LP 69 – LibrePensamiento https://archivo.librepensamiento.org Pensar para ser libre Sat, 13 Mar 2021 11:11:43 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.1 Materiales para la subversión de la vida (LP 69) https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/materiales-para-la-subversion-de-la-vida-lp-69/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/materiales-para-la-subversion-de-la-vida-lp-69/#respond Wed, 21 Sep 2011 11:36:56 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3316 Espai en blanc

Nacido el 13 de diciembre de 2002 en el centro social ocupado Les Naus, Espai en Blanc es una apuesta colectiva de un grupo de personas que se proponen hacer de nuevo apasionante el pensamiento. Es decir, abrir un agujero en la realidad que no se defina por lo que ya sabe sino por lo que no sabe. Este agujero se abre en la brecha que existe entre el activismo y la academia, el discurso y la acción, las ideas y la experimentación. Es un espacio, porque no lo mueve la promesa de un futuro mejor, sino la pasión por conquistar lugares comunes en los que se pueda vivir y pensar de otra manera. Y es en “blanco”, porque no se define a partir de referencias preestablecidas o tradiciones históricas. Es “blanco”, también, porque como se ve día a día ni la experiencia se acumula ni el pasado funciona hoy como fuerza de transmisión y de transformación en sí mismo. Espai en Blanc se configura como una estructura estable y a la vez abierta, que si tiene alguna fuerza política ha sido la capacidad de reinventarse cada vez. Experimentando con las formas más diversas: desde películas a revistas, pasando por encuentros abiertos y jornadas. Siempre con una voluntad clara: apostar por renovar el concepto mismo de crítica, por acercar vida y política. El pensamiento como una politización de la existencia misma.

 

El prólogo del último número de la revista de EB que aquí se publica, se escribió antes de que surgiera el movimiento del 15M. En él se hace un balance de los ocho años de existencia de Espai en blanc y se constata tanto un final de ciclo histórico, como la entrada en una nueva etapa que obliga a fuertes replanteamientos. En el prólogo, y también en otros escritos de la revista, el escenario que se abre viene caracterizado con palabras duras: fragmentación, impotencia, desorientación… que, por supuesto, también nos aplicamos a nosotros mismos Sin embargo, este diagnóstico que bien se podría calificar de desesperanzador, nos parecía parcial e incompleto. Veíamos crecer el malestar a nuestro alrededor aunque cada intento de construcción colectiva que intentábamos impulsar, se hundía en la arbitrariedad. Por ejemplo, poner título a este número de la revista fue una tarea muy complicada. Siempre había sido fácil ya que al no abordar temas sino problemas que venían a nosotros, resultaba muy sencillo. Esta vez no fue así. Primero se nos ocurrió “La noche del malestar”. En seguida nos dimos cuenta de que era bastante incomprensible. Después y en plena okupación del Banco de la plaza Catalunya, se nos ocurrió el brillante título de “Todos somos antisistema”. Al cabo de una semana, a pesar de la campaña continua de los mass media en este sentido, ya nos costaba más creérnoslo. Por eso finalmente nos decidimos por el término “impasse” que es mucho más interesante que el de crisis como intentamos mostrar. Para acabar, y en pleno delirio, terminamos el prólogo planteando la cuestión de la organización. Lo que, evidentemente, estaba bastante fuera de lugar. Y entonces ocurrieron las “tomas de plazas”. El movimiento del 15M pasó a un primer plano. De pronto todo lo que habíamos intentado soñar, todo lo que habíamos intentado nombrar, ocurría. “Tomar la palabra”, “fuerza del anonimato”, “nuevas formas de politización”… todo sucedía ante nuestros ojos. Y, evidentemente, nos superaba. Por suerte nos superaba.

 “El impasse de lo político”. Prólogo

El escenario, poco a poco, ha cambiado brutalmente. Se podría afirmar que, sencillamente, ha vuelto a hacerse presente el peso de la realidad. Se ha impuesto el “esto es lo que hay”. El peso de la realidad que nos aplasta cada vez que queremos ponernos de pie, cada vez que deseamos tomar la palabra… cada vez que queremos vivir. Ahora sí,  la postmodernidad se ha disuelto en la época global. La época postmoderna que se caracterizaba por el ensalzamiento de los juegos de lenguaje, por la evanescencia de lo real, por el debilitamiento de las categorías filosóficas ha visto cómo lentamente dejaba de ser la imagen hegemónica de la realidad. Ciertamente, sigue siendo válido el carácter ficcional del mundo, lo que ya Marx en el Manifiesto Comunista anunciaba como “todo lo sólido se desvanece en el aire”, pero junto a esa imagen de una realidad debilitada – que se regía mediante una gestión de las diferencias, procedimientos de hibridación y desterritorialización – ha cobrado fuerza una imagen de la realidad mucho más dura, cuyo funcionamiento adopta también formas tradicionales del dominio como el chantaje de la crisis o la guerra. Y, con todo, detrás del “esto es lo que hay” que diariamente se nos impone, se alza un fondo de imprevisibilidad total. Cualquier cosa puede pasar en cualquier lugar del mundo. Estamos en la época global.

 Sigilosamente…

El cambio de escenario ha llegado, como todo gran cambio, con pasos silenciosos de paloma. Podríamos, sin embargo, remontarnos al 11-S del 2001 como un momento clave: cuando el Estado-guerra se hace presente, cuando la política pasa a construirse como guerra y la globalización pierde los colores que le daban las papayas, los mangos y otras frutas tropicales que nos llegaban por avión maduros y en su punto. En Génova se demostró que, efectivamente, el poder mata. Dentro de las frutas tropicales hay sangre. Y la globalización no tiene el color amarillo brillante de una puesta de sol en una playa lejana del Caribe sino que es oscura. Oscura como el Estado.

El cambio de escenario no se deja resumir en pocas palabras y se experimenta de maneras muy distintas según el lugar donde se vive y la clase social a la que se pertenezca. De hecho ni el concepto mismo de crisis permite dar cuenta de lo que (nos) pasa. Es un concepto demasiado simple, como demasiado simple es leer la crisis como el retorno de un escenario de lucha de clases tradicional, un campo de batalla ya conocido y previsible. La consigna capitalista de “esto es lo que hay” como respuesta a todo tipo de reivindicaciones, luchas y desafíos desborda el ámbito de lo económico y lo que está en juego es mucho más que el mero desmantelamiento del Estado del Bienestar y todo lo que supone. En definitiva, sería creer que el problema se reduce a la construcción de una nueva Izquierda.  Desgraciadamente “esto es lo que hay” es mucho más. “Esto es lo que hay” es una llamada al orden. Más exactamente: se trata de una declaración de guerra, y en la medida que pone la guerra en el centro, implica que ha llegado la hora de la verdad.

 Llamada al orden

La llegada de la hora de la verdad tiene antes que nada una dimensión histórica. Es la sensación de una progresiva acumulación de acontecimientos amenazadores: desde las hambrunas al cambio climático y sus efectos ya presentes, pasando por múltiples guerras, por la crisis financiera y, evidentemente, Japón como ejemplificación de un riesgo sistémico ya incontrolable. Esta sensación de Apocalipsis, de auténtico no-futuro, debe ponerse en relación con el sistema capitalista, que es el auténtico responsable directo de ello, no simplemente con el neoliberalismo. El capital sigue siendo aquella contradicción viva de la que hablaba Marx pero ahora convertida en una máquina loca cuyo fin es autoreproducirse indefinidamente aunque la realización de esta circularidad nos empuje hacia un horizonte de muerte.

Junto a esta dimensión epocal, la “hora de la verdad” tiene también una dimensión espacial. “Esto es lo que hay” significa que cada uno debe ocupar el sitio que se le asigna. La guerra social, la movilización global que se confunde con la vida, es la reconstrucción del discurso de la obediencia. Obediencia implica plegarse al mercado, aceptar convertirse en una pequeña empresa. Por eso, y para sobrevivir en la guerra de todos contra todos, habíamos convertido a los demás en meros actores secundarios de la película en la que nosotros éramos protagonistas, nos creíamos héroes de nuestra propia vida. El sueño se ha acabado. Sólo cuentan algunas vidas, aquellas que consiguen hacer de sí mismas una buena inversión (capitalista). Las demás, la gran mayoría, no somos más que unos actores secundarios, futuros residuos. En fin, sobramos. Es falso que el desarrollo económico vuelva a crear puestos de trabajo. Es, justamente, a la inversa. La vieja cantinela que pregonaba el carácter dignificante del trabajo y defendía la cultura del esfuerzo era una falacia, ahora estos tópicos son simplemente un insulto a la inteligencia.

Obedecer como modo de sobrevivir parece ser la única alternativa que esta realidad nos ofrece. En esto también se percibe la mutación producida. Con las nuevas leyes (desde la Patriot Act americana a sus nuevas versiones europeas), ya no se trata tanto de vigilar a las poblaciones identificando a las “persones peligrosas” como de introducir en la gente el sentimiento de que no tienen margen de maniobra frente a lo arbitrariedad del poder, de que el poder dispone de nuestra existencia. La democracia ya no sirve ni como coartada ideológica, porque se puede suprimir cuando convenga. Recientemente Durao Barroso, siendo presidente de la UE, anunciaba que las dictaduras podrían volver a Grecia, Portugal, España… «Si no se implantan los paquetes de medidas de austeridad, en esos países podría llegar a desaparecer la democracia como la conocemos actualmente. ¡No hay otra alternativa!» (1)

 ¿Un despertar político?

La llegada de la hora de la verdad se convierte para nosotros en la llegada de la hora de la política. Es necesaria una intervención que detenga esta fuga hacia adelante del capital que amenaza directamente a la propia humanidad, es necesario inutilizar definitivamente esta máquina de muerte y desigualdad. ¿Cómo pensar esta intervención si no es bajo la forma de intervención política? Y, sin embargo, sabemos que, en el fondo, nadie espera nada de la política y que los innumerables intentos de hacer otra política han servido casi siempre para fortalecer el propio sistema que se criticaba.

Vale la pena escuchar las reflexiones de un personaje tan despiadadamente inteligente como Zbigniew Brzezinski (Ex Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos y cofundador de la Comisión Trilateral) cuando afirmaba hace poco:

 “Por primera vez en la historia casi toda la humanidad está políticamente activa, políticamente consciente y políticamente interactiva (…) El anhelo de dignidad humana en todo el mundo es el desafío fundamental inherente al fenómeno del despertar político global (…) Ese despertar es socialmente masivo y políticamente radical (…) El acceso casi universal a la radio, a la televisión, y crecientemente a Internet, está creando una comunidad de percepciones y envidias compartidas que puede ser galvanizada y encausada por las pasiones demagógicas políticas o religiosas. Estas energías trascienden las fronteras soberanas y representan un desafío tanto para los Estados existentes, como para la jerarquía global existente, sobre la que Estados Unidos aún se posa (…) Los jóvenes del Tercer Mundo son especialmente inquietos y resentidos. La revolución demográfica que encarnan es también una bomba del tiempo política (…) Las grandes potencias mundiales, ya sean nuevas ya sean viejas, se enfrentan a una nueva realidad: mientras que la letalidad de su poderío militar es mayor que nunca, su capacidad para imponer un control sobre el despertar político de las masas del mundo se encuentra en su mínimo histórico. Para presentarlo sin rodeos: en los tiempos pasados, era más fácil controlar un millón de personas que matar físicamente a un millón de personas; hoy, es infinitamente más fácil matar a un millón de personas que controlar a un millón de personas.” (2)

 Su intervención fue premonitoria. Poco después, el mundo árabe se incendió y el impasse de lo político que en esta región estaba especialmente sobredeterminado (geopolítica, islamismo, petróleo…) empezó a ser atravesado, y un nuevo ciclo de luchas inesperado y potente surgió. Ciertamente existe un malestar social cada vez más extendido y a nosotros también nos gustaría hablar de un despertar político, para poder empujarlo más lejos. Se ha afirmado que estas “revoluciones” buscan la modernidad que en Europa ya habríamos alcanzado. Pero nosotros nos preguntamos si sus luchas por una vida digna no son un ejemplo para nosotros.

Con todo, es difícil entender la situación en la que estamos sin tener en cuenta su profunda ambigüedad, especialmente en los lugares en los que se experimenta  más bien un final de ciclo de luchas y donde la respuesta a la crisis es sumamente reducida. Por un lado, hay una sensación de impotencia e inutilidad de toda intervención política, una gran desconfianza ante todo lo que es una acción colectiva; por otro lado, proliferan nuevas maneras de vincular vida y trabajo, de construir al margen de la sociedad establecida, de inventar formas de vida que se quieren alternativas aunque a diferencia de antes, conocen muy bien sus propios límites. En definitiva, la política no es creíble pero están surgiendo nuevas formas de politización que atraviesan toda la existencia al saltarse códigos y espacios prefijados.

No es fácil, sin embargo, pensar una intervención política a la altura de nuestra época. La única ventaja es que la crisis de la socialdemocracia ha despejado el camino, incapaz de relevar a unas políticas neoliberales fracasadas pero que, contrariamente a lo que sería de esperar, siguen imperando. Ese vacío lo llenan, de momento, las ideas populistas de extrema derecha. El Tea Party americano supo plasmar en una  consigna el sentir generalizado: “estamos hartos de políticos profesionales que no escuchan a la gente”. En Europa estamos viendo lo mismo, en Francia, en Finlandia, donde la extrema derecha aparca el discurso racista tradicional y hurga con éxito en el malestar de la gente.

 Atravesar el impasse

Nuestro objetivo es politizar el malestar social, materializar la fuerza del anonimato que vive en cada uno de nosotros. Y para ello hay que atravesar el impasse de lo político. El impasse de lo político – casi tenemos la tentación de hablar de impasse simplemente – sería la hipótesis de lectura de la realidad. Es curioso constatar cómo la idea de impasse en sus diferentes figuras (inquietud, noche de la despolitización, circularidad…) constituye una hipótesis compartida por muchos amigos que habitan lugares e incluso países distintos. Todos nosotros leemos el impasse como una oportunidad de inflexión en este desbocamiento del capital, como un rechazo a aceptar las concepciones apocalípticas.

El impasse de lo político es sobre todo una cuestión de escala. La acción  política que se quiere radical está abocada al siguiente dilema: si se concreta – y debe concretarse para hacerse efectiva – pierde consistencia política, se hace arbitraria y es absorbida por la propia realidad. Pero si no se concreta, para evitar caer en la trampa de la particularidad, permanece abstracta e incapaz de morder la realidad. Que ha llegado la hora de la verdad, tal como afirmábamos, significa que tenemos que tomarnos en serio este dilema y asumirlo verdaderamente como nuestro problema político.  Atravesar el impasse de lo político es deshacerse ya de este estado de lamentación permanente, de esta impotencia que muchas veces es la excusa para no atreverse a romper con inercias profundamente instaladas. No sabemos si realmente hay un despertar político, no sabemos si algún día podremos cambiar el mundo, pero lo que sabemos es que no queremos este mundo que nos ahoga en su descomposición. Encarar el impasse supone no engañarse con grandes relatos emancipatorios, pero sí creer firmemente en lo que hacemos, ser capaces de conferir a nuestras ideas la fuerza del hambre. Dudar para poder avanzar hacia adelante, no para retroceder. Supone, sobre todo, no reconocerse en el papel de víctima. Hacer lo que decimos porque en lo que decimos nos va la vida, aunque no tengamos las palabras justas y adecuadas para decir lo que decimos. El impasse es también una crisis de palabras.

 Espai en blanc como síntoma

Éste ha sido el objetivo de Espai en Blanc desde sus inicios, ahora hace ya ocho años: volver apasionante el pensamiento, es decir, convertir el pensamiento en una fuerza material capaz de atacar la realidad y subvertir nuestras propias vidas. Si decimos que Espai en blanc también está metido de lleno en el impasse, es porque en los últimos años hemos constatado la inmensa dificultad de estar a la altura de este objetivo.

Desde el primer momento, concebimos Espai en Blanc como un intento de producir un pensamiento crítico y experimental, lo que implicaba abrir contextos vivos, y a poder ser colectivos, en los que un pensamiento de este tipo pudiera generarse y ponerse a prueba. El nombre de Espai en blanc expresaba muy bien lo que deseábamos: interrumpir y vaciar el discurso hegemónico para que pudiera tomar forma el “entre”. “Entre” la universidad y los movimientos sociales, “entre” la teoría y el activismo, “entre” la crítica y la construcción de conceptos. Este momento de vaciamiento de lo que sabemos, de lo que esperamos, era lo esencial. Participar de/en Espai en blanc significaba ponerse frente al no-saber. Por esa razón, no se trataba tanto de defender un contenido previo, como de poner las condiciones de posibilidad para una práctica del pensamiento liberadora. En definitiva, Espai en Blanc era una hipótesis: se pueden crear las condiciones de posibilidad para un pensamiento crítico y experimental. Basta quererlo. Esta hipótesis se ha plasmado, ciertamente, en multitud de formas cuya valoración escapa a este prólogo. Enumeremos algunas: Jornadas diversas en instituciones culturales, universidades o Centros Sociales Okupados, encuentros abiertos, la revista, informes, estudios históricos, participación en documentales…

El procedimiento era siempre el mismo. Consistía, fundamentalmente, en plantear una pregunta o introducir un desplazamiento en el interior del espacio político que cada coyuntura, en particular, abría. Por ejemplo, cuando se produjo el movimiento contra la guerra de Irak, el concepto de “Estado-guerra”, debatido durante unos días en el Espai Obert de Barcelona, permitió conducir el debate más allá de la oposición simple guerra/paz; o calificar a través de un informe el Fórum de las Culturas de Barcelona como “laboratorio de fascismo postmoderno”, ayudó a impulsar una crítica con una radicalidad y una presencia pública pocas veces alcanzada.

Ese modo de proceder ha ido encontrando dificultades que requerirían un análisis largo y pormenorizado. Digamos solamente que estas dificultades tienen que ver con una crisis del activismo existente y de los modos rebeldes de vida, cada vez más afectados por la precarización y por una sensación creciente de inutilidad de la propia intervención política. Tienen que ver también con una reacción represiva del poder, que en nombre del civismo redefine el espacio público, y con una politización de la cultura que, paradójicamente, supone su neutralización política.

Ese nuevo escenario de progresiva pérdida de la calle, de creciente despolitización, de complejidad de intereses imposibles de unificar en un grito, no será claramente percibido por nuestra parte ya que el relativo “reconocimiento institucional” de Espai en Blanc nos permite, por un tiempo, seguir en un activismo político que, sin embargo, cada vez es más cultural. También nosotros caemos prisioneros de la inercia. Las diferentes preguntas que, a través de la revista y los encuentros, seguimos planteando (la sociedad terapéutica, el combate del pensamiento…) interesan – incluso nos atreveríamos a afirmar que interesan mucho –  pero no somos capaces de traducir dicho interés en una práctica que tenga continuidad. Decimos que no somos capaces, y en ese “somos” nos incluimos todos: convocantes y convocados, ya que también constatamos poco compromiso real, así como un nivel bajo de autoexigencia por lo general.

En el nuevo escenario que ya se va dibujando en el impasse, Espai en Blanc queda descolocado y con ello su objetivo inicial seriamente en suspenso. El impasse de lo político nos obliga a pensar de nuevo qué es Espai en blanc. Si anteriormente no era necesario formalizar relaciones, sostener iniciativas ni  determinar un dentro/fuera, ya que había un lenguaje común hecho de experiencias y referencias, en la actualidad ese entorno, que nunca ha sido sólo un público, está completamente disgregado en una multiplicidad de prácticas, proyectos y salidas personales.

La pregunta que se nos plantea después de todo lo dicho, después de este inicio de autocrítica es la siguiente: ¿cómo permanecer fieles en las nuevas condiciones a la hipótesis original que llamábamos Espai en Blanc?  Parece bastante claro que encarar el impasse propio de Espai en Blanc no puede desligarse de lo que denominamos el impasse de lo político. No hay solución particular a lo que es un problema general.

 Conclusiones provisionales

El impasse de lo político no es un refugio donde protegerse para poder observar con tranquilidad e indiferencia la batalla pero tampoco una intemperie estéticamente emocionante. Decíamos más arriba que ha llegado la hora de la verdad y, con ella, la hora de la política. Esto significa que el impasse de lo político confiere de nuevo una necesidad a la acción transformadora que desde hace tiempo había perdido. No constituye un juego de palabras afirmar que la única conclusión consiste en esta necesidad de restituir la necesidad, que nuestro propio miedo disimula y debilita. Esto implica, para nosotros, imponernos tres condiciones preliminares:

 1) No llenar el vacío que el impasse abre, en el día a día, con los simulacros más diversos, puesto que estos sólo sirven para tranquilizarnos. Por ejemplo, en este prólogo intentaremos no terminar con un “Tendríamos que hacer…” que no sabemos a quién se dirige verdaderamente.

2) Ir a las cosas mismas, simplificar. Simplificar es, sobre todo, señalar el enemigo aún a sabiendas de que la realidad es compleja. De hecho la apelación a una complejidad extrema ha sido la gran excusa para desactivar la crítica. En cambio, la novedad de la época global reside en la simultaneidad de simplificación y de complejización. Aquí se nos presenta nuevamente la cuestión de cómo dominar la escala que determina la mirada crítica. Hay que inmiscuirse en la realidad para poder decir basta, para poder decir No. Hay que ir a las cosas mismas y “poner el cuerpo” – retomando la expresión tantas veces empleada y que nos separaba de la llamada izquierda  tradicional – situarse en el “entre” que las unifica y las disgrega. En definitiva, romper la cadena del miedo que nos ata a una existencia mediocre y sometida.

3) Atreverse a construir a partir de todos los materiales de que está hecho el impasse: esperanza, dignidad, desesperación… Redefinir un compromiso con el mundo que nos comprometa efectivamente. Un verdadero compromiso debe incomodar y exigir. Atreverse a construir es tomar en cuenta las nuevas formas de politización ambiguas e inesperadas.

Los materiales que hemos reunido en este número de la revista, el que más tiempo y esfuerzo nos ha costado de los cinco, responden de alguna manera a estas tres condiciones, o por lo menos, lo intentan. En primer lugar, son voces que no tapan el vacío sino que lo pueblan de vida, de ideas, de preguntas. No hemos temido reunir planteamientos procedentes de tradiciones políticas distintas. En segundo lugar, son miradas que simplifican, con la veracidad de sus apuestas, caras distintas de nuestra realidad. Cada una, desde su lugar, nos ofrece algún tipo de orientación para seguir adelante, para resistirnos a esta realidad. Por eso mismo, finalmente, creemos que hay en este número muchos materiales con los que empezar a construir. ¿Qué? Una respuesta colectiva, compuesta de múltiples vidas que no claudican y que necesitan cada vez con más urgencia pasar a la acción.

Ante los términos que describen nuestro mundo y nuestra inserción en él (dispersión, arbitrariedad, opciones personales, identidad) proponemos otros nuevos: articulación, desafío, posición, compromiso, fuerza del anonimato. El concepto de politización, por otra parte, se nos aparece como central: permite replantear la dualidad  “la política/lo político” y constituye un punto de partida para pensar la idea de intervención política, puesto que rompe con una temporalidad hecha de acontecimientos excepcionales. Por lo demás es evidente, como bajo nombres diferentes (desde infrapolítica a  reformismo radical), todos intentamos pensar una política que recoja la rabia y el malestar, tanto como la fuerza de cooperación y creatividad que existe en el anonimato. Si recogemos todos estos indicios bajo la idea de impasse, es porque creemos que son la antesala de una nueva etapa política para la que aún no tenemos nombre.

Una ultima cuestión. Somos conscientes del desnivel que existe entre el análisis aquí desplegado y estas propuestas finales. No hemos querido ocultarlo mediante un lenguaje poético o con propuestas que sólo son buenos deseos. Este desnivel pertenece a la esencia misma del impasse de lo político, pero revela lo que siempre ha sido el problema fundamental para un pensamiento crítico y radical: el problema de la organización. Abordar de un modo serio y consecuente el impasse de lo político implica, evidentemente, empezar a pensar en ello. Empezar a pensar en ello…

 * para más información: www.espaienblanc.net

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Aspectos éticos de las tecnologías genéticas biomédicas: apuntes para la reflexión (LP69) https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/aspectos-eticos-de-las-tecnologias-geneticas-biomedicas-apuntes-para-la-reflexion-lp69/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/aspectos-eticos-de-las-tecnologias-geneticas-biomedicas-apuntes-para-la-reflexion-lp69/#comments Wed, 21 Sep 2011 11:32:59 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3313 Lidia Feito – Doctora en Filosofía. Profesora de Bioética. Facultad de Medicina. Universidad Complutense de Madrid

Las tecnologías genéticas están abriendo posibilidades enormes en aspectos tan diversos como la curación de enfermedades, la alimentación o las aplicaciones industriales. Sin embargo, nos enfrentan a interrogantes éticos, como la legitimidad de modificar la naturaleza humana, el respeto a la dignidad de las personas, la toma de decisiones ante el riesgo de producir consecuencias negativas, como injusticias sociales, daños físicos o morales a los individuos, etc. Ante ellos es necesario huir tanto de las esperanzas infundadas, como del miedo paralizante. El criterio ético que debe regir todos estos avances es la responsabilidad. Se muestran aquí algunas reflexiones sobre esas técnicas, referentes a algunas aplicaciones biomédicas que inciden en los seres humanos, sobre las que es preciso deliberar y reflexionar con prudencia.

 

1.      Tecnología genética y GenÉtica

 Los campos de intervención de la genética son enormes: desde las biotecnologías industriales, que pueden servir, por ejemplo, para producir energía o para sintetizar productos químicos, hasta las aplicaciones en la alimentación –los alimentos transgénicos—, o la modificación de plantas y animales con distintas finalidades: evitar que ciertos cultivos se vean afectados por plagas o heladas, introducción de elementos de interés para los seres humanos, o la producción de líneas de animales transgénicos para el estudio de enfermedades (como modelos de investigación). En el campo sanitario, la ingeniería genética puede ser aplicada a la farmacología, para la obtención de vacunas o productos como la hormona del crecimiento o el interferón; y en la medicina se vienen realizando desde 1990 ensayos de terapia génica, cuya finalidad es la curación de ciertas enfermedades.

Las esperanzas puestas en estas nuevas técnicas son muchas, pero también es grande el desconocimiento que se tiene tanto de sus posibilidades como de sus riesgos. Por otro lado, la percepción de la magnitud y alcance de las aplicaciones de la investigación genética ha hecho que esté presente una fuerte conciencia de que es necesaria una reflexión pausada y prudente sobre las posibilidades y los límites. Por eso se han desarrollado, paralelamente a los descubrimientos e investigaciones en el laboratorio, análisis desde el punto de vista de la ética, dando lugar a toda una rama especializada que algunos autores han dado en llamar “GenÉtica”[1], haciendo un combinado de las dos palabras en juego: ética y genética.

El objetivo de la ingeniería genética es modificar la información genética (ADN) contenida en las células, creando moléculas de ADN recombinante, que no existían previamente. De modo general, suele hablarse de ingeniería genética para referirse a la utilización de las técnicas del ADN recombinante, reservando el término “biotecnologías” para el uso industrial y comercial de las técnicas genéticas que va desarrollando la biología molecular. Ambas técnicas se benefician del conocimiento aportado por la investigación básica, en la que tiene una especial relevancia la lectura del genoma humano, un amplio y ambicioso proyecto que, a su vez, ha sido fuente de enormes controversias (desde el cuestionamiento de la idoneidad de invertir grandes sumas de dinero en una investigación cuya aplicación es sólo viable a largo plazo y con el concierto de otras investigaciones subsiguientes; hasta el reduccionismo al que puede conducirnos por mostrar al ser humano meramente como un conjunto de fenómenos explicables genéticamente; pasando por la necesidad de asegurar la confidencialidad de los datos genéticos que nos proporciona, o por garantizar que los intereses comerciales –patentes— no condicionan absolutamente sus procedimientos y resultados).

Por otro lado, son muchas las investigaciones que, aun no pudiendo ser incluidas en el grupo de las biotecnologías, tienen una incidencia notable tanto en ciertas investigaciones como en el debate ético sobre su viabilidad y legitimidad. Así, la clonación y la investigación en células madre –que dará lugar a la denominada “terapia celular”, es decir la posibilidad de trasplantar células troncales para curar enfermedades, y que tantas novedades está aportando—, son, por ejemplo, técnicas que pueden combinarse con la ingeniería genética en humanos, para la corrección de enfermedades, pero suscitan problemas éticos que nos obligan a reconsiderar nuestra misma definición del ser humano —por ejemplo al hablar del estatuto del embrión—, y la cuestión de la legitimidad de los fines frente a la licitud de los medios empleados. Quizá aquí más que en otros temas se percibe la dificultad de articular ambos elementos, colocando a la sociedad en un punto de no retorno en el que ha de tomar decisiones prudentes y razonables.

 2.      Los comienzos de la ingeniería genética

 En 1972 se llevó a cabo el primer experimento de clonaje de ADN y producción de una molécula de ADN recombinante, lo cual abría la puerta para el posterior desarrollo de la ingeniería genética. No mucho después, en 1974, se produciría un hecho fundamental: preocupados por los riesgos que implicaba la nueva tecnología del ADN recombinante, P. Berg y otros científicos pioneros en esta nueva tecnología mandaron una carta a la revista Science[2], alertando sobre dichos riesgos y solicitando el cese de tales experimentos. Su carta dio lugar a una moratoria asumida por una amplia parte de los científicos que entonces estaban investigando sobre el ADN recombinante. Este hecho suponía un cambio radical con respecto de la actitud de los científicos hasta entonces: nunca antes se habían auto-impuesto una limitación a su propia investigación por razones éticas de prudencia.

Así mismo, en la carta del «comité Berg» se solicitaba que el director de los NIH (National Institutes of Health) creara un comité asesor, para estudiar los posibles riesgos medioambientales originados por las moléculas de ADN recombinante, y se pedía la convocatoria de una reunión internacional para discutir el tema. Esa reunión se hizo famosa. Tuvo lugar en Asilomar, California, en 1975. En ese foro, que reunía básicamente a biólogos moleculares, se decidió acabar con la tajante moratoria que había detenido la investigación hasta ese momento y establecer unas directrices que deberían regular los experimentos a partir de aquel momento.

Este es el inicio de una dinámica característica del desarrollo de las técnicas de ingeniería genética: la reflexión sobre las consecuencias, riesgos e implicaciones sociales, aún antes de que las aplicaciones estén disponibles.

Si los físicos nucleares de los años 40, tras horrorizarse por las consecuencias de las bombas atómicas, fueron los primeros en llamar la atención sobre la imposibilidad de que los científicos se considerasen “neutrales” en las aplicaciones de sus investigaciones, los biólogos moleculares de los años 70 eran muy conscientes de su responsabilidad y llamaban a la reflexión y la cautela sin que hubiera instancias externas que les pusieran aún límites o controles.

En todas las investigaciones relativas a las tecnologías genéticas se viene repitiendo esta “anticipación” de los análisis de consecuencias –no sólo técnicas o científicas, sino también sociales, económicas, políticas, etc. La reflexión ética, e incluso normativa, se adelanta a las potenciales aplicaciones, porque se percibe que en este ámbito están implicados elementos fundamentales sobre el ser humano.

3.      La esperanza de curar enfermedades: los ensayos de terapia génica

El beneficio terapéutico que pueden ofrecer las nuevas tecnologías genéticas es, sin duda, uno de los elementos que legitiman la investigación en este campo, y que genera también mayores esperanzas para la población. No obstante, también da lugar a un enorme conjunto de problemas, entre los cuales, sin duda, el más importante es evitar los posibles riesgos. La terapia génica consiste en la utilización de la posibilidad de la transferencia de genes como técnica terapéutica: la introducción de un “transgén” (o “gen curativo”) en las células para corregir los genes defectuosos.

La intervención genética en general, y en los humanos en particular, es tremendamente difícil. El equilibrio funcional de los genes es enormemente complejo y, por tanto, cualquier modificación es susceptible de introducir cambios de consecuencias prácticamente impredecibles. El riesgo es grande y, a pesar del desarrollo de las técnicas y del mayor nivel de conocimientos, se trata de modelos experimentales que no pueden sino ser valorados con calma y prudencia. Cualquier alteración genética conlleva peligros, y la regulación de la expresión génica no se conoce suficientemente como para aplicar la terapia génica de modo general. Por otro lado, aún se desconoce la función o papel que juegan muchos genes, no sólo por la información que incorporan, sino por lo que aportan en la interacción con otros genes. De ahí que la modificación de los mismos juegue con elementos que se ignoran. Parece evidente que la cautela es la mejor recomendación en este tipo de intervenciones. Sin que ello signifique renunciar a su investigación, pues la esperanza que conllevan para la posible curación futura de enfermedades como el cáncer o el SIDA no es desdeñable.

El primer experimento de terapia génica se llevó a cabo en 1990, en una niña que padecía una deficiencia del gen de la adenosina desaminasa, cuyo efecto es un sistema inmune defectuoso (niños “burbuja”). El ensayo se realizó con un vector retroviral que portaba el gen normal, modificando in vitro células de médula ósea extraídas de la paciente y reinsertadas posteriormente. Este ensayo ha permitido a la niña vivir una vida más o menos normal (si bien ha de someterse a reinyecciones del gen terapéutico). Sin embargo, el éxito no se ha repetido en otras patologías. Tampoco se sabe cuánto de su salud se debe a los nuevos genes insertados y cuánto a los medicamentos que se le suministran para estimular su sistema inmune. Y lamentablemente, otro famoso ensayo de 1999, en el que se trataba de corregir una enfermedad hereditaria de la enzima OTC acabó con la muerte de uno de los pacientes, Jesse Gelsinger, un joven de 18 años que había entrado como voluntario a pesar de que en su caso la enfermedad no era tan grave y estaba bien controlada con la dieta.

Los resultados del ensayo en ADA de 1990 y otros ensayos que se vienen realizando desde entonces son esperanzadores, pero también poco concluyentes, y conviene tomar con precaución estos datos, a la vista de que también se han producido fracasos. El caso Gelsinger, además de frenar bruscamente el optimismo puesto en los ensayos y replantear la idoneidad de su utilización, abrió de nuevo el debate sobre los procedimientos de control, garantías de seguridad y mecanismos de evaluación empleados. Aunque nadie duda de que la esperanza que ofrece la terapia génica para la curación de enfermedades es enorme, este trágico caso subrayó la necesidad una mayor prudencia, teniendo en cuenta que se trata de técnicas aún en fase experimental y que, como tales, han de ser tratadas con el cuidado que exige su provisionalidad.

 4. Más allá de la terapia: la posibilidad de la mejora

La intervención genética en seres humanos puede ser de varios tipos, según las células en que se actúe (células somáticas; o células de la línea germinal, en cuyo caso las modificaciones serán heredadas por la descendencia) y según el fin que persiga la modificación (la terapia, curación de enfermedades o trastornos; o la mejora de rasgos no patológicos). Existirían así cuatro tipos posibles de intervención, con valoraciones éticas muy diferentes: Terapia génica somática (modificación de células somáticas con el fin de curar una enfermedad), terapia génica en la línea germinal (terapia que será heredada por la descendencia), ingeniería genética perfectiva somática (modificación que no tiene por objeto curar sino mejorar un rasgo), e ingeniería genética perfectiva germinal (que persigue mejorar y que será heredada por la descendencia).

La terapia génica en células somáticas –que es la única actualmente posible técnicamente— suele ser valorada éticamente como equivalente a los trasplantes, pues en realidad se trata de una transferencia de información genética cuyo resultado es el mismo: que la nueva información cumpla la función que estaba dañada o perdida anteriormente. Por ello suele considerarse como uno más de los métodos que se van desarrollando para la curación y tratamiento de enfermedades, por tanto, como expresión del ideal terapéutico de la búsqueda del beneficio del paciente.

 Un frente de discusión que actualmente está teniendo gran importancia es la posibilidad de realizar terapia génica en células de la línea germinal. La justificación ética estaría en la convicción de que el ideal terapéutico del alivio del sufrimiento puede extenderse a la descendencia, aunque esto comporte tomar decisiones por ellos de modo anticipado. Sin embargo, esta nueva posibilidad es objeto de fuerte controversia, tanto por la incertidumbre ante los riesgos, como por la objeción ante la “manipulación” de los genes que serán heredados por nuestros hijos. En todo caso, la prudencia exige desarrollar más las técnicas en células somáticas antes de plantearse la intervención en células de la línea germinal. Pero el debate se ha abierto a causa de la realización de técnicas de terapia génica in utero, que son beneficiosas desde el punto de vista de la intervención en un estadio temprano de la enfermedad, pero que han dado como resultado algunas inserciones genéticas accidentales en la línea germinal.

Las aplicaciones de estas técnicas van más allá, haciendo posible la intervención con la finalidad de mejorar un rasgo no patológico en un individuo sano. En tal caso, no se trata de corregir un defecto, sino de perfeccionar el funcionamiento o conformación de un elemento que, en sí mismo, no puede considerarse enfermo o defectuoso. Este tipo de modificación es aún una ficción, pero ha abierto un debate de gran interés acerca de cuáles son los fines y objetivos que debe perseguir la medicina. Las valoraciones éticas son diferentes en uno y otro caso: mientras que la terapia se justifica por el principio de no-maleficencia (la exigencia de no dañar y de hacer todo aquello que pueda evitar un daño o aliviar el sufrimiento) y por tanto puede considerarse incluida en las obligaciones éticas básicas de la medicina, la mejora se justifica por el principio de beneficencia (proporcionar el máximo bien al paciente o usuario) y va más allá del ideal terapéutico, ofreciendo una posibilidad de actuación que, para muchos, excede el ámbito de la medicina, si bien para otros forma parte de la “medicina del deseo” o “medicina del bienestar” en la que ya estamos inmersos. De hecho, la fuerte medicalización de nuestras sociedades occidentales, en las que la exigencia de salud extiende sus peticiones hasta dimensiones sociales que la medicina no puede acoger, hace que se introduzcan nuevas demandas propiciadas por las nuevas técnicas.

Será preciso determinar los límites del ideal terapéutico mencionado, conforme a una cierta concepción de la salud. Una definición amplia como la de la Organización Mundial de la Salud, de 1948, que le atribuye los rasgos de “completo bienestar físico, psíquico y social”, hace pensar que la medicina, en cuanto garante de la salud, ha de extender sus fines y acoger nuevas líneas de actuación.

Por otro lado, el tema de la mejora también abre la cuestión de la eugenesia y del temor que produce el ideal del perfeccionamiento de la especie humana, al que, sin embargo, todos aspiramos en cuanto individuos.[3] La cuestión de la mejora nos obliga a plantearnos, qué es lo «normal» o no patológico, respecto de lo cual establecemos un índice de mejora. Es claro que, en buena medida, la mejora y la terapia sólo tienen una diferencia de tipo cuantitativo, de grado, siendo un continuo que enlaza ambas intervenciones. Esto, a su vez, origina una reflexión sobre la idoneidad ética de introducir la posibilidad de la mejora, cuando puede ser una fuente más de discriminación, segregación y distancia entre grupos poderosos y otros más pobres.

 5. La confidencialidad de la información genética

 Uno de los ámbitos en que las nuevas tecnologías genéticas influye más es en la disponibilidad de una información sobre los individuos que los convierte en lo que se ha denominado “el hombre de cristal”. Los interrogantes, en este caso, se refieren al desvelamiento de la información.

El análisis del genoma humano está poniendo a nuestra disposición el conocimiento de nuestros datos genéticos. Datos de los que puede ser informado el interesado pero que también pueden ser transmitidos a otras personas. La salvaguarda de la confidencialidad de los datos es uno de los temas de discusión actual que más controversia suscita, pues a pesar de que todo el mundo considera que es peligrosa la divulgación de datos privados —y así lo muestran la mayor parte de las legislaciones—, en ocasiones no queda tan claro si es la privacidad del individuo lo que ha de protegerse, o si bien es el interés común lo que ha de prevalecer. Así, por ejemplo, se pone en cuestión el presunto derecho que tendría un empresario a acceder a la información genética de sus empleados, habida cuenta de que esto puede vulnerar derechos fundamentales (como el derecho a la intimidad, o el derecho al trabajo, caso de que se produjera algún tipo de discriminación).

Por otro lado, es claro que no sólo ha de protegerse la confidencialidad de los datos, sino que la propia persona puede no querer conocer sus datos. Las tecnologías genéticas están poniendo ya a nuestra disposición pruebas que permiten detectar la predisposición a padecer determinadas enfermedades. Lo cual genera varios problemas: en primer lugar, la disponibilidad de estas pruebas haría necesaria la garantía de poder ofrecer una cura. Actualmente esto no ocurre así, de modo que un individuo –e incluso sus familiares, puesto que se detectan líneas hereditarias, lo cual abre otro panorama de problemas referentes a la confidencialidad y necesidad de divulgación de datos por razones preventivas— puede conocer su potencial enfermedad, aún antes de que se manifiesten los síntomas, sabiendo que no hay esperanzas de curación. Esta es, así, una práctica beneficiosa, pues ofrece un diagnóstico que puede ser útil para la prevención o para aplicar los medios que minimicen el riesgo o la manifestación posterior, pero es también perniciosa porque puede generar una tremenda angustia. Es claro que la oferta masiva de pruebas genéticas no puede hacerse legítimamente si no se emplean fondos y tiempo en investigar las posibles curaciones de las enfermedades para las que tan rápidamente se ha querido disponer de un test. En este caso, como en otros, no cabe defender el beneficio económico a corto plazo, olvidando la salvaguarda de la salud, física y psíquica, de las personas.

Por otro lado, es muy importante destacar que el descubrimiento de una predisposición a padecer un trastorno no es necesariamente sinónimo de una condena segura. Confundir la mera predisposición con la determinación absoluta es un grave error que puede suscitar acciones injustificables. Es imprescindible dar mayor información a los ciudadanos, para que puedan tomar decisiones prudentes sobre su salud y su futuro, sin falsos miedos ni esperanzas infundadas.

 6. Los productos biotecnológicos y la información al público

Junto con las posibilidades de intervención genética en el ser humano, hay otros muchos modos de incidir en la calidad de vida de las personas, a veces más evidentes y a mayor escala. Por ejemplo, a través de los productos biotecnológicos (vacunas u otros productos farmacéuticos obtenidos por ingeniería genética, alimentos transgénicos, etc.). La preocupación por la circulación en el mercado de este tipo de productos se manifiesta en un debate en el que, por una parte se alude al principio de precaución, por el cual se intenta proteger a la sociedad frente a los riesgos de una evaluación defectuosa de las consecuencias, pero por otra hay conciencia de unos intereses económicos que hacen imparable la carrera de introducción de nuevos productos en los que las empresas de biotecnología han invertido tiempo y capital. Se discute acerca de la seguridad de los productos y su posible incidencia en la salud, mientras se defiende el control de tales productos, que alcanza cotas mucho más altas que en otros que están siendo consumidos o utilizados en la actualidad, pero a los que estamos más acostumbrados.

El problema subyacente, aquí y en otros temas relacionados con la influencia de las biotecnologías en la sociedad, es el de la información. Se trata de una reflexión seria acerca de cuáles son los fines que perseguimos, qué medios consideramos lícitos para lograrlos, y, por tanto, qué riesgos estamos dispuestos a asumir. La sociedad debe conocer los riesgos pero también los beneficios, y es tarea de todos tomar decisiones responsables para que podamos asumir las consecuencias. El argumento, frecuentemente utilizado, de que todos los adelantos científicos han producido rechazos hasta que se han ido introduciendo en la vida común de la sociedad, aun siendo descriptivamente cierto, no basta para justificar la legitimidad de las intervenciones y, por ello, nunca se hará suficiente hincapié en la necesidad de la formación y la información de la sociedad, como modo de evitar la manipulación de la opinión.

Precisamente esta cuestión de la información al público es uno de los aspectos más relevantes en cuanto a la toma de decisiones. Sólo una sociedad informada puede determinar qué clase de aplicaciones desea y cuáles considera inaceptables. El ejercicio de una auténtica democracia exige una información transparente y, en este caso, dada la complejidad de los temas a tratar, una formación suficiente. La responsabilidad de los medios de comunicación en este sentido es enorme, si bien no única.

Hay principalmente tres problemas: el primero es que se suele centrar la atención en el impacto que el conocimiento aportado por la investigación genética tendrá en la toma de decisiones a nivel individual, dejando oscurecido el contexto cultural en el que dicho conocimiento va a ser interpretado. Esto da lugar al segundo problema: la generación de expectativas falsas o de miedos infundados. El temor a lo desconocido, a la presunta pérdida de lo humano que parece incluida en esas modificaciones genéticas, o a los riesgos no controlados, puede generar un rechazo acrítico y desproporcionado. Pero, por el contrario, la oferta de un nuevo panorama de soluciones terapéuticas, o de mejoras de la calidad de vida, puede dar lugar a esperanzas ilusas que se verán frustradas. Ni el miedo ni el exceso de confianza son buenos consejeros en este tipo de cuestiones.

Además, como tercer problema, ligado a los anteriores, se enfatizan demasiado las potenciales aplicaciones, que es lo que el público demanda y entiende mejor. Sin embargo, los conocimientos no siempre tienen aplicaciones concretas, o éstas pueden no ser deseables. Es necesario determinar cuáles son los fines que se persiguen, y hacer un cuidadoso análisis de beneficios y riesgos, así como establecer cuáles son los valores que deben prevalecer y las normas que se deben observar. Es necesario por tanto un marco ético que delimite y regule el uso de las nuevas tecnologías genéticas.

Conviene tener en cuenta que las nuevas tecnologías genéticas van a influir en la vida de las personas cada vez más. Es evidente que los productos biotecnológicos van a ir imponiéndose, dadas las ventajas que ofrecen y también los pingües beneficios que de ellos pueden obtenerse. Pero también en el ámbito sanitario, la genética, además de poder ofrecer nuevas aproximaciones terapéuticas, va transformando la práctica cotidiana y “normalizándose” su uso de modo creciente. No es ciencia ficción pensar que buena parte de las pruebas que se realicen a los individuos irán incorporando análisis genéticos que pueden detectar, por ejemplo, predisposiciones a padecer ciertas enfermedades, o descubrir patologías hereditarias en una familia. En este caso, como se ha indicado, se abren nuevos interrogantes relativos a la confidencialidad de los datos: cómo dar la información a los pacientes, o si se deben desvelar datos a otros posibles implicados.

Todo ello apoya la idea de que es preciso ofrecer información adecuada al público, pero también dar formación para poder entender y manejar dicha información. Se trata de mejorar la calidad de vida de las personas, fomentando la decisión libre sobre los objetivos de salud y los proyectos vitales de los individuos.

 Bibliografía

 – Blázquez, Javier (dir.): 10 palabras clave en Nueva Genética. Estella: Editorial Verbo Divino, 2006.

– Feito, Lydia: El sueño de lo posible. Bioética y terapia génica. Madrid: Universidad P. Comillas, 1999.

– Mayor, Federico y Alonso, Carlos (coords.): GenÉtica. Barcelona: Ariel, 2003.

– Moreno, Miguel (ed.): Perspectivas en la investigación con células troncales. Aspectos científicos, éticos, sociales y legales. Granada: Comares, 2010.

– Sánchez-Caro, Javier y Abellán, Fernando (coords.): Medicina Genética Clínica del siglo XXI. Consideraciones científicas, éticas y legales. Granada: Comares, 2009.

 


 

[1] En inglés Genethics (ethics + genetics). La introducción de la “E” mayúscula en castellano trata de evitar la posible confusión por ser exactamente la misma palabra, “genética”, la que se utiliza.
[2] Berg. P.; Baltimore, D.; Boyer, H.W.; Cohen, S.N.; Davis, R.W.; Hogness, D.S.; Nathans, D.; Roblin, R.; Watson, J.D.; Weismann, S.; Zinder, N.D. (1974) «Potential biohazards of recombinant DNA molecules» Science vol.185 p.303; Nature vol.250 p.175; Proceedings of the Natural Academy of Sciences vol.71 pp.2593-4. Una traducción de esta carta puede encontrarse en el vol.41 de Labor Hospitalaria de 1989.
 

[3] L. Feito «Investigación con células troncales y tecnologías de mejora humana: tendencias en el debate ético y social» en: Moreno, M.: Perspectivas en la investigación con células troncales. Aspectos científicos, éticos, sociales y legales. Granada: Comares, 2010. pp. 74-91.

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Cuando la mano invisible aprieta: por una salida federal a la despolitización de Europa (LP69) https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/cuando-la-mano-invisible-aprieta-por-una-salida-federal-a-la-despolitizacion-de-europa-lp69/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/cuando-la-mano-invisible-aprieta-por-una-salida-federal-a-la-despolitizacion-de-europa-lp69/#respond Wed, 21 Sep 2011 11:03:41 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3308 José María Portillo Valdés – Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco

 ¿Es un sistema de protecciones y garantías “de la cuna a la tumba” más “útil” que una sociedad impulsada por el mercado, en la que el papel del Estado se mantiene al mínimo?

La respuesta depende de lo que pensemos que significa “útil”: ¿qué tipo de sociedad queremos y qué clase de acuerdos estamos dispuestos a tolerar para instaurarla? Es necesario  replantear la cuestión de la “utilidad”; pero si nos limitamos a los aspectos de eficiencia y de productividad económica, ignorando las consideraciones éticas y toda referencia a unos objetivos sociales más amplios, seremos incapaces de hacerlo.

Tony Judt. “ALGO VA MAL”

Los tiempos recientes nos han permitido comprobar que la política no funciona igual cuando el crecimiento económico es casi del 4% que cuando súbitamente cae casi al menos 4%. Esto ha ocurrido en España en un lapso de tiempo inusitado conllevando, como es bien sabido, la salida forzada y abrupta de un paraíso en el que, si bien existían cosas como el paro y la pobreza, se podían disimular más o menos decentemente con gasto público. Se trataba de un gasto, además, que se podía producir y reproducir en los diferentes ámbitos de poder público del Estado… mientras las cosas iban bien o parecía que iban todo lo estupendamente que la fe inmobiliaria de los distintos gobiernos quería creer.
 Como ahora también sabemos todos, las cosas no iban bien en absoluto. No es sólo que el potente crecimiento de la economía española se estuviera produciendo sobre bases ciertamente inciertas sino que, lo que es más grave a la larga, trajo aparejada una cultura del capitalismo que se está demostrando ahora especialmente perniciosa. El gran historiador y pensador británico Tony Judt, en su ensayo Algo va mal, llamaba justamente la atención del público europeo sobre el cambio profundo de valores que se había producido en el continente desde mediados de los años ochenta y que, en buena medida, contradecía una historia europea post-bélica que había diseñado un ámbito público poco menos que sagrado. Según Judt, la Europa reciente ha ido recorriendo más bien el guión diseñado entre el reaganismo y el tacherismo basado en un adelgazamiento notable del Estado en beneficio de un mercado más desregulado y una sociedad concebida más como conjunto de “agentes” que como ciudadanía. El resultado (y el análisis de Judt tiene el valor de haberse realizado antes de la hecatombe reciente) conduce hacia un modelo en el que lo público pierde el mismo peso que ganan los mercados en un escenario de despolitización creciente de la sociedad.
Mercado y diseño de Estado
Al mismo autor, sin embargo, en su monumental Postguerra, una historia de Europa en contexto mundial desde el final de la II Guerra Mundial, no se le escapaba un hecho que nos interesa muy particularmente para nuestro análisis: antes de esa “revolución” de finales de los ochenta y primeros noventa, en el escenario europeo que terminó con la “guerra fría”, entre mediados de los setenta y de los ochenta en el Mediterráneo se produjo otro no menos relevante cambio de fondo en ese escenario con la transición a la democracia de Grecia, Portugal y España. El tránsito español a la democracia se caracterizó, por un lado, por el peso económico que aportaba a la unión europea que se estaba trabando entonces y, por el otro, por el dinamismo político que la Transición implicó en un período de tiempo relativamente breve. Lo primero pudo verse en el distinto tratamiento que las potencias europeas conductoras del proceso de Unión Europea -sobre todo, por razones obvias, Francia- dieron a España, retrasando notablemente su incorporación (y a remolque la de Portugal). Lo segundo se hizo patente en la conformación de un modelo de organización del Estado que constituyó una nueva declinación del viejo tema europeo centralismo/federalismo y que, en poco tiempo, llevó a un sistema altamente descentralizado y con presencia esencial de partidos nacionalistas en el gobierno de partes significativas del Estado español.
 Pues bien, combinando ambas aportaciones del tristemente desaparecido historiador británico podemos concluir que en España se accedió definitivamente a un modelo de Estado de bienestar en el momento en que en Europa comenzaba su propio cuestionamiento. A Mister Marshall se le dio finalmente la bienvenida en España desde mediados de los ochenta, sólo que no se trató del “amigo americano” sino del europeo que con mano generosa contribuyó a una modernización del país de una intensidad histórica. Nunca antes en la historia contemporánea de España se dio un proceso tan condensado de modernización: desde los transportes al cine y desde las actitudes sociales a la política. Aquel ingente chorro financiero contribuyó notablemente a apuntalar una comprensión del Estado como proveedor de bienestar: ofrecía mejores transportes, una sanidad de calidad y generalización crecientes y una enseñanza que, aunque siempre dejó que desear en cuanto a la calidad, sí incrementó su difusión y extensión (piénsese sólo en el número de universidades creadas en esas décadas). La nota peculiarmente española de este proceso de acceso a la cultura europea del Estado del bienestar se derivó precisamente de la también peculiar transición política, con su resultado constitucional de 1978: el Estado era, en realidad, una estructura compleja en la que los territorios acabarían controlando una buen parte del poder público. Nada más alejado de mi planteamiento que hacer coro a declaraciones agónicas sobre el Estado en España (del tipo “el Estado ha dejado de existir” o “el Estado no cumple sus funciones primarias”). Al contrario, entiendo que Estado hay tanto como el que tendríamos con una  constitución centralista, sólo que lo tenemos dispuesto de otro modo. La cuestión que hay que considerar es si es ésta la manera en que es más conveniente organizarlo.
Sin embargo, creo no equivocarme al afirmar que la mayor parte de las intervenciones críticas con el diseño actual del Estado han provenido de quienes más han animado precisamente la idea de una vacuidad del Estado en España y promovido la perentoria necesidad de que el poder central recupere capacidades que, dicen, nunca debió renunciar. Parecería que el Estado de las autonomías fuera un buen invento sólo para época de vacas gordas, pero no para tiempos de estrecheces, lo que demuestra como ningún otro indicio lo lejos que está este modelo del federalismo. En buena parte de los casos los mismos gobiernos autónomos que hace cuatro años reclamaban del gobierno central mayores competencias (con su correspondiente tajada de la tarta fiscal) ahora están tratando ni más ni menos que de devolver al Estado aquellas competencias (eso sí, ya sin una tajada fiscal que no existe). Diríase que el Estado, desde este punto de vista, sigue siendo visto como una suerte de padrinazgo al que recurrir en las duras y al que pedir en las maduras. Esto puede también hacerse de manera más sutil, como, por ejemplo, pedir al gobierno central (eso es “el Estado” en nuestra jerga política) que dé la cara ante una muy vigilante Unión Europea (léase aquí la nueva gendarmería europea organizada por Alemania y Francia en estrecha colaboración con el Fondo Monetario Internacional, no casualmente dirigido por una francesa) mientras los gobiernos autonómicos se dan un cómodo plazo para regularizar sus cuentas. El Estado de las autonomías parece, en fin, que puede permitir jugar al dispendio en época de billetera llena y esconder la cabeza y mirar para otro lado en momento en que casi no hay ni billetera. Es como si, en fin, se fuera muy Estado para gastar pero muy poco para decir a los ciudadanos y votantes en qué no se va a poder gastar ya.
Sociedad, política y economía
La cuestión que creo debemos plantearnos es si es esta la única posibilidad: renunciar a la autonomía en momentos de muy estrecha estrechez como la actual para volver a ensancharla cuando haya más recursos fiscales. Pienso que no, que justamente el momento presente nos debe hacer ver hasta qué punto un país que no puede ser centralista como el nuestro debe apuntar hacia salidas más federales. Esto no se deriva sólo (y diría que ni principalmente) de la situación económica que vivimos sino de las consecuencias de orden social y ciudadano que esta situación origina. Nada mejor para despertar conciencias que el añadido de un horizonte de desempleo e insolvencia económica asegurada para hacer frente a hipotecas y proyectos personales. El movimiento 15-M es una reacción puramente social (es decir, no inducida por partidos u organizaciones sindicales, ni siquiera los más antisistema) a un problema económico nacional de enorme magnitud generado en buena medida en la política. Lo interesante de este movimiento es que está mostrando que el calado de la crisis puede alterar la relación de prioridad entre sociedad, política y economía al plantear abiertamente (en la plaza del Sol de Madrid, a unos metros de la sede de la soberanía nacional) que si el gobierno, como casi todos los demás gobiernos, cedió a la presión de “los mercados” porque “los agentes” valoraban positivamente que se adoptaran determinadas medidas (como bajar el sueldo de los funcionarios, congelar pensiones o recortar beneficios sociales varios), tenía desde ese quince de marzo enfrente también a una sociedad decidida a recuperar cotas de ciudadanía y, por tanto, también con algo que decir al respecto al gobierno, al parlamento y, sobre todo, a “los mercados” y a “los agentes”. Es la actitud que prendió primero en Islandia con la negativa rotunda y por duplicado de los islandeses a pagar la factura de la ambición financiera, fuera esta islandesa, inglesa u holandesa. Aunque incomparable en términos cuantitativos, lo ocurrido a los especuladores ingleses y holandeses en el paraíso perdido islandés es muy similar al caso que protagonizó la empresa española Forum Filatélico: promesas de importantes rendimientos combinadas con apoyos públicos y una muy estudiada campaña de marketing y publicidad mientras, en realidad, se estaba deliberadamente sobrevalorando exageradamente el activo propio: en un caso fueron hedge funds y en el otro sellos. Lo relevante es, a mi juicio, que los islandeses decidieran muy democráticamente que el desaguisado lo pagara quien lo había provocado, aunque ello implicara que ávidos inversionistas europeos se quedaran con cara de tontos.
La lección parece clara desde el punto de vista de la política: del mismo modo que cotidianamente se prestan oídos y se obedece a esos entes de razón llamados “mercados” o “agentes”, los gobiernos deberían hacer lo propio con sus ciudadanías respectivas. Si los mercados tienen formas de hacerse visibles y audibles y de influir tan poderosamente en la política desde espacios tan en absoluto políticos como un parqué de bolsa, la ciudadanía cuenta hoy con mecanismos de sociabilidad casi inmediata que dejan sin justificación el viejo argumento de la impracticabilidad de un referéndum cotidiano. Es, por desgracia, lo contrario de lo que decidieron hacer los gobiernos europeos, empezando por Grecia y terminando (de momento) por España e Italia. Antes de apelar a la voluntad ciudadana para dar respuesta a un desafío de envergadura como pocos, han preferido plegarse (aquí da ya igual la orientación ideológica de los dirigentes) a “los mercados”. Obedientemente primero dieron con suma largueza fondos a los bancos para luego, cuando “los mercados” (en buena medida esos mismos bancos) les afearon el poco dinero que les había quedado, empezar a recortar a tijeretazo limpio el Estado de bienestar. En todo ello, como digo, ni la más leve apelación a la voluntad de sus ciudadanos. Al parecer, la más que posible quiebra financiera de un Estado es menos relevante que ingresar o no en la OTAN. Sin embargo, tenemos paradójicamente muchos más medios ahora que en 1982 de participar democrática y federalmente en decisiones que nos atañen tan directamente. Como se ha demostrado recientemente en varios escenarios -el norte de África es un ejemplo-, la sociabilidad política puede ser ya  técnicamente permanente. Ahí es donde, a mi juicio, debemos resituar las virtualidades de la autonomía y del federalismo.
 
La aguda observación de Toni Judt que mencionábamos antes acerca de la adopción de unos valores tremendamente individualistas y, a la vez, vocacionalmente antipolíticos se ha hecho realidad sobre todo en el ámbito europeo. Quien recuerde aquellos años de fervor europeísta que van desde nuestro ingreso en la CEE (1986) hasta anteayer tendrá bien presente que todo parecía apuntar en un principio a una federación política europea. Después de Maastricht (1992) entendíamos que aquella unión proyectada sobre la base de un espacio económico y monetario común debería lógicamente derivar en una suerte de constitución europea tendente a crear una efectiva federación de Estados europeos. Hubo trabajos adelantados al respecto, ciertamente decepcionantes, y todo acabó, no hace tanto, con José Luis Rodríguez Zapatero ya en la presidencia del gobierno, en una escena de opereta en la que los españoles votamos afirmativamente un texto de, al menos, pre-constitución europea que… ¿quién se acuerda de él? No sirvió absolutamente para nada. Todo se quedó estancado en términos constitucionales al tiempo que la Unión Europea seguía funcionando en términos económicos. El resultado final es éste: elegimos un parlamento europeo que no puede siquiera residenciar el gobierno de Europa, que no es otra cosa que un acuerdo más o menos formal entre jefes de gobierno y básicamente entre dos, Alemania y Francia… es decir: en cuestiones determinantes para nuestras vidas estamos gobernados, en realidad, por unos líderes del poder ejecutivo de dos Estados en los que la mayor parte de los europeos (y todos los españoles entre ellos) no tenemos la más mínima intervención. Casi veinte años después de Maastricht Europa se parece mucho más al decimonónico Zollverein (unión aduanera) alemán liderado por Prusia que a cualquier forma de federación. Al igual que el Zollverein tuvo su tálero (la moneda prusiana) y el gobierno de los Hohenzollern mandaba sin necesidad de una unidad política efectiva, nosotros tenemos un euro que se parece a un marco como dos gotas de agua y nuestra política pasa hilos muy gruesos por Berlín en vez de hacerlo por instituciones democráticas en Estrasburgo y Bruselas.
Federalismo: participación y autonomía
Este diagnóstico se revela estremecedoramente veraz en la situación de desamparo político que está viviendo Europa en la crisis presente. ¿Puede alguien señalar la más mínima iniciativa parlamentaria europea? ¿Se conoce alguna acción positiva de gobierno en el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, o del presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, fuera de alertar sobre incendios y catástrofes? De hecho, ni la prensa suele prestarles mayor atención, acercando a cambio micrófonos y cámaras a lo que hagan o digan los gobiernos de Alemania y de Francia. Estas preguntas resultan especialmente inquietantes en la medida en que lo que sí existe es una moneda común: la economía se sobrepone a la política y lo que acabamos teniendo en Europa en términos muy propiamente de cultura política europea es un gobierno o, como gusta el léxico moderno decir, una “gobernanza” europea que se asemeja más finalmente al despotismo que a la democracia. Afirmo esto muy conscientemente: la filosofía política europea desde la Ilustración temió justamente que existieran poderes políticos europeos no sometidos a control social, lo que significaba una capacidad de decisión sobre el crédito público, la moneda, la deuda o los presupuestos por parte de ejecutivos sin control de poderes representativos. ¿Reconocemos el escenario? ¿No es exactamente el que tenemos ante nuestros ojos hoy en día? ¿No estamos sometidos al dictado de decisiones personales con nombre y apellido: Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, sobre todo de la primera?
No haré la afirmación facilona de que el mercado finalmente se tragó a la política. Al contrario, creo que el problema que tenemos ante nosotros es político antes que económico y que tiene que ver muy estrechamente con el asunto de este escrito, con la autonomía y el federalismo. Y es político ante todo porque la Europa de los mercados se ha creado sobre la base de una consciente decisión política de tener precisamente menos política y más mercado. El problema que esto ha acabado generando es que cuando se deja sola a la mano invisible ésta suele acabar apretando el cuello. En el ensayo de capitalismo salvaje de las décadas centrales del siglo XIX lo hizo hasta el punto de liquidar físicamente (matar de hambre, para entendernos) a buena parte de las clases no propietarias de Europa y hoy lo puede hacer -lo está haciendo ya- con las clases medias tan trabajosamente construidas en la Europa de la posguerra.
 Quién nos iba a decir que íbamos a estar en pleno siglo XXI repitiéndonos para nuestros adentros “al menos nos queda el Estado”. Con el panorama europeo de aguda despolitización y de la mano invisible haciendo de las suyas, no pocas miradas se han vuelto de nuevo al Estado nacional correspondiente buscando ahí las dosis de política que en Europa ni asoman. Lo han hecho casi todos los europeos prácticamente en desbandada y afectando a cuestiones de gobierno que no tienen que ver sólo con sus deudas soberanas y sus particulares -y egoístas- salidas a la crisis, sino también con cosas tan diversas como la política de inmigración o la agraria. Aunque obviamente este retorno al Estado-nación como depósito de confianza no soluciona mucho, es perfectamente comprensible ante las nulas posibilidades políticas que ofrece la Unión Europea.
No obstante no todo ha sido volver la mirada al Estado nacional respectivo para, apegados al más clásico de los guiones políticos, buscar en sus instituciones respuestas y salidas propias. Ha habido también en Europa respuestas sociales que se han dirigido contra el Estado y el modo en que sus instituciones trataban de salvar el pellejo a golpe de recorte. Esto ha sido, por la profundidad de su crisis y de las medidas de recorte social, especialmente visible en Grecia. El paisaje, sin embargo, al menos en principio, no parecía cambiar mucho respecto a lo tradicional: el gobierno (socialista!) tomando medidas al dictado de los bancos y de los tenedores de su deuda, y parte de la sociedad griega montando barricadas y protestando ante el parlamento. Lo habitual: cargas policiales, algo de fuego en las calles y cada uno a lo suyo, el parlamento a legislar recortes y los sindicatos y alternativos en la foto de prensa delante de la barricada. Hasta ahí aguanta y digiere el sistema sin mayor problema. Donde ese paisaje ha cambiado más notoriamente ha sido en Islandia -con el uso sistemático del referéndum para pasmo de bancos ingleses y holandeses y, también aunque con obligación de plegarse, de sus propios dirigentes políticos- y en España -con la manifestación reconvertida en campamento deliberativo. Ambos cambios de escenario son los que, a mi juicio, deben marcar el camino futuro de la política en Europa y sus Estados si no se quiere terminar de entregar la “gobernanza” a “los mercados”.
Tanto Islandia como España muestran dos hechos muy relevantes: que la política sí interesa, y mucho, a la sociedad y que tanto por mecanismos tradicionales como por novedosos, las formas de participación efectiva se pueden activar y reinventar. No creo que sea en absoluto casual el hecho de que estos movimientos sociales vividos intensamente en España desde el 15 de marzo de 2011 por vez primera en muchos años no han estado teñidos hasta la saciedad por el color de la identidad nacional. En Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao el fondo de la protesta ha sido común; y esto es lo relevante: tiene mucho que ver con la autonomía, aunque no esté la misma referida sólo ni principalmente a territorios o naciones sino a individuos. En efecto, la forma de organizar la protesta a través de debates en la plaza pública da mucho más relieve a la autonomía del individuo y a la socialización de su iniciativa política en distintos ámbitos.
No podemos saber en qué terminarán estas nuevas formas de protesta, pero sí detectar que en ellas se está expresando la imaginación política de manera distinta. Sería un escenario muy propicio para, efectivamente, preguntarnos sobre los límites del modelo de Estado que tenemos actualmente en España, pero no para proponer su desmantelamiento en regresión hacia formas más centralistas del Estado-nación sino para apuntar hacia formas más federales de participación ciudadana en la política. No es que se pueda hacer sino que se ha hecho: se ha mostrado cómo puede haber improvisadamente formas de acercamiento a la política que ni se imaginaban hace unos meses. Piénsese sólo en qué podrían traducirse estos ensayos si en vez de en la Puerta del Sol o en Plaça de Catalunya se articularan a través de mecanismos regulares de control ciudadano de la política.
Estamos con ello volviendo a un viejo tema de la teoría política que el liberalismo creyó cerrar hace unos doscientos años al afirmar con Germaine Necker (más conocida por el apellido de su marido, Stael) y Benjamín Constant que la presencia del ciudadano en el ágora era propia de formas antiguas de libertad y que lo moderno era la representación política que proporcionaba al ciudadano la seguridad de la libertad y la libertad del mercado: podía tener representantes en un parlamento que velaran por sus intereses y a la vez dedicarse a enriquecerse, que era de lo que se trataba. Eran los antiguos los que estaban personalmente en el ágora para poder ser libres, no los modernos que habían inventado algo tan útil como el parlamentarismo. El problema es que, finalmente, el parlamentarismo en su versión más deshinibidora de la política ha terminado por conducir a una forma política, la de la Unión Europea, que puede volverse más despótica que libertaria. Y dado que todo parece apuntar a que desde la propia Unión no van a venir los correctivos a esta tendencia, no cabe otra posibilidad que empezar de nuevo a construirlos desde los espacios federales de la misma Unión o, mejor dicho, desde lo que deberían haber sido sus espacios federales y que no son de momento más que segmentos de un mercado ingobernado.
Por supuesto ahí la agenda se abre a un abanico de medidas que la política tradicional va a tener que considerar en el medio plazo y que afecta de lleno a la forma como se ha entendido a sí misma: listas abiertas, distritos representativos (aunque se lleven por delante identidades irredentas), responsabilidad de los representantes, diálogo entre estos y sus representados, vehiculación parlamentaria de demandas sociales, duración de cargos públicos, etc. Pero también tendrá que repensarse la relación entre autonomía individual, federalismo local y territorial, compromiso nacional y -si cambiaran mucho las cosas en Europa- unión continental. Todo ello no es que no tenga sentido sino que no puede siquiera plantearse si previamente no se corrige la sumisión actual de la política al mercado. La mano invisible nos ha demostrado en repetidas ocasiones a los europeos en qué suelen acabar sus correrías cuando hace y deshace a su antojo. La política visible es la única que puede domesticar y controlar esa mano: usémosla.

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Reseña de "Conceptos contra el olvido: Una guía para no perder la memoria" de Rafael Escudero Alday (Coord.) https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/resena-de-conceptos-contra-el-olvido-una-guia-para-no-perder-la-memoria-de-rafael-escudero-alday-coord/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/resena-de-conceptos-contra-el-olvido-una-guia-para-no-perder-la-memoria-de-rafael-escudero-alday-coord/#respond Wed, 21 Sep 2011 10:38:41 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3355 Francisco Marcellán

Esta obra colectiva, coordinada por Rafael Escudero, Profesor Titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid, pretende aportar claridad conceptual y servir de instrumento para una reflexión crítica acerca de la memoria histórica y su proyección de cara al futuro. Definida en la introducción, como “el fenómeno político más relevante acaecido en España en los últimos tiempos”, la recuperación de la memoria histórica  iniciada como una reivindicación personal y familiar -la exhumación y homenaje a las personas víctimas de la represión franquista- a juicio del coordinador de la obra, este proceso se traduce en tres demandas muy concretas:

1.-El desarrollo de políticas públicas de quienes defendieron la legalidad republicana y fueron represaliados por ello.

2.- La implantación de un programa de justicia transicional que cumpla con los objetivos de conocer la verdad y restituir a las víctimas.

3.- La aplicación de normas penales de carácter nacional e internacional para el esclarecimiento de los crímenes cometidos durante la dictadura franquista.

La recuperación de la memoria histórica presenta un doble frente de rechazo. Por una parte, la derecha, heredera en gran parte de la tradición franquista, que ha utilizado su potente aparato mediático y sus instrumentos políticos e ideológicos (el impulso del revisionismo histórico) encaramados en la legitimación del golpe de Estado de 1936 como un intento de volver a la legalidad “rota” por la revolución de octubre de 1934 y el peligro de una revolución social tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, como la justificación de la dictadura franquista como baluarte contra el comunismo internacional (ese modelo de centinela de Occidente tan querido de los hagiógrafos de Franco). Todo ello, como interpretación de la Transición como bálsamo de fierabrás de olvido  acrítico. Por otra parte, una debilidad estructural de la izquierda (PSOE y PCE) centrada en una reconciliación a cualquier precio, a cambio de un protagonismo en la definición de las líneas “reformadoras”  para situarse en el espacio de Poder y  una acción política que no tocara los llamados poderes fácticos (Iglesia, Ejército y elites financieras, Monarquía) con el fin de evitar una polarización entre las viejas dos Españas que diera al traste con la “modernización” de las instituciones que configuran una sociedad democrática. El “echar al olvido la tragedia del pasado” ha generado una democracia de baja intensidad cuyas carencias se han manifestado de manera estridente en el actual período de crisis económica y social.

Desde un  punto de vista más” académico”, se invoca la necesidad  de tomar distancia de los hechos y poder realizar una labor “científica” de los mismos. Se desprecia el propio concepto de memoria histórica, planteándose la relación entre memoria e historia en términos antitéticos, excluyentes e incompatibles entre sí. Mientras que la memoria es un mero repositorio de recuerdos del que resulta imposible extraer conceptos generales, la historia es el campo de lo científico, del conocimiento riguroso del pasado: un pasado que carece de actualidad y que, como consecuencia inmediata,  es susceptible de generar un conocimiento científico. No así la memoria, dado que su vinculación con los hechos y su carácter intrínsecamente político, fragmentario, subjetivo, selectivo y apasionado impiden cualquier conocimiento válido y generalizable sobre lo recordado. Frente a la historia oral surge la interpretación oral de las “autoridades establecidas” a modo concluyente y sin posible discusión. El Diccionario biográfico español, editado por la Real Academia de la Historia es la prueba palmaria de este aserto.

Cuatro líneas directrices se contemplan en este diccionario (no resulta muy adecuada la palabra, en mi opinión).

En primer lugar, la consideración de la memoria histórica como un deber moral, que justifica la existencia de derechos legales exigibles por la ciudadanía ante los poderes públicos y dota de sentido a  la existencia de lugares de memoria, lugares que permiten reivindicar el pasado y entender mejor la relación que liga a éste con los individuos y los colectivos (aportación de Francisco Ferrándiz), así como otras representaciones de la memoria  (la pintura, la escultura, la música, el cine, la literatura) magistralmente descritas por Mirta Núñez.

En segundo lugar, se abordan los conceptos que explican el contexto en el que nace y desarrolla este proceso. La herencia del franquismo y dos elementos estructurales que permitieron su supervivencia-una represión sistémica y el nacionalcatolicismo- se reflejan en la Transición tal y como se pone de manifiesto en las contribuciones de José Antonio Martín Pallín (sobre el rol de la amnistía) y Ramón Sáenz Valcárcel  (la impunidad del aparato franquista, uno de los grandes beneficiados de aquella). Una amnesia que generó una respuesta lenta y minoritaria, al margen de los cauces “representativos oficiales” por parte de asociaciones de víctimas, familiares y organizaciones sindicales. Como botón de muestra, los Grupos de Memoria Histórica, por parte de CGT (¿cuándo se reconocerá en nuestra organización el trabajo exhaustivo llevado a cabo por los compañeros de Sevilla?), los grupos pro-revisión de la sentencia de Granado y Delgado así como de Puig Antich, apenas mencionados en este diccionario,  representan el esfuerzo por llamar la atención sobre un tema interesadamente olvidado.

Una tercera línea tiene como foco de atención las políticas públicas de la memoria, orientadas a cumplir los objetivos de verdad, justicia y reparación que caracterizan las demandas de las víctimas de la represión política y violaciones de los derechos humanos. A modo de ejemplo, las labores de exhumación e identificación de restos (una contribución clarividente de Francisco Etxebarría), la anulación de las sentencias dictadas por tribunales de excepción y consejos de guerra en flagrante violación de las garantías procesales), el tratamiento “respetuoso” de los símbolos franquistas que perviven en el nomenclátor de calles y plazas, en los muros de las iglesias (homenajes a los “caídos por Dios y por España”), así como el tema de la catalogación y acceso de los archivos de nuestro pasado más reciente, descrito en la aportación de Antonio González Quintana.

Finalmente, la versión jurídica de la lucha contra la impunidad, elemento distintivo del Derecho Internacional Público, ha dado lugar a los programas de lucha transicional  e impulsado los instrumentos de protección de las víctimas de violaciones graves de los derechos humanos. Latinoamérica es el foco de dichas prácticas y algunos de sus gobiernos han abordado el tema con un rigor digno de referencias inexcusables para nuestro país, máxime dadas las similitudes en los casos de múltiples desapariciones forzadas (exhaustivamente analizado por carmen Pérez González) y el robo de niños durante el franquismo, de rabiosa actualidad en los últimos meses, diseccionado por Monserrat Armengou.

La conocida  como ley de la memoria histórica (Ley 52/2007, de 26 de Diciembre)  ha sido la viva muestra del “querer y no poder” durante el reciente periodo de gobierno socialista (2004-2011). No se trataba solo de legislar desde el BOE (condición necesaria pero no suficiente para el reconocimiento del derecho individual a la memoria personal y familiar de cada ciudadano) sino de un apoyo sistémico a la movilización social por ese derecho. Los miedos al “qué dirán” los enemigos de esa recuperación de la memoria desde diversos ámbitos  y que han sido analizados anteriormente, la escasa capacidad política de poner en marcha programas de respuesta a las demandas concretas, más allá de mecanismos de financiación de algunas actuaciones, la pervivencia de criterios y actitudes favorecedoras y legitimadoras de la ” acción judicial” entre 1936  y 1977 por parte de un Poder Judicial que se reclama ” independiente” (como ejemplo patético, la imputación al juez Garzón de una actitud prevaricadora por iniciar la determinación de responsabilidades en la represión franquista), junto con la ausencia de pedagogía en el sistema educativo a la hora de explicar sin tapujos nuestra historia más reciente constituyen los barros que han devenido los presentes lodos.

Como complemento a este interesante documento de análisis, no dejaría de recomendar la lectura de la obra enciclopédica “El Holocausto Español”, debida a Paul Preston y publicada en la editorial Debate este mismo año. Análisis exhaustivo de la represión en el campo sublevado pero también descripción pormenorizada del bando antifascista, con algunos tópicos sobre el movimiento libertario, que merecen un análisis más detallado, a modo de reflexión compartida,  en un próximo número de Libre Pensamiento.

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Reseña sobre "Breve Historia del Anarquismo Vasco" de Jtxo Estebaranz https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/resena-sobre-breve-historia-del-anarquismo-vasco-de-jtxo-estebaranz/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/resena-sobre-breve-historia-del-anarquismo-vasco-de-jtxo-estebaranz/#respond Wed, 21 Sep 2011 10:14:40 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3352 Saioa Astrain

La historia del anarquismo vasco cuenta con tres asertos que, por repetidos, lastran una posible visión de la misma. A saber, que el anarquismo vasco no tuvo sino una presencia menor en el convulso primer tercio del pasado siglo, que su actividad no se proyectó al interior del movimiento libertario español y que tampoco contribuyó a aportar personalidades singulares a la tradición anarquista.

Sin embargo, trabajos como el que se propone en “Breve Historia del Anarquismo Vasco” nos presentan un cuadro diametralmente opuesto. Escrito en clave de manual (que permita un acercamiento al público en general, pero también aporte datos y criterio para las sensibilidades libertarias), su estructura, que entremezcla el relato histórico con pequeñas biografías y temas alusivos a la cultura y debates de la tradición anarquista, muestra, por el contrario, un movimiento libertario vasco presente en las tensiones de cada época, atento y participante en las evoluciones ideológicas y organizativas libertarias que surgen en el conjunto del estado español y con un significativo número de militantes con importante peso en la propuesta anarquista.

Si bien la aparición del proletariado vasco como tal y de las formas asociativas que darían  origen al movimiento obrero local y a sus diversas tendencias, fue relativamente tardía frente a su constitución en otras áreas del estado francés y español, a través del texto puede observarse tanto unos primeros acercamientos de núcleos locales a las propuestas de la Internacional, como una incorporación a los debates y tensiones anarquistas en madurez ideológica ya para la última década del siglo XIX. La irrupción de las propuestas libertarias como fuerza social en el solar vasco tendría lugar cuando la apuesta anarcosindicalista fuera definiendo sus tácticas para finales de la segunda década del siglo XX, generando la táctica del Sindicato Único una importante capacidad de imposición de la hegemonía obrera en las pequeñas ciudades vascas, como Vitoria. En la Bizkaia industrial, con la práctica de un sindicalismo de movilización favorecido por el retraimiento socialista y un contexto de crisis, la neonata CNT obtendría sus máximas cotas de afiliación y una implacable y masiva represión, que nada distó de las más descarnadas prácticas en tierras catalanas. Durante la noche de la dictadura de Primo, las prácticas de la librecultura serían, en Vasconia también, vehículo de continuidad y posibilitarían el relanzamiento libertario con la apertura republicana, que puso en marcha a una nueva generación, con mayores valores anarquistas y menores querencias sindicalistas, que protagonizó la refundación confederal y lideró el contragolpe a la sublevación derechista del 36. Con el progresivo desplome de la dictadura franquista, el anarquismo vasco tendría que bregar ante la aparición de un bloque social de rechazo movilizado sobre una base asamblearia y anticapitalista que, distintamente a lo ocurrido en otros territorios, sería articulado en torno a los discursos del nuevo nacionalismo antiimperialista.

 El peso interno de las opciones del anarquismo vasco se iría sintiendo en los progresivos debates que irían definiendo la opción anarcosindicalista, condicionando los debates sobre los contornos de la nueva CNT. Fueron también de amplio eco las opciones gubernamentalistas de los dirigentes libertarios vascos, no sólo en la Guerra sino también en el contexto del debate posterior a la derrota, lo que llevaría a muchos de estos hacia posturas proclives a la creación de un Partido Libertario. Y tras la refundación de 1976, el grupo Askatasuna sería estandarte de la apuesta por una CNT global frente a la sindical, y, más tarde, con la ruptura confederal de 1979, importantes figuras y secciones vascas apuntalarían cada una de las dos opciones del anarcosindicalismo.

Así, en cada uno de los tramos históricos desde que se produjera la madurez del anarquismo vasco, brillarían personalidades libertarias, tales como el anarco-comunista Vicente García, el propagandista Aquilino Gómez,  el imprescindible Galo Díez, gentes de acción como Gregorio Suberviola, teóricos como Isaac Puente o secretarios generales como Yoldi o Martínez Prieto. Y contemporáneos como Fuentes u Olaizola.

Aderezado con un fuerte componente gráfico que ratifica la extensión de la propuesta libertaria vasca, esta “Breve Historia” puede, por el contrario, dar mucho de que hablar en el conjunto de las sensibilidades libertarias, al proponer una historia del movimiento libertario amplia y equidistante con las querencias autojustificativas de sus tendencias. No obstante, los criterios y opciones del propio autor, en consonancia con su propia biografía militante, son palpables en el conjunto de la propuesta, comenzando por un cuestionable ámbito territorial (el conjunto de Vasconia) sin correspondencia con un ámbito organizativo específico libertario, o la buscada equidistancia que le hace terminar el volumen con un final necesariamente descriptivo, sin decantarse por una clara propuesta de futuro para la actual encrucijada libertaria.

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El cine y la última crisis (separando el grano de la paja) https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/el-cine-y-la-ultima-crisis-separando-el-grano-de-la-paja/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/el-cine-y-la-ultima-crisis-separando-el-grano-de-la-paja/#respond Wed, 21 Sep 2011 09:58:03 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3350 Este artículo pretende ser una reflexión sobre el cine social estrenado en nuestras pantallas en la primera década del nuevo milenio con especial atención a los títulos que directa o indirectamente están relacionados con la última crisis vivida a nivel mundial (la crisis económica de 2008/?) y cómo sus argumentos han reflejado las consecuencias que para la economía y el mundo del trabajo está teniendo la problemática de los despidos y la implicación de las corporaciones financieras.

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Jabi A. ( coordinador de las sesiones de cine social VIERNES CINE en Murcia. Sindicato de Oficios Varios de Murcia)

 Este artículo pretende ser una reflexión sobre el cine social estrenado en nuestras pantallas en la primera década del nuevo milenio con especial atención a los títulos que directa o indirectamente están relacionados con la última crisis vivida a nivel mundial (la crisis económica de 2008/?) y cómo sus argumentos han reflejado las consecuencias que para la economía y el mundo del trabajo está teniendo la problemática de los despidos y la implicación de las corporaciones financieras.

 No es, por tanto, un análisis de todo el cine social surgido en estos años sino un acercamiento a aquellos títulos que por su contenido podrían servirnos de guía para entender las causas de la crisis, convirtiendo al grupo de películas en que predomina esta temática en un “tópics” (o subgénero, en este caso de películas sobre la crisis), donde como veremos hay dramas, comedias, cine romántico, musicales, y sobre todo documentales, destacando las premisas que proponen y revelando aquellas ocasiones en que esconden un mensaje más conservador del que en apariencia critican.

 Deteniéndonos en esta última observación vamos a empezar comprobando algunos conocidos ejemplos de este tipo de cine que podríamos denominar ambiguo, como mínimo, en su denuncia: “Up in the Air” (1), “The company men” (2), “Inside Job” (3) y “Too Big to Fail” (4). Cuatro títulos anunciados como fustigadores de la crisis actual (los dos primeros explorando los destrozos que están causando las “reestructuraciones” laborales, y los otros dos indagando el motivo de su aparición y el papel que jugaron sus responsables) con los que la poderosa maquinaria propagandística de la industria estadounidense logró generar expectativas, incluso entre sus detractores progresistas, siendo en realidad historias falazmente embaucadoras en sus conclusiones y/o carentes de radicalidad (en su sentido original de “ir a la raíz”).

 La inclusión de “Up in the Air” y “The company men” en el llamado cine de denuncia social (así lo ha querido ver parte de la crítica) podría considerarse como algo puramente tangencial. Es cierto que contienen una acusación clara a la progresiva falta de humanización que está llenando todas las áreas de las relaciones laborales, pero se limita a mostrarnos cómo la sufren en la clase media acomodada o, a lo sumo, oficinistas y cuadros intermedios aturdidos ante la falta de valoración por sus largos años de lealtad a la empresa. En ambos casos la denuncia del modelo económico no va dirigida a analizarlo, ni pretende dar alternativas (más allá de proponer que hay que esforzarse y elegir buenas personas para los altos cargos). La única respuesta que muestran sus protagonistas es la de resignarse estoicamente para poder seguir adelante sin trastornos emocionales (la alternativa es el suicidio), enmarcando el drama en mensajes de superación personal, lucha individualista y apoyo en los valores familiares, en definitiva los consejos morales con los que una y otra vez se nos machaca desde Hollywood. No se puede dejar de comparar ambas historias con la visión de Fernando León de Aranoa en “Los lunes al sol” (5), donde nos enseña la otra cara de “The company men” (esto es las consecuencias de los despidos pero en la clase trabajadora, adoptando un discurso de clara necesidad de enfrentamiento al poder económico bastante alejado del individualismo y el conformismo de su homóloga americana), o la visión de Laurent Cantet en “Recursos humanos” (6), auténtico reverso tenebroso de “Up in the Air”, donde el papel del ejecutivo de recursos humanos (también dedicado a notificar los despidos de las reconversiones) no tiene nada del encanto de George Clooney, tomando conciencia de su vergonzosa tarea y planteando la necesidad de organizarse y luchar.

 En los casos de “Inside Job” y “Too Big to Fail” sí estamos, al menos, ante tramas directamente relacionadas con las causas de la crisis y sus protagonistas. Ambas películas muestran la cada vez más alarmante falta de control sobre las actuaciones corporativas por parte de las instituciones políticas. Las dos (una con formato documental y la otra como biopic coral de los principales implicados en las decisiones de la época) consiguen su propósito: hacer fácilmente comprensible a todo el público el motivo y dónde se encontraban los culpables. No obstante viniendo de dos de las grandes “majors”, Sony y HBO/Warner, era de esperar que su intención sólo fuera centrarse en denunciar las causas finales de la crisis y a los culpables, justificando posibles reformas que impidan que eso vuelva a pasar, pero sin cuestionar el sistema financiero. En ningún momento entran a valorar un posible cambio de modelo político/social, o se insinúa la necesidad de luchar para defenderse de las agresiones laborales y económicas que están por venir (resulta curioso que Inside Job se inicie con la descripción de la hecatombe bancaria de Islandia y luego rehúse mostrarnos lo ocurrido tras ella, o por lo menos contrastar con respecto a Europa y EE.UU. la fórmula económica elegida allí para salir de la crisis). Podríamos decir que su crítica apunta exclusivamente a que hay que volver a regular algo más el mercado para que no se descontrolen los especuladores y, en todo caso, evitar que queden impunes los responsables de la situación actual.

 Al incidir en estos ejemplos llegados de EE.UU. no debemos suponer que el cine hecho allí adolece de falta de radicalidad y compromiso político. Esta ha sido una de las respuestas (la más hábilmente domesticada) de la gran industria a lo que está sucediendo, pero hay que reconocer que es el cine anglosajón (y entre ellos el norteamericano) el que más producción está generando con voluntad de explicar didáctica e incluso enérgicamente (en contenido y orientación ideológica) la necesidad de cambiar el actual modelo social, consiguiendo, además, llevarlo a las salas de estreno, televisores y ordenadores de todo el mundo. Sería imposible analizar en este espacio todo el cine surgido de estos países denunciando las políticas económicas que finalmente han llevado a la crisis. En el Reino Unido, p.e., las políticas neoliberales instauradas por Margaret Thatcher a principio de los 80’ llevaron a un cine de denuncia social que tod@s reconocemos en directores como Ken Loach (7), Stephen Frears (8), Peter Cattaneo (9), Stephen Daldry (10), o reporteros como John Pilger (11) y sus documentales sobre la imposición económica colonialista (“economía global” lo llaman) sobre el resto del mundo.

 Tenemos, por tanto, que despojarnos de prejuicios estereotipados sobre dónde o quiénes tienen la oportunidad de sorprendernos con sus propuestas cinematográficas, y destacar que en la actualidad, en el análisis de la crisis, los títulos más sobresalientes a la hora de ayudarnos a comprender su origen y sus consecuencias, hablan inglés. En concreto, apuntando a los más significativos hasta el momento podríamos nombrar a:

 – “The corporation”, de Mark Achbar y Jennifer Abbott (12).

“Capitalismo: una historia de amor”, de Michael Moore (13).

– Y “La Doctrina del Shock”, de Michael Winterbottom y Mat Whitecross (14).

 Estrenada cuatro años antes de estallar la crisis “The corporation” es posiblemente el más interesante análisis que se haya documentado sobre el origen y actuación de la forma de capitalismo en que nos encontramos. Dividido en varias partes elaboradas a través de numerosas entrevistas con premios Nobel, directivos de grandes empresas, economistas, intelectuales, políticos…, esta producción canadiense nos advierte del monstruo que esconde la economía capitalista, de cómo al dotar a las corporaciones del status de «persona», desde el punto de vista jurídico y legal (facultad que les permite la actividad mercantil como si de un humano se tratase), deberíamos haber tomado en cuenta qué tipo de “personas” habíamos creado, ya que al aplicarles un estudio psicológico de síntomas se obtiene que:

 – Carecen de empatía (indiferencia por los sentimientos ajenos).

– Tienden a saltarse las normas sociales relacionadas con los límites.

– Tienden a despreciar la seguridad de la población y el entorno.

– Si es rentable falsean, mienten y engañan.

– No tienen sentimientos de culpabilidad.

– Manifiestan incapacidad para mantener relaciones duraderas.

 Siendo, por tanto, una suerte de PSICÓPATAS que finalmente se han hecho con el destino económico del mundo. La intervención final de Michael Moore resume a la perfección esta advertencia cuando nos plantea lo irónico que es el que las grandes corporaciones le financien unos proyectos cuyo destino es oponerse a ellas. La conclusión a la que llega es que al ser rentable les da igual, porque en realidad “no creen en nada”, mientras de beneficios se trate todo está justificado (lo que en el documental vemos como se extrapola a contaminar el entorno, deteriorar las condiciones laborales o provocar guerras y hambrunas en el mundo).

 Michael Moore confirmó esta conclusión cinco años más tarde en su “Capitalismo: una historia de amor” (2009), una producción financiada y distribuida por una “majors” (en este caso la Paramount), donde realiza una de las denuncias más críticas, valientes y acertadas sobre las consecuencias del actual sistema financiero y la manipulación a que, desde las grandes compañías y el gobierno, se está sometiendo a la población. Moore, que lleva bastantes años gritando verdades incómodas a los oídos de sus compatriotas, denuncia en esta ocasión el modo en que la excesiva codicia y el interés particular han puesto al descubierto la falsedad del idealizado “sueño americano”, trazando un descorazonador retrato de un país en el que va aumentando progresivamente el poder de la oligarquía gracias a un entramado corporativo que logra todos sus propósitos (legitimado y protegido por los sucesivos gobiernos) mientras se extiende la desigualdad social y la pobreza. Su cine está claramente dirigido a despertar al público estadounidense, pero su certera crítica apunta con igual sentido a quienes desde cualquier parte del mundo defienden las supuestas bondades de las liberalizaciones promovidas por el sistema financiero. Una pena que, al final, se dejara arrastrar por el “efecto Obama”.

 “La Doctrina del Shock” (2009), documental basado en el libro de Naomi Klein (15) de mismo título, que llegó a nuestras pantallas con dos años de retraso, explica el ascenso de las teorías económicas de Milton Friedman y su Escuela de Economía de Chicago (los Chicago Boys) ayudándonos a entender cómo se ha ido gestando la forma de capitalismo en que nos encontramos, y cómo un modelo cargado de medidas financieras tan impopulares e insolidarias que sólo había podido imponerse por la fuerza en algunas dictaduras sudamericanas se ha instalado finalmente en EE.UU. y Europa. Para ello nos muestra la estrategia utilizada, la doctrina del shock desarrollada por Friedman, una hábil maniobra manipulativa impuesta con apremio a partir de potenciales desastres que provocan en la población una enorme alerta pública (p. e., un inminente desastre económico, una catástrofe natural, ataques terroristas, epidemias, guerras, crisis, etc.) con el objetivo de preparar el terreno con el que quebrar la voluntad de una sociedad que, alcanzado ese estado de shock, renuncia a valores que de otro modo defenderían con entereza, dando paso al saqueo de los intereses públicos y la implantación de reformas en beneficio de las grandes corporaciones. El documental no refleja, en sus 80 minutos, todo el conglomerado de documentos, referencias e investigaciones que Naomi Klein introduce en su voluminoso libro (cuya lectura da, evidentemente, una visión más completa), pero a cambio Michael Winterbottom y Mat Whitecross (codirectores y coguionistas) consiguen dotar a la trama de un sentido del ritmo y agilidad que capta nuestra curiosidad sin perdernos en tecnicismos, dando como resultado la fácil comprensión de su denuncia a través del seguimiento, desde los años 70’, de como se ha venido poniendo en práctica esta estrategia del shock en países como el Chile de Pinochet, los EE.UU. de Reagan y Bush, la Rusia de Yeltsin, la Gran Bretaña de Thatcher, o la Europa del Euro, y como el modus operandi de los seguidores de Milton Friedman, ha sido (sigue siendo en la actual crisis) el mismo.

 Finalmente no podemos olvidar el desembarco de propuestas llegadas con la expansión de Internet (a finales del milenio pasado), que junto al desarrollo tecnológico de los equipos de filmación y montaje (consiguiendo el abaratamiento de las realizaciones), y la facilidad de distribución que ha supuesto la red, ha permitido acercar al mundo toda una nueva ola de interesantes producciones con los que hemos descubierto la capacidad creativa del activismo estadounidense. Destacaremos dos agitadores títulos cuyos ecos superaron lo estrictamente cinematográfico: “This Is What Democracy Looks Like” (16), documental que recoge las imágenes captadas por la cámaras de más de 100 activistas sobre los sucesos de noviembre de 1999 en Seattle (en la reunión del Fondo Monetario Internacional) logrando que los medios se fijaran por primera vez en el movimiento antiglobalización, y la archiconocida “Zeitgeist” de Peter Joseph (17), una trilogía de difusión gratuita por la red que nos muestra la sorprendente expansión a que ha llegado este tipo de documentales (marginados de los circuitos de distribución comercial) logrando que más de 50 millones de personas vean sus turbadores e intrigantes análisis sobre las crisis surgidas desde el siglo pasado (creíbles o no) uniéndolas a una teoría conspirativa corporativa, gubernamental y religiosa, y atreviéndose a aportar un modelo económico y social (de principios libertarios aunque algo mesiánico) alternativo al actual. El éxito de estos documentales ha impulsado aun más la difusión de este tipo de producciones a través de correos electrónicos y redes sociales, al punto de saturarnos de información. Se podría decir que en la actualidad el problema no está en la limitación de acercamientos sobre cualquier tema que interese, o el acceso a ellos, sino en encontrar la fórmula para poder ejercer una criba que nos evite ver lo ya conocido (aunque peor hecho) y en bastantes casos la pérdida de tiempo.

 Estos cinco documentales forman parte de lo más destacado. Faltarían multitud de títulos que de una u otra forma muestran las consecuencias de las políticas neoliberales que llevaron a la desregularización del sector financiero, la flexibilización del mercado laboral, la privatización o cierre de empresas públicas, la retirada de subsidios, los efectos de la globalización…, pero este trabajo de síntesis sólo pretende ser una guía de iniciación sobre las películas más pedagógicas y comprometidas en la explicación de la crisis y, por extensión, del sistema económico que nos domina. Sugiere asimismo una pregunta sobre el cine del nuevo milenio: ¿por qué este predominio casi exclusivo de la cinematografía anglosajona en la realización de películas radicalmente combativas contra la crisis y el modelo político/económico de la que surge?

“El cine, el poder lo sabe bien,

tiene en comparación con cualquier otro medio de comunicación

la mayor capacidad pedagógica para ayudar a comprender fácilmente

la naturaleza de un tema

y, a la vez, de lograr confundir y manipular sus premisas.”

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 1.- “Up in the Air” (Jason Reitman. USA, 2009. Paramount). Nominada a 6 Oscars (incluyendo mejor película), y 6 Globos de Oro (premio Mejor Guión).

 2.- “The company men” (John Wells. USA, 2010. Weinsteinco). Nominada en numerosos festivales entre los que destacan el de las Asociaciones de Críticos de Chicago y Dallas, los Premios Ghotam de Cine Independiente y los Premios Satellite de la Academia Internacional de Prensa.

 3.- “Inside Job” (Charles Ferguson. USA, 2010. Sony). Multipremiado documental del 2010 (Oscar al Mejor Documental de ese año) sobre las causas de la crisis.

 4.- “Too Big to Fail” (Curtis Hanson. USA, 2011. HBO). Nominada a 11 Premios Emmy en el 2011, y a la Mejor Miniserie por la Asociación de Críticos de la Televisión (EE.UU. y Canadá)

 5.- “Los lunes al sol” (Fernando León de Aranoa. ESP/IT/FR, 2002. Elías Querejeta). Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, 5 premios Goya, 34 premios internacionales, 18 nominaciones…

 6.- “Recursos humanos” (Laurent Cantet. FR/GB, 1999. La Sept-Arte). Premio César a la Mejor Ópera Prima, y 18 premios y 5 nominaciones más en diversos festivales.

 7.- Ken Loach: Riff Raff (1990), Lloviendo piedras (1993), Mi nombre es Joe (1998), La cuadrilla (2001), Felices dieciséis (2002), En un mundo libre (2007).

 8.- Stephen Frears: Mi hermosa lavandería (1985), Café irlandés (1993), La camioneta (1996).

 9.- Peter Cattaneo: Full Monty (1997).

 10.- Stephen Daldry: Billy Elliot (2000).

 11.- John Pilger: Paying the Price: Killing the Children of Iraq (2000), The New Rulers of the World (2001), Breaking the Silence: Truth and Lies in the War on Terror (2003), Stealing a Nation (2004), The War on Democracy (2007), y La guerra que usted no ve (2010).

 12.- “The corporation” (Mark Achbar y Jennifer Abbott. CAN, 2003. Big Picture). Premio del Público en los Festival de Sundance, Philadelphia y Tesalónica, Premio Especial de Jurado en el Festival de Documentales de Ámsterdam, Premio de la Asociación Internacional de Documentales, Premio a la película más popular de Canadá en el Festival de Vancouver.

 13.- “Capitalismo: una historia de amor” (Michael Moore. USA, 2009. Paramount). Premio de la Sociedad de Críticos de Phoenix, Premio Little Golden Lion en el Festival de Venecia, y 7 nominaciones más diversos festivales..

 14.- “La Doctrina del Shock” (Michael Winterbottom y Mat Whitecross. GB, 2009. Renegade Pictures). Estrenada en el Festival de Berlín ha sido exhibida también en Sundance y el Festival de San Sebastián, y nominada a Mejor Película Europea en los Premios Goya.

 15.- Economista, periodista y escritora, Naomi Klein no sólo es la autora de “No Logo: El poder de las marcas“ (Ed. Paidós), y “La Doctrina del Shock: El auge del capitalismo del desastre” (Ed. Paidós), es también la guionista de “La Toma” (Avi Lewis. Canadá, 2004. Barna-Alper) premiado documental sobre la autogestión en las fábricas ocupadas de Argentina.

 16.- “This Is What Democracy Looks Like” (Jill Friedberg y Rick Rowley. USA, 2000.  Big Noise). 7 años más tarde sería llevada al cine en “Batalla en Seattle” (Stuart Townsend. CAN/USA/ALE, 2007. Remstar) comprometiendo en el proyecto a un buen número de conocidos actores, aunque suavizando parte de su discurso político y desarrollando un tono conciliador con el punto de vista policial e institucional.

 17.- “Zeitgeist: The Movie” (Peter Joseph. USA, 2007. GMP). Premio Espíritu Artivista de Largometraje Documental en el Artivist Film Festival & Awards (Festival de Películas y Galardones de “Artivismo”) de Los Ángeles.

 “Zeitgeist: Addendum” (Peter Joseph. USA, 2008. GMP). Nuevamente Premio Espíritu Artivista de Largometraje Documental en el Artivist Film Festival & Awards.

 “Zeitgeist: Moving Forward” (Peter Joseph. USA, 2011. GMP). Estrenada el 15 de enero de 2011 simultáneamente en más de 60 países y 30 idiomas siendo uno de los mayores eventos independientes en la historia del cine. La película se ofreció gratuitamente en Internet el 26 de enero de 2011, recibiendo (en YouTube) 300.000 visualizaciones en las primeras 24 horas. Hubo 2 millones de reproducciones en las primeras dos semanas de publicarse.

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Ni apocalípticos ni integrados, sino todo lo contrario https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/ni-apocalipticos-ni-integrados-sino-todo-lo-contrario/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/ni-apocalipticos-ni-integrados-sino-todo-lo-contrario/#respond Wed, 21 Sep 2011 09:52:44 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3348 Jesús Ruiz (historiador de lo libertario), Julio Rubio (profesor de informática)

Toda innovación supone la apertura de nuevas posibilidades que pueden desplegarse en diferentes direcciones. Las nuevas tecnologías a la vez que abren espacios a la participación y la horizontalidad, también la condicionan, por un lado y, por otro, pueden consolidar predominios.
Presentamos un diálogo mantenido por correo electrónico entre Jesús Ruiz y Julio Rubio, favorable el uno y crítico el otro respecto las posibilidades que éstas ofrecen.
P1. (Jesús) El anarquismo plantea una revolución total, que no deje en pie ninguna de las formas de coerción que someten a los individuos. Su objetivo es la liberación completa de los hombres, no sólo económica, sino también política, intelectual y moral.
El anarquismo implica un modo de actuar específico, coherente con el proyecto libertario. Históricamente se ha distinguido por la puesta en práctica de relaciones horizontales, no jerárquicas, en las que la organización, la capacidad de trabajar de modo coordinado, se combinaba con la autonomía de los individuos y los colectivos. A continuación intentaré demostrar que las actividades de los libertarios en Internet continúan y actualizan la tradición anarquista de la que son herederos.
R1. (Julio) Este primer punto es principalmente descriptivo y, pese a que ciertas afirmaciones podrían ser matizadas, no voy a rebatirlo.
P2. La revolución anarquista sólo podrá ser hecha por hombres conscientes, que han aprendido a ser libres.
El movimiento libertario ha dado vida a un proyecto sindical propio, pero también a un proyecto cultural y educativo, al que dedicó desde sus orígenes ingentes esfuerzos.
Este proyecto cultural y educativo libertario ha encontrado un amplio espacio de desarrollo en Internet. De múltiples maneras. No sólo a través de la producción y difusión de creaciones propiamente libertarias, textos, fotografías, audios y vídeos, que crean un discurso alternativo al modo de pensamiento hegemónico.
También a través de la mera difusión de parte del caudal de saberes e información que hacen de Internet una biblioteca inabarcable. Poner la cultura al alcance de los desposeídos, como un bien social más, siempre fue una de las preocupaciones de los libertarios. Por eso las editoriales ácratas incluían también en su catálogo clásicos de la literatura universal y obras de carácter científico y filosófico escritas por autores ajenos al anarquismo, que vendían a precios asequibles.
Por último, la dimensión cultural enlaza con la educativa, en tanto el acceso a la información es un requisito para el aprendizaje. Corresponde al individuo, disponiendo libremente de ella, interpretar dicha información de manera crítica y construir sus conocimientos de acuerdo con sus inclinaciones y necesidades, como desearían los pedagogos libertarios. Resurge así la figura del militante autodidacta, esta vez con acceso a innumerables recursos.
R2. En este punto se señalan las ventajas de Internet como difusor de información. Sin negarlas, las afirmaciones realizadas obvian cualquier consideración socio-económica, y lo que se ha venido a denominar «brecha digital».
 ¿Quién tiene realmente (y no solo potencialmente) acceso a las informaciones disponibles en Internet? Sin hacer un estudio sociológico a fondo, está claro que gran parte de la población que podría ser receptiva a los mensajes libertarios (en nuestros países, y todavía en mayor medida en los países más expoliados) no accede a Internet, sea por falta de medios técnicos o por falta de tiempo (e incluso de interés).
Los Ateneos Libertarios se nutrían de, y estaban orientados a, los más desfavorecidos. ¿Sucede lo mismo con Internet? Podría ser que el advenimiento de la telefonía móvil (ésta sí implantada en amplias capas de la población mundial) con acceso a Internet podría cambiar la situación, pero, por el momento, no creo que sea cierto que Internet esté ayudando a llevar a los desposeídos hacia las ideas libertarias.
P2bis. La noción de desposeído es relativa. Yo hablaba de los desposeídos de la cultura, producida y acaparada por los poderosos. La cultura sigue siendo una mercancía, y usar Internet permite llegar a ella a bajo coste, gracias a los contenidos de libre acceso. Coincido en que la «brecha digital» es un grave obstáculo. Son  muchos los que quedan fuera, sobre todo en aquellos lugares donde se  padecen más injusticias: los grupos más vulnerables. Luchar contra  esta «brecha digital» puede ser un objetivo para el ciberactivismo.
R2(sigue). Otro aspecto que se obvia en la anterior descripción, es que la pedagogía libertaria intenta mezclar juiciosamente el «pensar» con el «hacer». ¿No nos lleva Internet hacia una cultura de ojear (ni siquiera leer) y, a lo más, de escribir y publicar? Los Ateneos Libertarios estaban en locales «físicos», usualmente compartidos por sindicatos y otras asociaciones, donde la gente no solo leía (o aprendía a leer), sino que se «tocaba» con los demás, y se animaba a la acción. ¿No estará yendo Internet en la dirección contraria? Uno se siente cercano y conectado con los luchadores egipcios, pero no se habla con su vecino del portal de al lado…
P2bis. Me remito a la Tesis 6, versículo segundo: «No pienso que todo se pueda cambiar por la sola mediación de Internet». Valga tu observación para precisar el porqué (o uno de los porqués).
 P3. En el proceso de construcción de una contra-hegemonía desde el ámbito libertario, merece mención aparte la creación de medios de comunicación propios en Internet.
Su necesidad nace de la conciencia de que los medios de comunicación de masas de empresa y oficiales están al servicio del pensamiento dominante, y excluyen o tergiversan la información sobre los movimientos que lo desafían. Lily Litvak, al analizar la eclosión de la prensa ácrata entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, señaló como una de las características peculiares de este tipo de periódicos el que funcionaban como canales abiertos a sus lectores, quienes eran responsables, en buena medida, de la redacción de contenidos.
Del mismo modo, los medios de comunicación alternativos surgidos en Internet, ya sean exclusivamente libertarios o estén abiertos a un abanico más amplio de organizaciones y movimientos con vocación revolucionaria, permiten un alto grado de interactividad a la hora de generar, elegir, supervisar y valorar la información.
 La propia morfología de Internet, una red abierta, donde cada terminal es emisor y receptor, favorece el resurgir de un tipo de producción y gestión colectiva de conocimiento que ya formaba parte de la tradición anarquista.
Pero además los medios de comunicación alternativos contribuyen a la creación de una comunidad virtual a partir del grupo de lectores-redactores implicados en el proyecto, y no sólo informan, sino que se orientan a la acción: constituyen estructuras de organización y redes de movilización.
 R3. Este punto recoge muchas afirmaciones que son indiscutiblemente ciertas. Pero ignora que cada tecnología nos «usa» (no solo nosotros nos servimos de ella, sino que también ella nos impone una forma de interactuar). Así, un estudio realista de las interacciones en la red hace ver que hay roles que no solo no desaparecen sino que se acentúan. La supuesta equivalencia entre emisores y receptores en los medios electrónicos se traduce finalmente en una prevalencia de aquellos que tienen más habilidades (o más tiempo) para difundir sus puntos de vista. En el caso concreto de los periódicos digitales, no se aprecia que (más allá de poder opinar sobre algunas noticias o editoriales) los lectores hayan podido cambiar la «agenda» de los distintos medios. Y eso incluye también a los medios alternativos.
P3bis. Creo que debes explicar con más claridad qué formas de interactuar, perniciosas desde el punto de vista libertario, impone Internet a sus usuarios.
R3bis. Me temo que no tengo las ideas suficientemente claras en este punto como para plasmarlas aquí de un modo escueto. Pero estoy seguro de que «algo hay». Quede este aspecto para un próximo intercambio de opiniones.
P3bis(sigue). Con respecto a lo de que en la comunicación a través de Internet prevalecen el emisor más hábil o el que más intervenciones hace, creo que no es necesariamente cierta. Si el receptor es inteligente, no se dejará persuadir ni por la mera retórica ni por la repetición. Y eso queremos los libertarios: internautas instruidos y sagaces. El ruido es un obstáculo, pero los navegantes expertos tienen la pericia suficiente para vadearlo. Por último, auguro el fracaso de los medios alternativos que no sean capaces de establecer una auténtica comunicación, bidireccional, con su comunidad de receptores. Sólo podría retener su fidelidad el desaliento provocado por la falta de auténticas alternativas.
P4. El propio funcionamiento de las redes sociales, fenómeno en expansión en Internet, se relaciona con el modo de hacer anarquista: se forman a partir de lazos de afinidad, y tienen una estructura horizontal, basada en relaciones igualitarias entre sus miembros.
La capacidad de convocatoria de las redes sociales ha quedado de manifiesto en la reciente aparición del movimiento 15-M, dotado él mismo de tantas similitudes con la tradición libertaria. Las comunidades virtuales del ciberespacio son el reflejo de un tejido social auténtico, más o menos difuso y fluido, pero capaz de organizarse con rapidez para lograr objetivos concretos en el espacio real.
R4. Qué duda cabe de que el 15-M, y antes las rebeliones en Túnez y Egipto, han mostrado que los vínculos entre lo virtual y lo real son más fuertes de lo que los tecnófobos anunciaban. Pero ello no debe evitar una mirada crítica hacia las redes sociales. Su propia naturaleza «cierra» en cierto modo Internet. Lo que antes era por defecto público, como en las páginas web de siempre, en las redes sociales puede ser protegido a través de un sistema de «amigos» o miembros del grupo, que tienen acceso a partes de la información reservadas a otros lectores. Sabemos que a Bakunin le encantaban las sociedades secretas, pero no creo que sean un modelo tecnológico a seguir.
P4bis. He aquí otro campo para el ciber-activismo: incorporar la transparencia y la apertura a todas las redes de inspiración libertaria, o en las que participen por afinidad libertarios.
 Es decir, convertir las redes sociales en un auténtico medio de relación horizontal. El secretismo genera incomunicación y perpetúa jerarquías, al relegar la toma de decisiones a una camarilla. La relación por la base entre militantes y simpatizantes es un medio para prevenir tales intentos de control.
P5. La propia morfología de Internet, de carácter abierto, donde cada terminal es emisor y receptor al mismo tiempo, es óptima para el resurgir de un tipo de producción y gestión colectiva del conocimiento y de formas de sociabilidad propias de la tradición libertaria.
La defensa del libre intercambio de contenidos y de la privacidad de los usuarios en Internet se ha convertido en una forma de activismo propia del ciberespacio.
 Una reacción que permite concebir esperanzas contra eventuales tentativas de censura o regulación represiva de la red. Dentro de esta constelación de resistencias, no puedo dejar de mencionar al hacker, prototipo del ciber-activista.
R5. De nuevo una loa acrítica a la tecnología de redes, que ignora tanto los orígenes de Internet (proyecto de defensa estadounidense, para proteger la gestión de su gobierno y armamento en caso de ataque nuclear sobre una sede concreta) como el funcionamiento real de la red. Si ponemos todas nuestras esperanzas en los medios electrónicos, estamos delegando nuestra autonomía, pues dependemos de terceros para su funcionamiento (administradores de servidores, de «routers», de las mismas líneas físicas que soportan a las redes). El principio de autonomía pide que el colectivo, por si mismo, pueda desarrollar su labor. La transparencia de las redes nos hace olvidar sus principios físicos y que, finalmente, son personas las que deciden qué está conectado y qué no. Esas personas tienes sus propios intereses (económicos o estratégicos en su mayor parte), que poco tienen que ver con ninguna tradición libertaria (si excluimos el «anarcocapitalismo», claro está). La morfología externa (la que ven los usuarios finales) puede ser abierta, pero su morfología interna está bien atada por condicionantes técnicos y económicos.
De un modo similar, el activista libertario tradicional es un «hombre del común», que puede ser «cualquiera», reemplazable por otro (al menos teóricamente). En cambio el «hacker» tiene una preparación hiper-especializada, que lo separa esencialmente del hombre de la calle al que teóricamente quiere proteger. Simpatizo con el colectivo «Anonymous», pero siempre que actúan me viene una cautela a la mente: en caso de conflicto de intereses, ¿quién nos defenderá de nuestros defensores?
P5bis. La primera objeción me parece atinadísima. Aunque la autonomía técnica y económica alcanzada todavía no es completa, organizaciones como Nodo50, proveedor de servicios de Internet sin ánimo de lucro orientado a los movimientos sociales, trabajan por preservar de modo razonable un espacio de libertad en Internet.
La segunda objeción también me parece correcta. Pero creo que no plantea problemas insolubles: precisamente la formación de redes transparentes y horizontales y la puesta en común de saberes diluye y en último término anula la dependencia de «individuos imprescindibles».
P6. En este artículo a dos voces me corresponde por convicción el papel de creyente. No pienso que todo se pueda cambiar por la sola mediación de Internet. Pero creo firmemente que Internet representa un inmenso potencial revolucionario, ya que permite planificar y poner en marcha alternativas organizadas al sistema de explotación y alienación dominante. A escala planetaria, y con la intensidad que confieren los contactos instantáneos, en tiempo real.
R6. Mi papel es el del crítico feroz de la tecnología. Pero no soy un tecnófobo convencido. Solo señalo puntos que creo que pasan desapercibidos en la mirada acrítica usual.
 P7. O, lo que es lo mismo, creo que una revolución mundial está más cerca de convertirse en realidad gracias a la existencia del ciberespacio.
R7. En esto no puedo coincidir. Como en el mundo real, los libertarios no son los únicos agentes en juego, ni los más numerosos, ni los más poderosos. No veo por qué la existencia de Internet podría acercarnos a la emancipación. La tecnología permite mecanismos de control social muy potentes, que se activarían como reacción a una eventual movilización mundial.
P8. Internet, como la imprenta o el sindicato, es una herramienta de emancipación. Pero las herramientas dependen del uso que se las dé, y los libertarios no somos los únicos internautas, sino una minoría.
También se extiende al ciberespacio el dominio del pensamiento hegemónico. Y aunque Internet es un medio que privilegia formas de relación equitativas, en él proliferan todo tipo de autoridades y exclusiones. Nunca ha sido un camino fácil. Pero en el ciberespacio están sembradas las semillas de la solidaridad y toma cuerpo la urgente revolución.
R8. De acuerdo: «Nunca ha sido un camino fácil». De acuerdo: «Sirvámonos de Internet y las redes sociales». Pero atención: la herramienta nos «usa».

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Virus: veinte años de edición y distribución alternativa https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/virus-veinte-anos-de-edicion-y-distribucion-alternativa/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/virus-veinte-anos-de-edicion-y-distribucion-alternativa/#respond Wed, 21 Sep 2011 09:50:21 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3346 Editorial Virus

Nuestra biografía y nuestra bibliografía son inseparables del trayecto seguido por los movimientos sociales y la izquierda antiautoritaria en Cataluña y el Estado español a lo largo de los últimos veinte años. La encrucijada histórica en la que ha crecido Virus desde su nacimiento en 1991, ha determinado nuestro papel, nuestro potencial y, lógicamente, nuestras limitaciones. En plena ofensiva del pensamiento único neoliberal, con la mayoría de la izquierda institucional o extraparlamentaria heredada de los setenta-ochenta recogiendo los muebles de la derrota, y con las organizaciones libertarias en serio proceso de involución y parálisis, Virus editorial ha sido testigo y partícipe de la paciente y difícil reconstrucción de la disidencia durante estas dos décadas de fin y principio de siglo y de supuesto «fin de la historia».

 En Virus concebimos el libro como una herramienta que no tiene sentido si no es para pensar la realidad de manera radicalmente crítica y, sobre todo, para que esa crítica se convierta en una acción efectiva sobre las relaciones de poder y en prácticas liberadoras. En este sentido, nuestro trabajo en torno a temáticas como la memoria histórica, la pedagogía crítica, la antipsiquiatría, la crítica de la cárcel, el ecologismo, el feminismo, el control social o la reflexión sobre los movimientos sociales, ha formado parte de un intercambio permanente con los colectivos y personas que, con todos los elementos en contra, han apostado por lecturas de la realidad y prácticas confrontadas con la lógica dominante.

 Hemos conseguido aplicar los principios de horizontalidad, asamblearismo y autogestión y, a la vez, hacer económicamente viable el proyecto, consolidando buena parte de los objetivos marcados al principio. Además, no estamos solos en ello. Generar una estructura editorial y de distribución que ofreciera herramientas críticas a los espacios militantes y también dar a conocer en el mundo de las librerías textos críticos generalmente proscritos, hoy es tarea compartida por decenas de editoriales independientes, pequeñas distribuidoras, librerías asociativas y colectivos. Con muchos de estos espacios, unos profesionalizados y otros de carácter militante, mantenemos una relación basada en el apoyo mutuo y en el intento de evitar al máximo las dinámicas que imponen los grandes grupos editoriales. Ya no somos la excepción, ahora somos uno más entre muchos, y eso ha sido el fruto del esfuerzo de muchos años y mucha gente.

 Por otra parte, ante la evolución de un mercado y unas lógicas de distribución que mientras arrinconan la figura de la librería y el librero destruyen todo lo parecido a un criterio editorial en el vacío del marketing y las grandes superficies, Virus ha considerado las librerías especializadas y los libreros, como el único espacio en el que tanto el libro como el lector reciben el respeto que merecen. El librero, en nuestra opinión, es una de las claves frente a un mercado de tierra quemada y papel mojado.

Finalmente, también hemos apostado por un modelo diferente al imperante en el mercado editorial, tanto en lo que toca a los derechos de autor como respecto al conocimiento libre. Al contrario que la mayoría de sellos editoriales, que diferencian económicamente el star system intelectual o literario del resto de autores, procuramos mantener un trato igualitario con todos aquellos que con su esfuerzo intelectual contribuyen también a dar vida a este proyecto. De la misma manera, al igual que otras editoriales afines, hemos considerado que la lucha por el conocimiento libre, y concretamente por la difusión abierta de contenidos a través de la red, es decisiva frente a las pretensiones de mercantilizar y privatizar la cultura y el pensamiento mismo.

 En definitiva, nuestra existencia y nuestra evolución ha estado y está íntimamente ligada a la construcción de lógicas de edición y distribución diferentes a las que impone la industria editorial, y a la persistencia y el contagio de las luchas que tratan de empujar la vida y la realidad más allá de los márgenes impuestos por lo existente.

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La batalla del pensamiento. Un extraño viaje a través del intrincado laberinto del pensamiento https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/la-batalla-del-pensamiento-un-extrano-viaje-a-traves-del-intrincado-laberinto-del-pensamiento/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/la-batalla-del-pensamiento-un-extrano-viaje-a-traves-del-intrincado-laberinto-del-pensamiento/#respond Wed, 21 Sep 2011 09:32:00 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3344 Pensar críticamente hoy, pensar hoy es tarea ardua, agostada por la multiplicidad del uniformismo y dificultada por las trabas del mercado y del Estado. Para pensar hay que poner por delante el cuerpo, la vida, la actuación.

Celebramos el vigésimo aniversario de la editorial Virus, cuya biografía y bibliografía -como ellos dicen- son inseparables del trayecto seguido por los movimientos sociales disidentes

Paco Madrid

Seguramente existen muchos aspectos de la actividad social que pueden servirnos de guía para analizar el desarrollo de las relaciones sociales y la evolución de una sociedad, y uno de ellos es, sin duda, la actividad editorial. Allá por mediados de los años setenta del siglo pasado, tras la muerte del dictador, se planteó en este país un difícil problema que nada tenía que ver con el traspaso de poderes o una transición de una dictadura a una democracia, sino algo mucho más simple: cómo diseñar la continuidad de un régimen de dictadura sin que se produjeran grandes sobresaltos.

 En mi opinión los problemas principales que los nuevos protagonistas políticos tenían que afrontar eran: encuadramiento del movimiento obrero dentro de estructuras organizativas de control, es decir sindicatos sometidos a las directrices de sus respectivos partidos, ya que estaba previsto el desmantelamiento del sindicalismo vertical. El problema secular de los movimientos centrífugos, es decir, la tendencia de la periferia a reivindicar su autonomía; pero en este caso era necesario ante todo hacer que las regiones que ya habían logrado anteriormente su derecho a la misma (Euskadí y Cataluña, principalmente) se vieran contrabalanceadas. Y por último, el más que probable resurgimiento del movimiento libertario.

Este último aspecto se vio refrendado por el gran desarrollo que a partir de 1976 experimentó el anarquismo en sus diversas vertientes. Comenzaron a surgir editoriales dedicadas a la producción de libros anarquistas, como las madrileñas Campo Abierto o La Piqueta o las barcelonesas Síntesis o Zafo, que en pocos años editaron tanto libros clásicos de la historia del anarquismo, como ensayos críticos desde una perspectiva libertaria. También la editorial Etcétera de Barcelona se incorporó a esta tarea con su colección de libros y folletos, bajo el denominador común de Crítica de la política.

Ante este nuevo mercado que se abría, también algunas editoriales comerciales se pusieron a la tarea, como Siglo XXI, Tusquets, Anagrama o Júcar, algunas de ellas con ediciones muy poco cuidadas, aunque este aspecto poco importaba, porque el negocio era casi seguro. Llegados a este punto, creo conveniente decir que las editoriales señaladas son meramente indicativas y que con toda probabilidad existieron muchas más, pero mi intención no es hacer una historia de la actividad editorial, sino simplemente apuntar la tendencia general de las mismas.

También en las universidades se experimentó un extraordinario auge de las investigaciones sobre el fenómeno del anarquismo; sin embargo, salvo algunas raras excepciones que trataban de profundizar en su conocimiento, la intención era poner de relieve sus aspectos más oscuros; quizá baste señalar que en la década de los setenta se presentaron cuatro tesinas dedicadas exclusivamente al terrorismo anarquista, todas ellas, desde luego muy parecidas, ya que si tenemos en cuenta que este fenómeno quedó prácticamente reducido a la última década del siglo XIX y además el último de ellos, la explosión al paso de la procesión del Corpus en la calle de Cambios Nuevos de Barcelona, fue obra de la policía, la cantidad de investigaciones de este período de nuestra historia parece bastante exagerado. Por ello, considero que en este breve período, que se ha dado en llamar transición, se estaban intentando poner las bases intelectuales para proceder más tarde a la descalificación e incriminación del movimiento anarquista en todos sus aspectos.

Como no podía ser de otra manera también la visión que hasta ese momento se tenía de la revolución y la guerra civil de 1936-39 acapararía la atención de numerosos estudiosos, poniendo las bases de lo que más adelante, con la denominada Memoria Histórica, sería una perspectiva inocua en la que se trataría de desacreditar los enfoques que trataban de hacer resaltar los resultados positivos de las conquistas revolucionarias en tan corto espacio de tiempo. Actualmente hemos tenido una prueba evidente de hasta dónde podía llegar el desarrollo de tal política con la infamia del diccionario biográfico editado por la Real Academia de la Historia, probablemente una de las instituciones más reaccionarias de este país, en el mismo plano que la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, viejos residuos del pasado más tenebroso.

 

El acceso al poder de los socialistas, tras las elecciones generales de 1982, parecía indicar que ese primer período había terminado satisfactoriamente y que el objetivo se había cumplido, ahora se trataba de impulsar la necesaria modernización del país que demandaba el Capital, es decir, reconversión industrial y también financiera (especialmente el saqueo a los planes de pensiones de algunas empresas), a fin de ingresar en las instituciones internacionales, especialmente la OTAN y más tarde entrar a formar parte de Europa.

Esta reestructuración y concentración del capital afectaría también a las empresas editoriales, algunas de las cuales se verían absorbidas y otras acabarían desapareciendo, con esto se lograba, además, tener el control casi absoluto de las publicaciones y ahogar en papel cualquier intento de editar ensayos críticos que pusieran en cuestión todo ello. De hecho resulta paradójico que en este país la distancia entre la cantidad de libros que se publican y los que se leen resulte abismal.

Por lo que se refiere a las editoriales anarquistas, prácticamente habían desaparecido y únicamente La Piqueta seguía añadiendo volúmenes a su extraordinaria colección, Genealogía del poder; también Etcétera seguía imperturbable su modesta contribución a la edición crítica.

El inicio de la década de los noventa iba a conocer un nuevo resurgir, tímido al principio, de las publicaciones anarquistas. En Madrid se instituía la Fundación Anselmo Lorenzo que en esos años llevó a cabo una extraordinaria labor editorial y en Barcelona se fundaba la editorial Virus que, a pesar de las enormes dificultades que suponía poner en pie una empresa tan ambiciosa, logró superar todas las dificultades y comenzar lentamente a recuperar la perdida cultura anarquista y a intentar avanzar en su análisis crítico.

Estos tímidos comienzos se vieron extraordinariamente reforzados con el alborear del nuevo siglo. En Logroño se reunió un numeroso grupo de editoriales alternativas a fin de elaborar una estrategia conjunta para editar libros. Así nació Altediciones que, a pesar de las dificultades, llegó a publicar un fondo importante de libros con una fuerte carga crítica. Otras editoriales emergerían en este nuevo siglo con sus propuestas particulares: Pepitas de Calabaza en Logroño, Traficantes de Sueños en Madrid, Alikornio en Barcelona y Numa en Valencia. Algunas de ellas aún sobreviven, otras se quedaron en el camino, pero nuevas experiencias surgían: La Malatesta en el populoso barrio madrileño de Lavapiés, Brulot, La Felguera, Muturreko Burutazioak, Gatazka, Klinamen, La Ciutat Invisible, Sintra, y un largo etcétera cuya relación alargaría demasiado este breve repaso sobre la edición crítica.

Si el nuevo siglo empezaba con buenos augurios para las ediciones críticas, en el horizonte emergía la denominada ley de la memoria histórica, cuyo objetivo sería fijar de una vez por todas los contornos de nuestro pasado, convirtiéndolo en una imagen fija que inculque en las conciencias que las cosas sucedieron de aquella manera y no podían hacerlo de ninguna otra, como ya se ha hecho tantas veces con otras épocas históricas. Se trata en definitiva de ignorar los hechos revolucionarios del trienio 36-39, planteando la contienda en términos de guerra civil y enfangándose en debates sobre el recuento de muertos a modo de cortina de humo que vele definitivamente las conquistas revolucionarias. Lamentablemente, algunos escritores anarquistas se han enfangado también en estos inútiles debates, aunque no por ello se han abandonado las investigaciones de un período tan sensible como fue la revolución española y así han aparecido obras que ponen de manifiesto que las cosas no sucedieron como nos tratan de asegurar que pasaron.

Por otra parte, parece que los intentos de descreditar e incriminar a la ideología anarquista no desmayan y en esta última década, recogiendo el testigo de las tesinas que en la década de los setenta se presentaron en las universidades, se han publicado un importante número de libros y artículos sobre lo que ellos denominan terrorismo anarquista, todos ellos casi idénticos, como no podía ser de otro modo y en algún caso con títulos tan elocuentes como Anarquistas: viaje a los orígenes del terrorismo español, con un inconfundible sabor a ciencia ficción. En todos los casos, el procedimiento es muy similar: se coloca en la coctelera una serie de ingredientes históricos, se sazonan con una pizca de imaginación y se le añaden unas gotas de mala leche, después se agita convenientemente, y el resultado se vuelca en un molde en forma de libro.

 No obstante, a pesar de todos estos infames procedimientos, será imposible ahogar el espíritu crítico. Después de veinte años, la editorial Virus -flanqueada desde luego por muchas otras- ha llevado a cabo una importante labor en este sentido y sus resultados están a la vista de todos.

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Inseguridad, control social y violencia de Estado. Notas desde Venezuela "bolivariana" https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/inseguridad-control-social-y-violencia-de-estado-notas-desde-venezuela-bolivariana/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/inseguridad-control-social-y-violencia-de-estado-notas-desde-venezuela-bolivariana/#respond Wed, 21 Sep 2011 09:27:55 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3342 Nelson Méndez , Profesor Titular de la Universidad Central de Venezuela en Caracas; integrante del Colectivo Editor de El Libertario [1995 – ]

«Volvió a preguntarse para quién escribía el Diario, ¿para el pasado, para el futuro, para una época imaginaria? Frente a él no veía la muerte, sino algo peor- el aniquilamiento absoluto. El Diario quedaría reducido a cenizas y a él lo vaporizarían. Solo la Policía del Pensamiento leería lo que él hubiera escrito antes de hacer que esas líneas desaparecieran incluso de la memoria. ¿Cómo iba usted a apelar a la posteridad cuando ni una sola huella suya, ni siquiera una palabra garrapateada en un papel iba a sobrevivir físicamente?

… [Winston] volvió a la mesa, mojó en tinta su pluma y escribió:

Para el futuro o para el pasado, para la época en que se pueda pensar libremente, en que los hombres sean distintos unos de otros y no vivan solitarios… Para cuando la verdad exista y lo que se haya hecho no pueda ser deshecho:

Desde esta época de uniformidad, de este tiempo de soledad, La Edad del Gran Hermano, la época del doblepensar… ¡muchas felicidades!»

George Orwell, 1984

La inseguridad ciudadana es un problema que, sin duda, fue heredado por el gobierno de Hugo Chávez, producto entre otras razones de una inmensa deuda social históricamente acumulada con amplios sectores de la población. Pero no es menos cierto que ha venido agravándose bajo este régimen, al punto de ser considerada la mayor calamidad padecida cotidianamente por quienes habitamos en el país.

Las evidencias de la incompetencia gubernamental en la materia son múltiples: mantener el tradicional énfasis en las políticas represivas, la ausencia de una transformación estructural que disminuya significativamente la pobreza, la corrupción de los cuerpos policiales, la impunidad para los delitos cometidos por los poderosos –ya sean de la oligarquía tradicional o de la pujante “boliburguesía”, nacida al amparo de la “revolución” chavista- y un atroz sistema penitenciario destinado a castigar a los más pobres. Pero asimismo, la ambigua respuesta institucional tiene su origen en la instrumentalización estatal de la inseguridad como dispositivo de control de la sociedad. La permanente amenaza de la vulneración de la propia integridad, cierta o improbable, ha destruido los lazos formales e informales que constituyen el tejido social comunitario y han replegado a la gente a su esfera privada, abandonando el espacio público, ese ámbito en donde la transformación de la realidad presupone el acuerdo y la solidaridad con personas diferentes a uno.

La permanente coacción ejercida por la sensación de inseguridad sustituye el compañerismo por la desconfianza, disgregándonos en cotos privados, haciendo más fácil que nos controlen y manipulen. Por ello la relación de los individuos con la política y lo político, otrora ejercida cara a cara en el espacio de lo público, es mediatizada en nuestro caso por las imágenes televisivas y por la simulación de una participación, inocua y vaciada de contenido. Esta forma de política basada en el espectáculo mediático y en los acuerdos entre dirigentes a puerta cerrada, ha sido la que han privilegiado los dos bandos en pugna por ejercer el poder estatal en Venezuela. La polarización, construida y mantenida entre esas élites, ha permitido que unos pocos continúen decidiendo y oprimiendo a una mayoría, encerrada en sus hogares y temerosa de salir para exigir, defender y conquistar sus derechos. Mientras la policía y los delincuentes de todo pelaje – entre ellos los políticos profesionales – continúen gobernando la calle, para hombres y mujeres de abajo será mucho más difícil combatir miserias y desigualdades. El resultante toque de queda autoimpuesto sugiere la validez de la noción de que para controlar las mentes es necesario, a su vez, controlar los cuerpos.

Frente a la tolerancia oficial sobre los crecientes niveles de violencia criminal, y su uso como herramienta disuasiva de la libre organización, contrasta que el Estado venezolano ha incrementado sus políticas tendentes tanto a la concentración de poder como a preservar su propia seguridad. La creciente compra de armamentos, la legalización de milicias paraestatales, la ampliación de potestades de los comandos militares regionales en menoscabo de las autoridades civiles, son iniciativas destinadas a mantener y asegurar el orden interno frente a cualquier descontento popular. En igual dirección se inscribe la cesión de funciones policiales a consejos comunales y redes sociales, trabajo de vigilancia y delación que hay que rechazar y denunciar enérgicamente. De esta manera el gobierno bolivariano refuerza la tendencia global: a mayor seguridad de Estado, menor seguridad personal.

Desmitificar y comprender

Pese a la magnitud alcanzada por el problema de la inseguridad personal, al revisar la literatura disponible así como los discursos de los diferentes actores políticos se revela otra realidad: la absoluta incomprensión del fenómeno. Un extraño consenso afirma que deben enfatizarse los esfuerzos en incrementar el tamaño y los recursos de los cuerpos represivos. Esta orfandad de visión y discurso es aún más clara en sectores bolivarianos, quienes proclaman que si el problema se hace tan visible es por las malintencionadas campañas mediáticas de sus adversarios políticos. En cambio, la violencia criminal sufrida por el país desnuda nuestra crisis como sociedad y el desgaste total del modelo económico y cultural basado en la renta petrolera. Un entendimiento de sus diferentes dimensiones permitiría, entonces, allanar los diferentes caminos para revertirla. En tal sentido, estimamos que el informe presentado a finales del año 2007 por el Observatorio Venezolano de Violencia [O.V.V. 2007], iniciativa coordinada por el Laboratorio de Ciencias Sociales (LACSO) de la Universidad Central de Venezuela, es el esfuerzo más rigoroso en entender su génesis y presentar cifras acerca de su realidad.

En primer lugar, como bien lo hace patente el estudio, la violencia urbana es un problema de alcance mundial, por lo que se ha convertido en un objeto de investigación para diferentes organismos multilaterales y nacionales. El modelo utilizado por el LACSO para explicar la violencia en América Latina, válido para Venezuela, posee tres niveles. El primero es de tipo estructural, referido a procesos sociales de carácter macro y de larga duración, siendo considerado como el que aloja los factores originarios de la violencia. En este gran nivel se encuentran seis factores: el aumento de la desigualdad urbana, de la educación y del desempleo, así como el incremento de las aspiraciones, los cambios experimentados en el núcleo familiar y la pérdida de vigor de la religión católica como factor de control social.

En la década de 1980, y vinculado a la aplicación del recetario de políticas neoliberales, ocurrió un especial incremento de la pobreza en las zonas urbanas del continente. Estas mismas ciudades han ofrecido un mayor acceso a la educación que las zonas rurales, por lo que a pesar de las limitaciones, los números para las grandes ciudades latinoamericanas indicaban que un 86% de los jóvenes habían finalizado su educación primaria. Pero esta mejora educativa no ha representado mejores oportunidades para conseguir empleo ni para aumentar sus niveles de vida. La imprecisa e inadecuada inserción en la sociedad de esta masa de adolescentes semi-escolarizados, ha sido una fuente importante de violencia en la región. Estos jóvenes que se encuentran fuera del mercado formal de trabajo no tienen menos expectativas que los demás. A diferencia de las generaciones anteriores, cuyo origen rural fue transformado por la migración a las ciudades, los adolescentes actuales – principales víctimas y agentes de la violencia – crecieron en un mundo en el que la cultura de masas les impuso metas de consumo. Por ello, en los diferentes estratos sociales existen similares expectativas pero diferentes posibilidades de cumplirlas. La familia, por su parte, ha perdido fuerza en su función de control social por las transformaciones que ha sufrido, como por ejemplo el aumento de hogares con un solo responsable (por lo regular la madre), y el hecho de que los jefes de familia deban cumplir jornada laboral lejos del hogar. Una de las consecuencias de esta situación es que los jóvenes deban crecer en la calle, a disposición de los delincuentes profesionales. Por último, la religión ha dejado de ser una fuerza inhibidora de la violencia, y el retroceso de su influencia no ha sido sustituida por una moral laica que disuada los comportamientos criminales.

El segundo nivel del modelo explicativo es uno de tipo medio en la estructura de la sociedad, con una raíz estructural menor que el anterior y en donde las situaciones específicas contribuyen al incremento de la violencia por impulsar comportamientos que la agravan. Estas situaciones son la segregación y densidad urbana, el narcotráfico y la cultura patriarcal del machismo.

Las ciudades latinoamericanas en general crecieron lentamente durante los primeros años del siglo XX. La vertiginosa urbanización no planificada posterior generó una alta densidad en las ciudades, motivando conflictos y agresiones por la falta de espacio para el desarrollo de la vida y consolidando territorios de arquitectura tortuosa, escenario propicio para el crecimiento de las bandas criminales. A nivel regional, los hombres sufren una tasa cinco veces mayor de homicidios que las mujeres. La cultura de la masculinidad extendida en el continente ha favorecido las actuaciones violentas y la exposición a la violencia. Esta ideología machista adquiere dimensiones especiales durante la adolescencia, período en el que se construye la identidad de quienes no desean ser objeto de burlas y desprestigio social por mostrar comportamientos “inapropiados”. Así, la cultura del reconocimiento de la virilidad por parte de sus pares, adquiere relevancia, por lo que la característica de “ser violento” es un modo de crecer y tener reconocimiento en su contexto. En última instancia, el mercado de la droga –mucho más que su propio consumo- ha demostrado ser un gran catalizador de la violencia. El control territorial de los espacios de venta, por parte de los vendedores, es fuente de centenares de víctimas en el continente. Por otra parte, estos mercados originan otra baja colateral: la cadena de justicia institucional, que es corrompida y neutralizada por los narcotraficantes, promoviendo la impunidad a todos los niveles.

La tercera franja de la violencia son los factores microsociales, encontrados en el individuo, y que facilitan los comportamientos violentos, haciéndolos más dañinos y letales, posibilitándolos y potenciándolos. El primero es el incremento de la posesión de armas de fuego en la población, estimándose en América Latina la existencia de entre 45 y 89 millones de armas en manos de la población civil. En segundo lugar el consumo excesivo de alcohol, el cual actúa como un desinhibidor, reduciendo las barreras y represiones que la cultura ha internalizado en el individuo. En último lugar un factor más subjetivo: la incapacidad de la expresión verbal de los sentimientos. Quienes no pueden expresar su molestia con palabras, una debilidad según el imaginario machista latinoamericano, la expresan con actos. De esta manera se ha impuesto un mecanismo sustitutivo de sus sentimientos y deseos.

El caso venezolano

La violencia no fue problema importante de salud pública en Venezuela hasta fines del siglo XX. Durante décadas la tasa de homicidio osciló entre seis y diez muertes por cada cien mil habitantes, ocupando por ello un discreto lugar en el ranking de la violencia en el continente. La mayor parte del siglo XX venezolano fue tiempo de movilidad social ascendente y mejora de las condiciones de salud de la población, en donde el papel dominante en la economía era protagonizado por la creciente renta petrolera, situación revertida a comienzos del decenio de 1980, cuando arranca una crisis económico-social extendida hasta el día de hoy. A partir de entonces la sociedad en su conjunto se volvió más pobre, inestable y violenta. En dos décadas los homicidios se multiplicaron por diez. Para principios de los años ochenta los homicidios casi alcanzaban a 1.300 muertos anuales. Veinte años después la cifra remontaba a los 13.000 asesinados. Para el informe que glosamos, este período es el de la incubación de la violencia.

Para la campaña electoral presidencial de 1988 hubo un debate simbólico que pretendía revivir los años de la abundancia. Por ello el contraste entre la imagen de un candidato – Carlos Andrés Pérez – que se ofertó como populista y distribucionista, y lo que hizo una vez electo gobernante, tomando medidas económicas de corte neoliberal, tuvo mucho que ver con la revuelta social del 27 de febrero de 1989, el “Caracazo”. Luego, otras rupturas importantes del pacto social como fueron los intentos de golpe de Estado de 1992, influyen en el aumento de la violencia delincuencial. Entre los golpes de 1992 y el inicio del gobierno de Rafael Caldera en 1994, casi se duplicaron los homicidios en el país, con lo que su tasa llegó hasta las 22 víctimas por cada cien mil personas. Cuando, en este tiempo, se supera la barrera de los cuatro mil homicidios anuales en el país, Venezuela es incluida en los estudios de la Oficina Panamericana de Salud sobre violencia.

En 1998, año de comicios presidenciales, en Venezuela se cometieron 4.550 homicidios. Seis años después la cifra era tres veces más, 13.288 homicidios. De 22 víctimas por cada mil personas se pasó a 55, un aumento que no puede calificarse como parte de una tendencia “normal” o una casualidad. Para los investigadores de LACSO, la crisis política de los últimos años ha empujado a la violencia y, por otra parte, el gobierno ha sido ambiguo en atacar la problemática. Por un lado, el discurso del propio Chávez ha sugerido justificaciones para ciertos delitos, como el robo por necesidad, pero a la hora de ejecutar políticas su gobierno da prioridad al aspecto represivo. A esto hay que sumar el empeño gubernamental en minimizar el problema y maquillar las estadísticas, a pesar de lo cual encontramos que el principal vocero del LACSO y el OVV, en declaraciones de prensa al final del 2010, hacía pública la estimación de unos 17.600 homicidios para ese año [O.V.V. 2010].

En un contexto de violencia política –simbólica, verbal y real- y de polarización, la violencia de las bandas delictivas, y de la propia policía, tenderá a incrementarse. Sin embargo, la desarticulación de la misma debe atender sus orígenes sociales y entender que su principal caldo de cultivo es la pobreza y desigualdad de la población. Para vivir en paz y acabar con la violencia haría falta una verdadera revolución.

Remedios que fortalecen la enfermedad

El fracaso de los gobiernos venezolanos de las tres décadas recientes al enfrentar el tema de la violencia criminal, se vincula con que no han procurado seriamente –porque no lo han creído posible- la reducción del crimen, sino que sólo buscan “aminorar la sensación de inseguridad”, entonces los “operativos” y “planes” no se ejecutan donde están los criminales… sino donde se encuentran los ciudadanos cuya opinión se quiere impactar. [Uzcátegui 2010]. Es así como los controles policiales con sus conos fosforescentes y sus efectivos revisando vehículos y solicitando documentación, son instalados en las avenidas principales, en las urbanizaciones, plazas y redomas, bien lejos del área de actuación principal del hampa. Cuando extrañamente se realiza un operativo donde están los hampones es una movilización excepcional, con despliegue de cobertura por los medios de difusión masiva, porque –al igual que el “operativo” en la avenida principal- tal incursión no busca combatir y mantener limpia de crimen una zona, sino crear un impacto de opinión. Desde una óptica convencional el sector de la población que más genera opinión, que más acceso tiene a los medios de difusión, son las capas medias. Para tratar de cambiar la opinión de ese sector sobre el desastre de la inseguridad, los gobernantes del patio han desarrollado una “política” que en realidad se reduce a las alcabalas en las avenidas y a fugaces incursiones televisadas en los barrios.

Es una estupidez mayúscula encarar un problema allí donde no está. Lo primero que hay que hacer es ubicar en qué espacio, en qué área, en qué lugar está ocurriendo lo que hay que enfrentar. Todos los estudios de victimización que existen indican que siete de cada diez víctimas del hampa desbordada caen en los barrios. En consecuencia, una política de seguridad que en vez de hacerse “buena prensa” busque salvar vidas tendría que tener a los barrios como escenario preferente de sus esfuerzos.

Ahora bien, ubicados los barrios como el espacio preferente para el combate contra el hampa, ¿qué hacer allí? Cuando la policía va a los barrios, generalmente lanzan redadas indiscriminadas. Paradas de autobuses, camionetas y rústicos que cubren rutas troncales se ven asediadas por funcionarios exigiendo documentos de identidad y sometiendo a pasajeros y transeúntes a requisas, muchas veces humillantes. La gente del barrio es tratada como criminales, mientras los auténticos delincuentes disfrutan del espectáculo desde la seguridad de sus guaridas. Las pocas, poquísimas veces que la fuerza pública se aproxima a los escondites de los criminales lo hacen con las luces de las “cocteleras” encendidas y las sirenas a todo volumen, como diciendo “aquí vamos, escóndanse o váyanse, no los queremos encontrar…”

Si el mal es el delito y el terreno son los barrios, lo que supuestamente no debe hacerse es hostigar a toda la población, irrespetando a quienes merecen protección en vez de nuevas agresiones. Lo que procedería es ubicar los focos. Y en los barrios tales sitios son bien conocidos: los lugares en que se vende piedra, crack, cocaína y hasta heroína; las “conchas” en las que se suele guardar y repartir el botín de robos y asaltos; los lugares para “enfriar” vehículos robados, los “deshuesaderos” para tales vehículos cuando son destinados a la venta de repuestos e incluso los lugares para la quema de aquellos que son utilizados para cometer otros crímenes; todos esos núcleos de la actividad criminal son más que conocidos por cualquiera que viva o visite el barrio, con la curiosa excepción de los atolondrados integrantes de la fuerza pública.

Ese sospechoso despiste policial debe tenerse en cuenta al considerar la relación de violencia criminal con narcotráfico y armamentismo. Es claro según las estadísticas, que un enorme porcentaje de los caídos son víctimas de armas de fuego, y que en la inmensa mayoría de los casos los victimarios se encuentran bajo efecto de las drogas (o están protegiendo o intentando agrandar el área en que controlan su tráfico y distribución). Pero  lo cierto es que el desarme (como política de Estado, no como “operativo” ejecutado para las cámaras y por cortos períodos) y la real destrucción de circuitos mayores del narcotráfico, tropiezan con el insuperable obstáculo de las múltiples complicidades y relaciones simbióticas entre organizaciones delictivas y quienes hipotéticamente deben combatirlas [ver Hernández Parra 2010]. De seguidas, veamos este tema con algo más de detalle.

Corrupción e impunidad policial en el “Socialismo del Siglo XXI”

La Comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional que debatió en mayo de 2010 el tema de la inseguridad (ver nota de prensa en http://www.guia.com.ve/noticias/?id=61818), concluyó que: “bandas enquistadas en los cuerpos de seguridad del Estado, dirigidas por funcionarios de alto nivel, están detrás de la ola de secuestros que sacude el país”. Un diputado del partido de gobierno, fue categórico y preciso, cuando acusó “…a elementos de las policías de los estados Guárico y Anzoátegui, del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) y de la Guardia Nacional de orquestar los raptos. …Los cuerpos de investigación están infiltrados por el hampa y no hacen su trabajo bien para que los secuestradores salgan libres”. Para evidenciar los beneficios de esa actividad ilícita, otro diputado oficialista describió la realidad muy notoria del nivel de vida ostentoso: “Hay funcionarios que tienen grandes camionetas, apartamentos playeros, lanchas y motos de agua”.

Las fechorías cometidas por los cuerpos policiales del país, incluida la Guardia Nacional Bolivariana (fuerza militar con funciones policíaco-represivas), fueron reconocidas por el Fiscal General de la República en su informe del 2008 [F.G.R. 2008], donde reportó que “se cometieron 33.259 (100%) casos de violación de derechos humanos por lesiones, violación de domicilio, privación de libertad, acoso u hostigamiento, tortura, desaparición forzada, denunciados ante las fiscalías del país en el periodo 2000 – noviembre 2007. En estos delitos estuvieron involucrados 18.313 funcionarios policiales y militares con saldo de 33.252 víctimas”. Del total de esos delitos contra los DD.HH., 18.106 (54,5%) correspondieron precisamente a tropelías relacionadas con la “industria de la siembra de delitos”, que describiremos más adelante. Como puede verse, estas cifras comprenden solo los casos conocidos por la Fiscalía, pero no incluyen las llamadas cifras negras del delito, que son la “cantidad de incidencias no denunciadas ante un ente público”, que a juicio de los propios investigadores elevarían el doble de las cifras denunciadas.

El modus operandi de la siembra de delitos es bien conocido, tanto por víctimas como por fiscales. En la primera fase se crea un “colchón delictual” a una persona ya seleccionada con base a sus ingresos, algún antecedente penal y/o disputa previa; luego en un punto de control o una alcabala, una comisión policial detiene al ciudadano bajo cualquier pretexto y se dispone a extorsionarlo bajo amenaza de sembrarle drogas, armas o llevárselo preso si no accede a las peticiones financieras de los funcionarios y a la advertencia de no denunciar. El allanamiento sin orden judicial, el secuestro exprés y hasta el supuesto “enfrentamiento” (hacer armas contra la policía), son algunos de los mecanismos de siembra más utilizados. Basta que cualquier ciudadano de este país, especialmente joven, sea detenido y se le abra un expediente que engorda con posteriores detenciones por cualquier motivo, y así van armándole un “colchón delictual”,  conocido en lenguaje jurídico como antecedentes penales o policiales, que salen a relucir en boca de funcionarios policiales y periodistas asociados para justificar la siembra del delito o la muerte del “peligroso delincuente abatido cuando enfrentó a la comisión policial”.

El verdadero “autoabastecimiento agrícola”

Entre julio del 2008 y julio de 2009, la Vicepresidencia de la Republica bajo el mando del mismo ex-Ministro de Agricultura Elías Jaua que prometió, y fracasó, con el autoabastecimiento agrícola, realizó la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Ciudadana 2009 [ENVPSC 2009]. Este informe fue publicado en mayo del 2010, y las cifras que arroja pueden asombrarnos ante el desmesurado auge de una “agricultura” que siembra delitos y violencia policial en todos los estados de Venezuela.

Según esa encuesta, referida sólo al período de un año, en el país se registraron 2.364.452 delitos, incluyendo las cifras negras (delitos no denunciados), con 1.826.718 (100%) reportados oficialmente. En 1.184.499 (64%) de los casos en que se le preguntó a las víctimas “si la persona que cometió el delito era policía o Guardia Nacional”, “ésta no sabía o no respondió”; pero en los 642.219 (100%) casos donde las victimas identificaron al autor del delito en 219.202 o sea en el 33,13 %, señalaron a la policía, Guardia Nacional u otros cuerpos policiales como autores del hecho. De estos casos, 55.506 son por amenazas y 1.639 de extorsión –las fechorías asociadas más directamente a la “siembra”-. Esto permite concluir que al menos uno de cada cuatro delitos es perpetrado directamente por funcionarios de los cuerpos represivos.

Estos guarismos son la prueba más contundente de cómo el delito en Venezuela tiene su principal protección y amparo en el Estado, con estrecha participación de fiscalías, jueces y tribunales que en última instancia son los encargados de dar cubierta legal a la siembra y la impunidad. No se debe olvidar que la mayoría de los jueces y fiscales, incluido el Tribunal Supremo de Justicia, son designados directamente por el Presidente y la camarilla político-militar dirigente del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), con la aprobación sumisa de la Asamblea Nacional.

La floreciente industria de la siembra de delitos es una de las formas modernas de redistribución de la riqueza nacional, permitida, protegida y estimulada por el Estado. En cierto modo, el funcionario público civil o militar en su radio de acción especifico “recauda” directamente de la población la parte del botín que le es permitida. Esta complicidad estatal tiene una doble finalidad muy clara. De un lado, pone a su disposición una amplia banda de forajidos pagados por quienes son sus víctimas. Esos “ingresos extras” que perciben los funcionarios delincuentes contribuyen a disminuir presiones derivadas de reclamos policiales por aumento salarial. Por otro lado, el Estado establece una complicidad solapada con quienes realizarán el trabajo sucio en el momento que así se requiera, como ha sucedido a lo largo de la historia del país. Y si a esto se une la impunidad en tantos casos de homicidios y secuestros cometidos por policías y funcionarios, pareciera que estamos ante un modelo de Estado delincuente dispuesto a arremeter contra todo, y contra todos, en su misión básica de garantizar la “paz y seguridad” del orden interno necesarias para la “normalidad” de la opresión y la explotación.

¿Y si todos fuésemos policías?

Intentando dar contenido a las autodefiniciones de este régimen como “socialista e impulsor de la participación protagónica del pueblo”, no han faltado personeros del gobierno asegurando que resolver el problema de la inseguridad pasa por unir al ciudadano común con los cuerpos policiales del país, a través de la promoción de iniciativas como la “inteligencia social” o la “policía comunal”. Ahora bien, ¿Cuál es el resultado real de involucrar a las colectividades en los planes de seguridad ciudadana? ¿Es ésta una tarea de las comunidades?, ¿Qué consecuencias adicionales conlleva delegar en ellas funciones policiales?

Dos investigadoras de la Universidad Central de Venezuela han realizado un estudio sobre el terreno [N. Pérez y G. Núñez 2008], con la finalidad de “caracterizar la participación comunitaria como estrategia de prevención del delito y la violencia mediante la identificación de sus beneficios, limitaciones y riesgos”. La pesquisa toma la experiencia del barrio La Bombilla, en Caracas, donde fue aplicado por primera vez el Plan Integral Nacional de Seguridad Ciudadana, de octubre de 2004 hasta diciembre de 2006. Dicho plan consistía, como lo relatan los resultados, en la colocación de un punto de control en el sector, a cargo de funcionarios de la Guardia Nacional. Además, se promocionaba la realización de denuncias anónimas sobre personas o hechos irregulares, la organización de Jornadas de Prevención Integral, y diversas actividades generadas entre los cuerpos de seguridad y los habitantes del sector.

Las investigadoras detallan los hallazgos negativos que resultaron de su indagación, a saber:

– Planes y estrategias de tipo transitorio: se interviene por un período determinado, sin perdurabilidad en el tiempo, en zonas donde se registra una alta incidencia de delitos violentos.

– Dependencia y centralización: por un lado, las experiencias desarrolladas suponen una alta subordinación por parte de la comunidad hacia las instituciones estatales, pues al detenerse el plan los habitantes no tienen la posibilidad de mantener los programas tendientes a reducir el delito. Por otro lado, es una política planificada y dirigida desde el gobierno central, contradiciendo los postulados de la participación ciudadana.

– Debilidad en los nexos establecidos y falta de reciprocidad: al finalizar la aplicación del plan no se solidificaron los lazos ni se establecieron redes sólidas de comunicación y relación entre los miembros de la comunidad.

– Participación comunitaria centrada en la transmisión de información: la participación comunitaria se limitaba a notificar a los organismos represivos sobre las situaciones o personas consideradas peligrosas en el sector, básicamente a través de las llamadas actividades de inteligencia social, eufemismo que designa a la delación o “sapeo”.

– Poca sistematización de la estrategia: Los planes desarrollados no respondían a una estrategia nacional, ni contaban con una planificación a medio y largo plazo. No se acordaron compromisos, tareas y metas entre los diversos actores involucrados. Tampoco se contaron con indicadores claros que revelaran la eficiencia o no de la gestión.

– Militarización de los espacios de socialización: mediante la instalación masiva del componente militar en las zonas populares se pretende reducir las oportunidades para la ocurrencia del delito. Esto supone la intromisión de lo militar en lo social a través del uso (o amenaza de uso) de la represión ejercida por este componente armado.

– Énfasis de la prevención en la inteligencia social: se le otorga una gran importancia a las redes de inteligencia social como mecanismo en el que la ciudadanía transmite información a los funcionarios. Esto supone la manipulación discrecional de datos de algunos sectores para la satisfacción de sus propios intereses, y por otro lado, la puesta en peligro de la vida e integridad de quienes suministran la información, sumando tensiones sociales a las ya existentes.

Pérez y Núñez concluyen que la implementación del plan desvirtuó el sentido de la participación ciudadana, limitando la prevención del delito a cumplir la función de “sapeo”. Se debe impulsar “la conformación de redes sociales que respondan a imperativos éticos basados en la promoción de la convivencia y la solidaridad, muy distintas a las actuales redes basadas en la delación y la desconfianza (redes de inteligencia social) que facilitan las labores (represivas) de los cuerpos de seguridad policial (…) mientras se continúe acudiendo a la eficacia simbólica del despliegue militar en los espacios comunitarios, sería ingenuo pensar – al menos en un contexto democrático – que la prevención del delito y la violencia es posible”.

Un par de reflexiones finales

1.- El Estado venezolano, aún cuando se proclame «socialista» y expresión del «poder popular», ante el problema de la inseguridad reproduce la respuesta política esencialmente represiva propia del capitalismo, «solución» centrada en la policía, en el control social autoritario y en el aparato carcelario. Lo primero es sin duda un absurdo, pues de los datos disponibles se concluye que en Venezuela es más probable la comisión de un acto criminal por parte de un funcionario policial que de una persona que no lo sea. En cuanto al control social, más atrás hemos asomado cómo la violencia combinada de delincuentes y represores favorece la pasividad política del pueblo llano, al que se busca mantener en la inacción por el miedo y el despojo de los espacios públicos. Y si de cárceles se trata, no hay duda que, a pesar de tantas anuncios de reforma penal y promesas de «humanizar» las prisiones, las bárbaras cárceles venezolanas (como las de cualquier lugar del mundo) sólo sirven para degradar aún más a casi todos los que pasan por allí, incrementando y perfeccionando sus habilidades delictivas y su sociopatía [ver Montes de Oca 2010].

2.- Una lapidaria sentencia de Domingo Alberto Rangel nos recuerda que «cuando el capitalismo no puede resolver un problema, lo convierte en negocio», y de ello hemos sido testigos en el tema de la inseguridad, pues vemos como ante la agudización de su incidencia florece una panoplia de empresas que lucran con la oferta de equipos, servicios y/o personal para la salvaguarda de personas y bienes, atendiendo a un mercado que se ha extendido sin pausa de arriba a abajo en la escala social, filón prospero a más no poder en Venezuela tras 12 años de «socialismo del Siglo XXI». Esta mercantilización del enfoque represivo ha servido también para reforzar su preeminencia en la sociedad, inclusive en los sectores populares, por lo que tantas voces de todos los niveles de la colectividad se han convencido en que no hay otra salida que incrementar esa misma represión y control social por el Estado que está en el origen del problema.

En conclusión, la «solución» represiva -aplicada tanto en el capitalismo liberal como en esa versión “ingenua” de capitalismo burocrático que padecemos en Venezuela- es del todo inadecuada en tanto no resuelve los problemas reales y aún los acentúa hasta lo grotesco. Reforzar instancias de poder estatal que desde sus raíces están imbricadas al fenómeno delictivo solo servirá para agravar un problema que los investigadores apenas empiezan a comprender, ante el cual desde las perspectivas radicales de cambio social debemos ir construyendo respuestas concretas que apuesten a las cartas de acción directa, autogestión y solidaridad de oprimid@s y explotad@s.

Referencias:

El Libertario [1995- ]. Caracas, (64 ediciones impresas hasta septiembre de 2011, la mayoría de las cuales son accesibles en www.nodo50.org/ellibertario).

ENVPSC [2009]. “Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Ciudadana 2009”, en   http://infovenezuela.org/encuesta-INE-inseguridad.pdf

Fiscal General de la República [2008]. “Informe Anual”, en www.ministeriopublico.gob.ve/web/guest/informe-anual-2008

Hernández Parra, Pablo  [2010]. “Impunidad policial en Venezuela 2000-2009”, en www.soberania.org/Archivos/Impunidad_y_violencia_policial_venezuela_2000-2009.pdf

Montes de Oca, Rodolfo [2010]. “Anarquismo y cárceles”, en http://corazondefuegorecs.files.wordpress.com/2010/05/anarquismo-y-carceles_web.pdf

Observatorio Venezolano de Violencia [2007]. Violencia en Venezuela. Caracas, Editores: R. Briceño-León y O. Ávila; LACSO-UCV. 326 p.

Observatorio Venezolano de Violencia [2010] Declaraciones de prensa durante el año, recopiladas en http://informe21.com/observatorio-venezolano-violencia-0

Pérez, Neelie y Gilda Núñez [2008]. “Participación comunitaria en la prevención del delito: Experiencias recientes en el área metropolitana de Caracas”, en www.gumilla.org/biblioteca/bases/biblo/texto/SIC2008702_61-63.pdf

Uzcátegui, Rafael [2010]. Venezuela: La Revolución como espectáculo. Una crítica anarquista al gobierno bolivariano. Caracas – Madrid – Tenerife – Buenos Aires, (varios coeditores), 275 p. (También en www.megaupload.com/?d=53P1QQKZ).

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