos escritores anarquistas se han enfangado también en estos inútiles debates, aunque no por ello se han abandonado las investigaciones de un período tan sensible como fue la revolución española y así han aparecido obras que ponen de manifiesto que las cosas no sucedieron como nos tratan de asegurar que pasaron.

Por otra parte, parece que los intentos de descreditar e incriminar a la ideología anarquista no desmayan y en esta última década, recogiendo el testigo de las tesinas que en la década de los setenta se presentaron en las universidades, se han publicado un importante número de libros y artículos sobre lo que ellos denominan terrorismo anarquista, todos ellos casi idénticos, como no podía ser de otro modo y en algún caso con títulos tan elocuentes como Anarquistas: viaje a los orígenes del terrorismo español, con un inconfundible sabor a ciencia ficción. En todos los casos, el procedimiento es muy similar: se coloca en la coctelera una serie de ingredientes históricos, se sazonan con una pizca de imaginación y se le añaden unas gotas de mala leche, después se agita convenientemente, y el resultado se vuelca en un molde en forma de libro.

 No obstante, a pesar de todos estos infames procedimientos, será imposible ahogar el espíritu crítico. Después de veinte años, la editorial Virus -flanqueada desde luego por muchas otras- ha llevado a cabo una importante labor en este sentido y sus resultados están a la vista de todos.