Jubilarse en la CGT
Anarquismo y anarcosindicalismo, Debates,
Paco Zugasti
Es fácil constatar que una buena parte de las personas afiliadas a la CGT dejan de serlo en el momento en que pasan a la situación de jubilación o prejubilación: se dan de baja en el sindicato, si no inmediatamente, sí al poco tiempo de su cambio de situación. Me he preguntado y he preguntado por qué y la respuesta casi unánime es que no encuentran sentido a seguir pagando una cuota porque ya no van a necesitar al sindicato ni al abogado para que les defienda ante cualquier problema que pudieran tener con la empresa. Ello pone de relieve que en realidad la razón profunda de la afiliación estaba en tener una especie de protección que incluye una iguala jurídica con ciertas garantías de eficacia y un coste no muy elevado. No es algo que ocurra solo con los jubilados o prejubilados, también es frecuente la desafiliación de trabajadores cuya empresa ha cerrado a causa de un ERE y están en el paro tratando de sobrevivir en la economía sumergida. Este fenómeno no es privativo de la CGT sino que se produce en todos los sindicatos, pero esto no es consuelo, o no debe serlo en nuestro caso, ya que no somos un sindicato exclusivamente orientado a la defensa de los derechos de los trabajadores en activo.
Que ocurra eso en sindicatos que no pretenden ser mucho más que prestadores de servicios, tiene su lógica. Cuando no la tiene es si esto sucede en un sindicato que proclama ser «más que un sindicato» porque el modelo sindical que hemos decidido ser (en los estatutos y en las resoluciones de congresos está) contiene un proyecto de transformación social propio que va mas allá de la acción reivindicativa en el ámbito laboral, o que integra ésta en un contexto más amplio que abarca todos los ámbitos de la vida social.
¿Por qué entonces se produce esta desafección de la afiliación una vez que se deja de ser trabajador en activo —término este, por otra parte, confuso y malintencionado—? Quizá porque la mayor parte de los afiliados lo son sin plantearse ni asumir ese algo «más que un sindicato» que decimos ser, que queremos ser. Y de este modo la afiliación de la CGT en muchos casos no se diferencia de la de otros sindicatos mas que en la forma y no en el fondo; probablemente las gentes de la CGT pueden ser percibidas como más combativas, más honestas o más “majas” pero ello no implica necesariamente que llevemos a la práctica ese otro modo de hacer sindicalismo que proclamamos.
Ese otro modo de hacer sindicalismo que implicaría, o debería implicar, la superación de los liderazgos por la acción horizontal, la democracia formal por la democracia directa, el reconocimiento de los límites de la acción reivindicativa y la asunción de prácticas transformadoras en un sentido autogestionario, esto es, la universalización de la acción sindical propia del anarcosindicalismo que integra lo sindical y lo social en un totum revolutionarium al que están llamadas a participar todas las personas trabajadoras, cualquiera que sea su situación: activas, paradas o jubiladas, con papeles o sin ellos, con trabajo estable, continuo o precario; y más ahora que cada día se pone más en evidencia que lo que parecían trabajos para toda la vida cada vez lo son menos o ya no lo son, que la intocabilidad de derechos, retribuciones y pensiones ha dejado de ser tal y que la regresión en todos los ámbitos sociales nos está tocando a todos la bolsa y la vida.
Hasta aquí hemos venido hablando de la afiliación en general, pero ¿qué pasa con la militancia? Si por militantes entendemos las personas que han dedicado su tiempo y esfuerzo de manera especial al sindicato, la sección sindical o la federación durante el tiempo en que han estado activas, también observamos una desafección importante de estas gentes —dándose o no de baja en el sindicato— y desapareciendo totalmente o apareciendo ocasionalmente en momentos puntuales o rituales, como las manifestaciones del 1º de mayo.
En este caso no cabe hablar de una visión reduccionista del sindicalismo porque, en su gran mayoría, son personas que conservan la inquietud social que un día les llevó a militar en la CGT y sin embargo… También me he preguntado y he preguntado y la respuesta coincidente es que no encuentran su sitio en el sindicato, ni dónde ni cómo desarrollar una militancia efectiva más allá de la vida laboral activa.
Llegados a este punto, sugiero, no estaría de más que nos planteásemos algunos interrogantes sobre nuestro quehacer diario: si de verdad estamos dando cabida y espacio de acción a numerosos colectivos de trabajadores fuera del ámbito de las grandes empresas o del sector público; si desarrollamos una verdadera acción social complementaria a la acción sindical; si el modelo de acción sindical que practicamos es válido para las miles de personas que trabajan precariamente, intermitentemente, en paro, en pequeñas empresas, sin delegados sindicales, sin papeles, jubiladas; si la estructura orgánica que mantenemos desde hace casi cien años da cabida a la participación de todos estos colectivos de trabajadores que constituyen la gran mayoría de la clase trabajadora; si cuando alguien se incorpora a la CGT le explicamos, siquiera sea brevemente, qué es lo que pretendemos ser y hacer y si desarrollamos programas de formación acordes con el modelo sindical que pretendemos, para todos, no solo para los delegados, mas allá de la formación técnico-jurídica que aunque conveniente es a todas luces insuficiente.
Y aún mas, si estamos a la altura de las circunstancias actuales, lo que implicaría hacer de la CGT un medio útil para las necesidades más perentorias de la gente, creando redes de solidaridad y apoyo mutuo en todos los ámbitos sobre una base autogestionaria para ir construyendo otro mundo, solo posible si empezamos a promover estructuras horizontales sustitutivas de las que el sistema nos impone. Me consta que se están haciendo esfuerzos varios en este sentido a niveles locales pero hay una responsabilidad histórica de toda la organización que nos obliga a poner manos a la obra.
Contribuir a cambiar esta situación es también tarea de quienes hemos dejado de estar asalariados para pasar a estar pensionados, quienes, para nuestro contento, hemos perdido patrón y ganado libertad. Cierto es que esta jubilosa situación obliga a asumir responsabilidades en el ámbito familiar que algunos, sobre todo algunas, nunca dejaron de asumir y otros, sobre todo otros, ya iba siendo hora de que las asumieran, asumiéramos. Esto y la posibilidad de hacer aquello que uno quiso siempre hacer y no pudo porque tenía que trabajar, dejan entrever que no es nada cierto eso de que quienes se jubilan tienen todo el tiempo libre. A pesar de ello, siempre hay un hueco en nuestros quehaceres que nos permitirían contribuir al quehacer colectivo si nos ponemos ello. Y ¿qué es ello?
Vaya por delante que no creo que haya unas funciones específicas para gentes de edad mayor, entre otras por razón de que la rotación de tareas es consustancial a nuestro modelo de organización y porque la mezcla intergeneracional es mutuamente enriquecedora, pero para que se entienda mejor que toda contribución es necesaria se me ocurre destacar algunas tareas, escasamente atendidas, a las podríamos contribuir de manera importante.
A mantener más tiempo abiertas las sedes, por medio de permanencias, para recibir y acoger a las personas que se acercan a interesarse por el sindicato, a preguntar o a pedir alguna orientación. Una acogida cálida y receptiva, no solo administrativa, ayudará a entender el sindicato como un lugar donde estar y no al que ir.
A realizar tareas de mantenimiento y limpieza de los locales, cuidar de que haya contenedores para reciclaje, renovar tablones de anuncio y espacios para propaganda…. Atender en definitiva nuestra casa común como queremos tener la propia y, de este modo, producir un efecto didáctico en los demás respecto al cuidado y respeto a lo común.
A distribuir periódicamente la propaganda y prensa que se queda obsoleta en muchos locales, llevándola a las secciones sindicales o sindicatos con sede propia, distribuyendo periódicos y publicaciones por bibliotecas, librerías y centros sociales. Y ya que estamos en ello, a ver cuando nos cortamos en el extraordinario derroche de papel impreso del más diverso tipo que llena las sedes pero no la calle ni las paredes.
A colaborar en acciones formativas, tan necesarias, tan olvidadas, montando charlas, debates, creando ateneos libertarios, bibliotecas, escuelas libres.
A apoyar en su acción sindical a las secciones sindicales y sindicatos de origen y a desarrollar la acción social en el ámbito con que cada persona se encuentre mas identificada: el ecológico, el feminista, el de la memoria histórica, el antimilitarista… ¡Hay tanto que hacer en este terreno!