Trabajo / Empleo – LibrePensamiento https://archivo.librepensamiento.org Pensar para ser libre Sat, 13 Mar 2021 10:53:09 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.1 Reformas laborales, crisis y negociación colectiva: una historia de rufianes y pasmados https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/reformas-laborales-crisis-y-negociacion-colectiva-una-historia-de-rufianes-y-pasmados/ https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/reformas-laborales-crisis-y-negociacion-colectiva-una-historia-de-rufianes-y-pasmados/#respond Fri, 21 Jun 2013 20:00:15 +0000 https://librepensamiento.org/?p=4122 Normal 0 false false false EN-US X-NONE X-NONE MicrosoftInternetExplorer4

1La negociación colectiva es una especie de foto fija del momento de las relaciones laborales y sociales. Pese a las apariencias difusas la foto es nítida: exigencias de una patronal agresiva frente a cesiones de unas plantillas a la defensiva. Negociación tras negociación esas dinámicas se reiteran y acrecientan con el resultado de que en esa sucesión de fotos la patronal aparece cada ver más erguida y envalentonada, mientras que las plantillas y las organizaciones sindicales aparecemos más desmejoradas.

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Carlos Couso. Sección sindical CGT, VW-Navarra

Desde su entrada en vigor en 1980 el Estatuto de los Trabajadores  ha sido reformado en diversas ocasiones (normalmente a golpe de Decreto Ley del gobierno de turno), con la introducción progresiva de medidas de recorte y eliminación de los derechos laborales, siendo la última de ellas y una de las más salvajes la perpetrada a comienzos de 2012, que ha dejado dicha Ley en lo que ya podríamos llamar el Estatuto de los Empresarios. Una nueva legalidad absolutamente antagónica de aquella otra que fue su originen hace casi 35 años. Acompañando a estas reformas estatutarias se han sucedido desde el año 1980 multitud de Acuerdos y planes nacionales de todo tipo en materia laboral, suscritos por los “agentes sociales” UGT y CCOO y las organizaciones empresariales, que venían anticipando o desarrollando a posteriori esas reformas laborales.

Un ejemplo de esto es el  “Acuerdo Nacional por el Empleo 2012” que firmado por estas organizaciones “sindicales” y empresariales junto con el gobierno del PP, contiene un 80% de la reforma que se decretó apenas unos días después, viéndose en este caso –como en otros anteriores- el papel decisivo que han jugado todos estos “agentes” en el progresivo desmantelamiento del Estatuto de los Trabajadores, en un proceso que nos ha traído hasta la actual situación de barra libre para los empresarios, cuestión que también es fácil de apreciar observando el poco o ningún convencimiento con el que se vienen convocando tarde y mal las repuestas sindicales contra las sucesivas reformas, con las que no se pretende más que guardar las apariencias, sin ir más lejos de lo que pueda ser hacer un gesto puramente testimonial ni prenderlo.

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EL EMPECINAMIENTO EN LA CONCERTACIÓN EN TIEMPOS DE GUERRA

El sucio trabajo de consentimiento y colaboración realizado por estas dos organizaciones burocrático-“sindicales” (?) ha venido siendo puntualmente recompensado con la asignación -a través de los “acuerdos y planes  nacionales (y territoriales) por el empleo” y otros- de enormes partidas económicas salidas de los presupuestos generales del estado y las comunidades autónomas para su gestión privada, prácticamente sin ningún tipo de control por parte de la administración pública. Sobre esta base económica los “agentes sociales”, UGT y CCOO, han podido construir unos aparatos burocráticos sobredimensionados en relación a su afiliación, que les han permitido tejer unas extensas redes clientelares con las que han discriminado y dividido a una clase trabajadora sobre la que -desde su posición mayoritaria calculada por el poder político y económico- han podido ejercer una labor de control y contención en favor de sus pagadores, que no son solo los gobiernos de turno en cada momento, sino también y siempre, los empresarios a golpe de prebenda: enchufismos en la contratación, ascensos, etc…, pago por ERE, privilegios “sindicales” en la empresa, etc, etc..

Este es el secreto a voces que explica por qué hoy en día el capital nos está machacando a los y las trabajadoras de este país sin mayores problemas. Los empresarios han conseguido el marco legal adecuado para ello, aunque no renuncian a seguir mejorándoselo, y se han apoderado de las principales estructuras de defensa de los trabajadores, los sindicatos mayoritarios, que integrados plenamente en el sistema, trabajan para abortar cualquier posibilidad de respuesta seria y de clase . 

Y así, con prácticamente todas las herramientas legales y “sindicales” en su poder, y en un contexto de “crisis” bien organizado, son los propios empresarios quienes provocan todo tipo de conflictos en sus empresas con la intención de abrir procesos de negociación colectiva; a la que, lejos de lo que pasaba décadas atrás, ya no tienen ningún miedo, como ocurría cuando quienes forzábamos la negociación colectiva por medio de nuestra capacidad para generar y gestionar los conflictos colectivos éramos las trabajadoras. En definitiva, los empresarios tienen la Ley de su parte, las burocracias “sindicales” las tienen a sueldo, y a una gran mayoría de trabajadores nos tienen convenientemente individualizados e insertados hasta la médula económica e ideológicamente en su sistema.

 

«(…) obligado por la necesidad, el rico concibió por fin el proyecto más reflexivo que jamás ha entrado en el espíritu humano; y fue emplear en su proyecto las mismas fuerzas que le atacaban, tomar a sus adversarios por defensores suyos, inspirarles otras máximas… ( y así los pobres)  corrieron al encuentro de sus cadenas, creyendo asegurar su libertad».(J.J. ROUSSEAU (1712 – 1778), «Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres»)

 

Los empresarios pueden contratar libremente, como quieran; pueden despedir de forma colectiva o individual, libremente y a muy bajo coste, como quieran; pueden descolgarse de lo que pacten; lo pueden justificar de cualquier manera, incluso planteando situaciones hipotéticas de futuro; tienen toda la flexibilidad que quieren…, y cuando no tienen algo que puntualmente “necesiten”, ya tienen al PP, al PSOE, a UGT y a CCOO para que se lo proporcionen… Pues nada, a aprovechar el momento…

Así, la negociación colectiva hoy en día no es tal, sino que viene a ser tan solo un “me lo das o te lo quito, porque puedo, y porque vosotros no vais a tener narices de hacer nada, porque tenéis miedo”, planteado por los empresarios. En cualquiera que sea la empresa y cualquiera que sea su situación productiva y económica, en todas partes y en todas las empresas, se está planteando lo mismo: rescindir un porcentaje de los contratos, suspender temporalmente otro tanto, congelar los salarios si no rebajarlos de quienes quedarán en la empresa, introducir dobles escalas salariales, aumentar la jornada y la productividad, vía libre a la subcontratación, etc. Con este planteamiento tan chulesco e injustificado pero legalmente posible, y a la vista está que “sindicalmente” también, venimos funcionando hace tiempo en el camino que nos lleva a los siete millones de desemplead@s…

Y así, el desempleo hoy en día se ha convertido en el epicentro de todos los problemas, el que directa o indirectamente más incide en el discurrir de las relaciones humanas en el ámbito de lo político, lo económico, lo social, y de lo laboral. Pero el desempleo es un problema solo para l@s trabajador@s; para los otros actores sociales, los empresarios y todos los que ostentan el poder económico, es una herramienta que bien usada en los procesos de conflicto y negociación colectiva, les sirve como elemento de presión para imponer recortes en plantillas y derechos con los que potenciar sus beneficios. Los siete millones de personas en paro son su declaración de guerra total.

El desempleo pues, nos representa a los trabajadores un enorme problema tanto para quienes tenemos trabajo como para quienes carecemos de él. La progresiva precarización del trabajo es causa y a la vez consecuencia del desempleo, un ejemplo muy explícito y de lo más paradigmático de la pescadilla que se muerde la cola. Y no es un problema cualquiera; bajo la amenaza del despido y las -bien expuestas socialmente- nefastas consecuencias que puede acarrear hoy en día, las trabajadoras empleadas aceptamos una vez tras otra la progresiva precarización de nuestras condiciones laborales, por puro miedo. Creemos ponernos a salvo cuando aceptamos aumentar nuestra jornada; cuando aceptamos aumentar nuestra productividad sometiendo nuestra actividad laboral diaria a unas condiciones más propias de un deporte de riesgo; cuando aumentamos nuestra disponibilidad a costa de nuestra vida personal, familiar y social; cuando reducimos nuestros salarios; cuando renunciamos a todo tipo de derechos sociales y laborales antes adquiridos en el ámbito de la empresa, etc, etc… Y cada vez que hacemos esto y lo materializamos y convertimos en legalidad pactada en acuerdos y convenios colectivos, reducimos el valor de nuestro trabajo, que es reducir el valor de las personas en el trabajo, nos hacemos cada vez más débiles para combatir los futuros envites empresariales que exigirán una y otra vez mayores cotas de precarización, nos hacemos cada vez más vulnerables ante la amenaza del despido, acrecentando el factor más fundamental de nuestro miedo, pues con nuestra precarización laboral generamos más espacio y más argumentos matemáticos para justificar más despidos, destrozando de paso las pocas expectativas y posibilidades de encontrar trabajo de las personas desempleadas, quienes verán aún más precarizada su vida irreversiblemente marcada y recortada por su situación de desempleo, lo que a la vista de todos aún dará más miedo a los miedosos con empleo.

Este es el círculo sin sentido en el que estamos absurdamente instalados, trabajadores empleados (en el papel de activos-pasivos-disciplinados) y desempleados (en el papel de pasivos-pasivos-desesperados); girando entorno a él, una vuelta tras otra, con la misma irracionalidad con la que antiguamente hacían girar los asnos los engranajes de los molinos y norias que les esclavizaban vitalmente hasta alcanzar su “inservilibidad” para hacer rotar el mecanismo en las condiciones exigidas, momento en el que eran sacrificados (por su bien).

2La racionalidad superior que se nos supone a los seres humanos sobre los asnos debiera hacer que tras haber probado por un tiempo la experiencia, no hubiéramos tardado en concluir que, o bien el mecanismo que nos tiene atrapados y nosotros mismos hacemos girar no está rotando en el sentido correcto, y probar como primera y más tímida alternativa a darnos la vuelta para hacerlo girar en el sentido contrario a ver qué pasa…, o bien a pensar que la maquinaria, gire para donde gire, es una trampa que nos va a perjudicar a nosotros de cualquier manera, y con la que –por tanto- hay que acabar para sustituirla por otra.

En cualquier caso, para buscar una solución por cualquiera de las dos vías y cambiar una situación que nos es más que muy molesta a todos, las personas con empleo tendremos que pasar a desempeñar un papel activo-activo, y entender que ese papel, a desarrollar en el ámbito laboral más directo, pero también en el social por la cuenta que nos trae, va a ser determinante para alcanzar el objetivo.

Si se trata de cambiar el sentido en el que hacemos que gire absurdamente la maquinaria o sistema, deberemos intentar seriamente dejar de ceder derechos ante la patronal, sobre todo una vez que hemos comprobado que esto no nos soluciona nada, sino que, al contrario, nos está complicando mucho la vida a tod@s…, y luchar a cambio por revalorizar la importancia de las personas en el trabajo, al mismo tiempo que entendemos el valor del trabajo para las personas y la evidente necesidad de repartirlo.

PERDER EL MIEDO QUE NOS ENCADENA

Pero para poder optar a materializar esto último -y otras muchas cosas que hemos de perseguir- como fruto de nuestras negociaciones y luchas (cuando las haya de verdad…) en el ámbito laboral y social, los trabajadores con empleo antes habremos de vencer al miedo (a perder nuestro empleo) que nos desactiva. Y para ello, en primer lugar hemos de ser conscientes de que el miedo no nos llega desde fuera ni depende de la amenaza permanente sobre nosotr@s que el sistema ha convertido en uno de los pilares estructurales de su estrategia de funcionamiento, sino que el miedo reside dentro de nosotr@s mism@s, y que simplemente nos surge cuando l@s trabajador@s no sabemos cómo afrontar ni combatir contra esa amenaza. El miedo no es consecuencia de la amenaza, sino de nuestras dudas, de nuestra inseguridad, de nuestra precariedad intelectual e ideológica, de nuestros individualismos, de nuestra falta de referentes, de nuestra falta de convicción, y de otras muchas cosas que solo dependen de nosotr@s mism@s.

3Recuperar todo eso que nos falta es imprescindible para perder el miedo y poder estar a la altura del papel que nos corresponde desarrollar a los trabajadores en este momento histórico. De no hacerlo deberemos considerarnos la peor generación obrera de la historia, aquella que recibió una herencia de derechos ganada por sus antecesores a golpe de lucha obrera y como unos niñatos mal criados la dilapidó dejando a sus hijos un asco de mundo para vivir, de tal manera que no podremos mirar a la cara ni a nuestros mayores ni a nuestr@s hij@s. Deberíamos tener más vergüenza, y más consciencia de esto, y no permitirlo. Nuestra obligación moral y política es dar la talla en una lucha de clases que obviamente nunca finalizó ni finalizará, y que, siguiendo las enseñanzas y referencias que nuestra memoria histórica, nos muestra el camino de la lucha como el más eficaz para conseguir y consolidar derechos.

Y para ello, encontraremos el mejor apoyo y refuerzo argumental en la otra parte de nosotros mismos, esa que nos dice que nosotros también somos los trabajadores desempleados y que tampoco es para tanto lo que nos queda por perder. Y es que, ciertamente, lo somos, o al menos así deberíamos considerarnos, sin necesidad de apelar al compañerismo, la solidaridad, o cualquier otro sentimiento emanado de nuestra (ya no supuesta) conciencia de clase.

Lo somos -de primeras- porque nos merecemos serlo, y de hecho si no estamos ya “de facto” en la situación de desempleo es por el mismo azar que les ha llevado a otras a estar en ella, por circunstancias, o por las decisiones ajenas de una panda de cabrones que quieren aprovecharse de la situación para forrarse todavía más, y que aún no las han tomado, pero pueden tomarlas y aplicarlas en cualquier momento, sabedores de que no van a tener una respuesta preocupante para ellos. Merecemos serlo y probablemente lo seamos porque la inacción, la cobardía y la estupidez durante siglos y hasta hace bien poco jamás se habían considerado un mérito. Claro que ya sabemos que este sistema le da la vuelta a todo… 

            REVERTIR LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA

Por todo lo expuesto hasta aquí es imprescindible recuperar el valor transformador de la negociación colectiva que ha quedado anulado por la acción conjunta de la patronal y las burocracias sindicales. Para ello tenemos que luchar por la consecución de distintas formas de reparto del trabajo y de la riqueza que nos permitan alcanzar el objetivo de trabajar menos para vivir mejor y trabajar tod@s. Luchar en el ámbito de las empresas prioritariamente por los objetivos de clase, los que nos unen a las personas trabajadoras empleadas y desempleadas, y, apoyándonos unas en otras, desarrollar esa lucha simultáneamente en las empresas y socialmente en la calle.

Las expresiones de reparto del trabajo y de la riqueza  pueden llegar a ser diferentes en función de los sectores laborales; ya que la base fundamental en la que se sustenta el beneficio empresarial no es la misma en todos los ámbitos laborales. Por ejemplo, en el sector del automóvil, del metal, y otras industrias del capitalismo «clásico», las empresas consiguen sus beneficios sirviéndose sobre todo de unos elevadísimos niveles de productividad, más que recurriendo a los bajos salarios. La citada productividad está basada en la combinación de unos abusivos ritmos de trabajo en las cadenas de producción con multitud de formas de flexibilidad de la jornada (trabajo en sábados y fin de semana, nocturnidad, bolsas de horas y días por encima y por debajo de la jornada laboral individual, etc.), lo cual supone en su conjunto una grave amenaza para la salud de los trabajadores, para su vida social y familiar, y para el empleo. En estos sectores laborales la defensa de los trabajadores exige ineludiblemente una reducción sustancial de los ritmos de trabajo y la de la flexibilidad de la jornada existente, ya que de no acometerse previamente esa tarea, cualquier reducción de la jornada sería anulada por una productividad galopante que seguiría creciendo.

4En la industria clásica la finalidad prioritaria no debería ser solo trabajar menos días al año, sino trabajar con menos intensidad cada jornada, mejorando las condiciones de trabajo para trabajar mejor (que es trabajar también menos) protegiendo la salud, y que los calendarios resultantes sean compatibles con la vida social y familiar. Respecto a la cuestión salarial, ésta no debiera ser eje central de la negociación como hasta ahora, y no tendría que ser abordada desde el rutinario planteamiento porcentual de conseguir unos puntos o unas décimas por encima del IPC para toda la plantilla independientemente de las categorías profesionales; el planteamiento reivindicativo en este campo tendría que consistir en la eliminación de las distintas escalas salariales, acabando con las discriminaciones económicas a las que son sometidos quienes llevan menos tiempo en la empresas.

En otros espacios laborales el reparto del trabajo y de la riqueza tiene que situarse en otros términos; en la administración pública debería plasmarse a través de la lucha por la reducción de la jornada y contra la eventualidad, siendo el aspecto salarial también una cuestión más secundaria que  debiera ser tratada intentando reducir las escalas salariales, y escapando del tópico repunteo en torno al IPC.

Por el contrario, en otros ámbitos laborales donde las trabajadoras padecen salarios bajos, que cada vez lo son más respecto a otros sectores, la cuestión salarial tiene que ser un objetivo de primer orden que deberíamos situar al mismo nivel que la mejora de las condiciones de trabajo.

Pero los objetivos no son lo único que tenemos que valorar para definir nuestro papel en la negociación colectiva, a su vez es necesario reflexionar sobre nuestras formas de lucha  que es imprescindible que sean más audaces y consecuentes. No solo los trabajadores tienen que mirarse frente al espejo para desprenderse de sus miedos, también lo tiene que hacer el sindicalismo alternativo que en muchas ocasiones está afectado por ciertos pánicos que lo paralizan. Tenemos que tratar de romper los clásicos guiones de la negociación colectiva, diseñados y controlados por los empresarios, UGT y CCOO, y en los que el sindicalismo alternativo se ve atrapado con demasiada frecuencia. En la mayoría de las ocasiones de nada nos sirve consensuar plataformas reivindicativas ni calendarios de movilización con estas organizaciones, pues sabemos de sobra por la experiencia acumulada que abandonarán sus compromisos en cuanto lo consideren oportuno, y con nuestra acción conjunta con estas organizaciones estaríamos dando carta de credibilidad a un “sindicalismo” falso y contraproducente; estaríamos contribuyendo al engaño a los trabajadores. Por tanto, en donde el contexto lo permita, el sindicalismo alternativo a UGT y CCOO debe tener el valor de convocar todo tipo de acciones sindicales y huelgas en solitario, pues nuestra responsabilidad y razón de ser es la de ofrecer a los trabajadores opciones de pelea reales, que sean verdaderamente participativas y signifiquen espacios de confrontación real.

No hay que tener miedo a que estas acciones (de huelga y movilización para la presión en la negociación) puedan tener en principio seguimientos reducidos, porque ese no sería nuestro mayor fracaso, nuestro mayor fracaso sería la inacción a la que nos pudieran arrastrar otras organizaciones como UGT y CCOO o, peor aún, que nos arrastraran hacia formas de movilización diseñadas por ellos para engañar a los trabajadores, fingiendo peleas que no son tales, algo muy característico del “sindicalismo” mayoritario de estos tiempos. Por eso tampoco podemos estar esperando eternamente a que se den una serie de condiciones «óptimas» para movilizarnos  en solitario, que parece ser que se nos tienen que presentar como si fueran diseñadas a escuadra y cartabón; las condiciones las tenemos que crear nosotros mismos a través de nuestra acción diaria y permanente en el tiempo, que habrá de ser coherente con la que desarrollemos puntualmente y de forma específica durante los conflictos y procesos de negociación colectiva.

A su vez, desde los ámbitos laborales tenemos que conectar y buscar alianzas con sectores de los movimientos sociales que quieran superar las dinámicas de oposición testimonial en las que también pueden estar inconscientemente (o cómodamente) instalados; gentes y colectivos que al igual que nosotros valoren que es imprescindible intervenir con acciones que afecten directamente sobre los procesos productivos  para defender a los trabajadores empleados en esas empresas y desempleados por esas empresas.

Nuestra memoria histórica nos cuenta que en los procesos de negociación colectiva en particular, y en los procesos de transformación económica en general, la acción sindical y social directa (de paralización), desarrollada de forma contundente y continua, sobre los procesos productivos es fundamental para alcanzar los objetivos deseados.  Y esto es algo que no solo se debe intentar conseguir desde el interior de las empresas, sino también desde la calle, desde lo social. Esa es la tarea que debería acometer lo mejor del movimiento obrero y de los movimientos sociales, asumiendo tanto unos como otros que no podemos contar para tal fin ni con las burocracias “sindicales” insertadas en el sistema, ni con quienes convierten el espacio de la protesta social en un escenario lúdico-festivo con el que solo pretenden testimoniar un descontento.

En definitiva, nos tenemos que tomar todos este asunto mucho más en serio y entender que como personas, como trabajadores (empleados y desempleados), y sobre todo como organizaciones, que  tenemos que asumir los riesgos que supone una lucha como la que debemos afrontar, pues también tenemos que ser conscientes de que cuanto más tardemos en hacer esto, esos riesgos van a ser más y mayores, y las peores situaciones desde las que afrontarlos estarán más retrocedidas.

Sabemos que da de sí y a qué nos conduce una actuación sindical y social más guiada por nuestro miedo que por nuestro impulso: una negociación colectiva a la defensiva y que renuncia a la pelea, una actuación social reducida a la denuncia y unas movilizaciones generales aisladas y sin continuidad ni decisión. Sabemos que todo eso queda dentro, integrado en lo que hay y sin cambiar nada. Estamos como quien ante una tunda de golpes levanta los brazos para protegerse, esperando a que escampe. Respondemos con posturas defensivas particulares e individualizadas a lo que es una declaración de guerra social. Actitud muy insuficiente en esta situación que exigiría de nosotros una mayor apuesta y riesgo, tanto en los contenidos como en los métodos de actuación sindical y social.

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Apostando por el sindicalismo de CGT https://archivo.librepensamiento.org/2012/09/21/apostando-por-el-sindicalismo-de-cgt/ https://archivo.librepensamiento.org/2012/09/21/apostando-por-el-sindicalismo-de-cgt/#respond Fri, 21 Sep 2012 12:00:49 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3832 El modelo sindical de la CGT,  es hoy fundamental en la confrontación social. Sus dos patas son igual de importantes, la social y la laboral. Profundizar en su interrelación es una cuestión de inteligencia constructiva de la CGT. En esta crisis tenemos también la oportunidad de vernos como parte del problema, y de esa humildad, podemos salir reforzados. La tensión entre lo social y lo laboral ha estado siempre presente en el anarcosindicalismo y es natural que así sea. Con las convulsiones sociales y la necesidad militante de CGT de encontrarse en ellas, se ha exacerbado.

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Josu Albinarrate (Secretario de Acción Sindical  en BBVA y afiliado de F.L. de Bilbao)

 

La Sociedad del siglo XXI, como fue la del XX, se continúa estructurando en torno al trabajo. No sólo es mayoría la población activa, sino que para quien está en paro su prioridad es abandonarlo. La condición de pensionista tiene también mucho que ver con el mundo laboral, puesto que se trata de un pacto social que se construye durante la vida cotizante, pero que demasiadas veces se ve atacado en los momentos más débiles, tras el hecho causante (jubilación, invalidez, viudedad, etc.). Es por esta centralidad social de lo laboral, el que CGT tiene un modo de intervención básicamente laboral y así entiendo debe seguir siendo.

El mundo laboral es cierto que se ha atomizado por Sectores, tipos de contratos, duración de los mismos y condiciones muy polarizadas. Este hecho dificulta tremendamente la intervención sindical. Pero lo mismo ocurre en la propia sociedad, donde las clases sociales se han desdibujado, las alianzas históricas se han disuelto, etc. La intervención social la solemos enmarcar en el problema concreto que abordamos, es particular no global, y el conflicto se encuentra perfectamente enmarcado. En lo laboral, debemos aspirar a dirigirnos al 100% de una plantilla, sea cual fuere su nivel profesional. Nuestra definición de reivindicación o análisis laboral ha de ser consistente para todos, aunque sea de mayor interés para un colectivo que para otro, nuestra intervención ha de convencer a todos en justicia, oportunidad y necesidad. En realidad, en lo laboral, se escenifica el mismo conflicto social, la redistribución de la “tarta”. Si es en el ámbito de una empresa está en juego la redistribución de lo generado. Si es en un Sector, la homologación de condiciones para que reducir derechos laborales no forme parte de la competencia entre empresas del mismo. Nuestra condición de Sindicato alternativo es la que nos lleva a propugnar, explicar y desarrollar en el Sector o en cada Empresa, precisamente esas condiciones de redistribución en lo laboral que son la base para entenderlas luego como ciudadanos en lo social. Si no lo entendemos en lo laboral, difícilmente lo haremos en los temas sociales.

La intervención laboral se realiza fundamentalmente en las empresas, conviene recordar que apostamos por las Secciones Sindicales como estrategia de intervención. Esto representa que nuestra actividad la marcamos nosotros y no está supeditada, no debiera estarlo al menos, a los escasos o puntuales momentos de negociación o de conflictividad. El espíritu colectivo que en momentos de conflicto representa realmente la fuerza del Sindicato no se improvisa, sino que se construye normalmente desde una ínfima militancia. Parece básico asimilar que para llegar a cualquier plantilla es indispensable hacerlo desde sus primeras necesidades laborales. Menospreciar esos aspectos del sindicalismo es propio de quien jamás ha puesto su cerebro en desarrollar una Sección Sindical. Pasar por encima de las necesidades y orden de prioridades genérico de una plantilla es propio de actitudes sectarias o iluminadas. Pero es muy distinto hacerlo apoyándose simplemente en ellas para buscar una representatividad parlamentarista, que hacerlo para ofrecer un análisis radical sobre necesidades reivindicativas laborales y relaciones laborales colectivas. Conceptos básicos como transparencia, servicio sin caer en el amiguismo sindical afiliador, eficacia obrera, etc. deben aparecer en nuestras tareas sindico laborales más básicas. Sin dudarlo, una actividad gestora de los intereses laborales de una plantilla, con criterios positivos generando colectivo, es fundamental para el incremento de la capacidad de penetración de otros conceptos más profundos socialmente de la CGT. Sin lo primero, lo segundo es un acto de iluminados.

ACCIÓN SINDICAL COTIDIANA Y PERMANENTE

Entre conflicto y conflicto es cuando se hace organización. Apenas habrá alguna sección sindical de la CGT que no cuente entre sus herramientas con una publicación o medio digital que permita mantener el contacto más continuado entre organización y plantilla. Esta es una característica de la CGT, tenemos mucho de lo que hablar y mucho que decir. Y también tenemos muchas formas de fomentar la participación, las aportaciones más variadas y un clima orgánico que las favorezca en cada ámbito laboral. Tratar en estos medios de la problemática de otras empresas del sector o fuera de él, abordar temas directamente sociales o políticos, aportar datos de análisis sobre los sucesos sociales, etc. resulta fundamental como penetración de la problemática social en el mundo laboral. Incluso hay un sinfín de materias laborales que conceptualmente entroncan con los conceptos básicos sociales de redistribución de la riqueza. Tratarlas es una cuestión diaria y ha de ser habitual en nuestras Secciones Sindicales. Por ejemplo, la lucha contra las horas extras o las prolongaciones de jornada, la movilidad funcional, la falta de medidas de prevención, etc., todas estas luchas conceptuales o concretas tienen su entronque en los conceptos de definición social y por tanto acometerlas transciende de los intereses como persona asalariadas y precisamente los conecta con los de ciudadano.

Las reivindicaciones que integran al colectivo laboral ante un conflicto han de ser marca de naturaleza CGT. Ningún conflicto en ningún ámbito hemos de verlo como terminista, como que se agota en si mismo. La estrategia reivindicativa, bien sea proactiva -a iniciativa nuestra- o sea defensiva -ante un conflicto que nos generan-, debe enmarcarse en una estrategia del sindicato, básicamente la que dictamine la sección sindical o federación afectada directamente y que estará definida en base a nuestra capacidad en la empresa o sector, el momento empresarial y la correlación de fuerzas. Indudablemente, a fijar esa estrategia influirá la marcha global de la Organización y esto es algo pendiente de desarrollar por la CGT, dado nuestro aún pequeño peso laboral y el detrimento militante que lo laboral tiene hoy en los órganos confederales. Una sección o federación no es más combativa porque su reivindicación sea más o menos atrevida o finalista, sino por saber enlazar sus aspiraciones hoy menores para que luego abran o traigan otras mayores. El reto para un sindicato de la CGT estará básicamente entre la plantilla donde se juega la asunción de sus postulados, que por muy razonados y justos que sean jamás podrán ser impuestos al colectivo como si éste fuera un ente contaminado de capitalismo y la CGT algo ajeno a ese sentir. La negociación para la CGT se celebra en una mesa pero se libra entre la plantilla y entre la ciudadanía. Que calen nuestras reivindicaciones, que se enlacen con un bien común mayor, es fruto de un trabajo premeditado, elaborado y con tiempo, que se concretará en un momento de negociación puntual, pero que se ha generado antes.

En cualquier proceso reivindicativo, sea social o laboral, estamos quitando de un lado para ponerlo en otro. Esto será siempre conflictivo y más cuando la pretensión surge desde abajo, desde la ciudadanía en lo social y desde los asalariados en lo laboral. La profundidad del reparto vendrá marcada por el convencimiento social del colectivo que lo propicia. Que la CGT rechace el parlamentarismo también en el mundo laboral, supone en la práctica que nos movamos por criterios y no por atracción del voto. Nuestra actitud en las empresas representa romper con el principio del bien inmediato para plantear en lo concreto el bienestar colectivo. De este concepto nace nuestra posición en las grandes empresas, en las que hemos luchado en lo concreto contra la subcontratación de tareas, hemos defendido que a las subcontratas se las aplique el convenio de la empresa matriz, hemos buscado desde nuestras secciones sindicales en la matriz -normalmente con mayor capacidad reivindicativa- hacer nuestras las necesidades de las subcontratas y exigírselas a la matriz, no a la subcontrata, siempre con mayor precariedad. Esta tarea de la CGT muchas veces ha sido mal vista por la generalidad de la plantilla subcontratada que se abrazaba al nuevo empleo por peores condiciones que tenga y veía la reivindicación de la CGT como un encarecimiento que hacía peligrar el nacimiento de la propia subcontrata para la empresa matriz.

Este mismo esquema de funcionamiento sindical por criterios sociales es el que nos ha llevado a las distintas secciones sindicales CGT a mantener conflictos sindicales, jurídicos, conceptuales, etc. contra las horas extras o las prolongaciones de jornada, cuando no directamente contra el paro, de modo continuado o puntual, en momentos de bonanza como de crisis, e incluso con EREs sufridos con la negativa al mismo y posterior campaña de la CGT contra las horas extras. Tirar contra los Directivos de cualquier gran empresa está hoy muy en boga y CGT no sólo llevamos años de bonanza haciéndolo, sino que en muchas empresas hemos apostado abiertamente por manifestarnos, posicionarnos e incluso tomar iniciativas contra los sistemas de retribución extra e incentivación, que democratizan las migajas entre la plantilla para sostener el expolio de los Directivos. Esto era nadar contra corriente hace sólo unos años y desde la CGT se ha hecho. Hacerlo más eficazmente, con más datos, es una ardua tarea, pero es llevar a las empresas la redistribución de la riqueza que socialmente demandamos en tantas manifestaciones.

Por último, la vida de las secciones sindicales de la CGT en las empresas es el eslabón básico para hacer sociedad. La afiliación responde como es natural a un interés primario, si no existiera tal interés personal no habría sindicato, pero un interés personal no tiene porque ser individualista ni antisocial, sino que  lo personal ha de ser el camino para alcanzar el más sano concepto colectivo. La participación es un concepto positivo pero muy difícil de fomentar y practicar. Primero se ha de respetar el proceso del otro, pero sin negar la necesidad colectiva. Conjugar esto: distintos niveles de interés, atención y conciencia que hemos de respetar, con la necesidad de hacer organización mediante la participación, ¡es todo un reto! Pero lo es en las secciones sindicales, porque tienen hoy una necesidad diaria de funcionamiento, y lo es en cualquier ámbito social. Cuanto más abierto sea el ámbito, más distancia entre las personas en conciencia, interés y actitud. Es un reto de primera magnitud para la CGT en las secciones sindicales desarrollar estrategias que busquen la participación, no sólo la exijan o reclamen como un deber. Hay niveles de aportación y todos son válidos, aunque probablemente ninguno suficiente. Generar ánimo, en lugar de exigencia castrante, es un propósito sindical básico en la vida de las Secciones, generar confianza en las propias fuerzas con las que se cuenta para cada tarea, generar impulso para superar miedos, incapacidades o bajas autoestimas. Todo esto es parte de la vida de una sección sindical. Y buena parte de ella pasa por unas relaciones personales fuertes, sanas y con los mismos criterios que reclamamos para la sociedad que pretendemos. No es fácil lograr lo que digo. La salud de nuestras relaciones personales en las secciones se resiente por el conflicto, el sectarismo y el debate. Es, en buena medida, natural y, siempre pretendiendo su mejora, hemos de asumirlo. Por eso, el sindicalismo laboral, con un ámbito humano muy amplio, representa poner en práctica hoy nuestros valores para una sociedad mejor.

PROPUESTAS DE INTERRELACIÓN DE NUESTRO TRABAJO LABORAL Y SOCIAL

            Debemos partir de una realidad y es que el tiempo y las energías son limitados y muy inferiores a la tarea por acometer en ambos campos. Esto nos lleva a que la persona que se implica mucho en su Sección Sindical o Sector, apenas tenga tiempo y energías para participar en una medida significativa en las áreas sociales. Por el contrario, muchas personas de la CGT que participan activamente en tareas sociales concretas, no suelen tener tiempo y energías para participar en una medida significativa en las necesidades sindicales de su empresa o sector, y, por último, las personas que más participan continuadamente en la vida confederal, suelen ver muy disminuidas sus energías y tiempo a dedicar bien a participar en tareas sociales concretas o en la vida de sus secciones sindicales.

            Esto es una perogrullada pero, sin embargo, no lo tenemos en cuenta para nada en la vida confederal. Reivindicamos un trabajo de abajo hacia arriba, pero en nuestro ideario o mente colectiva sí que caemos en categorizar de arriba hacia abajo, nuestras labores y de rebote a las personas que las desarrollan. El modelo sindical de la CGT también precisa de personas dedicadas en su tiempo y energías a la gestión de su sección sindical, a apoyar a los principiantes, organizar sus tareas, dinamizar, o incluso gestionar las funciones sindico laborales ante la afiliación e incluso la plantilla en general. Como he pretendido razonar en la primera parte, esta labor insertada en el conjunto de la CGT es tan importante como la que más y se trata de encontrar a las personas con mejor actitud hacia ellas y seguramente con los condicionantes personales que les permitan, mejor que a otras personas, dedicarse a ellas.

            La conclusión es que desde arriba hacia abajo, debe facilitarse tremendamente la transmisión de todas las cuestiones laborales y sociales en que estemos implicados como CGT y segundo que participar no es sólo tomar parte en los actos y acciones que en torno a un conflicto desarrolla o convoca la CGT, sino que hay también otros modos de participación más compaginables con un exceso de tareas.

COORDINACIÓN SOCIAL CGT.

Se nos mezclan dos conceptos: por un lado, la implicación de CGT en movimientos sociales mediante su firma en las convocatorias y extensión de las mismas, por otro, la militancia de personas de la CGT como individuos en esos movimientos sociales más amplios. Ambas cuestiones son valiosas y de ambos modos hemos de reforzar en estos tiempos el compromiso de la CGT.

            Sin embargo, nos falta como CGT un órgano que determine la propia estrategia comunicativa y de prioridades en el conjunto de conflictos sociales.  Pongo un ejemplo, CGT puede estar apoyando en un ámbito determinado las movilizaciones de STOP DESAHUCIOS, como organización en sus convocatorias y con personas trabajando en el movimiento. Sin embargo, no contamos con ningún ente CGT que, dentro del conjunto de conflictos sociales hoy en activo, vea la mejor forma de comunicar nuestra posición a la sociedad a su respecto. analizando si debemos dar mayor énfasis a este conflicto de los desahucios o a otro en litigio, marcar ritmos y momentos, y, sobre todo. generar una estrategia de comunicación; ya que no es lo mismo que saquemos una simple nota contra los desahucios a que generemos una información más profunda y continuada analizando, proponiendo, etc.

            El SP Confederal es quien ha venido intentando cubrir este vacío, pero ni por el ámbito sirve, puesto que los movimientos sociales están mucho más geográficamente divididos y desarrollan campañas con distintos ritmos y, además, el SP  tapa huecos pero no puede ser nuestra primera línea en todos los conflictos sociales.

            Necesitamos contar como mínimo en el nivel confederal territorial con personas encargadas efectivamente, no sólo nominativamente, de ser la voz de la CGT en los conflictos sociales. Su objetivo sería estar en contacto con las personas militantes de la CGT en los distintos movimientos sociales para poder emitir comunicaciones con estrategia propia de la CGT, con mensaje propio, con trabajos y orientaciones acordes como Organización que trasladar a la ciudadanía. Haciéndolo pero no en el reducido ámbito de los propios movimientos sociales y con su mismo criterio de comunicación esquemático, concreto y puntual para responder activamente ante cada conflicto mediante su visualización en la calle. El objetivo de esa área de la CGT debiera ser trasladar determinados conflictos sociales hacia la ciudadanía, por un lado vía empresas y, por otro, cuando así se considere, en la calle.

            Los movimientos sociales se hacen visibles mediante actuaciones puntuales similares a manifestaciones, concentraciones, perfomances, etc. Y son muy válidos para esa visualización. Participar en ellos puede ser un papel para muchas personas militantes de la CGT y las convocatorias de laCGT a esos actos organizados por movimientos sociales es importante, pero es un error quedarse en eso. En la expansión del fondo del conflicto social, hemos de dar cabida a todas nuestras secciones sindicales, a toda nuestra afiliación -mucha  no encuadrada en una vida sindical concreta. Para ello, el ente en cuestión debe visualizar cómo trasladar el conflicto social concreto a las empresas y seguramente el lenguaje será otro y el sostén de la reivindicación más exhaustivo, más razonado y con más datos, simplemente porque muchos trabajadores no han reparado en ese conflicto social o no lo sienten suyo. Y esto hemos de hacerlo con nuestras siglas CGT.

            Si importante es participar en manifestaciones o concentraciones por un tema social. Tanto o más es extender el conflicto social utilizando nuestra capacidad de penetración CGT en base a la afiliación -que debe recibir nuestras comunicaciones de un modo ágil- y en base a nuestra capacidad de expansión de las S. Sindicales. Esto es construir una red social CGT que llegue no solo a quien tiene carné, sino a su entorno laboral, social y familiar.

REIVINDICACIÓN PEDAGÓGICA

            Para construir valores sociales resulta básica la formación. En una Sociedad tan compleja, es fundamental que la CGT, si quiere ser transformadora, asuma que debe ofertar no sólo reivindicaciones más radicales o más plenas, sino también conocimiento, análisis y alternativas razonadas. Esto debiera ser una característica CGT de la que hoy carecemos.

            Es más bien al contrario. En los movimientos alternativos ha venido primando la sencillez de consignas, los bálsamos de fierabrás y los conceptos tópicos, y la CGT viene haciendo lo mismo. Es más atractivo confluir en torno a postulados maximalistas y simples que construir un movimiento con raíces en saber, discernir, analizar y proponer.

            Para movilizar, para generar movimientos puntuales ante conflictos sociales o laborales, la simplificación puede resultar una estrategia adecuada, pero si se queda en ello, al movimiento en sí se lo llevará el viento. En paralelo debe haber una tarea marca CGT, que genere esa formación hacia el conjunto de la propia afiliación y los núcleos próximos, y en una menor medida, pero también, hacia el conjunto social o laboral.

            De hecho, desde el SP Confederal se viene publicando excelentes trabajos recopilando datos, análisis, etc. Pero esta información, fundamental desde luego, sucumbe entre el enorme papeleo que generamos y a lo sumo sirve para un vistazo, para una lectura muy minoritaria.

            Reconozco que para abordar cualquier tema social o laboral de un modo pedagógico resulta más fácil ser extenso y prolijo. La sabiduría viene cuando alguien es capaz de presentar el esqueleto de ese saber, eso es lo realmente difícil.

            Se trata de sumar capacidades, pero desde luego de tener muy claro que la reivindicación pedagógica debe ser marca de la CGT. Insisto que más profundamente en nuestro entorno de afiliación, de modo menos detallado en nuestro núcleo de simpatizantes y finalmente en un mensaje más escueto al conjunto social y laboral.

            Trabajos hay muchos hechos ya desde el SP Confederal. Se trataría de abordarlos también con esta visión y encargar a personas especialmente capacitadas para esquematizar, el traslado a cada nivel, de modo que vía nuevas tecnologías y vía papel cuando sea menester, con un diseño de marketing para buscar la mayor penetración posible, se pueda sostener un trabajo comunicador, formativo y de calado que dé un sentido global y asentado al discurso de la CGT ante la problemática social y laboral.

FEDERACIONES DE RAMO

            Han venido siendo en general entes coordinadores y deberíamos darles un impulso para ser algo más. En la individualización de todas las relaciones laborales, ha primado la empresa por encima del sector. El dinamismo sindical lo hemos tenido en las empresas y el discurso sectorial no ha pasado casi de eso, de discurso. Seguro que en parte hemos vivido el problema de nuestro tamaño y no es fácil tener un tamaño sectorial apreciable, por más que lo tengamos en algunas empresas del mismo.

            En estos momentos resulta fundamental recuperar lo colectivo y las federaciones pueden ser una buena herramienta. En las federaciones que engloban varios convenios, hemos de ser pragmáticos y generar coordinaciones en paralelo para esos convenios o subsectores con la gente que está dando la cara día a día en ellos. La federación no debe quedarse en trasladar lo que le llega al resto de secciones sindicales que la integran, debe ofrecer también una visión del conjunto de la federación si es un único convenio y de cada uno de ellos si son varios.

            Pondré un ejemplo evidenciador: la FESIBAC-CGT engloba al sector de Ahorro y Banca, además de algunos otros. Hoy el sector financiero está en el epicentro de la crisis, por responsabilidad, protagonismo y enfoque social. Las personas que integran el SP de nuestra FESIBAC tienen ya muchísima tarea con la coordinación de un sector tan amplio, con responder a un sinfín de conflictos laborales de primer orden y dar cobertura a decenas y decenas de secciones sindicales pequeñas y que dependen de ese ente. Pero, en los tiempos que corren, parece indispensable que FESIBAC-CGT fuera protagonista en la emisión de una visión del sector financiero tanto como responsable de la crisis, característica, entramado laboral, económico, trayectoria y situación actual, reconversión que se está viviendo y finalmente alternativas….más allá de una genérica banca pública, por bien que esté. Hemos de ser capaces de generar una información que arme a la ciudadanía y a las propias plantillas del sector, en torno a nuestra visión, a nuestro análisis y a nuestras propuestas que unas serán sociales sobre la banca y otras han de ser laborales, y ambas deben guiarse por los mismos criterios.

            FESIBAC-CGT debiera ser el ente que asumiera tan difícil tarea aunque para ello necesitara el apoyo de otras personas incluso ajenas a la FESIBAC. Lo importante sería contar con esa visión global y utilizar nuevamente la red social de la CGT para su transmisión en el mundo laboral y en la propia sociedad. Lo dicho con este sector hoy tan visualizado, vale para otros como el automóvil, la construcción, etc.

ALTERNATIVA CGT

            Lo social y lo laboral van intrínsicamente ligados, pues evidenciémoslo. Desde CGT rehuimos demasiadas veces reivindicar cuestiones concretas y cercanas como alternativas. Nos resulta más fácil orgánicamente ponernos de acuerdo en tiros por elevación.

            No es mi labor aquí, pero se trataría de revisar nuestro análisis de las características de su crisis en España, nuestras críticas y reivindicaciones y realizar un resumen para presentar en sociedad. Un conjunto de propuestas concretas, aplicables de inmediato en lo laboral y en lo social que permitan al ciudadano, al trabajador, visualizar que la CGT está entreabriendo la salida de su crisis. Seguro que alguien más radical  que yo encuentra la propuesta posibilista, porque pretende un cambio social inmediato, pero ese es quizás nuestro error. Como en cualquier empresa, hay siempre reivindicaciones que representan un cambio de mentalidad y que, de avanzarse en ellas, producen un vuelco en la correlación de fuerzas y no suponen un fin reivindicativo aunque se alcancen. Eso hemos de lograr. Sólo apuntar algunas para visualizar la interrelación de lo laboral y lo social:

  • Supresión de los máximos en las Bases de Cotización. Es decir, toda persona asalariada cotizará por su retribución íntegra, tanto la cuota social como la patronal. Esto representaría en torno a 10.000 MM € más de recaudación al año para la seguridad social, que es un bien social.
  • Poder de inspección laboral para las personas nombradas por los sindicatos como delegados de prevención y salud. No supondrían ningún coste para las arcas públicas, levantarían actas en temas como horas extras y sería la Inspección la vía sancionadora. Por el reparto del empleo.
  • Popularizar el Acuerdo de la CGT de oponernos y no suscribir ningún ERE en empresas con beneficios. Dar a conocer que nuestra propuesta será siempre la supresión de las Retribuciones Extra de existir en la empresa afectada, y después la reducción del salario y jornada, con mantenimiento del  volumen de empleo. (La pelea de Limpiezas de Jerez es un ejemplo).
  • Obligatoriedad en la subrogación de plantillas en las contratas por obra y servicio mientras permanezca la tarea subcontratada. Esto es lo que tiene algún sector como el de limpiezas de edificios y haría que no se encadenaran las subcontratas o, al menos, se limitarían por el hecho de tener que seguir contando con la misma plantilla inicialmente subcontratada.
  • Reclamación de un pacto de rentas. No voy a desarrollarlo aquí, pero siguiendo la lógica socialmente aceptada de los ANC que CCOO-UGT firmaban con el eufemismo del control de la inflación, hemos de reclamar un pacto de rentas para regular las masas salariales de las empresas, no sólo el salario regulado, sino el conjunto de su masa salarial. En el mismo pacto hemos de reclamar el control de los dividendos, como retribución que al capital, ya que su volumen es muchísimo mayor que los costes salariales e igualmente tienen repercusión en el coste final del producto o servicio, y por tanto en la inflación.
  • Reclamación de una escala salarial sectorial. Tampoco voy a extenderme ahora, pero se trataría de evidenciar que con el mismo coste salarial que contiene un PIB concreto, la escala de ese coste, sus tramos y por tanto la base y la cúpula salarial tienen una influencia directa social. España no sólo tiene una media salarial de las más bajas de la UE, sino que si dividimos por décilas los Salarios, España tiene los más altos y los más bajos a la vez. Se trataría de reivindicar una relación Salarial más corta entre los distintos Sectores o Convenios, un acercamiento hacia el centro de los Salarios Sectoriales. Es romper precisamente con la lógica neoliberal.

Otros puntos sociales no introduzco porque la casuística es más amplia y conocida a la vez y sería cuestión de priorizar y enmarcar en una estrategia comunicativa.

]]> https://archivo.librepensamiento.org/2012/09/21/apostando-por-el-sindicalismo-de-cgt/feed/ 0 La prostitución no es un trabajo https://archivo.librepensamiento.org/2010/09/21/la-prostitucion-no-es-un-trabajo/ https://archivo.librepensamiento.org/2010/09/21/la-prostitucion-no-es-un-trabajo/#comments Tue, 21 Sep 2010 11:38:34 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3470 Vanesa Ripio trabaja en el ámbito de la educación social.

Félix García Moriyón es militante del Sindicato de Enseñanza de Madrid de la CGT.

Reaccionando ante un acuerdo congresual que rompe con la tradición libertaria, nuestro trabajo aborda en un primer momento el contexto social y económico que subyace a la actual configuración del problema de la prostitución, para pasar a continuación a formular las líneas centrales del análisis teórico de las relaciones sexuales interpersonales, terminando con una refutación de cada uno de los argumentos expuestos en los acuerdos.

Si repasamos la historia del movimiento libertario en España, un hecho parece claro: todos ellos veían en la prostitución una práctica de dominación, en la que se ejercía eficazmente la opresión de una parte más débil por otra más fuerte. Capitalismo y Patriarcado confieren al ejercicio de la prostitución unos rasgos propios, vinculados a las relaciones de dominación masculina de la propia institución del matrimonio monogámico patriarcal. Las mujeres quedaban en ambos casos bajo tutela masculina, tanto legal como económica, quedando así sujetas al poder arbitrario de un varón, ya sea éste un padre, un marido o, claro está, un proxeneta y/o prostituidor. En todos estos casos, el denominador común es un individuo varón que somete y queda sometido a un modelo social viril dominante que, cada vez más, irá dejando atrás el modelo patriarcal tradicional para ir asumiendo los nuevos preceptos de la hermandad liberal capitalista. La  burguesía  se atribuye así el poderío para organizar la sociedad desde sus principios liberal-capitalistas mediante el ritual de la firma de un contrato. Dicho ritual se propone eliminar las huellas del derecho originario de acumulación patriarcal del poder, pero proyecta continuar la exclusión patriarcal de las mujeres de esos derechos políticos y económicos.

El ejercicio de la fuerza derivado del derecho de guerra que sometía al esclavo antiguo es rechazado en favor de un intercambio económico entre “iguales”. Todos los varones son naturalmente iguales, es decir, propietarios de sí mismos y de su capacidad de trabajo; y, libres, pueden venderse y comprarse unos a otros en el Mercado libre. El contrato conyugal, por su parte, se articula como derecho mutuo al cuerpo del cónyuge y tiene como fin la preservación de la especie. La clase dominante preserva la propiedad mediante el armonioso encuentro de los intereses individuales de señores y de sirvientes; mientras que para la preservación de la especie, es decir, del derecho de acceso de los varones al cuerpo de las mujeres no hace ninguna falta mentar la libertad y basta con unos cuerpos a los que se les reconocen unas necesidades afectivas y sexuales que el contrato matrimonial procura satisfacer. Dos contratos para dos modos de dominación: de una parte, el contrato salarial abastece el mercado de fuerza de trabajo barata; de otra parte, el contrato matrimonial asegura que las mujeres sigan desposeídas económica y políticamente, abasteciendo así el mercado matrimonial de cuerpos sumisos, si no esclavos. Es interesante detenerse en la paradoja que los une: en ambos contratos se dice una cosa que, en verdad, debe dejar clara la contraria. Tal es el efecto de la palabra del poder. Por más que sirviente y asalariado sean iguales de derecho, están muy lejos de serlo de hecho. Los hechos muestran que el juego está destinado a sostener e incrementar el poder económico de los amos sobre sus contratados. De modo análogo, las mujeres no tienen ningún derecho sexual sobre el cuerpo del esposo y están obligadas a ceder el suyo propio a la arbitrariedad del primero.

La «libre voluntad» de las mujeres bajo las condiciones estipuladas en el contrato consiste en una cesión pacífica de todos sus derechos e intereses sexuales, económicos y sociales a los varones. La libertad del asalariado como la de la esposa acaba ahí donde comienzan los intereses del varón capitalista dominante. En los dos casos, lo que verdaderamente deja libre el contrato es el poder arbitrario de éste. El contrato establece, por lo tanto, las exigencias de su particular tratado de paz, que será tal mientras se le deje hacer. A esta violencia, convenientemente ocultada, que fluye «de mutuo acuerdo», podrán añadirse (leemos en la letra pequeña) las hostilidades necesarias encaminadas a evitar cualquier cambio en la situación.

Pero la historia sigue y, a pesar de la inercia institucional, la lucha, la obrera y la feminista, produce acontecimientos, cambios históricos frente a los cuales el poder se ve obligado a reaccionar. Esta Reacción consiste en buena parte en estrategias cuyo fin es debilitar con todos los medios a su alcance, a quienes se rebelan. 

En los momentos en los que los anarquistas tenían capacidad de llevar adelante sus ideales de futuro implicaban, una de las medidas que tomaban era la clausura de los prostíbulos, porque eran instituciones intrínsecamente opresoras. Las medidas adoptadas de inmediato para ofrecer a las mujeres que ejercían la prostitución un camino de liberación personal y social consistían básicamente en darles formación personal para iniciar una nueva vida en la que ellas mismas serían dueñas de su persona y más en concreto de su propio cuerpo, es decir, de ellas mismas, hasta ese momento convertido en mercancía y ofrecido para la satisfacción de las pulsiones dominantes de los hombres.

Al mismo tiempo, toda la reflexión teórica en torno a la liberación sexual, enmarcada bajo el genérico título del “amor libre”, constituía una denuncia permanente de la doble degradación que las relaciones interpersonales sufrían en la sociedad que criticaban. Esta degradación se alimenta tanto de matrimonio institucional como de lo que queda en sus márgenes. La prostitución no es sino el correlato del matrimonio, el mercado negro de unos cuerpos en los que penetra, como viera Foucault, el poder. Estas relaciones sexuales dominantes, como las económicas, obtienen su fuerza al naturalizarse como las únicas posibles, viables y eficaces. Esta conducta sexual única está contemporáneamente mantenida y reproducida por la pornografía y la prostitución.  En un mundo simbólica y físicamente dominado por los varones y por los valores del capital, el negocio de la prostitución es el punto de encuentro violento, paradójico y económicamente rentabilísimo, entre el patriarcado y el capitalismo.

La feminista radical norteamericana Kathleen Barry considera el negocio de la prostitución como el resultado del movimiento reactivo llevado a cabo por el patriarcado tras los logros emancipatorios a los que ha dado lugar el feminismo, en particular, en los países del llamado Primer Mundo. El declive de la institución matrimonial se ha reparado mediante la inducción ideológica a ver en la prostitución un acto de autonomía laboral y, por ende, personal, análogo al llevado a cabo por la lucha obrera. Sin embargo, lo cierto es que este giro ideológico, que pretende tomar fuerza de hechos verdaderamente emancipatorios, es, en sí mismo, profundamente reaccionario. Todo cambia para que nada cambie. De nuevo, las mujeres se reconocen como tales en la renuncia, en la cesión del propio cuerpo, es decir, su libertad y autonomía personales y, en particular, sexuales; asumiendo como inevitable la condición de esclavas del otro sexo. Lo novedoso es ahora su inclusión en el contrato salarial, es decir, la adaptación de la dominación masculina a las nuevas condiciones de emancipación parcial económica de las mujeres. Ciertamente, cualquier neoliberal estaría muy de acuerdo en denominar a esta situación: «trabajo» del sexo; convierte así, paradójicamente, el sometimiento más viejo del mundo en un medio de integración económica, social y personal. Emulando el lema de los campos de concentración, la mayoría de las personas, especialmente las más vulnerables como las mujeres, asumen que «el trabajo las hará libres», incluso el que se realiza en condiciones de extrema explotación y dominación. 

En un momento histórico de crecimiento exponencial del ejercicio de la prostitución, una de las centrales más representativas del anarcosindicalismo español, la CGT, da un giro radical y, alegando proteger a las víctimas, las relega a la condición de personas falsamente redimidas gracias a su pleno reconocimiento como trabajadoras, término que no se utiliza ya en sentido eufemístico, como en la tradición misógina, sino en el sentido en el que los obreros conscientes de su dominación de clase hablaban con orgullo de su condición de trabajadores exigiendo que los campos y las fábricas pasaran a ser gestionados directamente por quienes de hecho trabajaban. El grito liberador es ahora: «El prostíbulo para quien lo trabaja». Se quiebra de este modo tanto una crítica teórica como una práctica de intervención social revolucionaria. ¿Cuál es la fuente de esta contradicción? ¿Cómo pude defenderse una estrategia que contradice la historia toda de la lucha libertaria y coincide término por término con los intereses hegemónicos? Conviene destacar la debilidad teórica del acuerdo aprobado y la ausencia total de enfoque revolucionario en las medidas propuestas.

CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ

Como todos sabemos, nos encontramos en una fase de desarrollo del capitalismo en la que la globalización y la colonización de todos los ámbitos de la vida cotidiana por el fetichismo de la mercancía han alcanzado un elevado nivel de implantación. Uno de los motores fundamentales de la extracción de plusvalía es el consumo, por lo que se ha radicalizado una cultura de la satisfacción inmediata de las pulsiones básicas del ser humano, pulsiones y satisfacción en gran parte construidas como consumo compulsivo de los bienes puestos a nuestra disposición por la estructura productiva. La estrategia fundamental del bloque dominante consiste en convertir todos los posibles satisfactores de las necesidades humanas en mercancías que puedan ser vendidas e incluso en crear nuevas necesidades que se ajusten mejor a la extracción de plusvalía y el sometimiento de las personas. Siguiendo a Henry Ford, se democratiza el consumo para mantener la extracción de plusvalía. Pero, además, hace ya tiempo, como bien señala Rafael Sánchez Ferlosio, que el capitalismo ha dejado de producir bienes para producir directamente consumidores.

En este contexto, destaca el hecho de que el comercio de armas, la trata de personas con fines de esclavitud sexual y el comercio de drogas se han erigido, en este orden, como los tres sectores más rentables de la economía mundial. Esta lógica productiva se extiende como ideología dominante a la fundamentación de la naturaleza humana y de las libertades y derechos que han de acompañarla. Volviendo de nuevo a toparnos con la paradoja que ya expusiéramos arriba, podemos sospechar que cuando se nos habla de la necesidad de la liberación del sexo bajo la forma de su comercialización y consideración como «trabajo», de lo que propiamente se nos está hablando es de todo lo contrario. Tras el frontón de entrada donde podemos leer: «El trabajo sexual os hará libres», queda la realidad, que algunas personas parecen no ver, de las prácticas de dominación esclavista que penetran los cuerpos generalmente de las mujeres y de las niñas y niños, pero asimismo de modo creciente, de otros varones. Estos hechos, son el resultado de la violencia estructural y material del capitalismo que surte incesante y continuamente el mercado global de cuerpos de mujeres, y que reproduce un tipo de hombre, que ha de reconocerse en el eufemísticamente término de “cliente”. Sin duda, esta nueva formulación del eterno masculino dominante se ha impuesto en todos los ámbitos posibles como santo y seña del ciudadano libre, esto es, del agente socio-económico dominante que el Mercado no puede parar de producir si quiere seguir existiendo.

 Cuando nuestros compañeros y compañeras reglamentaristas consideran que: «el trabajo sexual debe situarse en el mismo plano que el resto de trabajo, en lucha legítima y legal contra la marginación y la exclusión social», nos preguntamos cómo es posible que la lucha libertaria oculte la historia y naturalice la violencia estructural y material que penetra los cuerpos para reproducir esos cuerpos perpetradores de violencia pero, ante todo, esos cuerpos violentados y vejados a cambio de un salario «legal». ¿Nos estamos convirtiendo todos en potenciales clientes y trabajadoras del sexo? La producción de clientes se lleva a cabo, en buena parte, convirtiendo cuerpos en mercancía que se pueda vender, como todo lo demás. Pero todavía más democratizando su uso, es decir, el abuso crecientemente violento que propaga la pornografía, ofertando una amplia variedad tanto en la cantidad como en la calidad, no solo de los cuerpos penetrados por el poder, sino de las prácticas de poder mismas, a la variedad de órganos y objetos con los que esos cuerpos pueden ser penetrados y a su grado de violencia. Reproducimos parte del artículo «Australia (Victoria): legalización de burdeles, cultura de la prostitución…» (22-4-2009) de la profesora de la Universidad de Melburne, Sheila Jeffreys  y recordamos a la lectora o lector que la prostitución está legalizada en Australia:

Vamos a considerar los burdeles legales de Melbourne, supuestamente la crême de la crême de la prostitución. Una de mis alumnas investigó en un burdel legal entrevistando a las mujeres antes y después de sus «citas» sobre los límites que intentan crear para controlar lo que los hombres eran capaces de hacerlas y hasta qué punto estaban satisfechas.

El burdel que ella estudió tenía un salón en el cual tenían lugar las introducciones. Todas las mujeres esperaban en el salón. Los hombres entraban de uno en uno para hacer su selección y ellas tenían que competir para ser elegidas. Se levantan y tocan a los hombres sexualmente y compiten con las demás en ofrecer lo que van a darles. Algunas llegan a ofrecer sexo sin usar condones si necesitan particularmente el dinero. Después suben a la habitación. A menudo ellas se aplican lubricante en el baño porque los hombres serían infelices si tienen la impresión de que ellas no están excitadas sexualmente y algunos se negarían a pagar. Entonces la mujer tiene que intentar controlar el encuentro. Los hombres a veces quieren un «todo alrededor del mundo», esto es, acceso a cualquier orificio de cualquier forma y el derecho a tocar cualquier parte del cuerpo de la mujer. Ella entonces debe luchar para restringirle sin perder al cliente.

Los hombres pueden retorcer pezones y penetrar los dedos dentro del ano de las mujeres.

Una mujer relato que cobraba $500 por una penetración anal pero que dependía de lo larga que fuese, un pene más largo significa más dolor.

Otra mujer dijo que un hombre empezó a ponerse lubricante en el puño y cuando ella le preguntó que para que lo hacía el contestó que para joderla con el puño.

La demanda de joder con el puño sugiere que el aumento de violencia y prácticas vejatorias llevadas a cabo sobre mujeres en pornografía están educando a los hombres en los que desean hacer a las mujeres, primero en la prostitución y después con sus compañeras. Esto también se refiere al sexo anal.

Una mujer cuando bajaba después de su «cita» se duchaba durante 10 minutos con agua muy caliente para quitarse la suciedad de su cuerpo. Antes de una cita una mujer tenía carne de gallina, su piel se estremecía al pensar en lo que tenía que pasar. Por un abuso sexual es para lo que paga el hombre. Las mujeres disocian la experiencia horrorosa para sobrevivir usando técnicas psicológicas o drogas y alcohol.

Así es como se ejecuta el sexo libre de los dominantes, de esos que pueden y quieren satisfacerse en el amplio mercado de la prostitución, más de un 90 por ciento de la cual en España, según los datos de la Policía Nacional, está en manos de las mafias.

 

LAS MEDIDAS PARA HACER FRENTE AL PROBLEMA DE LA PROSTITUCIÓN

Todas las fuerzas sociales, desde el tribunal de Estrasburgo, hasta el Tribunal Supremo de España, desde el Partido Popular hasta Izquierda Unida, desde la U.G.T. hasta la C.G.T, y otros grupos de diversa procedencia comparte dos puntos: a) la prostitución se ha convertido en un serio problema social (para algunos también, y sobre todo, estético y de imagen), que no para de crecer, aunque no hay cifras del todo fiables; b) la trata y comercio de seres humanos es el eje sobre el que se articula ese crecimiento, hasta afectar a más del 90% de la prostitución. No hay, sin embargo, acuerdo en el modo de afrontar el problema y el desacuerdo es mayor cuando se habla de la legalización.

Todo el mundo defiende que las personas que practican la prostitución deben contar con asistencia sanitaria plena y con apoyo socio-sanitario para evitar las muy negativas consecuencias derivadas de la práctica sistemática de la prostitución. Todos defienden igualmente que se deben tomar medidas duras contra los traficantes de seres humanos y contra el ejercicio del proxenetismo. Por último, hay un elevado consenso en perseguir el turismo sexual incluso en el país de origen del cliente, en especial cuando se trata de niñas y niños. No hay, sin embargo, unanimidad cuando se proponen medidas concretas para combatir estas prácticas que todo el mundo condena, aunque todos son conscientes de que se deben buscar medidas variadas, complejas, coordinadas, que afecten a las diferentes dimensiones del problema. El desacuerdo fundamental radica en la legalización de la prostitución; defendida por el acuerdo del XVI Congreso de la C.G.T., nuestra posición es contundente: la legalización remedia muy pocos problemas y ayuda a consolidar socialmente una práctica que es intrínsecamente violenta.

Los Estados reglamentaristas del Bienestar de las sociedades capitalistas tales como Australia, Holanda e Italia han puesto en marcha una serie de medidas de protección hacia las mujeres víctimas de trata o forzadas a prostituirse y, al mismo tiempo, han declarado la prostitución como una actividad laboral más. Frente a estas víctimas de la prostitución forzada, se habla de trabajadoras del sexo para referirse a aquellas que se han convertido en supuestos agentes socio-económicos de pleno derecho.

El discurso de la reglamentación de la prostitución adopta de lleno el modelo viril-liberal acorde con el sistema de dominación vigente. Al distinguir entre los derechos e intereses de las trabajadoras del sexo y las necesidades de protección de las víctimas de la prostitución forzada, muestra cómo la libertad nada tiene que ver con la resistencia y la negativa a someterse a las prerrogativas del agente o agentes opresores sino que recae de nuevo del lado de la venta de una misma, durante un tiempo determinado, por un salario y bajo las condiciones “legalizadas” que estipule el contrato, no importa su grado de violencia. Cualquier actividad es susceptible de ser declarada libre si la paga es buena. Ahora bien si se les paga mal, podemos acordarnos de la violencia y declarar víctimas a aquéllas que la padecen.

El colectivo Hetaira y otros a favor de la legalización,  afirman que «la mujer obligada por terceros a ejercerla prostitución», mediante «condicionamientos muy fuertes y muy importantes» no puede compararse a la mujer que libremente, motivada por condicionamientos socio-económicos, se ve obligada a tomar ciertas decisiones. Sería una trivialidad que el Estado —llevado a confusión por la condición esclava de más del 90 por ciento de aquéllas— no velara por esas otras ciudadanas de pleno derecho que actúan como agentes socio-económicos libres, esto es, como propietarias de sí mismas que pueden venderse en el mercado libre de la prostitución, que equivale aquí al mercado de la prostitución libre. No se menciona aquí ni a prostituidores ni a proxenetas, como si fueran ellos mismos, como en el caso de nuestro ideólogo liberal, los redactores de estos argumentos tan coincidentes con sus propios intereses. Además, si se recuerda el último punto del acuerdo del Congreso, todo argumento o hecho expuesto y encaminado a incidir, como hemos hecho aquí, sobre la violencia estructural y material de aquéllos podrá interpretarse como «paternalismo». Pero, ¿dónde están las voces de todas esas mujeres explotadas? ¿Acaso pueden hablar estando como están sometidas a «condicionamientos muy fuertes y muy determinantes»? ¿Cómo pueden considerarse en algún sentido parte de una trivialidad o de una actitud paternalista?

El discurso de la reglamentación de la prostitución supone que la reivindicación de derechos e intereses relativos a la especificidad social de cierto grupo «favorecido» por el Mercado terminarán por alcanzar la igualdad social en algún punto. Pero, la suya no es una lucha contra el sistema de dominación capitalista-patriarcal sino una adaptación socio-económica, es decir, una liberalización del mismo: una aceptación de la prostitución de mercado. Podemos justificar nuestra posición revisando uno a uno los escasos argumentos que ofrece el acuerdo.

a)    Reconocer las sentencias de los tribunales

Las personas defensoras del acuerdo citan sentencias del Tribunal de Estrasburgo, a las que nosotros podríamos añadir otras del Tribunal Supremo en España que avalan la consideración de la prostitución como un trabajo más, al que se le debe exigir que se adecue a lo establecido por el Estatuto de los Trabajadores. Es un pobre argumento apelar a una autoridad institucional para justificar una práctica social: los tribunales, por muy altos que sean, no pueden constituir una genuina fuente de argumentación, salvo en el plano estrictamente jurídico. La jurisprudencia sirve como argumento para jueces, abogados y fiscales, pero la sociedad, y mucho más las organizaciones que pretenden realizar una revolución social que trastoque radicalmente el “des”-orden legalmente estableció deben cuestionar críticamente estas decisiones judiciales.

b)   Impulsar la auto-organización y evitar el paternalismo

Hay algo de obvio en esta propuesta, pero su misma obviedad la convierte en irrelevante. Cierto es que nadie libera a nadie y las tareas de liberación deben ser siempre de abajo arriba, asumiendo el protagonismo las personas que están afectadas por el problema. Deben ser ellas las que hablen, lo cual exige que se les ayude a expresar sus propias carencias y sus expectativas de cambio radical en sus condiciones de existencia. La ayuda externa es necesaria, pues quienes han sido sistemáticamente privados del poder de desarrollar su propio proyecto existencial, quienes ni siquiera gozan de la capacidad de expresar con claridad lo que quieren y buscan, quienes están en situaciones de extrema vulnerabilidad, necesitan esos apoyos iniciales. Pero siempre se trata de que lo antes posible asuman el pleno control de sus reivindicaciones.

Ahora bien, la auto-organización es condición necesaria, pero no suficiente. Son muchas las cosas que se pueden autogestionar y no todas ellas se convierten en positivas por el hecho de que las personas interesadas asuman el protagonismo. Recordemos, por ejemplo, que los círculos de calidad aplican la autogestión, pero solo en un nivel de la empresa, garantizando de ese modo mayor productividad, a beneficio del empresario. Además, se pueden dar formas autogestionarias para objetivos muy poco libertarios, como ocurre en muchas cooperativas laborales.

En todo caso, es muy importante que esas personas inicien la recuperación del control de sus propias vidas y que evitemos la intervención contraproducente de expertos, asistentes sociales burocratizados o salvadores mesiánicos de personas desvalidas.

c)    La sindicación de las trabajadoras del sexo

Como todo proceso argumentativo, la aceptación de los primeros pasos lleva ineludiblemente a la aceptación de los últimos. Si admitimos que es un trabajo como cualquier otro, si consideramos que las condiciones laborales de las personas que trabajan en el sector son muy deficientes, incluso, inaceptables, no nos queda más remedio que favorecer su sindicación para luchar por sus derechos. Colateralmente no deja de ser llamativo que, si bien el acuerdo empieza hablando de las trabajadores y los trabajadores del sexo, prácticamente todas las propuestas se centran en las trabajadoras. De todos modos, no se sigue de esto que tengan que afiliarse a un sindicato anarconsindicalista, pues en nuestro caso ya está vetada la sindicación de otros sectores laborales, como los funcionarios de prisiones.

Cierto es que hay otros sindicatos, como los de maquinistas o controladores aéreos, pero son solo asociaciones gremiales que luchan por mejorar sus condiciones de trabajo, pero nunca se plantean el sindicalismo como proceso de radical transformación de la sociedad. Desde luego nada podemos objetar a que las prostitutas o los prostitutos deseen asociarse gremialmente; no es asunto de nuestra incumbencia, salvo por el hecho de que siempre criticaremos ese tipo de sindicalismo de miras estrechas. Tampoco podemos objetar que se sindique en sindicatos que se consideran de clase y revolucionarios, pero que hace ya tiempo que perdieron esa condición. Lo que sin duda plantea el acuerdo es que puedan sindicarse en la CGT, pensando, por tanto, que van a desarrollar una lucha revolucionaria, no solo de defensa de sus derechos. Si así fuera, como consta en los prenotandos del acuerdo, el primer punto de la tabla reivindicativa de ese hipotético sindicato sería la desaparición del puesto de trabajo y la reconversión profesional de todas las personas que trabajan en el sector. Abandonada esa reivindicación por autodestructiva sindicalmente, habrá que entrar en negociar derechos y deberes, horarios, vacaciones, tipos de contratos, categorías profesionales, lista de servicios…, que tendrían que ser incluidos en un futuro convenio colectivo.

Las tablas reivindicativas propias del sindicato de la CGT serían elaboradas por las secciones sindicales y por las asambleas del sindicato. Además, tendrían que exigir la existencia de un tablón para los anuncios del sindicato en todos los centros de trabajo dedicados a la prostitución que, idealmente, debieran ser expuestos al público, para difundir lo más posible el compromiso de la CGT con los trabajadores, disuadiendo a los clientes de la práctica de relaciones degradantes para la trabajadora. Ciertamente sería necesario, entre otras cosas, eliminar todo vocabulario que pudiera conllevar una carga negativa: ya no habría burdeles, sino centros de atención sexual (o algo parecido); tampoco habría proxenetas o chulos, sino empresarios, y no habría putas ni chaperos, sino trabajadores/as del sexo. Muy probablemente, el sector de la prostitución que goza de mejores condiciones y trabaja por  su cuenta a lo sumo organizaría gremios o asociaciones profesionales, como otros trabajadores autónomos.

Siguiendo con las consecuencias a medio plazo de la legalización y de la sindicación, deberíamos apurar hasta el final todo lo que implica reconocerlo como un trabajo más. Es decir, sería necesario plantearse la formación profesional inicial y continuada, incluyendo, si se considerara necesario, establecer niveles progresivamente más elevados de  formación: profesional de primer grado, módulos profesionales, títulos de grado… Si bien nuestro sindicato cada vez dedica menos atención a los cursos de formación, sería del todo lógico, si aceptamos de verdad lo que se plantea, que en su momento los sindicatos ofertaran sus propios cursos de formación. Y los daños colaterales pueden ser imprevisibles: en Alemania, una persona parada puede perder el subsidio si no acepta un trabajo en el sector de los servicios sexuales.

Ciertamente este tipo de argumentación que puede llamarse “reducción al absurdo” o en otro sentido “efecto cascada” puede tener sus peligros y debilidades. Podemos, por ejemplo, mantener la legalización y la sindicación sin que de ello se derive la necesidad de una formación profesional. Ese es, por ejemplo, el caso del servicio doméstico o empleados/as del hogar. No obstante, sí tiene su fuerza probatoria, pues no cabe la menor duda de que hay ciertos límites que, una vez sobrepasados, pueden dar lugar a consecuencias muy negativas. De hecho, en la práctica es una estrategia bien estudiada en las luchas sociales: los empresarios y el gobierno que los representa saben bien que la mejor manera de debilitar a los trabajadores es empezar por pequeñas modificaciones que, una vez aceptadas e interiorizadas como normales, facilitan el paso a recortes laborales de mayor alcance.

UNA BREVÍSIMA CONCLUSIÓN

La C.G.T., como organización anarcosindicalista, especialmente preocupada por las relaciones de dominación y explotación, y comprometida con la construcción de una sociedad completamente diferente que queremos hacer visible aquí y ahora en nuestra propia práctica transformadora, debe tener una mayor presencia en las luchas por la liberación de las trabajadoras y los trabajadores del sexo. Ahora bien, esta nunca se conseguirá mediante la legalización de la prostitución y la sindicación de las trabajadoras por cuenta ajena. Otros son los caminos eficaces y además coherentes con lo que decimos que somos o al menos que queremos ser. Compañeras y compañeros, no dejemos que la reacción nos venza, sencillamente sigamos luchando contra ella.

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Las personas con discapacidad ante el empleo: entre lo particular y lo universal https://archivo.librepensamiento.org/2010/09/21/las-personas-con-discapacidad-ante-el-empleo-entre-lo-particular-y-lo-universal/ https://archivo.librepensamiento.org/2010/09/21/las-personas-con-discapacidad-ante-el-empleo-entre-lo-particular-y-lo-universal/#respond Tue, 21 Sep 2010 10:40:00 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3449 Pablo Meseguer Gancedo, Sociólogo. Afiliado al Sindicato de Banca de Madrid

El artículo desarrolla un análisis de las principales líneas de actuación que están siguiendo en España las políticas públicas de empleo de las personas con discapacidad, encuadrándolas en un marco interpretativo centrado en los mecanismos sociales de administración de las capacidades colectivas, la producción de la riqueza y el reparto de la misma que pretende contribuir a los debates y actuaciones que se están desarrollando en torno a la situación ante el empleo de las personas con discapacidad y de la sociedad en su conjunto.

La situación de las personas con discapacidad ante el empleo: algunos datos estadísticos

 La Encuesta de Discapacidad, Autonomía personal y situaciones de Dependencia,  cuyos datos fueron recogidos por el Instituto Nacional de Estadística entre noviembre de 2007 y julio de 2008, muestra que en dicho periodo había en España 1.480.000 personas con discapacidad en edad de trabajar (con edades comprendidas entre 16 y 64 años), de las que el 28,3% trabajaba, el 7,2% estaba desempleada y el 41% recibía algún tipo de pensión (contributiva o no). El género marca diferencias significativas dentro del colectivo de personas con discapacidad en su relación con la actividad: el porcentaje de mujeres realizando una actividad remunerada es casi 10 puntos porcentuales inferior al de los varones, y mientras que el porcentaje de varones que se dedica principalmente a las tareas del hogar es mínimo, en el caso de las mujeres asciende al 23,5%.

 

Relación principal con la actividad. 2008

(Personas con discapacidad de 16 a 64 años)

 

Número de personas (miles)

% Varones

% Mujeres

Total

1.482,1

100%

100%

Activos
Trabajando

419,3

33,4%

23,7%

En desempleo

106,8

6,9%

7,5%

Inactivos
Percibiendo pensión contributiva

451,1

38,2%

23,4%

Percibiendo otro tipo de pensión

157,2

9,4%

11,7%

Dedicado/a principalmente a labores de hogar

183,6

0,2%

23,5%

Incapacitado/a para trabajar (sin recibir pensión)

87,2

5,7%

6,0%

Estudiando

33,9

3,0%

1,7%

Otros inactivos

43,1

3,3%

2,6%

Fuente: INE, Encuesta de Discapacidad, Autonomía personal y situaciones de Dependencia (EDAD 2008).

 

De las 419.300 personas con discapacidad que se encontraban trabajando en el año 2008, las discapacidades en las que existían mayores porcentajes de población ocupada se encontraban en las personas con discapacidades auditivas, visuales y de movilidad (42,8%, 32,8% y 21,6%  respectivamente). Los porcentajes más bajos de población ocupada corresponden a las personas con limitaciones de aprendizaje, aplicación de conocimientos y desarrollo de tareas (8,2%) y de interacciones y relaciones personales (11,1%).

 

Trabajo según tipo de discapacidad. 2008.

(Personas con discapacidad de 16 a 64 años)

 

Total de personas (miles)

Porcentaje de los que trabajan sobre el total de personas con la misma discapacidad

Audición

291,3

42,8%

Visión

295,6

32,8%

Movilidad

902,7

21,6%

Vida doméstica

693,3

17,2%

Autocuidado

504,9

13,5%

Comunicación

247,8

13,3%

Interacciones y relaciones personales

280,2

11,1%

Aprendizaje y aplicación de conocimientos y desarrollo de tareas

217,7

8,2%

Fuente: INE, Encuesta de Discapacidad, Autonomía personal y situaciones de Dependencia (EDAD 2008).

 

Los datos señalados son sólo una muestra de la específica (y más vulnerable) situación ante la actividad y el empleo en la que se encuentran las personas con discapacidad en España en comparación con el conjunto de la población, así como de la heterogeneidad de situaciones existentes dentro del colectivo de personas con discapacidad, una heterogeneidad en la que no sólo influyen el género y el tipo de discapacidad, sino también otras muchas variables: grado de discapacidad, edad, nivel educativo, tipo de hábitat (rural o urbano), origen nacional, etc. A continuación desarrollamos un análisis de las principales líneas de actuación que están siguiendo las políticas públicas de empleo de las personas con discapacidad en España, procurando encuadrarlas en un marco interpretativo que pretende contribuir a los debates y actuaciones que se han venido produciendo, y sin duda seguirán haciéndolo, en torno a la situación ante el empleo de las personas con discapacidad.

 La situación de las personas con discapacidad ante el empleo: ¿un problema de distribución y gestión de recursos?

 Desde los colectivos de personas con discapacidad viene planteándose desde hace años que la superación de su situación de especial vulnerabilidad ante el empleo es una cuestión de derecho a una autonomía y una vida independiente, reivindicando que se hagan efectivos los mandatos constitucionales que instan a los poderes públicos a promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo, y de los grupos en que se integra, sean reales y efectivas, facilitando la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.

 En este sentido, la Estrategia global de acción para el empleo de personas con discapacidad 2008-2012, elaborada por el Gobierno de España, previa consulta con los interlocutores sociales y con las organizaciones más representativas de las personas con discapacidad y sus familias, y con la participación de las Comunidades Autónomas, se marca como objetivos estratégicos aumentar las tasas de actividad y ocupación de las personas con discapacidad, así como mejorar la calidad de su empleo. Estos objetivos estratégicos se concretan en una serie de líneas de actuación que buscan favorecer la empleabilidad de las personas pertenecientes a este colectivo: eliminar las barreras socioculturales, legales y físicas que dificultan su acceso al empleo; fomentar su formación y adecuarla a cada situación específica; mejorar los procesos de articulación y tránsito entre los espacios formativo y productivo; rediseñar las ayudas monetarias finalistas (las pensiones contributivas y no contributivas) con el objetivo de que éstas no generen desincentivos para la búsqueda y el acceso al empleo; subvencionar la adaptación del puesto de trabajo; promover una mayor contratación de personas con discapacidad en el mercado de trabajo ordinario, asegurando el cumplimiento de la cuota de reserva del 2% de los puestos de trabajo para personas con discapacidad en empresas de 50 o más trabajadores y reservando para este colectivo un cupo no inferior al 5% de las vacantes en las convocatorias de pruebas selectivas al empleo público; preservar y mejorar el dinamismo en la generación de empleo protegido en los últimos años en los centros especiales de empleo,  favoreciendo una mayor transición hacia el empleo ordinario; etc. Junto a estas medidas, cabe destacar las bonificaciones e incentivos fiscales ligados a la contratación de personas con discapacidad, tanto en el empleo ordinario como en el empleo protegido.

 Desde un marco interpretativo centrado en la generación y distribución de los recursos que permiten poner en marcha las políticas señaladas, cabría plantear que para la consecución de los objetivos señalados resulta necesario contar con una adecuada dotación presupuestaria y una eficiente gestión de la misma, elementos que, en un contexto de contención e incluso recorte de los gastos sociales como el actual, exigen un fuerte compromiso por parte de los poderes públicos y  las asociaciones y movimientos del mundo de la discapacidad, así como de las personas y colectivos que hagan suyas sus reivindicaciones.

 Resulta innegable que los recursos y servicios destinados a las personas con discapacidad (al igual que el resto de políticas públicas) suponen un coste que el Estado ha de financiar, fundamentalmente a través de los sistemas de cotización e impuestos. A través de estos sistemas, el Estado capta parte de la riqueza generada y la redistribuye, arbitrando entre las demandas provenientes de los diferentes grupos sociales. En este sentido, cabría señalar que las políticas públicas tienen como primera condición de posibilidad la producción de riqueza por el conjunto de empresas que conforman la economía nacional. Esto supone que los trabajadores ocupados, a través de sus actividades productivas, han de generar una serie de bienes y servicios cuya venta en el mercado ha de permitir pagar sus salarios, producir un beneficio empresarial y contribuir a los fondos con los que el Estado administra y gestiona sus políticas y servicios. Nos encontraríamos por lo tanto ante un sistema social en el que cabe hablar de una doble explotación del tiempo de trabajo: por un lado, el trabajador ha de dedicar parte de su jornada laboral a amortizar el capital que las empresas invierten para llevar a cabo sus actividades productivas, así como a generar un beneficio. Y por otro lado, parte del tiempo de su jornada laboral resulta necesario para contribuir a los recursos estatales. En la medida en que estos recursos estatales necesitan de un tiempo de trabajo para ser producidos, puede decirse que los destinatarios de los mismos se estarían beneficiando (cabría decir explotando) de la riqueza producida a través del tiempo de trabajo de otros.

 Al hablar de este sistema de doble explotación del tiempo de trabajo no pretendemos zanjar la cuestión apelando en términos morales a las connotaciones negativas que tiene esta palabra (de hecho, cabría hablar de este sistema de explotación en términos de derechos: por un lado, derechos empresariales, como consecuencia de su papel en la activación productiva de los trabajadores al emplearlos en sus empresas, a apropiarse de parte de la riqueza generada por el tiempo de trabajo asalariado; por otro, derechos sociales históricamente conformados y gestionados por el Estado, que arbitra entre las demandas que van surgiendo entre los diferentes grupos sociales). Muy al contrario, lo que queremos destacar es la centralidad que en nuestras sociedades adquiere el tiempo de trabajo como generador de la riqueza que permite a las empresas reproducir en el tiempo sus procesos de generación de valor añadido, a los trabajadores obtener un salario con el que entrar en el circuito del consumo y así adquirir sus medios de vida, y a los ciudadanos en su conjunto dotarse de unas políticas públicas y unos servicios sociales. El tiempo de trabajo constituye, de esta forma, la fuente de los procesos de generación del valor necesario para la reproducción de la población en forma de salarios, así como para la financiación  de los servicios públicos y las actividades empresariales en forma de inversión.

 No puede obviarse que la dependencia que las políticas públicas tienen de esa parte de la riqueza generada por el tiempo de trabajo asalariado implica contar con unos recursos limitados, lo que puede generar confrontaciones entre los intereses de los distintos grupos sociales: habrá quien desee dedicar esos recursos a aumentar las pensiones, quien prefiera generar políticas que favorezcan el empleo de la población femenina, quien proponga aumentar las inversiones públicas en infraestructuras y así favorecer a las empresas y los trabajadores dedicadas a esas actividades, quien considere que resulta inadmisible que las personas con discapacidad no cuenten con los recursos necesarios para alcanzar mayores cuotas de igualdad en el mercado de trabajo, etc. En este sentido, resulta destacable que muchos discursos generados desde el mundo de la discapacidad no están presentando sus reivindicaciones como un problema exclusivo de este colectivo, sino planteando la cuestión en el plano de la vulnerabilidad social y los derechos a una vida independiente, una problemática que es común con la de gran parte de la población (parados de larga duración, mujeres con especiales dificultades de acceso en el mercado de trabajo, jóvenes desempleados, personas con pocos recursos, etc.).

 Aunque en términos estratégicos parece adecuado vincular una reivindicación particular con un derecho colectivo y generalizable al conjunto de la población, no parece muy aventurado señalar que las políticas de empleo de las personas con discapacidad van a verse confrontadas durante mucho tiempo a la problemática señalada en torno a la generación y distribución de los recursos públicos, y que este plano conformará un espacio de negociación y conflicto para las personas y colectivos comprometidos con la igualdad de las personas con discapacidad. Sin embargo, haber señalado la centralidad que en nuestra sociedad adquieren los procesos de generación de valor a través de los procesos de explotación del trabajo nos permite situar el marco de interpretación de las políticas de empleo de las personas con discapacidad en otro plano diferente al de la mera producción y distribución de los recursos públicos, abriendo así otras posibles líneas de debate en torno a actuaciones posibles frente el problema que venimos tratando.

 Las políticas de empleo de las personas con discapacidad: ¿una cuestión de igualdad de oportunidades o también algo más?

 Cuando señalábamos que no resultaba posible zanjar la cuestión de la explotación del tiempo de trabajo humano en términos meramente morales es porque nos apoyamos en la hipótesis que interpreta dicho proceso como el motor, y vínculo social determinante, de nuestra sociedad. Para generar riqueza las empresas dependen, por un lado, de la explotación de tiempo de trabajo humano y, por otro, de su capacidad de ser, al menos, tan competitivos como sus competidores a la hora de vender sus productos en el mercado. Esta situación es la que provoca que las empresas se vean obligadas a innovar constantemente sus estructuras técnicas y organizativas en pos de una reducción de costes que les permita competir en el mercado de bienes y servicios, lo que ha generado una dinámica de productividad acrecentada apoyada en diferentes procesos: sustitución de trabajo humano por maquinaria, automatización de los procesos de trabajo, cambios en las formas de organización del trabajo, etc. Estas dinámicas permiten una reducción de costes que posibilita, por un lado, que los bienes y servicios producidos sean accesibles a capas más extensas de la población y, por otro, reproducir e incrementar a lo largo del tiempo los fondos utilizables en el circuito de la inversión empresarial o pública. Sin embargo, estas mismas dinámicas contienen también una cara menos amable: dado que esta productividad acrecentada depende en buena medida de la reducción del coste que supone el factor trabajo, la prescindibilidad del trabajo humano se traduce en despidos y desempleo.

 Esta situación de innovación constante de los sistemas productivos y de prescindibilidad del trabajo humano ha provocado que a lo largo de la historia se hayan ido generando una serie de mecanismos sociales para hacerle frente, entre los que destacan los sistemas de formación y las políticas de subsidios y rentas que aseguran los medios de vida cuando no se cuenta con un empleo. En el caso de las personas con discapacidad, cabe destacar la importancia concedidas a la formación y a la mejora de los mecanismos de inserción laboral a través de los objetivos 2 y 3 de la Estrategia global de acción para el empleo de personas con discapacidad 2008-2012, así como la política de pensiones contributivas y no contributivas, que pretende asegurar unos ingresos mínimos a un colectivo con especiales dificultades para acceder al mercado de trabajo.

 Si bien, como señalábamos antes, todas estas políticas se ven limitadas por los costes que supone su financiación, también es cierto que conforman el medio de mantener en actividad a la población en su conjunto, asegurando su reproducción y su formación: si no existiesen, ¿podrían las empresas encontrar trabajadores disponibles y con las competencias necesarias para llevar a cabo sus trabajos o contar con consumidores para sus productos? En este sentido, la redistribución de la riqueza que suponen las políticas públicas habría de entenderse como la condición necesaria para la existencia de un cierto grado de actividad y consumo, y por consiguiente, constituiría una de las fuentes de esa riqueza.

 Observadas desde este punto de vista, las políticas públicas de formación, empleo, subsidios y pensiones demuestran la existencia de una forma social en la que la subsistencia de la población y la propia estructura social se organiza de forma relativamente independiente a las duraciones propias del sistema de producción y las amortizaciones empresariales del capital invertido. Esta relativa liberación de la conformación social de la población (de sus formaciones, sus rentas, sus consumos, etc.) con respecto a los movimientos y tiempos de las relaciones productivas y técnicas puede constatarse en las innumerables negociaciones, conflictos y acuerdos que en todo momento surgen en torno al reparto que ha de hacerse de los fondos públicos para cubrir las diferentes necesidades. Se trata, como decimos, de una liberación relativa, pues las condiciones de vida de la población siguen dependiendo de la generación de riqueza a través de la explotación del trabajo de parte de esa población, la población ocupada. Mientras esto siga siendo así, en términos de una cierta justicia social en el reparto de las oportunidades, destinar recursos que aseguren los medios de vida y la empleabilidad de colectivos especialmente vulnerables ante el empleo, como son las personas con discapacidad, constituye una apuesta necesaria e ineludible.

 Como señalábamos antes, esta reivindicación particular de un colectivo es extensible al conjunto de la población en situación de vulnerabilidad que, como vemos, aumenta incesantemente en una época de crisis y estancamiento económico como la actual. Reflexionar en torno a algunas políticas de empleo relativas a las personas con discapacidad puede ayudarnos a considerar la posibilidad de habitar la tensión que antes señalábamos en torno a la relativa independencia que como sociedad hemos adquirido para organizar nuestra subsistencia frente a los movimientos y tiempos que imponen las relaciones productivas y técnicas. Al colocar como objetivo estratégico de las políticas de empleo de las personas con discapacidad el fomento de su empleabilidad (con la adaptación de sus puestos de trabajo, la instauración de la obligación de contratar a estos trabajadores a través de la cuota de reserva, los esfuerzos por adecuar la formación a sus necesidades específicas, etc.), constatamos la existencia de mecanismos que posibilitan que incluso trabajadores con capacidades productivas diferentes a la media sean capaces de desarrollar una actividad productiva que revierta en la generación de riqueza. Esto no hace sino ampliar el potencial productivo de la sociedad, lo que permite pensar en una organización de la producción en la que el tiempo de trabajo humano necesario para generar la riqueza sea distribuido de una forma más equitativa entre el conjunto de la población empleable. Siendo esta población empleable cada vez mayor, podría posibilitarse que el tiempo que cada uno de nosotros tuviéramos que dedicar a generar esa riqueza tendiera a ser menor. Por otro lado, las políticas de fomento del nivel formativo de las personas con discapacidad y de articulación entre el espacio educativo y el laboral tienden a favorecer la rápida adaptabilidad de los trabajadores a los cambios que incesantemente se producen en los centros productivos y que, en pos de aumentos crecientes de sus niveles de productividad, están generando una creciente automatización y tecnificación de la producción que también pueden favorecer nuevas formas de reparto del trabajo y la riqueza, así como mecanismos alternativos de planificación y gestión social de la producción y el empleo. Finalmente, no podemos en absoluto desdeñar la existencia de mecanismos que, como las pensiones que perciben las personas con discapacidad (al igual que otros grupos sociales), implican una forma de participar en la riqueza socialmente generada de forma relativamente independiente a la adscripción a un puesto de trabajo concreto.

 A la hora de explotar políticamente las alternativas que acabamos de señalar, conviene ser consciente de que la posibilidad de generar nuevas formas de administrar las capacidades colectivas, la producción de la riqueza y el reparto de la misma pasa por dotarnos de los mecanismos y las instituciones necesarias que asuman la función que hasta el presente han ejercido los mecanismos de inversión (basados en última instancia en la generación de valor a través de la explotación de trabajo humano). Un proyecto que no estará exento de las confrontaciones y conflictos propios que materializan los distintos intereses presentes entre los grupos sociales que conforman la sociedad. En este sentido, quizás resulte conveniente considerar que apoyar el derecho exigido por las personas con discapacidad a participar en la producción de riqueza, así como a contar con unos medios de vida independientemente de estar o no adscrito a un puesto de trabajo concreto, no es exclusivamente una cuestión de igualdad de oportunidades, sino también una demanda exigible por y para el conjunto de los ciudadanos que quizás pueda contribuir a la construcción de nuevas formas de producción y reparto de la riqueza.

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Organizando a la mayoría atípica. Apuntes sobre sindicalismo social https://archivo.librepensamiento.org/2010/06/21/organizando-a-la-mayoria-atipica-apuntes-sobre-sindicalismo-social/ https://archivo.librepensamiento.org/2010/06/21/organizando-a-la-mayoria-atipica-apuntes-sobre-sindicalismo-social/#respond Mon, 21 Jun 2010 15:43:10 +0000 http://www.cgt-lkn.org/bizkaia/pbas/?p=2475 Pablo Carmona, Miembro de la ODS del Centro Social Seco y del Ferrocarrilandestino

Las relaciones laborales, fuertemente determinadas por las distintas formas de precariedad, vienen marcadas también por cuestiones de género, raza, nacionalidad y edad. El sindicalismo no puede abordadlas al margen de estas cuestiones.

El sindicalismo social debe entenderse como una alianza entre el sindicalismo tradicional y los movimientos sociales, un movimiento de mestizaje entre lo sindical y lo social.

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Pablo Carmona, Miembro de la ODS del Centro Social Seco y del Ferrocarrilandestino

Las relaciones laborales, fuertemente determinadas por las distintas formas de precariedad, vienen marcadas también por cuestiones de género, raza, nacionalidad y edad. El sindicalismo no puede abordadlas al margen de estas cuestiones.
El sindicalismo social debe entenderse como una alianza entre el sindicalismo tradicional y los movimientos sociales, un movimiento de mestizaje entre lo sindical y lo social.

Son muchos los interrogantes que existen en torno a las posibilidades de crecimiento de las formas sindicales alternativas en la actualidad. De un lado, la imagen de “lo sindical” ha sido muy dañada por el sindicalismo oficial y, por otro lado, la lucha sindical se ha hecho muy difícil en un marco laboral que se ha transformado a gran velocidad en las últimas décadas. Con este artículo no pretendemos dar una respuesta, sino lanzar una propuesta que ayude a reubicar algunos debates sobre el sindicalismo contemporáneo y que ayude a explicar la propuesta que, desde espacios como las Oficinas de Derechos Sociales, hemos venido denominando sindicalismo social.

Comenzaremos con un dato. En los últimos treinta años en el Estado español la sindicalización nunca ha superado, ni siquiera en tiempos de crisis, la tasa del 18% de afiliación. De hecho, desde la década de los ochenta, en la que estas tasas tuvieron mínimos históricos -con cifras que rondaron desde el 11% hasta los datos actuales que se sitúan en torno al 15%- el sindicalismo sufre una fuerte crisis de identidad.

Una crisis de identidad que se puede explicar desde varios planos. El primero, es el desencanto que han provocado CC.OO. y UGT con sus políticas de pacto social y de reformas laborales (abaratamiento del despido, subcontrataciones, precarización laboral, etc.) y que han proyectado sobre la sociedad una imagen del sindicalismo propia de una corporación política profesionalizada más que la de un agente de oposición o de conflicto.

En un segundo plano, la falta de crecimiento de la afiliación sindical sumada al monopolio de las mayorías creadas por el sindicalismo oficial, han imposibilitado la apertura de un campo de lucha amplia para el sindicalismo alternativo y asambleario más allá de sectores concretos (transporte, limpieza, telemarketing, jornaleros o metal).

Luchas concretas en diversos sectores y empresas que -salvo algunas excepciones- se han desarrollado de manera aislada y con altas dosis de combatividad pero con poca transversalidad social.

En tercer lugar, nos encontramos con la contradicción sindical más importante, el nuevo mercado laboral y las nuevas figuras precarias. Esta es sin duda la pieza clave de esta crisis de identidad, ya que la precarización ha generado un medio ambiente laboral en el que el sindicalismo clásico ha encontrado muchas dificultades para intervenir o en el que simplemente se ha quedado al margen. Pero…

¿De qué hablamos cuando decimos precariedad?

Precariedad es, en términos generales, la depauperación de las condiciones de vida y también la erosión de derechos sociales básicos. Pero la precarización es también un modelo de relaciones laborales, es el paradigma de gestión de la fuerza de trabajo y es, sobre todo, la nueva segmentación de clase en diversos niveles:

a. Contratación precaria y subcontratación. En este apartado entrarían todos los modelos de contratos y subcontrataciones que han rebajado y eliminado de sus clausulas distintos derechos laborales y sociales.

b. Régimen doméstico. Donde se legisla en torno a un modelo de contratación atípica en el que es la contratada la que se hace cargo de sus propias cotizaciones y en condiciones laborales de máxima desprotección.

c. El modelo beca. Muy utilizado en universidades y centros de investigación y basado en contratos precarios a los que además se les quita derechos tan básicos como la seguridad social y el paro.

d. Trabajo invisibilizado. Motor fundamental de la economía actual son trabajos sin contrato, en la mayoría de los casos migrante (con o sin papeles), trabajo doméstico (asalariado o no) y que son la pieza clave de la reproducción social, por ejemplo en el abaratamiento de los costes de producción agrícola, la construcción, los servicios personales y la hostelería o la eliminación de costes en lugares centrales del proceso productivo como son la atención sanitaria primaria (cuidado personal de enfermos) o la reproducción de la vida (los cuidados).

Además, estos trabajos son desempeñados por los grupos más desfavorecidos de la sociedad: jóvenes, mujeres y migrantes, que son los sectores sociales con menos renta, mayores tasas de paro y menos protegidos desde el punto de vista de los derechos sociales. Por eso podríamos preguntarnos ¿Qué formas organizativas pueden servir para estos modelos laborales precarios e invisibles?¿Puede aportar algo el sindicalismo en esa dirección?

Si nos fijamos en las estructuras sindicales actuales nos encontraremos con organizaciones donde la mayoría de sus militantes son varones, casi la totalidad de su afiliación es española y donde el grueso de su militancia está asentada en sectores tradicionales (administración pública, banca, industrias, transportes o ciertos sectores de servicios cualificados). Además la organización sindical se federa en torno a los centros de trabajo (secciones sindicales) y las ramas de actividad (sindicatos), enfatizando como núcleo organizativo los centros de trabajo y la federación sectorial y territorial de los mismos. Por último, el sindicato está diseñado, y así lo define la ley, para ser el representante de los trabajadores/as ante las instituciones y ante la patronal para negociar los convenios laborales, presuponiendo a su vez una contratación clara y unas partes bien definidas.

Ahora debemos mirar al mundo laboral. Aquel en el que hay varios millones de empleos precarios, donde existen más de un millón de trabajadores y trabajadoras sin papeles, en el que hay más de 1´4 millones de trabajadoras domésticas, con más de 1 millón de hogares que contratan ese trabajo doméstico, en el que existen más de cinco millones de trabajadores extranjeros con papeles y en el que se superponen cientos de figuras atípicas de cooperativistas, becarios, precarios y trabajadores informales.

La pregunta que surge es ¿qué sindicalismo podemos imaginar para luchar junto a y desde estos sectores?

Sin dejar volar demasiado la imaginación, el panorama que nos vamos a encontrar en los próximos años es bastante escalofriante. Con altas cifras de paro, modelos de contratación ultraprecarios y la multiplicación del trabajo informal e invisible, estaremos enfangados en un mundo laboral en el que un amplio sector de la población haga equilibrismos entre trabajos miserables y el paro. Se consolidarán así unas relaciones laborales cada vez menos consistentes y unas políticas de empleo cada vez más atravesadas por el hecho migratorio, la subcontratación transfronteriza de mano de obra, el trabajo feminizado o la hiperflexibilidad contractual y de las condiciones de trabajo. Ante este panorama, aquellas estructuras sindicales y sociales que quieran plantearse tener un papel activo dentro de este modelo laboral que se está imponiendo deberán partir de la premisa de que muchas de estas figuras precarias, disociadas y alejadas de las viejas estructuras laborales, serán difícilmente encuadrables en las estructuras sindicales tradicionales.

Hasta el momento, este alejamiento se ha intentado paliar reforzando la acción social desde el ámbito sindical, pero entendiendo el hecho social como al lado y no dentro de las relaciones laborales y, por tanto, sindicales.

Algo que, desde nuestro punto de vista es un error, por lo que es necesario empezar a hablar de una alianza entre sindicatos y otros movimientos sociales con la finalidad de ir recogiendo propuestas que sean capaces de mezclar lo sindical y lo social. Lo que podríamos denominar una apuesta por un sindicalismo social.

 Sindicalismo social, notas para un debate

A partir de todo lo explicado elaboraremos la propuesta que se viene manejando desde la Oficinas de Derechos Sociales (ODS) bajo el concepto de sindicalismo social.

Pero ¿qué significa esta idea? Cuando se habla de sindicalismo social se expresa una pregunta: ¿cómo luchar desde una realidad social y laboral fuertemente precarizada?, ¿cómo se podrían generar organizaciones donde se produjesen espacios de autoorganización laboral de mujeres, migrantes y jóvenes precarios?, ¿qué diagnóstico sobre las precariedades laborales debemos hacer para entender sus particularidades?

Cuando nos acercamos a las formas de trabajo precarias rápidamente se dejan ver las peculiaridades de las que estamos hablando. Así vemos que no se puede intervenir sobre el trabajo doméstico si no tratamos cuestiones sociales como las relaciones de género, la familia o el reparto de los cuidados, pues no podríamos entender el proceso productivo concreto en el que se inserta este tipo de trabajo. Es evidente también que no podemos intervenir sobre el trabajo migrante si no contemplamos los condicionantes raciales (racismo, xenofobia, etc.) o la Ley de Extranjería, pues son estas cuestiones culturales y legales las que realmente codifican la relación laboral y social de los migrantes, y es evidente, que no podemos entender la precariedad si

no atendemos a las condiciones de flexibilidad y falta de derechos que afectan a todos los sectores precarios, pues son estas condiciones las que marcarán las posibilidades de lucha.

Por este motivo, no se puede pretender que un inmigrante sometido al chantaje de las renovación de su permiso de residencia y trabajo esté en las mismas condiciones que un compañero de trabajo nacional. O no se puede pretender que un joven trabajador subcontratado en precario parta de las mismas condiciones que un trabajador contratado desde hace 15 años en una empresa. Al igual que no se puede pretender que las trabajadoras domésticas, los trabajadores sin papeles o los becarios tengan la misma perspectiva del trabajo que un funcionario de la administración pública, la banca o de un trabajador de los viejos sectores públicos de transportes. Por tanto, lo que podemos decir es que el trabajo precario no sólo se define por ser un “contrato de los de antes” pero con una rebaja de derechos, sino que se define por articular de manera compleja una relación social, mezclando cuestiones de género, raza, nacionalidad y edad. Una razón que hace que cualquier apuesta sindical en estos sectores deba intervenir con igual intensidad tanto en las relaciones laborales concretas, por precarias y difusas que sean, como en las relaciones sociales que ubican a mujeres, migrantes y precarios en el corazón de un sistema basado en la segmentación productiva del trabajo a través de la precarización social y laboral.

Partiendo de estos presupuestos, el sindicalismo social debe entenderse como una alianza entre el sindicalismo tradicional y los movimientos sociales. Un movimiento de mestizaje entre lo sindical y lo social que lejos de ser la unión en torno a campañas, por ejemplo contra ley de extranjería, contra la privatización de la sanidad o contra la crisis, que de un modo u otro ya se producen, se entienda como una alianza desde la complejidad y desde la base. Por ejemplo, cruzándose las secciones de administración pública de la universidad con las plataformas de becarios e investigadores precarios, uniendo las luchas de los sectores de limpieza con la lucha de las trabajadoras domésticas o tratando de articular propuestas sindicales que, escapando de las formas sindicales tradicionales (la sección sindical y el sindicato) contemplen otras dimensiones organizativas con alianzas en torno a grupos laborales atípicos que encuentran en la dimensión territorial su fuerza organizativa.

Por otro lado, esta alianza también debe ser entendida desde los movimientos sociales como una necesidad de sindicalizar su trabajo. Algo que, lejos de significar la afiliación a una u otra sigla, debe suponer la inclusión de la tecnología sindical dentro de las herramientas de los movimientos sociales, contemplando el análisis del hecho laboral y, por supuesto, la reivindicación sindical dentro de su marco de actuación y, por tanto, apoyándose en los saberes del sindicalismo alternativo.

Esta es, por ejemplo, la propuesta que se quiere seguir desde las Oficinas de Derechos Sociales, abriendo dispositivos que sean sensibles a problemas sociales concretos: inmigración, vivienda, precariedad y que al mismo tiempo puedan servir de apoyo organizativo para aquellas realidades laborales donde la relación entre lo laboral y lo social están fuertemente ligadas. Estos son los casos de los trabajadores migrantes y precarios autóctonos en trabajos como el sector de la construcción, el top manta, el servicio doméstico o los becarios.

El problema central es que actualmente ambas dimensiones (laboral social) se presentan como separadas. Pero si pensamos que la apuesta actual del sindicalismo debe ser llegar a organizarse con los sectores más castigados por el mercado laboral, se debe empezar a contemplar esta alianza que ayude a sindicatos y a movimientos a acercarse entre sí y, sobre todo, a organizarse y organizar movimientos sindicales y sociales cuyos protagonistas sean los sectores periféricos y con menos derechos del mundo laboral. Y para eso el trabajo territorial (por ejemplo a través de los centros sociales donde se ubican las ODS u otros grupos) o la alianza con colectivos y asociaciones de becarios e investigadores precarios, de trabajadoras domésticas o de migrantes puede ser fundamental para ensayar formas organizativas distintas y para luchar desde lo social por reivindicaciones sindicales (y viceversa).

Una lucha que en ningún caso podrán llevar en solitario unos u otros sectores, ya que la altura de las reivindicaciones exige de todas las partes un serio esfuerzo por concretar las alianzas que se deben establecer entre unos y otros lados. Es cierto que los factores étnicos-nacionales, de género y la precariedad hacen que el mercado laboral esté muy segmentado, e incluso que aparezcan discursos de competencia entre aquellos que trabajan en unas condiciones y otras. Pero la realidad es que los sectores más débiles son el laboratorio de explotación, la vanguardia sobre la que se aplican los modelos de precarización más fuertes. Y por esa razón, que se produzcan luchas y reivindicaciones en esos sectores es de vital importancia para que esas condiciones no avancen hacia los sectores del trabajo con mejores condiciones o no se produzcan escenarios de competencia por los recursos en vez de escenarios de lucha por un mejor reparto de los mismos. Todo ello, pensando en la aparición de discursos racistas en el mundo del trabajo.

En consecuencia, este hecho hace que el sindicalismo social, además de una alianza entre el sindicalismo clásico y los movimientos sociales, se presente sobre todo como una alianza entre los sectores tradicionales del mundo del trabajo, donde el sindicato es una herramienta indispensable, y las periferias laborales y sociales más explotadas, donde lo sindical aún no ha encontrado su lugar. Un cruce de caminos donde el sindicalismo social podría apuntar alguna respuesta desde donde organizar el malestar que producen la falta de derechos y la precariedad.

 

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Una apuesta sindical de futuro https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/una-apuesta-sindical-de-futuro/ https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/una-apuesta-sindical-de-futuro/#respond Thu, 21 Jan 2010 11:09:21 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3483 Entiendo que la Acción sindical de CGT en estos momentos debe contener dos  premisas fundamentales: la sectorialización y el decrecimiento.

Sigo creyendo en el sindicalismo como función necesaria, útil e imprescindible para la clase trabajadora, y no quiero, a conciencia, emplear otras denominaciones para “clase trabajadora”, porque estoy convencido de que en este nombre se encuadra la mayoría de la sociedad.

Además me reclamo del Anarcosindicalismo  porque tanto los criterios y valores que lo definen, como sus mecanismos de funcionamiento para la toma de decisiones, sus objetivos y planteamientos propositivos sobre un modelo social más justo, así como su compromiso con lo colectivo en las estrategias para la defensa y avance de toda la clase trabajadora en general, me conforman y trascienden en mi vida como para trazarme una escala de valores y una forma de vivir, de actuar, de pensar……

Hace mucho que me alejé de planteamientos de autosatisfacción, de búsquedas de salidas individuales o sólo para unos pocos, entre otras cosas porque no creo que sean realmente transformadores de la sociedad aunque las sumáramos algún día. Ahora quiero alejarme también de los que han evolucionado hacia el convencimiento de que el sindicalismo ya no es un instrumento válido y hay que inventar otros nuevos.

Por muy atomizada,  dividida y desideologizada que esté la clase trabajadora, seguimos teniendo los mismos enemigos aunque cada vez más sofisticados y sigue siendo absolutamente necesario que los trabajadores y trabajadoras nos asociemos para enfrentarnos a ellos.

 Sectorialización equivale a solidaridad

 Sin embargo también creo que “hay que moverse”, como lo hace el capitalismo, adaptar nuestras herramientas de lucha a los nuevos tiempos, a las nuevas realidades laborales, para enfrentarnos con mayor eficacia a los viejos objetivos del capital, es decir el beneficio de unos pocos a costa de la miseria de la mayoría.

Tenemos que traspasar el muro de nuestras empresas y sectorializar nuestros mecanismos de organizar las respuestas sindicales, de trabajar la expansión, de hacer instrumentos útiles de coordinación sindical, cercanos, inmediatos, pero más amplios que la propia empresa y más próximos que la Federación Sectorial correspondiente.

Los Sindicatos Federales y las Secciones Estatales de Empresa han venido siendo estructuras de coordinación para la acción sindical en el seno de empresas que tenían muchos centros de trabajo a lo largo de la geografía. Ahora, ante la privatización de esas empresas, la atomización de los sectores en multitud de contratas y subcontratas, filiales,  etc…  -hacia las que las empresas matrices desvían la mayoría de sus cometidos, en una subasta de precios, donde la parte más débil son los trabajadores- sectorializar nuestra acción sindical, con formas de coordinación que nos unifiquen, es la forma de impedir que acabemos defendiendo los derechos laborales, de un grupo de trabajadores seguramente residual, mientras conviven a nuestro alrededor compañer@s en absoluta precariedad de contratación y de condiciones laborales, realizando el mismo trabajo que nosotros, sin medios ni casi posibilidades para la actuación sindical.

Esto es ya hoy una necesidad para muchas realidades: el transporte por  ferrocarril, por carretera, por aire, por mar, las telecomunicaciones, el sector postal, etc… Esta coordinación sectorial se viene practicando desde hace años, en la Coordinadora de Telemarketing, la de Automoción, Banca Privada, etc….. con diferentes modelos e intensidades. No se trata de tener ningún tipo de intervención orgánica, como tampoco han tenido los Sindicatos Federales, se trata de ser más eficaces en la acción sindical, hacer instrumentos más válidos para incidir mejor y, sobre todo, para hacer un sindicalismo útil a los más precarios, los que están en peores posiciones y han sido hasta ahora los abandonados del sindicalismo.

Sectorializar la acción sindical, tal como hemos aprobado la CGT en la última Conferencia Sindical y en el último Congreso Confederal, es una necesidad imperiosa y una apuesta ideológica necesaria para combatir de verdad la precariedad, la más cercana, la que se genera a nuestro alrededor y se extiende delante de nuestros ojos. Se trata de unificar lo que la estrategia del capital divide mediante todos los procesos de externalización.

¿Acaso sería lógico que los ferroviarios del SFF, después de la segregación, nos atrincheráramos cada uno en nuestra empresa, y dedicáramos todos los medios, maquinaria organizativa, todo el bagaje de experiencia acumulado, capacidad de incidencia, etc… a defendernos sólo a nosotros mismos, a los del empleo antiguo y con derechos, cuando en el ferrocarril hay miles de trabajador@s con graves carencias en derechos laborales?. Más que lógico sería patético, implicaría caer en el corporativismo. Y el corporativismo es siempre antisindical.

Para desarrollar esos acuerdos en el ferrocarril se está construyendo ese instrumento, a partir del SFF, con paso medido pero firme y siempre buscando la mayor incidencia de la CGT en la resolución de los problemas y el avance de las trabajadoras y trabajadores. Estamos haciendo un sector ferroviario (subsector dentro del Transporte) coordinado, para la actuación conjunta, para la negociación, la posible representación en algunos foros, el establecimiento de mínimos reivindicativos comunes, el ejercicio de la solidaridad, la formación, el apoyo mutuo, la expansión de la organización, etc… trabajando como herramienta de la Federación (y por tanto de la CGT) en el ferrocarril.

Tal vez para nosotros esta necesidad haya sido más evidente que en otros sectores por las formas en que se ha dado ese proceso, pero con seguridad esta situación puede trasladarse a otros muchos sectores, en los que hay trabajadores que no pueden organizarse por su cuenta dada la precariedad de sus condiciones, por lo que desde el sindicato debemos facilitarles estructuras cercanas de apoyo, para que se vean arropados por su organización en su relación directa con el patrón.

Si la empresa matriz, desgajándose y externalizando buena parte de sus procesos, trata de dividir a los trabajadores generando capas de extrema precariedad y debilidad, nuestra actuación sindical tiene que tratar de recuperar su unificación y tiene que hacer recaer sobre la empresa matriz la responsabilidad de las condiciones salariales y laborales del conjunto de trabajadores que en realidad trabajan para ella, aunque con intermediarios por ella interpuestos.

 La orientación al decrecimiento

 Por otra parte, nuestras posiciones y propuestas deben encaminarse hacia la denuncia permanente de las desigualdades sociales y la agresión capitalista al medio ambiente, apostando por un desarrollo sostenible que limite el consumismo extremo en el que estamos inmersos.

El sindicalismo se ha dejado atrapar por las propuestas desarrollistas: el mayor desarrollo traería un bienestar cada vez más generalizado. Sin embargo no ha sido así. La propuesta desarrollista implicaba la necesidad de una concentración y crecimiento del capital, el incremento permanente de sus beneficios, la competitividad y, por tanto, el agrandamiento de las desigualdades.

La actual propuesta desarrollista, que ecológicamente es insostenible, es profundamente antisocial. También es antisindical. Es cierto que ha dado un alto acceso al consumo a un sector de trabajadores, el más establecido y con mayor poder sindical. Pero lo ha hecho a costa de la degradación de las condiciones de trabajo y de su precarización. Y  esas condiciones de trabajo degradadas han generado una importante capa de trabajadores absolutamente precarios laboral y salarialmente, que, además, han quedado fuera del sindicalismo.

De la  defensa salarial de esos primeros sectores más establecidos no se ha derivado una mayor combatividad y oposición a los planes del capital, sino sólo una mayor integración en lo existente vía incrementos del consumo. Los sectores más desfavorecidos, las trabajadoras y trabajadores que han tenido que lidiar en la precariedad extrema, se han visto situados en una situación de absoluta debilidad, que les ha hecho muy difícil, si no imposible, cualquier práctica sindical.

Es cierto que nuestra organización siempre ha demandado el incremento del empleo desde planteamientos de reducción de la jornada, de la eliminación de las horas extras, etc.. nunca nos hemos creído el discurso de la productividad,  de la competitividad ni del crecimiento económico. Pero la actual crisis viene a poner más en evidencia la falacia del desarrollismo y nos exige una apuesta más decidida y sin concesiones por el reparto, poniendo en el primer plano de nuestros objetivos y de nuestra actuación sindical la satisfacción de las verdaderas necesidades humanas, muy por encima de la defensa de los niveles de consumo no necesario.

El reparto del trabajo significa que nuestra reivindicación más irrenunciable es la reducción de la jornada de trabajo, por lo menos en un porcentaje similar al del paro existente, incluso pagando en reducción de salario parte de esa disminución horaria. Cuál sea esa parte es lo que tendremos que pelear con al empresa. Y si los salarios deben asumir una reducción como consecuencia de esa disminución horaria, el recorte de los abanicos salariales -que durante los últimos treinta años han crecido escandalosamente- debe servir para que los salarios más bajos, en el límite de las necesidades vitales, no se vean afectados.

Ese impulso del reparto en el terreno de lo laboral debe ir acompañado de la defensa y el incremento de las garantías sociales universales en materia de sanidad, educación, vivienda, pensiones, salario social, etc., lo que nos obliga a asumir como campos de preocupación y lucha las políticas de impuestos y presupuestos, campos hoy socialmente muy retrocedidos, y en los que las derechas políticas (las opciones políticamente existentes) han rivalizado, y siguen haciéndolo, en planteamientos mezquinamente individualistas.

Decrecer ahora ya es una necesidad planetaria y urgente, pues no se puede trasladar el nivel de consumo y de gasto de recursos naturales de Occidente al conjunto de la humanidad, por lo tanto no tiene ninguna legitimidad nuestro derroche. Ese planteamiento a escala planetaria, que no podemos perder de vista, nos obliga a planteamientos todavía más drásticos y exigentes.

 Conclusión

Sectorializar nuestra actuación sindical y la opción el decrecimiento son dos acuerdos de hondo calado, que deben posibilitarnos la apuesta por un sindicalismo de futuro, que ya hoy se nos plantea como necesario y que es el único que será digno de ese nombre. El sindicalismo es opción por el reparto, todo lo demás es otra cosa, aunque esté protagonizado por marcas sindicales.

Pero el tener acuerdos certeros, siendo necesario, no es suficiente. Todo acuerdo -y estos de modo especial, por los cambios que implican- requiere su posterior desarrollo: plasmarse en propuestas concretas, en planes de trabajo y en medidas organizativas tendentes a impulsarlos. Y esa es la tarea que tenemos ahora por delante y a la que tenemos que ponernos con entusiasmo. Los hemos adoptado porque nos los creemos, porque los consideramos necesarios para lo que nos proponemos, y ahora nos queda, a la organización en su conjunto y a cada una de sus instancias organizativas, el trabajo de ponerlos en práctica. Con todo ánimo y seriedad.

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La negociación colectiva es un fraude https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/la-negociacion-colectiva-es-un-fraude/ https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/la-negociacion-colectiva-es-un-fraude/#respond Thu, 21 Jan 2010 10:51:04 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3480 Carlos Couso

“Hay una lucha de clases, por supuesto, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que dirige la lucha. Y nosotros ganamos”.                    (Warren Buffet, multimillonario estadounidense)

 Lamentablemente esta sanguijuela tiene razón en todos los términos de una frase que acostumbra a repetir en sus intervenciones. Ya la recogía The New York Times el 26 de noviembre de 2006, y vuelve a aparecer en Le Monde Diplomatique en su número de noviembre de 2009.

 La afirmación es rotunda, muy significativa, y absolutamente explicativa de la situación actual. Y resulta apabullante; por la sencillez, la precisión y la dureza con la que expone la cruda realidad -el muy jodido no puede ser más productivo utilizando el lenguaje. Es tal la claridad con la que se manifiesta la realidad que cada vez es más fácil describirla, tan fácil como innecesario. La realidad es obvia. Y por obvia, natural e inevitable. Y por natural e inevitable, asumible (¿por los más pusilánimes?), por más cruda e inhumana que se presente. No tiene, pues, tanto mérito la frase; la realidad es mucho más escandalosa.

 No tiene tanto mérito la frase, pero nos duele a quienes somos conscientes de ser los actualmente perdedores de la lucha de clases. Los que no son conscientes de que existe esa lucha pero pertenecen a la clase de los actualmente perdedores, la clase trabajadora, padecen físicamente los efectos de todo lo que quiere decir la frase, pero no lo padecen mentalmente, con lo que no reaccionan. Y como estos últimos son una gran mayoría, determinan que no haya una respuesta de clase de consideración que alcance a preocupar a W. Buffet y los suyos. De esta manera nos tenemos que comer la frase unos, y su significado en la práctica todos. 

 NI NEGOCIACIÓN NI COLECTIVA

Uno de los significados más concretos -y fundamental- de la frase, es que la Negociación Colectiva hoy en día es un fraude; el título de este artículo. Asegurando como cierto el contenido de la frase y colocándola a continuación del título, la cuestión queda tan clara que ahí mismo podría acabar la explicación y este artículo.

 En nuestro ámbito y durante décadas, una de las formas en que se ha materializado la lucha de clases es en los procesos de negociación colectiva, procesos forzados por la clase trabajadora como una vía para conquistar derechos y mejorar las condiciones de trabajo y vida. Un invento propio que -más o menos- nos venía funcionando a la clase trabajadora decentemente durante alrededor de un siglo; hasta que un día, de tanto practicarlo, llegó a ser parte de la normalidad y lo habitual, se institucionalizó, y pasó a ser otra pieza más del engranaje de funcionamiento del  sistema capitalista contra el que luchábamos. Los procesos de negociación colectiva pasaron a desarrollarse dentro de los márgenes y reglas del juego impuestas por la parte adversa. Y así perdieron su naturaleza y su sentido originario.

 Lo que actualmente se conoce como Negociación Colectiva es un fraude, porque -a la vista está- ni existe una negociación real, ni nada que justifique adjetivar esa supuesta negociación como “colectiva”. Un verdadero proceso de NC ante todo ha sido históricamente un proceso de lucha laboral y social caracterizado por la implicación y participación activa de los trabajadores que nos manifestamos como clase o grupo social; y ahora mismo, eso a lo que se llama NC carece de lucha, lo que supone que no es posible que se dé una negociación real. Y tampoco conlleva ningún tipo de participación de los trabajadores  que pueda ser determinante, y menos como clase o grupo social, con lo que tampoco se puede hablar de nada que sea colectivo.

 Prueba de que lo que hoy se presenta como proceso de Negociación Colectiva no es tal cosa es el hecho cierto de que actualmente es la patronal quien fuerza el desarrollo de procesos de NC, provocando incansablemente situaciones de conflicto, y ejerciendo acciones de presión en estas situaciones con el objetivo de arrebatarnos derechos; lo que viene consiguiendo con enorme facilidad. A la patronal le interesan los procesos de negociación colectiva y los utiliza eficazmente para alcanzar sus objetivos. No está nada claro que nos interesen a los trabajadores.

 CON EL TELÓN DE FONDO DE LA DERROTA

 El marco general en el que se establece la NC es el de la profunda derrota de los trabajadores. El predominio de las burocracias sindicales y, por tanto, de sus intereses; el alejamiento de los procesos de negociación que, de lo general a lo particular van encorsetando esa negociación y sustrayéndola a los afectados; y, sobre todo, la desactivación de la movilización, constituyen el marco en que desaparece la negociación colectiva como proceso real.

 Quienes se presentan y actúan formal y oficialmente como representantes de los trabajadores en ese proceso de negociación colectiva, son los aparatos burocráticos y jerarquizados de organizaciones domesticadas y alimentadas hasta ser mayoritarias por el sistema capitalista, por la patronal. Tanto que en el proceso de negociación el papel que ejercen -en el mejor de los casos- estas organizaciones es el de mediadores –responsables- entre partes, cuando no directamente representantes patronales ante los trabajadores, dejándonos a una de las partes sin representación. Así de crudo.

 Las elecciones sindicales han cumplido su papel en este proceso degenerativo, adquiriendo, cada vez más, ese carácter delegatorio propio de la democracia formal y alejándose de cualquier atisbo de representación real y democracia directa. Es el resultado, por una parte, de las elecciones a fecha fija y por periodo determinado, separadas de los procesos de lucha y movilización; también es el resultado del proceso de burocratización de los aparatos sindicales y su funcionamiento invertido de arriba a abajo. Se votan siglas y campañas propagandística y mediáticas, los candidatos los deciden los aparatos y quien se mueva no aparecerá en la foto siguiente. Si en algún momento, cediendo a la presión de los trabajadores, esos representantes directos plantean posturas consideradas incorrectas, los aparatos sindicales intervienen explícita y directamente. Se pastelean los intereses de la patronal con las prebendas de las organizaciones sindicales; si en ese pasteleo los intereses de los trabajadores quedan muy burdamente lesionados y la marca sindical ve deteriorada su imagen, tiempo habrá hasta las siguientes elecciones para recuperarla por medio del clientelismo sindical ejercido a través de las prebendas obtenidas.

 No hay que explicar mucho más. Porque esta irregularidad, este pequeño desliz de presentarnos a un proceso de negociación en el que están en juego nuestras condiciones laborales regalándole -de primeras- a la otra parte la representación propia con plenos poderes, no cabe en ninguna cabeza que pueda llevarnos a nada bueno. Nos lleva a que, en lo que hoy se conoce por negociación colectiva, se intercambien derechos de todos los trabajadores que se ceden a la patronal por contrapartidas en forma de prebendas para los aparatos burocráticos. Un mercadeo del que los trabajadores somos prácticamente meros espectadores a pesar de que se comercia la venta de nuestros derechos. Sin otro sindicalismo, otra negociación colectiva es imposible.

 Los ámbitos donde se desarrolla actualmente la supuesta negociación colectiva con un carácter más político y general (gobiernos, organizaciones empresariales y sindicales  -estos como supuesta representación de los trabajadores), permanecen absolutamente alejados de los trabajadores, que sólo tienen noticias de ellos a través de los medios de comunicación, esto es, mediatizados e individualizados. El resultado viene a ser un atraco tras otro a los derechos laborales y sociales de la clase trabajadora. Se materializa en nuevas leyes y reformas laborales, fiscales, sociales, que suponen un progresivo aumento de la carga de responsabilidad, riesgos, y esfuerzos de los trabajadores para el funcionamiento del sistema, en la misma medida que significan una descarga para la patronal, el capital, que además fortalece su posición de dominio y sus beneficios económicos y de todo tipo.

 La supuesta representación de los trabajadores, en ocasiones tras la convocatoria de una huelga general, admite y presenta estos resultados como los menos malos posibles dadas las circunstancias, y como un ejercicio y ejemplo por su parte de responsabilidad social, (patriótica, más bien), asentando un marco legal triturador de los derechos y las personas de los trabajadores. Cuando ese establecimiento del marco general se produce sin acuerdo explícito, pero admitido sin la movilización suficiente,  dicen que han dejado puertas abiertas para una posterior mejora que prometen y a la que se remiten en los procesos de NC de los convenios sectoriales, de empresa, etc…

 El blindaje de los retrocesos introducidos por las reformas laborales impuestas nunca se ha producido sin embargo, más bien ha sucedido todo lo contrario. No podía ser de otro modo. Si una movilización general no es capaz de vencer la voluntad de imponer esas reformas, ¿se va a dejar la patronal arrebatar esos logros por unas movilizaciones parciales y fragmentarias?. El caso es que tampoco los sindicatos han dado la batalla a ese nivel. Esas puertas han quedado abiertas para la patronal, fortalecida por ese marco favorable conquistado en lo general, está en mejores condiciones para nuevas exigencias en lo concreto que vayan más allá de lo alcanzado en lo general para volver a machacar a los trabajadores, haciendo de nuevo el negocio de cambiar los derechos colectivos que sean materia de negociación en cada caso por prebendas para sus aparatos burocráticos. Nunca ha sucedido a la inversa. Hoy en día, de la mano de los representantes “sindicales” mayoritarios, los convenios sectoriales y de empresa están para empeorar aún más la desgraciada legislación social y laboral existente, sólo tiene puertas abiertas en este sentido.

 Así, en cada “negociación”, a cambio de una contenida y controlada subida salarial, que es lo único que se nos acaba ofreciendo a los trabajadores en el mejor de los casos (que últimamente se congelan o reducen los salarios a cambio de -encima- una mayor jornada laboral), se aumentarán las cotas de flexibilización (desregulación y precarización) de nuestros derechos. Y cada uno de los retrocesos conseguidos en lo concreto prepara el terreno a un nuevo asalto a lo general, que asiente, convirtiendo en Ley, esos retrocesos impuestos en la práctica.

 Esa y no otra es la dinámica en que estamos inmersos. La ausencia de participación y, por tanto, de movilización se traspasa de lo general a lo más concreto, y vuelve agrandada de lo concreto a lo general. Cada día las posturas de los trabajadores son más débiles, cada día es menor el carácter de cauce de participación, expresión y movilización de los trabajadores de las marcas sindicales, cada día son más “agentes sociales” a su bola, cada día la patronal está más libre y fortalecida.

 La consecuencia, o la causa, de ese marco adverso es la paulatina y constante de desmovilización de los trabajadores, que afecta profundamente a los comportamientos colectivos e individuales y a las mismas formas de ser personas trabajadoras o personas a secas. No es sólo que miremos para otro lado cuando nuestros intereses están en juego, ni tampoco que hayamos perdido cualquier exigencia u otra forma de influencia respecto los que se dicen nuestros representantes, en ese proceso hemos perdido toda forma de rebeldía, hemos dejado de considerarnos sujetos con derechos. Es más que dudoso que una persona trabajadora se considere con derecho a unas condiciones laborales dignas o que otra que esté en paro se considere con derecho a trabajar, y una persona que se considera sin derecho podrá pedir, pero nunca exigir.

 LAS MATERIAS DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA

 La actual derrota de la clase trabajadora en la lucha de clases, escenificada en cada proceso de “negociación colectiva” que se desarrolla, es fundamentalmente una derrota ideológica y psicológica. Los estragos de esa derrota, que se materializan en un progresivo deterioro de las condiciones de trabajo y vida de los trabajadores, no son suficientes para vencer la desmovilización provocada por esa derrota enraizada en zonas más profundas que las afectadas por los deterioros.

 El problema es que los trabajadores, ya desactivados como clase en una medida más que suficiente para el sistema, en vez de entender que es parte de la lucha -el primer paso en este momento- luchar para sacar la propia lucha de un terreno desfavorable y empezar a hacer inmediatamente a continuación todo lo posible para que la lucha se plantee en el terreno y con la forma que nos interesa, consiguiendo que la negociación colectiva nos sea eficaz; lejos de hacer eso,  lo que hacemos es tratar de eludir los procesos (virgencita, virgencita…) y escapar lo más rápidamente y como sea de los que nos son planteados, saliendo las más de las veces -por no decir todas- peor que entramos.

 La negociación colectiva, la concreta y cercana y accesible a los trabajadores está centrada y reducida a la cuestión salarial, quedando cualquier otro tema en un plano tan secundario que nunca pueda tocarle el turno de ser abordado. Las dobles, triples y más escalas salariales; la utilización de modelos de contratación que no se corresponden con los propios de la actividad empresarial que se desarrolla y que permiten el abuso de la temporalidad contractual, con todo lo que supone de precariedad e inseguridad a todos los niveles, y de caldo de cultivo para arrebatar derechos a través del chantaje; la subcontratación encadenada y sin límites ni control; el aumento legal de la jornada laboral e ilegal a través de las horas extras, que se realizan incluso en situaciones de aplicación de EREs; los propios EREs aprobados y firmados no sólo por la autoridad laboral correspondiente, sino por los que se dicen representantes de los trabajadores despedidos (que llegan a cobrar también económicamente y de forma directa por su aquiescencia); la imposición de ritmos y tiempos de trabajo absolutamente abusivos y demoledores para la salud y la seguridad de los trabajadores; la garantía de la continuidad en el empleo; los periodos de actividad empresarial y los turnos; etc, etc… quedan fuera de la negociación colectiva o sólo se incluye como reivindicación patronal y para su incremento, jamás (de una forma seria) como reivindicación colectiva de los trabajadores y para su reducción y corrección.

 De esa negociación colectiva la patronal sale con las manos absolutamente libres para hacer y deshacer a su antojo en todos esos temas que deja sin abordar, los terrenos de mayor calado y que van a tener una influencia decisiva en el corto, medio y largo plazo del conjunto de las relaciones laborales. No parece que sea una conquista muy sólida un incremento salarial aceptable si al día siguiente a la firma la patronal puede plantear un ERE o iniciar la  externalización de parte de su proceso productivo o contratar eventualmente o vía ETT a un número de trabajadores significativo.

 La patronal sale más fortalecida y con las manos más libres, incluso de un convenio que pueda calificarse como “bueno”. Por el contrario, el  abandono por los trabajadores de esos temas de mayor envergadura que es, sin duda, síntoma de su debilidad, se convierte, a su vez, en factor debilitante. Es factor debilitante eludir los aspectos más estratégicos, abandonándolos a la decisión unilateral y arbitraria del capital. Y es factor debilitante hacer de la cuestión salarial el centro de la negociación colectiva y del sindicalismo, porque el económico es el terreno en el que los trabajadores (los trabajadores establecidos y con expresión sindical) estamos más en falso, somos menos sujetos de derecho.

 Los incrementos salariales, en la actualidad, no están planteados en el nivel de las necesidades vitales sino en el de los grados de consumo -incluso, no nos engañemos, para sectores de trabajadores cuyo salario no alcanza en una vida autónoma a dar respuesta a sus necesidades en materias como la vivienda. Pero el de la reivindicación en los grados de consumo es terreno poco apto para reconocerse y reafirmarse como sujeto de derechos, en el que reivindicar desde la exigencia, recuperando a través de ella la convicción y capacidad de movilización perdida. Más bien es terreno en el que estamos de favor, por encima de lo que nos correspondería en un reparto equitativo y, por tanto, tendente y proclive al pacto y al entendimiento. Un terreno en el que en la sociedad actual estamos favorecidos, podremos reivindicar incrementos a quien se beneficia más (mucho más si se quiere) que nosotros, pero siempre será una reivindicación realizada tímidamente, sin exigencias excesivas y poco proclive a suscitar rebeldías y rupturas.

 Una posible recuperación de la negociación colectiva y del sindicalismo requiere abordar otras problemáticas que nos afectan de forma más intensa en nuestras condiciones de trabajo y de vida, aquellos en los que la patronal basa e incrementa su capacidad de dominación, y requiere también hacerla más colectiva, carácter que le otorga su capacidad de abarcar a todos, no a un determinado, pero restringido, colectivo de la clase obrera.

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En la prehistoria de la negociación colectiva en España https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/en-la-prehistoria-de-la-negociacion-colectiva-en-espana/ https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/en-la-prehistoria-de-la-negociacion-colectiva-en-espana/#respond Thu, 21 Jan 2010 10:45:38 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3477  Antonio Rivera
En 1958, la Ley de Convenios Colectivos terminó con la situación anterior de absoluta subordinación de los trabajadores que se había vivido en España desde el final de la guerra civil. No constituía el maná, lógicamente, sino que se inscribía en el proceso de adaptación capitalista y de incremento de la productividad que vivió el franquismo a partir de los últimos años cincuenta, de la mano del Plan de Estabilización de 1959. En todo caso, instituía –o restituía- la negociación colectiva de las condiciones de trabajo entre las dos partes, obreros y empresarios, aunque en el férreo marco del sindicato oficial y único, la OSE, y bajo la tutela permanente del Estado de dictadura.
 Del “laissez faire”…
La conformación de un sistema legal de relaciones laborales y, dentro de él, la regulación de la negociación colectiva en nuestro país tiene una prehistoria harto precaria desde la perspectiva obrera. Aunque España se inscribe en la tradición de los países con claro intervencionismo del Estado, el punto de partida inicial es de un “abstencionismo normativo” por parte de éste: las relaciones de trabajo se interpretaban en términos de compra-venta de un producto, y ahí la administración estatal no debía interferir en la autonomía de las partes… por muy desiguales que fueran éstas. Era el “laissez faire” al completo.
Esa tradición se fue limitando de manera muy lenta y a base de grandes confrontaciones y conflictos. En 1887 se promulgó una ley de Asociaciones que, al menos, recogía la legalidad de todas ellas, incluidas las obreras y de resistencia, aunque nada decía de las condiciones de su actividad[1]. En 1902, una Circular del Tribunal Supremo justificaba la legalidad de la acción de esas sociedades de resistencia e incluso el recurso final a la huelga, en el marco de las relaciones de oferta-demanda del precio del trabajo. En 1908 y 1909 se emitieron sendas leyes sobre Consejos de Conciliación y de Arbitraje Industrial, y sobre Huelgas, que, sin embargo, no tuvieron ninguna realidad práctica.
 Bien puede afirmarse que hasta llegar a la dictadura de Primo de Rivera no existió en España un sistema de relaciones laborales medianamente aceptado por (parte de) las partes y legalizado por el Estado. Hasta entonces, la ley sólo reconocía la negociación colectiva de facto como una avenencia en situaciones de conflicto. Se dejaba hacer. La ley y el legislador no reconocían la negociación colectiva como procedimiento habitual entre partes, y solo venía a reconocer el acuerdo entre ellas –ni siquiera en términos de legalidad: no había manera de denunciar su incumplimiento- para evitar males mayores. En realidad, el “laissez faire” característico de la Restauración obligó al acuerdo directo entre partes, no legalizado; en definitiva, a la acción directa y a la negociación directa, visto de un lado, sin intervención estatal, y a la “mano dura” y al principio de autoridad, visto desde el otro. De ese modo, los conflictos laborales terminaban con la victoria o la derrota completa de una de las partes –normalmente, la obrera-, y no con un pacto o acuerdo intermedio (y, mucho menos, mediado). Ello explica en parte la gran conflictividad social entre 1917 y 1923.
 Hay dos modelos en relación a la negociación colectiva: el “voluntarista” o “liberal-colectivo” y el corporativo. Uno y otro se relacionan con tradiciones históricas y culturales diferentes –los anglosajones, por tradición liberal, sostuvieron el primero, mientras que los continentales, con estados más intervencionistas, implantaron el segundo-, más incluso que con situaciones políticas concretas: el modelo corporativo español, de intervención estatal, se desarrolló en el marco de una dictadura como la de Primo de Rivera y, con grandes similitudes en lo formal, en el de una democracia como la Segunda República.
Antes de llegar a ese instante corporativo, existieron los fracasados Consejos de Conciliación de 1908, donde una entidad pública que acogía representaciones obrera y patronal se atribuía competencias en materia de relaciones de trabajo. Pero su operatividad, como se ha dicho, fue nula. Hasta llegar a los Comités Paritarios de la Dictadura o a los Jurados Mixtos de la República, se ensayaron fórmulas de urgencia, como fueron las Comisiones de Trabajo de Cataluña, de 1919, llamadas a resolver los conflictos laborales que dominaban esa región y el clima de crisis social y política existente. Ese modelo de urgencia se extendió a otros lugares del país cuando se hizo necesario.
 … al corporatismo
 En 1926 fue el ministro de la Dictadura, Eduardo Aunós, el que con un Decreto-ley instauró la Organización Corporativa-nacional, con sus Comités Paritarios, sus Comisiones Mixtas y sus Corporaciones, inspirada en la experiencia corporatista del fascismo italiano. Ello no suponía ausencia de cierta inspiración sindicalista, de reconocimiento –aunque fuera en aras de la “paz social” de una dictadura- de la existencia de intereses encontrados, como demostró el debate entablado entonces dentro de la CNT entre Pestaña y Peiró, por ejemplo; o el hecho de que la República –bien que inspirada en la Constitución alemana de Weimar y en una estrategia legal democrática: en la “revolución jurídica” de Largo Caballero- reprodujera casi al completo la fórmula de representación de las partes de los Paritarios en sus nuevos Jurados Mixtos.
 En lo referido a la negociación colectiva, Comités y Jurados se atribuían la capacidad de elaborar y suscribir unas “bases de trabajo” o condiciones mínimas que regulaban los contratos de trabajo de un sector. Obreros y empresarios llegaban a un acuerdo al que daba legalidad el Comité Paritario (o luego el Jurado Mixto del sector) –esto es, al ser legal podía ser recurrido ante los jueces si se incumplía, no como antes- o, en su defecto, el presidente del propio Paritario hacía de árbitro y establecía, si la realidad se lo permitía, un acuerdo que forzaba a suscribir a las partes de ese Comité (o Jurado). Todo hay que verlo, lógicamente, en términos dialécticos y dinámicos: con ley o sin ley, las fuerzas sociales se mueven, aunque sea de diferente manera.
 Pero con ser el rimbombante Código del Trabajo de 1926 el inicio práctico de la codificación –“compilación parcial”, más bien- de la legislación laboral en España, no fue capaz de pasar con determinación de la contratación laboral vista tradicionalmente como contrato de arrendamiento de servicios –en su origen, se reguló, y hasta tarde, por el Código de Comercio de 1829- a lo que era (y es) en puridad la relación entre colectivos con intereses encontrados y/o contrapuestos. Solo la práctica de los Comités Paritarios desde 1926 fue poniendo, con sus bases acordadas, algunos ladrillos en lo que sería una lenta conformación de una legislación obrera en nuestro país: los acuerdos legalizados por el sistema corporativo de los Paritarios establecían derechos que poco a poco se iban extendiendo a un mayor número de asalariados.
 El proyecto republicano de Largo Caballero
El gran cambio se produjo en la Segunda República, cuando aquel Ministerio de Trabajo creado (solo) en 1920 asumió con gran voluntad funciones jurisdiccionales en la solución de conflictos laborales, en la presidencia de una (ahora sí) extendida red de Jurados Mixtos y en el desarrollo a todas las localidades de una administración pública con funciones cada vez mayores.
 La Ley de Contrato de Trabajo de noviembre de 1931 marca un antes y un después en todo el proceso de creación de un sistema legal de relaciones laborales en España. La Ley reconocía tanto la subordinación de facto del trabajador en la relación laboral, su desigualdad o la desproporción de la hipotética libertad contractual, como, en el otro lado, el derecho del patrón a organizar la actividad. De lo primero devenía una serie de derechos mínimos e inalienables para el trabajador. Un tercer bloque de legalidad se refería a los procedimientos de negociación colectiva, donde se reconocían tanto las bases de trabajo como los pactos y los contratos colectivos. Ahí se reconocían también las huelgas y los cierres patronales como expresiones de la relación entre partes (aunque desde una perspectiva muy restrictiva y vigilada por el Estado).
 Las bases de trabajo resultaban de la negociación en el marco de los Jurados Mixtos. Conscientes de la falta de legitimidad y extensión de ese marco legal entre todos los sectores obreros, se reconocían también los pactos acordados fuera de ellos e incluso también acuerdos “de eficacia limitada” –los llamaríamos ahora- a los que podían incorporarse después los no firmantes. Todo ello fue creando una jurisprudencia abundante, toda vez que al acuerdo entre partes se sumaban las sentencias futuras de los Jurados cuando un obrero o un patrón individual o en grupo denunciaban algún incumplimiento de lo pactado.
 Las bases de trabajo: más allá del mito
 Durante los años de la Transición española y en los posteriores de democracia, en ocasiones se ha acudido a las bases de trabajo para enfrentar un presunto modelo de acción directa al sistema mediatizado por el Estado de los convenios colectivos que conocemos. Como en casi todo, un acercamiento a la realidad histórica nos lleva a una realidad un tanto más compleja.
 De entrada hay que decir que “bases de trabajo” era el nombre que solían recibir tanto lo que hoy llamaríamos “plataforma reivindicativa” como el resultado de la negociación, lo que llamaríamos finalmente “convenio”. Esto era así antes incluso de la República; era una denominación coloquial y legal, tradicional, aunque encerraba cuestiones diferentes.
Las bases de trabajo, tanto en términos de demanda como de resultado de la negociación, recogían de manera más sintética que nuestros convenios una serie de sentencias básicas que hacían referencia a salario, jornada y, en general, condiciones del trabajo. Conforme se fue especializando la negociación colectiva –legalizada o no, es indiferente el asunto ahora-, las bases se fueran haciendo más extensas en su redacción y más complejas. Las que presentaron los obreros de la construcción sevillana en 1936, por ejemplo, tenían veinticinco puntos y, por detallar, describían incluso los límites del término municipal de la ciudad[2].
Pero, y esto es lo que interesa, las bases eran también el resultado final de la negociación. En este punto hay que decir que el asunto principal de si eran expresión de la acción directa o si contemplaban la intervención de la administración del Estado dependía de la correlación de fuerzas del lugar o sector. Es decir, el resultado final solía ser en todos los casos la “legalización” del acuerdo en forma de bases publicadas por la sección o departamento local correspondiente del Ministerio de Trabajo o, de forma más habitual, por el Jurado Mixto afectado. Esa “legalización” podía ser el resultado de una negociación desarrollada a través del Jurado o podía haberlo sido al margen de él, aunque éste la hacía suya en todos los casos mediante su elevación a acuerdo legal. El asunto es historiográficamente bastante complejo porque, de un lado, la administración del Estado no estaba lo suficientemente rodada en este punto como para publicar todos los acuerdos de trabajo. De hecho, sí que existe un compendio de las bases acordadas dentro de los Jurados Mixtos, pero no es ése el caso cuando el Jurado venía a sancionar lo hecho fuera de él (pactos y contratos colectivos). De otra parte, cuando estudiamos conflictos de trabajo a nivel local no solemos reparar en el procedimiento legal de aplicación del acuerdo final tanto como en el acuerdo mismo y en la peripecia que llevó a él. Pero, a cambio, no cabe duda de que la otra función de los Jurados, la de resolver en su seno las denuncias particulares o colectivas por incumplimiento de lo acordado, fue ampliándose a lo largo de los años republicanos, y de hecho se paralizó esa progresión durante el “bienio negro” de gobierno de la derecha, poco interesada en la legalización e institucionalización de las relaciones laborales.
En definitiva, la acción directa fue tanto el resultado de la determinación de un sindicato de influencia anarquista como era la CNT como la consecuencia obligada de un sistema de relaciones laborales inexistente hasta muy tarde dentro de la legalidad del Estado. Fue éste el que eligió desde el principio –con arreglo a las tradiciones liberales que tanto convenían a los más fuertes, los patronos- el “abstencionismo normativo”. Después, cuando al cabo de los años se fue estableciendo la institucionalización, la intervención del Estado en la relación entre partes, esa nueva realidad presentaba una doble cara. De una parte, es evidente, mejoraban las condiciones de los sectores más débiles: la fijación del derecho en referencia establecida es siempre más benéfica para el más subordinado que su inexistencia, porque aunque limitada o quebrantable, pone límites y coto a la capacidad del más fuerte. Aquello de que “la mejor ley es la que no existe” es algo que no va con los más débiles; puede beneficiar a los más activos, pero solo eso. Basta ver el nulo interés –más bien lo contrario- de los patronos de la época por la extensión de esa legalización e intervención estatal a sectores distintos del industrial, más activo sindicalmente, o del de los trabajadores públicos. Pero, al contrario, también es evidente que la intervención del Estado tiene sus consecuencias. Igual en 1931 que en 1958, con la ley de Contrato de Trabajo republicano o con la de Convenios Colectivos franquista, el objeto era incrementar la producción mediante un estímulo de la productividad obrera y la legalización a cambio del control patronal de la organización del trabajo. Los dos eran procesos de “modernización” productiva. Del mismo modo, incluso en una democracia como la República, el Estado intervenía apoyando a unos, la UGT, en perjuicio de otros, la CNT, como está harto demostrado. Finalmente, todo ello entra dentro de una lógica de predominio del Estado en las relaciones sociales, que encaja bien en las fórmulas socialdemócratas tradicionales. No es casual que el sistema de negociación colectiva y de codificación laboral republicano español estuviera directamente influido por un teórico socialdemócrata alemán, el jurista y economista Hans Potthoff.
Las bases de trabajo, como se ve, han quedado atrapadas en una aureola mítica que tiene que ver básicamente con dos aspectos: lo mucho que se ignora sobre las mismas –basta probar en Google… para no encontrar nada- y lo poco que los historiadores dedicamos a conocer el resultado de las pugnas sociales en el día a día gobernado por la legalidad; y el que solo recordemos o reiteremos los logros asociados a las mismas, pero siempre o casi siempre alcanzados en los previos del alzamiento fascista de julio de 1936, esto es, cuando buena parte de los patronos estaban o arrinconados ante una presión social inédita o, si acaso, preparando su particular respuesta en forma de golpe de Estado.


[1] Es muy recomendable la lectura del estudio preliminar de Antonio Martín Valverde a la compilación legislativa titulada La legislación social en la historia de España. De la revolución liberal a 1936, Madrid, 1987. De hecho, este artículo se apoya en esos comentarios.
[2] A.M. Bernal, M.R. Alarcón y J.L. Gutiérrez, La jornada de seis horas, Sevilla, 2001, pp. 75 y ss.
 
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Esteban Ikeda: frente al cierre, autogestión https://archivo.librepensamiento.org/2009/06/21/esteban-ikeda-frente-al-cierre-autogestion/ https://archivo.librepensamiento.org/2009/06/21/esteban-ikeda-frente-al-cierre-autogestion/#respond Sun, 21 Jun 2009 12:12:31 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3566 Una de las luchas que más ha llamado la atención en los últimos meses ha sido la desarrollada por los compañeros y compañeras de Esteban Ikeda. Destacando tanto por la decisión de encerrarse en la fábrica ante el anuncio de cierre de la empresa, como por la propuesta lanzada desde la Sección Sindical de CGT, defendida ante la empresa, las Administraciones y la opinión pública, como alternativa al cierre: la autogestión de la misma.

 Aunque finalmente se produjo el cierre hemos considerado que los procesos y las luchas no se deben olvidar y que pasados los momentos álgidos del conflicto, es necesario realizar una valoración sosegada de lo acontecido. Por esta razón Libre Pensamiento ha mantenido una charla a fondo con varios miembros de la Sección Sindical de Esteban Ikeda. Conversamos con Manolo Recio, Javier Ramos y Julián García y contamos igualmente con la presencia de José Valls, del Sindicato de Metal del Baix Llobregat.

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LP – ¿Cómo estáis?
SS-EI: Más o menos bien, una vez encajado el golpe del cierre. En este momento, nos dedicamos a la dura experiencia de encontrar trabajo; aunque lógicamente dispersos, el contacto se mantiene entre la afiliación de la Sección y además nos seguimos viendo cuando podemos. Quien más y quien menos se encuentra realizando cursos de formación para la incorporación al mercado laboral y sin perder el contacto con nuestro sindicato.
LP – Ponernos en antecedentes sobre el conflicto en Esteban Ikeda
SS-IE: La empresa actual es el resultado de un largo proceso que comienza con su fundación en 1958 como Industrias Esteban, cuya sede social estaba en Pamplona. En 1986 fue adquirida por el Grupo Aunde que se instaló en el Prat del Llobregat en el año 1989, realizando tareas de montaje y cosido de asientos para la fábrica de Nissan. En el 90 se produce la incorporación de Ikeda Bussan, fundándose Esteban Ikeda que además supuso incorporar la actividad de soldadura. En el año 2000 Johnson Controls adquiere Esteban Ikeda, mediante OPA, y en el 2009 se produce el cierre patronal que acaba con la historia de Esteban Ikeda.
Desde los años 80 el único cliente ha sido Nissan, primero fueron los modelos Patrol y Vanette, después el Serena, el Cargo, el Terrano, el Maverick, y finalmente los modelos Pathfinder y Navara.
LP – ¿Desde cuándo está presente la CGT en la empresa?
SS-EI: La CGT se organiza en torno a 1995, presentándonos a Elecciones Sindicales en la primera oportunidad que tuvimos, variando nuestra representatividad a lo largo de los años dependiendo de los sucesivos conflictos y cambios en la plantilla.
LP – ¿Cuál ha sido la dinámica sindical a lo largo de todos estos años?
SS: Pensamos que la dinámica sindical y laboral en Esteban Ikeda ha sido similar a la del resto de las empresas del Sector. Una guerra constante y progresiva frente a la flexibilidad y los incrementos de la productividad que, según el momento, se agrava en función de las ventas de nuestro único cliente: Nissan. Estas situaciones han provocado diversos “tiras y aflojas”; así como algunos Expedientes de Regulación de Empleo, sin que la CGT haya firmado ninguno.
LP – ¿Ha jugado la CGT algún papel especial o relevante en la dinámica de la empresa?
SS-EI: Nuestra sección ha estado permanentemente activa con su propia voz y en muchas situaciones hemos llevado “la voz cantante” frente a la empresa. Unas veces actuando directamente y otras vinculando al resto de los sindicatos en temas especialmente sensibles para el conjunto de la plantilla.
El momento en que tuvimos mayor representatividad fue entre los años 2002 a 2006, con un 22%, contando con un 40% de los votos en el taller; ostentamos además la presidencia del Comité de Empresa desde 2002 a 2004. Esta representatividad ha ido variando, aunque hemos mantenido el apoyo en el colegio obrero. Sin embargo, en las últimas elecciones nos vimos limitados al 15% de representatividad, al no tener posibilidad de presentar candidatura para administrativos.
LP – ¿Qué situaciones han sido las más complejas, sindicalmente hablando, en estos años?
SS-EI: Hemos centrado nuestro trabajo sindical en los fraudes de ley en la contratación temporal, presentando denuncias y obteniendo varias sentencias de despidos improcedentes. La oposición y reclamaciones de jornada y calendarios laborales ha sido una constante de la actuación sindical, así como las denuncias contra las horas extras, desarrollando una labor a fondo en el terreno de la Salud Laboral, que hemos trabajado en solitario frente a la pasividad del resto de sindicatos.
Hay un trabajo que nos tuvo siempre alerta y valoramos muy positivamente dentro de nuestra acción sindical en la empresa. Realizamos un estudio, a través de una evaluación de tipo técnico y médico, para evitar que las compañeras embarazadas estuviesen en puestos de riesgo. A instancia nuestra propuesta, fruto de esa evaluación, se crearon 3 nuevos puestos de trabajo dedicados a la reutilización y reciclaje de materiales de deshecho que además de ofrecer a las compañeras un puesto de trabajo sin riesgo, supuso para la empresa un ahorro de entre 8 y 9 millones de las antiguas pesetas.
LP – ¿Qué podéis comentar sobre la Negociación Colectiva en la empresa?
 
SS-EI: Nosotros nos encontramos con un Convenio Colectivo propio que a lo largo de los últimos años fue sufriendo diversos recortes y retrocesos, como un incremento paulatino e implacable de las cargas de trabajo y una reducción de los tiempos de descanso por jornada que, lógicamente, eran más horas de curro, sin compensaciones sociales ni económicas. Hubo detalles mezquinos y miserables como el recorte de las 32 a 24 horas anuales disponibles para asuntos médicos, y ello a pesar de que nunca se agotaban estos derechos. El último convenio se firmó finalmente como de eficacia limitada y nosotros hemos mantenido nuestra oposición a él contra viento y marea.
LP – ¿Habéis desarrollado alguna otra actividad o situación que quisierais destacar?
SS: De manera previa al cierre vivido, y quizás como un anticipo de lo que Johnson Controls eran capaz de hacer, el cambio entre el modelo Almera a partir 2001, al modelo Pathfinder a partir de 2004, supuso un cambio importante en la composición de la plantilla. Desde el 2001 al 2004 ésta se había incrementado y estaba consolidada. Como antes decíamos el 2002 fue el momento de mayor representatividad de CGT en la empresa.
En el 2004 la empresa comienza a deshacerse de toda la plantilla ingresada en esos años y, en paralelo, incorpora progresivamente a 110 trabajadores nuevos que entran previa lista a nivel sindical, fundamentalmente por parte de CCOO. La CGT no quiso ser cómplice, se opuso firmemente a los despidos sin participar en las maniobras realizadas en torno las nuevas contrataciones; aunque en algún momento la empresa llegó a insinuarnos tal posibilidad, nosotros no quisimos entrar al juego.
La otra situación “especial” se produjo en el 2003, con el despido del compañero Manolo Recio, en ese momento Presidente del Comité de Empresa, repetido por segunda después de dejar la Presidencia del Comité, cuando, obviamente, era un miembro del Comité elegido por los trabajadores.
LP – No parece muy habitual despedir al Presidente de un Comité de Empresa…
SS: El primer despido fue en el año 2003, escudándose en la contundente reacción de Manolo ante una situación de acoso continuo a una trabajadora afiliada. Lo que parecía haberse resuelto dialogadamente, se transformó a la semana en una situación de despido del Presidente del Comité. Finalmente se zanjó con un acuerdo de suspensión de 60 días.
El segundo despido que fue declarado improcedente, se produjo por una provocación directa a Manolo, por parte de un miembro de CCOO, con el apoyo de varios testigos falsos aportados por la empresa. Sin embargo, la inconsistencia y contradicciones de los testimonios de los testigos, así como la escasa sustentación de la materia del despido concluyó en despido improcedente y readmisión.
LP – Con estos antecedentes, ¿esperabais el cierre de la Empresa?
SS: Visto con perspectiva y fríamente no resulta raro, ya que desde el 2000 Johnson Controls siempre ha mantenido que la plantilla resultaba muy cara y de que su cliente, Nissan, le pedía el abaratamiento del producto. Pero en ese momento, y a pesar de la situación de crisis generalizada del sector, de las sucesivas regulaciones de empleo en Nissan etc., lo cierto es que no nos lo esperábamos, menos teniendo en cuenta que el resto de los sindicatos acababan de firmar un Expediente Temporal de Regulación de Empleo. Tanto CCOO, con 5 delegado, como UGT con 3, USOC con 2 y SITA con 1, afirmaban que se firmaba el expediente temporal para “capear el temporal” y dar tiempo a que Nissan recuperase la normalidad en su producción, y esto lo hacían en Diciembre de 2008, días antes del cierre definitivo que nos pilló a todos fuera de nuestros puestos de trabajo.
LP – ¿Queréis decir que los sindicatos firmantes del Expediente de Regulación de Empleo Temporal desconocían lo que iba a pasar?
SS: Pues por increíble que parezca, si juzgamos sus reacciones en el momento de darse a conocer el cierre patronal, lo cierto es que a los sindicatos firmantes les pilló fuera de juego. Es decir, al menos en el ámbito de la empresa, en sus bases; aunque es imposible saber si las ejecutivas de las Federaciones de CCOO y UGT estaban al cabo de la calle.
LP – Y, sin embargo, el momento parece escogido con premeditación y alevosía.
SS-EI: Efectivamente, el momento no podía haber sido peor para los trabajadores, con una crisis de fondo que mantiene atemorizada a la clase trabajadora y que acalla las situaciones de lucha. En un momento en que las administraciones públicas tampoco son capaces de dar respuesta a las multinacionales y en el que las ejecutivas de CCOO y UGT negocian “el mal menor” para mantener “el control” sobre los puestos de trabajo en las empresas.
Para nosotros mismos ha sido un momento especialmente duro y malo, ya que en nuestra Comarca estábamos enfrentándonos a varios ERE´s, despidos individuales y amenazas de cierre, todo a la vez.
LP – ¿Cómo se produce la comunicación del cierre patronal?
SS-EI: El 20 de Enero la empresa entrega una escueta carta en que se comunica el cese de la actividad y el cierre definitivo, acogiéndose al proceso concursal, la quiebra. La excusa es la situación de crisis de Nissan y la falta de viabilidad de la empresa ante la falta de concreción de la productividad prevista por Nissan, ya que no existe ningún compromiso para el año próximo. Supuestamente Nissan no está interesada en renovar el contrato para el próximo modelo que ha de empezar a un año vista.
Todo esto sin aclarar cómo va a mantener la Nissan la producción que necesita para abastecer a sus cadenas de producción que siguen funcionando, y remitiendo al Comité de Empresa y a los sindicatos al proceso concursal de quiebra sin facilitar documentación alguna.
LP – ¿Cuál fue la reacción por parte de los sindicatos y el Comité?
SS: En un primer momento el rechazo al cierre patronal fue unánime, parecía que la respuesta y la reacción sería contundente, pero la actuación del Comité y de los otros sindicatos fue muy tibia a lo largo del proceso, aceptando la lógica patronal y la negociación sobre los puestos de trabajo.
La primera reacción del Comité, dirigirnos a la puerta de la fábrica e intentar entrar para impedir el vaciado de las instalaciones, fue frenada por los vigilantes jurados que impedían la entrada. No obstante, allí nos fuimos concentrando la mayoría de las trabajadoras y trabajadores. Inmediatamente el Comité organizó un campamento frente a la puerta de la factoría para mantener una vigilancia permanente de lo que entraba y salía.
CGT decidió entrar en la fábrica como fuese para ejercer nuestros derechos e impedir con nuestra presencia física cualquier maniobra de desmantelamiento de la empresa. Después de horas de forcejeo y varios intentos, conseguimos entrar y mantener el encierro, día y noche, a lo largo de las semanas que duró el conflicto, sin que el resto de sindicatos mostrara ningún interés en acompañarnos.
LP – No obstante, se mantuvo una actuación unitaria con el Comité de Empresa
SS: Es verdad que como Comité se ha mantenido un discurso contra el cierre y se han convocado movilizaciones a lo largo de las semanas, algunas con bastante eco en los medios, pero no es menos cierto que cada organización sindical ha mantenido su propia estrategia y sus propios objetivos.
Tanto UGT como CCOO han negociado desde sus ejecutivas del Metal, con muy poca intervención, por no decir ninguna, de los delegados de fábrica. Aceptando en todo momento la desaparición de Esteban Ikeda y el traslado de la producción al interior de la factoría de Nissan.
CGT, por el contrario, ha defendido la viabilidad de la empresa y ha participado en cuantas reuniones ha podido, siendo consciente de nuestra exclusión de muchas otras. Nuestro convencimiento de la viabilidad de la empresa y los puestos de trabajo ha sido peleado hasta el final, realizando cuantas acciones han sido posibles en consonancia con nuestras posibilidades.
 LP – Al menos fue posible el entendimiento con los delegados de fábrica de los otros sindicatos…
SS: Podemos decir que se mantienen unas relaciones razonables a nivel público, pero mientras los otros sindicatos mantenían un campamento de vigilancia al otro lado de la carretera, la afiliación y los delegados de la CGT hemos mantenido un encierro en solitario dentro de la factoría.
Otra cosa que nos ha separado y diferenciado es que nosotros acudíamos a las Asambleas unitarias a contar todo lo que sabíamos y queríamos hacer, mientras CCOO, UGT y USOC utilizaban las Asambleas unitarias para hacer discursos y, luego, convocaban Asambleas conjuntas para sus afiliados en los locales de sus Federaciones, alejados del centro de trabajo para maniobrar a su antojo.
También, y de manera más o menos encubierta, ha habido cierta guerra sucia por parte de los otros sindicatos, lanzando rumores e intentando desprestigiarnos personalmente.
LP – ¿Cómo habéis trabajado sindicalmente en las semanas de encierro?
SS: Hemos mantenido nuestro centro de operaciones en la fábrica y las Asambleas de trabajadores convocadas a la puerta. Desde ahí hemos lanzado nuestras propuestas. También hemos contando con el apoyo de CGT, fundamentalmente del Baix Llobregat, pero también de otros compañeros y compañeras de la organización. También hemos contado con el apoyo informativo de trabajadores afiliados a otros sindicatos que, sin atreverse a dar el paso definitivo de la afiliación, nos han mantenido informados, ayudándonos a neutralizar algunas de las maniobras puestas en marcha por parte de las ejecutivas de CCOO y UGT.
LP – Cuándo habláis de maniobras, ¿a qué os referís?
SS: Por ejemplo a un primer intento de acuerdo que las ejecutivas de CCOO, UGT y USOC intentaron vender a su afiliación y que finalmente no cuajó, ya que conseguimos posicionar a la mayoría de la plantilla en contra y que votasen NO, neutralizando el cierre ya pactado por las ejecutivas. Todo ello frenado por CGT como único sindicato opuesto al cierre, a pesar de los intentos de la empresa de tentarnos con algún que otro arreglo parcial.
LP – ¿Habláis de salidas o beneficios personales?
SS: Evidentemente nosotros siempre hemos defendido que el cierre era en realidad una deslocalización y la empresa estaba dispuesta a “localizarnos” perfectamente a quienes actuábamos como portavoces del sindicato para zanjar de una vez la cuestión del cierre. Por supuesto no entramos a su juego.
LP – ¿Queréis decir que los representantes de los demás sindicatos han obtenido ventajas personales?
SS: No lo podemos afirmar, hay que tener en cuenta que tanto CCOO como UGT las prebendas las gestionan como sindicatos, controlando despidos y contrataciones, es decir, ejerciendo su “poder” de la manera que más les interesa en cada momento.
LP – Lo más llamativo, quizás, ha sido la propuesta de autogestionar la empresa como solución al cierre empresarial. Para nosotros las razones están claras, pero, ¿cómo se argumentó?
SS-EI: Básicamente nos hemos dedicado a desmontar el discurso de la empresa, cuestionando el cierre y ofreciendo alternativas. Cuestionamos el falso discurso de la empresa, argumentando que Nissan seguía necesitando los asientos que fabricábamos. Por eso era una deslocalización y no un cierre, la producción se quitaba a Esteban Ikeda para trasladarla a otra empresa proveedora con contratos más baratos y plantilla más desprotegida. Así se abaratan costes, cargándolos en las espaldas de los trabajadores, y se incrementan los beneficios empresariales.
Además, dado el alto conocimiento y especialización de la plantilla en el producto que fabricábamos, éramos plenamente conscientes de nuestra capacidad de mantener sin necesidad de intermediarios la producción. Ambos aspectos nos conducían a la propuesta de autogestionar la fábrica. Ésta ha sido nuestra propuesta y la hemos defendido en todos los espacios donde hemos ido.
En paralelo a todo ello, hemos estado presentes en las movilizaciones convocadas por el Comité y hemos realizado otras en solitario, como “la mani” del 28 de enero en el Prat. En esta manifestación participaron, junto a los trabajadores y trabajadoras afectadas, compañeros y compañeras de las Federaciones Locales del Baix Llobregat, de Barcelona, del Garraf, de Sallent y Mollet, así como el compañero Ángel Luis, Secretario de Acción Sindical de la CGT.
LP – ¿Conocéis otros casos dónde se haya buscado, como alternativa al cierre, la propuesta de autogestión?
 Por aquí, en nuestro territorio, en el Baix Llobregat y en comarcas cercanas sabemos que ante varias amenazas de ERE, la propuesta se ha hecho por parte de CGT en Funosa (Igualada), aunque finalmente los sucesivos ERE´s se han ido echando atrás y desconocemos cómo irán las cosas en el futuro. También se valoró la posibilidad durante el conflicto de SAS Abrera, aunque la situación era mucho más difícil dadas las circunstancias del Conflicto.
 LP – ¿Cómo se realizó la propuesta?
SS: Resulta fácil de entender que una empresa con tecnología moderna y actividad futura garantizada es viable y, por tanto, puede ser gestionada por los currantes.
Nos hemos remitido a los propios textos legales para evitar cualquier oposición frontal. Nos fundamos en los artículos 35 y 129 de la Constitución Española y, sobre todo en el sentido común, que puede ser el menos común de los sentidos, pero que es el que mejor entiende la clase trabajadora. Una argumentación simple da mejor cobertura a una gran verdad: nuestro derecho como trabajadores a apropiarnos y gestionar los medios de producción cuando se cuestiona nuestro único medio de vida y el derecho al trabajo.
LP- ¿Y ante la Generalitat de Catalunya? ¿Entendieron esa lógica?
Las administraciones siempre han apostado por inyectar dinero o dar muchas facilidades a las grandes empresas con el argumento de que son las creadoras de empleo y de riqueza. Esta teoría esta muy lejos de la realidad, ya que las empresas que no obtienen los beneficios que han previsto o tienen perdidas un año, inmediatamente se olvidan de todas las ganancias obtenidas en años anteriores y chantajean a los organismos públicos bajo la amenaza del cierre o de la deslocalización, siempre con la finalidad de obtener mas dinero publico o unas condiciones de producción que les vuelva a una situación de grandes beneficios, que suele ser a costa de precarizar los puestos de trabajo.
En la sección sindical de CGT en Esteban Ikeda sabemos que quienes estamos más interesados en mantener el empleo somos los trabajadores, nuestro interés no son la obtención de grandes beneficios, sino el tener unas condiciones de trabajo y un salario dignos, por lo tanto propusimos a la Generalitat que su política de mantenimiento de empleo, fuera la de apoyar que los trabajadores pudiéramos continuar la producción de forma autogestionaria.
Para nosotros el interés de los trabajadores y de la administración debe de ser el mantenimiento del empleo y la aplicación del los artículos 35 de la Constitución en su apartado 1, que dice: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, ………”, y del Artículo 129 en su apartado 2 dice: “……….También establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción”.
Hay que aplicar soluciones que hasta ahora no se han planteado, por lo dificultoso que puede ser para algunos entender que una fabrica sea gestionado por los trabajadores, sin tener ningún empresario.
LP – ¿Consultasteis vuestra propuesta con economistas, técnicos, juristas?
SS-EI: Teníamos contactos y personas dispuestas a ayudarnos, de hecho la Federación de Metal de Catalunya nos propuso alguna persona  pero finalmente, por desgracia, no fue necesario. Lo que sí hemos realizado ha sido nuestra propia valoración sobre las posibilidades de llegar a poner en marcha un proceso de autogestión. Nosotros partíamos de un análisis a fondo de la viabilidad de la propuesta realizada por la Sección Sindical, dado el conocimiento que teníamos de la realidad de la empresa.
LP – ¿Cómo hicisteis esa valoración?
SS: Como decíamos antes conocemos bien lo que fabricamos y la estructura organizativa de la fábrica, así como las posibilidades de colocar el producto. En principio, los aspectos más relevantes que aconsejaban el camino de la autogestión eran los activos de la empresa: la propia nave y, sobre todo, las instalaciones dotadas de tecnología punta. También es de destacar el nivel de formación de los trabajadores en relación a la producción a realizar, así como la evidente posibilidad de diversificar la clientela, participando en más concursos para tener nuevos clientes y no depender del hasta hora único: Nissan. Además, sabíamos que contábamos con el apoyo de toda la CGT y también con el hecho de que la empresa no tenía deudas pendientes.
En los aspectos negativos habría que incluir el haber trabajado siempre para un solo cliente, el no apoyo de la administración ni del comité de empresa; igualmente le momento era malo por la crisis y además el hecho de que se ha instalado en la mayoría de la gente una mentalidad muy individualista.
Una vez analizados pros y contras, vimos que pesaban más los argumentos favorables y que además se trata de una propuesta que nos creemos totalmente.
LP – ¿Compartiréis entonces lo acordado en el último Congreso de la CGT en lo referente a la Autogestión?
SS: Por supuesto, es una opción que siempre hemos reivindicado y defendido. Nos alegramos mucho de que la organización se lo plantee como algo realizable a corto plazo. Nuestro sindicato participó en los debates previos y en la Comisión de Ponencia y estaremos encantados de que pronto podamos tener alguna situación en que se haga posible demostrar que es la mejor opción para los trabajadores y trabajadoras.
LP – Retomando el proceso de cierre, ¿qué valoración hacéis del acuerdo final?
SS_EI: Como os decíamos antes, hubo un primer intento de acuerdo que conseguimos echar atrás, a pesar de que ya lo tenía cocinado la empresa con CCOO, UGT, USOC. Finalmente después de un mes, en el que los miedos y las incertidumbres fueron haciendo mella en el ánimo de las compañeras y compañeros, se plantea un nuevo documento de compensación económica por el abandono de los puestos de trabajo. La indemnización se concreta en 28 días por año trabajado, con tope de 15 mensualidades y una indemnización mayor pactada, en forma de prima, por sacar un pico de producción pendiente para cerrar el contrato con Nissan.
En el acuerdo participa directamente Nissan, aportando 5,5 millones de euros, y convirtiéndose de hecho en la liquidadora de la empresa: indemnización a los trabajadores por la última carga de trabajo, adquisición de las instalaciones para la cadena de producción; así como un compromiso de realizar las gestiones para la mejor venta de los otros activos, fundamentalmente la nave. Finalmente los trabajadores, una vez realizadas las tareas pendientes para Nissan y completados los términos del acuerdo, hemos percibido una indemnización cercana a los 50 días por año trabajado.
Creemos que el acuerdo es muy malo y así lo defendimos ante la plantilla. No obstante, la votación lo ratificó. De una plantilla de 263 trabajadores, 195 votaron sí, 30 votaron no, 9 votaron en blanco y los demás no votaron. Lógicamente esta ratificación al cierre nos rompió cualquier posibilidad de seguir adelante con nuestra alternativa.
El acuerdo evidencia hasta dónde Nissan ha dirigido todo lo ocurrido en Esteban Ikeda. Reseñar que Nissan se convierte en la empresa liquidadora y los sindicatos en los gestores del dinero para indemnizar a los trabajadores
Tal y como hemos mantenido en todo momento se trata de una gran operación de deslocalización, en la que Nissan se queda parte de los activos, el utillaje, las líneas de montaje y la propiedad de las patentes para trasladar la producción unos metros más allá, al otro lado de la carretera, pero en el interior de su factoría para que lo gestione un tercero. Finalmente ha sido Magna la empresa adjudicataria de la nueva producción.
LP – ¿Ya está funcionando la nueva empresa?
SS: En la actualidad Magna está gestionando la producción para 140 coches diarios con una plantilla de 75 trabajadores, una parte de la cual pertenecía a Esteban Ikeda, currando en turnos de 12 horas diarias y con unos salarios inferiores a los que percibíamos en nuestra empresa. Es decir, la producción que nosotros realizábamos y con la misma línea de montaje, ahora se hace dentro de la factoría Nissan, se cambia el intermediario y se abaratan costes. Además la perspectiva es ir incrementando la producción en la medida que se recupere el mercado del auto, manteniendo ese tipo de jornadas y salarios, esa mayor explotación de la mano de obra.
LP – ¿Es cierto que una parte de la indemnización se vinculaba a la realización y entrega de una producción final? ¿Cómo se hizo?
SS: Se trataba de sacar 2.250 asientos y 1.000 estructuras de asientos, trabajando dos semanas directamente para el cliente, sin los mandos de Johnson Controls. Recibiendo directamente las órdenes de trabajo y coordinando las incidencias de la producción en reuniones diarias entre Nissan y el Comité de Empresa.
No podemos decir que se haya tratado de un proceso de autogestión pero si podemos decir que durante dos semanas hemos trabajado sin la jerarquía de la Empresa, demostrando así que los trabajadores y trabajadoras no necesitamos de las direcciones para saber realizar bien nuestro trabajo.
LP – ¿Hacéis una valoración positiva de estas dos últimas semana de cierre de la producción?
SS: Pensamos que es un proceso negativo en el contexto de un mal acuerdo que representa el fin de nuestros puestos de trabajo. Ahora bien, lo consideramos positivo como experiencia, en la medida que nos ha permitido trabajar sin depender de ninguna jefatura.
Los delegados de CGT, a diferencia de los delegados del resto de sindicatos, además de participar en las reuniones diarias de coordinación con Nissan, hemos acudido cada día a nuestro puesto de trabajo, participando como uno más del tajo.
También nos ha servido para mantener las últimas conversaciones dentro de la fábrica con la afiliación y con el resto de la plantilla, y para demostrar la viabilidad de la propuesta que defendíamos de autogestionar la fábrica, que algunos, cuando se vieron trabajando sin los jefes, se empezaron a creer.
LP – Concluido el cierre de la empresa y analizando lo acontecido con cierta distancia, ¿cómo veis ahora el papel jugado por los diferentes protagonistas del proceso?
SS: Del Comité poco que decir, no ha estado a la altura de las circunstancias, ha aceptado el cierre y se ha dejado guiar ciegamente por sus ejecutivas.
Sobre la Administración, en especial sobre la Conselleria de Traball de la Generalitat, con la que hemos mantenido varias reuniones, en nuestra opinión, se han lavado las manos para contentar a las multinacionales. Su claro objetivo era salvar un determinado número de puestos de trabajo y lo dan por cumplido, sin importarles que el precio sean las condiciones laborales con las que Magna sacará adelante la producción. En ningún momento se han planteado apretar las clavijas a Nissan y el acuerdo suscrito por la parte sindical es la coartada perfecta para su gestión. Sobre la autogestión no se llegaron a pronunciar en ningún momento y creemos, sinceramente, que para nada la tomaron en consideración.
Un eco positivo hemos encontrado en los medios de comunicación que, generalmente, han recogido nuestra visión y propuestas, contribuyendo a una buena percepción de las mismas por parte de la opinión pública.
LP – ¿Cómo han evolucionado las relaciones con las trabajadoras y trabajadores en general, y con la afiliación en particular?
 SS: Pensamos que la valoración de los trabajadores y trabajadoras es positiva. Los sindicatos firmantes han estado jugando todo el tiempo a la desmovilización y, al final, lo han conseguido. Sin embargo, hemos logrado que la mayoría de la plantilla tenga una buena opinión de nuestra organización y de nuestra forma de entender la lucha. De hecho, a lo largo de todo el proceso nos han ido buscando y acercándose, aunque no hemos podido concretar esa confianza en un mayor compromiso, como sería la afiliación. Estamos convencidos que en el futuro habrá gente que se irá sumando a la CGT.
La afiliación ha estado a la altura de la situación que hemos vivido, ayudándonos a las personas más implicadas para mantener la ocupación de la fábrica, día y noche y en todos los turnos, participando en las tareas que ha habido que ir desarrollando. Nuestras cifras son evidentes: tuvimos 56 votos en las últimas, nos manteníamos 45 personas no adheridas al Convenio de eficacia limitada, y somos 31 afiliados. En la votación del referéndum final 30 votos negativos al acuerdo y un puñado de abstenciones.
Consideramos que conformábamos una Sección Sindical consolidada y creíble entre los trabajadores. De hecho todos seguimos afiliados y la mayoría en contacto más o menos permanente.
LP – ¿Os habéis sentido suficientemente respaldados por la CGT?
SS: Si. Nada es perfecto, pero hemos tenido un apoyo muy claro y algunos apoyos recibidos nos han llenado de satisfacción. Hemos contado con el apoyo absoluto del Baix Llobregat y de otros compañeros y compañeras, tanto para la comunicación con la prensa, como para la manifestación del Prat o las reuniones mantenidas con la Generalitat. El Secretario General de la CGT acudió a la fábrica durante el encierro y son muchos “compas” los que nos han mostrado su solidaridad.
Por profundizar un poco en nuestra actuación, quizás hubiera sido deseable una mayor coordinación con la Sección Sindical de Nissan, pero también entendemos que están inmersos en otro proceso de destrucción de puestos de trabajo y tampoco tienen demasiados medios sindicales para estar a todo. Quizás también habría que haber hecho algo más respecto a Johnson Controls que esta presente en más de 20 provincias.
LP – ¿Quiénes salen beneficiados con el cierre de Esteban Ikeda?
SS-EI: Las trabajadoras y trabajadores no, desde luego. Pero si hay claros beneficiarios.
Nissan, que ha conseguido abaratar los costes de su proveedor a costa de un empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores, lo que les generará un mayor margen de beneficios para la puesta en marcha de nuevos modelos a un año vista.

  • Johnson Controls, que consolida su alianza con la Nissan, de la que es su primer proveedor a nivel mundial, obteniendo el doble del coste de las indemnizaciones con la venta de la nave y los activos industriales.
  • La Generalitat de Catalunya que vende su imagen de Administración dialogante y eficaz en la resolución de conflictos laborales.
  • Los administradores concursales, que han recibido su parte del botín.
  • Los sindicatos firmantes, que se garantizan su papel de mediadores de las relaciones laborales y que utilizan a los trabajadores como moneda de cambio en su doble papel de gestores de conflictos y de oficinas de colocación. Eso sin contar con los ingresos por gestión de la resolución de conflictos
  • Fruit CMR, que finalmente adquiere la nave por la mitad de precio de mercado.
  • Magna, que ahora se ha convertido en proveedora de Nissan, explotando la antigua cadena de producción de Esteban Ikeda.

Seguramente se nos olvidará alguien, pero no son moco de pavo los beneficiarios de nuestra derrota y de la pérdida de nuestros puestos de trabajo en Esteban Ikeda.
LP – Repensando vuestra acción sindical en Esteban Ikeda como Sección Sindical de CGT en los últimos años, ¿cambiarías vuestra actuación pensando que se podía hacer de otra manera?
SS-EI: La verdad es que no le hemos dado muchas vueltas por que estamos bastante satisfechos de nuestra actuación. Pensando en esos momentos más cruciales, tendríamos que referirnos al cambio de plantilla que se produjo en el 2003, cuando denunciamos los contratos en fraude de Ley y nos negamos a participar en las listas sindicales para las nuevas contrataciones. Tendríamos también que analizar los sucesivos ERE´s que no firmamos, incluyendo el último expediente de regulación temporal, vigente en el momento del cierre y que sólo sirvió para tener la fábrica vacía y a la plantilla despistada. También nos sentimos satisfechos de nuestro trabajo de oposición al Convenio de eficacia limitada, que por supuesto no firmamos, por contener graves retrocesos para los derechos de los trabajadores, especialmente en los temas de jornada; y de las denuncias realizadas contra las horas extras.
Por último, tendríamos que pensar en nuestra negativa de aceptar compensaciones personales por incluir a la CGT en el rebaño sindical de los firmantes del acuerdo de cierre de la empresa.
Pensando en todo ello, sinceramente, creemos que hemos actuado correcta y honradamente. Por tanto, no tenemos nada que replantearnos sobre nuestra actuación ni en el terreno sindical, ni en el personal. Con los años quizás alguien piense qué hubiera pasado si hubiésemos aplicado tal o cual estrategia, pero poco margen nos ha dejado la situación para cualquier otra cosa.
LP – Antes de despedirnos, darnos una última valoración.
SS-EI: Una valoración que es también un convencimiento que ni la Administración ni los sindicatos burocráticos cumplen el más mínimo papel en garantizar los puestos de trabajo. Se ha precarizado el empleo y se ha hecho negocio a costa de familias trabajadoras. La única solución es que la CGT consiga implantarse con sus alternativas para poder cambiar las cosas.
También deciros que, como militantes de CGT, estamos convencidos del trabajo realizado y, a pesar de todo, tenemos el orgullo de pensar que hemos hecho lo que teníamos que hacer. Salud.

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Los nuevos códigos de la dominación y de las luchas https://archivo.librepensamiento.org/2009/06/21/los-nuevos-codigos-de-la-dominacion-y-de-las-luchas/ https://archivo.librepensamiento.org/2009/06/21/los-nuevos-codigos-de-la-dominacion-y-de-las-luchas/#respond Sun, 21 Jun 2009 08:56:47 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3569 Tomás Ibáñez

1-. Tiempos de desconcierto.

Hubo un tiempo en donde las cosas parecían estar bastante claras en esta pequeñísima parte del mundo a la que me voy a ceñir aquí y que entonces se llamaba “las sociedades industrializadas”. El rostro y las armas del enemigo se discernían con cierta nitidez y el camino para intentar vencerlo parecía estar dibujado con trazos firmes. De huelga en huelga, de enfrentamiento en enfrentamiento, de experiencia educativa en experiencia educativa, se pugnaba con ahínco por ampliar cada vez más la parte de la clase trabajadora decidida a luchar contra la explotación, y dispuesta a poner el cuerpo, todo su cuerpo, para derrotar finalmente al enemigo y alcanzar la ansiada emancipación social.

Hoy, sin embargo, no podemos disimular cierta perplejidad frente a la pregunta sobre lo que convendría hacer para torcer el rumbo cada vez más preocupante que siguen nuestras sociedades, y, por decirlo sin eufemismos, nuestra situación es, desde hace ya demasiado tiempo, la de un enorme desconcierto. Nuestros antiguos referentes nos resultan de poca ayuda para orientarnos en unos cambios cuya creciente aceleración ni siquiera nos deja el tiempo suficiente para intentar descifrarlos y para procurar entenderlos.

Es obvio que el capitalismo sigue en pie, que la explotación permanece plenamente vigente, y que las luchas en el ámbito laboral siguen siendo cruciales. Sin embargo, es tanto lo que ha cambiado en las formas y en los procedimientos del capitalismo, en las modalidades de la explotación y, sobre todo en las formas de la dominación, que nos cuesta trabajo situarnos en el nuevo panorama y encontrar puntos de anclaje seguros y firmes desde donde impulsar las luchas. Alcanzamos fácilmente a ver que el trabajo productivo ya no reviste la centralidad que fue la suya, y que, para buena parte de la población, el espacio de la producción ya no constituye, directa o indirectamente, el principal organizador de su tiempo diario y de su vida cotidiana. Sin embargo nos resulta bastante más difícil vislumbrar lo que se ha instalado en esa centralidad y definir lo que dirige hoy nuestro modo de vida.

La diversidad de los adjetivos con los que se califica nuestro tipo de sociedad refleja su complejidad: sociedad del conocimiento, sociedad del consumo, sociedad-red, sociedad de la comunicación, sociedad de la imagen, sociedad del espectáculo, sociedad liquida, sociedad del riesgo, aún se podrían añadir algunos más sin tener que enfrentarnos al dilema de elegir entre ellos porque resulta que nuestra sociedad presenta todas esas características simultáneamente. Esta configuración polifacética hace que  no resulte nada fácil acceder a la inteligencia de las dinámicas que conforman nuestro presente, pero la dificultad se acrecienta aún más debido a la extraordinaria rapidez con la cual acontecen y se suceden los cambios. La aceleración de la velocidad y de los ritmos, en todos los ámbitos, suscita el sentimiento de que todo fluye a un ritmo vertiginoso, fomentando al mismo tiempo la sensación de que nos encontramos inmersos en un mundo lleno de inseguridad en cuanto al presente  y de incertidumbre acerca de un futuro que se proyecta sobre horizontes movedizos.

Sin embargo, si bien es cierto que el esfuerzo por descifrar la sociedad nos confronta hoy a la complejidad de tener que apresar lo movedizo, también es verdad que, en este panorama, fluido, inestable, velozmente cambiante, y cargado de incertidumbres, hay algo que permanece invariante y constante. En efecto, resulta que, tanto hoy como ayer, no se puede ejercer el poder sin engendrar resistencias, porque de lo contrario ya no sería propiamente un ejercicio de poder sino un simple mecanismo de determinación causal.

2-. La potencia formativa que tienen las luchas

Esa peculiar relación entre el ejercicio del poder y la producción de resistencias explica que tanto los movimientos sociales antagonistas, como las ideologías políticas que vehiculan, y los imaginarios que los nutren, siempre se hayan fraguado en el seno y en el propio transcurso de las luchas contra los sistemas de dominación. Son esas luchas las que los conforman, y es de esas luchas de donde reciben sus señas de identidad. En un movedizo escenario de continuado y acelerado cambio, esta es una de las constantes que no parecen verse alteradas por el paso del tiempo.

Las consecuencias son obvias, si es cierto que las luchas no nacen espontáneamente en el vacío, sino que siempre vienen suscitadas y definidas por aquello contra lo cual se constituyen, entonces son las nuevas formas de dominación aparecidas en nuestra sociedad, las que provocan las resistencias actuales y las que les dan su forma. Dicho de otra manera, los movimientos antagonistas no se inventan a sí mismos, ni crean aquello a lo cual se oponen y contra lo cual se constituyen, tan solo inventan las formas de oponerse a esas realidades. Así, en la época de la industrialización, el dispositivo de la explotación y de la dominación disciplinar suscitó la creación del movimiento obrero como forma de respuesta antagónica, y este mantuvo su fuerza mientras la dominación se centró principalmente en el mundo del trabajo.

Hasta hace unas décadas eran principalmente las condiciones en las que se desarrollaba la explotación las que disparaban y armaban las resistencias. Hoy estas condiciones siguen generando luchas importantes, pero la dominación se ha diversificado aún más que antaño y ha proliferado por fuera del ámbito del trabajo productivo, restando fuerza al movimiento obrero. Actualmente ya no se trata solo de extraer plusvalía de la fuerza de trabajo, son todas las actividades que el trabajador lleva a cabo fuera de su puesto de trabajo las que producen beneficios en una proporción y extensión desconocidas hasta hoy. Sus ahorros, su ocio, su salud, su vivienda, la educación, los cuidados etc. producen unos dividendos que, si siempre fueron sustanciales, se han convertido hoy en codiciadas fuentes de negocio. No puede extrañarnos que la politización arranque cada vez con mayor frecuencia de la experiencia de la mercantilización y del control de nuestra vida cotidiana. De estas, y de otras formas de dominación que veremos más adelante, brotan algunas de las subjetividades antagonistas y radicales del presente.

3-. La producción de subjetividades

Lejos de limitarse a oprimir, a reprimir, y a doblegar los seres humanos, los dispositivos y las prácticas de dominación siempre constituyen, además, determinados modos de subjetivación de las personas. Sus efectos consisten en moldear la vida cotidiana, pautar sus modalidades, constituir la forma de ser, de sentir, de desear, de pensar, de relacionarse entre sí, de las personas, y configurar sus imaginarios. Se trata de producir subjetividades que estén en perfecta sintonía con las formas de dominación que las crean, y de producir sentido para hacer ver las cosas de determinada manera y para conseguir que se acepten sin que sea necesario el uso continuado de la coerción.

Por supuesto, no es que exista, en algún lugar, un proyecto concienzudamente perfilado acerca del tipo de subjetividades que se requieren, y de las formas de dominación más idóneas para construirlas. No, primero se van configurando unas formas de dominación y son estas las que van engendrando, a través de su propio ejercicio, las correspondientes subjetividades. Los procesos que dan origen a las diversas formas de dominación son múltiples e indagarlos sobrepasaría con mucho el tema de este escrito, pero aprovecho para señalar de paso el papel que desempeñan los desarrollos tecnológicos en algunos de estos procesos.

En efecto, vivimos en una sociedad donde son, en buena medida, los objetos socio-técnicos, en constante proceso de innovación, los que configuran cada vez más nuestros propios objetivos en función de las posibilidades que crean y que nos brindan. Los medios técnicos efectivamente disponibles determinan de forma creciente los fines que vamos a perseguir, y dictan la racionalidad de muchos de los procesos en los que participamos. Es así como, por ejemplo, las posibilidades que crean y que ofrecen Internet y los teléfonos móviles construyen nuevas socialidades y fomentan nuevas modalidades relacionales. Entre estas modalidades, las redes sociales no solo remodelan la privacidad y reconfiguran la relación entre lo público y lo privado, sino que contribuyen, entre otras cosas, a redefinir los propios lazos comunitarios.

4-. Los nuevos rostros de la dominación

No se requiere gran perspicacia para ver que estamos plenamente inmersos en una sociedad del control donde la Visa, el Móvil, Internet, las Cuentas Bancarias, las Videocámaras y los Satélites de Observación y de Comunicación, conjugan sus bondades para formar un dispositivo que garantiza nuestra permanente localización, nuestra constante visibilidad, y en el que dejamos una infinidad de rastros indelebles. Por no mencionar esas proliferantes micro-reglamentaciones que tejen su tupida tela de araña por todos los entresijos del espacio social, saturando nuestra vida con una multitud de obligaciones ínfimas y sus correspondientes catálogos de infracciones. Paralelamente a estos evidentes mecanismos de control muchos otros dispositivos se potencian mutuamente para apresarnos y para conformarnos de distintas maneras, a cual más insidiosa, más sutil y más eficaz.

Por ejemplo, la omnipresencia de la lógica del mercado tiene sobre nuestras vidas unos efectos tan devastadores como puedan tenerlos los mecanismos de control más sofisticados. En efecto, la mercantilización coloniza la totalidad del espacio social y penetra todo el campo de la vida, desde las relaciones personales, la salud, el cuerpo, los cuidados, la afectividad, la identidad, hasta la vida psíquica. El Dios Abaco lo infiltra todo y obliga a pensarlo en puros términos contables. Atrapados en un consumismo desenfrenado no solo nos vemos conminados permanentemente a ejercer nuestra libertad de elegir entre unas ofertas más o menos clónicas, sino que, como muy bien lo explica Zygmunt Bauman, tenemos que constituirnos a nosotros mismos como un objeto más que compite con otros para ser consumido en el omnipresente mercado que nos envuelve. Paroxismo de la lógica consumista: solo podemos ser competitivos en tanto que objetos de consumo si consumimos afanosamente aquello que nos torna más atractivos.

Paralelamente al desarrollo de la mercantilización vemos como va avanzando rápidamente un invasivo bio-poder que aúna en un mismo dispositivo la intervención generalizada sobre la vida y la pormenorizada gestión de las poblaciones. En efecto, el bio-poder toma la vida como objeto directo de su ejercicio, gestionándola, controlándola, potenciándola, transformándola, a la vez que regula, modula y utiliza las la salud, la demografía, o los hábitos colectivos de las poblaciones.

La mercantilización y el bio-poder se acomodan perfectamente a una sociedad-red donde la incitación a una conexión permanente, (conéctate, o muere socialmente) perfila nuevos mecanismos de dominación. En la sociedad-red la mayor horizontalidad y flexibilidad de las cadenas de mando configuran unas relaciones laborales donde se movilizan todos los recursos de las personas, afectivos, cognitivos, relacionales, habilidades sociales, y donde se disuelven las fronteras entre ocio y trabajo, o entre lo privado y lo público, en un contexto marcado por la brusca aceleración de un proceso de Globalización iniciado hace siglos, aunque con otro alcance, con otro ritmo y con otras modalidades que las que permiten hoy las nuevas tecnologías de la información y la creciente velocidad de los transportes.

Sabemos que la Globalización uniformiza y homogeneíza, a la vez que acentúa ciertas desigualdades, pero también hace emerger particularidades y multiplicidades que conviene gestionar y rentabilizar en términos tanto económicos como de poder. Hoy, las tecnologías permiten gestionar la multiplicidad, y resulta que fomentarla produce beneficios, como, por ejemplo, cuando se personalizan los productos combinando variaciones secundarias. La diversidad se manifiesta también en un tejido social donde la convivencia entre culturas distintas, o entre estilos de vida dispares, representa una fuente de ingresos más que un problema. La clásica presión normalizadora hacia la homogeneización coexiste con unas normas que no uniformizan sino que producen diferencias y que individualizan. Se trata de promover las diferencias y la diversidad, de gestionarlas y, por supuesto, de domesticarlas para que sean plenamente compatibles con las Leyes del Mercado y con el Estado de Derecho liberal.

El acelerado ritmo que se ha impuesto al cambio marca unas condiciones sociales en las cuales todo envejece con creciente velocidad, y donde la rapidez en devenir obsoletas ha pasado, paradójicamente, a ser una ventaja para dar mayor salida a las mercancías. Como muy bien lo explica Bauman, las personas también deben acoplarse a esos ritmos, manifestando una permanente disponibilidad al cambio, una capacidad de moverse a la menor señal, sin ataduras a largo plazo. Los contratos son friables, los compromisos efímeros, los proyectos se establecen a muy corto plazo y se suceden con rapidez, las identidades devienen flexibles y se abren rutas para el nomadismo identitario. En efecto, las perspectivas de la migración entre profesiones, por una parte, y entre lugares de trabajo, por otra, alimentan un imaginario donde la estabilidad de las identidades, y, especialmente, de las identidades configuradas en base a la profesión, deja de tener sentido. Hoy, la fluidez generalizada deviene consigna y se trata menos de desarrollar dispositivos anti nomádicos para impedir flujos y fijar poblaciones, que de promover un nomadismo controlado, fomentando grandes desplazamientos que hay que rentabilizar. No son solo las empresas las que fluyen de punta a punta del planeta buscando abaratar costos de producción, también se propician grandes flujos controlados de mano de obra, a la vez que se orquestan grandes desplazamientos impulsados por una industria del ocio que ha conseguido, gracias a la tercera edad, generalizar la movilidad a gran escala a todos los periodos del año.

Los cambios que se producen en el mundo del trabajo, con las constantes deslocalizaciones, con el ciclo de vida cada vez más corto de las competencias exigidas a los trabajadores, con la desregularización de las relaciones laborales, y con la precarización de la vida laboral, alimentan el sentimiento de la inseguridad del presente debido a la impredictibilidad del futuro, y ya se sabe que la creación de un sentimiento de inseguridad es uno de los procedimientos más eficaces para conseguir que la gente haga sin protestar lo que se le dice que debe hacer. Esta inseguridad se alimenta también en la idea de que no tenemos control sobre la sociedad, debido a su apabullante complejidad, y ni siquiera sobre los objetos más usuales debido a la creciente opacidad de las mediaciones entre nuestros actos, por ejemplo pulsar un botón, y los efectos producidos. En consecuencia la sociedad se nos presenta cada vez más como algo que sobrepasa nuestras capacidades de raciocinio y que funciona con total independencia de la voluntad de sus miembros, fomentando así la convicción de que no hay otra salida que la de acomodarnos lo mejor posible a una situación que, aparentemente, no podemos cambiar.

5-. Actualización de las resistencias

Las resistencias contra las nuevas formas de dominación ya no hablan de la revolución, por lo menos en el sentido que se le daba hasta hace unas pocas décadas, ni sueñan con la toma del poder o con su radical destrucción, ni tampoco participan ya del gran y entrañable mito de la huelga general insurreccional. Algunos analistas, como por ejemplo Miguel Benasayag, nos recuerdan que los referentes clásicos del antagonismo social, tanto teóricos como organizacionales, parecen haber alcanzado ya su fecha de caducidad.

De hecho, parece que las luchas contemporáneas ya no requieren necesariamente un horizonte emancipatorio claramente definido, ni presuponen la posibilidad de una transformación global. No es solo que se puede luchar de forma radical sin disponer de un modelo de transformación social y sin tener un proyecto alternativo de sociedad, es, además, que se valora precisamente la ausencia de un modelo preestablecido como algo que permite experimentar nuevas modalidades de lucha y que ayuda a multiplicar y a diseminar los focos de resistencia.

Desde esta perspectiva se tiende a mirar con recelo cualquier lucha contra el sistema instituido que pretenda ser global o totalizante, porque se piensa que, antes o después, esta quedaría fatalmente atrapada en la estructura misma del sistema que combate. En efecto, si bien el capitalismo y los mecanismos de control social necesitan imperativamente ser coextensivos con la totalidad de la sociedad, las resistencias, sin embargo, no pueden mantener una óptica emancipadora y hacer suya, al mismo tiempo la pretensión de incidir sobre toda la sociedad, o de moldear la totalidad social. Su planteamiento debe ceñirse a atacar de forma siempre local los aspectos globales de la explotación y de la dominación, renunciando a enfrentarlos en un plano más general que requeriría unos recursos de parecida magnitud, y de similar naturaleza, a los que utiliza el propio sistema. En definitiva, aunque el deseo de una sociedad distinta sirva de permanente acicate, no se lucha tanto por hacer advenir una sociedad precisa, como contra unas injusticias, unas imposiciones y unas discriminaciones, bien concretas y claramente situadas, tanto si acontecen en el ámbito laboral como si se producen en la vida cotidiana.

Tampoco se lucha ya a partir de la lógica del enfrentamiento como se hacía en los tiempos en los cuales el capitalismo tenía que ceder algunas veces ante la enorme fuerza que representaba el movimiento obrero. En consecuencia, y aunque siempre se procure aglutinar tantos esfuerzos y congregar tantas voluntades como sea posible, ya no se pretende construir potentes y masivas organizaciones, al contrario, se vela por la fluidez de las redes que se constituyen, y se evita que cristalicen unas coordinaciones demasiado fuertes y estables que solo tienen la apariencia de la eficacia y que siempre acaban por esterilizar las luchas contra las nuevas formas de dominación.

Está claro que las nuevas luchas ya no aceptan algunos de los planteamientos de las luchas clásicas pero, más allá de esos desmarques en negativo sus señas de identidad no son de fácil aprehensión. Quizás podamos intuirlas acudiendo junto con Benasayag, de quien retomamos aquí algunas ideas, a la expresión Deleuze según la cual Resistir es Crear. En efecto, luchar ya no es sólo oponerse y enfrentarse, es también crear aquí y ahora unas prácticas distintas, capaces de transformar realidades, de forma parcial pero radical, poniendo además todo el cuerpo en esas transformaciones que también transforman profundamente a quienes se implican en ellas.

Claro que se sigue luchando para construir una alternativa a la mercantilización del mundo y de la vida, pero esa lucha debe producir resultados aquí y ahora sin dejar que la esperanza y la espera, es decir la fe en el futuro, orienten las luchas y las hipotequen. Se trata de crear vínculos sociales distintos, construir redes y lazos de resistencia, establecer relaciones solidarias que rompan el aislamiento y que dibujen, en la práctica y en el presente, una vida diferente, otra vida. Como se dice en la revista francesa Tiqqun: se trata de establecer modos de vida que sean en sí mismos modos de lucha. Unos modos de lucha que diluyan identidades, que ayuden a politizar la existencia, y, sobre todo, que alumbren nuevas subjetividades radicalmente insumisas.

La forma de conseguirlo pasa por arrancar espacios al sistema, y apropiarse de ellos para desarrollar en su seno experiencias comunitarias de carácter transformador. Esto no significa necesariamente adueñarse de unos espacios físicos donde convivir, sino que se trata de ocupar fragmentos de realidades sociales en diversos campos arrancados al sistema, en los ámbitos de la salud, de la economía alternativa o de la educación y desarrollar en esos campos procesos concretos de luchas y de actividades transformadoras. Solo cuando una actividad transforma realmente y radicalmente la realidad, aunque sea de de forma momentánea y parcial, se establecen las bases para ir mas allá de una simple (aunque necesaria) oposición al sistema y crear una alternativa factual que desafíe su aplastante presencia. De hecho, esto no es ninguna novedad. La experiencia del movimiento obrero nos recuerda la tremenda diferencia entre una huelga de quedarse en casa e ir a una manifestación, y una huelga con ocupación del recinto laboral, donde se organizan actividades, se articulan solidaridades, se crean vínculos sociales distintos, se gestiona colectivamente un espacio de vida que transforma en profundidad, y a veces para siempre, las subjetividades.

6-. Para no concluir: abriendo interrogantes más que esbozando respuestas

Son muchos los problemas, las dudas y los retos a los que se confrontan las nuevas resistencias, pero tan solo mencionare aquí dos de estos problemas.

El primero tiene que ver con las simetrías que parecen darse entre las formas adoptadas por las nuevas resistencias y los rasgos definidores de nuestras sociedades, aunque, en verdad, estas semejanzas no deberían sorprendernos si recordamos que las luchas responden siempre a determinadas formas de dominación que las suscitan. Así por ejemplo, mientras que la sociedad actual privilegia los flujos, las conexiones, el consumo del instante, la precariedad de las situaciones, las identidades nómadas y cambiantes, la ausencia de proyectos globales y de largo alcance, dejando planear sobre el futuro un espeso manto de incertidumbres que incita a centrarse sobre el presente más inmediato, resulta que, por su parte, los nuevos movimientos antagonistas se niegan ellos también a supeditar el presente a cualquier proyecto de futuro, rechazan las estrictas definiciones identitarias, huyen de la estabilidad procurando estar en perpetuo movimiento, reivindican la precariedad y la volatilidad de las posiciones de enfrentamiento, así como la ausencia de puntos fijos y duraderos donde anclar las luchas. Es la misma velocidad que el capitalismo impone a la rotación de los objetos de consumo la que también se traslada al constante cambio de los escenarios de lucha en los que se movilizan las nuevas resistencias.

Por supuesto, cuando uno se detiene a pensar sobre estas simetrías resulta difícil no lamentar que la dispersión de las luchas, su carácter segmentado y fragmentado, parezcan condenarlas a una atomización que impide las confluencias y las sinergias. No es que las luchas no consigan conectar entre sí y cristalizar por momentos en grandes manifestaciones y eventos políticos, pero estas confluencias siempre son efímeras y nunca perduran en el tiempo. Podemos lamentarlo y soñar con que las innumerables guerrillas se conviertan algún día en un potente ejército que nos conduzca hacia la victoria final, sin embargo, este lamento, y el sueño de una potente organización combativa, no deberían enmascarar el hecho de que las nuevas formas de dominación exigen, precisamente, el tipo de respuesta que las nuevas resistencias están proporcionando, y que otras formas de lucha solo son válidas para combatir unas formas de dominación diferentes, que siguen ampliamente presentes, especialmente en el ámbito laboral, pero que son de corte más tradicional.

El segundo problema tiene que ver con la voluntad de cambiar la sociedad en su totalidad y para todos. Esta voluntad se enfrenta con serios problemas, no solo prácticos, las dificultades para conseguir ese objetivo son suficientemente obvias a lo largo de la historia, sino también teóricos porque todo parece indicar que el camino que habría que recorrer para conseguirlo así como el resultado que se alcanzaría distarían mucho de satisfacer los principios que impulsan las luchas emancipativas. Parecería por lo tanto que la estrategia de arrancar espacios concretos al sistema y transformarlos radicalmente, en el presente y localmente, constituya la opción más razonable El problema, claro está, es que no hay exterioridad posible con relación al sistema social instituido, el cual no puede sino desarrollar una lógica totalizante. Esto significa que si no se cambia el sistema en su totalidad este seguirá condicionando buena parte de las prácticas que se desarrollen en los espacios que hayan sido transformados. Es en esta aguda tensión entre, por una parte, las consecuencias de pretender cambiar todo el sistema, y las consecuencias de no pretender hacerlo, donde radica uno de los dilemas más acuciantes de las luchas radicales.

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