Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia;

socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad.

Mijaíl Bakunin

Desde el pasado noviembre de 2019, pandemia incluida, han transcurrido ya suficiente número de meses de la constitución del autodenominado gobierno más de izquierdas y progresista de la democracia reciente como para poder formular una primera reflexión evaluativa general de su gestión. Parafraseando el eslogan turístico de los años sesenta, España no es diferente, podemos afirmar que aquí ocurre lo mismo que en la inmensa mayoría del mundo: el poder moldea progresivamente a su imagen y semejanza a quienes acceden al mismo, a quienes lo detentan, o más exactamente, a quienes formalmente lo ejercen.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la firma del preacuerdo del Gobierno de coalición. Jesús Hellín /Europa Press

Así, conforme recoge de manera plural el dossier de la revista, en las Américas —con experiencias políticas destacadas como el chavismo en Venezuela, el sandinismo en Nicaragua, el movimiento al socialismo en Bolivia, el partido de los Trabajadores en Brasil, el movimiento revolución ciudadana en Ecuador, el castrismo en Cuba, o en México, Argentina, Uruguay…—, como en el resto del mundo, podemos hacer extensivo que la izquierda, los partidos de la izquierda y, más concretamente, la izquierda que ha llegado al poder, lo ejerce sin diferencias significativas a como lo practica la derecha, sufriendo un paulatino proceso de integración, adaptación y domesticación de sus ideales a las normas que ances- tralmente dicta el poder.

Ciertamente, no queremos ser personas maximalistas ni agoreras y homologar absolutamente las políticas de la izquierda y la derecha. La derecha tiene una concepción mucho más patrimonialista del poder, del Estado, de las instituciones, al haber sido quienes histórica y mayoritariamente han gobernado. El gobernar, para la derecha, es algo

«natural», responde a su lógica de élite, de privilegios propios de casta dirigente y clase social alta protagonista… mientras que la izquierda, cuando lo ejerce, se percibe, en cierto sentido, usurpadora y, si lo hace bajo la fórmula de la socialdemocracia, se suele caracterizar por cambios en las formas pero el continuismo en los temas esenciales de cara al funcionamiento del sistema (liberalismo, modelo de propiedad privada, economía de mercado, capitalismo, privatización en la gestión de lo público, clasismo, desigualdad, patriarcado). Cuando la izquierda ejerce el poder como proceso revolucionario, con rapidez lamentable, adquiere los mismos tics autoritarios, totalitarios y dictatoriales que la derecha, aboliendo derechos, recortando libertades y reprimiendo a la disidencia.

Los artículos que componen el dossier de este número de la revista nos confirman cómo la clase política, la clase dirigente allende los mares, en las Américas, es una de las responsables del sufrimiento de las clases populares, una clase política aliada con los intereses del sistema capitalista procurando que nunca jamás se produzcan pasos significativos hacia una sociedad de justicia social, antipatriarcal y anticapitalista.

Realmente, el poder se ejerce, prácticamente siempre, de forma unidireccional, desde el pensamiento único, de arriba abajo, al servicio de las élites o partidos que lo sustentan, con independencia, del color político de quien gobierne. Por encima, debajo o al lado, siempre emerge y subyace el capital, el autoritarismo, el racismo, también el patriarcado y la homofobia.

Sinceramente, sería absurdo no admitir matices en el diseño de las políticas cortoplacistas dependiendo de que gobierne la derecha o la izquierda —sobre todo en algunas políticas sociales de reconocimiento formal de derechos y libertades— pero, lamentablemente, hasta esos matices han estado prefigurados por el poder omnipotente, no solo el económico. Así, la derecha tiene asignada una serie de reformas y políticas que al llevarlas a cabo no suscitan agitación social lo mismo que las asignadas a la izquierda. Pensemos que el partido popular eliminó el servicio militar obligatorio en nuestro país mientras que el desmantelamiento industrial o la privatización de los servicios públicos la inició y consolidó el gobierno socialista en la década de los ochenta. El documental El año del descubrimiento es una buena prueba de ello.

Cuando la izquierda, de cualquier tipo, llega al poder y hace dejación de sus valores, de su ética, de su discurso, el daño infringido a las ideas trasciende a su propio ámbito y afecta a la totalidad de las ideologías de izquierdas al resultar prácticamente imposible que la mayoría de la población discrimine entre opciones alternativas dentro de ella. En esa no discriminación, de trazo grueso, sin matices, quedan incluidas las ideas libertarias, el anarquismo, la Idea… y, en consecuencia, sufren el mismo descrédito a pesar de ser ideologías opuestas a la toma del poder. Así sucede también, por ejemplo, con el sindicalismo institucional y burocrático cuyo descrédito salpica al propio concepto de organización sindical, incluida la anarcosindicalista.

https://agendacomunistavalencia.blogspot.com/2021/04/5-anos-de-ley-mordaza-el-gobierno-mas.html

Esta erosión de las ideas perdura en el tiempo y tardará décadas para que desaparezca y renazcan con vigor entre la mayoría social. Hoy, el liberalismo campa a sus anchas, entre otras cosas, «gracias» al enorme fraude que las izquierdas han infligido a la mayoría de la población, especialmente a quienes dicen representar, a la clase trabajadora y clases más populares. Estos viejos conceptos de clase trabajadora han saltado por los aires, y es el sujeto liberal o neoliberal, el que nos han inoculado desde el poder, quien, paradójicamente, sostiene este mundo de injusticia social, como nos recuerda Tasio Ovejero en Autogestión para tiempos de crisis: Utilidad de las colectividades libertarias publicado en 2017 o Aprendizaje cooperativo crítico: Mucho más que una eficaz técnica pedagógica (2018).

El «éxito» del liberalismo es extraordinario, ha conseguido que las personas que sufren sus desigualdades sociales, personales y económicas sean quienes más lo justifiquen, quienes den su vida por tales ideas. Evidentemente, el poder es omnímodo, como lo ha sido siempre y dispone de la inteligencia de las personas que compra y soborna, de las investigaciones científicas que subvenciona, de los avances tecnológicos que se apropia como suyos, del control de los sistemas políticos, tanto de las democracias formales y parlamentarias como de los regímenes populistas o totalitarios.

Ha sido tanto el daño a las ideas que la derecha, hoy, es capaz de atreverse a «darnos lecciones» de honestidad, ética y coherencia. Incluso, lecciones de libertad, y buena prueba de ello es la campaña planteada en la Comunidad de Madrid a través de Isabel Díaz Ayuso, con el lema socialismo o libertad y más tarde comunismo o libertad, recordando campañas de Matteo Salvini en Italia o Donald Trump en Estados Unidos.

Mientras que con esta propaganda se está denigrando al socialismo, apropiándose, usurpando y usando el concepto de libertad asociada a privilegios y puro darwinismo social (libertad para poder tomar una cerveza; libertad a la madrileña), la campaña de la izquierda no ha sido desmontar con argumentos, deslegitimar tal uso y defender la libertad vinculada a los valores de igualdad, solidaridad y apoyo mutuo, como nos recuerda Bakunin en la cita que introduce este editorial, sino que contrapuso la campaña democracia o fascismo, olvidando, por una parte, que la democracia puede ser de derechas mientras que el socialismo debe ser de izquierdas y que la democracia parlamentaria que conocemos es el modelo político preferido por el liberalismo, el capitalismo y el patriarcado.

Hace tiempo que la izquierda transita, ha adoptado, ha sucumbido a la política espectáculo, pasando a convertirse, como nueva clase política, en parte del problema al haber renunciado al mundo de las ideas, del pensamiento y la filosofía para solo aportar meras recetas paternalistas y alienantes, propias de los manuales de autoayuda, cargadas de demagogia populista y superficialidad.

Una vez más, el circo mediático que se vive en España por parte de la clase política nos hace reafirmarnos en que solo aspiran a mantenerse en el poder y jamás en solucionar problemas que mejoren la vida a la mayoría de la población y mucho menos a cambiar el modelo económico-social. Tras una gestión de la pandemia criticable en muchos aspectos (recordemos los miles de muertes en las residencias de mayores, con absoluto abandono e impunidad, de facto, de las y los responsables políticos —con el ejemplo paradigmático de la Comunidad de Madrid al dictar protocolos y circulares administrativas para que no recibieran tratamiento médico—), nuevamente la población, todas y todos, se ve abocada a una sesión de política espectáculo como es la campaña orquestada en torno a los indultos de los políticos catalanes en la cárcel por el procés. Esto no significa que estemos en contra de estos indultos o de su amnistía, como se pide desde el independentismo catalán, todo lo contrario, estamos contra la represión, el sistema carcelario y un sistema político y judicial que se mira el ombligo y actúa en función de sus intereses. Simple y llanamente, no jugamos a la promoción de esta engañifa de política espectáculo en el que solo afloran los intereses partidistas o que benefician al poder. Sus indultos son una cortina de humo, un distractor de la opinión pública para desviar la atención sobre las grandes tropelías que se están cometiendo.

Como ejemplo, se están sentando las bases de una nueva reforma de las pensiones absolutamente retrógrada que pretende privatizar el vigente sistema público y con ello dejar en la miseria a millones de personas; o se están gestionando unos fondos europeos por el covid-19 que beneficiarán a las grandes empresas y se concederán en función de las reformas económicas y sociales que dicte la Unión Europea de los mercados.

Frente a los distractores indultos del procés, cabe preguntarse y reflexionar sobre la urgente necesidad de que se indulte a amplios sectores de la población, condenada y multada por su activismo sindical y social con leyes retrógradas como la ley mordaza, la reforma laboral, la ley de extranjería o la ley de memoria histórica.

Como ejemplo, las personas condenadas por sitiar el Parlament de Catalunya en 2011, en el contexto del 15M, por significar un alto ataque a las raíces de la sociedad y el sistema democrático, según ratifica una recientísima sentencia incalificable del Tribunal Constitucional; o las luchadoras anarcosindicalistas Laura y Eva, acusadas impunemente por una performance ante la Bolsa de Barcelona en la jornada de huelga general el 29 de marzo de 2012, entre otros, por políticos indultados del procés.

Procesión del Coño Insumiso, en Barcelona, durante la manifestación contra la violencia machista del año 2019. Fotografía- Jordi Borràs

En este mismo sentido, las numerosas personas represaliadas y detenidas por hacer uso de la libertad de expresión y manifestación para con ello intentar domesticar y silenciar toda disidencia como las y los titiriteros, twitteras, artistas, cantantes, intelectuales, activistas de los movimientos sociales y sindicales —César Strawberry, Cassandra, Títeres desde abajo, Valtonyc, Willy Toledo, Pablo Hasél, semanario el Jueves, obras censuradas en la exposición ARCO, operación Araña, Pandora, Piñata, secuestro del libro Fariña, manifestación del Coño Insumiso, el despido del guionista que rotuló en TVE sobre la princesa Leonor…—

El poder ni contempla ni expresa la más mínima sensibilidad social para solucionar el problema de los miles de familias que sufren pobreza energética, viven sin electricidad en la Cañada Real, no tiene acceso a la vivienda digna o son desahuciadas de sus viviendas por haber perdido el puesto de trabajo y haber sido estafadas por la banca y la patronal, en el contexto de una crisis económica y social acuciante arrastrada desde 2008 y prorrogada en la actual pandemia, a la que algunas no ven más salida que el suicidio.

También nos preguntamos por el delito cometido por los miles de personas desaparecidas en el Estrecho por la política de fronteras del modelo de Europa fortaleza que han construido; o las personas inmigrantes que tienen que vivir en condiciones infrahumanas porque la ley de extranjería le niega el derecho a la vida, al trabajo, a la residencia y la libertad de movimiento.

Echamos en falta el reconocimiento de la ingente cantidad de personas desaparecidas y asesinadas en fosas comunes tras la guerra civil, con una ley de memoria histórica que no anula las sentencias franquistas.

Nos preocupa la situación que están viviendo las y los miles de trabajadores represaliados, condenados al paro, a la marginación social por ejercer y reivindicar sus derechos laborales, la libertad sindical, crear una sección sindical anarcosindicalista, exigir un salario digno o el cumplimiento del convenio colectivo mientras el empresariado dispone de una reforma laboral que le permite usar a las personas como meras mercancías.

¿Quién se responsabiliza del miedo que sienten las mujeres y comunidad LGTBI+ a diario por la violencia laboral y sexual fruto del machismo patriarcal?

Es necesario generar expectativas y aportar soluciones a los centenares de miles de jóvenes que malviven en el paro o simplemente emigran para sobrevivir y sufren el desengaño, la frustración, la enfermedad mental, la falta de expectativas y de futuro.

Pero no cabe la resignación sino la resistencia ante este tsunami de extrema derecha y liberalismo, de ideas y modelos de gestión de sociedades para la desigualdad, la explotación y la ausencia significativa del protagonismo de las mujeres. El camino es seguir trabajando en la construcción de alternativas libertarias, más allá de estas ideologías fraudulentas, que den respuesta a los problemas sociales porque la vida tiene que continuar en un contexto de recuperación de la ética, la honestidad, la credibilidad y la justicia social. Unas alternativas alejadas del etnocentrismo, colonialismo, falso cientificismo y universalismo. Alternativas adaptadas a la diversidad de realidades y culturas, que integren las respuestas individuales y colectivas del día a día, como muestran algunas experiencias y luchas libertarias que están teniendo lugar en numerosos lugares del mundo. Un ejemplo es el movimiento zapatista, que en estos meses visita la vieja y colonialista Europa para aprender, conocer y enseñar que la revolución de las personas de abajo y a la izquierda es posible, que sigue vigente a pesar de la represión militarista y denunciar la corrupta sumisión que se produce al entrar en contacto con el poder y participar de las instituciones.