Carlos Couso – LibrePensamiento https://archivo.librepensamiento.org Pensar para ser libre Sat, 13 Mar 2021 10:39:53 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.1 Reformas laborales, crisis y negociación colectiva: una historia de rufianes y pasmados https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/reformas-laborales-crisis-y-negociacion-colectiva-una-historia-de-rufianes-y-pasmados/ https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/reformas-laborales-crisis-y-negociacion-colectiva-una-historia-de-rufianes-y-pasmados/#respond Fri, 21 Jun 2013 20:00:15 +0000 https://librepensamiento.org/?p=4122 Normal 0 false false false EN-US X-NONE X-NONE MicrosoftInternetExplorer4

1La negociación colectiva es una especie de foto fija del momento de las relaciones laborales y sociales. Pese a las apariencias difusas la foto es nítida: exigencias de una patronal agresiva frente a cesiones de unas plantillas a la defensiva. Negociación tras negociación esas dinámicas se reiteran y acrecientan con el resultado de que en esa sucesión de fotos la patronal aparece cada ver más erguida y envalentonada, mientras que las plantillas y las organizaciones sindicales aparecemos más desmejoradas.

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Carlos Couso. Sección sindical CGT, VW-Navarra

Desde su entrada en vigor en 1980 el Estatuto de los Trabajadores  ha sido reformado en diversas ocasiones (normalmente a golpe de Decreto Ley del gobierno de turno), con la introducción progresiva de medidas de recorte y eliminación de los derechos laborales, siendo la última de ellas y una de las más salvajes la perpetrada a comienzos de 2012, que ha dejado dicha Ley en lo que ya podríamos llamar el Estatuto de los Empresarios. Una nueva legalidad absolutamente antagónica de aquella otra que fue su originen hace casi 35 años. Acompañando a estas reformas estatutarias se han sucedido desde el año 1980 multitud de Acuerdos y planes nacionales de todo tipo en materia laboral, suscritos por los “agentes sociales” UGT y CCOO y las organizaciones empresariales, que venían anticipando o desarrollando a posteriori esas reformas laborales.

Un ejemplo de esto es el  “Acuerdo Nacional por el Empleo 2012” que firmado por estas organizaciones “sindicales” y empresariales junto con el gobierno del PP, contiene un 80% de la reforma que se decretó apenas unos días después, viéndose en este caso –como en otros anteriores- el papel decisivo que han jugado todos estos “agentes” en el progresivo desmantelamiento del Estatuto de los Trabajadores, en un proceso que nos ha traído hasta la actual situación de barra libre para los empresarios, cuestión que también es fácil de apreciar observando el poco o ningún convencimiento con el que se vienen convocando tarde y mal las repuestas sindicales contra las sucesivas reformas, con las que no se pretende más que guardar las apariencias, sin ir más lejos de lo que pueda ser hacer un gesto puramente testimonial ni prenderlo.

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EL EMPECINAMIENTO EN LA CONCERTACIÓN EN TIEMPOS DE GUERRA

El sucio trabajo de consentimiento y colaboración realizado por estas dos organizaciones burocrático-“sindicales” (?) ha venido siendo puntualmente recompensado con la asignación -a través de los “acuerdos y planes  nacionales (y territoriales) por el empleo” y otros- de enormes partidas económicas salidas de los presupuestos generales del estado y las comunidades autónomas para su gestión privada, prácticamente sin ningún tipo de control por parte de la administración pública. Sobre esta base económica los “agentes sociales”, UGT y CCOO, han podido construir unos aparatos burocráticos sobredimensionados en relación a su afiliación, que les han permitido tejer unas extensas redes clientelares con las que han discriminado y dividido a una clase trabajadora sobre la que -desde su posición mayoritaria calculada por el poder político y económico- han podido ejercer una labor de control y contención en favor de sus pagadores, que no son solo los gobiernos de turno en cada momento, sino también y siempre, los empresarios a golpe de prebenda: enchufismos en la contratación, ascensos, etc…, pago por ERE, privilegios “sindicales” en la empresa, etc, etc..

Este es el secreto a voces que explica por qué hoy en día el capital nos está machacando a los y las trabajadoras de este país sin mayores problemas. Los empresarios han conseguido el marco legal adecuado para ello, aunque no renuncian a seguir mejorándoselo, y se han apoderado de las principales estructuras de defensa de los trabajadores, los sindicatos mayoritarios, que integrados plenamente en el sistema, trabajan para abortar cualquier posibilidad de respuesta seria y de clase . 

Y así, con prácticamente todas las herramientas legales y “sindicales” en su poder, y en un contexto de “crisis” bien organizado, son los propios empresarios quienes provocan todo tipo de conflictos en sus empresas con la intención de abrir procesos de negociación colectiva; a la que, lejos de lo que pasaba décadas atrás, ya no tienen ningún miedo, como ocurría cuando quienes forzábamos la negociación colectiva por medio de nuestra capacidad para generar y gestionar los conflictos colectivos éramos las trabajadoras. En definitiva, los empresarios tienen la Ley de su parte, las burocracias “sindicales” las tienen a sueldo, y a una gran mayoría de trabajadores nos tienen convenientemente individualizados e insertados hasta la médula económica e ideológicamente en su sistema.

 

«(…) obligado por la necesidad, el rico concibió por fin el proyecto más reflexivo que jamás ha entrado en el espíritu humano; y fue emplear en su proyecto las mismas fuerzas que le atacaban, tomar a sus adversarios por defensores suyos, inspirarles otras máximas… ( y así los pobres)  corrieron al encuentro de sus cadenas, creyendo asegurar su libertad».(J.J. ROUSSEAU (1712 – 1778), «Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres»)

 

Los empresarios pueden contratar libremente, como quieran; pueden despedir de forma colectiva o individual, libremente y a muy bajo coste, como quieran; pueden descolgarse de lo que pacten; lo pueden justificar de cualquier manera, incluso planteando situaciones hipotéticas de futuro; tienen toda la flexibilidad que quieren…, y cuando no tienen algo que puntualmente “necesiten”, ya tienen al PP, al PSOE, a UGT y a CCOO para que se lo proporcionen… Pues nada, a aprovechar el momento…

Así, la negociación colectiva hoy en día no es tal, sino que viene a ser tan solo un “me lo das o te lo quito, porque puedo, y porque vosotros no vais a tener narices de hacer nada, porque tenéis miedo”, planteado por los empresarios. En cualquiera que sea la empresa y cualquiera que sea su situación productiva y económica, en todas partes y en todas las empresas, se está planteando lo mismo: rescindir un porcentaje de los contratos, suspender temporalmente otro tanto, congelar los salarios si no rebajarlos de quienes quedarán en la empresa, introducir dobles escalas salariales, aumentar la jornada y la productividad, vía libre a la subcontratación, etc. Con este planteamiento tan chulesco e injustificado pero legalmente posible, y a la vista está que “sindicalmente” también, venimos funcionando hace tiempo en el camino que nos lleva a los siete millones de desemplead@s…

Y así, el desempleo hoy en día se ha convertido en el epicentro de todos los problemas, el que directa o indirectamente más incide en el discurrir de las relaciones humanas en el ámbito de lo político, lo económico, lo social, y de lo laboral. Pero el desempleo es un problema solo para l@s trabajador@s; para los otros actores sociales, los empresarios y todos los que ostentan el poder económico, es una herramienta que bien usada en los procesos de conflicto y negociación colectiva, les sirve como elemento de presión para imponer recortes en plantillas y derechos con los que potenciar sus beneficios. Los siete millones de personas en paro son su declaración de guerra total.

El desempleo pues, nos representa a los trabajadores un enorme problema tanto para quienes tenemos trabajo como para quienes carecemos de él. La progresiva precarización del trabajo es causa y a la vez consecuencia del desempleo, un ejemplo muy explícito y de lo más paradigmático de la pescadilla que se muerde la cola. Y no es un problema cualquiera; bajo la amenaza del despido y las -bien expuestas socialmente- nefastas consecuencias que puede acarrear hoy en día, las trabajadoras empleadas aceptamos una vez tras otra la progresiva precarización de nuestras condiciones laborales, por puro miedo. Creemos ponernos a salvo cuando aceptamos aumentar nuestra jornada; cuando aceptamos aumentar nuestra productividad sometiendo nuestra actividad laboral diaria a unas condiciones más propias de un deporte de riesgo; cuando aumentamos nuestra disponibilidad a costa de nuestra vida personal, familiar y social; cuando reducimos nuestros salarios; cuando renunciamos a todo tipo de derechos sociales y laborales antes adquiridos en el ámbito de la empresa, etc, etc… Y cada vez que hacemos esto y lo materializamos y convertimos en legalidad pactada en acuerdos y convenios colectivos, reducimos el valor de nuestro trabajo, que es reducir el valor de las personas en el trabajo, nos hacemos cada vez más débiles para combatir los futuros envites empresariales que exigirán una y otra vez mayores cotas de precarización, nos hacemos cada vez más vulnerables ante la amenaza del despido, acrecentando el factor más fundamental de nuestro miedo, pues con nuestra precarización laboral generamos más espacio y más argumentos matemáticos para justificar más despidos, destrozando de paso las pocas expectativas y posibilidades de encontrar trabajo de las personas desempleadas, quienes verán aún más precarizada su vida irreversiblemente marcada y recortada por su situación de desempleo, lo que a la vista de todos aún dará más miedo a los miedosos con empleo.

Este es el círculo sin sentido en el que estamos absurdamente instalados, trabajadores empleados (en el papel de activos-pasivos-disciplinados) y desempleados (en el papel de pasivos-pasivos-desesperados); girando entorno a él, una vuelta tras otra, con la misma irracionalidad con la que antiguamente hacían girar los asnos los engranajes de los molinos y norias que les esclavizaban vitalmente hasta alcanzar su “inservilibidad” para hacer rotar el mecanismo en las condiciones exigidas, momento en el que eran sacrificados (por su bien).

2La racionalidad superior que se nos supone a los seres humanos sobre los asnos debiera hacer que tras haber probado por un tiempo la experiencia, no hubiéramos tardado en concluir que, o bien el mecanismo que nos tiene atrapados y nosotros mismos hacemos girar no está rotando en el sentido correcto, y probar como primera y más tímida alternativa a darnos la vuelta para hacerlo girar en el sentido contrario a ver qué pasa…, o bien a pensar que la maquinaria, gire para donde gire, es una trampa que nos va a perjudicar a nosotros de cualquier manera, y con la que –por tanto- hay que acabar para sustituirla por otra.

En cualquier caso, para buscar una solución por cualquiera de las dos vías y cambiar una situación que nos es más que muy molesta a todos, las personas con empleo tendremos que pasar a desempeñar un papel activo-activo, y entender que ese papel, a desarrollar en el ámbito laboral más directo, pero también en el social por la cuenta que nos trae, va a ser determinante para alcanzar el objetivo.

Si se trata de cambiar el sentido en el que hacemos que gire absurdamente la maquinaria o sistema, deberemos intentar seriamente dejar de ceder derechos ante la patronal, sobre todo una vez que hemos comprobado que esto no nos soluciona nada, sino que, al contrario, nos está complicando mucho la vida a tod@s…, y luchar a cambio por revalorizar la importancia de las personas en el trabajo, al mismo tiempo que entendemos el valor del trabajo para las personas y la evidente necesidad de repartirlo.

PERDER EL MIEDO QUE NOS ENCADENA

Pero para poder optar a materializar esto último -y otras muchas cosas que hemos de perseguir- como fruto de nuestras negociaciones y luchas (cuando las haya de verdad…) en el ámbito laboral y social, los trabajadores con empleo antes habremos de vencer al miedo (a perder nuestro empleo) que nos desactiva. Y para ello, en primer lugar hemos de ser conscientes de que el miedo no nos llega desde fuera ni depende de la amenaza permanente sobre nosotr@s que el sistema ha convertido en uno de los pilares estructurales de su estrategia de funcionamiento, sino que el miedo reside dentro de nosotr@s mism@s, y que simplemente nos surge cuando l@s trabajador@s no sabemos cómo afrontar ni combatir contra esa amenaza. El miedo no es consecuencia de la amenaza, sino de nuestras dudas, de nuestra inseguridad, de nuestra precariedad intelectual e ideológica, de nuestros individualismos, de nuestra falta de referentes, de nuestra falta de convicción, y de otras muchas cosas que solo dependen de nosotr@s mism@s.

3Recuperar todo eso que nos falta es imprescindible para perder el miedo y poder estar a la altura del papel que nos corresponde desarrollar a los trabajadores en este momento histórico. De no hacerlo deberemos considerarnos la peor generación obrera de la historia, aquella que recibió una herencia de derechos ganada por sus antecesores a golpe de lucha obrera y como unos niñatos mal criados la dilapidó dejando a sus hijos un asco de mundo para vivir, de tal manera que no podremos mirar a la cara ni a nuestros mayores ni a nuestr@s hij@s. Deberíamos tener más vergüenza, y más consciencia de esto, y no permitirlo. Nuestra obligación moral y política es dar la talla en una lucha de clases que obviamente nunca finalizó ni finalizará, y que, siguiendo las enseñanzas y referencias que nuestra memoria histórica, nos muestra el camino de la lucha como el más eficaz para conseguir y consolidar derechos.

Y para ello, encontraremos el mejor apoyo y refuerzo argumental en la otra parte de nosotros mismos, esa que nos dice que nosotros también somos los trabajadores desempleados y que tampoco es para tanto lo que nos queda por perder. Y es que, ciertamente, lo somos, o al menos así deberíamos considerarnos, sin necesidad de apelar al compañerismo, la solidaridad, o cualquier otro sentimiento emanado de nuestra (ya no supuesta) conciencia de clase.

Lo somos -de primeras- porque nos merecemos serlo, y de hecho si no estamos ya “de facto” en la situación de desempleo es por el mismo azar que les ha llevado a otras a estar en ella, por circunstancias, o por las decisiones ajenas de una panda de cabrones que quieren aprovecharse de la situación para forrarse todavía más, y que aún no las han tomado, pero pueden tomarlas y aplicarlas en cualquier momento, sabedores de que no van a tener una respuesta preocupante para ellos. Merecemos serlo y probablemente lo seamos porque la inacción, la cobardía y la estupidez durante siglos y hasta hace bien poco jamás se habían considerado un mérito. Claro que ya sabemos que este sistema le da la vuelta a todo… 

            REVERTIR LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA

Por todo lo expuesto hasta aquí es imprescindible recuperar el valor transformador de la negociación colectiva que ha quedado anulado por la acción conjunta de la patronal y las burocracias sindicales. Para ello tenemos que luchar por la consecución de distintas formas de reparto del trabajo y de la riqueza que nos permitan alcanzar el objetivo de trabajar menos para vivir mejor y trabajar tod@s. Luchar en el ámbito de las empresas prioritariamente por los objetivos de clase, los que nos unen a las personas trabajadoras empleadas y desempleadas, y, apoyándonos unas en otras, desarrollar esa lucha simultáneamente en las empresas y socialmente en la calle.

Las expresiones de reparto del trabajo y de la riqueza  pueden llegar a ser diferentes en función de los sectores laborales; ya que la base fundamental en la que se sustenta el beneficio empresarial no es la misma en todos los ámbitos laborales. Por ejemplo, en el sector del automóvil, del metal, y otras industrias del capitalismo «clásico», las empresas consiguen sus beneficios sirviéndose sobre todo de unos elevadísimos niveles de productividad, más que recurriendo a los bajos salarios. La citada productividad está basada en la combinación de unos abusivos ritmos de trabajo en las cadenas de producción con multitud de formas de flexibilidad de la jornada (trabajo en sábados y fin de semana, nocturnidad, bolsas de horas y días por encima y por debajo de la jornada laboral individual, etc.), lo cual supone en su conjunto una grave amenaza para la salud de los trabajadores, para su vida social y familiar, y para el empleo. En estos sectores laborales la defensa de los trabajadores exige ineludiblemente una reducción sustancial de los ritmos de trabajo y la de la flexibilidad de la jornada existente, ya que de no acometerse previamente esa tarea, cualquier reducción de la jornada sería anulada por una productividad galopante que seguiría creciendo.

4En la industria clásica la finalidad prioritaria no debería ser solo trabajar menos días al año, sino trabajar con menos intensidad cada jornada, mejorando las condiciones de trabajo para trabajar mejor (que es trabajar también menos) protegiendo la salud, y que los calendarios resultantes sean compatibles con la vida social y familiar. Respecto a la cuestión salarial, ésta no debiera ser eje central de la negociación como hasta ahora, y no tendría que ser abordada desde el rutinario planteamiento porcentual de conseguir unos puntos o unas décimas por encima del IPC para toda la plantilla independientemente de las categorías profesionales; el planteamiento reivindicativo en este campo tendría que consistir en la eliminación de las distintas escalas salariales, acabando con las discriminaciones económicas a las que son sometidos quienes llevan menos tiempo en la empresas.

En otros espacios laborales el reparto del trabajo y de la riqueza tiene que situarse en otros términos; en la administración pública debería plasmarse a través de la lucha por la reducción de la jornada y contra la eventualidad, siendo el aspecto salarial también una cuestión más secundaria que  debiera ser tratada intentando reducir las escalas salariales, y escapando del tópico repunteo en torno al IPC.

Por el contrario, en otros ámbitos laborales donde las trabajadoras padecen salarios bajos, que cada vez lo son más respecto a otros sectores, la cuestión salarial tiene que ser un objetivo de primer orden que deberíamos situar al mismo nivel que la mejora de las condiciones de trabajo.

Pero los objetivos no son lo único que tenemos que valorar para definir nuestro papel en la negociación colectiva, a su vez es necesario reflexionar sobre nuestras formas de lucha  que es imprescindible que sean más audaces y consecuentes. No solo los trabajadores tienen que mirarse frente al espejo para desprenderse de sus miedos, también lo tiene que hacer el sindicalismo alternativo que en muchas ocasiones está afectado por ciertos pánicos que lo paralizan. Tenemos que tratar de romper los clásicos guiones de la negociación colectiva, diseñados y controlados por los empresarios, UGT y CCOO, y en los que el sindicalismo alternativo se ve atrapado con demasiada frecuencia. En la mayoría de las ocasiones de nada nos sirve consensuar plataformas reivindicativas ni calendarios de movilización con estas organizaciones, pues sabemos de sobra por la experiencia acumulada que abandonarán sus compromisos en cuanto lo consideren oportuno, y con nuestra acción conjunta con estas organizaciones estaríamos dando carta de credibilidad a un “sindicalismo” falso y contraproducente; estaríamos contribuyendo al engaño a los trabajadores. Por tanto, en donde el contexto lo permita, el sindicalismo alternativo a UGT y CCOO debe tener el valor de convocar todo tipo de acciones sindicales y huelgas en solitario, pues nuestra responsabilidad y razón de ser es la de ofrecer a los trabajadores opciones de pelea reales, que sean verdaderamente participativas y signifiquen espacios de confrontación real.

No hay que tener miedo a que estas acciones (de huelga y movilización para la presión en la negociación) puedan tener en principio seguimientos reducidos, porque ese no sería nuestro mayor fracaso, nuestro mayor fracaso sería la inacción a la que nos pudieran arrastrar otras organizaciones como UGT y CCOO o, peor aún, que nos arrastraran hacia formas de movilización diseñadas por ellos para engañar a los trabajadores, fingiendo peleas que no son tales, algo muy característico del “sindicalismo” mayoritario de estos tiempos. Por eso tampoco podemos estar esperando eternamente a que se den una serie de condiciones «óptimas» para movilizarnos  en solitario, que parece ser que se nos tienen que presentar como si fueran diseñadas a escuadra y cartabón; las condiciones las tenemos que crear nosotros mismos a través de nuestra acción diaria y permanente en el tiempo, que habrá de ser coherente con la que desarrollemos puntualmente y de forma específica durante los conflictos y procesos de negociación colectiva.

A su vez, desde los ámbitos laborales tenemos que conectar y buscar alianzas con sectores de los movimientos sociales que quieran superar las dinámicas de oposición testimonial en las que también pueden estar inconscientemente (o cómodamente) instalados; gentes y colectivos que al igual que nosotros valoren que es imprescindible intervenir con acciones que afecten directamente sobre los procesos productivos  para defender a los trabajadores empleados en esas empresas y desempleados por esas empresas.

Nuestra memoria histórica nos cuenta que en los procesos de negociación colectiva en particular, y en los procesos de transformación económica en general, la acción sindical y social directa (de paralización), desarrollada de forma contundente y continua, sobre los procesos productivos es fundamental para alcanzar los objetivos deseados.  Y esto es algo que no solo se debe intentar conseguir desde el interior de las empresas, sino también desde la calle, desde lo social. Esa es la tarea que debería acometer lo mejor del movimiento obrero y de los movimientos sociales, asumiendo tanto unos como otros que no podemos contar para tal fin ni con las burocracias “sindicales” insertadas en el sistema, ni con quienes convierten el espacio de la protesta social en un escenario lúdico-festivo con el que solo pretenden testimoniar un descontento.

En definitiva, nos tenemos que tomar todos este asunto mucho más en serio y entender que como personas, como trabajadores (empleados y desempleados), y sobre todo como organizaciones, que  tenemos que asumir los riesgos que supone una lucha como la que debemos afrontar, pues también tenemos que ser conscientes de que cuanto más tardemos en hacer esto, esos riesgos van a ser más y mayores, y las peores situaciones desde las que afrontarlos estarán más retrocedidas.

Sabemos que da de sí y a qué nos conduce una actuación sindical y social más guiada por nuestro miedo que por nuestro impulso: una negociación colectiva a la defensiva y que renuncia a la pelea, una actuación social reducida a la denuncia y unas movilizaciones generales aisladas y sin continuidad ni decisión. Sabemos que todo eso queda dentro, integrado en lo que hay y sin cambiar nada. Estamos como quien ante una tunda de golpes levanta los brazos para protegerse, esperando a que escampe. Respondemos con posturas defensivas particulares e individualizadas a lo que es una declaración de guerra social. Actitud muy insuficiente en esta situación que exigiría de nosotros una mayor apuesta y riesgo, tanto en los contenidos como en los métodos de actuación sindical y social.

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La negociación colectiva es un fraude https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/la-negociacion-colectiva-es-un-fraude/ https://archivo.librepensamiento.org/2010/01/21/la-negociacion-colectiva-es-un-fraude/#respond Thu, 21 Jan 2010 10:51:04 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3480 Carlos Couso

“Hay una lucha de clases, por supuesto, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que dirige la lucha. Y nosotros ganamos”.                    (Warren Buffet, multimillonario estadounidense)

 Lamentablemente esta sanguijuela tiene razón en todos los términos de una frase que acostumbra a repetir en sus intervenciones. Ya la recogía The New York Times el 26 de noviembre de 2006, y vuelve a aparecer en Le Monde Diplomatique en su número de noviembre de 2009.

 La afirmación es rotunda, muy significativa, y absolutamente explicativa de la situación actual. Y resulta apabullante; por la sencillez, la precisión y la dureza con la que expone la cruda realidad -el muy jodido no puede ser más productivo utilizando el lenguaje. Es tal la claridad con la que se manifiesta la realidad que cada vez es más fácil describirla, tan fácil como innecesario. La realidad es obvia. Y por obvia, natural e inevitable. Y por natural e inevitable, asumible (¿por los más pusilánimes?), por más cruda e inhumana que se presente. No tiene, pues, tanto mérito la frase; la realidad es mucho más escandalosa.

 No tiene tanto mérito la frase, pero nos duele a quienes somos conscientes de ser los actualmente perdedores de la lucha de clases. Los que no son conscientes de que existe esa lucha pero pertenecen a la clase de los actualmente perdedores, la clase trabajadora, padecen físicamente los efectos de todo lo que quiere decir la frase, pero no lo padecen mentalmente, con lo que no reaccionan. Y como estos últimos son una gran mayoría, determinan que no haya una respuesta de clase de consideración que alcance a preocupar a W. Buffet y los suyos. De esta manera nos tenemos que comer la frase unos, y su significado en la práctica todos. 

 NI NEGOCIACIÓN NI COLECTIVA

Uno de los significados más concretos -y fundamental- de la frase, es que la Negociación Colectiva hoy en día es un fraude; el título de este artículo. Asegurando como cierto el contenido de la frase y colocándola a continuación del título, la cuestión queda tan clara que ahí mismo podría acabar la explicación y este artículo.

 En nuestro ámbito y durante décadas, una de las formas en que se ha materializado la lucha de clases es en los procesos de negociación colectiva, procesos forzados por la clase trabajadora como una vía para conquistar derechos y mejorar las condiciones de trabajo y vida. Un invento propio que -más o menos- nos venía funcionando a la clase trabajadora decentemente durante alrededor de un siglo; hasta que un día, de tanto practicarlo, llegó a ser parte de la normalidad y lo habitual, se institucionalizó, y pasó a ser otra pieza más del engranaje de funcionamiento del  sistema capitalista contra el que luchábamos. Los procesos de negociación colectiva pasaron a desarrollarse dentro de los márgenes y reglas del juego impuestas por la parte adversa. Y así perdieron su naturaleza y su sentido originario.

 Lo que actualmente se conoce como Negociación Colectiva es un fraude, porque -a la vista está- ni existe una negociación real, ni nada que justifique adjetivar esa supuesta negociación como “colectiva”. Un verdadero proceso de NC ante todo ha sido históricamente un proceso de lucha laboral y social caracterizado por la implicación y participación activa de los trabajadores que nos manifestamos como clase o grupo social; y ahora mismo, eso a lo que se llama NC carece de lucha, lo que supone que no es posible que se dé una negociación real. Y tampoco conlleva ningún tipo de participación de los trabajadores  que pueda ser determinante, y menos como clase o grupo social, con lo que tampoco se puede hablar de nada que sea colectivo.

 Prueba de que lo que hoy se presenta como proceso de Negociación Colectiva no es tal cosa es el hecho cierto de que actualmente es la patronal quien fuerza el desarrollo de procesos de NC, provocando incansablemente situaciones de conflicto, y ejerciendo acciones de presión en estas situaciones con el objetivo de arrebatarnos derechos; lo que viene consiguiendo con enorme facilidad. A la patronal le interesan los procesos de negociación colectiva y los utiliza eficazmente para alcanzar sus objetivos. No está nada claro que nos interesen a los trabajadores.

 CON EL TELÓN DE FONDO DE LA DERROTA

 El marco general en el que se establece la NC es el de la profunda derrota de los trabajadores. El predominio de las burocracias sindicales y, por tanto, de sus intereses; el alejamiento de los procesos de negociación que, de lo general a lo particular van encorsetando esa negociación y sustrayéndola a los afectados; y, sobre todo, la desactivación de la movilización, constituyen el marco en que desaparece la negociación colectiva como proceso real.

 Quienes se presentan y actúan formal y oficialmente como representantes de los trabajadores en ese proceso de negociación colectiva, son los aparatos burocráticos y jerarquizados de organizaciones domesticadas y alimentadas hasta ser mayoritarias por el sistema capitalista, por la patronal. Tanto que en el proceso de negociación el papel que ejercen -en el mejor de los casos- estas organizaciones es el de mediadores –responsables- entre partes, cuando no directamente representantes patronales ante los trabajadores, dejándonos a una de las partes sin representación. Así de crudo.

 Las elecciones sindicales han cumplido su papel en este proceso degenerativo, adquiriendo, cada vez más, ese carácter delegatorio propio de la democracia formal y alejándose de cualquier atisbo de representación real y democracia directa. Es el resultado, por una parte, de las elecciones a fecha fija y por periodo determinado, separadas de los procesos de lucha y movilización; también es el resultado del proceso de burocratización de los aparatos sindicales y su funcionamiento invertido de arriba a abajo. Se votan siglas y campañas propagandística y mediáticas, los candidatos los deciden los aparatos y quien se mueva no aparecerá en la foto siguiente. Si en algún momento, cediendo a la presión de los trabajadores, esos representantes directos plantean posturas consideradas incorrectas, los aparatos sindicales intervienen explícita y directamente. Se pastelean los intereses de la patronal con las prebendas de las organizaciones sindicales; si en ese pasteleo los intereses de los trabajadores quedan muy burdamente lesionados y la marca sindical ve deteriorada su imagen, tiempo habrá hasta las siguientes elecciones para recuperarla por medio del clientelismo sindical ejercido a través de las prebendas obtenidas.

 No hay que explicar mucho más. Porque esta irregularidad, este pequeño desliz de presentarnos a un proceso de negociación en el que están en juego nuestras condiciones laborales regalándole -de primeras- a la otra parte la representación propia con plenos poderes, no cabe en ninguna cabeza que pueda llevarnos a nada bueno. Nos lleva a que, en lo que hoy se conoce por negociación colectiva, se intercambien derechos de todos los trabajadores que se ceden a la patronal por contrapartidas en forma de prebendas para los aparatos burocráticos. Un mercadeo del que los trabajadores somos prácticamente meros espectadores a pesar de que se comercia la venta de nuestros derechos. Sin otro sindicalismo, otra negociación colectiva es imposible.

 Los ámbitos donde se desarrolla actualmente la supuesta negociación colectiva con un carácter más político y general (gobiernos, organizaciones empresariales y sindicales  -estos como supuesta representación de los trabajadores), permanecen absolutamente alejados de los trabajadores, que sólo tienen noticias de ellos a través de los medios de comunicación, esto es, mediatizados e individualizados. El resultado viene a ser un atraco tras otro a los derechos laborales y sociales de la clase trabajadora. Se materializa en nuevas leyes y reformas laborales, fiscales, sociales, que suponen un progresivo aumento de la carga de responsabilidad, riesgos, y esfuerzos de los trabajadores para el funcionamiento del sistema, en la misma medida que significan una descarga para la patronal, el capital, que además fortalece su posición de dominio y sus beneficios económicos y de todo tipo.

 La supuesta representación de los trabajadores, en ocasiones tras la convocatoria de una huelga general, admite y presenta estos resultados como los menos malos posibles dadas las circunstancias, y como un ejercicio y ejemplo por su parte de responsabilidad social, (patriótica, más bien), asentando un marco legal triturador de los derechos y las personas de los trabajadores. Cuando ese establecimiento del marco general se produce sin acuerdo explícito, pero admitido sin la movilización suficiente,  dicen que han dejado puertas abiertas para una posterior mejora que prometen y a la que se remiten en los procesos de NC de los convenios sectoriales, de empresa, etc…

 El blindaje de los retrocesos introducidos por las reformas laborales impuestas nunca se ha producido sin embargo, más bien ha sucedido todo lo contrario. No podía ser de otro modo. Si una movilización general no es capaz de vencer la voluntad de imponer esas reformas, ¿se va a dejar la patronal arrebatar esos logros por unas movilizaciones parciales y fragmentarias?. El caso es que tampoco los sindicatos han dado la batalla a ese nivel. Esas puertas han quedado abiertas para la patronal, fortalecida por ese marco favorable conquistado en lo general, está en mejores condiciones para nuevas exigencias en lo concreto que vayan más allá de lo alcanzado en lo general para volver a machacar a los trabajadores, haciendo de nuevo el negocio de cambiar los derechos colectivos que sean materia de negociación en cada caso por prebendas para sus aparatos burocráticos. Nunca ha sucedido a la inversa. Hoy en día, de la mano de los representantes “sindicales” mayoritarios, los convenios sectoriales y de empresa están para empeorar aún más la desgraciada legislación social y laboral existente, sólo tiene puertas abiertas en este sentido.

 Así, en cada “negociación”, a cambio de una contenida y controlada subida salarial, que es lo único que se nos acaba ofreciendo a los trabajadores en el mejor de los casos (que últimamente se congelan o reducen los salarios a cambio de -encima- una mayor jornada laboral), se aumentarán las cotas de flexibilización (desregulación y precarización) de nuestros derechos. Y cada uno de los retrocesos conseguidos en lo concreto prepara el terreno a un nuevo asalto a lo general, que asiente, convirtiendo en Ley, esos retrocesos impuestos en la práctica.

 Esa y no otra es la dinámica en que estamos inmersos. La ausencia de participación y, por tanto, de movilización se traspasa de lo general a lo más concreto, y vuelve agrandada de lo concreto a lo general. Cada día las posturas de los trabajadores son más débiles, cada día es menor el carácter de cauce de participación, expresión y movilización de los trabajadores de las marcas sindicales, cada día son más “agentes sociales” a su bola, cada día la patronal está más libre y fortalecida.

 La consecuencia, o la causa, de ese marco adverso es la paulatina y constante de desmovilización de los trabajadores, que afecta profundamente a los comportamientos colectivos e individuales y a las mismas formas de ser personas trabajadoras o personas a secas. No es sólo que miremos para otro lado cuando nuestros intereses están en juego, ni tampoco que hayamos perdido cualquier exigencia u otra forma de influencia respecto los que se dicen nuestros representantes, en ese proceso hemos perdido toda forma de rebeldía, hemos dejado de considerarnos sujetos con derechos. Es más que dudoso que una persona trabajadora se considere con derecho a unas condiciones laborales dignas o que otra que esté en paro se considere con derecho a trabajar, y una persona que se considera sin derecho podrá pedir, pero nunca exigir.

 LAS MATERIAS DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA

 La actual derrota de la clase trabajadora en la lucha de clases, escenificada en cada proceso de “negociación colectiva” que se desarrolla, es fundamentalmente una derrota ideológica y psicológica. Los estragos de esa derrota, que se materializan en un progresivo deterioro de las condiciones de trabajo y vida de los trabajadores, no son suficientes para vencer la desmovilización provocada por esa derrota enraizada en zonas más profundas que las afectadas por los deterioros.

 El problema es que los trabajadores, ya desactivados como clase en una medida más que suficiente para el sistema, en vez de entender que es parte de la lucha -el primer paso en este momento- luchar para sacar la propia lucha de un terreno desfavorable y empezar a hacer inmediatamente a continuación todo lo posible para que la lucha se plantee en el terreno y con la forma que nos interesa, consiguiendo que la negociación colectiva nos sea eficaz; lejos de hacer eso,  lo que hacemos es tratar de eludir los procesos (virgencita, virgencita…) y escapar lo más rápidamente y como sea de los que nos son planteados, saliendo las más de las veces -por no decir todas- peor que entramos.

 La negociación colectiva, la concreta y cercana y accesible a los trabajadores está centrada y reducida a la cuestión salarial, quedando cualquier otro tema en un plano tan secundario que nunca pueda tocarle el turno de ser abordado. Las dobles, triples y más escalas salariales; la utilización de modelos de contratación que no se corresponden con los propios de la actividad empresarial que se desarrolla y que permiten el abuso de la temporalidad contractual, con todo lo que supone de precariedad e inseguridad a todos los niveles, y de caldo de cultivo para arrebatar derechos a través del chantaje; la subcontratación encadenada y sin límites ni control; el aumento legal de la jornada laboral e ilegal a través de las horas extras, que se realizan incluso en situaciones de aplicación de EREs; los propios EREs aprobados y firmados no sólo por la autoridad laboral correspondiente, sino por los que se dicen representantes de los trabajadores despedidos (que llegan a cobrar también económicamente y de forma directa por su aquiescencia); la imposición de ritmos y tiempos de trabajo absolutamente abusivos y demoledores para la salud y la seguridad de los trabajadores; la garantía de la continuidad en el empleo; los periodos de actividad empresarial y los turnos; etc, etc… quedan fuera de la negociación colectiva o sólo se incluye como reivindicación patronal y para su incremento, jamás (de una forma seria) como reivindicación colectiva de los trabajadores y para su reducción y corrección.

 De esa negociación colectiva la patronal sale con las manos absolutamente libres para hacer y deshacer a su antojo en todos esos temas que deja sin abordar, los terrenos de mayor calado y que van a tener una influencia decisiva en el corto, medio y largo plazo del conjunto de las relaciones laborales. No parece que sea una conquista muy sólida un incremento salarial aceptable si al día siguiente a la firma la patronal puede plantear un ERE o iniciar la  externalización de parte de su proceso productivo o contratar eventualmente o vía ETT a un número de trabajadores significativo.

 La patronal sale más fortalecida y con las manos más libres, incluso de un convenio que pueda calificarse como “bueno”. Por el contrario, el  abandono por los trabajadores de esos temas de mayor envergadura que es, sin duda, síntoma de su debilidad, se convierte, a su vez, en factor debilitante. Es factor debilitante eludir los aspectos más estratégicos, abandonándolos a la decisión unilateral y arbitraria del capital. Y es factor debilitante hacer de la cuestión salarial el centro de la negociación colectiva y del sindicalismo, porque el económico es el terreno en el que los trabajadores (los trabajadores establecidos y con expresión sindical) estamos más en falso, somos menos sujetos de derecho.

 Los incrementos salariales, en la actualidad, no están planteados en el nivel de las necesidades vitales sino en el de los grados de consumo -incluso, no nos engañemos, para sectores de trabajadores cuyo salario no alcanza en una vida autónoma a dar respuesta a sus necesidades en materias como la vivienda. Pero el de la reivindicación en los grados de consumo es terreno poco apto para reconocerse y reafirmarse como sujeto de derechos, en el que reivindicar desde la exigencia, recuperando a través de ella la convicción y capacidad de movilización perdida. Más bien es terreno en el que estamos de favor, por encima de lo que nos correspondería en un reparto equitativo y, por tanto, tendente y proclive al pacto y al entendimiento. Un terreno en el que en la sociedad actual estamos favorecidos, podremos reivindicar incrementos a quien se beneficia más (mucho más si se quiere) que nosotros, pero siempre será una reivindicación realizada tímidamente, sin exigencias excesivas y poco proclive a suscitar rebeldías y rupturas.

 Una posible recuperación de la negociación colectiva y del sindicalismo requiere abordar otras problemáticas que nos afectan de forma más intensa en nuestras condiciones de trabajo y de vida, aquellos en los que la patronal basa e incrementa su capacidad de dominación, y requiere también hacerla más colectiva, carácter que le otorga su capacidad de abarcar a todos, no a un determinado, pero restringido, colectivo de la clase obrera.

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