Abordamos en este dossier la “derrota” del sindicalismo, tratando de establecer un suelo desde el que levantar un edificio, la organización y el quehacer sindical, sólido. Nada por tanto de pesimismos: tratar de eludir los problemas, negarse a verlos es el mayor acto de pesimismo, tratar de verlos y afrontarlos significa mayor vitalidad.

Sabemos que no es un objetivo alcanzable ni en uno ni en muchos dossieres, pero esperamos contribuir, aunque sea de forma mínima, a esa necesaria reflexión sobre lo que somos y hacemos, animando de paso a nuevas aportaciones, pues la tarea del (re)pensar no puede ser sino colectiva y cotidiana.

Lo hacemos en un momento en que los poderes económico y político están planteándonos un ataque frontal, no otra cosa es la crisis, en el marco de una cierta quiebra del modelo desarrollista consumista. Momento para nosotros de exigencia máxima, en el que debemos desarrollar toda nuestra capacidad de presencia y actuación. Esos momentos de máxima tensión son también los más propicios para ese (re)pensar, ya que hacen más evidentes nuestras limitaciones, lo que no debe significar ningún paréntesis en la actuación, reflexión y actuación deben incentivarse mutuamente.

Los déficits del sindicalismo, en uno u otro momento, se nos hacen presentes a todas las personas que lo vivimos con una cierta intensidad, y no son carencias de poca cosa. En buena medida no llegamos y ese no llegar a lo que un determinado momento exigiría, nos reduce a un casi nada.

En el número anterior publicábamos dos experiencias exitosas interesantes, la huelga indefinida de jardinería de Zaragoza y la solidaridad provechosa con Roca Marroc, lo que significa que existen posibilidades; pero son experiencias cada día más cercadas, rodeadas por una realidad más árida y cada día más difíciles de mantener.

El sistema capitalista trabaja (maquina) sistemáticamente. El ataque masivo y frontal, que significa la forma en que desató y viene desarrollando la actual crisis, es difícilmente entendible sin la voladura de la fortaleza obrera llevada a cabo con la precedente crisis de los 70 y sin el permanente minado cotidiano que le ha llevado a fraguar una realidad favorable a un ataque de la envergadura del actual, que hace treinta años nos hubiera parecido imposible. Hacer posible lo que en otro momento parecía imposible es la tarea, todo indica que ellos la han llevado a cabo y que nosotros la tenemos por hacer.

Los problemas del sindicalismo afectan a su núcleo central: objetivos, propuestas, formas de presión…, pero también a todo el entorno del que debiera estar rodeado: cultural, capacidad de influencia y generación de opinión…, a la vez que adolece de muchas rutinas y no pocos clichés.

Seguramente el dossier que presentamos avanza más en el análisis que en las propuestas, terreno siempre de mayor dificultad, imposible de ser llevado más allá del apuntar algunas pistas en el terreno de la teoría y que solo puede ser abordado y avanzado en la experiencia práctica.

La actual “crisis” está generando, ahora ya en nuestros entornos, mucho sufrimiento, recortes vitales, injusticias, desigualdades crecientes, involución democrática… y todo ello parece no tener límite ni final. Desarrollar nuestra máxima capacidad de actuación, aunque la prisa no sea buena consejera, no deja de ser algo apremiante.