Antonio Rivera – LibrePensamiento https://archivo.librepensamiento.org Pensar para ser libre Sat, 13 Mar 2021 11:01:53 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.1 Intrahistoria de Libre Pensamiento. La experiencia de los coordinadores https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/intrahistoria-de-libre-pensamiento-la-experiencia-de-los-coordinadores/ https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/intrahistoria-de-libre-pensamiento-la-experiencia-de-los-coordinadores/#comments Fri, 21 Jun 2013 14:00:22 +0000 https://librepensamiento.org/?p=4155 Juan Luís González López
Fundador de Libre Pensamiento y Director de los 5 primeros números
Mayo 1988 – Diciembre 1989

 La publicación en mayo del 88 del nº 1 de Libre Pensamiento, no fue un brindis al sol ni un homenaje al Mayo francés, aunque lo representara sin quererlo. Surgió más bien como respuesta a una demanda de información y debate de la militancia confederal de aquellos turbulentos años, y como culminación de la misión que nos llevó a Carlos y a mí de Málaga a Madrid en un viaje que aún andamos transitando.

De siempre se me había dado bien escribir (recuerdo que en los sectores más inmovilistas de la CNT-AIT se me trataba de descalificar llamándome el poeta; lástima de prejuicios) y Carlos nunca ha dejado de ser ese viejo anarquista autodidacta del siglo XIX trasladado a nuestros días, que ponía el papel impreso para que otros pudieran expresarse en libertad. Desde que coincidimos años atrás, habíamos colaborado en distintos proyectos editoriales en el sindicato de Sanidad de Málaga y, a primeros de los 80, en el Comité Regional de Andalucía de la CNT-AIT.

Cuando, tras el Congreso Extraordinario de Torrejón, el Comité Nacional de la CNT-AIT comenzó la caza de brujas de los sindicatos “aperturistas” que reclamaban la unificación de la CNT, escindida en dos (CNT-AIT y CNT-Congreso de Valencia) desde el V Congreso de la Casa de Campo, entendimos que era precisa una publicación que sirviera de aglutinador en medio del caos de agresiones, libelos y expulsiones. Por acuerdo unánime de los sindicatos aperturistas de la Federación Local de Málaga, los fondos proporcionales obtenidos con mucho sudor en la Feria, se dedicaron a publicar los 3 números de la 1ª época de Rojo y Negro que sirvió de catalizador de los sindicatos “aperturistas” de la CNT-AIT y valedor de la Conferencia Nacional de Sindicatos de la CNT-AIT celebrada en Colmenar Viejo (Madrid) los días 24 y 25 de marzo de 1984, que dio paso al Congreso de Unificación de Julio de 1984 donde fue elegido Secretario General Pepe March.

6.1 6.2

En 1987, March me escribió ofreciéndome un puesto como Secretario de Información e Imagen en la candidatura de renovación que pensaba presentar en el X Congreso. Las circunstancias personales y la idea de dotar a la organización de un órgano de expresión del que seguía huérfano, me llevaron a aceptar la aventura, con el apoyo de los compañeros del sindicato del comité de empresa del Hospital Civil al que pertenecía, aceptando posteriormente la organización traerse a Carlos para ayudarme a hacer realidad el proyecto. En diciembre de ese mismo año publicamos el nº 0 de la II Época de Rojo y Negro, esta vez como órgano de expresión de la CNT/CGT. Sin embargo, vivíamos tiempos turbulentos. Junto a un crecimiento y consolidación evidente de la organización surgida del Congreso de Unificación de 1984, el 7 de abril de 1989 el Tribunal Supremo otorgaba las históricas siglas al sector más inmovilista y ortodoxo organizado en CNT-AIT, obligando con ello a un cambio de siglas que algunos quisieron aprovechar para refundar una nueva organización que, libre de clichés libertarios, pudiera hacer confluir a todo el espectro de la izquierda radical, en lo que el tiempo ha demostrado que se trató, ahora sí, de un brindis al sol.

En ese contexto, para evitar que las tensiones y debates internos socavaran la organización trasladándose a los centros de trabajo por medio de las páginas de Rojo y Negro o los rumores interesados, hace 25 años, se publicó el nº 1 de Libre Pensamiento que entonces tenía como subtítulo TALLER Ð DEBATE CONFEDERAL. Aquel primer número dedicó su dossier interior al tema Presente y futuro del anarcosindicalismo. El Taller de debate se presentaba en un cuadernillo central, en papel coloreado, de modo que se pudiera coleccionar extrayéndolo de la revista. Como ocurriera antes con Rojo y Negro, el nombre de Libre Pensamiento surgió de mi cosecha y el diseño de la cabecera, que ningún director ha cambiado en 75 números, era de Carlos Peña García, que aún hoy continúa buscándose la vida en el diseño gráfico de Madrid, editando el periódico de las Asambleas de barrio del Movimiento 15-M. Aún recuerdo las madrugadas compartidas en el local de Calle Sagunto, cada uno en su guerra, yo con la máquina de escribir para ir sacando los artículos y Carlos con los programas de edición en inglés Pagemaker y Venturi para maquetar cada número.

La Reseña que servía de presentación y editorial al primer nº de Lp decía:

“Lp nace con vocación de libertad, debate y teorización, de polémica y pacífica confrontación de pareceres. Lp ve la luz con ánimo también de ser altavoz del sentir de los compañeros y compañeras de a pié que, sin participación directa en las estructuras federales de la Organización, precisan de una tribuna donde poder expresarse, porque todos tenemos algo que decir.

Intentaremos que Lp sea reflejo de esa amalgama de ideas y proyectos que hoy es la Confederación, el sindicalismo autónomo y el pensamiento antiautoritario en general.

Lp será taller experimental abierto a todas las reflexiones sin tabúes ni miedos, a todos los planteamientos serios aunque novedosos, a todos y todas los hombres y mujeres de pensamiento libre.

Libre Pensamiento será lo que queráis que sea.

La Redacción.”

Sin embargo, pese a todos los esfuerzos por el debate y el consenso, en el XI Congreso 47 sindicatos impusieron por 4 votos un cambio de estatutos a los otros 62 sindicatos, introduciendo en los estatutos de la CGT conceptos tan extraños como liberados asalariados, corrientes de opinión, votos proporcionales en Plenarias, doble militancia, democracia representativa, izquierda sindical, comisión de conflictos, etc. Y, como no estábamos dispuestos a hacer del sindicalismo la profesión con que ganarnos la vida, ni hacer política en la organización o acabar por dividirla, dejamos que la vida nos colocara en otra parte. Y, aunque la Confederación se ha desgajado y desangrado por no saber reconocerlo, colocarte en otra parte no tiene por qué colocarte al otro lado de la barricada.

Probablemente, aunque fuera el primero, he sido el director más breve de la revista. En total alcanzamos a editar en dos años 5 números de Lp y 15 números de Rojo y Negro. Con la paulatina incorporación de colaboradores, el equipo de LP acabó formado en esa primera época por Chon Allué, Angel Pomares, Lola Valera, Daniel Barcala, Cristina Pistolesi, Carlos Peña y yo mismo, ninguno de los cuales pudo continuar en el proyecto tras el congreso.

Así surgió Libre Pensamiento pero, sobre aquellas bases, la revista se ha ido desarrollando en otras manos durante todos estos años. Como sabíamos desde un principio y escribí en el artículo que abría el nº 1 (Recetas para un debate libertario), publicar Lp era “engendrar algo que ya no será la idea primigenia, sino fruto de ésta y de la tierra que la recibe en sí y la transforma”. Nosotros pusimos la semilla, no recogimos sus frutos.

70 números después, he podido ojear algunos de los últimos números y, en lo que se refiere a su forma, me agrada comprobar que se mantiene la histórica y bellísima cabecera de Carlos; también que dispone de una magnífica presentación con un cuidado diseño y la utilización de las últimas tecnologías de diseño gráfico, de las que no disponíamos entonces. Aunque se ha eliminado el subtítulo de la cabecera (entiendo que son otros tiempos), cambiado por el de “Papeles de reflexión y debate”, que considero adecuado, se ha mantenido el dossier (antes taller) interior monográfico. No comparto sin embargo la idea de incluir el logo de la CGT, alineando institucionalmente la revista. Es como poner coto al libre pensamiento cuando su objetivo debe ser precisamente hacer pensar y concienciar dentro y fuera de las siglas. Puesto que su director lo elige el congreso, no encuentro tampoco razón a su servidumbre de una secretaría del C. Confederal.

Sobre su contenido, con el que puedo estar más o menos de acuerdo o en desacuerdo, no diré más que está bastante cuidado y es rico, profundo y variado, aunque echo en falta la opinión de los lectores, la participación de esos compañeros y compañeras de a pié para los que nació la revista. Existía desde un principio el riesgo de caer en un elitismo que diera la espalda a la realidad, a las inquietudes y necesidades reales de la militancia de base, de sus propios lectores y de la sociedad en general, más grave aún en estos negros momentos de involución social que atravesamos. Puede ser una mera impresión personal, pero no me parece que sea una publicación que lean muchos afiliados de la CGT, o las bases de los movimientos sociales de hoy día (15M, desahucios, marea verde, marea blanca, etc.). De hecho, parece tener más posibilidades de convertirse en una revista de culto que en agitador de conciencias. Como consecuencia de esa falta de participación y de la sinergia que ésta genera, la revista parece haberse convertido en una revista más de análisis intelectual que de denuncia de la actual situación política, económica y social, donde parece primar el análisis ideológico y el adoctrinamiento vanguardista sobre debate.

Sin embargo, en la presentación de la revista colgada en la web, bajo el título ¿Qué es LP?”, he podido leer: “…que pretende abordarlos con la actitud de búsqueda propia de quien es consciente de que sus convicciones y certezas suscitan más preguntas que respuestas. (…) Libre Pensamiento quiere ser una publicación a través de la cual la C.G.T. piensa sobre sí misma, contando para ello con materiales propios y ajenos. Pero pensándose a la luz pública, de modo que esa reflexión se pueda convertir en polo de atracción y apertura.”…

De ser esto así, tanto Carlos como yo podemos sentirnos satisfechos: los objetivos que nos trajeron a Madrid se habrían cumplido. Si no, siempre nos quedará pensar que a fin de cuentas, 25 años después, Lp es y será lo que queráis que sea.

Salud y libre pensamiento.

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Félix García Morrión

1991 – 1996

¿Qué planteamiento te hiciste al asumir la coordinación?

Asumí la dirección de la revista en el año 1990 y estuve hasta el 1996. No puedo recordar en estos momentos si mi cargo fue aprobado en un Congreso, pero creo que no fue así; simplemente me pidieron que me hiciera cargo y asumí la tarea. Dejé el cargo de coordinador (siempre es saludable rotar en los cargos) y desde entonces sigo en el consejo de redacción.

6.4El planteamiento era, por encargo de la CGT, doble: mejorar la calidad de la revista, definiendo mejor su perfil, y lograr que avanzara como publicación de izquierda libertaria abierta a un público amplio. El proyecto era ambicioso y, en cierto sentido, nos servían de referencia revistas como Bicicleta (http://eljorobado.enlucha.info/bicicleta/bicicleta/ciclo/01/indice.htm ) o  El viejo Topo, dos revistas que tuvieron impacto en la vida intelectual de la izquierda y que alcanzaron en su momento una buena difusión.        

Por otra parte se pretendía una revista dirigida más bien al público más preparado de la CGT: no era una revista de divulgación general, sino con pretensiones de alcanzar cierto nivel. En una supuesta y discutible división del trabajo intelectual, la revista tenía como público posible más los militantes que los afiliados. La pretensión era combina rigor intelectual con capacidad de divulgación. Haciendo honor a su nombre, no pretendía impartir doctrina anarcosindicalista, sino proporcionar propuestas que incitaran a la reflexión y ayudaran a pensar con mente abierta los problemas del mundo actual.

Intentamos además hacer una colección de libros en colaboración con De la Torre y luego con Catarata, pero fracasó y, que yo recuerde, solo se publicó un número centrado en los Derechos Humanos.

¿Qué facilidades/dificultades encontraste en su realización?

Tuvimos las dificultades propias de un proyecto que era ambicioso y no era fácil de llevar a buen puerto. Ponerse objetivos elevados es bueno porque te exige un mayor esfuerzo. Pero también puede ser negativo en la medida en que pueda ser un área inalcanzable y provoque cierta frustración. En todo caso, no me siento personalmente frustrado porque nos quedáramos lejos de los objetivos propuestos.

En aquellos tiempos falló, sobre todo, la distribución. Probamos entonces a que estuviera en algunas librerías emblemáticas de España, para que la revista llegar a un amplio público, el círculo más amplio de potenciales lectores, pero no fue posible. Exigía mucho esfuerzo y no había infraestructura para ello.

Quisimos también lograr un número significativo de suscriptores, entre el amplio mundo de izquierdas, con planteamientos receptivos a las propuestas libertarias; ese sería el segundo círculo de lectores al que queríamos dirigirnos. Tampoco en este caso conseguimos un número crítico de suscriptores, que debería ser, creo, de unos 500 como mínimo.

Por último, no tengo claro que lográramos llegar al primer círculo de potenciales lectores, esos militantes de la organización para los que la revista debería ser un material de referencia en su reflexión y formación militante. Nunca tuve claro que la revista llegara al primer círculo al que estaba destinada: militantes cualificados de la CGT a los que se pretendía ofrecer instrumentos de análisis. Tampoco arbitramos un estudio serio que hiciera posible saber qué gente lo leía dentro de la organización.

¿Qué utilidad crees que tiene la revista?

Sé la utilidad que siempre hemos querido que tuviera, peo con eso no respondo a la pregunta y lo que pueda decir no pasa de ser pura especulación. Por eso se pidió en una reunión de la revista encargar un estudio serio de audiencia. Creo que no se ha hecho y sería fundamental hacerlo. Empezar por saber el número de ejemplares que publicamos y a quiénes se envían. Analizar la lista de suscriptores. Averiguar las personas que acceder a nuestra página… Todo eso hecho con cierto rigor, para poder utilizarlo como punto de partida en las discusiones acerca de la mejora de la revista.

Puestos a especular, creo que la revista tiene un impacto bien escaso en la CGT y casi despreciable fuera de la CGT. Ahora bien, como es pura especulación y además tiene claras connotaciones negativas, lo mejor es prescindir de esta valoración.

6.5

¿Cuál crees que debiera ser el futuro de la revista?

Creo que los objetivos señalados en los dos primeros apartados siguen siendo válidos y a ellos debiéramos volcarnos, haciendo lo que hemos visto que funciona, corrigiendo los errores y profundizando en los medios adecuados para logra lo que queremos. Hoy día parece necesario adaptarnos a los medios existentes, dando mayor valor a la página web en la que debieran estar todos los números anteriores, con un buen índice, y en la que se pudiera tener un pleno acceso a los números una vez pasado un año desde su publicación. O quizá pasar directamente a que todo estuviera accesible en internet, de manera gratuita.

Creo que, como ocurre en casi todos los productos de este tipo, hay un problema claro de distribución: hacemos un producto digno, pero no logramos que llegue a donde debiera llegar. No soy competente en ese campo y no sé cómo se podría hacer.

Dado que algunas personas estamos aquí desde hace muchos años, que siempre hemos tenido claro ese problema (creo) y que no hemos logrado resolverlo, quizá fuera importante darle protagonismo a gente nueva. Eso sí, yo seguiría colaborando, si la gente nueva lo estimara oportuno, claro.

Por otra parte, potenciaría la presencia de Libre Pensamiento en las redes sociales, aunque ya están todas muy saturadas y no resulta sencillo abrirse un espacio. La colaboración habitual con Ecologistas en acción puedes ser un buen referente que debemos tener en cuenta..

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Antonio Rivera

1997 – 2005

 Nos hicimos cargo de Libre Pensamiento en su número 23 de enero de 1997. Entonces aparecía el precio en pesetas (450) y Durruti nos miraba desde la portada con ojos de comprobar en cada número si lo íbamos a hacer bien. Menos mal que el monográfico de esa vez se titulaba “La memoria, una verdad esquiva”, lo que contenía a un tiempo sabiduría e intención de bordear la línea de lo confederalmente permitido. Hablo en plural porque para entonces la aventura editorial ya tenía precedente: en octubre de 1991 habíamos asumido la responsabilidad de Rojo y Negro un equipo de personas del País Vasco, con núcleo duro compuesto por Chema Berro, Mikel Galé y el que suscribe, además de otros compañeros que fueron yendo y viniendo, como es habitual en la casa. El mismo núcleo duro vasconavarro se hizo cargo de Libre Pensamiento, con un consejo del que también iba entrando y saliendo gente, pero todos ellos dispuestos y capaces para la nueva aventura. Félix García, siempre presente, siguió en ese sanedrín después de haber trasegado con más soledad que compañía en los años en que la revista trató de tener más ambición y mayor proyección exterior que con la que había nacido: no se olvide que su origen en mayo de 1988 como “taller de debate confederal” tenía que ver sobre todo con su concepción de publicación para el debate interno, necesario después de la unificación de diferentes sectores del anarcosindicalismo en 1984.

La idea desde el primer momento fue hacer de Libre Pensamiento un escaparate de las posibilidades reflexivas de la organización y, sobre todo, del entorno libertario, sindical y de izquierda extrema que no tenía otros medios. Los años de la alegría capitalista, aquellos falsos felices finales de siglo y comienzos del presente –aquellos polvos mágicos y estos lodos siniestros-, coincidían también con una general parálisis de los medios teóricos de la izquierda. Ese hueco tratábamos de cubrir, pero con la mirada puesta en un ejercicio de prestigio, digámoslo con claridad. La para entonces ya CGT venía escalando puestos en la presencia social a través de la acción sindical, pero se corría el riesgo de su desdibujamiento en el terreno de las ideas. No en que se perdieran las señas de identidad libertarias que tanto nos preocupan, sino que el crecimiento convirtiera precisamente a esas señas en adorno y no en sustento. Algo parecido, pero no lo mismo. Se trataba de aprovechar la fuerza social que íbamos adquiriendo para consolidarnos en paralelo como una referencia en los debates y la reflexión de la izquierda extrema, libertaria o no.

6.6

A ese objeto fuimos, por un lado, poniendo sobre la mesa temáticas relativamente novedosas en el tiempo, que el día a día sindical era incapaz de formular. Actuamos como avanzadilla de debates como el citado de la memoria (todavía no se hablaba de esas cosas), de la renta básica universal, de las debilidades intrínsecas de la fórmula sindical, de las contradicciones de las ONG´s, del reparto del trabajo, de la amenaza de una Europa construida desde la perspectiva económica capitalista (¡qué anticipados!), sobre el agotamiento del discurso de la izquierda internacional, sobre las limitaciones de la historia del anarquismo español, sobre la inmigración… Temas nuevos y gente nueva, procedente de donde fuera de la izquierda, mucho profesor universitario ajeno a nuestro mundo pero hablando de lo mismo que nosotros (o instándoles a hablar de ello), personas con capacidad para emitir un discurso más allá de los lugares comunes y tontorrones del clasicismo izquierdista. Prestigiar, en definitiva, a la CGT en el terreno más intelectual, caminando en paralelo del trabajo que hacía la organización en la calle y en los espacios laborales. Por eso no hubo nunca límites a hablar de lo innombrable, de cosas nuevas desde perspectivas diferentes, y a que lo hicieran personas a las que no se les preguntaba por su origen, sino que se les reclamaba para opinar con criterio, información y capacidad para exponer y hacer útil su discurso. Hay que citar a algunos de aquellos que ahora recuerdo, con el riesgo de dejarme en el tintero a la mayoría y a los mejores. Pero lo haré, por aquello de corroborar lo que afirmaba y de recordar a gente que igual hoy ya no circula por nuestros espacios: Antonio Morales, Carlos Taibo, Agustín Morán, José Luis Arantegui (y sus hilarantes y profundos relatos), José Luis Ibáñez, Félix Díaz y Paco Marcellán (siempre ahí)… Colaboraciones de gente de peso, que siempre contestó con amabilidad y disposición a nuestros reclamos: Imanol Zubero, Tomás Ibáñez, Pedro Arrojo, Ramonet, Emilio Cortavitarte, Javier Aisa, el desaparecido Pepe García Rey, José Iglesias Fernández, Miguel Jara, Toni Segura, James Petras… Santones como Chomsky, Murray Boocking, Ramonet, Pierre Bordieu, los historiadores Van der Linden  y Waine Thorpe (del Instituto de Historia Social de Amsterdam), Marta Ackelsberg, Naomi Klein y otros y otras no pusieron pegas a que trabajos suyos o entrevistas aparecidas en otros medios encontraran cabida en el nuestro.

La fórmula del monográfico fue tomando peso en este tipo. Ello suponía, de entrada, que la revista no era un cajón de sastre donde se colocaba lo que iba llegando de forma espontánea. En absoluto, el consejo de redacción discutía previamente y con antelación de algunos números (al principio, luego flaqueó la planificación, como todo) los temas monográficos a desarrollar en base a la preocupación que suscitaban, y señalaba los posibles candidatos a ser tocados para tratar los asuntos. Ello permitió que algunos monográficos, sobre todo de temas históricos, fueran rebasando los límites de nuestros medios y que resultaran citados en revistas y artículos de otras cabeceras e incluso académicos (vg. la historia corta aún de la CGT, la del sindicalismo revolucionario y otras).

De alguna manera, se fue poniendo el cimiento para asentar el “sistema” de comunicación con que cuenta hoy la organización, mucho más complejo y desarrollado que entonces, cuando solo teníamos Libre Pensamiento y Rojo y Negro, además de los muchos portavoces de empresa y alguno de confederaciones regionales o locales. Pero era el inicio de lo que hay ahora: medios de combate y de periodicidad más corta, que tratan temas desde la perspectiva de su inmediatez y de su uso como instrumento de intervención y de conocimiento de los avances y retrocesos de la organización y de sus entornos, que conviven y se complementan con una revista de análisis más mesurado, más complejo, más profundo, sobre temas que no tienen por qué ser de actualidad ahora pero que amenazan con serlo en un futuro no lejano, abriendo sus páginas a gentes que por su condición o ubicación no participarían con nosotros por temor u oposición a ser etiquetados. Por el contrario, hacerlo en Libre Pensamiento les resulta amable, bien recibido e incluso prestigioso. Y eso es un logro de entonces y de la trayectoria que ha mantenido la publicación desde que la dejara en su número 47, de la primavera de 2005.

Por eso la utilidad y el futuro de la revista los veo exactamente igual hoy que hace un cuarto de siglo: ser el espacio para el debate y la reflexión profunda y meditada, con gentes diversas y con puntos de vista diversos, sobre temas novedosos y que anticipen el inmediato futuro, sin límite alguno a la radicalidad o templanza de las opiniones, demostración de que somos también una organización que piensa a la vez que actúa, para ampliar nuestros marcos atrayendo a gente a las que no mueve la acción sindical o social nuestra, para colocarnos como una cabecera de referencia ineludible en los foros que mueven el libre pensamiento de los que creen que otro mundo (mejor) es posible.

En ese camino se está. Falta otro punto, que constituiría una demostración de éxito si se cumpliera: Libre Pensamiento debe ser tan popular dentro de los sindicatos como lo es fuera de ellos. De nada sirve ganar prestigio en determinados sectores, mostrar músculo intelectual por parte de la CGT y sus entornos, si Libre Pensamiento es un objeto de decoración entre la mayor parte de la militancia sindical. Efectivamente, leer algo más que el panfleto cuesta, pero como tan acertadamente ilustraba una publicidad vieja de Le Monde Diplomatique, es la distancia que hay entre el fast food y una buena chuleta de ternera. Porque hay tiempo para todo.

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Chema Berro

2005 – 2013

 ¿Qué planteamientos te hiciste al coger la coordinación de la revista?

 Cogí la coordinación de la revista Libre Pensamiento para tapar un hueco, por cese de Antonio Rivera, y sin ningún planteamiento. Llevaba tiempo en el equipo de redacción y lo que me preocupaba, con algún miedo, era que la revista no dejara de editarse, y no pensaba  más que en una tarea de mantenimiento, dentro de una continuidad con lo que se venía haciendo y con el mismo equipo de redacción que ya venía funcionando. Los objetivos se me fueron planteando en el propio ir haciendo.

Lo primero que tuve que hacer fue consolidar el equipo de redacción, muy desengrasado en la última etapa de Antonio, dado que su capacidad le permitía casi prescindir de él. No era mi caso, yo lo necesitaba.

Por esa necesidad he contribuido a que el actual equipo de redacción tenga un funcionamiento regularizado. A lo largo de estos 8 años y 28 números que llevo en la coordinación el equipo se ha renovado mucho, ha habido altas y bajas, alguna de éstas producidas de forma poco amable, pero siempre en un proceso de consolidación. Creo que el actual es un equipo sólido y muy capaz. Hay una variedad generacional y de tiempo que se lleva participando, pero es un equipo bien engrasado. Cualquiera de las y los participantes podría sustituirme en la tarea de coordinación con total  garantía de que la revista saldría ganando.

6.7También la revista está más consolidada en estructura y secciones. Faltaría que cada una de las personas del equipo de redacción asumiese más directamente la responsabilidad de cada una de ellas.

Otro de los objetivos que se me fue planteando e intenté impulsar fue el que la revista entrase en los muchos problemas y carencias de la actuación sindical y social en el dificilísimo momento actual. Intentamos que los dossieres fueran alternando entre temas sociosindicales y otros más dispersos. La verdad es que, salvo los de educación, desarrollados por la federación de enseñanza, nunca he quedado satisfecho de los resultados obtenidos en esos dossieres dedicados a la actuación sindical y social. (Al escribir esto pienso que un mayor papel de las federaciones de industria en dossieres diversos, sería muy positivo, y en muchos sentidos, para la revista)

Se han hecho también un par de experiencias de organizar en torno a la revista algún debate más participado, los resultados fueron decentes, pero es algo que el siguiente equipo, si quiere, tendrá que trabajar mucho más, partiendo bastante de cero.

 ¿Qué facilidades/dificultades encontraste en su realización?

 La facilidad viene dada por el equipo, creo que somos una organización con un buen número de personas con capacidad alta y que se mueve en un marco de preocupaciones muy amplio, manteniendo las cabezas abiertas. Todo ello, pese a que colectivamente todavía funcionen entre nosotros mucho los clichés. En ese sentido la revista se hace fácil.

Más difícil es conseguir un mayor entrelazamiento entre nuestra actividad diaria y nuestro discurrir. Pese a que seamos una organización que hace muchas cosas y pese a que nuestro activismo está vivo, con ganas, en búsqueda y sin anquilosarse nos cuesta poner eso por escrito, haciendo de ello una reflexión que sea útil para el conjunto. Estoy convencido de que mucha de nuestra gente tendría mucho que aportar y decir, pero o no lo hace o yo no he sido capaz de recogerlo. Pese a que creo haberlo intentado.

Para mí es un aspecto crucial. Seguramente mi menor bagaje teórico respecto a anteriores directores, me obliga a buscar mayor interrelación entre actuación y discurso. Es una cuestión de la propia limitación personal, pero también de convicción. Hay que obligar siempre al discurso a ese entrelazamiento, al esfuerzo por aterrizar en contenidos prácticos. De la misma forma que nuestra práctica tiene que someterse a una reflexión discursiva, sin dejarse atrapar nunca por la rutina y por la tendencia a la repetición.

Pese al dicho de “en tiempo de crisis, no hacer mudanzas”, considero que la actual crisis nos exige muchos cambios y mucha tensión que impida que el discurso caiga en refugio cultural y la actuación en la rutina. Me hubiera gustado que Libre Pensamiento hubiera ayudado y empujado más en esa dirección.

 ¿Qué utilidad crees que tiene la revista?

 La verdad es que no lo sé. De lo que vengo diciendo se desprende que considero que la revista todavía no es el producto que necesitaríamos: una revista que al cogerla nuestra gente viera en ella un aporte a sus preocupaciones cotidianas.

 Puede considerarse que Libre Pensamiento es una buena revista, valorable y valorada por quienes la conocen, pero eso no puede dejarnos satisfechos. Es cierto que aporta materiales y reflexión, pero todavía eso se mantiene en los márgenes (por decirlo de alguna forma), sin acabar de entrarle al núcleo duro de nuestras carencias y necesidades. Todavía seguimos planeando desde la altura, es posible que ampliemos el horizonte, lo que es positivo, pero no es suficiente. La altura que seamos capaces de alcanzar en el planeo debe servirnos para un picado más directo y contundente.

Eso en cuanto al contenido emitido. Por otro lado está lo que de ella se recibe, y en este aspecto, aunque solo puedo hablar guiado por intuiciones sin tener elementos objetivos de valoración, la impresión es todavía menos optimista.

Y nada tiene que ver con que el producto no sea del todo el adecuado. No es problema solo del emisor, sino también del receptor. Hoy se lee poco porque se busca poco, es el resultado del acomodo del que no escapamos. Contribuye también a ello la permanente invasión de mensajes a que estamos sometidos, sin que pueda establecerse una demarcación clara entre el puro entretenimiento y lo que de verdad importa. Esto es, sin que sea fácil ocupar una cierta centralidad.

Como cualquiera de las otras cosas que emprendemos, Libre Pensamiento lo tiene difícil y, también como en esas otras muchas cosas, una clave de acierto está en la participación. Debiera estar a nuestro alcance pues no estamos hablando de la participación en abstracto y universal, sino de la participación de un número de personas a las que podemos contar y poner rostro. Habría que acudir para ello a secciones sindicales, federaciones de industria, coordinadoras, etc.

 ¿Cuál crees que debiera ser el futuro de la revista?

Creo que ya está dicho aunque convenga explicitarlo. Libre Pensamiento tendría que ser una revista de recogida y aporte de materiales diversos y plurales que enriquezcan nuestra visión de las cosas. Una revista en la que caben todas las temáticas y todos los tratamientos, siempre que se planteen abiertos y en búsqueda. A la vez todos esos materiales, aunque algunos de ellos más específicamente, deberían converger en ese afrontar todas las carencias y elementos de mejora de nuestro quehacer. Una revista a la búsqueda de respuestas, desde la convicción de que ninguna de ellas puede matar las preguntas.

Tendría que ser una revista nutriente, que si desapareciese dejara un vacío que se notase y que fuera necesario llenar; tendría que ser no una revista sino la (nuestra) revista.

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Reseña: "Mon père" de César M. Lorenzo, Les Éditions Libertaires, Saint-Georges-d’Oléron, 2012, 252 págs https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/resena-mon-pere-de-cesar-m-lorenzo-les-editions-libertaires-saint-georges-doleron-2012-252-pags/ https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/resena-mon-pere-de-cesar-m-lorenzo-les-editions-libertaires-saint-georges-doleron-2012-252-pags/#respond Fri, 21 Jun 2013 09:00:22 +0000 https://librepensamiento.org/?p=4133  Posiblemente pocos afiliados a la Confederación sabrán quién era su Secretario General aquel histórico 18 de julio de 1936, día en que tuvo lugar aquel golpe básicamente militar cuyo fracaso dio paso a una larga guerra civil y, dentro de la misma, a un proceso revolucionario de una entidad inédita. Esa persona era Horacio Martínez Prieto, un bilbaíno nacido en 1902, en el popular barrio de Achuri, de padre libertario que le puso de nombre Acracio, y que “perdió” al ir a la escuela secundaria.]]>

Con no ser la tradición libertaria dada a la biografía hagiográfica de sus militantes más destacados, no serán muchos los ejemplos de éstos que no cuenten con unas páginas refiriendo su vida, obra y pensamiento. Sin salir del país, Durruti, Pestaña, Peiró, Seguí, Abad de Santillán, Mera, Federica Montseny, Mella, Lorenzo, García Oliver, Marianet y tantos otros, tienen obras dedicadas bien por sí mismos, en forma de autobiografía, bien por ajenos, como estudios sobre su persona.

Un repensador radical: Horacio Martínez Prieto

 Posiblemente pocos afiliados a la Confederación sabrán quién era su Secretario General aquel histórico 18 de julio de 1936, día en que tuvo lugar aquel golpe básicamente militar cuyo fracaso dio paso a una larga guerra civil y, dentro de la misma, a un proceso revolucionario de una entidad inédita. Esa persona era Horacio Martínez Prieto, un bilbaíno nacido en 1902, en el popular barrio de Achuri, de padre libertario que le puso de nombre Acracio, y que “perdió” al ir a la escuela secundaria.

 

Su propio hijo, César M. Lorenzo, autor de Los anarquistas españoles y el poder (1868-1969) (Eds. du Seuil, 1969; ed. en castellano: Ruedo Ibérico, París, 1972) y, recientemente, de Le mouvement anarchiste en Espagne: pouvoir et révolution sociale (Les Éditions Libertaires,  Saint-Georges-d’Oléron, 2006)[1] afronta un reto que en su día le formulara Antonio Téllez: “¿Cuándo te vas a decidir a escribir su biografía?”. Y es lo que hace en un libro sentido, a la vez que analítico: César trenza las páginas de hechos vividos, de relación de sucesos y acontecimientos históricos tanto privados como personales, con fragmentos escogidos de los diferentes escritos publicados por su padre. Pero, además, en un ejercicio de gran riesgo y mérito, dedica un capítulo final (“Él y yo”) a la relación personal que hubo entre padre e hijo, y a la consideración intelectual y política que a este segundo le merecen –y sin compasión ninguna- las reflexiones de su progenitor. En sendos decálogos de práctica y de teoría, de vida y de ideología, se aborda esa siempre compleja relación, marcada por el diferente rol íntimo de cada uno, así como por los tan distintos tiempos vividos por cada cual.

 

El resultado es un libro profundo, serio y nada complaciente. En él se da cuenta y se explica la reflexión que llevó a Horacio Martínez Prieto a formular en su momento un “posibilismo libertario” que fuera capaz de rescatar políticamente la tradición de la Confederación en términos de instrumento útil para una sociedad radicalmente distinta de la de los años treinta, y no como una ensoñación conservada en el formol del recuerdo. En esa entelequia, el bilbaíno se acercó a modalidades del socialismo democrático, pero nunca asumió la posibilidad de que uno y otro pudieran establecer convergencias a un plazo. Quizás convenga recordar que sólidos historiadores, como el profesor Pere Gabriel, especularon con un destino “laborista” de anarcosindicalistas como Peiró… de no haber mediado la tragedia de la guerra y del exilio, y de no haberse fracturado radicalmente la posibilidad de una cierta “evolución” o deriva ideológica.  Lo cierto es que reflexiones heterodoxas como las de Horacio M. Prieto le sirven otra vez más al historiador y político que no deja de ser su hijo para formular propuestas en el marco de “la-sociedad-realmente-existente”, algo que acostumbra a hacer César en todas y cada una de sus obras personales.

 

En resumen, un libro necesario, oportuno, inspirador, que está pidiendo a gritos unos pocos cuartos para ver su edición en castellano, y así reconocer como se debe el coraje y la entrega de un confederado tan importante como olvidado.

 


[1] Se pueden consultar una entrevista suya en Memoria Libertaria, así como su intervención en una conferencia organizada en Bilbao, en http://www.memorialibertaria.org/IMG/pdf/memoria_cesar-2.pdf y http://www.cgt-lkn.org/bizkaia/?p=517

 

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https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/resena-mon-pere-de-cesar-m-lorenzo-les-editions-libertaires-saint-georges-doleron-2012-252-pags/feed/ 0
Reseña de "Burorrepresión. Sanción administrativa y control social", Pedro Oliver Olmo (coord.), Bomarzo, Albacete 2013, 191 págs https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/resena-de-burorrepresion-sancion-administrativa-y-control-social-pedro-oliver-olmo-coord-bomarzo-albacete-2013-191-pags/ https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/resena-de-burorrepresion-sancion-administrativa-y-control-social-pedro-oliver-olmo-coord-bomarzo-albacete-2013-191-pags/#comments Fri, 21 Jun 2013 08:00:21 +0000 https://librepensamiento.org/?p=4139 123Burorrepresión es un término reciente que viene a identificar la utilización política de la sanción administrativa para criminalizar, reprimir, penalizar y desactivar la protesta ciudadana. En su aplicación tendría dos dimensiones: una directamente política, como mecanismo del poder para combatir a sus opositores o cuestionadores; y otra social, cuando se ceba en colectivos vulnerables (inmigrantes, marginados y excluidos) y los castiga en sus posibilidades de supervivencia mediante trabas, retrasos o indolencia administrativa.]]> BURORREPRESIÓN: UN ARCHISÍLABO NECESARIO

“Muy probablemente, el auge del Estado de la seguridad personal

anuncia el ocaso de la democracia moderna”

Zygmunt Bauman

 

Burorrepresión es un término reciente que viene a identificar la utilización política de la sanción administrativa para criminalizar, reprimir, penalizar y desactivar la protesta ciudadana. En su aplicación tendría dos dimensiones: una directamente política, como mecanismo del poder para combatir a sus opositores o cuestionadores; y otra social, cuando se ceba en colectivos vulnerables (inmigrantes, marginados y excluidos) y los castiga en sus posibilidades de supervivencia mediante trabas, retrasos o indolencia administrativa.

Sin nombre

Los autores, historiadores, juristas, antropólogos e investigadores militantes, destripan el repertorio de recursos de represión administrativa de que dispone el poder y analizan las formas, tiempos y espacios en que se vienen desplegando en los últimos años. La conclusión es que esas medidas conforman un entramado lógico y orquestado para impedir tanto la resistencia como la solidaridad de sectores ciudadanos disidentes o desfavorecidos por el estado de cosas.

En suma, se trata de advertir la presencia de una represión blanda que se incorpora como parte de un alarmante incremento del control social punitivo manifestado desde comienzos de este siglo (11-S) y multiplicado a partir de la crisis global que padecemos desde 2007-2008 (normas de excepción, rutinización de las tecnologías de vigilancia y sanción…). Todo ello enmarcado en las posibilidades que proporciona al poder el “populismo punitivo” y la insistencia de sus discursos de “tolerancia cero” contra determinados fenómenos como el de la inseguridad. Eso, y la aplicación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para establecer un constante y omnipresente control de las personas, así como una interrelación de sus datos entre las esferas policial, militar, administrativa e incluso privada.

El resultado, como señalan los autores, es una atmósfera sancionadora “hipertrofiada y descolorida, a la vez gigantesca y neblinosa”. En ese contexto, la burorrepresión se oculta y confunde entre las múltiples modalidades de la sanción administrativa. Pero se consigue descubrirla identificando a los destinatarios concretos y en un momento dado del aluvión represivo administrativo. Así, por ejemplo, la acumulación de sanciones dirigidas contra los integrantes del 15-M o de los sindicatos por alteración de orden público, desobediencia y resistencia a la autoridad o convocatoria de concentración no comunicada se traduce en expedientes, sanciones y multas que buscan actuar en contra, debilitar la oposición, conformar un tratamiento policial y de orden público y no social ni político, y evitar o mitigar la repetición de protestas que no desea el poder.

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Otra dimensión buscada es la división de los movimientos sociales y de protesta en “buenos y malos”, en pacíficos y románticos frente a violentos y “antisistema”. En ese juego, la burorrepresión –o la confrontación policial abierta- traslada la protesta al territorio de la violencia y de lo delictivo, donde el poder se encuentra más a gusto porque enlaza con una ciudadanía que, si puede simpatizar con los protestantes y con sus motivos más genéricos, está educada para rechazar el conflicto duro.

La burorrepresión ha generado una paralela burorresistencia expresada en experiencias de no colaboración –campaña “Di no a las identificaciones”-, pago solidario y colectivo de multas o mantenimiento alternativo de la protección  a sectores excluidos.

El neologismo necesario, entonces, resulta útil para no pasar de puntillas ni mucho menos confundir realidades abusivas de gran insistencia en la actualidad que se cargan –políticamente- los derechos fundamentales (vg. el de reunión o manifestación) por la vía de sancionar –administrativamente- vulneraciones de ordenanzas municipales, por ejemplo (normativas de ocupación de espacios públicos o de ruidos). Se aísla la acción de su contexto de manera arbitraria desde el poder y se confronta políticamente la protesta con la apariencia falsa de una “simple” demanda o sanción administrativa.

 

 

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Berneri de nuevo actual. Reseña del libro de Stefano d’Errico "Anarquismo y política. El ‘programa mínimo’ de los libertarios del Tercer Milenio" https://archivo.librepensamiento.org/2012/03/21/berneri-de-nuevo-actual-resena-del-libro-de-stefano-derrico-anarquismo-y-politica-el-programa-minimo-de-los-libertarios-del-tercer-milenio/ https://archivo.librepensamiento.org/2012/03/21/berneri-de-nuevo-actual-resena-del-libro-de-stefano-derrico-anarquismo-y-politica-el-programa-minimo-de-los-libertarios-del-tercer-milenio/#respond Wed, 21 Mar 2012 11:33:20 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3715 Antonio Rivera

Por iniciativa de varios sindicatos norteños de la CGT se acaba de publicar la versión castellana de este estudio acerca del anarquista Camillo Berneri, que vio originalmente la luz en italiano hace ya un lustro (Mimesis, Milán). Se trata de un análisis exhaustivo, profundo e inteligente de la trayectoria de un hombre que, aunque murió joven, comprimió en su corta e intensa vida todo un tratado de anarquismo, tanto teórico como práctico, en las difíciles y conflictivas décadas de entreguerras.

Berneri fue asesinado en los primeros días de mayo de 1937 por un grupo de comunistas entregados a la estrategia de Stalin, dentro de la guerra civil desatada en Barcelona entre éstos y los libertarios (y sus aliados, los heterodoxos comunistas del POUM). Tenía entonces cuarenta años, había huido de la persecución de la dictadura de Mussolini, pero ya había aprovechado la oportunidad que le dio la vida de tratar con las referencias fundamentales del pensamiento de izquierdas italiano: su primer maestro, el historiador Gaetano Salvemini, el liberal Piero Gobetti, el socialista Carlo Rosselli o el comunista Gramsci, además de correligionarios suyos como Luigi y Luce Fabbri. Ese contacto caracteriza la naturaleza y el valor intelectual del pensamiento de Berneri, no demasiado habitual en el anarquismo: su convivencia con otros pareceres le fuerza a una reflexión abierta, necesariamente crítica con sus propios postulados, pragmática en lo debido, abordando todo tipo de temáticas sin limitación ninguna. A la vez, le obliga a pertrecharse de los argumentos suficientes y a fortalecer hasta el extremo su coherencia ideológica, para así contender adecuadamente con tan preclaros y exigentes opositores. De esa manera, a cada momento, sus tesis y criterios se someten al exigente juicio de sus oponentes, depurando todos ellos tanto en su consistencia teórica como en su aplicabilidad al momento en que vivían.

Puede que por ello, por mor de esa experiencia vital, el resultado sea desconcertante: el mayor crítico del forzado colaboracionismo gubernamental de la CNT-FAI en la coyuntura española de 1936 nunca tuvo impedimento para tratar cara a cara con la política y con sus adversarios políticos. Tan clarividente radicalidad crítica era la de quien no limitaba la esfera de su pensamiento y de las consecuencias teóricas y prácticas de éste –como tantas veces ha pasado en el “ideologismo libertario”-, y no por ello acababa en su cercanía al debate político en posiciones contemporizadoras o moderadas. El contacto con la política, con el debate político del tiempo que uno vive, no conduce, como demuestra Berneri, de manera inevitable, a la justificación de sus extremos más negativos en aras de la practicidad.

El italiano se planteaba la necesidad de “dar una sacudida al anarquismo para que piense en la política”. Esa intención le invitó a adentrarse sin limitaciones autoimpuestas ni complejos en la particular relación existente entre anarquismo y política, guiado siempre por cuál de las respuestas dadas a los problemas desde el anarquismo podía ser más adecuada a las urgencias y necesidades del instante que vivía. Así, nada humano le resulta ajeno, y toma posición bien articulada en cuestiones como la pedagogía, la técnica, la cultura, la religión, la capacidad para conocer científicamente (epistemología), el humanismo, los límites del clasismo proletario, la democracia, la revolución, la violencia, la organización, el sindicalismo, los totalitarismos, la política electoral, la psicología, la etnología…

Porque Berneri depositaba toda su confianza en el llamado “problemismo”, una manera de pensar que obligaba a que la ideología se apoyase en el análisis de los hechos, en su capacidad para responder a los problemas reales del momento y para dar lugar a un “anarquismo posible”. En definitiva, “afrontar el complicado mecanismo de la sociedad actual sin anteojos doctrínales y sin excesivos apegos a la integridad de su fe” (anárquica), para así “conservar aquel conjunto de principios generales que constituyen la base de su pensamiento y el alimento pasional de su acción”.

Todas y cada una de esas temáticas las estudia D’Errico con gran rigor y profusión de datos recogidos en fuentes de calidad. El libro, surgido de una vocación y reflexión claramente académica, desvela múltiples reflexiones hechas por Berneri allá por el primer tercio del pasado siglo que sirven en muchos casos para abordar los problemas del Tercer Milenio desde la perspectiva de los libertarios. No es un vademécum –no lo podría ser viniendo de Berneri-, sino más bien un repertorio sólido de argumentos para muchos problemas que siguen siendo en lo básico los mismos que él tuvo que hacer frente. Además, D’Errico engarza dinámicamente esas reflexiones del italiano con otra no menos exhaustiva investigación biográfica, dando cuenta de los detalles más particulares y desconocidos de su vida.

En un artículo de 1922, titulado “Anarquismo y federalismo. El pensamiento de Camillo Berneri”, el italiano resumía la esencia de su pensamiento:

 “Yo entiendo por anarquismo crítico un anarquismo que, sin ser escéptico, no se contente con las verdades adquiridas, con las fórmulas simplistas; un anarquismo idealista y al mismo tiempo realista; un anarquismo, en definitiva, que injerte verdades nuevas en el tronco de sus verdades fundamentales, que sepa podar las ramas viejas”.

 De todo esto habla este libro. Una lectura tan exigente como recomendable para los libertarios de este complicado Tercer Milenio.

Referencias de la publicación:

Anarquismo y política. El «programa mínimo» de los libertarios del Tercer Milenio. Relectura antológica y biográfica de Camillo Berneri por Stefano d’Errico, CGT Burgos, 2012, 800 págs. Rústica 23×17 cm, ISBN 9788461558414

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En la prehistoria de la negociación colectiva en España https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/en-la-prehistoria-de-la-negociacion-colectiva-en-espana/ https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/en-la-prehistoria-de-la-negociacion-colectiva-en-espana/#respond Thu, 21 Jan 2010 10:45:38 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3477  Antonio Rivera
En 1958, la Ley de Convenios Colectivos terminó con la situación anterior de absoluta subordinación de los trabajadores que se había vivido en España desde el final de la guerra civil. No constituía el maná, lógicamente, sino que se inscribía en el proceso de adaptación capitalista y de incremento de la productividad que vivió el franquismo a partir de los últimos años cincuenta, de la mano del Plan de Estabilización de 1959. En todo caso, instituía –o restituía- la negociación colectiva de las condiciones de trabajo entre las dos partes, obreros y empresarios, aunque en el férreo marco del sindicato oficial y único, la OSE, y bajo la tutela permanente del Estado de dictadura.
 Del “laissez faire”…
La conformación de un sistema legal de relaciones laborales y, dentro de él, la regulación de la negociación colectiva en nuestro país tiene una prehistoria harto precaria desde la perspectiva obrera. Aunque España se inscribe en la tradición de los países con claro intervencionismo del Estado, el punto de partida inicial es de un “abstencionismo normativo” por parte de éste: las relaciones de trabajo se interpretaban en términos de compra-venta de un producto, y ahí la administración estatal no debía interferir en la autonomía de las partes… por muy desiguales que fueran éstas. Era el “laissez faire” al completo.
Esa tradición se fue limitando de manera muy lenta y a base de grandes confrontaciones y conflictos. En 1887 se promulgó una ley de Asociaciones que, al menos, recogía la legalidad de todas ellas, incluidas las obreras y de resistencia, aunque nada decía de las condiciones de su actividad[1]. En 1902, una Circular del Tribunal Supremo justificaba la legalidad de la acción de esas sociedades de resistencia e incluso el recurso final a la huelga, en el marco de las relaciones de oferta-demanda del precio del trabajo. En 1908 y 1909 se emitieron sendas leyes sobre Consejos de Conciliación y de Arbitraje Industrial, y sobre Huelgas, que, sin embargo, no tuvieron ninguna realidad práctica.
 Bien puede afirmarse que hasta llegar a la dictadura de Primo de Rivera no existió en España un sistema de relaciones laborales medianamente aceptado por (parte de) las partes y legalizado por el Estado. Hasta entonces, la ley sólo reconocía la negociación colectiva de facto como una avenencia en situaciones de conflicto. Se dejaba hacer. La ley y el legislador no reconocían la negociación colectiva como procedimiento habitual entre partes, y solo venía a reconocer el acuerdo entre ellas –ni siquiera en términos de legalidad: no había manera de denunciar su incumplimiento- para evitar males mayores. En realidad, el “laissez faire” característico de la Restauración obligó al acuerdo directo entre partes, no legalizado; en definitiva, a la acción directa y a la negociación directa, visto de un lado, sin intervención estatal, y a la “mano dura” y al principio de autoridad, visto desde el otro. De ese modo, los conflictos laborales terminaban con la victoria o la derrota completa de una de las partes –normalmente, la obrera-, y no con un pacto o acuerdo intermedio (y, mucho menos, mediado). Ello explica en parte la gran conflictividad social entre 1917 y 1923.
 Hay dos modelos en relación a la negociación colectiva: el “voluntarista” o “liberal-colectivo” y el corporativo. Uno y otro se relacionan con tradiciones históricas y culturales diferentes –los anglosajones, por tradición liberal, sostuvieron el primero, mientras que los continentales, con estados más intervencionistas, implantaron el segundo-, más incluso que con situaciones políticas concretas: el modelo corporativo español, de intervención estatal, se desarrolló en el marco de una dictadura como la de Primo de Rivera y, con grandes similitudes en lo formal, en el de una democracia como la Segunda República.
Antes de llegar a ese instante corporativo, existieron los fracasados Consejos de Conciliación de 1908, donde una entidad pública que acogía representaciones obrera y patronal se atribuía competencias en materia de relaciones de trabajo. Pero su operatividad, como se ha dicho, fue nula. Hasta llegar a los Comités Paritarios de la Dictadura o a los Jurados Mixtos de la República, se ensayaron fórmulas de urgencia, como fueron las Comisiones de Trabajo de Cataluña, de 1919, llamadas a resolver los conflictos laborales que dominaban esa región y el clima de crisis social y política existente. Ese modelo de urgencia se extendió a otros lugares del país cuando se hizo necesario.
 … al corporatismo
 En 1926 fue el ministro de la Dictadura, Eduardo Aunós, el que con un Decreto-ley instauró la Organización Corporativa-nacional, con sus Comités Paritarios, sus Comisiones Mixtas y sus Corporaciones, inspirada en la experiencia corporatista del fascismo italiano. Ello no suponía ausencia de cierta inspiración sindicalista, de reconocimiento –aunque fuera en aras de la “paz social” de una dictadura- de la existencia de intereses encontrados, como demostró el debate entablado entonces dentro de la CNT entre Pestaña y Peiró, por ejemplo; o el hecho de que la República –bien que inspirada en la Constitución alemana de Weimar y en una estrategia legal democrática: en la “revolución jurídica” de Largo Caballero- reprodujera casi al completo la fórmula de representación de las partes de los Paritarios en sus nuevos Jurados Mixtos.
 En lo referido a la negociación colectiva, Comités y Jurados se atribuían la capacidad de elaborar y suscribir unas “bases de trabajo” o condiciones mínimas que regulaban los contratos de trabajo de un sector. Obreros y empresarios llegaban a un acuerdo al que daba legalidad el Comité Paritario (o luego el Jurado Mixto del sector) –esto es, al ser legal podía ser recurrido ante los jueces si se incumplía, no como antes- o, en su defecto, el presidente del propio Paritario hacía de árbitro y establecía, si la realidad se lo permitía, un acuerdo que forzaba a suscribir a las partes de ese Comité (o Jurado). Todo hay que verlo, lógicamente, en términos dialécticos y dinámicos: con ley o sin ley, las fuerzas sociales se mueven, aunque sea de diferente manera.
 Pero con ser el rimbombante Código del Trabajo de 1926 el inicio práctico de la codificación –“compilación parcial”, más bien- de la legislación laboral en España, no fue capaz de pasar con determinación de la contratación laboral vista tradicionalmente como contrato de arrendamiento de servicios –en su origen, se reguló, y hasta tarde, por el Código de Comercio de 1829- a lo que era (y es) en puridad la relación entre colectivos con intereses encontrados y/o contrapuestos. Solo la práctica de los Comités Paritarios desde 1926 fue poniendo, con sus bases acordadas, algunos ladrillos en lo que sería una lenta conformación de una legislación obrera en nuestro país: los acuerdos legalizados por el sistema corporativo de los Paritarios establecían derechos que poco a poco se iban extendiendo a un mayor número de asalariados.
 El proyecto republicano de Largo Caballero
El gran cambio se produjo en la Segunda República, cuando aquel Ministerio de Trabajo creado (solo) en 1920 asumió con gran voluntad funciones jurisdiccionales en la solución de conflictos laborales, en la presidencia de una (ahora sí) extendida red de Jurados Mixtos y en el desarrollo a todas las localidades de una administración pública con funciones cada vez mayores.
 La Ley de Contrato de Trabajo de noviembre de 1931 marca un antes y un después en todo el proceso de creación de un sistema legal de relaciones laborales en España. La Ley reconocía tanto la subordinación de facto del trabajador en la relación laboral, su desigualdad o la desproporción de la hipotética libertad contractual, como, en el otro lado, el derecho del patrón a organizar la actividad. De lo primero devenía una serie de derechos mínimos e inalienables para el trabajador. Un tercer bloque de legalidad se refería a los procedimientos de negociación colectiva, donde se reconocían tanto las bases de trabajo como los pactos y los contratos colectivos. Ahí se reconocían también las huelgas y los cierres patronales como expresiones de la relación entre partes (aunque desde una perspectiva muy restrictiva y vigilada por el Estado).
 Las bases de trabajo resultaban de la negociación en el marco de los Jurados Mixtos. Conscientes de la falta de legitimidad y extensión de ese marco legal entre todos los sectores obreros, se reconocían también los pactos acordados fuera de ellos e incluso también acuerdos “de eficacia limitada” –los llamaríamos ahora- a los que podían incorporarse después los no firmantes. Todo ello fue creando una jurisprudencia abundante, toda vez que al acuerdo entre partes se sumaban las sentencias futuras de los Jurados cuando un obrero o un patrón individual o en grupo denunciaban algún incumplimiento de lo pactado.
 Las bases de trabajo: más allá del mito
 Durante los años de la Transición española y en los posteriores de democracia, en ocasiones se ha acudido a las bases de trabajo para enfrentar un presunto modelo de acción directa al sistema mediatizado por el Estado de los convenios colectivos que conocemos. Como en casi todo, un acercamiento a la realidad histórica nos lleva a una realidad un tanto más compleja.
 De entrada hay que decir que “bases de trabajo” era el nombre que solían recibir tanto lo que hoy llamaríamos “plataforma reivindicativa” como el resultado de la negociación, lo que llamaríamos finalmente “convenio”. Esto era así antes incluso de la República; era una denominación coloquial y legal, tradicional, aunque encerraba cuestiones diferentes.
Las bases de trabajo, tanto en términos de demanda como de resultado de la negociación, recogían de manera más sintética que nuestros convenios una serie de sentencias básicas que hacían referencia a salario, jornada y, en general, condiciones del trabajo. Conforme se fue especializando la negociación colectiva –legalizada o no, es indiferente el asunto ahora-, las bases se fueran haciendo más extensas en su redacción y más complejas. Las que presentaron los obreros de la construcción sevillana en 1936, por ejemplo, tenían veinticinco puntos y, por detallar, describían incluso los límites del término municipal de la ciudad[2].
Pero, y esto es lo que interesa, las bases eran también el resultado final de la negociación. En este punto hay que decir que el asunto principal de si eran expresión de la acción directa o si contemplaban la intervención de la administración del Estado dependía de la correlación de fuerzas del lugar o sector. Es decir, el resultado final solía ser en todos los casos la “legalización” del acuerdo en forma de bases publicadas por la sección o departamento local correspondiente del Ministerio de Trabajo o, de forma más habitual, por el Jurado Mixto afectado. Esa “legalización” podía ser el resultado de una negociación desarrollada a través del Jurado o podía haberlo sido al margen de él, aunque éste la hacía suya en todos los casos mediante su elevación a acuerdo legal. El asunto es historiográficamente bastante complejo porque, de un lado, la administración del Estado no estaba lo suficientemente rodada en este punto como para publicar todos los acuerdos de trabajo. De hecho, sí que existe un compendio de las bases acordadas dentro de los Jurados Mixtos, pero no es ése el caso cuando el Jurado venía a sancionar lo hecho fuera de él (pactos y contratos colectivos). De otra parte, cuando estudiamos conflictos de trabajo a nivel local no solemos reparar en el procedimiento legal de aplicación del acuerdo final tanto como en el acuerdo mismo y en la peripecia que llevó a él. Pero, a cambio, no cabe duda de que la otra función de los Jurados, la de resolver en su seno las denuncias particulares o colectivas por incumplimiento de lo acordado, fue ampliándose a lo largo de los años republicanos, y de hecho se paralizó esa progresión durante el “bienio negro” de gobierno de la derecha, poco interesada en la legalización e institucionalización de las relaciones laborales.
En definitiva, la acción directa fue tanto el resultado de la determinación de un sindicato de influencia anarquista como era la CNT como la consecuencia obligada de un sistema de relaciones laborales inexistente hasta muy tarde dentro de la legalidad del Estado. Fue éste el que eligió desde el principio –con arreglo a las tradiciones liberales que tanto convenían a los más fuertes, los patronos- el “abstencionismo normativo”. Después, cuando al cabo de los años se fue estableciendo la institucionalización, la intervención del Estado en la relación entre partes, esa nueva realidad presentaba una doble cara. De una parte, es evidente, mejoraban las condiciones de los sectores más débiles: la fijación del derecho en referencia establecida es siempre más benéfica para el más subordinado que su inexistencia, porque aunque limitada o quebrantable, pone límites y coto a la capacidad del más fuerte. Aquello de que “la mejor ley es la que no existe” es algo que no va con los más débiles; puede beneficiar a los más activos, pero solo eso. Basta ver el nulo interés –más bien lo contrario- de los patronos de la época por la extensión de esa legalización e intervención estatal a sectores distintos del industrial, más activo sindicalmente, o del de los trabajadores públicos. Pero, al contrario, también es evidente que la intervención del Estado tiene sus consecuencias. Igual en 1931 que en 1958, con la ley de Contrato de Trabajo republicano o con la de Convenios Colectivos franquista, el objeto era incrementar la producción mediante un estímulo de la productividad obrera y la legalización a cambio del control patronal de la organización del trabajo. Los dos eran procesos de “modernización” productiva. Del mismo modo, incluso en una democracia como la República, el Estado intervenía apoyando a unos, la UGT, en perjuicio de otros, la CNT, como está harto demostrado. Finalmente, todo ello entra dentro de una lógica de predominio del Estado en las relaciones sociales, que encaja bien en las fórmulas socialdemócratas tradicionales. No es casual que el sistema de negociación colectiva y de codificación laboral republicano español estuviera directamente influido por un teórico socialdemócrata alemán, el jurista y economista Hans Potthoff.
Las bases de trabajo, como se ve, han quedado atrapadas en una aureola mítica que tiene que ver básicamente con dos aspectos: lo mucho que se ignora sobre las mismas –basta probar en Google… para no encontrar nada- y lo poco que los historiadores dedicamos a conocer el resultado de las pugnas sociales en el día a día gobernado por la legalidad; y el que solo recordemos o reiteremos los logros asociados a las mismas, pero siempre o casi siempre alcanzados en los previos del alzamiento fascista de julio de 1936, esto es, cuando buena parte de los patronos estaban o arrinconados ante una presión social inédita o, si acaso, preparando su particular respuesta en forma de golpe de Estado.


[1] Es muy recomendable la lectura del estudio preliminar de Antonio Martín Valverde a la compilación legislativa titulada La legislación social en la historia de España. De la revolución liberal a 1936, Madrid, 1987. De hecho, este artículo se apoya en esos comentarios.
[2] A.M. Bernal, M.R. Alarcón y J.L. Gutiérrez, La jornada de seis horas, Sevilla, 2001, pp. 75 y ss.
 
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