Emilio Gómez García, Escritor y miembro del Sindicato de Enseñanza CGT FL de Zaragoza

La obra de Jorge Riechmann, ya ingente de libros de ensayo, traducciones  y dietarios, además de sus abundantes ediciones poéticas, nos aporta claves para comprender tanta infamia envalentonada temerariamente en estos tiempos contra el ser humano y el planeta que le ha tocado habitar. Y además nos ofrece una lluvia fresca, fundamentada, potencialmente fértil, de indicios, sugerencias inéditas, grietas por las que entrever y avanzar hacia otras formas más creativas y solidarias de vida.

Frente al desolado horizonte, en el que parece avanzar irremisible una social y personal sequía de esperanzas,  la voz de Jorge Riechmann ofrece un chorro de lucidez y de belleza crítica, certeramente alentadora hacia el futuro. En sus propias palabras: “Cada día veo la belleza de la gente en la calle, en el metro -belleza a veces agostada, a veces inicial- y me digo: este mundo tiene que salvarse”.

Para aproximarse a su universo de ideas (con algunos de sus planeta esenciales: ética, ecología, tecnociencia, poesía…) la lectura de “Entre la cantera y el jardín” puede servir como esclarecedor umbral de su “pentalogía” de la autocontención que ecológicamente nos propone.

 

Poesía reunida 1979-2000

Centrémonos en el análisis de su extenso poemario “Futuralgia” publicado en el 2011. Conviene comenzar por decir que no es un libro, sino 17 libros en uno (4 de ellos muy breves, es verdad), recolección de  toda su poesía escrita desde  los 17 a los 38 años de edad. Más de 700 páginas que desvelan una rica y acerada diversidad de contenidos (abarcando de lo más personal a lo más colectivo) y a la vez un extrañamiento en lo doméstico que impulsa una poesía de indagación, donde sobresale el  protagonismo del siempre cuidado lenguaje.

Para comprender el significado del título, resulta preferible escuchar la definición del propio Jorge que aparece en su primera página: “Futuralgia: dolor por la vida que podría ser, por la plenitud que cabría alcanzar…”

El prólogo de Pedro Provencio, es una joya literaria, hondamente reflexiva, crítica, incluso poética porque a pesar de estar escrito en prosa, la admirable calidad y calidez de su lenguaje presenta certeros relámpagos poéticos que no tienen nada que envidiar a los versos que analiza. En realidad, casi todo lo  que podría decirse sobre el libro está dentro de él, ya que contiene mucha reflexión implícita y explícita  en el prólogo y en los versos, autorretratos, crítica y autocrítica, proclamaciones y definición de principios sobre el mundo y sobre  la poesía, profusión de sabrosísimas citas… Así que de su interior, y especialmente de su prólogo, voy a extraer buena parte de las reflexiones que siguen.

 

Percibir lo cotidiano

Comienzo pues afirmando, con Pedro Provencio, que la poesía del autor está “conectada al devenir de lo cotidiano”. No pretende adelantarse a su tiempo ni que su poesía sea imperecedera, sino que se vierta entera en el mundo actual desvelando el presente,  aguardando la implicación del lector y su posible réplica. Ha tomado la antorcha de Jhon Berger cuando manifiesta: “No podemos fiarnos del futuro, el momento de la verdad es ahora. Y cada vez más será la poesía y no la prosa la receptora de esta verdad”.

Denuncia cómo se supeditan al beneficio económico todos los parámetros de la vida (solo sirve lo rentable), cómo nos persuaden de que la libertad consiste en aceptar la dominación o cómo no cesa de ganar adeptos la capacidad sugestiva de la “religión capitalista”.

 Escribe “Mi tiempo es de la infamia” o “El mundo está enfermo de soledad.” Nos pone delante de los ojos realidades violentas, injustas, en ocasiones estremecedoras, de esas que palpitan a nuestro alrededor  y que, casi siempre, evitamos mirar: casos de tortura insertos en pleno corazón de la democracia, la violación por parte de un empresario de la hija de una de sus trabajadoras, la lapidación en la India de un matrimonio joven por fanáticos musulmanes que condenan su boda en segundas nupcias….

Intenta mostrar la realidad en su desnudo, Pero avisa: “De todas las ilusiones, la más peligrosa consiste en pensar que no existe sino una sola realidad”. Y nos desgrana un poema que nos puede ser muy útil como respuesta si alguien nos acusa de no ser realistas (cosa que suele suceder cuando pretendemos  transformar cualquier principio o estructura vigente):

 “Si la realidad es California

Perú está fuera de la realidad.

Si la realidad es Bangladesh

Baviera está fuera de la realidad.

A quien se declara realista

hay que preguntarle primero

realista de qué realidades”.

Una páginas más adelante ilumina su pensamiento con unos indignados versos rabiosamente actuales, que fueron escritos por Jorge Riechmann en el siglo pasado:

“Se hablaba todo el tiempo de realismo

con ello se aludía solamente

al diciplinamiento a través de los mercados”.

           

Hiperconsciencia  

Pedro Provencio califica de hiperconsciencia el lugar desde que el escribe Jorge Riechmann por cuatro motivos: a)realiza un análisis omnímodo b) se implica en cada hecho objetivo: nudo en la red de su metabolismo más íntimo c) Mantiene la conciencia en estado de vigilia permanente al extremo opuesto de la “buena conciencia” (“la que no se atreven a abandonar los poetas progresistamente correctos para no perder la benevolencia del lector partícipe de esa corrección”) d) Se emplea en ”disipar las tinieblas, no en añadir pinceladas brillantes a su espesura”.

Quizás conviene no dejar de hablar aquí de las críticas que hoy en día tiende a provocar una poesía con estas características, por su nada oculto didactismo. Permanece vigente en muchos críticos literarios el principio de negar al poeta el derecho a enseñar, ya que esa función devalúa supuestamente su obra. Es cierto que se hallan  abundantes enseñanzas, algún que otro consejo y no pocas extrapolables meditaciones en los poemas de Jorge Riechmann. Pero en muchas ocasiones, logra con ellas despertar en el lector un estado de ánimo propicio a la revelación, tan propio de la escritura poética, y un objetivo esencial para el autor. Nos dice por ejemplo

“Aprender a mirar

también consiste en aprender a no mirar

al objeto cómo éste querría ser mirado”

 Leemos “Poseer es un acto de debilidad” y uno se queda en suspenso más allá de la reflexión que las palabras puedan suscitar.

En ocasiones puede partir de  algo similar a una  clase magistral para llegar a una constatación alegre y compartida como ésta:

“Eres tan hermosa

que todas las mujeres son hermosas”

Dice José Hierro: “lo pasional subyace en su poesía y aunque lo intelectual lo filtra al llegar a la superficie de los versos,  la sentimentalidad suele aparecer al final del poema. Consigue deslumbrarnos con un humor corrosivo que nos  pone en contacto con una persona intelectual que lleva dentro un poeta o viceversa”.

 Conviene destacar lo trabajado de sus finales, con frecuencia sorprendentes, que sirven de contrapunto o cierran abriendo –a veces hasta el infinito- un poema.

 

Desde el ahora, hacer futuro

Su voz, tan necesaria en los tiempos que corren, muestra desde el presente, una honda preocupación por el futuro, revisa el previsible colapso ecológico-humano del mundo, pretende recuperar utopías del siglo XXI, mostrar de ellas lo razonable por un lado, lo imprescindible por otro. Apunta en algún poema por dónde podrían ir los tiros:

OTRA REPÚBLICA

“la policía será tan amable como la clorofila

no habrá miradas de las que producen vergüenza sino

esas caricias leves con los ojos que hacen resplandecer a quienes las reciben

los obreros serán los dueños de las fábricas

se perderá tiempo en deliberar

pero no será tiempo perdido”

Esta tensión  utópica desmiente el cataclismo final, porque el amor no desespera nunca y las palabras pueden orientarnos en el camino. La resultante final de los poemas no es el lamento por lo que estamos a punto de perder, sino la convocatoria para la tarea que tenemos por delante.

 

Lucidez sin resignación

Frente a  otras actitudes críticas  resignadas como la de Ángel González “Sin esperanza con convencimiento”, hasta  la “Lucidez del desencanto” postulada por tantos miembros inicialmente progresistas de mi generación, Jorge nos ofrece una propuesta plena de lucidez sin resignación. Hay un punto de alegría en los versos de Jorge, de celebración, de ramalazos ciertos o entrevistos de una esperanza confirmada.

Se lee en este libro “Quien no descubre el mundo todos los días es que no lo ha visto nunca”. Se tropieza en él con un poema tan gozoso como éste:

“Quiere el cielo a menudo

besar la tierra: ella lo rechaza casi siempre.

Llega un día  en que no,

un día dulce o amarillo, y entonces

hay durante unas horas algo tan suave en el aire

que todos los seres –sin excepción alguna-

son besados.

Como si fueras ciego y pudiera yo regalarte

una trasfusión de atardeceres”

Afirma “No tenemos derecho a la desesperanza”. Toma de la mano a Passolini: “Es preciso seguir luchando en lo que uno cree sin esperanza de vencer” o a Ginés de los Ríos: “Hay que esperar bien poco y trabajar como si esperásemos mucho”

Nos propone “abolir la nostalgia” porque su poesía se alza frente a tanto poeta de la tristeza y de la pérdida, sumiso, doblegado al pasado y al ficticio paraíso de la infancia.

 

Amor inconformista

Se acrecienta el ánimo gozoso y de celebración en muchos poemas de amor. El amor y el erotismo  juegan un papel protagonista en muchas páginas de este libro y en la perspectiva transformadora que nos ofrece. Porque frente al imperante exhibicionismo corporal y gestual, “el amor incrementa el inconformismo”, renueva energías para afrontar el adverso presente social. En palabras del autor del prólogo: “El erotismo nos lanza a un allá de la libertad…que se identifica con la utopía”. “Las baterías sexuales suelen ser recargadas a placer y el placer puede alimentar una veta revolucionaria sospechosa por su resistencia al utilitarismo y por su propensión a vivir fuera de la ley”.  Proclama el poeta:

“De la carne no la resurrección

la insurrección”

O  más adelante:

 “Amor, qué sinsentido hablar de la verdad

lejos de tu piel o fuera de tu aliento”

La fusión amor-revolución llega a hacerse explícita en algunos poemas:

“Las revoluciones más hermosas de mi vida

las he vivido contigo

tus muslos enlazando mis caderas

tu risa abrazándose a mi risa…”

Ya para concluir, (conste que me dejo muchas cosas en la cartera: la fecunda originalidad de su voz, el ingenio aderezado a veces de mordacidad, los esporádicos juegos que propone al lector, su deslumbrante amor por la montaña…) Pedro Provencio insiste en el carácter globalizador de la poesía de Riechmann porque en sus versos (fuera del carácter pretencioso y perentorio  de la prensa escrita) se integra la actualidad más efímera (ya que el futuro nos lo jugamos hoy) con la sabiduría más antigua; las fluctuaciones en los agujeros del ozono, por ejemplo,  con el frente común que nunca han dejado de formar ciencia y poesía.

Y finaliza su prólogo afirmando que  esa  encrucijada entre  rebeldía hiperconsciente hacia el exterior (en defensa de la vida común amenazada) y hacia la intimidad –el amor como ceremonia refundadora- hace de este libro un auténtico signo revelador de los signos de nuestro tiempo.

Para mí este libro es  un hogar lúcido de tiempo al que volver un día y otro para disfrutar de los valores que el autor intenta salvar de la quema, tan devaluados en estos tiempos: LENTITUD, CALIDAD, INDIVIDUALIDAD, PLACER, LIBERTAD.  Me gustaría emplear palabras del propio Jorge para definir este libro como un “Hogar de insurrección”. Hermoso, frágil, nítido, indomable, lúdico, incómodo… -de sílabas dulces y cortantes- hogar de insurrección.