Chema Berro – LibrePensamiento https://archivo.librepensamiento.org Pensar para ser libre Sat, 13 Mar 2021 10:54:12 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.1 Intrahistoria de Libre Pensamiento. La experiencia de los coordinadores https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/intrahistoria-de-libre-pensamiento-la-experiencia-de-los-coordinadores/ https://archivo.librepensamiento.org/2013/06/21/intrahistoria-de-libre-pensamiento-la-experiencia-de-los-coordinadores/#comments Fri, 21 Jun 2013 14:00:22 +0000 https://librepensamiento.org/?p=4155 Juan Luís González López
Fundador de Libre Pensamiento y Director de los 5 primeros números
Mayo 1988 – Diciembre 1989

 La publicación en mayo del 88 del nº 1 de Libre Pensamiento, no fue un brindis al sol ni un homenaje al Mayo francés, aunque lo representara sin quererlo. Surgió más bien como respuesta a una demanda de información y debate de la militancia confederal de aquellos turbulentos años, y como culminación de la misión que nos llevó a Carlos y a mí de Málaga a Madrid en un viaje que aún andamos transitando.

De siempre se me había dado bien escribir (recuerdo que en los sectores más inmovilistas de la CNT-AIT se me trataba de descalificar llamándome el poeta; lástima de prejuicios) y Carlos nunca ha dejado de ser ese viejo anarquista autodidacta del siglo XIX trasladado a nuestros días, que ponía el papel impreso para que otros pudieran expresarse en libertad. Desde que coincidimos años atrás, habíamos colaborado en distintos proyectos editoriales en el sindicato de Sanidad de Málaga y, a primeros de los 80, en el Comité Regional de Andalucía de la CNT-AIT.

Cuando, tras el Congreso Extraordinario de Torrejón, el Comité Nacional de la CNT-AIT comenzó la caza de brujas de los sindicatos “aperturistas” que reclamaban la unificación de la CNT, escindida en dos (CNT-AIT y CNT-Congreso de Valencia) desde el V Congreso de la Casa de Campo, entendimos que era precisa una publicación que sirviera de aglutinador en medio del caos de agresiones, libelos y expulsiones. Por acuerdo unánime de los sindicatos aperturistas de la Federación Local de Málaga, los fondos proporcionales obtenidos con mucho sudor en la Feria, se dedicaron a publicar los 3 números de la 1ª época de Rojo y Negro que sirvió de catalizador de los sindicatos “aperturistas” de la CNT-AIT y valedor de la Conferencia Nacional de Sindicatos de la CNT-AIT celebrada en Colmenar Viejo (Madrid) los días 24 y 25 de marzo de 1984, que dio paso al Congreso de Unificación de Julio de 1984 donde fue elegido Secretario General Pepe March.

6.1 6.2

En 1987, March me escribió ofreciéndome un puesto como Secretario de Información e Imagen en la candidatura de renovación que pensaba presentar en el X Congreso. Las circunstancias personales y la idea de dotar a la organización de un órgano de expresión del que seguía huérfano, me llevaron a aceptar la aventura, con el apoyo de los compañeros del sindicato del comité de empresa del Hospital Civil al que pertenecía, aceptando posteriormente la organización traerse a Carlos para ayudarme a hacer realidad el proyecto. En diciembre de ese mismo año publicamos el nº 0 de la II Época de Rojo y Negro, esta vez como órgano de expresión de la CNT/CGT. Sin embargo, vivíamos tiempos turbulentos. Junto a un crecimiento y consolidación evidente de la organización surgida del Congreso de Unificación de 1984, el 7 de abril de 1989 el Tribunal Supremo otorgaba las históricas siglas al sector más inmovilista y ortodoxo organizado en CNT-AIT, obligando con ello a un cambio de siglas que algunos quisieron aprovechar para refundar una nueva organización que, libre de clichés libertarios, pudiera hacer confluir a todo el espectro de la izquierda radical, en lo que el tiempo ha demostrado que se trató, ahora sí, de un brindis al sol.

En ese contexto, para evitar que las tensiones y debates internos socavaran la organización trasladándose a los centros de trabajo por medio de las páginas de Rojo y Negro o los rumores interesados, hace 25 años, se publicó el nº 1 de Libre Pensamiento que entonces tenía como subtítulo TALLER Ð DEBATE CONFEDERAL. Aquel primer número dedicó su dossier interior al tema Presente y futuro del anarcosindicalismo. El Taller de debate se presentaba en un cuadernillo central, en papel coloreado, de modo que se pudiera coleccionar extrayéndolo de la revista. Como ocurriera antes con Rojo y Negro, el nombre de Libre Pensamiento surgió de mi cosecha y el diseño de la cabecera, que ningún director ha cambiado en 75 números, era de Carlos Peña García, que aún hoy continúa buscándose la vida en el diseño gráfico de Madrid, editando el periódico de las Asambleas de barrio del Movimiento 15-M. Aún recuerdo las madrugadas compartidas en el local de Calle Sagunto, cada uno en su guerra, yo con la máquina de escribir para ir sacando los artículos y Carlos con los programas de edición en inglés Pagemaker y Venturi para maquetar cada número.

La Reseña que servía de presentación y editorial al primer nº de Lp decía:

“Lp nace con vocación de libertad, debate y teorización, de polémica y pacífica confrontación de pareceres. Lp ve la luz con ánimo también de ser altavoz del sentir de los compañeros y compañeras de a pié que, sin participación directa en las estructuras federales de la Organización, precisan de una tribuna donde poder expresarse, porque todos tenemos algo que decir.

Intentaremos que Lp sea reflejo de esa amalgama de ideas y proyectos que hoy es la Confederación, el sindicalismo autónomo y el pensamiento antiautoritario en general.

Lp será taller experimental abierto a todas las reflexiones sin tabúes ni miedos, a todos los planteamientos serios aunque novedosos, a todos y todas los hombres y mujeres de pensamiento libre.

Libre Pensamiento será lo que queráis que sea.

La Redacción.”

Sin embargo, pese a todos los esfuerzos por el debate y el consenso, en el XI Congreso 47 sindicatos impusieron por 4 votos un cambio de estatutos a los otros 62 sindicatos, introduciendo en los estatutos de la CGT conceptos tan extraños como liberados asalariados, corrientes de opinión, votos proporcionales en Plenarias, doble militancia, democracia representativa, izquierda sindical, comisión de conflictos, etc. Y, como no estábamos dispuestos a hacer del sindicalismo la profesión con que ganarnos la vida, ni hacer política en la organización o acabar por dividirla, dejamos que la vida nos colocara en otra parte. Y, aunque la Confederación se ha desgajado y desangrado por no saber reconocerlo, colocarte en otra parte no tiene por qué colocarte al otro lado de la barricada.

Probablemente, aunque fuera el primero, he sido el director más breve de la revista. En total alcanzamos a editar en dos años 5 números de Lp y 15 números de Rojo y Negro. Con la paulatina incorporación de colaboradores, el equipo de LP acabó formado en esa primera época por Chon Allué, Angel Pomares, Lola Valera, Daniel Barcala, Cristina Pistolesi, Carlos Peña y yo mismo, ninguno de los cuales pudo continuar en el proyecto tras el congreso.

Así surgió Libre Pensamiento pero, sobre aquellas bases, la revista se ha ido desarrollando en otras manos durante todos estos años. Como sabíamos desde un principio y escribí en el artículo que abría el nº 1 (Recetas para un debate libertario), publicar Lp era “engendrar algo que ya no será la idea primigenia, sino fruto de ésta y de la tierra que la recibe en sí y la transforma”. Nosotros pusimos la semilla, no recogimos sus frutos.

70 números después, he podido ojear algunos de los últimos números y, en lo que se refiere a su forma, me agrada comprobar que se mantiene la histórica y bellísima cabecera de Carlos; también que dispone de una magnífica presentación con un cuidado diseño y la utilización de las últimas tecnologías de diseño gráfico, de las que no disponíamos entonces. Aunque se ha eliminado el subtítulo de la cabecera (entiendo que son otros tiempos), cambiado por el de “Papeles de reflexión y debate”, que considero adecuado, se ha mantenido el dossier (antes taller) interior monográfico. No comparto sin embargo la idea de incluir el logo de la CGT, alineando institucionalmente la revista. Es como poner coto al libre pensamiento cuando su objetivo debe ser precisamente hacer pensar y concienciar dentro y fuera de las siglas. Puesto que su director lo elige el congreso, no encuentro tampoco razón a su servidumbre de una secretaría del C. Confederal.

Sobre su contenido, con el que puedo estar más o menos de acuerdo o en desacuerdo, no diré más que está bastante cuidado y es rico, profundo y variado, aunque echo en falta la opinión de los lectores, la participación de esos compañeros y compañeras de a pié para los que nació la revista. Existía desde un principio el riesgo de caer en un elitismo que diera la espalda a la realidad, a las inquietudes y necesidades reales de la militancia de base, de sus propios lectores y de la sociedad en general, más grave aún en estos negros momentos de involución social que atravesamos. Puede ser una mera impresión personal, pero no me parece que sea una publicación que lean muchos afiliados de la CGT, o las bases de los movimientos sociales de hoy día (15M, desahucios, marea verde, marea blanca, etc.). De hecho, parece tener más posibilidades de convertirse en una revista de culto que en agitador de conciencias. Como consecuencia de esa falta de participación y de la sinergia que ésta genera, la revista parece haberse convertido en una revista más de análisis intelectual que de denuncia de la actual situación política, económica y social, donde parece primar el análisis ideológico y el adoctrinamiento vanguardista sobre debate.

Sin embargo, en la presentación de la revista colgada en la web, bajo el título ¿Qué es LP?”, he podido leer: “…que pretende abordarlos con la actitud de búsqueda propia de quien es consciente de que sus convicciones y certezas suscitan más preguntas que respuestas. (…) Libre Pensamiento quiere ser una publicación a través de la cual la C.G.T. piensa sobre sí misma, contando para ello con materiales propios y ajenos. Pero pensándose a la luz pública, de modo que esa reflexión se pueda convertir en polo de atracción y apertura.”…

De ser esto así, tanto Carlos como yo podemos sentirnos satisfechos: los objetivos que nos trajeron a Madrid se habrían cumplido. Si no, siempre nos quedará pensar que a fin de cuentas, 25 años después, Lp es y será lo que queráis que sea.

Salud y libre pensamiento.

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Félix García Morrión

1991 – 1996

¿Qué planteamiento te hiciste al asumir la coordinación?

Asumí la dirección de la revista en el año 1990 y estuve hasta el 1996. No puedo recordar en estos momentos si mi cargo fue aprobado en un Congreso, pero creo que no fue así; simplemente me pidieron que me hiciera cargo y asumí la tarea. Dejé el cargo de coordinador (siempre es saludable rotar en los cargos) y desde entonces sigo en el consejo de redacción.

6.4El planteamiento era, por encargo de la CGT, doble: mejorar la calidad de la revista, definiendo mejor su perfil, y lograr que avanzara como publicación de izquierda libertaria abierta a un público amplio. El proyecto era ambicioso y, en cierto sentido, nos servían de referencia revistas como Bicicleta (http://eljorobado.enlucha.info/bicicleta/bicicleta/ciclo/01/indice.htm ) o  El viejo Topo, dos revistas que tuvieron impacto en la vida intelectual de la izquierda y que alcanzaron en su momento una buena difusión.        

Por otra parte se pretendía una revista dirigida más bien al público más preparado de la CGT: no era una revista de divulgación general, sino con pretensiones de alcanzar cierto nivel. En una supuesta y discutible división del trabajo intelectual, la revista tenía como público posible más los militantes que los afiliados. La pretensión era combina rigor intelectual con capacidad de divulgación. Haciendo honor a su nombre, no pretendía impartir doctrina anarcosindicalista, sino proporcionar propuestas que incitaran a la reflexión y ayudaran a pensar con mente abierta los problemas del mundo actual.

Intentamos además hacer una colección de libros en colaboración con De la Torre y luego con Catarata, pero fracasó y, que yo recuerde, solo se publicó un número centrado en los Derechos Humanos.

¿Qué facilidades/dificultades encontraste en su realización?

Tuvimos las dificultades propias de un proyecto que era ambicioso y no era fácil de llevar a buen puerto. Ponerse objetivos elevados es bueno porque te exige un mayor esfuerzo. Pero también puede ser negativo en la medida en que pueda ser un área inalcanzable y provoque cierta frustración. En todo caso, no me siento personalmente frustrado porque nos quedáramos lejos de los objetivos propuestos.

En aquellos tiempos falló, sobre todo, la distribución. Probamos entonces a que estuviera en algunas librerías emblemáticas de España, para que la revista llegar a un amplio público, el círculo más amplio de potenciales lectores, pero no fue posible. Exigía mucho esfuerzo y no había infraestructura para ello.

Quisimos también lograr un número significativo de suscriptores, entre el amplio mundo de izquierdas, con planteamientos receptivos a las propuestas libertarias; ese sería el segundo círculo de lectores al que queríamos dirigirnos. Tampoco en este caso conseguimos un número crítico de suscriptores, que debería ser, creo, de unos 500 como mínimo.

Por último, no tengo claro que lográramos llegar al primer círculo de potenciales lectores, esos militantes de la organización para los que la revista debería ser un material de referencia en su reflexión y formación militante. Nunca tuve claro que la revista llegara al primer círculo al que estaba destinada: militantes cualificados de la CGT a los que se pretendía ofrecer instrumentos de análisis. Tampoco arbitramos un estudio serio que hiciera posible saber qué gente lo leía dentro de la organización.

¿Qué utilidad crees que tiene la revista?

Sé la utilidad que siempre hemos querido que tuviera, peo con eso no respondo a la pregunta y lo que pueda decir no pasa de ser pura especulación. Por eso se pidió en una reunión de la revista encargar un estudio serio de audiencia. Creo que no se ha hecho y sería fundamental hacerlo. Empezar por saber el número de ejemplares que publicamos y a quiénes se envían. Analizar la lista de suscriptores. Averiguar las personas que acceder a nuestra página… Todo eso hecho con cierto rigor, para poder utilizarlo como punto de partida en las discusiones acerca de la mejora de la revista.

Puestos a especular, creo que la revista tiene un impacto bien escaso en la CGT y casi despreciable fuera de la CGT. Ahora bien, como es pura especulación y además tiene claras connotaciones negativas, lo mejor es prescindir de esta valoración.

6.5

¿Cuál crees que debiera ser el futuro de la revista?

Creo que los objetivos señalados en los dos primeros apartados siguen siendo válidos y a ellos debiéramos volcarnos, haciendo lo que hemos visto que funciona, corrigiendo los errores y profundizando en los medios adecuados para logra lo que queremos. Hoy día parece necesario adaptarnos a los medios existentes, dando mayor valor a la página web en la que debieran estar todos los números anteriores, con un buen índice, y en la que se pudiera tener un pleno acceso a los números una vez pasado un año desde su publicación. O quizá pasar directamente a que todo estuviera accesible en internet, de manera gratuita.

Creo que, como ocurre en casi todos los productos de este tipo, hay un problema claro de distribución: hacemos un producto digno, pero no logramos que llegue a donde debiera llegar. No soy competente en ese campo y no sé cómo se podría hacer.

Dado que algunas personas estamos aquí desde hace muchos años, que siempre hemos tenido claro ese problema (creo) y que no hemos logrado resolverlo, quizá fuera importante darle protagonismo a gente nueva. Eso sí, yo seguiría colaborando, si la gente nueva lo estimara oportuno, claro.

Por otra parte, potenciaría la presencia de Libre Pensamiento en las redes sociales, aunque ya están todas muy saturadas y no resulta sencillo abrirse un espacio. La colaboración habitual con Ecologistas en acción puedes ser un buen referente que debemos tener en cuenta..

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Antonio Rivera

1997 – 2005

 Nos hicimos cargo de Libre Pensamiento en su número 23 de enero de 1997. Entonces aparecía el precio en pesetas (450) y Durruti nos miraba desde la portada con ojos de comprobar en cada número si lo íbamos a hacer bien. Menos mal que el monográfico de esa vez se titulaba “La memoria, una verdad esquiva”, lo que contenía a un tiempo sabiduría e intención de bordear la línea de lo confederalmente permitido. Hablo en plural porque para entonces la aventura editorial ya tenía precedente: en octubre de 1991 habíamos asumido la responsabilidad de Rojo y Negro un equipo de personas del País Vasco, con núcleo duro compuesto por Chema Berro, Mikel Galé y el que suscribe, además de otros compañeros que fueron yendo y viniendo, como es habitual en la casa. El mismo núcleo duro vasconavarro se hizo cargo de Libre Pensamiento, con un consejo del que también iba entrando y saliendo gente, pero todos ellos dispuestos y capaces para la nueva aventura. Félix García, siempre presente, siguió en ese sanedrín después de haber trasegado con más soledad que compañía en los años en que la revista trató de tener más ambición y mayor proyección exterior que con la que había nacido: no se olvide que su origen en mayo de 1988 como “taller de debate confederal” tenía que ver sobre todo con su concepción de publicación para el debate interno, necesario después de la unificación de diferentes sectores del anarcosindicalismo en 1984.

La idea desde el primer momento fue hacer de Libre Pensamiento un escaparate de las posibilidades reflexivas de la organización y, sobre todo, del entorno libertario, sindical y de izquierda extrema que no tenía otros medios. Los años de la alegría capitalista, aquellos falsos felices finales de siglo y comienzos del presente –aquellos polvos mágicos y estos lodos siniestros-, coincidían también con una general parálisis de los medios teóricos de la izquierda. Ese hueco tratábamos de cubrir, pero con la mirada puesta en un ejercicio de prestigio, digámoslo con claridad. La para entonces ya CGT venía escalando puestos en la presencia social a través de la acción sindical, pero se corría el riesgo de su desdibujamiento en el terreno de las ideas. No en que se perdieran las señas de identidad libertarias que tanto nos preocupan, sino que el crecimiento convirtiera precisamente a esas señas en adorno y no en sustento. Algo parecido, pero no lo mismo. Se trataba de aprovechar la fuerza social que íbamos adquiriendo para consolidarnos en paralelo como una referencia en los debates y la reflexión de la izquierda extrema, libertaria o no.

6.6

A ese objeto fuimos, por un lado, poniendo sobre la mesa temáticas relativamente novedosas en el tiempo, que el día a día sindical era incapaz de formular. Actuamos como avanzadilla de debates como el citado de la memoria (todavía no se hablaba de esas cosas), de la renta básica universal, de las debilidades intrínsecas de la fórmula sindical, de las contradicciones de las ONG´s, del reparto del trabajo, de la amenaza de una Europa construida desde la perspectiva económica capitalista (¡qué anticipados!), sobre el agotamiento del discurso de la izquierda internacional, sobre las limitaciones de la historia del anarquismo español, sobre la inmigración… Temas nuevos y gente nueva, procedente de donde fuera de la izquierda, mucho profesor universitario ajeno a nuestro mundo pero hablando de lo mismo que nosotros (o instándoles a hablar de ello), personas con capacidad para emitir un discurso más allá de los lugares comunes y tontorrones del clasicismo izquierdista. Prestigiar, en definitiva, a la CGT en el terreno más intelectual, caminando en paralelo del trabajo que hacía la organización en la calle y en los espacios laborales. Por eso no hubo nunca límites a hablar de lo innombrable, de cosas nuevas desde perspectivas diferentes, y a que lo hicieran personas a las que no se les preguntaba por su origen, sino que se les reclamaba para opinar con criterio, información y capacidad para exponer y hacer útil su discurso. Hay que citar a algunos de aquellos que ahora recuerdo, con el riesgo de dejarme en el tintero a la mayoría y a los mejores. Pero lo haré, por aquello de corroborar lo que afirmaba y de recordar a gente que igual hoy ya no circula por nuestros espacios: Antonio Morales, Carlos Taibo, Agustín Morán, José Luis Arantegui (y sus hilarantes y profundos relatos), José Luis Ibáñez, Félix Díaz y Paco Marcellán (siempre ahí)… Colaboraciones de gente de peso, que siempre contestó con amabilidad y disposición a nuestros reclamos: Imanol Zubero, Tomás Ibáñez, Pedro Arrojo, Ramonet, Emilio Cortavitarte, Javier Aisa, el desaparecido Pepe García Rey, José Iglesias Fernández, Miguel Jara, Toni Segura, James Petras… Santones como Chomsky, Murray Boocking, Ramonet, Pierre Bordieu, los historiadores Van der Linden  y Waine Thorpe (del Instituto de Historia Social de Amsterdam), Marta Ackelsberg, Naomi Klein y otros y otras no pusieron pegas a que trabajos suyos o entrevistas aparecidas en otros medios encontraran cabida en el nuestro.

La fórmula del monográfico fue tomando peso en este tipo. Ello suponía, de entrada, que la revista no era un cajón de sastre donde se colocaba lo que iba llegando de forma espontánea. En absoluto, el consejo de redacción discutía previamente y con antelación de algunos números (al principio, luego flaqueó la planificación, como todo) los temas monográficos a desarrollar en base a la preocupación que suscitaban, y señalaba los posibles candidatos a ser tocados para tratar los asuntos. Ello permitió que algunos monográficos, sobre todo de temas históricos, fueran rebasando los límites de nuestros medios y que resultaran citados en revistas y artículos de otras cabeceras e incluso académicos (vg. la historia corta aún de la CGT, la del sindicalismo revolucionario y otras).

De alguna manera, se fue poniendo el cimiento para asentar el “sistema” de comunicación con que cuenta hoy la organización, mucho más complejo y desarrollado que entonces, cuando solo teníamos Libre Pensamiento y Rojo y Negro, además de los muchos portavoces de empresa y alguno de confederaciones regionales o locales. Pero era el inicio de lo que hay ahora: medios de combate y de periodicidad más corta, que tratan temas desde la perspectiva de su inmediatez y de su uso como instrumento de intervención y de conocimiento de los avances y retrocesos de la organización y de sus entornos, que conviven y se complementan con una revista de análisis más mesurado, más complejo, más profundo, sobre temas que no tienen por qué ser de actualidad ahora pero que amenazan con serlo en un futuro no lejano, abriendo sus páginas a gentes que por su condición o ubicación no participarían con nosotros por temor u oposición a ser etiquetados. Por el contrario, hacerlo en Libre Pensamiento les resulta amable, bien recibido e incluso prestigioso. Y eso es un logro de entonces y de la trayectoria que ha mantenido la publicación desde que la dejara en su número 47, de la primavera de 2005.

Por eso la utilidad y el futuro de la revista los veo exactamente igual hoy que hace un cuarto de siglo: ser el espacio para el debate y la reflexión profunda y meditada, con gentes diversas y con puntos de vista diversos, sobre temas novedosos y que anticipen el inmediato futuro, sin límite alguno a la radicalidad o templanza de las opiniones, demostración de que somos también una organización que piensa a la vez que actúa, para ampliar nuestros marcos atrayendo a gente a las que no mueve la acción sindical o social nuestra, para colocarnos como una cabecera de referencia ineludible en los foros que mueven el libre pensamiento de los que creen que otro mundo (mejor) es posible.

En ese camino se está. Falta otro punto, que constituiría una demostración de éxito si se cumpliera: Libre Pensamiento debe ser tan popular dentro de los sindicatos como lo es fuera de ellos. De nada sirve ganar prestigio en determinados sectores, mostrar músculo intelectual por parte de la CGT y sus entornos, si Libre Pensamiento es un objeto de decoración entre la mayor parte de la militancia sindical. Efectivamente, leer algo más que el panfleto cuesta, pero como tan acertadamente ilustraba una publicidad vieja de Le Monde Diplomatique, es la distancia que hay entre el fast food y una buena chuleta de ternera. Porque hay tiempo para todo.

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Chema Berro

2005 – 2013

 ¿Qué planteamientos te hiciste al coger la coordinación de la revista?

 Cogí la coordinación de la revista Libre Pensamiento para tapar un hueco, por cese de Antonio Rivera, y sin ningún planteamiento. Llevaba tiempo en el equipo de redacción y lo que me preocupaba, con algún miedo, era que la revista no dejara de editarse, y no pensaba  más que en una tarea de mantenimiento, dentro de una continuidad con lo que se venía haciendo y con el mismo equipo de redacción que ya venía funcionando. Los objetivos se me fueron planteando en el propio ir haciendo.

Lo primero que tuve que hacer fue consolidar el equipo de redacción, muy desengrasado en la última etapa de Antonio, dado que su capacidad le permitía casi prescindir de él. No era mi caso, yo lo necesitaba.

Por esa necesidad he contribuido a que el actual equipo de redacción tenga un funcionamiento regularizado. A lo largo de estos 8 años y 28 números que llevo en la coordinación el equipo se ha renovado mucho, ha habido altas y bajas, alguna de éstas producidas de forma poco amable, pero siempre en un proceso de consolidación. Creo que el actual es un equipo sólido y muy capaz. Hay una variedad generacional y de tiempo que se lleva participando, pero es un equipo bien engrasado. Cualquiera de las y los participantes podría sustituirme en la tarea de coordinación con total  garantía de que la revista saldría ganando.

6.7También la revista está más consolidada en estructura y secciones. Faltaría que cada una de las personas del equipo de redacción asumiese más directamente la responsabilidad de cada una de ellas.

Otro de los objetivos que se me fue planteando e intenté impulsar fue el que la revista entrase en los muchos problemas y carencias de la actuación sindical y social en el dificilísimo momento actual. Intentamos que los dossieres fueran alternando entre temas sociosindicales y otros más dispersos. La verdad es que, salvo los de educación, desarrollados por la federación de enseñanza, nunca he quedado satisfecho de los resultados obtenidos en esos dossieres dedicados a la actuación sindical y social. (Al escribir esto pienso que un mayor papel de las federaciones de industria en dossieres diversos, sería muy positivo, y en muchos sentidos, para la revista)

Se han hecho también un par de experiencias de organizar en torno a la revista algún debate más participado, los resultados fueron decentes, pero es algo que el siguiente equipo, si quiere, tendrá que trabajar mucho más, partiendo bastante de cero.

 ¿Qué facilidades/dificultades encontraste en su realización?

 La facilidad viene dada por el equipo, creo que somos una organización con un buen número de personas con capacidad alta y que se mueve en un marco de preocupaciones muy amplio, manteniendo las cabezas abiertas. Todo ello, pese a que colectivamente todavía funcionen entre nosotros mucho los clichés. En ese sentido la revista se hace fácil.

Más difícil es conseguir un mayor entrelazamiento entre nuestra actividad diaria y nuestro discurrir. Pese a que seamos una organización que hace muchas cosas y pese a que nuestro activismo está vivo, con ganas, en búsqueda y sin anquilosarse nos cuesta poner eso por escrito, haciendo de ello una reflexión que sea útil para el conjunto. Estoy convencido de que mucha de nuestra gente tendría mucho que aportar y decir, pero o no lo hace o yo no he sido capaz de recogerlo. Pese a que creo haberlo intentado.

Para mí es un aspecto crucial. Seguramente mi menor bagaje teórico respecto a anteriores directores, me obliga a buscar mayor interrelación entre actuación y discurso. Es una cuestión de la propia limitación personal, pero también de convicción. Hay que obligar siempre al discurso a ese entrelazamiento, al esfuerzo por aterrizar en contenidos prácticos. De la misma forma que nuestra práctica tiene que someterse a una reflexión discursiva, sin dejarse atrapar nunca por la rutina y por la tendencia a la repetición.

Pese al dicho de “en tiempo de crisis, no hacer mudanzas”, considero que la actual crisis nos exige muchos cambios y mucha tensión que impida que el discurso caiga en refugio cultural y la actuación en la rutina. Me hubiera gustado que Libre Pensamiento hubiera ayudado y empujado más en esa dirección.

 ¿Qué utilidad crees que tiene la revista?

 La verdad es que no lo sé. De lo que vengo diciendo se desprende que considero que la revista todavía no es el producto que necesitaríamos: una revista que al cogerla nuestra gente viera en ella un aporte a sus preocupaciones cotidianas.

 Puede considerarse que Libre Pensamiento es una buena revista, valorable y valorada por quienes la conocen, pero eso no puede dejarnos satisfechos. Es cierto que aporta materiales y reflexión, pero todavía eso se mantiene en los márgenes (por decirlo de alguna forma), sin acabar de entrarle al núcleo duro de nuestras carencias y necesidades. Todavía seguimos planeando desde la altura, es posible que ampliemos el horizonte, lo que es positivo, pero no es suficiente. La altura que seamos capaces de alcanzar en el planeo debe servirnos para un picado más directo y contundente.

Eso en cuanto al contenido emitido. Por otro lado está lo que de ella se recibe, y en este aspecto, aunque solo puedo hablar guiado por intuiciones sin tener elementos objetivos de valoración, la impresión es todavía menos optimista.

Y nada tiene que ver con que el producto no sea del todo el adecuado. No es problema solo del emisor, sino también del receptor. Hoy se lee poco porque se busca poco, es el resultado del acomodo del que no escapamos. Contribuye también a ello la permanente invasión de mensajes a que estamos sometidos, sin que pueda establecerse una demarcación clara entre el puro entretenimiento y lo que de verdad importa. Esto es, sin que sea fácil ocupar una cierta centralidad.

Como cualquiera de las otras cosas que emprendemos, Libre Pensamiento lo tiene difícil y, también como en esas otras muchas cosas, una clave de acierto está en la participación. Debiera estar a nuestro alcance pues no estamos hablando de la participación en abstracto y universal, sino de la participación de un número de personas a las que podemos contar y poner rostro. Habría que acudir para ello a secciones sindicales, federaciones de industria, coordinadoras, etc.

 ¿Cuál crees que debiera ser el futuro de la revista?

Creo que ya está dicho aunque convenga explicitarlo. Libre Pensamiento tendría que ser una revista de recogida y aporte de materiales diversos y plurales que enriquezcan nuestra visión de las cosas. Una revista en la que caben todas las temáticas y todos los tratamientos, siempre que se planteen abiertos y en búsqueda. A la vez todos esos materiales, aunque algunos de ellos más específicamente, deberían converger en ese afrontar todas las carencias y elementos de mejora de nuestro quehacer. Una revista a la búsqueda de respuestas, desde la convicción de que ninguna de ellas puede matar las preguntas.

Tendría que ser una revista nutriente, que si desapareciese dejara un vacío que se notase y que fuera necesario llenar; tendría que ser no una revista sino la (nuestra) revista.

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La derrota del sindicalismo https://archivo.librepensamiento.org/2012/06/21/la-derrota-del-sindicalismo/ https://archivo.librepensamiento.org/2012/06/21/la-derrota-del-sindicalismo/#respond Thu, 21 Jun 2012 20:00:00 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3740 El sindicalismo ha jugado un papel central en la consecución del estado de bienestar y en el acceso de las clases trabajadoras de los países desarrollados a la sociedad de consumo. Son logros importantes pero dentro de unos objetivos no concluidos y, a la postre, derrotados. Hoy, el papel del sindicalismo es escaso y no significativo.

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Chema Berro

Si  nos remontamos a los periodos rugientes del sindicalismo, aun sin idealizaciones, éste puede ser admirado como un movimiento valioso, tanto en capacidad de conseguir mejoras inmediatas, como en cuanto capaz de aunar y hacer efectivas voluntades y aspiraciones de cambio social. Pero no es menos cierto que el sindicalismo actual nada tiene que ver con lo que fue.

Sería suficiente remontarse a los últimos cuarenta años de nuestra última etapa de libertad, todo lo relativa que se quiera, y actuación sindical para apreciar lo mucho que el sindicalismo ha evolucionado. El sindicalismo iniciado en los setenta hereda una trayectoria de lucha obrera autónoma, participativa, que supone un desafío y una amenaza  a lo existente, en la que los conflictos se aunaban y extendían y las conquistas se generalizaban rápidamente, llegando al conjunto de trabajadores. Es cierto que en esa época éramos una sociedad con un nivel de consumo bajo, casi pobre, y que la situación política del franquismo terminal añadía un plus de motivación a la movilización.

Pero más que recoger esa herencia el sindicalismo la tira por la borda en poquísimo tiempo, demostrando que es “otra cosa”. El sindicalismo es lucha obrera pero pasada por numerosos tamices, tanto de puntos de vista previos como de intereses diferenciados, que la condicionan decisivamente en unos casos y, en otros y en definitiva, se le anteponen. Lo cierto es que al poco de iniciarse el proceso de sindicalización de aquella lucha obrera autónoma, combativa y expansiva no queda apenas nada. Y no solo es un problema de que hayan gestionado mal el bagaje recibido, ni solo de que el sindicalismo que se instaura no haya sabido o querido hacerlo de otro modo, los agentes concretos que prevalecen en ese momento tienen influencia indiscutible, pero el problema es más intrínseco al mismo hecho sindical.

 Los cambios en el sindicalismo

El centro del sindicalismo ha sido la reivindicación económica, en primer lugar y la de las condiciones laborales, en segundo. En sus orígenes, en una situación de fuerte explotación y en la que la reivindicación se mantenía a unos niveles próximos a las necesidades básicas, conseguía:

  • Unos niveles de enfrentamiento fuertes en los que se hacía presente toda la perversión del sistema. A más lucha mayor aspiración y mayor acercamiento al cambio social.
  • Unos niveles de solidaridad importantes generados por las situaciones de carencias básicas.
  • Una homogeneización de los trabajadores ya que buena parte de las conquistas alcanzadas se generalizaban con cierta rapidez y acababan afectando en poco tiempo al conjunto de la clase.

Quizá el mayor déficit de ese sindicalismo inicial fue su dimensión internacionalista, sí mantenida como aspiración y bandera pero que no consiguió plasmarse como realidad salvo situaciones y momentos puntuales. La lucha obrera, el sindicalismo consigue crear una “clase obrera” unificada en el seno de cada uno de los países, suscita solidaridades parciales entre las clases obreras de los países industrializados, pero, desde luego, no genera una “clase” a nivel internacional, sino que, todo lo contrario, las diferencias entre las clases obreras de los distintos países comienzan a agrandarse según su grado de desarrollo.

El sindicalismo actual lo reiniciamos en los 70, con la transición y la recuperación de  las libertades, la sindical entre ellas. La lucha obrera de los 70 venía siendo una lucha con un nivel de combatividad importante que se planta como desafío, que genera importantes dosis de solidaridad, unificación de las luchas y generalización de las conquistas…, pero en la que, sin embargo, la aspiración de cambio social ya había remitido. La clase obrera más que aspirar a un cambio del sistema económico, a algún tipo de sociedad no capitalista, reduce su aspiración a ejercer su presión y construir una fortaleza en la que defender e incrementar sus logros, pero dentro del sistema capitalista.

En los 70 se producen una serie de hechos simultáneos que marcarán el desarrollo de ese movimiento obrero surgido en el franquismo: la libertad sindical, la crisis del petróleo, el despegue de la globalización y un enriquecimiento importante de nuestra sociedad que vendrán a modificar considerablemente el panorama de la lucha obrera.

La libertad sindical significó que los y las trabajadoras dejaron de gestionar su propia lucha, pasando a hacerlo las organizaciones sindicales, que son algo más que las trabajadoras organizadas  para la defensa de sus intereses: existen cauces, mecanismos, prerrogativas, formas democráticas de representación, subvenciones, ayudas…que hacen de las organizaciones sindicales algo más que un conjunto de trabajadores que se organizan. La relación trabajador/organización es otra. Existe, sin duda, una relación y correspondencia entre trabajadores y organizaciones sindicales, pero es una relación compleja y diversa, en la que lo central no es la organización como instrumento de lucha, con el resultado de una pérdida de viveza e impulso. Hecho cada vez se irá agravando.

La crisis del petróleo y toda la política de reconversión industrial fue un ataque terrible contra la capacidad combativa de los trabajadores y la entrada en la derrota: significó la voladura de la fortaleza que ellos se habían construido dentro del capitalismo y, además y sobre todo, supone la destrucción de la unidad de clase: ni las luchas, meramente de carácter defensivo, se unifican ni hay conquistas que generalizar. Lo que hay para un sector de trabajadores es un deterioro grave de la situación  y la caída en el paro y la precariedad, siendo difícil hablar de trabajadores como un conjunto social con un suficiente denominador común unificador. Entre una persona en paro, la trabajadora de una subcontrata, y otra trabajadora de la administración o de una empresa matriz los puntos en común van desapareciendo y las diferencias creciendo. Aunque todavía se dan intentos (asambleas de parados, marchas contra el paro, etc.) las organizaciones sindicales, atrapadas por la naturaleza a que las han conducido los mecanismos de su reproducción (afiliación, delegados, subvenciones, aparatos…) se dedicarán a la defensa negociada de los sectores de trabajadores con derechos y capacidades sindicales, dejando de lado el paro, la precariedad y el subempleo, que, en la medida en que se extiende, irán constituyéndose en un cordón que asfixie a los primeros y al propio sindicalismo.

El despegue económico supuso la entrada de la sociedad española en plena sociedad de consumo, lo que significó que la reivindicación sindical (que sigue centrada en lo económico y supeditándolo todo a ella) está por encima de lo que puede considerarse como necesidades básicas y contribuyendo a unos niveles y estilos de vida muy dentro del modelo de desarrollo (y, por tanto, del capitalismo que lo proporciona), homogeneizando lo que fue clase obrera con otras capas sociales, incorporándola a una clase media acomodada y bienviviente. La acción sindical, lejos de sacar y enfrentar a los trabajadores con el capitalismo, los incorpora a él. Naturalmente en ese nivel de reclamación la “solidaridad” pierde fuerza o desaparece, ya que no es suscitada de la misma manera por las carencias en los niveles de subsistencia que por las limitaciones en los accesos a bienes superfluos. No solo no hay una solidaridad entre trabajadores, el consumidor trabajador es enemigo de sí mismo, quiere comprar barato y lo hace en las grandes cadenas comerciales, que desde su monopolización del mercado imponen los precios de compra de los productos y, a través de ellos, marcan las condiciones laborales y salariales en las que deban ser fabricados.

Por último, la globalización dio al capitalismo unos poderosísimos mecanismos de dominación, que no fueron contrarrestados por una evolución en les mecanismos de presión. Todo lo contrario, la amenaza de deslocalización es un chantaje muy efectivo y, además, va acompañada de un proceso de externalizaciones, subcontrataciones, precarización, una alta tasa de paro… que, por un lado, dificultan enormemente los mecanismos de presión obrera y, por otro, les restan eficacia. Hoy las huelgas, sean parciales o generales, salvo en algunos sectores, tienen más valor simbólico que eficacia real, y tal como habitualmente se ejercen están más cerca de la protesta que de la presión.

 De organizaciones sindicales a agentes sociales

Pudiera decirse que el sindicalismo ha sido la última formación de la socialdemocracia, defensora de un estado de bienestar relativo que abarcaba a una mayoría social de aspirantes a “clase media”  con niveles de consumo y bienestar desiguales. Un estado de bienestar fruto del consenso, término que nada tiene que ver con el acuerdo resultante de una negociación a la que se llega tras poner de manifiesto una determinada correlación de fuerza y válido para un determinado momento. El consenso es más bien el punto de encuentro definido por el poder, en torno al que éste conforma una mayoría social y un estado de opinión y consideración de sensatez, y es más duradero que el acuerdo provisional resultado de la correlación de fuerzas de un momento dado.

Supone una renuncia a la confrontación y, por tanto la renuncia de las organizaciones sindicales al conflicto, pasando a contribuir a la desmovilización de los trabajadores. Seguramente hubiera sido difícil mantener el nivel de movilización y la capacidad de presión, frente a las nuevas capacidades de dominación desarrolladas por el poder económico a través de la globalización, pero a esa dificultad se le ha sumado la ausencia de voluntad de mantenerla, y, si no hay voluntad y, difícilmente se pueden buscar fórmulas de ejercerla que recuperen la capacidad de presión. El resultado es que hoy el sindicalismo ha perdido casi toda la capacidad de movilización y que la que es capaz de ejercer no significa un elemento de presión real. Es más, es incluso cuestionable que la movilización que ejerce el sindicalismo busque recuperar la capacidad de presión, sino que parece más pensada en  la defensa de su propio espacio de juego y su marca sindical que de la situación laboral y social.

Es una situación en que la suerte de los trabajadores y de las organizaciones sindicales queda ligada a la del capitalismo. El interés es común: si al segundo le va bien, irá bien a los primeros, y si vienen mal dadas vienen mal para “todos”. El sindicalismo ha admitido en su totalidad el discurso del sistema: productivismo, competitividad, prioridad de los beneficios empresariales que son los que garantizan el futuro… Siendo dominante el interés común, las discrepancias se resuelven pronto y con escaso conflicto: nada de promover algaradas, nada de unificar las situaciones y movilizaciones, los problemas se resuelven acotándolos, dialogando sobre ellos guiados por el interés común y buscando compensaciones para los directamente damnificados. Así venimos funcionando.

El sindicalismo sigue siendo útil a los trabajadores con derechos y compensables. A un trabajador precario, de subcontrata o parado, le sirve de poco; ni el sindicalismo tiene para él compensación que negociarlo, ni ese trabajador tiene voto o poder que aportar a un sindicalismo que no ha sabido o querido incorporarle. Una persona en paro lo último en que piensa es en dirigirse a un sindicato para conquistar el acceso a un empleo a través de la actuación sindical, en el mejor de los casos acudirá como cliente a una de las organizaciones sindicales que funcionan como ETTs.

Pese al mantenimiento de un lenguaje propio y de un papel aparentemente distinto, la derrota del sindicalismo consiste en haber pasado a formar parte de un todo, en haber aceptado un papel dentro de un juego único… La derrota del sindicalismo es su complicidad con el sistema.

La crisis nos pilla en crisis

A este sindicalismo desmovilizado, que no afronta los problemas más graves que afectan a la sociedad, pactista, desentendido de los sectores sociales más castigados, y que ha ligado su suerte a la buena marcha del capitalismo medida por el desarrollismo y la competitividad, a este sindicalismo derrotado y sacado de sí, de repente, el capitalismo le plantea una declaración de guerra a través del desencadenamiento de la actual crisis. Esta declaración de guerra viene a expresarse en algo así como: “aquello del estado de bienestar se acabó, lo quiero todo, no solo lo quiero sino que lo necesito todo, sencillamente me sobráis, me estorbáis, el malestar social me da igual y estoy preparado para afrontarlo, tenéis que dar el breve paso del consenso a la sumisión y cuanta más resistencia tratéis de oponer peor lo vais a pasar”.

Llevamos cinco años de crisis, de declaración de guerra. Ninguna de las medidas que nos han impuesto o nos hemos dejado imponer va en otra dirección que en la de la profundización de la situación y el incremento del ataque, con unas consecuencias ya muy graves para un tanto por ciento muy elevado de la población. Más de cinco millones de personas a las que se les niega la posibilidad de trabajar, permaecen socialmente desparecidas.Y sin embargo la respuesta sindical y social viene siendo muy escasa. Sí que es cierto que han ocurrido cosas, quizás la más significativa el 15M, pero en todo caso muy insuficientes. No parece que se haya avanzado mucho en cuanto a reorientar objetivos para esta nueva etapa marcada por la financiarización de la economía y el acercamiento al agotamiento de recursos; tampoco en la búsqueda de formas de presión real, más allá de alguna huelga general sin continuidad, más presión aparente que real.

Y no parece que la respuesta del sindicalismo vaya a avanzar, ni en la señalización de nuevos objetivos adecuados a la actual situación ni en la búsqueda de formas de actuación para alcanzarlos. Para hacerlo tendría que arriesgar mucho, estar dispuestos a variar el rumbo y ser otra cosa de lo que viene siendo, marcarse nuevos objetivos que respondan a una graduación de las necesidades existentes y buscar nuevos caminos y formas de actuación, con el evidente riesgo de equivocaciones. Pero las organizaciones sindicales tienen muchos elementos de estabilización, los mismos que debieran haber sido su potencial, convertidos hoy en elementos  conservadores y peso muerto, que no incitan a asumir riesgos sino a la actuación dentro  la rutina y la repetición, hoy convertida en mera escenificación.

Los elementos conservadores provienen  de que las organizaciones sindicales están demasiado hinchadas en sus aparatos, con escasos activos propios, muy dependientes de liberaciones, horas sindicales y subvenciones, que se ganan a través de las representaciones obtenidas por los votos y la afiliación. Pero la afiliación significa un grado muy débil de adhesión real a acuerdos y decisiones y la del votante es todavía mucho menor. Se puede votar a una organización sindical por razones de cálculo e interés parcial, manteniéndola, por ejemplo, como tercera fuerza sindical, para que juegue un papel secundario de presión, pero sin confiar en ella ni estar dispuesto a otorgarle nunca la totalidad de la responsabilidad del quehacer sindical. Se puede estar afiliado por interés parcial, por ser esa organización la que mejor defiende un tema que le afecta, pero sin coincidir e incluso estando muy alejado del conjunto de sus objetivos y formas de actuación.

Es una ligazón, la de la persona votante o afiliada, en muchos casos débil y que, por tanto, para según qué decisiones se convierte más en rémora que en acicate, ya que la organización es consciente de la debilidad de esa ligazón y teme perderla o incluso arriesgarla en propuestas que vayan un poco más allá de lo previsible, pues le ha costado, justo es reconocerlo, mucho adquirirla.

El órdago que el sistema está lanzando contra la sociedad, va en serio. Dado el componente ecológico y de escasez de recursos de “la crisis” le es necesario para mantenerse y no va a cejar en él ni a ponerle límite ni freno. Sólo podría ponérselo una reacción social muy distinta y de muchísima mayor envergadura. Distinta en tanto que el chip meramente reivindicativo es, por un lado, insuficiente y, además, falso; la jerarquización y priorización de las injusticias y retrocesos sociales obliga a una actuación que debe ser algo más que reivindicativo. Y de mucha mayor envergadura en cuanto que el mero seguimiento de unas convocatorias planteadas con mucho cálculo y excesivo sentido común no va a ser suficiente; en cuanto que necesitamos tomas de actitud nacidas de la convicción propia y dispuestas a ejercerse en minoría e incluso individualmente, de las que arranquen nuevas formas de actuación y presión social. Nadie entienda, por supuesto, que esto significa considerar que estemos sobrados de convocatorias o que debamos dejar de secundarlas e impulsarlas; estamos faltos de movilización, pero las deficiencias de la reacción social no están solo en el grado de movilización.

Es muy improbable que esa reacción social vaya a darse, mucho más improbable todavía es que esa reacción social pueda provenir del impulso de unas organizaciones sindicales demasiado atrapadas por sus elementos de rutina y pesantez.

Naturalmente, hay que intentarlo. El realismo no puede venir a cortar nuestras aspiraciones, sino a quitarles sus componentes de ensoñación y de autoengaño.

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