Dioni Cortés (Sind. de Transportes y Telecomunicaciones de Madrid y Asamblea Popular Barrio del Salamanca de Madrid) y Paloma Monleón (Sind. de Administración Pública de Madrid y Asamblea Popular Barrio del Salamanca de Madrid )

 

El 15M y los afectos.

 Los seres humanos somos inteligentes, racionales, productivos, creativas…, pero también somos animales emocionales, cuerpos sentimentales. El universo afectivo es un fenómeno constitutivo de la realidad humana. En cada uno de los tratos con el mundo que nos rodea y con los demás, siempre se encuentran implicados afectos: la seguridad y el bienestar que nos procuran los cuidados, el dolor que experimentamos ante las injusticias, el latir cálido de los corazones enamorados, el pulso acelerado del odio que sentimos ante la desfachatez de los poderosos…. El cuerpo genera afectos ante todo lo que hacemos o lo que nos pasa. En este sentido, no se puede concebir adecuadamente la complejidad de la instauración de un mundo humano, sin considerar el elemento afectivo que está inseparablemente involucrado en ella. La política constituye un ámbito esencial de dicha instauración y, por tanto, la dimensión pasional está también presente en ella.

 No albergamos dudas acerca de que el 15M es un movimiento social y político recorrido por afectos diversos y que éstos juegan un papel fundamental en su devenir. Esto es un hecho innegable y nos sirve como punto de partida de nuestra propuesta. Nuestra intención, en estas páginas, es realizar una primera excursión, aproximativa y a modo de tentativa, por la marea emocional que agita al movimiento. Queremos ser exploradoras del campo sentimental quincemayista y para ello, no vamos pertrechados con otro instrumental que la brújula y las mínimas coordinadas orientativas que nos proporcionan nuestros cuerpos curiosos y la participación cotidiana en el movimiento.

 Una primera y primordial constatación de la presencia constituyente y efectiva de los sentimientos en el 15m, la encontramos en el otro nombre con el que se designa: el movimiento de l@s indignad@s. Esta designación proviene de la identificación del 15m con el título del libro “¡Indignaos!” de Sthéphane Hessel. No nos interesa nada inmiscuirnos en polémica alguna sobre la pertinencia de dicha identificación, sino señalar la fortuna que ha tenido esta denominación dentro del propio movimiento. Una gran parte de las que participan y se sienten parte del 15m no tienen el mayor problema en identificarse también como indignados. Se considera que la indignación es un componente esencial del 15m, el motor de las primeras acampadas y protestas, así como el desencadenante de las cientos de asambleas que han surgido durante el último año en muchos lugares del mundo. Una indignación global que se ha desatado frente a las terribles condiciones de vida que las élites nos quieren imponer a tod@s bajo el señuelo de la crisis-estafa.

 Es un hecho cierto que la indignación es un afecto muy presente en el 15m, pero no es menos cierto que no es el único, y que a su lado conviven otro tipo de tonalidades emotivas no menos importantes y que quizá tengan una potencia mayor en su devenir. Según la RAE, la palabra indignación significa: “enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos”. La indignación se presenta como un afecto negativo, de oposición, que parece agotarse en la propia reacción que suscita. Quizá la indignación haya servido para llenar plazas y calles, pero si apelamos a ella como afecto exclusivo del movimiento, seríamos incapaces de explicar la multiplicidad proliferante de acciones en las que está embarcado.

 Las acciones a las que nos referimos (con especial detenimiento en la creación de barrio) son fundamentalmente creadoras ya que están haciendo emerger otro tipo de realidades cotidianas, que quizá tengan más que ver con la alegría y sus efectos potenciadores, que con la simple indignación. No es nuestra intención colocar ambos afectos en una balanza para comprobar cuál de ellos tiene más peso, ni tan siquiera contraponerlos como si fuesen incompatibles. Sabemos que ambos conviven sin problemas en el movimiento y que ambos generan todo tipo de efectos combinados. Lo que pretendemos es, simplemente, centrar el foco de atención en la creación de realidad alternativa que produce el movimiento y en el afecto que creemos que acompaña de manera crucial, aunque no excluyente,  a esta forma de poesía: la alegría.

 La alegría indignada

La alegría se puede entender, someramente, como un contento del ánimo cuyo efecto principal consiste en una potenciación de las capacidades. La alegría nos dota de un estado de ánimo receptivo, cuidadoso, desafiante y activo. Nos proporciona fuerza y un empoderamiento fruto del encuentro con nuestras capacidades activas. Es causa y al mismo tiempo efecto de lo que hacemos, configurando una suerte de circuito de retroalimentación en el que la alegría sirve de espoleta y acompaña el desarrollo  de nuestras acciones, sin dejar de ser un resultado de las mismas. Además, es expansiva y contagiosa, ya que no puede vivir confinada en los estrechos márgenes de los cuerpos individuales, sino que incita a conformar cuerpos colectivos: busca la unión, conecta, propicia buenos encuentros. En definitiva, la alegría nos potencia y, como si de un viento que siempre soplase a nuestro favor se tratara, nos sirve de aliento para llevar a cabo todo aquello que nos proponemos.

 El 15M, en su intensa pero corta trayectoria, ha dado vida a multitud de proyectos como asambleas, liberaciones de espacios, huertos urbanos, medios de comunicación, redes de apoyo mutuo, mercadillos de trueque, tiendas gratis, asesorías legales…etc.; ha realizado un espectacular trabajo mental ampliando las fronteras de lo posible o recuperando el pensamiento crítico para todas; y ha puesto en juego nuevas disposiciones para la acción política como la inclusión y las ganas de estar juntas. Creemos que todo esto ha sido posible, entre otras cosas, pero de manera fundamental, gracias a la inmensa alegría que recorre el movimiento. Son los efectos potenciadores de la alegría lo que sirve de aliento a sus propuestas.

Como muestra de lo que decimos, queremos visibilizar la presencia y el trabajo de la alegría en el 15M con algunos ejemplos:

–         Desobediencia: el 15M es un movimiento desobediente que no acepta las imposiciones absurdas del poder. Desobedece el discurso catastrofista, irresponsabilizador y mentiroso de los poderes sobre la crisis y la cohorte de medidas encaminadas a superarla, instalando en la mente colectiva, mediante el la reflexión crítica, la idea de  que la crisis es en realidad una estafa pertrechada por las élites y que las medidas tomadas hasta ahora solo la profundizan. Desobedece las barreras invisibles que nos separan de los espacios (toma de las plazas, calles, playas y montañas) y de la iniciativa política (asamblea como espacio horizontal, inclusivo y participativo de toma de decisiones colectivas). Desobedece alegremente con la desfachatez del que no tiene miedo, de la que se sabe capaz de señalar responsables y quiere participar activamente y en primera persona en la creación de soluciones para todas.

–         Ganas de estar juntas para hacer colectivamente: El 15M sabe que la unión hace la fuerza, que muchos brazos abarcan más que dos solamente, que muchas mentes trabajando en común conforman una inteligencia colectiva más potente; por eso busca la unión, la conexión, la acción común y disfruta de ello. La alegría incita a la creación de cuerpos colectivos que potencian las capacidades de cada uno, al mismo tiempo que se experimenta la alegría del encuentro como tal, el placer  de estar juntas.

–         Proyectos y experiencias alternativos: Frente a la imposición generalizada de precariedad, entendida ésta como la imposibilidad de acceder a los recursos materiales (alimentos, hogares, vestidos…) e inmateriales (saberes, cuidados…), el 15M está empeñado en crear proyectos (como los señalados antes) capaces de ofrecer de manera directa y autogestionada este tipo de elementos. Se trata de experiencias que manifiestan una confianza y una puesta en acción de las capacidades propias, que reflejan la potencia que otorga la alegría.

Estos ejemplos ser podrían multiplicar, pero creemos que recogen lo esencial del trabajo de la alegría presente en el 15M. Hablamos de una alegría indignada, política, transformadora, creativa y múltiple, que surge y es motivo de todo un repertorio de acciones, actitudes, disposiciones y deseos…, en definitiva, una alegría que nos potencia al proporcionarnos un encuentro con nuestras capacidades.

 Las alegrías indignadas no tienen nada que ver con otros “contentos” que podemos experimentar cotidianamente y que son como los pequeños y fugaces destellos apagados propios de las vidas impotentes y adocenadas. Aquí los llamaremos “alegrías resignadas”, refiriéndonos a esos estados de ánimo alegres, aunque mínimos, en realidad, que surgen de las huidas individuales (ocio embrutecedor, consumismo, drogas…) o colectivas (encuentros religiosos, partidistas o identitarios; convenciones, ferias, fiestas…), que no hacen más que reafirmar la resignación. Las alegrías indignadas y la potencia que proporcionan, no pueden ser asimiladas a explayarse aturdido frente al televisor tras una dura jornada de trabajo sin sentido; comprarse un móvil de última generación, o el mejor coche o la ropa de moda esta temporada; ni a las excursiones de fin de semana a los centros comerciales donde abrumarse entre incitaciones a una vida de consumo insatisfactorio; ni a las celebraciones colectivas de los éxitos de nuestro equipo o partido; ni al encuentro con nuestros líderes o referentes religiosos, musicales o de otro tipo. Todo esto, en el mejor de los casos, constituye pequeños, fugaces y mentirosos disfrutes que se cuelan por los intersticios y los huecos de la vida impuesta y sirven como válvulas de escape o como abrevaderos donde reponer  fuerzas para aguantar un poco más la tristeza resignada de una cotidianidad impotente y pobre la mayor parte del tiempo.

 La alegría indignada se opone a la sistemática administración de tristeza que nos impone el 1% de las élites. Una tristeza que nos aísla, nos separa, nos ciega, nos insensibiliza, nos atemoriza, nos aleja de nuestras capacidades de acción individual y colectiva, y que, en suma, nos despotencia. Las élites avivan huracanes en nuestra contra, pero confiamos en que el viento de la alegría indignada será más fuerte.     Por ello creemos que, en las actuales circunstancias, y quizá en toda circunstancia, la alegría será indignada o no será, pero también creemos que la indignación será alegre o tampoco será. La fuerza de la alegría indignada potencia la autonomía individual y colectiva, la riqueza para todas, los cuidados, el amor… y todos aquellos ingredientes que constituyen una vida buena. Una vida buena que hay que construir entre todos y que exige la creación colectiva de una nueva realidad: una nueva forma de hacer poesía, y por qué no, una forma nueva de hacer barrio.

La alegría indignada en acción: la creación de barrio

 Y es que la alegría indignada es, además, exigente, y no se conforma con ejercicios discursivos. La intervención real sobre la vida cotidiana ha sido desde sus inicios uno de los elementos clave del quehacer quincemayista. Así, el traslado a los barrios de las asambleas en un principio centralizadas, dotó al movimiento del necesario anclaje en lo cotidiano, y redefiniendo los espacios locales como nuevos escenarios de lucha y convivencia. De este modo, el paisaje (geográfico, político, afectivo) de los barrios se ha modificado en los últimos doce meses y ello en varios sentidos.

 El espacio público supuestamente definido por urbanistas y arquitectos, que lo es en realidad por especuladores y grandes centros comerciales, tiene sus propios iconos: plazas tan relucientes como inhóspitas, mucho más apropiadas para la celebración de eventos publicitarios y ferias consumistas que para su uso público. No obstante, junto a esos grandes espacios abiertos, junto a estos desiertos urbanos, han proliferado verdaderos espacios públicos liberados. Como respuesta al embargo consumista que ocupa literalmente nuestras ciudades, se superponen ahora sobre el antiguo plano los nuevos mapas que definen estos territorios públicos reapropiados. Los nuevos senderos definen nuevas dinámicas de vida colectiva, de formas de reunirnos, de estar juntos, de agregarnos, de reconocernos y de distinguirnos fuera de los canales convencionales.

 El 15m proclama así, en la práctica, una crítica a la definición de los espacios urbanos tal y como los conocemos. Ocupar un espacio de nadie, utilizarlo, resignificarlo en un código propio, dotarlo de sentido y utilizarlo, prefigura la posibilidad real de crear espacios habitables distintos para la vida colectiva en el espacio urbano. La plaza ya no es el lugar donde se asienta el centro comercial, es el lugar de las asambleas, como el parque es el de las reuniones o el bar al que acudimos es el que cerró en la huelga general.

 El barrio no es por lo tanto tan sólo un espacio por el que transitamos, sino que también es un lugar para la memoria (actos de homenaje a lugares olvidados por los poderes públicos como la antigua Cárcel de Mujeres de Ventas, objeto de unas jornadas organizadas por la Asamblea Popular del Barrio de Salamanca), para el ejercicio activo de la solidaridad (redadas racistas paradas por miembros de la Asamblea Popular del barrio de Carabanchel), para la reivindicación de los bienes públicos (masiva organización por parte de las asambleas populares de la consulta social del agua contra la privatización del Canal de Isabel II), para el apoyo mutuo (diversas redes, bancos de tiempo, de trueque, de reciclaje… de varias asambleas), para las protestas contra la reforma laboral (diversos piquetes que actuaron en zonas tradicionalmente poco trabajadas por los sindicatos, como el propio distrito de Salamanca de Madrid ) o para la autogestión y liberación de espacios (múltiples okupaciones en las que han participado diversas asambleas populares).

Este nuevo planeamiento urbano se alimenta, desde luego, de las nuevas relaciones establecidas entre los miembros de la asamblea. De este modo personas que a pesar de vivir incluso a pocos metros de distancia no habían cruzado una palabra en años de “convivencia” han pasado a constituir una comunidad política en la que imperan elementos como el apoyo mutuo, la solidaridad o la inclusión. La imbricación entre teoría y práctica se extiende y reproduce en otro par de conceptos que los poderes entienden como dicotómico como serían la vida y la política. De este modo, la reapropiación no sólo lo es del espacio sino también del tiempo, de trabajo y de ocio, que a su vez a menudo se confunden y alimentan. En el barrio la política no es ese islote árido desarraigado de los procesos cotidianos y de las inquietudes más inmediatas. La política tiene que ver con nosotras, con nuestras vidas, con nuestros cuerpos y con el placer y la alegría (indignada) de encontrarnos y crear juntas.