Tras su publicación en diciembre de 2012, y como consecuencia del éxito obtenido, la editorial Klinamen nos ofrece una segunda edición de este pequeño gran libro. La obra se compone de una recopilación de diversos textos: una entrevista con un miembro de la Red de Solidaridad de Seattle (SeaSol en adelante), dos textos escritos por varios de sus miembros y un prólogo de la propia editorial (enriquecido para esta edición). Este conjunto de escritos nos permite una sencilla introducción a una experiencia de lucha valiente, singular y, sobre todo, exitosa.

SeaSol nace a finales de 2007 en ámbitos militantes anarquistas y se concibe como una red de apoyo mutuo organizada de manera horizontal que, mediante la acción directa colectiva, hace frente a las injusticias que sufren las personas trabajadoras por parte de jefes y caseros. Compuesta por voluntarias y sin más financiación que pequeñas aportaciones individuales, han sostenido batallas contra un amplio abanico de abusos de empresarios y propietarios, tales como impagos de sueldos, desatención por parte de los caseros, robo de fianzas, cuotas escandalosas y pleitos abusivos.  Y lo han hecho con éxito: de 25 conflictos hasta el momento, han salido victoriosas en 22 de ellos. Conflictos como los del  Chase Bank (que quería escamotear 1000 dólares a un ciudadano en una transacción), o el de Kasota Apartments (que pretendía una subida escandalosa de los alquileres) son buenos ejemplos que dichas victorias. En su página web, indicada más abajo, se puede obtener  información más completa y actualizada sobre sus actividades.  Pero, como la lectura del libro sugiere, nos parece que este éxito no reside únicamente en las cifras, sino que se extiende a la serie de decisiones y apuestas acertadas que las han hecho posibles. En esta reseña, nos gustaría señalar, escuetamente, las claves que han convertido la trayectoria de la SeaSol en algo envidiable y exitoso.

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A nuestro juicio, el primer éxito consiste en la decisión que toman unos militantes frustrados de reinventarse mediante la creación de un nuevo tipo de lucha.  La mayoría de los fundadores de SeaSol provienen de experiencias como Industrial Workers of the World, los movimientos antiglobalización o contra la guerra, o de pequeños grupos anarquistas. El balance que hacen de dichas experiencias desvela su frustración, causada por la falta de actividad, la ineficacia y el poco relieve, incluso personal, de unas luchas, en la mayoría de las ocasiones, meramente simbólicas o propagandísticas. Sin embargo, no se dan por vencidos ni abandonan la batalla refugiándose en la autocomplacencia solipsista del cargado-de-razón-frente-a-los-demás-ignorantes, o en la mística miserable del malditismo fracasado. Toman buena nota de sus propios errores al no haber logrado conectar con otras personas o iniciar procesos de lucha significativos, y apuestan por un cambio de rumbo, por reinventarse sin complacencias con el pasado. Nos parece admirable la valentía  demostrada por estos militantes al deshacerse de las viejas rutinas fracasadas y de sus ineficaces organizaciones, para sustituirlas por un proyecto nuevo y diferente. Un proyecto marcado por un proceso continuo de innovación y aprendizaje, y una actitud abierta y flexible. Esto parece recordarnos que la política transformadora debería ser una aventura apasionante en la que tuvieran lugar reinvenciones, ajustes, autocrítica, innovación…

Para SeaSol, además, esta nueva aventura debe coronarse con el éxito, debe lograr sus objetivos, tiene que encontrar el tesoro.  Y para ello  es tan importante dotarse de una buena brújula como saber qué tipo de tesoro se quiere alcanzar. Los objetivos de SeaSol son concretos, sencillos, bien delimitados: luchar contra abusos de jefes y caseros. Estos abusos abarcan desde conseguir el pago de salarios robados por los jefes, hasta demandar que se limpien las humedades y el moho de las viviendas. Pudiera parecer que el tesoro es modesto y sencillo, sobre todo si lo comparamos con la habitual “fraseología revolucionaria”, pero, aun así, entraña dificultades, ya que embarcarse en cualquier lucha colectiva se presenta como algo complejo y más si la experiencia es novedosa para sus participantes. Pero SeaSol también sueña, ya que la modestia no es incompatible con la ambición: de lo que se trata, en el fondo, es de crear “poder popular”, “una comunidad de lucha” y para ello apuestan por emprenden acciones “pequeñas: “Yo veo estas pequeñas luchas como un entrenamiento para la organización de la lucha de clases, desde el cual podemos avanzar hacia proyectos mayores, más colectivos y de mayor duración. (…) muchas de las luchas que llevamos a cabo sólo tratan de corregir un incumplimiento de la ley por parte del casero o jefe. Esto es porque se trata de un punto de partida fácil” (86-87). Lo importante es empezar por el principio, aprender colectivamente, construir la base. La potencia de esta pedagogía práctica y su poder de contagio están implícitas en estas “pequeñas” acciones: “Las campañas que llevamos a cabo nos muestran concretamente la división real de clases en nuestra sociedad, con trabajadores a un lado y jefes, propietarios, policías y jueces al otro. Podría decirse que las luchas que emprendemos pueden llegar a mucha gente de un modo que nuestras extensas bibliotecas no pueden.” (72) En definitiva, SeaSol nos propone que para llegar a ser sólidos y poderosos gigantes, es necesario primero ser y trabajar como hormigas.

El segundo éxito reside en dotarse de una organización y unas tácticas adecuadas para alcanzar los objetivos propuestos. Aquí es donde el poderoso realismo de SeaSol se muestra más acertado. En primer lugar, la organización de la red de solidaridad se configura en torno a diferentes niveles de implicación. Son conscientes de que en una organización basada en la voluntariedad no todo el mundo va a estar igualmente implicado. Muchas son las causas de esto, pero lo más importante es funcionar asumiendo los diferentes niveles de participación. En este sentido, la red consta de las siguientes figuras participantes: simpatizantes, son aquellas personas que están dentro de la red de contactos y a las que se solicita que participen en alguna de las acciones que se lleven a cabo; miembros, implica considerarse parte de SeaSol y requiere comprometerse a acudir a las acciones siempre que sea posible y recibir más frecuentemente llamadas para participar en las mismas; organizadores, son aquellas personas que forman el equipo de organización y que se comprometen a asumir el trabajo de puesta en marcha y mantenimiento de las acciones. La participación en los diferentes niveles es voluntaria y abierta y se desea que no siempre sea asumida por las mismas personas, por lo que se implementan diferentes herramientas para que sea lo más rotativa posible, como por ejemplo, transmitir, por parte de las más experimentadas a los profanos, los diversos saberes acumulados necesarios para cumplir las diferentes tareas. Aquí SeaSol nos muestra lo poderoso que puede ser un realismo alejado tanto del pesimismo como de la derrota, ya que es precisamente su realismo, no pedir heroicidades ni sacrificios, lo que les permite organizarse con éxito. Otra virtud asociada a este tipo de organización consiste en ir más allá del asistencialismo, y esto en dos sentidos. En primer lugar, no hay nadie de la organización que quede fuera de la red de apoyo mutuo, es decir, que no hay “profesionales de la ayuda” que prestan servicios pero que no los necesitan. Allí todos se prestan a apoyar y demandan ser ayudados cuando lo requieran. En segundo lugar, todas aquellas personas que necesiten de la red han de incorporarse, como mínimo, en calidad de miembros, y han de tener un papel protagonista en su propia lucha. Si esto no se acepta, la red no se comprometerá a ofrecer su apoyo. Vemos aquí como esta “exigencia” consigue romper con el papel de víctima indefensa y hace posible proponer el papel de luchador protagonista que requiere y al que se le ofrece ayuda.

El realismo potenciador de la SeaSol es también la clave de las tácticas o estrategias que se ponen en marcha para conseguir los objetivos. En la “Guía para tejer una red de solidaridad” que se incluye en el libro, además de ofrecer un una serie de consejos muy minuciosos sobre cómo construir una red, se realiza un amplio inventario sobre qué tipo de acciones pueden realizarse. Algunas de ellas son el reparto de panfletos, entrega colectiva de una carta de demanda, boikots o incluso “eventos caritativos satíricos”. Estas acciones muestran la gran capacidad imaginativa de SeaSol y su compromiso con la innovación permanente, pero lo más importante es el éxito y para ello arbitran una serie de criterios y requisitos que deben cumplir todas las acciones a realizar. Estos son:

        Sostenibilidad: se trata de acotar el repertorio de acciones a la fuerza real con la que se cuenta, es decir, a la cantidad de personas que pueden implicarse y al grado de motivación que logran despertar en la red. Si no hay gente dispuesta a llevarlas a cabo, las acciones no se van a realizar con éxito y se rechazan.

        Intensificación: la lógica de la secuencia de acciones de presión al jefe/casero debe regirse por la intensificación, esto es, las acciones serán cada vez más duras. Este criterio tiene dos ventajas claras como la de emplear solo la fuerza necesaria para obtener la victoria y mantener siempre la iniciativa en el conflicto, ya que son los participantes los que deciden el ritmo y la intensidad de la misma. La eficacia de este criterio reside en “la idea fundamental de que el jefe/casero no cede como resultado de lo que le acabamos de hacer, sino más bien como resultado de su miedo ante lo que pueda pasar después.” (38)

        Ganabilidad: es la relación entre dos factores: lo difícil que es que un jefe/casero ceda a las reivindicaciones, frente a cuánto daño pueda hacérsele. Este criterio no sólo proporciona el ritmo y la lógica de la campaña, sino también su oportunidad. Sólo si la ganabilidad proporciona indicadores de éxito, la campaña se llevará a cabo, de lo contrario, se desechará. Recordemos que lo importante para SeaSol es el éxito que se consiga y el empoderamiento o fortalecimiento que éste insufla a la red, en aras de conseguir un empoderamiento colectivo o popular: “Cuando pensamos que no podemos ganar una lucha (o no tenemos capacidad o hay demasiadas luchas en activo) no la asumimos. Pasar de victoria en victoria mantiene viva la energía del grupo. Quedarse atascado en luchas que no se pueden ganar haría lo contrario. A medida que nos hagamos más fuertes, podremos ganar en el futuro las luchas que ahora no podemos” (30)

 

 103En definitiva, el libro muestra la experiencia de una lucha que quiere convertirse en gigante y que, para conseguirlo, apuesta por comenzar como hormiga. Su trayectoria está jalonada de éxitos muy importantes, que hemos tratado de señalar, y que pueden servirnos como ejemplo del que rescatar valiosas enseñanzas para construir una lucha sólida y potente, sobre todo en estos momentos en los que existen masivos movimientos de contestación, cuyos éxitos, aunque sean notables, no están resultando suficientes para interrumpir la ofensiva neoliberal de empobrecimiento de las mayorías.

 

 

 

 

 

Nota:  Para ampliar la información sobre la Red de Solidaridad de Seattle, se pueden consultar las siguientes webs:

        http://www.editorialklinamen.net/?p=2534

        http://seasol.net