Crisis – LibrePensamiento https://archivo.librepensamiento.org Pensar para ser libre Sat, 13 Mar 2021 11:16:56 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.1 Utopías contra quimeras https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/utopias-contra-quimeras/ https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/utopias-contra-quimeras/#respond Fri, 21 Jun 2013 11:00:09 +0000 https://librepensamiento.org/?p=4129 Normal 0 false false false EN-US X-NONE X-NONE MicrosoftInternetExplorer4

94Utopía: Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.

Quimera: 1. Monstruo imaginario que, según la fábula, vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón.

2. Ilusión, fantasía que se cree posible, pero que no lo es

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“Eso que planteas es totalmente utópico. ¡A ver si pones los pies en el suelo!” He perdido ya la cuenta de las veces que he tenido que escuchar estas palabras cuando he tratado de dar respuestas alternativas a la realidad monolítica e inmutable que nos venden como la única posible. Si insisto y trato de argumentar desde la razón, comienzo a deslizarme peligrosamente por la pendiente que me sitúa directamente al margen del sistema o, lo que es aún peor, a engrosar las filas de los indeseables, de los jóvenes violentos antisistema, por más que uno haya dejado de ser joven hace muchos años y que repudie la violencia de manera radical. En lo de antisistema…, pues es posible que acierten… de hecho una de las pocas cosas serias y honradas que nos quedan hoy en día es ser radicalmente contrarios al modelo económico y social establecido; armarse de las tan denostadas utopías para desenmascarar y destruir las quimeras del sistema.

No es tarea fácil. El poder de seducción y de adición de las quimeras supera a los más potentes hongos alucinógenos y sus efectos secundarios son devastadores. Los medios de comunicación y la publicidad han actuado de vaselina para que el placebo del consumo como modelo de felicidad, suministrado en forma de supositorio, se nos haya instalado en el fondo del cerebro.

El capitalismo, desde la II Guerra Mundial hasta la caída del muro de Berlín, se vio obligado a diseñar un modelo, el estado del bienestar, que fuera más atractivo para los obreros que el capitalismo de estado que se desarrolló en el bloque soviético. No fue tarea demasiado difícil porque la realidad del socialismo real era demasiado gris, demasiado totalitaria, demasiado desalmada para resultar atractiva. Además es cierto que el estado del bienestar dio notables cotas de progreso social y generó modelos políticos abiertos, tolerantes, en los que la educación, la sanidad, los derechos humanos eran asegurados por el Estado para todos los ciudadanos.

Sin embargo, el fin de la Guerra Fría hizo desaparecer la necesidad de mantener el modelo del bienestar y los poderosos (hoy llamados mercados) decidieron que ya era hora de maximizar sus beneficios. Para lograrlo se 91plantearon su propia utopía (un mundo sin fronteras para sus intereses en el que poder multiplicar exponencialmente sus beneficios) e idearon unas cuantas quimeras para alimentar la fantasía del 99% de la población, de los que iban a salir perdiendo de la utopía del beneficio económico ilimitado. En realidad, hasta la propia utopía del capitalismo no deja de ser una quimera que más pronto que tarde terminará evaporándose como una fantasía imposible en un mundo de recursos limitados.

 

La globalización

Desde 1989 todos los sectores -la agricultura, el transporte y la industria, en un primer momento, y la enseñanza y la sanidad después- se han visto sometidos a cambios estructurales de fondo que han trascendido el marco de los países occidentales en los que se desarrolló el estado del bienestar socialdemócrata y ha afectado al modelo económico en todo el planeta.

93Para alcanzar la utopía/quimera capitalista de la época de la globalización se han aplicado buena parte de las políticas del primer capitalismo, cuando no tenían ningún tipo de freno, combinado con  las peores prácticas del colonialismo. Esta base se mezcla con algunos elementos nuevos como la explosión comercial auspiciada por el desarrollo de los transportes y las comunicaciones y se adereza con productos de ingeniería financiera, más próximos a los modelos piramidales que a las necesidades de la sociedad y del tejido empresarial real… y tenemos listo un plato de pesadilla.

En pocos años se ha logrado lo que ningún empresario explotador del primer capitalismo pudo siquiera soñar en sus sueños más lúbricos… lograr alcanzar un siglo entero de plusvalías. Producir con costes del s.XIX y vender a precios del siglo XXI.

Esta situación ha sido posible por la acumulación de diversos factores: en primer lugar el desarrollo del transporte basado en unos precios bajos de los combustibles fósiles ha facilitado todos los procesos de deslocalización, tanto en la producción agrícola como  industrial. Así se ha favorecido el desarrollo de monocultivos y agrupaciones industriales en los lugares con mano de obra más barata y más desprotegida.

De forma paralela se han multiplicado las acciones neocoloniales para la obtención de materias primas en los países empobrecidos. La promoción de conflictos bélicos domésticos en las zonas productoras de diamantes o coltán (en África Central), las intervenciones armadas directas o indirectas en las zonas productoras o estratégicas para la distribución de combustibles fósiles (Irak, Libia, Afganistán) o el nuevo genocidio de pueblos indígenas en América o el sudeste asiático no son para nada espontáneos. Antes al contrario, son puestas en escena con fuego real de la teoría más descarnada del pillaje.

Todo ello ha sido posible gracias a un elemento novedoso y letal para el 99 % de la población y sumamente beneficioso para el 1 % restante: los productos de ingeniería financiera que supuestamente tenían que aportar la liquidez necesaria para todas estas transformaciones (la deslocalización agraria e industrial, el desarrollo del transporte y la explotación de energías y la promoción y multiplicación del saqueo del tercer mundo). Una financiación que se basaba en los sistemas piramidales que siempre habían sido considerados una forma de estafa hasta que a alguien se le ocurrió ampararlo bajo el título de Ingeniería y darle carta de legalidad incluyendo las finanzas en los planes de estudio de Económicas y en las prácticas habituales de bancos y cajas de ahorro.

Todas estas políticas han generado una serie de efectos colaterales y secundarios. La aplicación de estos términos médico-farmacológicos es a efecto de describir los daños que producen en una parte importante de la humanidad (entre el 90 o el 99%) las medidas que sólo benefician al resto de la población (entre el 1 y el 10 %). Pero mientras en Medicina los daños secundarios o colaterales suelen afectar a una pequeña parte del cuerpo para beneficiar al resto y siempre se tratan de evitar, en el sistema capitalista afectan a la mayoría en beneficio de la minoría y no parece que se traten de evitar. Antes al contrario tienen toda la pinta de ser efectos perfectamente programados para generar nuevas rentabilidades, nuevas formas de hacer negocio.

No es una crisis, es una estafa

Es imposible que ningún experto sospechara que los productos financieros que se manejaban en pleno boom de las burbujas eran las antiguas cadenas piramidales, presentadas en papel couché, con la firma de un banco, el apoyo de prácticamente todos los partidos políticos y el aval de máxima fiabilidad otorgado por las agencias de rating. De hecho hubo muchos economistas que alertaron sobre el carácter tóxico de los productos. Y fueron ignorados, silenciados…, condenados al ostracismo. Y hubo muchas señales de alarma previas (burbuja tecnológica, financiera en Japón y el sudeste asiático). Pero, lo que resulta increíble y escandaloso es que los que pusieron en marcha todo este proceso hacia el abismo -los mismos ingenieros de finanzas, bancos, políticos y agencias de calificación que nos llevaron a la primera ruina- sean los encargados de seguir diseñando nuestra ruina y esquilmando todos los avances sociales y humanos logrados tras más de dos siglos de lucha y sufrimiento.

El primer gran efecto ha sido el retroceso en el ámbito laboral con destino directo en la esclavitud. La deslocalización de la industria y la agricultura no ha servido para mejorar  de forma notable las condiciones de vida de los trabajadores de los países de destino. Las empresas que mueven sus lugares de producción lo hacen para acogerse a beneficios fiscales y, sobre todo, para poder contar con una mano de obra sin derechos y con sueldos de auténtica miseria. Ello les permite producir a precios de dumping social y obliga a los trabajadores de occidente a rebajar sus condiciones salariales y de servicios sociales para poder ser competitivos. Para poder competir con la esclavitud sólo hay dos caminos: A. Convertirnos nosotros también en esclavos y B. Ayudar a los esclavos en su liberación. El sistema ha optado claramente por la primera opción. ¿Y nosotros?

Un efecto derivado, de los modelos de producción y consumo, de explotación agrícola e industrial y de la promoción desaforada del transporte, ha sido la doble crisis energética y medioambiental, con efectos aún hoy difíciles de evaluar si tenemos en cuenta lo que puede suponer la incorporación al modelo piramidal de crecimiento y consumo de la población de China, India, Brasil…

Y todo esto sucede cuando la sociedad occidental, en general y la española en particular, se encuentra inerme, como despertando del sueño del crédito fácil y el consumo desaforado (para mi era una quimera, una pesadilla; pero muchos lo siguen teniendo por el ideal de la felicidad). Para colmo, buena parte de los instrumentos tradicionales de defensa de la población, como los sindicatos, están desacreditados y con dificultades para adaptarse a la nueva realidad. Una población que observa, como si no fuera con ellos, el golpe de estado contra la democracia que supone la supeditación de la política a los designios de los mercados. Los casos de Italia y Grecia son los más evidentes, pero ocurre en todos los países, independientemente del color del partido que gobierna…, Islandia parecía un islote en este caos, pero parece que tampoco se libra del caos capitalista.

Analizar el papel de los políticos y los medios en toda esta situación daría para todo un artículo. A modo de apunte a vuelapluma, dos ejemplos que se pueden aplicar a todo el arco parlamentario a nivel europeo, con escasísimas excepciones: la clase política ha favorecido, mantenido o amparado las prácticas de deslocalización agraria e industrial para favorecer los intereses de las empresas multinacionales europeas y en contra de los intereses de sus propios ciudadanos, agricultores o trabajadores.

En defensa de los mismos intereses ha amparado, mantenido o favorecido la existencia de paraísos fiscales en contra de los intereses del 99 % de la población y, de forma especial, contra los intereses de la pequeña y mediana empresa y del pequeño comercio que trata de salir a flote ateniéndose a las normas laborales y fiscales del país.

Y lo que es, si cabe, más grave: su colaboración en el proceso de secuestro de la soberanía nacional, incumpliendo descaradamente sus programas electorales para aplicar unas medidas que vienen impuestas por un ente externo y difuso… los mercados.

En cuanto a los medios de comunicación, más de lo mismo. Su papel en la transmisión de un modelo social, vía publicidad o vía programación parece evidente.  No menos evidente es la manipulación del lenguaje. Voy a poner un ejemplo claro de lo que podríamos denominar “manipulación por contaminación peyorativa”: Se toman tres adjetivos positivos como son “joven”, “radical” y “antisistema” y se adhieren a otro, totalmente negativo, como es “violento” y los tres adjetivos positivos adquieren carácter negativo, perverso. Además una vez contaminados estos términos por el concepto de la violencia ya se puede obviar su uso explícito, esto ya es evidente con los dos últimos términos y con el termino joven podría llegar a plantearse.

El carácter positivo de partida de los términos joven y radical se puede constatar en el diccionario de la RAE. En cuanto al término antisistema ya he dicho que, por más que les pese a algunos, es una de las pocas cosas decentes que se puede ser hoy en día.

La hora de las utopías

Me he alargado mucho en el análisis previo por lo que no me queda más remedio que dedicarle poco espacio a definir mi propia utopía. Creo que es lo correcto por varios motivos: porque no deja de ser una aportación personal a la construcción de un mundo distinto y porque como tal utopía debe ser desarrollada en el camino de transformación social.

Porque la utopía no es un destino concreto, ni siquiera un destino en el sentido tradicional de palabra. Es como una red de caminos por recorrer que nos permitan avanzar en la dirección de la justicia social, de una sociedad más lenta, más epicúrea, más racional, más liberadora, más cooperativa, más humana.

En realidad voy a hacer míos textualmente los caminos que marca un cartel que vi en la manifestación del 12 de Mayo en Málaga. El cartel animaba a la ciudadanía a imaginar otro mundo posible y proponía estas direcciones por las que caminar: “bien común”, “cultura compartida”, “economía social”, “decrecimiento”, “reparto de la riqueza”, “vivir mejor con menos”, “ética del cuidado”, “energía sostenible”, “lentitud”, “servicios públicos”, “consumo local”, “autogestión comunitaria”, “apoyo mutuo”, “valores cooperativos”, “internet libre”, “renta básica universal”, “pensar global y actuar local”.

Lo bueno que tiene esta utopía es que sólo depende de nosotros para su puesta en movimiento, y lo malo es que solo depende de nosotros para que nunca eche a andar. Podemos y debemos exigir a nuestros gobernantes que se olviden de los intereses de los mercados y se interesen un poco más por la vida de sus Ciudadanos, a quienes les deben un poco más de respeto, además de los sueldos. Pero, si creemos que podemos aspirar a otro mundo, debemos y podemos (eso espero) poner en marcha la rueda de nuestra propia utopía.

Las posibilidades de coordinación y acción que proporcionan las redes de comunicación alternativa nos da instrumentos muy valiosos para la organización, la formación, el debate y el análisis. También para avanzar en la práctica por los caminos de la autogestión, el apoyo mutuo, la economía social, el consumo local y ese imprescindible  “pensar global y actuar local”.

Las redes locales y barriales del 15-M son un magnífico referente para quienes andan un poco descolocados. Son como el germen de un nuevo modelo de sujeto social adaptado a la sociedad actual. A nada que indagues en tu pueblo, en tu barrio o en la red, seguro que localizas puntos de encuentro para seguir el camino de manera comunitaria. También tienes la opción sindical, preferentemente en los sindicatos alternativos. Yo seguiré en el sindicato de Enseñanza, tratando de defender la escuela pública y los derechos de los trabajadores y alimentando, en la medida de las posibilidades, al 15-M o a cualquier organización horizontal que trate de oponerse a los desmanes del sistema.

Mi única cita va para Eduardo Galeano y esa magnífica definición de la utopía: La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.”

La utopía funciona mientras caminamos, despacio, descansando, pero en el camino. Si uno se duerme mucho tiempo corre el riesgo de oír el canto de las quimeras….

 

       ¡Oiga! Que las que cantaban eran sirenas…

       ¿Otra vez con los galgos y los podencos? ¿qué más dará? Tanto las sirenas como las quimeras te llevan a la destrucción siempre que te dejes embaucar por su canto o por su graznido.

 

 

LECTURAS RECOMENDADAS:

No he tomado referencias textuales de ningún autor, pero todo esto no me lo he inventado yo. Os comento algunos de los textos y enlaces que he utilizado para formar mi opinión sobre el mundo en que vivimos y para elaborar este artículo:

 

Fernandez Durán, Ramón: “La quiebra del capitalismo global. Preparandonos para el comienzo del colapso de la Civilización Industrial”, editado bajo licencia Creative Commons por Libros en acción, virus editorial, Baladre y CGT. M 2011 (segunda edición)

               “El crepúsculo de la era trágica del petróleo: Pico del oro negro y colapso financiero (y ecológico) mundial”- Editorial Virus­ / Ecologistas en Acción, 2008.

 

García Moriyon, Félix: “Senderos de libertad”. Editorial Libre Pensamiento. Valencia 2001

 

Gimeno Sacristan, Jose… y otros. “Escuela pública y sociedad neoliberal”- Editorial Aula Libre, Málaga 1997

 

Lafargue, Paul: “El derecho a la pereza” en edición de Manuel Pérez Ledesma. Editorial Fundamentos. Madrid 1980 (tercera edición, corregida y aumentada), Es especialmente interesante el prólogo de Miguel Pérez Ledesma

 

Stiglitz, Joseph E.: “El malestar en la globalización”. Editorial Taurus. Madrid 2002 (tercera edición)

 

Taibo, Carlos: Los trabajos de Carlos Taibo me parecen especialmente motivadores. Os dejo un enlace con su página en la que se pueden leer sus artículos y sus entrevistas y una relación de sus libros con un comentario del autor.http://www.carlostaibo.com/index.php

 

Centro Nuevo Modelo de Desarrollo: Norte/Sur la fábrica de la pobreza. Editorial Popular. Madrid 1997 ( 3ª  edición )

 

EZLN: “Crónicas intergalácticas del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo”. Barcelona 1997 (2 º edición) Realizada por el col-ectiu de Solidaritat amb la rebel-lio zapatista de Barcelona

 

Y también son de muy recomendable visita  y consulta las páginas de Juan Torres López, catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla (http://juantorreslopez.com/) y de Vicenç Navarro, catedrático de  ciencias sociales de la Universidad Pompeu i Fabra: http://www.vnavarro.org/ y del movimiento por el decrecimiento  http://www.decrecimiento.info/  o la memorable entrevista que le hacen a Francisco Fernández Buey en Radio 5 sobre los antisistema http://revoltaglobal.cat/article3146.html o las  intervenciones de Fernández Buey en Público y Rebelión- Para finalizar no puedo dejar de recomendar vivamente el video de la alocución de Myke Prysner, veterano de la Guerra de Irak, exponiendo dónde se encuentra el enemigo: http://www.youtube.com/watch?v=9kWU-JHetMM


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Reseña: RED DE SOLIDARIDAD DE SEATTLE o de como la hormiga se convierte en gigante https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/resena-red-de-solidaridad-de-seattle-o-de-como-la-hormiga-se-convierte-en-gigante/ https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/resena-red-de-solidaridad-de-seattle-o-de-como-la-hormiga-se-convierte-en-gigante/#comments Fri, 21 Jun 2013 10:00:24 +0000 https://librepensamiento.org/?p=4131 Normal 0 false false false EN-US X-NONE X-NONE MicrosoftInternetExplorer4

101Tras su publicación en diciembre de 2012, y como consecuencia del éxito obtenido, la editorial Klinamen nos ofrece una segunda edición de este pequeño gran libro. La obra se compone de una recopilación de diversos textos: una entrevista con un miembro de la Red de Solidaridad de Seattle (SeaSol en adelante), dos textos escritos por varios de sus miembros y un prólogo de la propia editorial (enriquecido para esta edición). Este conjunto de escritos nos permite una sencilla introducción a una experiencia de lucha valiente, singular y, sobre todo, exitosa.

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Tras su publicación en diciembre de 2012, y como consecuencia del éxito obtenido, la editorial Klinamen nos ofrece una segunda edición de este pequeño gran libro. La obra se compone de una recopilación de diversos textos: una entrevista con un miembro de la Red de Solidaridad de Seattle (SeaSol en adelante), dos textos escritos por varios de sus miembros y un prólogo de la propia editorial (enriquecido para esta edición). Este conjunto de escritos nos permite una sencilla introducción a una experiencia de lucha valiente, singular y, sobre todo, exitosa.

SeaSol nace a finales de 2007 en ámbitos militantes anarquistas y se concibe como una red de apoyo mutuo organizada de manera horizontal que, mediante la acción directa colectiva, hace frente a las injusticias que sufren las personas trabajadoras por parte de jefes y caseros. Compuesta por voluntarias y sin más financiación que pequeñas aportaciones individuales, han sostenido batallas contra un amplio abanico de abusos de empresarios y propietarios, tales como impagos de sueldos, desatención por parte de los caseros, robo de fianzas, cuotas escandalosas y pleitos abusivos.  Y lo han hecho con éxito: de 25 conflictos hasta el momento, han salido victoriosas en 22 de ellos. Conflictos como los del  Chase Bank (que quería escamotear 1000 dólares a un ciudadano en una transacción), o el de Kasota Apartments (que pretendía una subida escandalosa de los alquileres) son buenos ejemplos que dichas victorias. En su página web, indicada más abajo, se puede obtener  información más completa y actualizada sobre sus actividades.  Pero, como la lectura del libro sugiere, nos parece que este éxito no reside únicamente en las cifras, sino que se extiende a la serie de decisiones y apuestas acertadas que las han hecho posibles. En esta reseña, nos gustaría señalar, escuetamente, las claves que han convertido la trayectoria de la SeaSol en algo envidiable y exitoso.

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A nuestro juicio, el primer éxito consiste en la decisión que toman unos militantes frustrados de reinventarse mediante la creación de un nuevo tipo de lucha.  La mayoría de los fundadores de SeaSol provienen de experiencias como Industrial Workers of the World, los movimientos antiglobalización o contra la guerra, o de pequeños grupos anarquistas. El balance que hacen de dichas experiencias desvela su frustración, causada por la falta de actividad, la ineficacia y el poco relieve, incluso personal, de unas luchas, en la mayoría de las ocasiones, meramente simbólicas o propagandísticas. Sin embargo, no se dan por vencidos ni abandonan la batalla refugiándose en la autocomplacencia solipsista del cargado-de-razón-frente-a-los-demás-ignorantes, o en la mística miserable del malditismo fracasado. Toman buena nota de sus propios errores al no haber logrado conectar con otras personas o iniciar procesos de lucha significativos, y apuestan por un cambio de rumbo, por reinventarse sin complacencias con el pasado. Nos parece admirable la valentía  demostrada por estos militantes al deshacerse de las viejas rutinas fracasadas y de sus ineficaces organizaciones, para sustituirlas por un proyecto nuevo y diferente. Un proyecto marcado por un proceso continuo de innovación y aprendizaje, y una actitud abierta y flexible. Esto parece recordarnos que la política transformadora debería ser una aventura apasionante en la que tuvieran lugar reinvenciones, ajustes, autocrítica, innovación…

Para SeaSol, además, esta nueva aventura debe coronarse con el éxito, debe lograr sus objetivos, tiene que encontrar el tesoro.  Y para ello  es tan importante dotarse de una buena brújula como saber qué tipo de tesoro se quiere alcanzar. Los objetivos de SeaSol son concretos, sencillos, bien delimitados: luchar contra abusos de jefes y caseros. Estos abusos abarcan desde conseguir el pago de salarios robados por los jefes, hasta demandar que se limpien las humedades y el moho de las viviendas. Pudiera parecer que el tesoro es modesto y sencillo, sobre todo si lo comparamos con la habitual “fraseología revolucionaria”, pero, aun así, entraña dificultades, ya que embarcarse en cualquier lucha colectiva se presenta como algo complejo y más si la experiencia es novedosa para sus participantes. Pero SeaSol también sueña, ya que la modestia no es incompatible con la ambición: de lo que se trata, en el fondo, es de crear “poder popular”, “una comunidad de lucha” y para ello apuestan por emprenden acciones “pequeñas: “Yo veo estas pequeñas luchas como un entrenamiento para la organización de la lucha de clases, desde el cual podemos avanzar hacia proyectos mayores, más colectivos y de mayor duración. (…) muchas de las luchas que llevamos a cabo sólo tratan de corregir un incumplimiento de la ley por parte del casero o jefe. Esto es porque se trata de un punto de partida fácil” (86-87). Lo importante es empezar por el principio, aprender colectivamente, construir la base. La potencia de esta pedagogía práctica y su poder de contagio están implícitas en estas “pequeñas” acciones: “Las campañas que llevamos a cabo nos muestran concretamente la división real de clases en nuestra sociedad, con trabajadores a un lado y jefes, propietarios, policías y jueces al otro. Podría decirse que las luchas que emprendemos pueden llegar a mucha gente de un modo que nuestras extensas bibliotecas no pueden.” (72) En definitiva, SeaSol nos propone que para llegar a ser sólidos y poderosos gigantes, es necesario primero ser y trabajar como hormigas.

El segundo éxito reside en dotarse de una organización y unas tácticas adecuadas para alcanzar los objetivos propuestos. Aquí es donde el poderoso realismo de SeaSol se muestra más acertado. En primer lugar, la organización de la red de solidaridad se configura en torno a diferentes niveles de implicación. Son conscientes de que en una organización basada en la voluntariedad no todo el mundo va a estar igualmente implicado. Muchas son las causas de esto, pero lo más importante es funcionar asumiendo los diferentes niveles de participación. En este sentido, la red consta de las siguientes figuras participantes: simpatizantes, son aquellas personas que están dentro de la red de contactos y a las que se solicita que participen en alguna de las acciones que se lleven a cabo; miembros, implica considerarse parte de SeaSol y requiere comprometerse a acudir a las acciones siempre que sea posible y recibir más frecuentemente llamadas para participar en las mismas; organizadores, son aquellas personas que forman el equipo de organización y que se comprometen a asumir el trabajo de puesta en marcha y mantenimiento de las acciones. La participación en los diferentes niveles es voluntaria y abierta y se desea que no siempre sea asumida por las mismas personas, por lo que se implementan diferentes herramientas para que sea lo más rotativa posible, como por ejemplo, transmitir, por parte de las más experimentadas a los profanos, los diversos saberes acumulados necesarios para cumplir las diferentes tareas. Aquí SeaSol nos muestra lo poderoso que puede ser un realismo alejado tanto del pesimismo como de la derrota, ya que es precisamente su realismo, no pedir heroicidades ni sacrificios, lo que les permite organizarse con éxito. Otra virtud asociada a este tipo de organización consiste en ir más allá del asistencialismo, y esto en dos sentidos. En primer lugar, no hay nadie de la organización que quede fuera de la red de apoyo mutuo, es decir, que no hay “profesionales de la ayuda” que prestan servicios pero que no los necesitan. Allí todos se prestan a apoyar y demandan ser ayudados cuando lo requieran. En segundo lugar, todas aquellas personas que necesiten de la red han de incorporarse, como mínimo, en calidad de miembros, y han de tener un papel protagonista en su propia lucha. Si esto no se acepta, la red no se comprometerá a ofrecer su apoyo. Vemos aquí como esta “exigencia” consigue romper con el papel de víctima indefensa y hace posible proponer el papel de luchador protagonista que requiere y al que se le ofrece ayuda.

El realismo potenciador de la SeaSol es también la clave de las tácticas o estrategias que se ponen en marcha para conseguir los objetivos. En la “Guía para tejer una red de solidaridad” que se incluye en el libro, además de ofrecer un una serie de consejos muy minuciosos sobre cómo construir una red, se realiza un amplio inventario sobre qué tipo de acciones pueden realizarse. Algunas de ellas son el reparto de panfletos, entrega colectiva de una carta de demanda, boikots o incluso “eventos caritativos satíricos”. Estas acciones muestran la gran capacidad imaginativa de SeaSol y su compromiso con la innovación permanente, pero lo más importante es el éxito y para ello arbitran una serie de criterios y requisitos que deben cumplir todas las acciones a realizar. Estos son:

        Sostenibilidad: se trata de acotar el repertorio de acciones a la fuerza real con la que se cuenta, es decir, a la cantidad de personas que pueden implicarse y al grado de motivación que logran despertar en la red. Si no hay gente dispuesta a llevarlas a cabo, las acciones no se van a realizar con éxito y se rechazan.

        Intensificación: la lógica de la secuencia de acciones de presión al jefe/casero debe regirse por la intensificación, esto es, las acciones serán cada vez más duras. Este criterio tiene dos ventajas claras como la de emplear solo la fuerza necesaria para obtener la victoria y mantener siempre la iniciativa en el conflicto, ya que son los participantes los que deciden el ritmo y la intensidad de la misma. La eficacia de este criterio reside en “la idea fundamental de que el jefe/casero no cede como resultado de lo que le acabamos de hacer, sino más bien como resultado de su miedo ante lo que pueda pasar después.” (38)

        Ganabilidad: es la relación entre dos factores: lo difícil que es que un jefe/casero ceda a las reivindicaciones, frente a cuánto daño pueda hacérsele. Este criterio no sólo proporciona el ritmo y la lógica de la campaña, sino también su oportunidad. Sólo si la ganabilidad proporciona indicadores de éxito, la campaña se llevará a cabo, de lo contrario, se desechará. Recordemos que lo importante para SeaSol es el éxito que se consiga y el empoderamiento o fortalecimiento que éste insufla a la red, en aras de conseguir un empoderamiento colectivo o popular: “Cuando pensamos que no podemos ganar una lucha (o no tenemos capacidad o hay demasiadas luchas en activo) no la asumimos. Pasar de victoria en victoria mantiene viva la energía del grupo. Quedarse atascado en luchas que no se pueden ganar haría lo contrario. A medida que nos hagamos más fuertes, podremos ganar en el futuro las luchas que ahora no podemos” (30)

 

 103En definitiva, el libro muestra la experiencia de una lucha que quiere convertirse en gigante y que, para conseguirlo, apuesta por comenzar como hormiga. Su trayectoria está jalonada de éxitos muy importantes, que hemos tratado de señalar, y que pueden servirnos como ejemplo del que rescatar valiosas enseñanzas para construir una lucha sólida y potente, sobre todo en estos momentos en los que existen masivos movimientos de contestación, cuyos éxitos, aunque sean notables, no están resultando suficientes para interrumpir la ofensiva neoliberal de empobrecimiento de las mayorías.

 

 

 

 

 

Nota:  Para ampliar la información sobre la Red de Solidaridad de Seattle, se pueden consultar las siguientes webs:

        http://www.editorialklinamen.net/?p=2534

        http://seasol.net

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https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/resena-red-de-solidaridad-de-seattle-o-de-como-la-hormiga-se-convierte-en-gigante/feed/ 1
Portugal, 2013 – Un país al borde del colapso https://archivo.librepensamiento.org/2012/09/21/portugal-2013-un-pais-al-borde-del-colapso/ https://archivo.librepensamiento.org/2012/09/21/portugal-2013-un-pais-al-borde-del-colapso/#respond Fri, 21 Sep 2012 10:00:09 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3838 Si en el año 2000, por aquello del Milenio, se predecía el fin del mundo, hoy, 13 años después, creo que me puedo permitir ser una astróloga encartada, hacer alguna futurología y, sin demasiado margen de error,  decir que el Portugal que conocemos hoy va a terminar.

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Ana Mendes ( Profesora del Instituto Politécnico de Leiria, Portugal)

 

Si hace 13 años alguien me hubiera dicho que hoy estaría en la calle, tantas veces cuantas fuera  necesario, gritando «el pueblo unido jamás será vencido» hubiera dicho que estaba loco… Eso estaría al nivel de las predicciones del fin del mundo. ¿Yo en la calle? ¿Yo de manifestación? ¿Quién? ¿Yo? Ni pensar.

La verdad es que los años pasan, la vida cambia y maduramos, aunque siguiendo un determinado trayecto. Sé que no puedo añadir mucho a lo que quiero escribir sobre «la situación política y social en Portugal al borde de un predecible y horrible 2013» pero no puedo dejar de decir quién soy y como me sitúo al escribir este texto. Soy una portuguesa, muy semejante a la mayoría de mi generación. Hija de padres que podrían decirse de clase media, me fue permitido estudiar y con la ventaja añadida de que en casa mis padres tenían libros. Estudié siempre en escuelas públicas (muy buenas, dígase), viví en contacto con personas (amigos) cuyos padres tenían medios similares a los míos. Compré muchas veces ropa en rastros y ahorré para tener mis primeros pantalones de marca, que eran el sueño de todo adolescente en Portugal a finales de los años ochenta y que mis padres se negaban a pagar por considerar que su precio era exorbitante para unos pantalones.

Hoy trabajo como profesora en una institución de enseñanza superior en Portugal, con compañeros que como yo provienen de los más variadísimos orígenes y que, por ahora, todavía les siguen permitiendo tener un trabajo y hacer lo que les gusta. Y cuyo acceso a la profesión se hizo solo por mérito personal.

Cuando pienso en las oportunidades que he tenido y veo el futuro de los jóvenes a quienes enseño todos los días me siento fatal… Me siento como una hipócrita presumida cuando les pido que se esfuercen porque ese esfuerzo será premiado… Muchas veces me pregunto por qué les digo tamaña tontería. Porque aquí, en esto que se ha reducido a un “no país”, resultado de una crisis que nadie entiende, su esfuerzo jamás será recompensado

Lo único que me tranquiliza es saber que el conocimiento que mis estudiantes adquieren es para toda la vida: aquí o en otro lugar. Y eso nadie se lo puede quitar.

Sí, porque según el Primer Ministro de este “no país” lo que tienen que hacer es emigrar, ahora que hemos solucionado uno de nuestros problemas de siempre (fruto de la dictadura Salazarista) que consistía en no tener mano de obra calificada. Ahora, sin embargo, que tenemos la generación mejor preparada de siempre, la solución para este país es que estos chicos emigren… Así pues, con una crisis que nadie entiende y un país al borde del colapso, lo que tendremos para Portugal en 2013 es… emigrar.

No voy a hablar de la crisis, ni sobre las razones de la misma. Para ello contamos con los doctos señores economistas que estos días se pasan la vida escribiendo artículos de opinión, o de la especialidad, y que nadie sabe por dónde caminaron los últimos años, contribuyendo sin duda para esta crisis mientras nosotros, portugueses normales y mortales, vivíamos, según ellos, por encima de nuestras posibilidades con un sueldo mínimo de 485 euros y con nivel de  vida igual que en España. Confieso que hay veces, cuando leo y oigo algunos de esos especialistas me apetece matar a dos o tres. ¡Malditos engreídos!

Quiero hablar del estado social y político de mi país según la perspectiva de una persona común y, así, no hay otra forma de empezar que no sea hablando sobre el estado político que se vive en Portugal en estos momentos. Si alguien me pidiera un resumen sobre este tema, simplemente diría: una broma de muy mal gusto!

LA CLASE POLÍTICA

Tenemos el peor gobierno desde el 25 de Abril, es más, se podría decir que no tenemos gobierno. Contamos con un grupo de jóvenes mal preparados, que provienen de las juventudes de sus partidos y con licenciaturas dudosas, encabezando el gobierno, y una troika para imponer políticas de austeridad a la que el gobierno actual permite, sin dudar, que hiera la soberanía del país. No tengo ninguna duda de que este gobierno pasará a la historia de Portugal como el peor gobierno de todos.

Tenemos un inexistente Presidente de la República que sólo parece preocupado por si pone o no la vaca y el burro en el belén para no mosquear al Santo Padre y que se entretiene estos días comiendo el roscón de reyes.

Tenemos una oposición débil y que difícilmente se sabrá organizar.

Tenemos una población que dejó de creer en la clase política y en la justicia, porque no funcionan.

Tenemos constantes atentados a la Constitución portuguesa y, al  mismo tiempo, las decisiones del tribunal constitucional son anecdóticas. Un ejemplo ilustrativo: En el año de 2012 se privó a los funcionarios públicos del derecho a recibir las pagas extra de verano y de Navidad. El tribunal constitucional declaró la decisión inconstitucional, sin embargo considera que la no constitucionalidad no se aplica al año 2012…

Y, para empeorar el estado de las cosas, tenemos el país en venta, a precios de rebajas. Todo lo que es público está en venta o está para ser concesionado a grupos económicos cuya credibilidad es más que dudosa .

Para encuadrar, decir que son cinco los partidos políticos principales de Portugal, más un amplio conjunto de pequeños partidos que nunca tendrán la menor oportunidad de participar en nuestro más alto órgano de soberanía: la Asamblea de la República o Parlamento, no importa lo interesante que sean sus programas de gobierno (que nadie lee) y con los cuales, en algunos casos, podrían estar de acuerdo.

De estos cinco partidos que tienen escaños en la Asamblea de la República, dos partidos son de izquierda: PCP y el Bloco de Esquerda, pero la población portuguesa cree que nunca podrían llegar a gobernar. En primer lugar porque entre ellos no se entienden, perdiéndose muchas veces en retóricas, y en segundo lugar como resultado de las antipatías naturales de no sé cuántos años de  dictadura de derecha. Es decir, los comunistas siempre serán comunistas con todas las connotaciones atribuidas al comunismo, y los del Bloco de Esquerda siempre serán connotados como pseudo intelectuales, comúnmente denominados «izquierda caviar». En el lado opuesto de la línea a que llamamos «O centrão», constituida por los partidos PS (partido socialista) y PPD / PSD  (partido social demócrata- derecha liberal) tenemos el CDS/PP (derecha conservadora y religiosa) que recoge la simpatía de los más ancianos, de algunos moralistas y de algunos jóvenes indecisos que tanto les votarían en ellos como al Bloco de Esquerda, dependiendo del aire que corra en el momento.. Actualmente el CDS/PP ayuda (o no) el PPD/PSD a formar el actual gobierno.

Y cuando empezamos a hablar de «O centrão» es donde la trama se complica. PS y el PSD han gobernado el país alternadamente en los últimos 30 años. Estos son los partidos a los que el pueblo portugués asigna todas las responsabilidades. Durante 30 años, la población portuguesa se limitó a considerar que vivir en democracia se resumía a quitar del gobierno los que no les gustaban para poner en el gobierno a otros que eventualmente les podrían llegar a gustar.

Resultado de esta crisis financiera mundial, europea y ahora también portuguesa, por la primera vez en Portugal se ha empezado a discutir seriamente qué es la democracia. Creo que eso es lo único bueno que resulta de la locura que se vive actualmente en este país.

Desde el señor del bar a los comentaristas de los medios, se discute qué es democracia, se habla sobre la clase política, se habla de política, se respira política y por la primera vez en muchos años, se leen y se discuten los presupuestos del Estado y se comparan con el programa gubernamental.

Con esta crisis se llega también a la percepción general de que la clase política es poco seria. Se multiplican en los periódicos escándalos que involucran a miembros de ambas partes del «centrão». Y la desafección es total. Lo que en mi opinión es natural: los dos partidos del «centrão» están, en este momento, dirigidos por las dos caras de la misma moneda, dos jóvenes políticos cuya principal tarea en los últimos años consistió en agitar banderas en los mítines y campañas y cuyas ocupaciones (profesión) conocidas son, en un caso, años en asesoría de empresas de amigos que están asociadas a negocios dudosos y poco transparentes, y en otro, una vida de cargo tras cargo político.

Con estas afirmaciones no quiero decir que todos pueden ser mezclados en la misma bolsa, pero la verdad es que estas personas hacen que parezca que todos nuestros políticos están muy lejos de lo que deberían ser.

Se suma a esta idoneidad del gobierno (coalición CDS / PP y PSD) que los escándalos se multiplican. Los desacuerdos entre las partes que se han hecho públicos son más que muchos. Es de conocimiento público que el mismo señor Primer Ministro es un producto político de su actual súper-ministro Miguel Relvas, que está implicado en varios casos de corrupción por el que debería haber sido sustituido hace mucho tiempo. Éste, junto con otros miembros del actual gobierno, no logra siquiera aparecer en público sin ser abucheado. Para enterarse mínimamente de lo que estamos hablando basta leer la página inglesa de Wikipedia sobre el ministro Miguel Relvas: así se consigue tener una pequeña idea de la magnitud del desgobierno que pesa en Portugal cuando empieza el 2013.

Y si se preguntan por qué no interviene el Presidente de la República, la respuesta es sencilla: vive deliberadamente ajeno a todo, instalado en una especie de burbuja que el mismo creó porque, directa o indirectamente (a través de sus amigos y partidarios), está tan involucrado como los demás elementos de su partido PPD / PSD en todo lo que fue, y es, poco transparente en Portugal. No es más que una figura ornamental en el “reino” de Portugal.

Su intervención política se reduce a una media docena de palabras comunes generalmente transmitidas a través de su página en Facebook. Y así estamos, en lo que modestamente llamaría estado de surrealismo. Si no fuera tan malo sería para soltar carcajadas.

La sensación que tengo es que estamos viviendo en Portugal una broma de mal gusto y que no nos es permitido salir de ella. Asistimos, como en un palco, a la destrucción de este país y muy poca gente hace algo.

Y como si la anécdota política que se vive en este país no fuera suficiente, a todo esto se suma la falta de estrategia de este “no gobierno” que nos lleva directamente a reflexionar cómo vivimos hoy y como se vivirá mucho peor en 2013.

UNA REALIDD DEPRIMENTE

Abrir, leer o mirar un periódico en Portugal deprime a cualquiera. Estar en una cola de la caja de un supermercado y ver a la gente eliminar parte de la compra  porque el dinero no es suficiente te hace querer  llorar. Más, si ves que tienen hijos con ellos y son las galletas de los niños lo que se  ponen a un lado. Estar  de pie detrás de alguien en un cajero automático y ver los muchos intentos que hacen con la esperanza de que milagrosamente, entre reducciones del valor y consultas al extracto bancario, aparezca el dinero, nos deja mortificados.

Y si quién me lee piensa que estoy hablando de personas que ganan el salario mínimo se equivoca. No estoy solo escribiendo sobre personas que ganan el salario mínimo (485 euros) estoy hablando de personas que ganaban un salario mucho más alto que el salario mínimo y que han perdido sus empleos, estoy hablando de personas que ganan un poco más que el salario mínimo y, más aún, estoy hablando de personas cuyo salario es considerado un buen salario en Portugal (aproximadamente entre 1500 a 1800 euros).

Todas estas personas, cada una al nivel de sus posibilidades en las últimas dos décadas, han asumido un conjunto de compromisos financieros, la mayoría de las veces alentados por los gobiernos anteriores y por las políticas financieras europeas de tal modo que compraron casa, decidieron tener hijos o quisieron hacer un conjunto de otras cosas que hasta poco eran consideradas derechos legítimos en una Europa que hasta ahora se decía solidaria.

Al revés de lo que piensan muchos de la Europa del norte, o incluso del sur, en Portugal siempre se pagó para tener acceso a la asistencia médica o la educación, tanto  indirectamente, a través de los impuestos, o  directamente, a través de tarifas de usuarios. Sin embargo, los precios de acceso directo están empezando a ser insoportables. Actualmente en Portugal se paga para ir a una emergencia de un hospital público entre 20 y 25 euros. Los precios de la energía son cada vez más elevados como resultado de la llamada liberalización del mercado que permitió la privatización de estas compañías a manos privadas que ahora poseen el monopolio energético.

Resultados de esta obra maestra, cuya responsabilidad es de este y los anteriores gobiernos, y una Europa que es todo menos solidaria, Portugal es más pobre. Sin embargo, el coste de vida en Portugal es cada vez más alto. Vivimos una pobreza avergonzada, y si todavía mantenemos un aire jovial, alegre y hospitalario se lo debemos al sol del sur de Europa, que nos va reconfortando estos días, pero entramos en 2013 con mucha aprensión y miedo.

Independientemente de creer que teníamos, y debíamos, haber sabido reflexionar antes y organizarnos mejor, sigo creyendo que lo que le faltó a la ecuación estaba, tal vez, en no haberse sabido situar. El error de Portugal hace dos años fue pensar que no era Grecia como tal vez el error de España ahora es pensar que no es Portugal. Es que, amigos y amigas, somos todos griegos porque todos somos Europeos.

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La pobreza ante la crisis, una realidad heterogénea. Vivencias y discursos https://archivo.librepensamiento.org/2012/03/21/la-pobreza-ante-la-crisis-una-realidad-heterogenea-vivencias-y-discursos/ https://archivo.librepensamiento.org/2012/03/21/la-pobreza-ante-la-crisis-una-realidad-heterogenea-vivencias-y-discursos/#respond Wed, 21 Mar 2012 12:36:01 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3726 En este texto presentamos algunos esbozos acerca de las vivencias y los discursos de los grupos subordinados en la estructura social, que están viviendo de manera directa y cruda los efectos de la denominada crisis económica. Desde una metodología cualitativa, acometemos nuestro trabajo a partir de un conjunto de grupos de discusión y entrevistas.

Nos hemos planteado un acercamiento para tratar de conocer cómo es la cotidianeidad de las personas mas afectadas por los procesos de dislocación que se están produciendo en el avance del capitalismo tardío. Pretendemos con ello dar con algunas claves de entendimiento de los procesos de producción y reproducción de las marginaciones, y de cómo operan los dispositivos de dominación, así como las diversas respuestas que frente a ellos se construyen y que pueden contribuir a cuestionar esas formas en que se reproducen las condiciones que contribuyen a su subordinación y su dominación.

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Lucila Finkel, María Arnal, Miriam López, Pilar Parra, Araceli Serrano, Ángel Zurdo, Daniel Parajuá, (Universidad Complutense de Madrid)

La investigación en curso, de la que aquí presentamos unos primeros esbozos de conclusión para el debate, está centrada y enfocada en las vivencias cotidianas y de la vida ordinaria de gentes que viven directamente los efectos de la denominada “crisis económica”, en posiciones subordinadas de la estructura social. Como se verá, este punto, en aparente común, es el de partida de diversas líneas de interpretación y configuración de realidades particulares.

Este trabajo se ha realizado en base a las técnicas cualitativas de grupos de discusión y de entrevistas semiestructuradas, por lo que fue necesario diseñar un proceso de definición de aquellas personas y grupos especialmente afectados por la actual deriva social, política y económica, especialmente en lo que se refiere a la falta de empleo: jóvenes con escasa cualificación, migrantes desempleados o en trabajos precarios, mujeres, desempleados de más de 45 años. Todos tienen en común su fragilidad ante los efectos de la crisis y la experiencia de “descenso social” que se deriva de ella.

En términos generales, nos hemos planteado un acercamiento para tratar de conocer cómo es la cotidianeidad de las personas mas afectadas por los procesos de dislocación que se están produciendo en el avance del capitalismo tardío. En este sentido nos interesa saber cómo viven -o sobreviven- para intentar mantener sus necesidades básicas y las de sus familias cubiertas; cómo construyen su identidad en estos espacios de precariedad y quiebra de su mundo conocido; cómo dan sentido a su situación y a la de otros en similares circunstancias y cómo despliegan su cosmovisión desde esa posición.  Las técnicas de investigación referidas nos están permitiendo realizar este acercamiento para ver cómo se construyen esas vivencias e ideologías  en su “hablar” colectivo -esto es, en situaciones de interacción social entre iguales- y que estas situaciones nos darán la posibilidad de ver cómo se construyen sus discursos, con sus variaciones, sus balbuceos, sus potencialidades, sus dudas, sus contradicciones  y sus desplazamientos.

De esta manera, pretendemos dar con algunas claves de entendimiento de los procesos de producción y reproducción de las marginaciones, y de cómo operan los dispositivos de dominación, así como las diversas respuestas que frente a ellos se construyen y que pueden contribuir a cuestionar esas formas en que se reproducen las condiciones que contribuyen a  su subordinación y su dominación. Conocer estos procesos y dispositivos y ver cómo son los discursos puede dar claves para ver las fortalezas, las fracturas, los puntos débiles, las contradicciones, las respuestas  que subyacen a esta forma de reproducción del modelo actual del desarrollo capitalista y para avanzar en propuestas de conformación de miradas que contribuyan en una toma de conciencia de sus propios intereses.

Crítica a las definiciones de exclusión y pobreza.

Desde esta perspectiva, nos planteamos desarrollar una humilde contribución a la crítica de las definiciones clásicas y hegemónicas de la pobreza y la exclusión social, escoradas en la actualidad a la acotación individualizada de los problemas sociales y a los procesos de esencialización de la pobreza, muy en línea con los diagnósticos realizados desde las políticas neoliberales. Precisamente, éste ha constituido nuestro primer terreno de contestación, objetivando esas definiciones hegemónicas de los excluidos y los “nuevos pobres” para ubicarlas en una política concreta de gobierno de la ciudadanía.

Para este trabajo hemos acometido varias tareas comunes en torno a los grupos de discusión que se pueden resumir en los siguientes puntos o ejes del análisis:

1-reconstrucción de trayectorias vitales y estrategias de supervivencia

2-los vínculos sociales, las relaciones, las redes y los apoyos

3-análisis ideológico y cosmovisiones sobre la sociedad que les ha tocado vivir: Estado, estado del Bienestar, gobierno, la clase política, gran capital, pequeños empresarios, los sindicatos, las instituciones, los inmigrantes, la población gitana, la solidaridad y la ayuda al desarrollo, la justicia,…

4-las miradas sobre la crisis: reconstrucción del sistema de atribuciones causales

5-representaciones sociales sobre la desigualdad y la pobreza. Términos usados. Marcos interpretativos

6-las perspectivas de futuro

7-las demandas de intervención social

8-miradas sobre la movilización política

9-la construcción de identidades en contextos de precarización

A partir de aquí, hemos obtenido un conjunto de materiales discursivos de enorme riqueza e intensidad que nos están sirviendo de base para un análisis que se despliega en varias direcciones. Nos centraremos, ahora, en avanzar algunas líneas de este trabajo en relación a las descripciones de las actitudes vitales y las distintas metáforas que se ponen en juego ante el paro y la crisis; unas estrategias discursivas que, más allá de una mera estructura retórica, nos direccionan hacia las vivencias y significaciones ordinarias de la vida social.

Desde nuestra perspectiva, estos espacios ideológicos conforman el espacio de las prácticas sociales y no constituyen un mero contrapunto mental a las mismas. Además, las vivencias subjetivas, lejos de constituirse en una especie de asunto personal, remiten a las esferas sociales y culturales y a las posiciones sociales colectivas.

Actitudes vitales

Podemos apuntar la existencia de diversas actitudes vitales ante la crisis, que se ubican en un contexto en tensión que va desde el extremo del individualismo hasta un cierto sentimiento colectivista y, a su vez como otro eje transversal, un extremo de posición adaptativa hasta otro de posición crítica. Así, los parados obreros de más de 45 años muestran actitudes que hemos denominado de “acabamiento”, toda vez que desarrollan estrategias adaptativas que consisten en sentir que han llegado a una estación términi, o que han terminado por caer en un pozo, del que ya difícilmente van a salir; su actitud denota sentimientos comunes, pertenencia a un grupo al que, sin embargo, se le ha negado toda capacidad de agencia.

La mayor parte de las actitudes vitales se ubican en el territorio común del individualismo, que tiene a explicar la propia situación en términos particulares y desconectados de intereses comunes o de toda identidad colectiva. En este sentido, buena parte de los grupos de jóvenes tanto cualificados como de escasa cualificación, grupos de inmigrantes e incluso una buena parte de las mujeres con cargas no compartidas, se sitúan en actitudes que van desde un estado de shock individual hasta lo que hemos denominado provisionalmente un aislamiento protegido amnésico (que pretende encontrar un refugio individual ante la que está cayendo). En este conjunto, cabe incluso el tipo de actitudes que subrayan la máxima responsabilidad individual, sobre todo por parte de grupo de migrantes que llegaron a nuestro país con los esquemas de esfuerzo individual como camino a la prosperidad.

Resulta especialmente interesante detenernos en ese estado de shock y de desconcierto que hemos citado: buena parte de los jóvenes de los grupos de discusión se encuentran en este espacio discursivo a la hora de dar cuenta de sus actitudes ante la situación que viven, comparando permanentemente la situación actual (ahora) con el pasado (antes) y elaborando estrategias de supervivencia que creen circunstanciales en espera, más o menos idealizada, de una vuelta a las condiciones previas vividas como de prosperidad. Sólo en algunos casos, minoritarios, se vislumbran algunos ejercicios críticos que se plantean salidas a esta situación por medio de una vida más simple (siempre desde la perspectiva individualista).

Pero las actitudes no se ubican únicamente en este contexto individualista: una fracción de los grupos de mujeres, así como de jóvenes y obreros, puede derivar en actitudes más próximas a los sentimientos colectivos, que generan procesos de movilización, en primer lugar hacia la búsqueda desesperada del trabajo (lo que no garantizaría la continuidad de esos sentimientos colectivos) o hacia la elaboración de discursos más críticos ante la situación de crisis. En cualquier caso, nuestra hipótesis por el momento es que las actitudes más nítidamente marcadas de colectivismo crítico solo se encontrarían en los grupos de jóvenes cualificados, así como en obreros-as, con una cierta tradición y experiencia previa de movilización política.

Espacios ideológicos

Las actitudes descritas, lejos de constituirse en sólidos y nítidos espacios vivenciales, admiten variaciones y adaptaciones a las distintas situaciones de la vida cotidiana. Una de las cuestiones que más interés está suscitando en nuestro análisis es su vinculación con varios espacios ideológicos que conforman potentes condicionantes de las actitudes y prácticas sociales.

Entre las personas más directamente afectadas por la actual crisis y desempleo es frecuente el posicionamiento ideológico en alguna de las versiones del individualismo, toda vez que los discursos hegemónicos ponen énfasis en esta esfera para explicar tanto las causas como las consecuencias de las situaciones penosas en las que se vive. Por una parte, una fracción importante de jóvenes y migrantes con cierta cualificación exhiben con claridad un individualismo que hemos denominado hobbesiano adaptativo, que subraya la importancia de obtener y conservar capital formativo personal, que es el que se tiene que poner en juego, en base a los méritos individuales, en un mundo en el que la tónica es la lucha de todos contra todos, con escasas posibilidades de solidaridad y acción común, cuestiones a las que siempre se mira de manera despectiva o tachándolas de ingenuas.

Por otra parte, ya en los grupos de jóvenes no cualificados y en alguna fracción de los grupos de clase media baja se comparte esta visión del mundo social como un lugar en el que cada uno depende de sus cualidades y capacidades, pero al que se añade posturas y opiniones críticas ante los poderes públicos y los responsables de la economía (sean estos quienes sean: ministros, banqueros, incluso sindicatos); finalmente son ellos, la gente común, los principales afectados pero nada o poco se puede hacer contra esa masa informe de culpables, tan sólo buscarse uno la vida como mejor pueda.

Ambas versiones del individualismo comparten con otros grupos una importante característica ideológica: aquella que hemos denominado realismo situacionista adaptativo, en la que se alinean también una fracción del grupo de personas de clases medias bajas, las mujeres con cargas no compartidas y una parte importante de los jóvenes con cierta cualificación, pero siempre en los estratos medios y bajos de la sociedad. Esta postura vendría ser la máxima expresión de la opción adaptativa, en la que se reduce al mínimo la crítica movilizadora y la activación de prácticas de respuesta colectiva. Aquí, la sociedad es vista casi como un destino o un escenario en el que las personas apenas tienen capacidad de agencia, donde el único espacio –tanto individual como en grupo- que queda es el de intentar buscar la mejor manera para salir adelante, trabajar en lo que sea y, de nuevo, buscarse la vida.

Más preocupante resulta comprobar cómo buena parte de los distintos grupos entrevistados coinciden en elaborar algún tipo de discurso en torno al espacio ideológico del populismo xenófobo reactivo, un espacio del que también pueden participar ciertos sectores de trabajadores migrantes. Las distintas actitudes vitales a las que hemos hecho referencia en el apartado anterior contribuyen en la producción de este tipo de populismo que toma a los extranjeros y a las diferencias fenotípicas como chivos expiatorios de la situación actual. Es evidente que constituye una de los principales discursos fragmentadores de las clases populares e indudablemente vienen reforzadas y remarcadas por las acciones políticas y mediáticas, especialmente por todas aquellas que inciden en remarcar la nacionalidad de la gente, los rasgos visibles distintivos, así como el uso de términos despectivos.

En este conjunto de espacios ideológicos no descartamos la existencia de un colectivismo crítico, hoy por hoy minoritario y potencialmente compuesto por aquellas personas con experiencia previas en la participación en algún tipo de movimiento social o de carácter político. Potencialmente es posible inscribir en esta opción a una fracción de los obreros y parados mayores de 45 años, siempre y cuando la actitud vital de acabamiento no haya logrado imponer todo su poder explicativo de la realidad circundante. En cualquier caso, parece que se trata de un espacio ideológico poco frecuentado por las fracciones más dañadas por la actual crisis económica.

Para concluir (provisionalmente)

El concepto de “crisis económica” lo empleamos aquí como categoría social en uso, que permite organizar los temas que hemos planteado en el guión de los grupos de discusión. Como hemos podido ver en esta somera exposición, una de las características básicas de las vivencias de los grupos de dominados ante estas situaciones es la heterogeneidad y la fragmentación, posiblemente asociada con las prácticas de segmentación de las clases populares y que se encuentran entre los ejes principales de las formas modernas de gobierno de la población. La falta de empleo, el sentimiento de inutilidad, la necesidad acuciante de ingresos económicos, el fracaso de los proyectos de vida, la incertidumbre ante el futuro, la indignación por el comportamiento de responsables políticos y económicos, todo ello, lejos de generar una corriente común de análisis y de identificación, se inscribe en un escenario social de múltiples identidades, muchas de ellas enfrentadas entre sí, con escasa capacidad para articular soluciones y alternativas y, sobre todo, con pocas opciones para las vivencias colectivas. La confluencia en los discursos xenófobos no hace sino ratificar este escenario, puesto que se componen desde diversas actitudes vitales. En cualquier caso, queremos dejar claro que no se trata de posiciones inamovibles sino de situaciones en un continuo en el que hay desplazamientos y hasta solapamientos de esas actitudes y perspectivas.

Este acercamiento analítico inicial puede ser de gran utilidad a la hora de desarrollar posteriores explicaciones en torno a los procesos por los cuales buena parte de las clases populares está asumiendo los discursos culpabilizadores producidos desde las élites y que se condensan en frases como la que dice que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.

Por otro lado, se hace necesario profundizar en este estudio, para abordar esta realidad en toda su complejidad, en concreto a la ausencia de una fractura social clara –aún en los peores momentos de desempleo y aumento de la pobreza- que debe ser explicada a la luz de los efectos paralizadores de la crisis y su tratamiento mediático, así como al mantenimiento, aún en estas esferas de la vida de los dominados, de las esperanzas por regresar a las situaciones de bonanza del pasado, aún más idealizadas si cabe en la actualidad.

Esta fragmentación de las clases populares se ubica en espacios y momentos de la vida cotidiana, tiene importantes efectos explicativos de la realidad y contribuye a la construcción de desconfianza, suspicacia, sentimientos de competencia y hasta enfrentamiento, unos elementos que pueden constituir una buena parte de los nuevos discursos racistas y nacionalistas, e incluso las bases para la reivindicación de algún tipo de autoritarismo.

Teniendo en cuenta estos elementos, el análisis de las vivencias ante la crisis debe servir para construir espacios de esperanza de la manera menos ingenua posible; unos espacios que para que sean efectivos deben ser relevantes para las gentes, aportar versiones alternativas que expliquen qué está sucediendo y, sobre todo, generar discursos plausibles acerca de la capacidad de cambio de las movilizaciones colectivas. En este sentido todo trabajo encaminado a la construcción de un colectivismo crítico tiene que ser capaz de afrontar con solidez los argumentos de la desesperación, el aislamiento y el enfrentamiento entre los distintos sectores de las clases dominadas.

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La dimensión internacional de la crisis económica https://archivo.librepensamiento.org/2012/03/21/la-dimension-internacional-de-la-crisis-economica/ https://archivo.librepensamiento.org/2012/03/21/la-dimension-internacional-de-la-crisis-economica/#respond Wed, 21 Mar 2012 12:29:07 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3723 La crisis económica internacional es el resultado de la globalización financiera  derivada de la solución a la crisis de producción de los años setenta. El proceso de reestructuración de las economías más desarrolladas se hizo posible a través de fortalecimiento del mercado financiero en las relaciones económicas internacionales y la creciente apertura de todas las economías nacionales. A este proceso se ha sumado la aceleración de los cambios tecnológicos. Se está pues ante una triple crisis que afecta a las finanzas, a la producción y al empleo, y a las relaciones internacionales. Las tres deberán de abordarse simultáneamente si se busca una cierta estabilidad económica internacional.

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José Manuel García de la Cruz, Profesor titular de Estructura Económica y Economía del Desarrollo, Universidad Autónoma de Madrid


No es ocioso comenzar recordando que la actual crisis afecta especialmente a las economías desarrolladas y que el origen de la crisis está en éstas mismas. En este sentido,  si se puede hablar de crisis internacional es por el hecho de que, en tanto que la economía mundial sigue pivotando sobre las economías más desarrolladas, el retraso en la superación de la (su) crisis puede terminar por contaminar los ritmos de crecimiento del conjunto de las economías nacionales que participan en el sistema económico mundial, abortando las expectativas de mejora de las condiciones de vida de su ciudadanos. Es, por lo tanto,  la polarización y centralización del actual sistema de relaciones económicas lo que permite hablar de crisis internacional, más allá de la situación concreta de cada economía.

Cabe sin embargo otra evaluación de la situación. En otros términos, la crisis actual sería, también, resultado de la transformación de las relaciones de la economía mundial en un contexto de aceleración de las innovaciones tecnológicas e incremento de la competencia en los mercados, tanto de mercancías como de capitales, a escala mundial. Así, la crisis actual de las economías desarrolladas abre la posibilidad de cambiar la configuración de las relaciones económicas internacionales de tal forma que la centralidad de las economías desarrolladas sea sustituida por una red de relaciona más abierta. La crisis de las economías desarrolladas estaría alumbrando la consolidación de un sistema multipolar, más descentralizado, sustitutivo del orden anterior polarizado y centralizado.

Seguramente, es todavía pronto para conocer cuál será el desenlace la crisis, pero, se puede afirmar, que solamente se asegurará una salida sólida no solamente para las economías desarrolladas, y especialmente europeas, si al mismo tiempo no se logra reorganizar eficazmente el sistema internacional de relaciones económicas. Las razones de esta afirmación no son otras que las derivadas de las consecuencias de la globalización sobre la capacidad operativa de las autoridades nacionales, resultado del incremento de la competencia en los mercados exteriores, la movilidad internacional de capitales y la incertidumbre sobre los tipos de cambio de las monedas nacionales.

En adelante se expone una interpretación de la crisis económica actual y de las transformaciones de la economía mundial, antes de concluir con el recordatorio de algunas condiciones para una salida duradera de la actual situación en el contexto de la globalización.

La crisis resultado de la globalización

Hay que reconocer que los problemas sociales son rara vez resultado de causas únicas a las que atribuir toda la responsabilidad. La tentación de obrar de tal forma es muy fuerte, máxime si se desea lograr explicaciones formalmente simples y bien construidas. Sin embargo, las crisis, salvo las producidas por cataclismos naturales, rara vez pueden ser explicadas por una sola variable o por un solo hecho, son resultado del deterioro de las condiciones de producción, distribución y consumo ante su incapacidad de absorber y neutralizar un cambio profundo y desequilibrante generado en el interior del sistema económico.

Podríamos decir que el crecimiento económico se conserva mientras es posible sostener un equilibrio inestable entre las diversas relaciones sociales establecidas en torno a la producción y la distribución del excedente económico y la satisfacción de las necesidades económicas de la gente. Los desequilibrios pueden conducir a la situación previa, o bien pueden desencadenar un proceso de búsqueda, de creación y de legitimación de unas nuevas condiciones sociales, materiales e ideológicas que restablezcan un nuevo equilibrio de condiciones muy diferentes a las de partida.

Con esta perspectiva, se puede interpretar la crisis actual de las economías más desarrolladas como resultado del proceso de su transformación iniciado en los años sesenta, tiempo en el que se inicia la ruptura de los equilibrios del orden keynesiano que había permitido su alto crecimiento desde los años cincuenta.

Es comúnmente aceptado que, tras la Segunda Guerra Mundial, las economías más desarrolladas admitieron la regulación económica por parte del Estado, que el crecimiento se basó en el fortalecimiento de los mercados nacionales, con el apoyo a la formación de grandes empresas, y la justificación de un cierto proteccionismo comercial. Igualmente el Estado (con mayor o menor intervención) medió en las relaciones salariales  apoyadas en organizaciones de clase (sindicatos y patronales) definidas en torno a la producción, y promocionó el estado de bienestar que actuó como instrumento de distribución de rentas, vía impuestos y gastos públicos. La gestión de la moneda (tipos de interés y tipo de cambio frente a otras divisas) era  una atribución de los gobiernos nacionales y la actividad financiera (de préstamo y ahorro) estaba altamente regulada e intervenida (autorizaciones muy limitadas para la creación de bancos y control de los movimientos de los capitales internacionales).

Todo ello fue posible por la generalización de las aplicaciones industriales de los conocimientos aportados por la ciencia. La siderurgia, la industria química, el ferrocarril, la construcción de automóviles, la aeronáutica y la industria nuclear, entre otros sectores, impulsaron el crecimiento de la productividad y la asalarización de las relaciones de producción. Además, el acceso al petróleo a precios bajos en las economías sometidas políticamente permitió cierto desentendimiento de la importancia de la energía en la configuración de las relaciones sociales y la calidad de vida. La redistribución, mediante incrementos de los salarios reales y las políticas de bienestar, legitimaron el sistema económico capitalista en este modo de regulación, que ha sido denominado como “fordista”. Las relaciones económicas internacionales se organizaron en torno a las instituciones de Bretton Woods con cometidos sobre los mercados financieros internacionales, el empleo del dólar –convertible en oro- como divisa internacional y la regulación del comercio internacional.

Pues bien, desde finales de los años sesenta, este sistema conoció una acelerada transformación: se incrementó la competencia entre las economías más desarrolladas, provocando la ruptura del sistema monetario en 1971, y el crecimiento de los precios de las materias primas, especialmente  – y con fuertes componentes políticos- del petróleo, a partir del año 1973. Se puso al descubierto el agotamiento de las fuentes de productividad tecnológicas que impulsaron el crecimiento postbélico, que obligó a fuertes reestructuraciones industriales que provocaron la caída de ingresos fiscales, al tiempo que el desempleo y las políticas sociales incrementaron los gastos públicos y, en definitiva, la necesidad de buscar fuentes de financiación de las políticas públicas, tanto de las de carácter económico, como las reestructuraciones productivas. El resultado fue la globalización financiera, es decir la liberalización de las prácticas y de los mercados financieros.

Pero este cambio no fue solamente técnico sobre alternativas a la financiación de las políticas públicas, supuso un cambio radical en el funcionamiento del sistema capitalista. Si la cohesión social legitimaba el modelo fordista, la globalización se va a legitimar por los éxitos económicos en los mercados competitivos. De esta forma la intervención pública se entenderá como limitante de las capacidades individuales, los impuestos como costes y las políticas sociales como freno a la competencia.

El resultado ha sido que la financiación de las políticas públicas depende crecientemente de la evaluación de sus resultados en términos de competencia internacional. En un proceso acelerado desde los años ochenta, van a ser las  expectativas sobre los rentabilidad de las inversiones lo que facilite el acceso a la financiación – ahora privada- como consecuencia de la renuncia a la imposición sobre los rendimientos del capital y de la apertura de los mercados financieros internacionales. No será la cohesión social y la redistribución del excedente lo que legitime al sistema, sino la capacidad de competir en el escenario global. El sector financiero se colocó en el centro de decisión del sistema actuando sobre las políticas económicas como garantía de rentabilidad de sus préstamos.

En este nuevo contexto postfordista, la competencia en los mercados internacionales ha sido acompañada de la apertura de la mayoría de las economías nacionales, dejando al descubierto las diferencias salariales (incluidos los componentes indirectos abastecidos desde las políticas de bienestar) de forma tal que la competencia en el contexto de movilidad de capitales se ha establecido entre los salarios, presionando a la baja los salarios reales en todos los países.

En consecuencia, se ha producido una acelerada financiarización de la economía: primero, como consecuencia de la apelación a los préstamos por parte de los gobiernos; segundo, por la incorporación de pequeños inversores a los mercados de títulos; en tercer lugar, con el incremento de las actividades financieras, incluso en las empresas manufactureras, ante la diversificación de los productos financieros y la supuestas garantías ofrecidas.

Como consecuencia se ha producido el incremento del endeudamiento tanto público como privado que no se ha visto correspondido ni con los incrementos de la productividad de las economías, ni con la estabilidad del crecimiento del consumo, sostenido, precisamente, por el propio sistema de préstamos ante la estabilización de los salarios. Las bases de la burbuja financiera ya estaban construidas  desde antes de que comenzara su estallido en 2007.

Transformaciones de la economía mundial

Pero si la crisis financiera no representa ninguna novedad en la historia del capitalismo, sí lo es que la actual está operando en un contexto internacional que, por primera vez, no está controlado por las economías más desarrolladas.

En los últimos veinte años se han acumulado un conjunto de transformaciones en las relaciones económicas internacionales, tales como:

–         La jerarquía en el comercio internacional se ha visto radicalmente alterada por la activa participación de China y otros países, especialmente India, Brasil y otros como Rusia, República de Corea o Sudáfrica y, en general, el amplio conjunto de “economías emergentes”.

–         Se ha incrementado notablemente el número de empresas multinacionales cuyo origen está en economías en desarrollo.

–         La participación de los bienes intermedios en el comercio internacional se ha incrementado notablemente en los últimos años, al igual que el comercio de productos poco diferenciados (comercio intrasectorial) en cadenas de valor mundiales.

–         Aunque  el dólar de los EE.UU., a pesar de la crisis financiera americana,  siga siendo la principal divisa en las transacciones económicas internacionales, la participación de China en la distribución de las reservas internacionales hace que los EE.UU. necesiten de la cooperación de las autoridades chinas en el manejo de su política de tipo de cambio.

–         El crecimiento de las economías emergentes está provocando un incremento de la demanda de materias primas industriales que ha roto la tendencia a su depreciación y ha abierto nuevas oportunidades de crecimiento económico de los países exportadores de las mismas. Especialmente para los exportadores de productos energéticos.

–         El comercio de servicios es cada vez mayor, y son las economías desarrolladas sus impulsoras.

–         Las economías en desarrollo participan de forma creciente en el comercio internacional de productos de alto contenido tecnológico. Sin embargo, los principales desarrollos tecnológicos continúan produciéndose en las economías más desarrolladas.

–         Los movimientos financieros son dominantes en las relaciones económicas internacionales, siendo las entidades de las economías desarrolladas sus actores principales.

Todos estos cambios se han generado por las políticas de liberalización y apertura de las economías defendidas desde las instituciones multilaterales. Sin embargo, y paradójicamente, han actuado contra ellas. La importancia del Banco Mundial se ha disuelto en la desmesura de los mercados financieros privados, el Fondo Monetario Internacional que encontró en la defensa de la globalización un nuevo papel tras la crisis del patrón cambios oro en 1971, es incapaz de hacer propuestas no ya sobre la solvencia de las entidades financieras, también sobre la alternativas a las crisis fiscales de las economías más desarrolladas. Y la Organización Mundial de Comercio, presentada en 1994 como la nueva gran organización destinada a gobernar la globalización, apenas es capaz de mantener abiertas las negociaciones de la Ronda de Doha de liberalización económica al cabo de once años de su inicio.

La complejidad de las soluciones

La prolongación de la crisis está afectando a la credibilidad de la política. En Europa se han extremado las políticas de ajuste, en el Reino Unido y en Estados Unidos se han combinado con otras más incentivadoras del crecimiento económico, sin embargo y aunque los resultados están siendo ligeramente más positivos para éstas últimas, no hay duda de que no se ha acertado en las soluciones. La interrelación comercial, la competencia en costes de producción, las dificultades ante la movilidad de los capitales para delimitar bases impositivas sobre las que edificar alternativas a la recaudación impositiva, hacen que todas las políticas, en definitiva, no consiguen sino “ganar tiempo” (es decir, perder tiempo) a la espera de que desde algún e imprevisto lugar (China, los BRIC, ¿?)  se consolide una recuperación suficientemente fuerte que impulse el crecimiento general.

En las economías en desarrollo y especialmente entre las emergentes, las carencias sociales acumuladas ofrecen la oportunidad de emplear el mercado nacional, e igual papel están jugando  las crecientes relaciones entre ellas, para relanzar su crecimiento económico. No obstante, los niveles de productividad y bienestar social todavía permanecen alejados de los correspondientes a las económicas de mayor desarrollo.

En este escenario de incertidumbre, aunque con alguna excepción, los bancos se van saneando con ayudas de los poderes públicos, por lo que en cualquier momento se recuperará la actividad en los mercados financieros. Es deseable que la reciente experiencia les haga más prudentes en un futuro y abandonen la ingeniería financiera a favor de la financiación de inversiones rentables y socialmente productivas, por otro lado, fuente tradicional de su negocio y de su aceptación social.

Pero, ¿basta con estas soluciones? La crisis será superada con altos costes sociales en términos de empleos, disminución de rentas y pérdida de derechos sociales. ¿Será una solución duradera? Seguramente no. La competencia por los recursos naturales irá en ascenso, las limitaciones productivas y medioambientales cuestionarán más el modelo energético y la competencia entre salarios no hará sino acelerar el empobrecimiento de amplios sectores de  población que no podrán acceder al mercado de trabajo. La gestión de la innovación no puede limitarse a la captura de ganancias transitorias a costa de la destrucción de empleo, también debe reordenar el tiempo de trabajo, disminuyéndolo.

La posibilidad de un incremento acelerado de la producción, tras la generalización del uso de las nuevas tecnologías y el riesgo de desplome del consumo como consecuencia de la disminución de las rentas salariales, precisa de una profunda reflexión sobre la organización de la actividad económica, la producción, su distribución y la satisfacción de las necesidades individuales y colectivas. Igualmente es necesario revisar las relaciones internacionales a fin de que universalicen, en vez de limitar, los derechos sociales, a partir de una mayor democratización de la gestión de los problemas mundiales. Y, sobre todo, se han de renovar y fortalecer los mecanismos de participación y control social, que legitimen la nueva organización. En definitiva, se ha de proceder a repensar el sistema económico mundial.

Bibliografía

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Glyn, A.: Capitalismo desatado. Madrid: Los libros de la catarata, 2010.

Martínez González-Tablas, A.: Economía política de la globalización. Barcelona: Ariel, 2000.

Martínez González-Tablas, A.: Economía política mundial (I y II). Barcelona: Ed. Ariel, 2007.

Polanyi, K. [1944]: La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo. México: Fondo de Cultura Económica, 2006.

Tapia, J.A. y Astarita, R.: La gran recesión y el capitalismo del siglo XXI. Madrid: FUHEM, 2011.

]]> https://archivo.librepensamiento.org/2012/03/21/la-dimension-internacional-de-la-crisis-economica/feed/ 0 De qué crisis hablamos https://archivo.librepensamiento.org/2011/12/21/de-que-crisis-hablamos/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/12/21/de-que-crisis-hablamos/#respond Wed, 21 Dec 2011 12:21:19 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3592  Fernando Armendáriz Arbizu
Suele ocurrir. Cuando un desastre nos afecta de cerca, cuando la amenaza golpea a nuestra puerta reclama nuestra atención, provoca nuestra inquietud y se convierte en un problema de escala mundial. Si la misma situación se da en otras latitudes nos interpela de distinta manera y nuestra preocupación se manifiesta generalmente con muestras de solidaridad esporádica y una visualización lejana y ajena  del problema.
La crisis, denominación genérica que significa muchas cosas en lo personal y colectivo, no solo llama a nuestra puerta sino que se nos coló hasta la cocina  afectándonos de distinta manera y con diferente gravedad   a cada uno y una de nosotros y nosotras. Excusa ideal para imponer recortes y destruir derechos. Arma arrojadiza para la trifulca política y manto que oculta o justifica realidades dramáticas.
Pero ¿qué es la crisis, o mejor las crisis que vivimos? ¿Cuándo empezaron y por qué? Y sobre todo, ¿cuál debe ser su solución o al menos cómo abordar esta solución?
 Sería iluso pretender tener la varita mágica que todo lo compone, pero al menos podemos afirmar que desde una perspectiva ética y moral, que priorice el respeto a los derechos como garantes de una vida digna para todo ser humano y de la economía como instrumento para hacerlo posible, el abordaje de la crisis debe ser otro. Desde su descripción hasta la forma de enfrentarla.
 El recorrido
La gran recesión económica que comenzó en agosto de 2.007 fue producto de varios factores unidos. Conocemos como actuaron las hipotecas subprime o la burbuja inmobiliaria, como contaminaron el sistema financiero, primero en Estados Unidos y luego internacionalmente, provocando una crisis de liquidez y la quiebra de, hasta entonces, sólidas compañías financieras como Lehman Brothers o empresas míticas, caso de General Motors o gigantes de las telecomunicaciones como era WorldCom.
Los efectos de la falta de confianza entre los bancos hacen que estos no se presten dinero y no lo presten a nadie, incluidas las empresas y los ciudadanos, es decir, la economía real. Crece el paro -en España se ha llegado a más de 5.200.000 personas-, cierran empresas -desde el comienzo de la crisis 177.336-, baja el consumo y se ahogan las economías familiares, la subsistencia se hace cada vez más difícil y vemos como la pobreza aparece entre nosotros con rostros cercanos. Según un estudio realizado para Caritas por la Fundación Faessa, en el periodo inicial de la crisis, de 2.007 a 2.009 la pobreza aumentó en España un 3,4% situándose en el 22,7%. Ahora nos encontramos en el  23,4%, en el puesto número 11 de la Europa de los 27.
 Los gobiernos acuden a salvar la banca con grandes desembolsos, aprueban inversiones para activar el consumo y obras públicas. Más tarde, dan un giro de 180 grados y, para reducir el déficit público, recortan los presupuestos, aumentan los impuestos indirectos, vapulean las pensiones y ayudas sociales, congelan o reducen los salarios y aprueban reformas laborales que se llevan por delante logros conseguidos en muchos años de luchas obreras y sociales.  
Es difícil resumir los mecanismos desencadenados por el proceder de los mercados financieros pero es fácil calificarlos. La crisis es la consecuencia de la ambición sin escrúpulos, una codicia consentida de consecuencias nefastas para quienes no la provocaron.
Esta ambición fue inducida y contagió también a ciudadanos y ciudadanas de a pie, que obtenían fácilmente créditos para todo y podían invertir sus ahorros con promesas de alta rentabilidad fuera de lógica. En una entrevista realizada en junio de este año al banquero Bernard Madoff, condenado a 150 años de cárcel por un fraude de 50.000 millones de dólares, declaraba no arrepentirse por los daños causados a sus estafados: “eran avaros y estúpidos”.
Antes que el derrumbe de la economía la falta de valores éticos entró en crisis siendo sustituidos por los valores del mercado. Un mercado que, contrariamente a los que se nos venía diciendo, no se puede auto controlar y cuando campa a sus anchas, lejos de conseguir un bienestar general y desarrollo equilibrado, agudiza las diferencias y hunde las economías más débiles tanto de los países como de las personas.
 Pero cuando hubo que salvar a la banca aparecieron de las arcas públicas miles de millones de dólares y euros que no existían para combatir el hambre o las enfermedades. Solo EE.UU. movilizó en pocos días 700.000 millones de dólares para el rescate bancario.
Ahora los gobiernos democráticos se ven obligados a seguir las instrucciones de entidades y entendidos que ninguna urna eligió y las medidas para salir de la crisis, siempre cargadas sobre las espaldas más frágiles, se dictan desde los centros financieros o los bancos centrales.
 Unos la provocaron y los otros no la impidieron. Parlamentos y gobiernos actúan al dictado imponiendo medidas cada vez más draconianas que dejan desprotegidos a los sectores más vulnerables de la sociedad: parados, pensionistas, jóvenes, emigrantes… El Estado cada vez se hace más pequeño como garante de derechos y aumenta, eso sí, los medios necesarios para controlar y reprimir las explosiones de protesta que surgen. La seguridad se hace control y no tranquilidad de disponer de unos recursos vitales para una vida plena, y la democracia se queda cada vez más en un acto formal cuyo ejercicio poco o nada sustancial puede cambiar.
 La desconfianza, el escepticismo y la indiferencia, cuando no la desesperación ponen en riesgo  el propio sistema en el que se nos prometió construir una sociedad más libre y justa, con oportunidades para labrarse una vida de bienestar y desarrollo.
 Lejos de esto las amenazas surgen por doquier. La amenaza de perder el puesto de trabajo o no conseguir jamás uno, la amenaza de perder nuestra vivienda hipotecada, de no poder disfrutar de una jubilación, de que hasta los bienes más básicos tendrán que pagarse y no podremos acceder a ellos cuando ya se hace difícil costearse los gastos mínimos.
 Y si hay que encontrar un chivo expiatorio el dedo siempre señala a los otros y otras, a los diferentes, a los venidos de fuera. En un salto de equilibrista,  aun en contra de todas las evidencias y lógicas de que la emigración no es el problema sino un síntoma de una crisis permanente y profunda de los países de origen de quienes huyen de la miseria, el racismo y la xenofobia crecen alarmantemente en  los países llamados desarrollados.
 La democracia también está en crisis
 Descubrimos así que la crisis económica es también una crisis de la democracia. Secuestrada ésta por la economía, la salida de la crisis no será democrática, será  impuesta por una combinación perversa de argumentos maximalistas introducidos en la sociedad por el “gran hermano” orweliano, y la fuerza y el control social para quienes se resistan.
 Recuperar los valores democráticos para una salida de la crisis implica al menos tres elementos: democracia participativa como forma real del ejercicio político, libertad para ejercer plenamente los derechos consustanciales a las personas y cambio social que contemple globalmente el cuestionamiento y la mejora de la situación desde postulados éticos y morales.
 La democracia pierde su significado cuando pasa, de ser una forma de organización social, a ser un acto de elección reducido a lo que se nos ofrece. La democracia no está en las instituciones, está en la sociedad y en ella adquiere legitimidad, por ser de definición social. El problema de la democracia no es cuantitativo sino cualitativo.  No se trata simplemente de cuántos votan a éste o aquél, sino de la capacidad de control social de lo que el poder hace, la posibilidad de participación, mediación, negociación, representación y coacción.
Cuando a la democracia se le quitan estas posibilidades se la sustituye por la gobernabilidad, concepto donde tienen mejor acomodo las formas autoritarias y dictaduras de distinto pelaje, que no admiten el control ni la rendición de cuentas.
    El peligro de esta crisis es conservar la democracia formal con una dictadura económica real, tanto en lo local como en lo global.
  
 Otras crisis otros lugares
 Cuando en septiembre del año 2.000 se celebró en Nueva York la Cumbre del Milenio 189 estados hicieron memoria de los compromisos incumplidos en los años noventa para reducir la pobreza, se comprometieron al cumplimiento en el plazo de quince años de ocho objetivos, los Objetivos de Desarrollo del Milenio. “No escatimaremos esfuerzos para liberar a nuestros semejantes, hombres, mujeres y niños de las condiciones abyectas  y deshumanizadoras de la pobreza extrema”. Así de resuelta es la declaración final, pero hoy, doce años después y tres antes del plazo final, puede quedar en papel mojado.
  Los ocho objetivos se orientan a la reducción al 50% de la pobreza extrema y el hambre, la consecución de la enseñanza primaria universal, la igualdad entre los géneros, la reducción de la mortalidad infantil y la mejora de la salud materna, el combate del SIDA y otras enfermedades graves y la sostenibilidad medioambiental. Todo ello fomentando una asociación mundial para el desarrollo.
 Cada objetivo contiene metas cuantificables, un total de 18 por medio de 48 indicadores concretos. Todo un programa para salvar de la crisis endémica a países y poblaciones que suponen el 80% de los habitantes del planeta aunque siempre estuvieron desaparecidos. Su crisis secular no cuenta.
 Pero “nuestra crisis” sí cuenta en su contra, al igual que contó nuestro desarrollo. La ministra alemana de Cooperación y Desarrollo, Heidemarie Wieczorek-Zeul, aludía a los precios de los alimentos, del petróleo y de las materias primas, y a los efectos del cambio climático como elementos que han venido lastrando a los países en vías de desarrollo.
 En su conjunto, los países más empobrecidos encuentran más dificultades para conseguir créditos, sus importaciones son más caras y sus exportaciones menos rentables, los fondos destinados a ayuda al desarrollo se reducen drásticamente y las remesas de los emigrantes también; el cambio climático influye gravemente en su producción agrícola y ganadera y la población ve reducido sus niveles de ingreso y encarecidos sus productos de consumo básico. El desarrollo a escala humana también está en crisis.
 Derecho a la alimentación
 La crisis alimentaria es un ejemplo de cómo un modelo de desarrollo insostenible ha llevado a una imposible supervivencia a la mitad de la población mundial.
 3.000 millones de personas viven con dos dólares diarios, de los cuales tienen que dedicar el 80% a la compra de alimentos. El aumento de precios afecta a todos los alimentos básicos en particular a los tres  cultivos principales en la dieta de la población: trigo, maíz y arroz. Ya no existen alimentos baratos, el riesgo de extensión del hambre en el planeta y la desestabilización que conlleva es real. Un ejemplo dramático se recoge en los informes de UNICEF: en el mundo mueren diariamente 26.000 niños menores de cinco años  y la desnutrición es la causa que subyace en estas muertes.
 Para Leonardo Boff el principal factor de la crisis alimentaria está en la lógica del mercado que es la especulación. No es que no haya alimentos sino que se especula con ellos para que mantengan un precio elevado en el mercado dominado por unas pocas compañías multinacionales que manejan el complejo agroindustrial. Defender la soberanía alimentaria es pues luchar por la supervivencia.
 Unido a esto, el cambio climático provoca sequías en unos lugares e inundaciones en otros, afectando cultivos y cosechas. Y grandes extensiones de terrenos son dedicadas a la producción de agrocombustibles, destinados a alimentar los depósitos de los vehículos del norte en detrimento de los estómagos del sur.
 Para enfrentar esta crisis global tendremos que dotarnos de herramientas éticas y morales, y, sin duda, estar dispuestos a renunciar a un estilo de vida que lleva aparejado el consumo, en muchas ocasiones de nuestra propia vida dedicada a producir cada vez más para vivir menos.
 Un crecimiento ilimitado además es injusto porque se hace sobre la espalda de las tres cuartas partes del mundo, y es insostenible porque los recursos del planeta son limitados y ya hemos alterado su equilibrio ecológico de manera muy peligrosa. Si generalizáramos el nivel de vida y consumo de Estados Unidos harían falta cinco planetas que lo soportaran.
 Habrá que recordar quien nos trajo “nuestra” crisis y nos ocultó otras, que tampoco quisimos ver, para no dejar en sus manos las soluciones y negarnos de forma categórica a renunciar a derechos fundamentales en los que se sustenta nuestra dignidad humana. Pero también es necesario reconocer nuestras propias responsabilidades. Muchas veces nuestra coherencia personal no estuvo en consonancia con nuestro discurso y creímos en los cantos de sirena que un sistema injusto y depredador nos lanzaba, colaborando con el por acción u omisión.
 No son pocos los autores que apuntan que la crisis es también una oportunidad. Aprovechémosla para salir de ella fortalecidos, no como productos de un mercado insensible que nos domina sino como seres humanos  libres e iguales en dignidad y derechos, con capacidades de ser más felices con menos, si todos y todas podemos tener acceso a lo necesario.
 

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Editorial LP 70 https://archivo.librepensamiento.org/2011/12/21/editorial-lp-70/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/12/21/editorial-lp-70/#respond Wed, 21 Dec 2011 10:07:56 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3225 Ayer, 29 de marzo, hicimos una huelga que alcanzó una importante respuesta social, tanto en el paro laboral como en la asistencia a las manifestaciones. Fue un clamor, en el que el malestar social aprovechó a expresarse respaldando la convocatoria -tardía sí, pero esta vez decidida- de las organizaciones sindicales.
¿Qué hacemos a partir del 30 de marzo?, esa es la pregunta que nos debemoshacer. A partir del 30 de marzo habrá numerosos y poderosos movimientos para contrarrestar lo hecho y el eco de la movilización del 29 empezará a diluirse, si no hacemos mucho por impedirlo.
Cualquier convocatoria a la que falta un calendario de movilizaciones posteriores es, en sí y al margen de su éxito, débil. Si la huelga tenía por objetivo revertir una situación, la movilización, en las formas que sea, sin descartar otras convocatorias generales, debe continuar hasta conseguirlo. Basta recordar convocatorias anteriores que quedaron en actuaciones aisladas y foto de un día, más propias para la defensa de los respectivos espacios sindicales que para un afrontamiento serio de la situación. Tras estas “movilizaciones”, las medidas a las que la convocatoria decía oponerse se aplicaron, y no solo lo hicieron sino que fueron consideradas un paso previo a medidas aún más drásticas. Una postura siempre ambigua la de una movilización sin plan de continuidad, cada día más ineficaz si tenemos en cuenta la
actitud decidida y absolutamente beligerante de los poderes económicos, que no deja ningún espacio a la ambigüedad.
Además, la Reforma Laboral, con ser gravísima, no puede quedar como objetivo único de esta huelga y de la movilización que debe continuarla. Con cinco millones y medio de personas en paro, cada día más desprotegidas, las condiciones de trabajo se degradarán necesariamente, con o sin Reforma, y cualquier trabajo en cualquier condición contractual, laboral y salarial acabará por aparecer mejor que el paro prolongado y sin otra salida. La Reforma Laboral viene a dar cobertura legal e impulsar una situación que ya se está ejerciendo en la práctica, y una movilización que nos retrotrajera a la fecha anterior a su aprobación no tendríamos que considerarla un éxito. La Reforma es un retroceso claro, que no evitaríamos del todo con su anulación, ni esa anulación supondría un avance significativo, excepto el hecho de lograr una victoria parcial.
Más allá de la Reforma Laboral, el problema es la situación en la que nos están metiendo unos gobiernos nefastos, sometidos a un capitalismo especulativo dispuesto a arrasar con toda garantía social y condición de vida. El problema es el juego financiero generador de una deuda que dicta las normas económicas de lo que se puede y de lo que no se puede hacer. El problema es la desigualdad creciente, la acumulación de riqueza, el paulatino empobrecimiento general y, sobre todo, la consiguiente acumulación de pobreza, que matan la dignidad y hacen imposible una vida mínimamente satisfactoria.
Vivimos una situación negra. Tal y como van las cosas, la sociedad futura y la vida de nuestros hijos, será mucho peor que la actual. Y no es solo por falta de recursos sino por el incremento de la injusticia. Podemos aceptar que la mayoría
social instalada veníamos viviendo por encima de nuestras posibilidades, de acuerdo. Pero eso no se soluciona con los actuales crecimientos de la riqueza de unos pocos y la miseria de cada vez más, se soluciona con un mejor reparto, que cubra primero las necesidades básicas de todas y todos. Por eso esta huelga general tiene que continuarse en un grito por la exigencia del reparto, grito que será creíble desde nuestra voluntad de repartir.
La explotación hoy no se limita a las condiciones laborales y salariales, se da en todas las facetas de la vida: producción, consumo, medio ambiente, vivienda, financiación, formas de representación… Por ello tampoco bastará la contestación en el terreno laboral. La Huelga General es la condición que debe hacer posible una movilización más amplia, que recoja e impulse todas las formas de contestación a todas esas formas de explotación. Cualquier huelga general y cualquier movilización deben tener un carácter laboral y social, tiene que intentar hacer aflorar todos los malestares y buscar la participación de todos los sectores de la sociedad.
La negrura de la situación actual, además de por sus efectos, se agrava porque hoy los centros de decisión están cada vez menos al alcance de nuestra influencia. Al margen de la voluntad (nula) de cualquiera de los gobiernos, hoy se ejercen sobre ellos unas fuerzas terriblemente poderosas que no contrarrestaremos con una ni con dos ni con tres convocatorias de huelga general. Existe una trama (globalización, financiarización, deuda, exigencias, hundimientos y salvamentos…), en la que nos hemos dejado meter, que no desmontaremos o de la que no saldremos sin un coste muy elevado. El coste de permanecer en ella no será inferior sino superior, solo que nos lo irán administrando y dosificando. Pero salirnos de ella tendría, igualmente, un coste elevado en términos económicos y requeriría una voluntad social muy firme y decidida. Esto es, ninguna de las posibles salidas a la actual crisis nos va a devolver, en niveles de consumo, a una situación similar a la anterior. La diferencia entre ambas posibles salidas estriba más en los niveles de autonomía y de equidad. La primera nos aboca a niveles de dependencia, dejación y desigualdad crecientes. La segunda podría permitir una recuperación de la capacidad de decisión y abrir la puerta a mayores niveles de reparto y a variaciones en el modelo de desarrollo y en el sistema económico actual. Entiendo que nuestra opción es la segunda, pero hacer de ella nuestra opción implica asumir sus costes y requeriría una capacidad de movilización social de la que hoy estamos lejos.
No sabemos cuál va a ser el camino que van a seguir las organizaciones sindicales mayoritarias. Es previsible que tengan que dar alguna forma de continuidad a la movilización del día 29, pero es muy improbable que este proceso les lleve a una radicalización real que vaya más allá de la contestación de la Reforma Laboral y empiece a cuestionar el actual modelo desarrollista y competitivo que se nos propone y en el que esa reforma está ya implícito.
Demasiado tiempo el sindicalismo ha estado ligado a ese modelo desarrollista y competitivo, intentando salvar su espacio propio, ligándolo al intento contradictorio de defensa de los niveles de consumo del sector de trabajadores en mejor situación laboral. Hoy esa postura contradictoria es inviable, pero es muy difícil, impensable, que el sindicalismo anclado en ella dé el salto suficiente para colocarse en otras posiciones.
A partir de ahí, la cuestión es qué podemos hacer nosotros, saber si estamos dispuestos y si somos capaces de abrir otros cauces en los que el malestar social pueda expresarse. Para procurar arriesgar en concreciones, muy consciente de la posibilidad de equivocación parece necesario apostar en tres vías:
En primer lugar, si siempre hemos afirmado que la organización es un medio y no un fin, pero también siempre hemos buscado en esa afirmación un equilibrio en el que el fin de la movilización y el medio organizativo se autoalimentasen, es el momento de romper ese equilibrio, priorizando la movilización y sacrificando la patrimonialización.
En segundo lugar, tenemos que intensificar nuestra capacidad de actuar y convocar en solitario, algo que ya venimos ejerciendo en lo concreto, pero que tenemos que trasladar al plano, más difícil, de lo general. Actuar en solitario no quiere decir enclaustramiento, quiere decir que estamos dispuestas a llegar al máximo de nuestras posibilidades de actuación y convocatoria con todas y todos quienes estén en esa misma disposición, sin esperar a ni depender de quienes no lo estén.
Por último, tenemos que expresar con mayor nitidez nuestras posturas basadas en que no esperamos ninguna solución de postulados desarrollistas, que son un engaño, que el desarrollismo viene a por nosotros y que cualquier exigencia seria de reparto tiene que enfrentársele y plantearse antidesarrollista; que cuando hablamos de “otro modelo de desarrollo” no estamos refiriéndonos solo al aspecto distributivo, reparto, sino también al incremento incesante del dueto producción-consumo, basado en el desarrollo tecnológico y en el uso intensivo de energía y materias primas no renovables; que el modelo que proponemos está atento al referente ecológico, basándose en el aprovechamiento racional y equilibrado de sus recursos, incluidos los humanos, para atender preferentemente a las necesidades más básicas, lo que supone un corte radical, tanto en las propuestas concretas como en su orientación, con el modelo desarrollista competitivo.
Naturalmente todo esto dando una importancia central a la expansión de la movilización, conscientes de que lo que no se inicia no se expande, pero también de que el crecimiento del ámbito (¿europeo?) de movilización marcará decisivamente sus posibilidades, como lo demuestra el ejemplo griego, y que en ámbitos más reducidos cualquier salida pagará un coste mucho mayor y requerirá una movilización mucho más intensa y dura.
Foto editorial LP 70

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Materiales para la subversión de la vida (LP 69) https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/materiales-para-la-subversion-de-la-vida-lp-69/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/materiales-para-la-subversion-de-la-vida-lp-69/#respond Wed, 21 Sep 2011 11:36:56 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3316 Espai en blanc

Nacido el 13 de diciembre de 2002 en el centro social ocupado Les Naus, Espai en Blanc es una apuesta colectiva de un grupo de personas que se proponen hacer de nuevo apasionante el pensamiento. Es decir, abrir un agujero en la realidad que no se defina por lo que ya sabe sino por lo que no sabe. Este agujero se abre en la brecha que existe entre el activismo y la academia, el discurso y la acción, las ideas y la experimentación. Es un espacio, porque no lo mueve la promesa de un futuro mejor, sino la pasión por conquistar lugares comunes en los que se pueda vivir y pensar de otra manera. Y es en “blanco”, porque no se define a partir de referencias preestablecidas o tradiciones históricas. Es “blanco”, también, porque como se ve día a día ni la experiencia se acumula ni el pasado funciona hoy como fuerza de transmisión y de transformación en sí mismo. Espai en Blanc se configura como una estructura estable y a la vez abierta, que si tiene alguna fuerza política ha sido la capacidad de reinventarse cada vez. Experimentando con las formas más diversas: desde películas a revistas, pasando por encuentros abiertos y jornadas. Siempre con una voluntad clara: apostar por renovar el concepto mismo de crítica, por acercar vida y política. El pensamiento como una politización de la existencia misma.

 

El prólogo del último número de la revista de EB que aquí se publica, se escribió antes de que surgiera el movimiento del 15M. En él se hace un balance de los ocho años de existencia de Espai en blanc y se constata tanto un final de ciclo histórico, como la entrada en una nueva etapa que obliga a fuertes replanteamientos. En el prólogo, y también en otros escritos de la revista, el escenario que se abre viene caracterizado con palabras duras: fragmentación, impotencia, desorientación… que, por supuesto, también nos aplicamos a nosotros mismos Sin embargo, este diagnóstico que bien se podría calificar de desesperanzador, nos parecía parcial e incompleto. Veíamos crecer el malestar a nuestro alrededor aunque cada intento de construcción colectiva que intentábamos impulsar, se hundía en la arbitrariedad. Por ejemplo, poner título a este número de la revista fue una tarea muy complicada. Siempre había sido fácil ya que al no abordar temas sino problemas que venían a nosotros, resultaba muy sencillo. Esta vez no fue así. Primero se nos ocurrió “La noche del malestar”. En seguida nos dimos cuenta de que era bastante incomprensible. Después y en plena okupación del Banco de la plaza Catalunya, se nos ocurrió el brillante título de “Todos somos antisistema”. Al cabo de una semana, a pesar de la campaña continua de los mass media en este sentido, ya nos costaba más creérnoslo. Por eso finalmente nos decidimos por el término “impasse” que es mucho más interesante que el de crisis como intentamos mostrar. Para acabar, y en pleno delirio, terminamos el prólogo planteando la cuestión de la organización. Lo que, evidentemente, estaba bastante fuera de lugar. Y entonces ocurrieron las “tomas de plazas”. El movimiento del 15M pasó a un primer plano. De pronto todo lo que habíamos intentado soñar, todo lo que habíamos intentado nombrar, ocurría. “Tomar la palabra”, “fuerza del anonimato”, “nuevas formas de politización”… todo sucedía ante nuestros ojos. Y, evidentemente, nos superaba. Por suerte nos superaba.

 “El impasse de lo político”. Prólogo

El escenario, poco a poco, ha cambiado brutalmente. Se podría afirmar que, sencillamente, ha vuelto a hacerse presente el peso de la realidad. Se ha impuesto el “esto es lo que hay”. El peso de la realidad que nos aplasta cada vez que queremos ponernos de pie, cada vez que deseamos tomar la palabra… cada vez que queremos vivir. Ahora sí,  la postmodernidad se ha disuelto en la época global. La época postmoderna que se caracterizaba por el ensalzamiento de los juegos de lenguaje, por la evanescencia de lo real, por el debilitamiento de las categorías filosóficas ha visto cómo lentamente dejaba de ser la imagen hegemónica de la realidad. Ciertamente, sigue siendo válido el carácter ficcional del mundo, lo que ya Marx en el Manifiesto Comunista anunciaba como “todo lo sólido se desvanece en el aire”, pero junto a esa imagen de una realidad debilitada – que se regía mediante una gestión de las diferencias, procedimientos de hibridación y desterritorialización – ha cobrado fuerza una imagen de la realidad mucho más dura, cuyo funcionamiento adopta también formas tradicionales del dominio como el chantaje de la crisis o la guerra. Y, con todo, detrás del “esto es lo que hay” que diariamente se nos impone, se alza un fondo de imprevisibilidad total. Cualquier cosa puede pasar en cualquier lugar del mundo. Estamos en la época global.

 Sigilosamente…

El cambio de escenario ha llegado, como todo gran cambio, con pasos silenciosos de paloma. Podríamos, sin embargo, remontarnos al 11-S del 2001 como un momento clave: cuando el Estado-guerra se hace presente, cuando la política pasa a construirse como guerra y la globalización pierde los colores que le daban las papayas, los mangos y otras frutas tropicales que nos llegaban por avión maduros y en su punto. En Génova se demostró que, efectivamente, el poder mata. Dentro de las frutas tropicales hay sangre. Y la globalización no tiene el color amarillo brillante de una puesta de sol en una playa lejana del Caribe sino que es oscura. Oscura como el Estado.

El cambio de escenario no se deja resumir en pocas palabras y se experimenta de maneras muy distintas según el lugar donde se vive y la clase social a la que se pertenezca. De hecho ni el concepto mismo de crisis permite dar cuenta de lo que (nos) pasa. Es un concepto demasiado simple, como demasiado simple es leer la crisis como el retorno de un escenario de lucha de clases tradicional, un campo de batalla ya conocido y previsible. La consigna capitalista de “esto es lo que hay” como respuesta a todo tipo de reivindicaciones, luchas y desafíos desborda el ámbito de lo económico y lo que está en juego es mucho más que el mero desmantelamiento del Estado del Bienestar y todo lo que supone. En definitiva, sería creer que el problema se reduce a la construcción de una nueva Izquierda.  Desgraciadamente “esto es lo que hay” es mucho más. “Esto es lo que hay” es una llamada al orden. Más exactamente: se trata de una declaración de guerra, y en la medida que pone la guerra en el centro, implica que ha llegado la hora de la verdad.

 Llamada al orden

La llegada de la hora de la verdad tiene antes que nada una dimensión histórica. Es la sensación de una progresiva acumulación de acontecimientos amenazadores: desde las hambrunas al cambio climático y sus efectos ya presentes, pasando por múltiples guerras, por la crisis financiera y, evidentemente, Japón como ejemplificación de un riesgo sistémico ya incontrolable. Esta sensación de Apocalipsis, de auténtico no-futuro, debe ponerse en relación con el sistema capitalista, que es el auténtico responsable directo de ello, no simplemente con el neoliberalismo. El capital sigue siendo aquella contradicción viva de la que hablaba Marx pero ahora convertida en una máquina loca cuyo fin es autoreproducirse indefinidamente aunque la realización de esta circularidad nos empuje hacia un horizonte de muerte.

Junto a esta dimensión epocal, la “hora de la verdad” tiene también una dimensión espacial. “Esto es lo que hay” significa que cada uno debe ocupar el sitio que se le asigna. La guerra social, la movilización global que se confunde con la vida, es la reconstrucción del discurso de la obediencia. Obediencia implica plegarse al mercado, aceptar convertirse en una pequeña empresa. Por eso, y para sobrevivir en la guerra de todos contra todos, habíamos convertido a los demás en meros actores secundarios de la película en la que nosotros éramos protagonistas, nos creíamos héroes de nuestra propia vida. El sueño se ha acabado. Sólo cuentan algunas vidas, aquellas que consiguen hacer de sí mismas una buena inversión (capitalista). Las demás, la gran mayoría, no somos más que unos actores secundarios, futuros residuos. En fin, sobramos. Es falso que el desarrollo económico vuelva a crear puestos de trabajo. Es, justamente, a la inversa. La vieja cantinela que pregonaba el carácter dignificante del trabajo y defendía la cultura del esfuerzo era una falacia, ahora estos tópicos son simplemente un insulto a la inteligencia.

Obedecer como modo de sobrevivir parece ser la única alternativa que esta realidad nos ofrece. En esto también se percibe la mutación producida. Con las nuevas leyes (desde la Patriot Act americana a sus nuevas versiones europeas), ya no se trata tanto de vigilar a las poblaciones identificando a las “persones peligrosas” como de introducir en la gente el sentimiento de que no tienen margen de maniobra frente a lo arbitrariedad del poder, de que el poder dispone de nuestra existencia. La democracia ya no sirve ni como coartada ideológica, porque se puede suprimir cuando convenga. Recientemente Durao Barroso, siendo presidente de la UE, anunciaba que las dictaduras podrían volver a Grecia, Portugal, España… «Si no se implantan los paquetes de medidas de austeridad, en esos países podría llegar a desaparecer la democracia como la conocemos actualmente. ¡No hay otra alternativa!» (1)

 ¿Un despertar político?

La llegada de la hora de la verdad se convierte para nosotros en la llegada de la hora de la política. Es necesaria una intervención que detenga esta fuga hacia adelante del capital que amenaza directamente a la propia humanidad, es necesario inutilizar definitivamente esta máquina de muerte y desigualdad. ¿Cómo pensar esta intervención si no es bajo la forma de intervención política? Y, sin embargo, sabemos que, en el fondo, nadie espera nada de la política y que los innumerables intentos de hacer otra política han servido casi siempre para fortalecer el propio sistema que se criticaba.

Vale la pena escuchar las reflexiones de un personaje tan despiadadamente inteligente como Zbigniew Brzezinski (Ex Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos y cofundador de la Comisión Trilateral) cuando afirmaba hace poco:

 “Por primera vez en la historia casi toda la humanidad está políticamente activa, políticamente consciente y políticamente interactiva (…) El anhelo de dignidad humana en todo el mundo es el desafío fundamental inherente al fenómeno del despertar político global (…) Ese despertar es socialmente masivo y políticamente radical (…) El acceso casi universal a la radio, a la televisión, y crecientemente a Internet, está creando una comunidad de percepciones y envidias compartidas que puede ser galvanizada y encausada por las pasiones demagógicas políticas o religiosas. Estas energías trascienden las fronteras soberanas y representan un desafío tanto para los Estados existentes, como para la jerarquía global existente, sobre la que Estados Unidos aún se posa (…) Los jóvenes del Tercer Mundo son especialmente inquietos y resentidos. La revolución demográfica que encarnan es también una bomba del tiempo política (…) Las grandes potencias mundiales, ya sean nuevas ya sean viejas, se enfrentan a una nueva realidad: mientras que la letalidad de su poderío militar es mayor que nunca, su capacidad para imponer un control sobre el despertar político de las masas del mundo se encuentra en su mínimo histórico. Para presentarlo sin rodeos: en los tiempos pasados, era más fácil controlar un millón de personas que matar físicamente a un millón de personas; hoy, es infinitamente más fácil matar a un millón de personas que controlar a un millón de personas.” (2)

 Su intervención fue premonitoria. Poco después, el mundo árabe se incendió y el impasse de lo político que en esta región estaba especialmente sobredeterminado (geopolítica, islamismo, petróleo…) empezó a ser atravesado, y un nuevo ciclo de luchas inesperado y potente surgió. Ciertamente existe un malestar social cada vez más extendido y a nosotros también nos gustaría hablar de un despertar político, para poder empujarlo más lejos. Se ha afirmado que estas “revoluciones” buscan la modernidad que en Europa ya habríamos alcanzado. Pero nosotros nos preguntamos si sus luchas por una vida digna no son un ejemplo para nosotros.

Con todo, es difícil entender la situación en la que estamos sin tener en cuenta su profunda ambigüedad, especialmente en los lugares en los que se experimenta  más bien un final de ciclo de luchas y donde la respuesta a la crisis es sumamente reducida. Por un lado, hay una sensación de impotencia e inutilidad de toda intervención política, una gran desconfianza ante todo lo que es una acción colectiva; por otro lado, proliferan nuevas maneras de vincular vida y trabajo, de construir al margen de la sociedad establecida, de inventar formas de vida que se quieren alternativas aunque a diferencia de antes, conocen muy bien sus propios límites. En definitiva, la política no es creíble pero están surgiendo nuevas formas de politización que atraviesan toda la existencia al saltarse códigos y espacios prefijados.

No es fácil, sin embargo, pensar una intervención política a la altura de nuestra época. La única ventaja es que la crisis de la socialdemocracia ha despejado el camino, incapaz de relevar a unas políticas neoliberales fracasadas pero que, contrariamente a lo que sería de esperar, siguen imperando. Ese vacío lo llenan, de momento, las ideas populistas de extrema derecha. El Tea Party americano supo plasmar en una  consigna el sentir generalizado: “estamos hartos de políticos profesionales que no escuchan a la gente”. En Europa estamos viendo lo mismo, en Francia, en Finlandia, donde la extrema derecha aparca el discurso racista tradicional y hurga con éxito en el malestar de la gente.

 Atravesar el impasse

Nuestro objetivo es politizar el malestar social, materializar la fuerza del anonimato que vive en cada uno de nosotros. Y para ello hay que atravesar el impasse de lo político. El impasse de lo político – casi tenemos la tentación de hablar de impasse simplemente – sería la hipótesis de lectura de la realidad. Es curioso constatar cómo la idea de impasse en sus diferentes figuras (inquietud, noche de la despolitización, circularidad…) constituye una hipótesis compartida por muchos amigos que habitan lugares e incluso países distintos. Todos nosotros leemos el impasse como una oportunidad de inflexión en este desbocamiento del capital, como un rechazo a aceptar las concepciones apocalípticas.

El impasse de lo político es sobre todo una cuestión de escala. La acción  política que se quiere radical está abocada al siguiente dilema: si se concreta – y debe concretarse para hacerse efectiva – pierde consistencia política, se hace arbitraria y es absorbida por la propia realidad. Pero si no se concreta, para evitar caer en la trampa de la particularidad, permanece abstracta e incapaz de morder la realidad. Que ha llegado la hora de la verdad, tal como afirmábamos, significa que tenemos que tomarnos en serio este dilema y asumirlo verdaderamente como nuestro problema político.  Atravesar el impasse de lo político es deshacerse ya de este estado de lamentación permanente, de esta impotencia que muchas veces es la excusa para no atreverse a romper con inercias profundamente instaladas. No sabemos si realmente hay un despertar político, no sabemos si algún día podremos cambiar el mundo, pero lo que sabemos es que no queremos este mundo que nos ahoga en su descomposición. Encarar el impasse supone no engañarse con grandes relatos emancipatorios, pero sí creer firmemente en lo que hacemos, ser capaces de conferir a nuestras ideas la fuerza del hambre. Dudar para poder avanzar hacia adelante, no para retroceder. Supone, sobre todo, no reconocerse en el papel de víctima. Hacer lo que decimos porque en lo que decimos nos va la vida, aunque no tengamos las palabras justas y adecuadas para decir lo que decimos. El impasse es también una crisis de palabras.

 Espai en blanc como síntoma

Éste ha sido el objetivo de Espai en Blanc desde sus inicios, ahora hace ya ocho años: volver apasionante el pensamiento, es decir, convertir el pensamiento en una fuerza material capaz de atacar la realidad y subvertir nuestras propias vidas. Si decimos que Espai en blanc también está metido de lleno en el impasse, es porque en los últimos años hemos constatado la inmensa dificultad de estar a la altura de este objetivo.

Desde el primer momento, concebimos Espai en Blanc como un intento de producir un pensamiento crítico y experimental, lo que implicaba abrir contextos vivos, y a poder ser colectivos, en los que un pensamiento de este tipo pudiera generarse y ponerse a prueba. El nombre de Espai en blanc expresaba muy bien lo que deseábamos: interrumpir y vaciar el discurso hegemónico para que pudiera tomar forma el “entre”. “Entre” la universidad y los movimientos sociales, “entre” la teoría y el activismo, “entre” la crítica y la construcción de conceptos. Este momento de vaciamiento de lo que sabemos, de lo que esperamos, era lo esencial. Participar de/en Espai en blanc significaba ponerse frente al no-saber. Por esa razón, no se trataba tanto de defender un contenido previo, como de poner las condiciones de posibilidad para una práctica del pensamiento liberadora. En definitiva, Espai en Blanc era una hipótesis: se pueden crear las condiciones de posibilidad para un pensamiento crítico y experimental. Basta quererlo. Esta hipótesis se ha plasmado, ciertamente, en multitud de formas cuya valoración escapa a este prólogo. Enumeremos algunas: Jornadas diversas en instituciones culturales, universidades o Centros Sociales Okupados, encuentros abiertos, la revista, informes, estudios históricos, participación en documentales…

El procedimiento era siempre el mismo. Consistía, fundamentalmente, en plantear una pregunta o introducir un desplazamiento en el interior del espacio político que cada coyuntura, en particular, abría. Por ejemplo, cuando se produjo el movimiento contra la guerra de Irak, el concepto de “Estado-guerra”, debatido durante unos días en el Espai Obert de Barcelona, permitió conducir el debate más allá de la oposición simple guerra/paz; o calificar a través de un informe el Fórum de las Culturas de Barcelona como “laboratorio de fascismo postmoderno”, ayudó a impulsar una crítica con una radicalidad y una presencia pública pocas veces alcanzada.

Ese modo de proceder ha ido encontrando dificultades que requerirían un análisis largo y pormenorizado. Digamos solamente que estas dificultades tienen que ver con una crisis del activismo existente y de los modos rebeldes de vida, cada vez más afectados por la precarización y por una sensación creciente de inutilidad de la propia intervención política. Tienen que ver también con una reacción represiva del poder, que en nombre del civismo redefine el espacio público, y con una politización de la cultura que, paradójicamente, supone su neutralización política.

Ese nuevo escenario de progresiva pérdida de la calle, de creciente despolitización, de complejidad de intereses imposibles de unificar en un grito, no será claramente percibido por nuestra parte ya que el relativo “reconocimiento institucional” de Espai en Blanc nos permite, por un tiempo, seguir en un activismo político que, sin embargo, cada vez es más cultural. También nosotros caemos prisioneros de la inercia. Las diferentes preguntas que, a través de la revista y los encuentros, seguimos planteando (la sociedad terapéutica, el combate del pensamiento…) interesan – incluso nos atreveríamos a afirmar que interesan mucho –  pero no somos capaces de traducir dicho interés en una práctica que tenga continuidad. Decimos que no somos capaces, y en ese “somos” nos incluimos todos: convocantes y convocados, ya que también constatamos poco compromiso real, así como un nivel bajo de autoexigencia por lo general.

En el nuevo escenario que ya se va dibujando en el impasse, Espai en Blanc queda descolocado y con ello su objetivo inicial seriamente en suspenso. El impasse de lo político nos obliga a pensar de nuevo qué es Espai en blanc. Si anteriormente no era necesario formalizar relaciones, sostener iniciativas ni  determinar un dentro/fuera, ya que había un lenguaje común hecho de experiencias y referencias, en la actualidad ese entorno, que nunca ha sido sólo un público, está completamente disgregado en una multiplicidad de prácticas, proyectos y salidas personales.

La pregunta que se nos plantea después de todo lo dicho, después de este inicio de autocrítica es la siguiente: ¿cómo permanecer fieles en las nuevas condiciones a la hipótesis original que llamábamos Espai en Blanc?  Parece bastante claro que encarar el impasse propio de Espai en Blanc no puede desligarse de lo que denominamos el impasse de lo político. No hay solución particular a lo que es un problema general.

 Conclusiones provisionales

El impasse de lo político no es un refugio donde protegerse para poder observar con tranquilidad e indiferencia la batalla pero tampoco una intemperie estéticamente emocionante. Decíamos más arriba que ha llegado la hora de la verdad y, con ella, la hora de la política. Esto significa que el impasse de lo político confiere de nuevo una necesidad a la acción transformadora que desde hace tiempo había perdido. No constituye un juego de palabras afirmar que la única conclusión consiste en esta necesidad de restituir la necesidad, que nuestro propio miedo disimula y debilita. Esto implica, para nosotros, imponernos tres condiciones preliminares:

 1) No llenar el vacío que el impasse abre, en el día a día, con los simulacros más diversos, puesto que estos sólo sirven para tranquilizarnos. Por ejemplo, en este prólogo intentaremos no terminar con un “Tendríamos que hacer…” que no sabemos a quién se dirige verdaderamente.

2) Ir a las cosas mismas, simplificar. Simplificar es, sobre todo, señalar el enemigo aún a sabiendas de que la realidad es compleja. De hecho la apelación a una complejidad extrema ha sido la gran excusa para desactivar la crítica. En cambio, la novedad de la época global reside en la simultaneidad de simplificación y de complejización. Aquí se nos presenta nuevamente la cuestión de cómo dominar la escala que determina la mirada crítica. Hay que inmiscuirse en la realidad para poder decir basta, para poder decir No. Hay que ir a las cosas mismas y “poner el cuerpo” – retomando la expresión tantas veces empleada y que nos separaba de la llamada izquierda  tradicional – situarse en el “entre” que las unifica y las disgrega. En definitiva, romper la cadena del miedo que nos ata a una existencia mediocre y sometida.

3) Atreverse a construir a partir de todos los materiales de que está hecho el impasse: esperanza, dignidad, desesperación… Redefinir un compromiso con el mundo que nos comprometa efectivamente. Un verdadero compromiso debe incomodar y exigir. Atreverse a construir es tomar en cuenta las nuevas formas de politización ambiguas e inesperadas.

Los materiales que hemos reunido en este número de la revista, el que más tiempo y esfuerzo nos ha costado de los cinco, responden de alguna manera a estas tres condiciones, o por lo menos, lo intentan. En primer lugar, son voces que no tapan el vacío sino que lo pueblan de vida, de ideas, de preguntas. No hemos temido reunir planteamientos procedentes de tradiciones políticas distintas. En segundo lugar, son miradas que simplifican, con la veracidad de sus apuestas, caras distintas de nuestra realidad. Cada una, desde su lugar, nos ofrece algún tipo de orientación para seguir adelante, para resistirnos a esta realidad. Por eso mismo, finalmente, creemos que hay en este número muchos materiales con los que empezar a construir. ¿Qué? Una respuesta colectiva, compuesta de múltiples vidas que no claudican y que necesitan cada vez con más urgencia pasar a la acción.

Ante los términos que describen nuestro mundo y nuestra inserción en él (dispersión, arbitrariedad, opciones personales, identidad) proponemos otros nuevos: articulación, desafío, posición, compromiso, fuerza del anonimato. El concepto de politización, por otra parte, se nos aparece como central: permite replantear la dualidad  “la política/lo político” y constituye un punto de partida para pensar la idea de intervención política, puesto que rompe con una temporalidad hecha de acontecimientos excepcionales. Por lo demás es evidente, como bajo nombres diferentes (desde infrapolítica a  reformismo radical), todos intentamos pensar una política que recoja la rabia y el malestar, tanto como la fuerza de cooperación y creatividad que existe en el anonimato. Si recogemos todos estos indicios bajo la idea de impasse, es porque creemos que son la antesala de una nueva etapa política para la que aún no tenemos nombre.

Una ultima cuestión. Somos conscientes del desnivel que existe entre el análisis aquí desplegado y estas propuestas finales. No hemos querido ocultarlo mediante un lenguaje poético o con propuestas que sólo son buenos deseos. Este desnivel pertenece a la esencia misma del impasse de lo político, pero revela lo que siempre ha sido el problema fundamental para un pensamiento crítico y radical: el problema de la organización. Abordar de un modo serio y consecuente el impasse de lo político implica, evidentemente, empezar a pensar en ello. Empezar a pensar en ello…

 * para más información: www.espaienblanc.net

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Cuando la mano invisible aprieta: por una salida federal a la despolitización de Europa (LP69) https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/cuando-la-mano-invisible-aprieta-por-una-salida-federal-a-la-despolitizacion-de-europa-lp69/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/cuando-la-mano-invisible-aprieta-por-una-salida-federal-a-la-despolitizacion-de-europa-lp69/#respond Wed, 21 Sep 2011 11:03:41 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3308 José María Portillo Valdés – Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco

 ¿Es un sistema de protecciones y garantías “de la cuna a la tumba” más “útil” que una sociedad impulsada por el mercado, en la que el papel del Estado se mantiene al mínimo?

La respuesta depende de lo que pensemos que significa “útil”: ¿qué tipo de sociedad queremos y qué clase de acuerdos estamos dispuestos a tolerar para instaurarla? Es necesario  replantear la cuestión de la “utilidad”; pero si nos limitamos a los aspectos de eficiencia y de productividad económica, ignorando las consideraciones éticas y toda referencia a unos objetivos sociales más amplios, seremos incapaces de hacerlo.

Tony Judt. “ALGO VA MAL”

Los tiempos recientes nos han permitido comprobar que la política no funciona igual cuando el crecimiento económico es casi del 4% que cuando súbitamente cae casi al menos 4%. Esto ha ocurrido en España en un lapso de tiempo inusitado conllevando, como es bien sabido, la salida forzada y abrupta de un paraíso en el que, si bien existían cosas como el paro y la pobreza, se podían disimular más o menos decentemente con gasto público. Se trataba de un gasto, además, que se podía producir y reproducir en los diferentes ámbitos de poder público del Estado… mientras las cosas iban bien o parecía que iban todo lo estupendamente que la fe inmobiliaria de los distintos gobiernos quería creer.
 Como ahora también sabemos todos, las cosas no iban bien en absoluto. No es sólo que el potente crecimiento de la economía española se estuviera produciendo sobre bases ciertamente inciertas sino que, lo que es más grave a la larga, trajo aparejada una cultura del capitalismo que se está demostrando ahora especialmente perniciosa. El gran historiador y pensador británico Tony Judt, en su ensayo Algo va mal, llamaba justamente la atención del público europeo sobre el cambio profundo de valores que se había producido en el continente desde mediados de los años ochenta y que, en buena medida, contradecía una historia europea post-bélica que había diseñado un ámbito público poco menos que sagrado. Según Judt, la Europa reciente ha ido recorriendo más bien el guión diseñado entre el reaganismo y el tacherismo basado en un adelgazamiento notable del Estado en beneficio de un mercado más desregulado y una sociedad concebida más como conjunto de “agentes” que como ciudadanía. El resultado (y el análisis de Judt tiene el valor de haberse realizado antes de la hecatombe reciente) conduce hacia un modelo en el que lo público pierde el mismo peso que ganan los mercados en un escenario de despolitización creciente de la sociedad.
Mercado y diseño de Estado
Al mismo autor, sin embargo, en su monumental Postguerra, una historia de Europa en contexto mundial desde el final de la II Guerra Mundial, no se le escapaba un hecho que nos interesa muy particularmente para nuestro análisis: antes de esa “revolución” de finales de los ochenta y primeros noventa, en el escenario europeo que terminó con la “guerra fría”, entre mediados de los setenta y de los ochenta en el Mediterráneo se produjo otro no menos relevante cambio de fondo en ese escenario con la transición a la democracia de Grecia, Portugal y España. El tránsito español a la democracia se caracterizó, por un lado, por el peso económico que aportaba a la unión europea que se estaba trabando entonces y, por el otro, por el dinamismo político que la Transición implicó en un período de tiempo relativamente breve. Lo primero pudo verse en el distinto tratamiento que las potencias europeas conductoras del proceso de Unión Europea -sobre todo, por razones obvias, Francia- dieron a España, retrasando notablemente su incorporación (y a remolque la de Portugal). Lo segundo se hizo patente en la conformación de un modelo de organización del Estado que constituyó una nueva declinación del viejo tema europeo centralismo/federalismo y que, en poco tiempo, llevó a un sistema altamente descentralizado y con presencia esencial de partidos nacionalistas en el gobierno de partes significativas del Estado español.
 Pues bien, combinando ambas aportaciones del tristemente desaparecido historiador británico podemos concluir que en España se accedió definitivamente a un modelo de Estado de bienestar en el momento en que en Europa comenzaba su propio cuestionamiento. A Mister Marshall se le dio finalmente la bienvenida en España desde mediados de los ochenta, sólo que no se trató del “amigo americano” sino del europeo que con mano generosa contribuyó a una modernización del país de una intensidad histórica. Nunca antes en la historia contemporánea de España se dio un proceso tan condensado de modernización: desde los transportes al cine y desde las actitudes sociales a la política. Aquel ingente chorro financiero contribuyó notablemente a apuntalar una comprensión del Estado como proveedor de bienestar: ofrecía mejores transportes, una sanidad de calidad y generalización crecientes y una enseñanza que, aunque siempre dejó que desear en cuanto a la calidad, sí incrementó su difusión y extensión (piénsese sólo en el número de universidades creadas en esas décadas). La nota peculiarmente española de este proceso de acceso a la cultura europea del Estado del bienestar se derivó precisamente de la también peculiar transición política, con su resultado constitucional de 1978: el Estado era, en realidad, una estructura compleja en la que los territorios acabarían controlando una buen parte del poder público. Nada más alejado de mi planteamiento que hacer coro a declaraciones agónicas sobre el Estado en España (del tipo “el Estado ha dejado de existir” o “el Estado no cumple sus funciones primarias”). Al contrario, entiendo que Estado hay tanto como el que tendríamos con una  constitución centralista, sólo que lo tenemos dispuesto de otro modo. La cuestión que hay que considerar es si es ésta la manera en que es más conveniente organizarlo.
Sin embargo, creo no equivocarme al afirmar que la mayor parte de las intervenciones críticas con el diseño actual del Estado han provenido de quienes más han animado precisamente la idea de una vacuidad del Estado en España y promovido la perentoria necesidad de que el poder central recupere capacidades que, dicen, nunca debió renunciar. Parecería que el Estado de las autonomías fuera un buen invento sólo para época de vacas gordas, pero no para tiempos de estrecheces, lo que demuestra como ningún otro indicio lo lejos que está este modelo del federalismo. En buena parte de los casos los mismos gobiernos autónomos que hace cuatro años reclamaban del gobierno central mayores competencias (con su correspondiente tajada de la tarta fiscal) ahora están tratando ni más ni menos que de devolver al Estado aquellas competencias (eso sí, ya sin una tajada fiscal que no existe). Diríase que el Estado, desde este punto de vista, sigue siendo visto como una suerte de padrinazgo al que recurrir en las duras y al que pedir en las maduras. Esto puede también hacerse de manera más sutil, como, por ejemplo, pedir al gobierno central (eso es “el Estado” en nuestra jerga política) que dé la cara ante una muy vigilante Unión Europea (léase aquí la nueva gendarmería europea organizada por Alemania y Francia en estrecha colaboración con el Fondo Monetario Internacional, no casualmente dirigido por una francesa) mientras los gobiernos autonómicos se dan un cómodo plazo para regularizar sus cuentas. El Estado de las autonomías parece, en fin, que puede permitir jugar al dispendio en época de billetera llena y esconder la cabeza y mirar para otro lado en momento en que casi no hay ni billetera. Es como si, en fin, se fuera muy Estado para gastar pero muy poco para decir a los ciudadanos y votantes en qué no se va a poder gastar ya.
Sociedad, política y economía
La cuestión que creo debemos plantearnos es si es esta la única posibilidad: renunciar a la autonomía en momentos de muy estrecha estrechez como la actual para volver a ensancharla cuando haya más recursos fiscales. Pienso que no, que justamente el momento presente nos debe hacer ver hasta qué punto un país que no puede ser centralista como el nuestro debe apuntar hacia salidas más federales. Esto no se deriva sólo (y diría que ni principalmente) de la situación económica que vivimos sino de las consecuencias de orden social y ciudadano que esta situación origina. Nada mejor para despertar conciencias que el añadido de un horizonte de desempleo e insolvencia económica asegurada para hacer frente a hipotecas y proyectos personales. El movimiento 15-M es una reacción puramente social (es decir, no inducida por partidos u organizaciones sindicales, ni siquiera los más antisistema) a un problema económico nacional de enorme magnitud generado en buena medida en la política. Lo interesante de este movimiento es que está mostrando que el calado de la crisis puede alterar la relación de prioridad entre sociedad, política y economía al plantear abiertamente (en la plaza del Sol de Madrid, a unos metros de la sede de la soberanía nacional) que si el gobierno, como casi todos los demás gobiernos, cedió a la presión de “los mercados” porque “los agentes” valoraban positivamente que se adoptaran determinadas medidas (como bajar el sueldo de los funcionarios, congelar pensiones o recortar beneficios sociales varios), tenía desde ese quince de marzo enfrente también a una sociedad decidida a recuperar cotas de ciudadanía y, por tanto, también con algo que decir al respecto al gobierno, al parlamento y, sobre todo, a “los mercados” y a “los agentes”. Es la actitud que prendió primero en Islandia con la negativa rotunda y por duplicado de los islandeses a pagar la factura de la ambición financiera, fuera esta islandesa, inglesa u holandesa. Aunque incomparable en términos cuantitativos, lo ocurrido a los especuladores ingleses y holandeses en el paraíso perdido islandés es muy similar al caso que protagonizó la empresa española Forum Filatélico: promesas de importantes rendimientos combinadas con apoyos públicos y una muy estudiada campaña de marketing y publicidad mientras, en realidad, se estaba deliberadamente sobrevalorando exageradamente el activo propio: en un caso fueron hedge funds y en el otro sellos. Lo relevante es, a mi juicio, que los islandeses decidieran muy democráticamente que el desaguisado lo pagara quien lo había provocado, aunque ello implicara que ávidos inversionistas europeos se quedaran con cara de tontos.
La lección parece clara desde el punto de vista de la política: del mismo modo que cotidianamente se prestan oídos y se obedece a esos entes de razón llamados “mercados” o “agentes”, los gobiernos deberían hacer lo propio con sus ciudadanías respectivas. Si los mercados tienen formas de hacerse visibles y audibles y de influir tan poderosamente en la política desde espacios tan en absoluto políticos como un parqué de bolsa, la ciudadanía cuenta hoy con mecanismos de sociabilidad casi inmediata que dejan sin justificación el viejo argumento de la impracticabilidad de un referéndum cotidiano. Es, por desgracia, lo contrario de lo que decidieron hacer los gobiernos europeos, empezando por Grecia y terminando (de momento) por España e Italia. Antes de apelar a la voluntad ciudadana para dar respuesta a un desafío de envergadura como pocos, han preferido plegarse (aquí da ya igual la orientación ideológica de los dirigentes) a “los mercados”. Obedientemente primero dieron con suma largueza fondos a los bancos para luego, cuando “los mercados” (en buena medida esos mismos bancos) les afearon el poco dinero que les había quedado, empezar a recortar a tijeretazo limpio el Estado de bienestar. En todo ello, como digo, ni la más leve apelación a la voluntad de sus ciudadanos. Al parecer, la más que posible quiebra financiera de un Estado es menos relevante que ingresar o no en la OTAN. Sin embargo, tenemos paradójicamente muchos más medios ahora que en 1982 de participar democrática y federalmente en decisiones que nos atañen tan directamente. Como se ha demostrado recientemente en varios escenarios -el norte de África es un ejemplo-, la sociabilidad política puede ser ya  técnicamente permanente. Ahí es donde, a mi juicio, debemos resituar las virtualidades de la autonomía y del federalismo.
 
La aguda observación de Toni Judt que mencionábamos antes acerca de la adopción de unos valores tremendamente individualistas y, a la vez, vocacionalmente antipolíticos se ha hecho realidad sobre todo en el ámbito europeo. Quien recuerde aquellos años de fervor europeísta que van desde nuestro ingreso en la CEE (1986) hasta anteayer tendrá bien presente que todo parecía apuntar en un principio a una federación política europea. Después de Maastricht (1992) entendíamos que aquella unión proyectada sobre la base de un espacio económico y monetario común debería lógicamente derivar en una suerte de constitución europea tendente a crear una efectiva federación de Estados europeos. Hubo trabajos adelantados al respecto, ciertamente decepcionantes, y todo acabó, no hace tanto, con José Luis Rodríguez Zapatero ya en la presidencia del gobierno, en una escena de opereta en la que los españoles votamos afirmativamente un texto de, al menos, pre-constitución europea que… ¿quién se acuerda de él? No sirvió absolutamente para nada. Todo se quedó estancado en términos constitucionales al tiempo que la Unión Europea seguía funcionando en términos económicos. El resultado final es éste: elegimos un parlamento europeo que no puede siquiera residenciar el gobierno de Europa, que no es otra cosa que un acuerdo más o menos formal entre jefes de gobierno y básicamente entre dos, Alemania y Francia… es decir: en cuestiones determinantes para nuestras vidas estamos gobernados, en realidad, por unos líderes del poder ejecutivo de dos Estados en los que la mayor parte de los europeos (y todos los españoles entre ellos) no tenemos la más mínima intervención. Casi veinte años después de Maastricht Europa se parece mucho más al decimonónico Zollverein (unión aduanera) alemán liderado por Prusia que a cualquier forma de federación. Al igual que el Zollverein tuvo su tálero (la moneda prusiana) y el gobierno de los Hohenzollern mandaba sin necesidad de una unidad política efectiva, nosotros tenemos un euro que se parece a un marco como dos gotas de agua y nuestra política pasa hilos muy gruesos por Berlín en vez de hacerlo por instituciones democráticas en Estrasburgo y Bruselas.
Federalismo: participación y autonomía
Este diagnóstico se revela estremecedoramente veraz en la situación de desamparo político que está viviendo Europa en la crisis presente. ¿Puede alguien señalar la más mínima iniciativa parlamentaria europea? ¿Se conoce alguna acción positiva de gobierno en el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, o del presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, fuera de alertar sobre incendios y catástrofes? De hecho, ni la prensa suele prestarles mayor atención, acercando a cambio micrófonos y cámaras a lo que hagan o digan los gobiernos de Alemania y de Francia. Estas preguntas resultan especialmente inquietantes en la medida en que lo que sí existe es una moneda común: la economía se sobrepone a la política y lo que acabamos teniendo en Europa en términos muy propiamente de cultura política europea es un gobierno o, como gusta el léxico moderno decir, una “gobernanza” europea que se asemeja más finalmente al despotismo que a la democracia. Afirmo esto muy conscientemente: la filosofía política europea desde la Ilustración temió justamente que existieran poderes políticos europeos no sometidos a control social, lo que significaba una capacidad de decisión sobre el crédito público, la moneda, la deuda o los presupuestos por parte de ejecutivos sin control de poderes representativos. ¿Reconocemos el escenario? ¿No es exactamente el que tenemos ante nuestros ojos hoy en día? ¿No estamos sometidos al dictado de decisiones personales con nombre y apellido: Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, sobre todo de la primera?
No haré la afirmación facilona de que el mercado finalmente se tragó a la política. Al contrario, creo que el problema que tenemos ante nosotros es político antes que económico y que tiene que ver muy estrechamente con el asunto de este escrito, con la autonomía y el federalismo. Y es político ante todo porque la Europa de los mercados se ha creado sobre la base de una consciente decisión política de tener precisamente menos política y más mercado. El problema que esto ha acabado generando es que cuando se deja sola a la mano invisible ésta suele acabar apretando el cuello. En el ensayo de capitalismo salvaje de las décadas centrales del siglo XIX lo hizo hasta el punto de liquidar físicamente (matar de hambre, para entendernos) a buena parte de las clases no propietarias de Europa y hoy lo puede hacer -lo está haciendo ya- con las clases medias tan trabajosamente construidas en la Europa de la posguerra.
 Quién nos iba a decir que íbamos a estar en pleno siglo XXI repitiéndonos para nuestros adentros “al menos nos queda el Estado”. Con el panorama europeo de aguda despolitización y de la mano invisible haciendo de las suyas, no pocas miradas se han vuelto de nuevo al Estado nacional correspondiente buscando ahí las dosis de política que en Europa ni asoman. Lo han hecho casi todos los europeos prácticamente en desbandada y afectando a cuestiones de gobierno que no tienen que ver sólo con sus deudas soberanas y sus particulares -y egoístas- salidas a la crisis, sino también con cosas tan diversas como la política de inmigración o la agraria. Aunque obviamente este retorno al Estado-nación como depósito de confianza no soluciona mucho, es perfectamente comprensible ante las nulas posibilidades políticas que ofrece la Unión Europea.
No obstante no todo ha sido volver la mirada al Estado nacional respectivo para, apegados al más clásico de los guiones políticos, buscar en sus instituciones respuestas y salidas propias. Ha habido también en Europa respuestas sociales que se han dirigido contra el Estado y el modo en que sus instituciones trataban de salvar el pellejo a golpe de recorte. Esto ha sido, por la profundidad de su crisis y de las medidas de recorte social, especialmente visible en Grecia. El paisaje, sin embargo, al menos en principio, no parecía cambiar mucho respecto a lo tradicional: el gobierno (socialista!) tomando medidas al dictado de los bancos y de los tenedores de su deuda, y parte de la sociedad griega montando barricadas y protestando ante el parlamento. Lo habitual: cargas policiales, algo de fuego en las calles y cada uno a lo suyo, el parlamento a legislar recortes y los sindicatos y alternativos en la foto de prensa delante de la barricada. Hasta ahí aguanta y digiere el sistema sin mayor problema. Donde ese paisaje ha cambiado más notoriamente ha sido en Islandia -con el uso sistemático del referéndum para pasmo de bancos ingleses y holandeses y, también aunque con obligación de plegarse, de sus propios dirigentes políticos- y en España -con la manifestación reconvertida en campamento deliberativo. Ambos cambios de escenario son los que, a mi juicio, deben marcar el camino futuro de la política en Europa y sus Estados si no se quiere terminar de entregar la “gobernanza” a “los mercados”.
Tanto Islandia como España muestran dos hechos muy relevantes: que la política sí interesa, y mucho, a la sociedad y que tanto por mecanismos tradicionales como por novedosos, las formas de participación efectiva se pueden activar y reinventar. No creo que sea en absoluto casual el hecho de que estos movimientos sociales vividos intensamente en España desde el 15 de marzo de 2011 por vez primera en muchos años no han estado teñidos hasta la saciedad por el color de la identidad nacional. En Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao el fondo de la protesta ha sido común; y esto es lo relevante: tiene mucho que ver con la autonomía, aunque no esté la misma referida sólo ni principalmente a territorios o naciones sino a individuos. En efecto, la forma de organizar la protesta a través de debates en la plaza pública da mucho más relieve a la autonomía del individuo y a la socialización de su iniciativa política en distintos ámbitos.
No podemos saber en qué terminarán estas nuevas formas de protesta, pero sí detectar que en ellas se está expresando la imaginación política de manera distinta. Sería un escenario muy propicio para, efectivamente, preguntarnos sobre los límites del modelo de Estado que tenemos actualmente en España, pero no para proponer su desmantelamiento en regresión hacia formas más centralistas del Estado-nación sino para apuntar hacia formas más federales de participación ciudadana en la política. No es que se pueda hacer sino que se ha hecho: se ha mostrado cómo puede haber improvisadamente formas de acercamiento a la política que ni se imaginaban hace unos meses. Piénsese sólo en qué podrían traducirse estos ensayos si en vez de en la Puerta del Sol o en Plaça de Catalunya se articularan a través de mecanismos regulares de control ciudadano de la política.
Estamos con ello volviendo a un viejo tema de la teoría política que el liberalismo creyó cerrar hace unos doscientos años al afirmar con Germaine Necker (más conocida por el apellido de su marido, Stael) y Benjamín Constant que la presencia del ciudadano en el ágora era propia de formas antiguas de libertad y que lo moderno era la representación política que proporcionaba al ciudadano la seguridad de la libertad y la libertad del mercado: podía tener representantes en un parlamento que velaran por sus intereses y a la vez dedicarse a enriquecerse, que era de lo que se trataba. Eran los antiguos los que estaban personalmente en el ágora para poder ser libres, no los modernos que habían inventado algo tan útil como el parlamentarismo. El problema es que, finalmente, el parlamentarismo en su versión más deshinibidora de la política ha terminado por conducir a una forma política, la de la Unión Europea, que puede volverse más despótica que libertaria. Y dado que todo parece apuntar a que desde la propia Unión no van a venir los correctivos a esta tendencia, no cabe otra posibilidad que empezar de nuevo a construirlos desde los espacios federales de la misma Unión o, mejor dicho, desde lo que deberían haber sido sus espacios federales y que no son de momento más que segmentos de un mercado ingobernado.
Por supuesto ahí la agenda se abre a un abanico de medidas que la política tradicional va a tener que considerar en el medio plazo y que afecta de lleno a la forma como se ha entendido a sí misma: listas abiertas, distritos representativos (aunque se lleven por delante identidades irredentas), responsabilidad de los representantes, diálogo entre estos y sus representados, vehiculación parlamentaria de demandas sociales, duración de cargos públicos, etc. Pero también tendrá que repensarse la relación entre autonomía individual, federalismo local y territorial, compromiso nacional y -si cambiaran mucho las cosas en Europa- unión continental. Todo ello no es que no tenga sentido sino que no puede siquiera plantearse si previamente no se corrige la sumisión actual de la política al mercado. La mano invisible nos ha demostrado en repetidas ocasiones a los europeos en qué suelen acabar sus correrías cuando hace y deshace a su antojo. La política visible es la única que puede domesticar y controlar esa mano: usémosla.

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https://archivo.librepensamiento.org/2011/09/21/cuando-la-mano-invisible-aprieta-por-una-salida-federal-a-la-despolitizacion-de-europa-lp69/feed/ 0
Editorial (LP 67) https://archivo.librepensamiento.org/2011/03/21/editorial-lp-67/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/03/21/editorial-lp-67/#respond Mon, 21 Mar 2011 22:55:30 +0000 https://librepensamiento.org/?p=2687 Va para cuatro años de crisis y cada vez pinta peor. Pinta peor para nosotros, a los que nos impusieron la crisis, los que nos la dejamos imponer. Pinta mejor par el capitalismo financiero, el que provocó la crisis de la que ha salido fortalecido, más agresivo que nunca, dispuesto a imponer su ley contra todos y contra todo.

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Va para cuatro años de crisis y cada vez pinta peor. Pinta peor para nosotros, a los que nos impusieron la crisis, los que nos la dejamos imponer. Pinta mejor par el capitalismo financiero, el que provocó la crisis de la que ha salido fortalecido, más agresivo que nunca, dispuesto a imponer su ley contra todos y contra todo.

Nuestra crisis no es «la crisis», es la salida a la crisis, la que cada día nos siguen imponiendo, paso a paso, recorte a recorte, privatización a privatización. La que cada día seguimos dejándonos imponer.

Financiaron con dinero público a las entidades financieras, las mismas que ahora, estrangulando las finanzas públicas, nos imponen su salida a la crisis: reforma laboral, pensiones, privatizaciones, regresión fiscal y presupuestaria, recortes sociales… Ninguna de esas medidas nos saca de la crisis, al contrario, nos mete en ella. Todas, absolutamente todas esas medidas tienen por único objetivo un trasvase de dinero a favor de los beneficios del capital, apretando, de momento, más a los que menos tienen. Nos acabará legando a todos.

A cambio, nos anuncian brotes verdes, nos prometen futuras recuperaciones en las que se volverá a generar empleo y, con él, volverá una nueva época de abundancia generalizada. Seguramente con su discurso consiguen convencer a la opinión pública (¿es alguien o simplemente es algo que mantienen flotando?), pero, ¿nos convencen a nosotros?, ¿creemos que va a haber una salida a la crisis y que volverán épocas de bonanza y de un relativo reparto y bienestar para la mayoría de nuestras poblaciones? Repiten el discurso de que un mercado laboral más flexible y barato (para empujarnos al cual son necesarias la reforma laboral y los recortes en las ayudas sociales), acompañado de un incremento de los beneficios empresariales (impulsado por los recortes fiscales y la apertura de nuevos frentes de negocio otorgados por las privatizaciones y la degradación de los sistemas públicos de pensiones, sanidad y enseñanza) va a servir para la recuperación económica y la generación de empleo.

Pero no hay ningún dato que indique que ese discurso, que en otros tiempos funcionó con un grave coste social, hoy siga teniendo alguna validez. Por el contrario, todo parece indicar que esa dinámica, que siempre fue radicalmente injusta, aunque consiguiéramos derivar al exterior sus costes más severos, hoy ya no sirve ni para nuestras sociedades.

Estamos en proceso del desmantelamiento del estado de bienestar, la degradación de las condiciones laborales y salariales, y el arrasamiento de las arcas públicas, y todo eso con el beneplácito de los gobernantes y, lo que es más grave, con una desesperante pasividad social. Caminamos hacia una sociedad más empobrecida, con garantías y derechos sociales en retroceso, y es una situación de empobrecimiento que cada vez afecta a sectores sociales más amplios. El cuarenta por ciento de los trabajos tiene una retribución inferior a los 800 € mensuales. Esa es la tendencia, si ayer se hablaba de mileurismo para caracterizar una sociedad paulatinamente empobrecida, hoy ese nivel de empobrecimiento está muy superado y abarca a mayor porcentaje de población, si ayer el acceso a la vivienda era difícil, hoy la están perdiendo buena parte de quienes la habían adquirido, mientras que los bancos se están convirtiendo en las mayores inmobiliarias… Y seguimos avanzando en la misma dirección. Cierto que se mantiene un importante nivel de consumo, pero es un consumo cada vez más secundario y más distante de la satisfacción de las necesidades reales y de la capacidad de una vida autónoma.

Tenemos, además, menor capacidad de enfrentamiento a unos poderes económicos, fundamentalmente financieros, más fuertes. De ese retroceso da buena medida la última huelga general de septiembre, con muy escasa incidencia real en la producción y con nula capacidad de impulso y firmeza, resultado de unas relaciones laborales deterioradas (trabajo negro, falsos autónomos, precariedad…) en unos puestos de trabajo cada vez más subordinados y con menor relación con la satisfacción de necesidades, y resultado, también, de un sindicalismo que cada vez tiene menos carácter de organización de trabajadores para la defensa colectiva de sus intereses, con nula credibilidad y que parece participar fielmente de los presupuestos de la necesidad de impulsar la recuperación económica bajo el modelo de la productividad.

Naturalmente la pregunta que tenemos que hacernos es la de qué hacemos nosotros en la actual situación. No confiamos en una hipotética recuperación económica ni tampoco la queremos; no queremos que se nos generen nuevos puestos de trabajo con escaso o nulo valor social añadido. No queremos políticas económicas expansivas (vía incentivos al consumo o vía megaobras insensatas que relancen el ciclo), que, además, no es viable ecológicamente, pero tampoco queremos políticas recesivas impuestas, dirigidas, como siempre, a recortes sociales y privatizaciones.

Queremos reparto, así de sencillo. Así de difícil, en la realidad. Naturalmente, el reparto implica invertir la tendencia de incremento de los beneficios y las desigualdades, invertir el trasvase cotidiano de riqueza, desde los que tienen menos a los que más tienen, y de lo público a lo privado.

Queremos reparto dirigido prioritariamente a la satisfacción de las necesidades, no tanto al incremento del consumo, aunque sea para una mayoría. Ese reparto, en la actualidad, está más ligado a la austeridad que a un relanzamiento, nada deseable, de la economía y, para un buen número de los trabajadores mejor posicionados, implica predisposición a repartir.

Queremos reparto de los recursos, en una sociedad que los tiene abundantes, aunque mal orientados y repartidos. El reparto del empleo, no su generación, es una vía al reparto de los recursos, que es el objetivo.

No parece que el sindicalismo dominante vaya en esa dirección, tampoco que el nuestro sea capaz de romper esa dinámica imperante, pese a nuestra voluntad de hacerlo. El sindicalismo actual está (mos) falto de orientación y de objetivos para la actual situación, así como de caminos y métodos de actuación para alcanzarlos.

Nos remitiremos, para terminar a los artículos de Tomás Ibáñez y, desde otro punto de vista, el de Miguel Amorós, tratan de aportar luz para captar la actual situación y apuntan vías para encararla. Algo que tiene que ser aspecto central de nuestro pensar y de nuestro actuar.

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