El anarquismo según Noam Chomsky
Anarquismo y anarcosindicalismo,
J. Miguel González
En el pasado número de esta revista anunciábamos que en este ejemplar incluiríamos una reflexión sobre la perspectiva de Noam Chomsky sobre el anarquismo[i]. Venía y viene a colación de que Chomsky, como intelectual de referencia mundial, y el pensador moderno más citado según algunas estadísticas[ii], tuviera un posicionamiento personal y claro como anarquista y la poca influencia que el anarquismo parece mantener el escenario actual.
Aunque el papel de Noam Chomsky como lingüista, activista y analista de actualidad es de sobra conocido, este artículo pretende reflexionar sobre la concepción de Chomsky sobre el anarquismo, ideología que, es obvio, ha influido notoriamente sobre toda su actividad pública, profesional y militante.
Es innegable la influencia que Chomsky recibió de sus padres, judíos liberales, de toda su familia y círculo de amistades. Un curioso conglomerado de judíos, con intereses intelectuales muy variados. Una clase obrera judía fuera de lo corriente. Muy pobre, pero con una cultura muy rica y viva, y caracterizada por un progresismo de amplio espectro. Así, en ese círculo de judíos en la Filadelfia cuaquera de la Gran Depresión, Chomsky escribe que uno de sus primeros recuerdos de infancia es ver mujeres en huelga golpeadas por la policía antidisturbios. Andado el tiempo, Chomsky descubriría que su padre había sido militante de la IWW, pero también se convirtió en un respetado profesor que dio libertad a sus hijos para formarse conforme a sus intereses personales.
A los 10 años Chomsky escribió en el periódico escolar un breve artículo sobre la caída de Barcelona durante la Guerra Civil española. Y ya ahí descubrió su interés por el movimiento anarcosindicalista. Aunque pueda parecernos sorprendente, el caso es que Chomsky ha utilizado muchas veces a posteriori este hecho para incidir en que estas propuestas serían tan sensatas “que hasta un niño de 10 años puede entenderlo” y para resaltar que si personas adultas y formadas no lo hacen es porque los medios de educación dominantes y el sistema educativo les han adoctrinado para empujarlas a no pensar por sí mismas.
La aproximación al anarquismo
Ese encuentro infantil con el anarquismo sería un “feliz accidente” porque le inmunizo contra la posibilidad de encontrar en el leninismo una posible alternativa[1]. Muy pronto la lectura del Homenaje a Cataluña de George Orwell le ratificaría en sus primeras impresiones. A los 13 años Chomsky comenzó a viajar sólo a Nueva York para visitar a diferentes parientes. Su presencia en las librerías de viejo de la 4ª Avenida se convirtió en habitual. También comenzó a visitar la sede del Freie Arbeiter Stimme, periódico de claro origen alemán, en el que colaboraban entre otros Rudolf Rocker, autor muy influyente en el movimiento anarquista judío de los EE.UU. y también en el pensamiento de Chomsky. En ese mismo momento, Chomsky sufre el impacto personal del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki y lo absurdo de encontrarse animando al equipo de futbol.
Pronto comenzará a leer la revista neoyorkina Politics, donde sus 5000 suscriptores pueden encontrar habitualmente firmas anarquistas como Paul Goodman, George Woodcock, Victor Serge y Dwight Macdonald[2].
Así, a muy temprana edad, se establece el lazo más teórico de Chomsky con el anarquismo. A medida que avance su formación educativa encontrara en los textos de destacados pensadores liberales y humanistas como John Dewey, Von Humboldt, Bertrand Russell, Tocqueville e incluso Adam Smith más argumentos que le empujan a perseverar en ese análisis libertario que ya ha encontrado especialmente en Rocker, pero también en Bakunin, Kropotkin, Diego Abad de Santillán, etc. Así, si Dewey escribe que el propósito último sería crear “seres humanos libres, asociados entre sí en condiciones de igualdad”; Chomsky escribirá que su objetivo es “el libre desarrollo de unos seres humanos cuyos valores no son la acumulación y el dominio, sino la independencia de mente y acción, la libre asociación en condiciones de igualdad y la cooperación para alcanzar objetivos comunes”.
Podría decirse que esta breve frase recoge el corpus del pensamiento libertario de Chomsky porque si por algo destaca éste es por su sensatez y racionalidad. Un análisis sencillo que no simplista, y la claridad a la hora de exponer sus ideas. De esto hablaremos algo más adelante.
Pero como Chomsky destaca una y otra vez, el mundo no parece regirse por este tipo de reflexiones sensatas. Al contrario quienes lo controlan con mano férrea, tratan de hacer lo posible por evitar que estas ideas se extiendan. Así en sus investigaciones sobre la caída del bloque del Este, Chomsky escribe como una asesora laboral en Chequia explica que “hay que enseñar a la gente a comprender que debe luchar por si misma y no puede confiar en los demás”. O como el asesor estadounidense para la privatización en Ucrania reflexiona que “nunca se llegará a una situación en la que el 100% de la tierra se halle en manos privadas” lo que significa que en Ucrania “nunca tendrán una democracia”.
Lo que si queda claro es que para Chomsky, siguiendo una vez más a Rocker, para quien el anarquismo se inspiraría en lo mejor de la Ilustración y el pensamiento liberal clásico, el anarquismo moderno es una síntesis del liberalismo y el socialismo. Eso sí, el socialismo será libre o no será en absoluto.
Algo que hay que tener claro es que Chomsky no es un teórico del anarquismo. Es un anarquista que tiene su propia concepción de lo que esto significa, pero él mismo reconoce que “sería tarea imposible intentar abarcar bajo una teoría o ideología general todas las tendencias” del anarquismo. Sin embargo, también expresa que si el anarquismo es utópico o irreal, no lo es menos que “cualquier otra doctrina de gran alcance” y sobre todo pide invertir la carga de la prueba. No es el anarquismo quien debe demostrar su mayor o menor acierto, si no sus detractores, que a menudo ya demuestran su incapacidad propia llevando el mundo por los derroteros de la crisis, la pobreza generalizada e incluso la guerra.
El anarquismo de Chomsky
Pero entonces ¿cómo es el anarquismo que propugna Chomsky? Para empezar distingue entre un anarquismo de ultraderecha, ligado a lo que es el Partido Libertario en EE.UU., un anarquismo individualista que no puede ser más que una salida personal y minoritaria, y un anarquismo de izquierda ligado al anarquismo europeo y muy especialmente al anarcosindicalismo, que sería el modelo que él defiende[3]. Y el anarquista sería un socialista que se opone al trabajo alienado y especializado e insiste en una apropiación directa y colectiva del capital sin que ninguna élite estatal o revolucionaria actúe en su nombre.
El anarcosindicalismo sería pertinente porque busca “una sociedad altamente organizada, pero en función de unidades, de comunidades orgánicas; básicamente el lugar de trabajo y el barrio que mediante acuerdos federales podría formar una organización social sumamente integrada de tipo incluso internacional”. La experiencia de la práctica española fue, para Chomsky, “todo un éxito y un testimonio muy estimulante de la capacidad de los trabajadores pobres para organizarse y gestionar sus asuntos con suma eficacia, sin coerción ni control. Constituyó un éxito considerable desde un punto de vista humano e incluso según criterios económicos, y fue destruida por la fuerza”.
Pero el anarcosindicalismo es pertinente por varias cuestiones más. Si la libertad es la característica principal del ser humano. Libertad para autoformarse y construirse como tal, en colaboración con sus semejantes. El “instinto de libertad” del que habla Bakunin, entonces el control de la vida productiva de la persona es el meollo de cualquier liberación humana. El concepto de clase sigue existiendo en la vida real de la gente que trabaja y vive.
Junto al anarcosindicalismo, Chomsky se fija en el marxismo heterodoxo de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, pero sobre todo en pensadores posteriores como Pannekoek, y Karl Korsch, sugerentes aportaciones a la hora de organizar una sociedad industrial desarrollada de gran complejidad. En realidad para Chomsky las diferencias entre las aportaciones del anarcosindicalismo y el consejismo serían únicamente de matices.
Debería, por tanto, establecerse una nueva organización social en dos frentes. Uno, el económico formado por una red de Consejos Obreros, con un nivel superior que representará a las fábricas o ramas de industria y por último una asamblea general de Consejos Obreros. El otro frente sería el político con un primer nivel de Asambleas Locales que se federarían por regiones hasta alcanzar una Federación Nacional o incluso de nivel superior. La delegación en ambos frentes sería mínima pues lo importante sería vivir en comunidad. La participación, temporal. Así habría que “crear instituciones que permitan el florecimiento de nuevos aspectos de la naturaleza humana y luego formar más instituciones libertarias en las que pueda cooperar esos seres humanos liberados”. Habría que integrar “muchos tipos de estructuras diferentes (trabajo, comunidad, asociaciones voluntarias) pero controladas por quienes participan en ellas, no por quienes están en situación de impartir órdenes”
Chomsky opina que un programa anarquista con una visión detallada y planificada del futuro es posible e incluso existe. Pero considera que bastaría con tener una visión clara de unos cuantos conceptos (libertad, igualdad, autoridad, diversidad, dominio, etc.) y a partir de ahí dejar que la gente o cada grupo explore en busca de una salida natural. La cuestión está en ofrecer a las personas el máximo de posibilidades de poner en práctica su capacidad creativa, pues es más importante intentar y experimentar el anarquismo, abandonando poco a poco las estructuras creadas, que definirlo detalladamente. “Se trata de introducir la semilla de la sociedad futura en la existente”. En definitiva las ideas anarquistas “no son un medio para mantener congelado el pensamiento y los conceptos”, sino “un fundamento para entender la realidad social y la labor comprometida de quienes han intentado cambiarla”.
Si el anarquismo debiera ser un proceso acelerado de liberación individual y colectivo del ser humano, el capitalismo por contra busca detener ese proceso obligándole a obedecer por acuciante necesidad. La clase obrera entra en decadencia a medida que pierde su conciencia de clase. Para él un momento significativo será el que coincida con la desaparición de la prensa obrera. Aparejada a esa pérdida de conciencia o provocada por ella “la clase obrera pierde su dignidad e independencia y se ve reducida al esclavismo salarial”. El poder privado (financiero, de inversiones, productivo, comercial) controla al poder político. Surge así un partido político único, el de los negocios, con dos facciones (progresista y conservador). Las elecciones son un ritual y los políticos meros actores de la voluntad concreta del capital. (Regan sería el ejemplo por antonomasia, “incapaz de tener una idea propia”, sin sus fichas delante). “La población debe ser reducida a la pasividad en la esfera pública. Ha de observar, no participar. Consumir ideología y productos”. Si por casualidad un político consciente llegara al poder hay otras medidas: fuga de capitales, desinversión, deterioro social, “hasta que el mundo de los negocios recupere la confianza”. ¿No es algo de plena actualidad?
Para alcanzar este objetivo es básico el papel de los medios de comunicación de masas, de los planes de estudio, y de los intelectuales. Se busca adoctrinar y disciplinar. Si en los principios del capitalismo fue la pobreza y el servicio militar, después llegó el taylorismo, que robotiza al trabajador y robotiza al ser humano. Su papel será consumir. No preocuparse del prójimo. No trabajar en unión con otras personas. No prestar atención al futuro. Ser pasivo. Votar cada 4 años y reconocer en eso la democracia. Obedecer ordenes. No pensar, en definitiva. “La mayoría es incapaz de saber y debe creer”.
Puesto que Chomsky es un intelectual le repele, más si cabe, el papel de estos. “Los intelectuales son considerados expertos porque formulan las opiniones compartidas por los poderosos”. La libertad de expresión es peligrosa y “minorías inteligentes” deben de fabricar el consenso. Mero adoctrinamiento, pues. “Es necesario crear misterios, pues de lo contrario, la gente corriente podría entender las cosas. Hay que mantenerla en un estado de sumisión para lo cual se precisa que las cosas parezcan misteriosas y complicadas”. De ahí que Chomsky sea crítico con los intelectuales de derechas y también, no sólo por su decepción con el sistema soviético, con la intelectualidad de izquierda ligada al marxismo en toda su línea evolutiva, a los que también achaca, en el mejor de los casos, falta de claridad, algo que podría chocar en una persona tan inteligente y que se dedica profesionalmente al análisis de las estructuras sintácticas del lenguaje. Así el marxismo clásico, la escuela de Frankfurt, el freudomarxismo y el postmodernismo parisino, del que únicamente rescataría a Foucault, serían en muchas ocasiones simple palabrería. “Las ideas que parecen útiles, también parecen bastante sencillas y no entiendo a qué viene tanta palabrería”. Para él, hay que hablar de las cosas de modo que la gente pueda entenderlas. “No son muy difíciles, no hay que comentarlas con retórica postmoderna. Se puede tratar con palabras sencillas, pues se trata de asuntos muy simples y la gente los entiende con facilidad. Los únicos que no las entienden son los intelectuales. Pero es que tienen, por supuesto, unos intereses creados en no entenderlas. Si las entendieran, perderían su puesto”.
Barry Pateman ha resaltado algunos puntos destacados del pensamiento de Chomsky que podrían resumirse de esta manera:
– Su desconfianza en la posibilidad de un estallido revolucionario. Ya hemos visto anteriormente que confía más en ir introduciendo cuñas en el actual modelo capitalista.
– La confianza en las personas. Es decir la necesidad de trabajar en común.
– El valor del análisis sociopolítico del anarquismo y su vigencia histórica.
– La necesidad del anarquismo de abrirse a aliados de otras izquierdas heterodoxas. No tanto porque introduzcan grandes novedades, sino porque comparten los elementos básicos del modelo de organización anarcosindicalista.
– La importancia del concepto de clase para reconocer la opresión y enfrentarse a esta.
– Flexibilidad en torno a determinados principios para poder actuar de manera más ágil.
Recapitulando, para Chomsky el proceso de construcción de una sociedad libertaria debería comenzar por:
1º Descubrir la dominación en uno mismo, impuesta desde fuera o autoimpuesta.
2º Imponer reformas en los sistemas represivos.
3º. Deber de cambiar ese sistema.
4º Para hacerlo se podrá optar por actuaciones alternativas o por políticas institucionales si es necesario y tácticamente conveniente. Para ello hay que evaluar cada situación, el grado de comprensión de la gente y las consecuencias de cada opción elegida. No hay conflicto entre intentar derrocar al Estado y utilizar los medios que se nos ofrecen en una democracia parcial, que en muchos casos son consecuencias de siglos de lucha popular. Simplificando se refiere a sí mismo y reconoce que lo mismo escribe en New York Times que en Z Magazine. En este sentido hay quien ha creído encontrar una polémica en la defensa de ciertos aspectos del Estado por parte de Chomsky, aunque visto desde Europa es mucho más fácil comprenderlo. Es lo que Chomsky ha denominado ampliar los límites de la jaula[4]. Básicamente lo que Chomsky viene a decir es que el Estado está siendo sometido a un ataque de tal calibre por parte no de los anarquistas, sino de poderes no democráticos, básicamente financieros e industriales, que un Estado fuerte es la única defensa de los últimos resquicios de democracia y libertad en Occidente. Si observamos lo que está sucediendo en Europa en los últimos 2 ó 3 años y sustituimos Estado por “lo público” pensaríamos que quizás todo se reduciría a una cuestión semántica[5]. “En el mundo actual, los objetivos de los anarquistas comprometidos debieran de consistir en defender algunas instituciones del Estado de los ataques lanzados contra ellas, intentando obligarlas al mismo tiempo a que se abran a una participación pública más significativa y, en última instancia, eliminarlas en una sociedad mucho más libre si se pueden alcanzar las circunstancias adecuadas”. Se trataría de un mero tacticismo que en su opinión sería comprendido por cualquier teórico clásico del anarquismo.
5º El futuro estará constituido por Consejos Obreros en la Industria, Democracia Popular en las colectividades e interacción entre ambas. Además habrá que constituir asociaciones libres entre grupos más amplios hasta organizar la Sociedad Internacional. Es decir, que cualquier interacción entre seres humanos esté bajo control directo de quienes participan en ellas. No es necesario detallar más porque habrá que experimentar las múltiples opciones. “Muchas flores tienen derecho a florecer”.
A la pregunta de cuándo surgirá esa sociedad libertaria, Chomsky con sinceridad afirma que no lo sabe, pero considera que a lo mejor el terrible salto hacia adelante del capitalismo en los últimos tiempos en su versión más salvaje es el preludio “del estancamiento y declive de las instituciones capitalistas”.
[ii] La lista la componen por orden: Marx, Lenin, Shakespeare, Aristóteles, La Biblia, Platón, Freud, Chomsky, Hegel y Cicerón.