Daniel Parajuá Navarrete – LibrePensamiento https://archivo.librepensamiento.org Pensar para ser libre Sat, 13 Mar 2021 11:17:52 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.6.1 Servicios sociales y estado de malestar: la encrucijada del voluntariado. https://archivo.librepensamiento.org/2012/06/21/servicios-sociales-y-estado-de-malestar-la-encrucijada-del-voluntariado/ https://archivo.librepensamiento.org/2012/06/21/servicios-sociales-y-estado-de-malestar-la-encrucijada-del-voluntariado/#respond Thu, 21 Jun 2012 12:00:28 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3767 La cuestión del voluntariado social se constituye como una realidad polisémica no exenta de contradicciones. La peculiar construcción de un sistema de bienestar en el estado español y la actual crisis financiera pone en evidencia algunas de ellas que, lejos de desacreditarlo totalmente, nos invita a una reflexión acerca de su naturaleza y potencialidades.

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Daniel Parajuá Navarrete, Profesor. Antropólogo Social

La situación.

Con la denominada “crisis económica” actual se han puesto en evidencia algunas realidades que se venían fraguando en el marco de las políticas sociales neoliberales, pero que los años de bonanza económica y de ilusiones de crecimiento habían disimulado. Este es el caso del “voluntariado” en el campo de la ayuda o intervención social, que se define a partir de múltiples vectores, congrega adhesiones de muy distinto tipo y, se dice, cumple funciones muy variadas.

En efecto, el voluntariado social es, ante todo, una realidad polisémica. Durante los años 90 del siglo pasado experimentó un espectacular crecimiento, en concreto, en el campo de la ayuda social. Un desarrollo, sin duda paralelo al del sistema de servicios de bienestar social que  -se nos decía- formaba parte de la construcción de un sistema de Servicios Sociales moderno, avanzado, europeo y que aspiraba a atender a toda la ciudadanía.

En este contexto, la acción voluntaria se congrega en torno a discursos muy variados que van desde las actualizaciones de la caridad, hasta la retórica de la participación ciudadana genuina, pasando por los que ponen el énfasis en la búsqueda de la justicia social, o en la concienciación de las gentes de los barrios y pueblos, entre otros. En cualquier caso, se trata de una realidad que rápidamente fue acogida y abrazada por los poderes públicos, representados en este caso por las distintas administraciones responsables de los Servicios Sociales a nivel municipal y autonómico.

Hay que tener en cuenta que, lejos de lo que sostienen las élites, en este país (y más en lugares como Madrid) no se ha llegado a montar un estado de bienestar mínimamente comparable al de otros de la Europa de los 15. Buena parte de la atención social de primera línea en barrios y pueblos se ha desarrollado de manera indirecta por medio de las múltiples asociaciones y entidades locales, en su mayor parte nutridas de voluntarios y voluntarias. Unas entidades que desarrollaban unos proyectos sociales financiados por medio de subvenciones discrecionales que indudablemente suponían un gasto mínimo para las administraciones. Desde la posición de los poderes públicos ¿por qué cambiar esto?: se había llegado a una fórmula idónea de externalización barata de los servicios sociales y encima envuelta de justificaciones discursivas e ideológicas de gran plausibilidad. Con esta perspectiva, a lo largo de más de una década se instaura un sistema de Servicios Sociales mínimo, con amplias zonas de externalización y en donde, además, se han abierto ciertas posibilidades de mercantilización y de negocio lucrativo. No es necesario ser un águila para vislumbrar aquí las características propias de las políticas sociales neoliberales que, lejos de querer desmantelar el bienestar social como ingenuamente creen algunos, desarrolla una apuesta decidida por una peculiar transformación.

Mientras tanto, en buena parte de las entidades sociales la historia parece ir por otro lado: estas gentes de barrios y pueblos, preocupados por la realidad social del lugar que habitan, por sus vecinos y vecinas, buscan la manera de hacer las cosas, desarrollar sus actividades, conseguir espacios y locales, material de trabajo y, de una forma u otra, buscar la manera de lograr continuidad a sus actividades. Las periódicas convocatorias de subvenciones por parte de las administraciones suponen un claro referente para esta aspiración. En pocos años, muchos de los programas de intervención social adquieren, al menos nominalmente, un perfil muy similar, y se insertan en una nueva espiral de nuevas denominaciones, definición de poblaciones carenciadas o modas ligadas a la alarma social que, en principio poco o nada tenían que ver con las percepciones de la realidad social que se tenían en estas entidades. Algunas lo ven claro desde el principio y tecnifican al máximo sus servicios, se transforman en fundaciones o en empresas de servicios, logran convenios duraderos con algunas administraciones y profesionalizan sus actividades. Otras hacen lo que pueden para sobrevivir y reivindican su autonomía y protagonismo en los barrios. Muchas no resisten los cambios generacionales, se pierde la base social, desaparece memoria histórica local y se abrazan a las migajas que les ofrecen ayuntamientos o administraciones autonómicas.

Para entonces, los discursos y la retórica del voluntariado está plenamente conquistada por las élites y los poderes públicos, que subrayan su carácter “participativo” de “ejercicio de ciudadanía” o de búsqueda de “justicia social”. Se regula normativamente la actividad voluntaria, las administraciones crean oficinas y servicios de voluntariado, se desarrolla toda una literatura experta ad hoc, se convocan encuentros y congresos a los que nunca faltan representantes políticos; hasta la banca y el mundo empresarial se suman a esta corriente.

Así, por ejemplo, en el Ayuntamiento de Madrid se sostiene que el voluntariado es el medio “de participación legítima de la comunidad” (donde ese adjetivo no deja de ser, cuanto menos, inquietante) que “lleva a la búsqueda de mecanismos que posibiliten y preparen a la ciudadanía en un compromiso activo, solidario y organizado, sin olvidar los componentes de innovación, agilidad y complementariedad que pueden aportar a los programas de atención social y de participación cívica”. De este modo, buena parte de las iniciativas vecinales, desde los barrios y pueblos, semilleros de autoorganización y movimientos de reivindicación, se han visto incluidos en una red estatalizante, dependiente financieramente y, más aún, en un tipo específico de política de gobierno de la pobreza.

Por un lado, esta retórica neoliberal pone el acento en las responsabilidades de los ciudadanos para con su entorno. De nuevo, si recurrimos a lo que se dice desde el Ayuntamiento de Madrid: “el Voluntariado está liderando una nueva forma de entender la ciudadanía más solidaria y participativa, orientada hacia una sociedad concienciada y comprometida con los problemas de su entorno, una ciudadanía que no sólo demanda derechos sino que también se siente corresponsable en la búsqueda de soluciones, propuestas y alternativas. Las nuevas realidades que vive nuestra ciudad van a exigir una ciudadanía más compleja y con mayores responsabilidades”. Comprobamos como, entre otras cosas, el voluntariado se coloca en el eje donde se cruzan los discursos que justifican la reducción de servicios públicos y los que subrayan la importancia de la ciudadanía y la participación social.

No me detendré en los pormenores de las trampas sociales que se disimulan en estos discursos, puesto que otros-as ya lo han hecho brillantemente, como las gentes del Observatorio Metropolitano, y tan sólo subrayaré la nueva posición que está ocupando esta realidad heterogénea que es voluntariado social: lejos de provocar rupturas y debates, se inscribe con docilidad en las políticas sociales neoliberales, en medio de las cuales, bien por seguidismo, por agotamiento o por imposibilidad de acción contribuye a las actuales políticas de gobierno de los pobres que se desarrollan por medio de las estrategias de continua segmentación de poblaciones, estigmatización de problemáticas, culpabilización de las clases populares y la desocialización e individualización de los problemas sociales. Insisto, si todo esto se implementa en el marco de los discursos de “la participación” queda desactivada buena parte de las posibilidades de disidencia.

Las encrucijadas.

La encrucijada del voluntariado social se acentúa cuando una de las posibles salidas a esta situación parece pasar por la demanda de un Estado más fuerte, más presente en los Servicios Sociales, más extenso en cuanto a agencias y servicios. Desde la lógica del sistema actual, tampoco parece muy realista dado que ninguno de los dos partidos políticos que se alternan el poder en este país han apostado nunca por esta vía (por más que, por ejemplo, el Partido Socialista, haga gala retórica de esta aspiración). Pero es que, a estas alturas ¿alguien cree realmente que eso garantizaría un mayor bienestar en los pueblos y barrios?, en ese contexto ¿serían posibles las experiencias de autoorganización horizontal local?, ¿algún tipo de gobierno estaría dispuesto a ceder la palabra y el poder de decisión a las clases populares?. Evidentemente no, pero todavía existe este tipo de aspiración en buena parte del campo del voluntariado y de las entidades sociales locales. En realidad, encontramos aquí una de los espacios abiertos de contradicción para el voluntariado social que evita la docilidad: por una parte, su acción contestataria incluye pedir responsabilidades a los cargos públicos, así como exigir el cumplimiento de las garantía de los derechos humanos para toda la población. Pero, por otra parte, mientras se pide que esos cargos electos trabajen y cumplan promesas, se desarrolla un progresivo escenario de desconfianza en el sistema electivo, así como una creciente deslegitimación de la actividad política oficial y partidista. Junto a ello, muchas asociaciones y entidades locales no quieren renunciar a las fórmulas de autogobierno, autonomía, horizontalidad y democracia real.

Esta posición ambigua incluye otros elementos de contradicción dado que buena parte de los discursos en torno al voluntariado social ponen el acento en la proximidad con las gentes con las que trabajan, su conocimiento de primera mano de las problemáticas locales, la confianza que despiertan para los convecinos, su capacidad para vehicular la participación de manera no artificiosa y, sobre todo, la ausencia de motivos o intereses económicos inmediatos a la hora de realizar sus actividades.

Además, no hay que olvidar que en muchos casos, el voluntariado ha pasado a ser una mano de obra barata (casi gratis) y subordinada para los distintos servicios sociales, contribuyendo a la ya muy precaria situación laboral del sector, enormemente desregulada. Hasta tal punto que, en muchas ocasiones, los períodos de actividad voluntaria no dejaban de ser una de las puertas de entrada al mundo laboral en la creciente multiplicación de figuras profesionales en este campo. Siempre, insito en ello, en un marco de alta precariedad y ausencia de marcos normativos dignos de regulación laboral.

No se nos escapa que, en este contexto, el voluntariado social se ha colocado en uno de los ejes de la política social neoliberal, que redirige a las clases populares dóciles a los distintos servicios y oficinas de ayuda social donde el motor básico es la caridad y la piedad, regresando así a los sistemas de beneficencia decimonónicos.

Como alternativa, cabe sin duda una salida digna para ese voluntariado que efectivamente quiere trabajar y movilizar desde los barrios y pueblos. Por una parte anteponiendo a esa piedad la compasión, en el sentido que las define y distingue Hanna Arendt: si la primera mantiene una preocupación distante y jerárquica por los que sufren, la segunda opta por directamente participar en ese sufrimiento haciendo real la máxima de la ayuda mutua, que hace padecimiento colectivo el sufrimiento de una sola persona. Además, si decididamente queremos incluir al voluntariado social entre las acciones de participación horizontal, organización autónoma y potencialidad de cambio social y justicia, entonces viene al caso recordar a  David Graeber y una de sus tesis principales cuando señala que “las prácticas democráticas, cuando son definidas como procedimientos de toma de decisiones igualitarias o gobierno por discusión pública, tienden a emerger de situaciones en las que las comunidades de un tipo u otro gestionan sus asuntos al margen del Estado”.

Es cierto que durante mucho tiempo las entidades sociales de voluntarios han creído que era posible desarrollar una transformación desde dentro de la administración o procurando mantener unas relaciones correctas y continuadas con los representantes políticos y técnicos de la misma. El período de latencia de la creación de la política social neoliberal de los 90 del siglo pasado, y las evidencias de esa política, con sus expresiones más duras ahora en plena “crisis económica” no hacen sino probar la ingenuidad de tales aspiraciones. Lo que hace diez años resultaba una conclusión cuanto menos exagerada es hoy una certeza: no se puede hacer nada trabajando con la Administración, no se puede esperar nada de los responsables políticos y cuando oímos a esos técnicos y expertos de la política hablar de “participación” o de “voluntariado” hay que desconfiar de partida.

El reto en la actualidad no es muy distinto al de otros campos de la lucha política y de la participación: se trata de buscar los espacios al margen de la presencia del Estado, renunciar a las tutelas de la Administración, a todas, sean las económicas, las que marcan las prioridades de intervención y hasta las que incluyen las denominaciones y clasificaciones de las poblaciones problemáticas. Y en este proceso, las iniciativas locales de intervención social, de participación y movilización vecinal, tendrán a su vez que afrontar una actividad de reflexión y análisis: aquella en la que se pongan en evidencia las propias estructuras internas de falta de actividad democrática y participación real. La apuesta por la creación de espacios de libertad al margen del Estado no puede hacerse reproduciendo en pequeña escala las mismas estructuras de poder y de dominación; y no son pocas las iniciativas vecinales y asociaciones locales que han terminado siendo pequeñas dictaduras envueltas, eso sí, en las retóricas de la participación.

Muchos otros y otras, sin embargo, ya iniciaron este camino y, en cualquier caso, las crónicas más jugosas sobre las experiencias de participación efectiva y de movilización local siempre están por escribirse.

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La pobreza ante la crisis, una realidad heterogénea. Vivencias y discursos https://archivo.librepensamiento.org/2012/03/21/la-pobreza-ante-la-crisis-una-realidad-heterogenea-vivencias-y-discursos/ https://archivo.librepensamiento.org/2012/03/21/la-pobreza-ante-la-crisis-una-realidad-heterogenea-vivencias-y-discursos/#respond Wed, 21 Mar 2012 12:36:01 +0000 https://librepensamiento.org/?p=3726 En este texto presentamos algunos esbozos acerca de las vivencias y los discursos de los grupos subordinados en la estructura social, que están viviendo de manera directa y cruda los efectos de la denominada crisis económica. Desde una metodología cualitativa, acometemos nuestro trabajo a partir de un conjunto de grupos de discusión y entrevistas.

Nos hemos planteado un acercamiento para tratar de conocer cómo es la cotidianeidad de las personas mas afectadas por los procesos de dislocación que se están produciendo en el avance del capitalismo tardío. Pretendemos con ello dar con algunas claves de entendimiento de los procesos de producción y reproducción de las marginaciones, y de cómo operan los dispositivos de dominación, así como las diversas respuestas que frente a ellos se construyen y que pueden contribuir a cuestionar esas formas en que se reproducen las condiciones que contribuyen a su subordinación y su dominación.

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Lucila Finkel, María Arnal, Miriam López, Pilar Parra, Araceli Serrano, Ángel Zurdo, Daniel Parajuá, (Universidad Complutense de Madrid)

La investigación en curso, de la que aquí presentamos unos primeros esbozos de conclusión para el debate, está centrada y enfocada en las vivencias cotidianas y de la vida ordinaria de gentes que viven directamente los efectos de la denominada “crisis económica”, en posiciones subordinadas de la estructura social. Como se verá, este punto, en aparente común, es el de partida de diversas líneas de interpretación y configuración de realidades particulares.

Este trabajo se ha realizado en base a las técnicas cualitativas de grupos de discusión y de entrevistas semiestructuradas, por lo que fue necesario diseñar un proceso de definición de aquellas personas y grupos especialmente afectados por la actual deriva social, política y económica, especialmente en lo que se refiere a la falta de empleo: jóvenes con escasa cualificación, migrantes desempleados o en trabajos precarios, mujeres, desempleados de más de 45 años. Todos tienen en común su fragilidad ante los efectos de la crisis y la experiencia de “descenso social” que se deriva de ella.

En términos generales, nos hemos planteado un acercamiento para tratar de conocer cómo es la cotidianeidad de las personas mas afectadas por los procesos de dislocación que se están produciendo en el avance del capitalismo tardío. En este sentido nos interesa saber cómo viven -o sobreviven- para intentar mantener sus necesidades básicas y las de sus familias cubiertas; cómo construyen su identidad en estos espacios de precariedad y quiebra de su mundo conocido; cómo dan sentido a su situación y a la de otros en similares circunstancias y cómo despliegan su cosmovisión desde esa posición.  Las técnicas de investigación referidas nos están permitiendo realizar este acercamiento para ver cómo se construyen esas vivencias e ideologías  en su “hablar” colectivo -esto es, en situaciones de interacción social entre iguales- y que estas situaciones nos darán la posibilidad de ver cómo se construyen sus discursos, con sus variaciones, sus balbuceos, sus potencialidades, sus dudas, sus contradicciones  y sus desplazamientos.

De esta manera, pretendemos dar con algunas claves de entendimiento de los procesos de producción y reproducción de las marginaciones, y de cómo operan los dispositivos de dominación, así como las diversas respuestas que frente a ellos se construyen y que pueden contribuir a cuestionar esas formas en que se reproducen las condiciones que contribuyen a  su subordinación y su dominación. Conocer estos procesos y dispositivos y ver cómo son los discursos puede dar claves para ver las fortalezas, las fracturas, los puntos débiles, las contradicciones, las respuestas  que subyacen a esta forma de reproducción del modelo actual del desarrollo capitalista y para avanzar en propuestas de conformación de miradas que contribuyan en una toma de conciencia de sus propios intereses.

Crítica a las definiciones de exclusión y pobreza.

Desde esta perspectiva, nos planteamos desarrollar una humilde contribución a la crítica de las definiciones clásicas y hegemónicas de la pobreza y la exclusión social, escoradas en la actualidad a la acotación individualizada de los problemas sociales y a los procesos de esencialización de la pobreza, muy en línea con los diagnósticos realizados desde las políticas neoliberales. Precisamente, éste ha constituido nuestro primer terreno de contestación, objetivando esas definiciones hegemónicas de los excluidos y los “nuevos pobres” para ubicarlas en una política concreta de gobierno de la ciudadanía.

Para este trabajo hemos acometido varias tareas comunes en torno a los grupos de discusión que se pueden resumir en los siguientes puntos o ejes del análisis:

1-reconstrucción de trayectorias vitales y estrategias de supervivencia

2-los vínculos sociales, las relaciones, las redes y los apoyos

3-análisis ideológico y cosmovisiones sobre la sociedad que les ha tocado vivir: Estado, estado del Bienestar, gobierno, la clase política, gran capital, pequeños empresarios, los sindicatos, las instituciones, los inmigrantes, la población gitana, la solidaridad y la ayuda al desarrollo, la justicia,…

4-las miradas sobre la crisis: reconstrucción del sistema de atribuciones causales

5-representaciones sociales sobre la desigualdad y la pobreza. Términos usados. Marcos interpretativos

6-las perspectivas de futuro

7-las demandas de intervención social

8-miradas sobre la movilización política

9-la construcción de identidades en contextos de precarización

A partir de aquí, hemos obtenido un conjunto de materiales discursivos de enorme riqueza e intensidad que nos están sirviendo de base para un análisis que se despliega en varias direcciones. Nos centraremos, ahora, en avanzar algunas líneas de este trabajo en relación a las descripciones de las actitudes vitales y las distintas metáforas que se ponen en juego ante el paro y la crisis; unas estrategias discursivas que, más allá de una mera estructura retórica, nos direccionan hacia las vivencias y significaciones ordinarias de la vida social.

Desde nuestra perspectiva, estos espacios ideológicos conforman el espacio de las prácticas sociales y no constituyen un mero contrapunto mental a las mismas. Además, las vivencias subjetivas, lejos de constituirse en una especie de asunto personal, remiten a las esferas sociales y culturales y a las posiciones sociales colectivas.

Actitudes vitales

Podemos apuntar la existencia de diversas actitudes vitales ante la crisis, que se ubican en un contexto en tensión que va desde el extremo del individualismo hasta un cierto sentimiento colectivista y, a su vez como otro eje transversal, un extremo de posición adaptativa hasta otro de posición crítica. Así, los parados obreros de más de 45 años muestran actitudes que hemos denominado de “acabamiento”, toda vez que desarrollan estrategias adaptativas que consisten en sentir que han llegado a una estación términi, o que han terminado por caer en un pozo, del que ya difícilmente van a salir; su actitud denota sentimientos comunes, pertenencia a un grupo al que, sin embargo, se le ha negado toda capacidad de agencia.

La mayor parte de las actitudes vitales se ubican en el territorio común del individualismo, que tiene a explicar la propia situación en términos particulares y desconectados de intereses comunes o de toda identidad colectiva. En este sentido, buena parte de los grupos de jóvenes tanto cualificados como de escasa cualificación, grupos de inmigrantes e incluso una buena parte de las mujeres con cargas no compartidas, se sitúan en actitudes que van desde un estado de shock individual hasta lo que hemos denominado provisionalmente un aislamiento protegido amnésico (que pretende encontrar un refugio individual ante la que está cayendo). En este conjunto, cabe incluso el tipo de actitudes que subrayan la máxima responsabilidad individual, sobre todo por parte de grupo de migrantes que llegaron a nuestro país con los esquemas de esfuerzo individual como camino a la prosperidad.

Resulta especialmente interesante detenernos en ese estado de shock y de desconcierto que hemos citado: buena parte de los jóvenes de los grupos de discusión se encuentran en este espacio discursivo a la hora de dar cuenta de sus actitudes ante la situación que viven, comparando permanentemente la situación actual (ahora) con el pasado (antes) y elaborando estrategias de supervivencia que creen circunstanciales en espera, más o menos idealizada, de una vuelta a las condiciones previas vividas como de prosperidad. Sólo en algunos casos, minoritarios, se vislumbran algunos ejercicios críticos que se plantean salidas a esta situación por medio de una vida más simple (siempre desde la perspectiva individualista).

Pero las actitudes no se ubican únicamente en este contexto individualista: una fracción de los grupos de mujeres, así como de jóvenes y obreros, puede derivar en actitudes más próximas a los sentimientos colectivos, que generan procesos de movilización, en primer lugar hacia la búsqueda desesperada del trabajo (lo que no garantizaría la continuidad de esos sentimientos colectivos) o hacia la elaboración de discursos más críticos ante la situación de crisis. En cualquier caso, nuestra hipótesis por el momento es que las actitudes más nítidamente marcadas de colectivismo crítico solo se encontrarían en los grupos de jóvenes cualificados, así como en obreros-as, con una cierta tradición y experiencia previa de movilización política.

Espacios ideológicos

Las actitudes descritas, lejos de constituirse en sólidos y nítidos espacios vivenciales, admiten variaciones y adaptaciones a las distintas situaciones de la vida cotidiana. Una de las cuestiones que más interés está suscitando en nuestro análisis es su vinculación con varios espacios ideológicos que conforman potentes condicionantes de las actitudes y prácticas sociales.

Entre las personas más directamente afectadas por la actual crisis y desempleo es frecuente el posicionamiento ideológico en alguna de las versiones del individualismo, toda vez que los discursos hegemónicos ponen énfasis en esta esfera para explicar tanto las causas como las consecuencias de las situaciones penosas en las que se vive. Por una parte, una fracción importante de jóvenes y migrantes con cierta cualificación exhiben con claridad un individualismo que hemos denominado hobbesiano adaptativo, que subraya la importancia de obtener y conservar capital formativo personal, que es el que se tiene que poner en juego, en base a los méritos individuales, en un mundo en el que la tónica es la lucha de todos contra todos, con escasas posibilidades de solidaridad y acción común, cuestiones a las que siempre se mira de manera despectiva o tachándolas de ingenuas.

Por otra parte, ya en los grupos de jóvenes no cualificados y en alguna fracción de los grupos de clase media baja se comparte esta visión del mundo social como un lugar en el que cada uno depende de sus cualidades y capacidades, pero al que se añade posturas y opiniones críticas ante los poderes públicos y los responsables de la economía (sean estos quienes sean: ministros, banqueros, incluso sindicatos); finalmente son ellos, la gente común, los principales afectados pero nada o poco se puede hacer contra esa masa informe de culpables, tan sólo buscarse uno la vida como mejor pueda.

Ambas versiones del individualismo comparten con otros grupos una importante característica ideológica: aquella que hemos denominado realismo situacionista adaptativo, en la que se alinean también una fracción del grupo de personas de clases medias bajas, las mujeres con cargas no compartidas y una parte importante de los jóvenes con cierta cualificación, pero siempre en los estratos medios y bajos de la sociedad. Esta postura vendría ser la máxima expresión de la opción adaptativa, en la que se reduce al mínimo la crítica movilizadora y la activación de prácticas de respuesta colectiva. Aquí, la sociedad es vista casi como un destino o un escenario en el que las personas apenas tienen capacidad de agencia, donde el único espacio –tanto individual como en grupo- que queda es el de intentar buscar la mejor manera para salir adelante, trabajar en lo que sea y, de nuevo, buscarse la vida.

Más preocupante resulta comprobar cómo buena parte de los distintos grupos entrevistados coinciden en elaborar algún tipo de discurso en torno al espacio ideológico del populismo xenófobo reactivo, un espacio del que también pueden participar ciertos sectores de trabajadores migrantes. Las distintas actitudes vitales a las que hemos hecho referencia en el apartado anterior contribuyen en la producción de este tipo de populismo que toma a los extranjeros y a las diferencias fenotípicas como chivos expiatorios de la situación actual. Es evidente que constituye una de los principales discursos fragmentadores de las clases populares e indudablemente vienen reforzadas y remarcadas por las acciones políticas y mediáticas, especialmente por todas aquellas que inciden en remarcar la nacionalidad de la gente, los rasgos visibles distintivos, así como el uso de términos despectivos.

En este conjunto de espacios ideológicos no descartamos la existencia de un colectivismo crítico, hoy por hoy minoritario y potencialmente compuesto por aquellas personas con experiencia previas en la participación en algún tipo de movimiento social o de carácter político. Potencialmente es posible inscribir en esta opción a una fracción de los obreros y parados mayores de 45 años, siempre y cuando la actitud vital de acabamiento no haya logrado imponer todo su poder explicativo de la realidad circundante. En cualquier caso, parece que se trata de un espacio ideológico poco frecuentado por las fracciones más dañadas por la actual crisis económica.

Para concluir (provisionalmente)

El concepto de “crisis económica” lo empleamos aquí como categoría social en uso, que permite organizar los temas que hemos planteado en el guión de los grupos de discusión. Como hemos podido ver en esta somera exposición, una de las características básicas de las vivencias de los grupos de dominados ante estas situaciones es la heterogeneidad y la fragmentación, posiblemente asociada con las prácticas de segmentación de las clases populares y que se encuentran entre los ejes principales de las formas modernas de gobierno de la población. La falta de empleo, el sentimiento de inutilidad, la necesidad acuciante de ingresos económicos, el fracaso de los proyectos de vida, la incertidumbre ante el futuro, la indignación por el comportamiento de responsables políticos y económicos, todo ello, lejos de generar una corriente común de análisis y de identificación, se inscribe en un escenario social de múltiples identidades, muchas de ellas enfrentadas entre sí, con escasa capacidad para articular soluciones y alternativas y, sobre todo, con pocas opciones para las vivencias colectivas. La confluencia en los discursos xenófobos no hace sino ratificar este escenario, puesto que se componen desde diversas actitudes vitales. En cualquier caso, queremos dejar claro que no se trata de posiciones inamovibles sino de situaciones en un continuo en el que hay desplazamientos y hasta solapamientos de esas actitudes y perspectivas.

Este acercamiento analítico inicial puede ser de gran utilidad a la hora de desarrollar posteriores explicaciones en torno a los procesos por los cuales buena parte de las clases populares está asumiendo los discursos culpabilizadores producidos desde las élites y que se condensan en frases como la que dice que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.

Por otro lado, se hace necesario profundizar en este estudio, para abordar esta realidad en toda su complejidad, en concreto a la ausencia de una fractura social clara –aún en los peores momentos de desempleo y aumento de la pobreza- que debe ser explicada a la luz de los efectos paralizadores de la crisis y su tratamiento mediático, así como al mantenimiento, aún en estas esferas de la vida de los dominados, de las esperanzas por regresar a las situaciones de bonanza del pasado, aún más idealizadas si cabe en la actualidad.

Esta fragmentación de las clases populares se ubica en espacios y momentos de la vida cotidiana, tiene importantes efectos explicativos de la realidad y contribuye a la construcción de desconfianza, suspicacia, sentimientos de competencia y hasta enfrentamiento, unos elementos que pueden constituir una buena parte de los nuevos discursos racistas y nacionalistas, e incluso las bases para la reivindicación de algún tipo de autoritarismo.

Teniendo en cuenta estos elementos, el análisis de las vivencias ante la crisis debe servir para construir espacios de esperanza de la manera menos ingenua posible; unos espacios que para que sean efectivos deben ser relevantes para las gentes, aportar versiones alternativas que expliquen qué está sucediendo y, sobre todo, generar discursos plausibles acerca de la capacidad de cambio de las movilizaciones colectivas. En este sentido todo trabajo encaminado a la construcción de un colectivismo crítico tiene que ser capaz de afrontar con solidez los argumentos de la desesperación, el aislamiento y el enfrentamiento entre los distintos sectores de las clases dominadas.

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Revisión bibliográfica: Algunas sugerencias comentadas… https://archivo.librepensamiento.org/2011/06/21/revision-bibliografica-algunas-sugerencias-comentadas/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/06/21/revision-bibliografica-algunas-sugerencias-comentadas/#respond Tue, 21 Jun 2011 16:25:28 +0000 https://librepensamiento.org/?p=2638 Daniel Parajuá Navarrete

Existen numerosas publicaciones que abordan, en muy diversos sentidos, la cuestión de la diversidad cultural, el multiculturalismo y sus efectos en distintos espacios de la vida social. Dada su relevancia pública y política en los últimos años, resulta relativamente fácil encontrar recomendaciones bibliográficas al respecto y hasta estanterías reservadas para este asunto en numerosas librerías y bibliotecas. A partir de ahí, este listado no deja de ser una propuesta más, discutible por supuesto, pero que puede aportar interesantes recomendaciones, algunas extrañamente ubicadas fuera de los circuitos bibliográficos.

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Daniel Parajuá Navarrete

Existen numerosas publicaciones que abordan, en muy diversos sentidos, la cuestión de la diversidad cultural, el multiculturalismo y sus efectos en distintos espacios de la vida social. Dada su relevancia pública y política en los últimos años, resulta relativamente fácil encontrar recomendaciones bibliográficas al respecto y hasta estanterías reservadas para este asunto en numerosas librerías y bibliotecas. A partir de ahí, este listado no deja de ser una propuesta más, discutible por supuesto, pero que puede aportar interesantes recomendaciones, algunas extrañamente ubicadas fuera de los circuitos bibliográficos.

Siguiendo un estricto orden alfabético, hay que destacar el Atlas de la Migraciones que ha publicado Le Monde Diplomatique recientemente. En términos generales los materiales producidos desde esta casa constituyen un medio serio y divulgativo de acceder a una geografía crítica de los procesos sociales.

Específicamente, este Atlas, publicado en el 2010, aporta datos y mapas de gran interés respecto a los procesos globales e históricos de las migraciones, así como en relación a las situaciones regionales, rompiendo la muy frecuente mirada etnocentrista que dirigimos sobre los mismos.

Desde un marco general podemos realizar un aterrizaje en los barrios y pueblos cercanos a nosotros, para leer el magnífico trabajo de Débora Ávila y Marta Malo. Este es un texto que forma parte del monumental y heterogéneo «Madrid ¿la suma de todos?», en este caso una elaboración basada en un intenso trabajo de campo etnográfico y documenta algunas de las estrategias de categorización y tratamiento de los problemas sociales y las poblaciones problemáticas –exclusión- en Madrid, en concreto a partir de datos acerca de la población inmigrante en los barrios de Lavapiés y de San Cristóbal de los Ángeles (Villaverde). Resulta de gran interés la propuesta analítica de las políticas sociales y acotación de los problemas sociales que se realiza sobre las poblaciones de riesgo, en el que el factor inmigración juega un papel importante. Estos barrios, son zonas que las autoras denominan barrios «hiperintervenidos» tomando como base un claro marcaje problemático de sus poblaciones. Se trata de un aspecto nada desdeñable de toda una estrategia de gobierno de la diferencia, que ahora no opta por eliminar las diferencias (no hay, en realidad, una política de homogenización social) sino por tratar –técnicamente, desde sistemas expertos- la diversidad. De este modo la diversidad, la diferencia se establece como criterio rígido de clasificación y de atención a las personas, se estandariza y se la desprovee de su singularidad, precisamente las bases para unas estrategias de gobierno de la diferencia, caracterizado por el proceso de diferenciación y el recurso al excepcionalismo y su tratamiento mediático alarmista.

Regresando al terreno de los conceptos y el marco de ideas, resulta de utilidad el Diccionario de relaciones interculturales que han dirigido Barañano, García, Cátedra y Devillard, desde la Universidad Complutense.

Se trata de un cuidado volumen, de altísima calidad y rigurosidad científica, que no le impide ser accesible y entendible por el usuario común o las personas que se acercan por vez primera a estos temas. Buena parte de los conceptos recogen la tradición de la Antropología y la Etnología en el estudio de estos hechos sociales, reuniendo a un buen número de especialistas en cada una de las áreas temáticas. Es un material de fácil uso y probablemente imprescindible para el estudio de las migraciones y las relaciones interculturales, si queremos dar un paso más allá de los estereotipos y de los términos del sentido común con que se suelen abordar estas cuestiones -sobre todo en la lógica periodística y política-.

No podemos dejar de lado un texto que ya tiene unos cuantos años pero que no ha perdido buena parte de su capacidad de análisis y sugerencia. Se trata de la Miseria del Mundo de Bourdieu, que no es un texto específicamente dedicado a la migraciones o a las relaciones interculturales, pero buena parte de sus capítulos tienen una estrecha relación con estos temas. Con casi dos décadas de antigüedad, este volumen no pierde su interés puesto que sugiere y plantea cuestiones en varias direcciones.

Entre otras cosas, constituye una interesante propuesta de análisis de las posiciones sociales que ocupamos las personas, de los espacios de relegación (social, urbana, profesional…) en los cuales caben situar las relaciones interculturales. Así, las posiciones de los profesionales de la asistencia social o los encargados del acceso a los recursos sociales son tenidos en cuenta en el marco de unas políticas estatales, que general un tipo de relación con los usuarios, «excluidos», extranjeros, jóvenes…o como en cada caso se categorice y se segmente a las poblaciones de los dominados.

Con el trabajo de Adela Franzé, regresamos al espacio local y podemos encontrar un estudio etnográfico de enorme interés que, lamentablemente constituye uno de los pocos ejemplos de investigación antropológica de alta calidad en el contexto escolar. Aquí aborda la cuestión de la migración desde la necesidad de adoptar una perspectiva etnográfica que supere la visión normativista y que aporte una visión de la complejidad de relaciones, posicionamientos e intercambios, así como de las interpretaciones de los protagonistas de la escuela.

Este texto logra generar un conocimiento antropológico, que trasciende los usos comunes y que pone en evidencia los juegos de interés en este campo específico (como en cualquier otro se puede hacer). Varias son las cuestiones que se ponen en evidencia. Por una parte, muestra las tensiones entre el modelo normativo/ideal de la escuela y la realidad cotidiana de las prácticas educativas, que, entre otras cosas actualizan los discursos de la deficiencia bajo los nuevos ropajes de la diversidad.

Muestra, por otro lado, cómo en la relación de aprendizaje escolar están incluidos un conjunto de esquemas tanto lingüísticos como cognitivos que son pertinentes en el contexto escolar, lo que exige a los alumnos y alumnas que pongan en juego palabras, gestos y comportamientos adecuados a ese contexto e inhiban otros. Precisamente el interés de la propuesta de Franzé reside en trascender la calificación de deficitarios, empleada para algunos alumnos-as: o se trata tanto de déficit como de inadecuación de saberes al escenario exigido por la escuela. Además logra exponer cómo en numerosas ocasiones lo que se hace es una incorporación ingenua de la multiculturalidad, siempre desde la perspectiva de los saberes cultos.

Tras esta muy recomendable su lectura, cabe también aquí hacer referencia a otro volumen que puede ser una interesante referencia complementaria para aclarar conceptos relacionados con este tema; la guía de conceptos de Malgesino y Jiménez fue uno de los primeros proyectos en castellano de recopilación y explicación de los términos y conceptos del ámbito de las migraciones y la interculturalidad. Es muy completo, fácilmente manejable y desarrollado con rigurosidad sin perder su vocación divulgativa. Cada entrada, además, cuenta con una completa orientación bibliográfica, aunque lamentablemente muchos de los textos son inaccesibles en el mundo editorial actual. Destaca la entrada, amplia y bien desarrollado relativa a la educación intercultural, así como las que debido a su carácter polisémico (y con amplio uso pervertido por numerosos políticos e intelectuales) necesitan una explicación seria y rigurosa: cultura, asimilación, desarrollo, etnicidad y grupo étnico o el mismo concepto de interculturalidad.

Finalmente, desde mi punto de vista no se puede cerrar este breve –y parcial- repaso bibliográfico sin hacer referencia a Loïc Wacquant y a su obra. Especialmente significativo resulta el título aquí presentado, Los condenados de la ciudad, en el cual, a partir del estudio de las condiciones de vida en la banlieu francesa y en los guetos negros norteamericanos, este autor desarrolla un interesante análisis de los procesos territoriales que inciden en la marginalidad urbana y su relación con las modernas políticas sociales.

Éstas, en buena parte de los países occidentales, han iniciado hace tiempo un escoramiento hacia diversas modalidades de estado penal, reduciendo y limitando las iniciativas integradoras. Wacquant señala cómo este proceso se inscribe en un escenario urbano en el que no sólo se ha reconfigurado el estado social, sino que también se desarrolla una dinámica espacial de concentración y de estigmatización, otra dinámica económica que tiene por centro la fragmentación del asalariado y, unido a ello, otra dinámica que denomina macrosocietal que implica la dualización socioprofesional y un fuerte resurgimiento de las desigualdades. Este texto se inscribe en el proyecto de investigación y de análisis de este sociólogo, que realiza sobre las transformaciones de las políticas sociales y la marginalidad urbanas en Occidente y que se complementa con otros de sus escritos: Las dos caras de un gueto, Las cárceles de la miseria y Castigar a los pobres.

Relación de textos comentados:

Atlas de las Migraciones. Las rutas de la humanidad. (2010) Le Monde diplomatique.

Akal, Valencia Ávila D., Malo M. (2007) ¿Quién puede habitar la ciudad?. Fronteras, gobierno y trasnacionalidad en los barrios de Lavapiés y San Cristóbal, en AA.VV. (2007) Madrid, ¿la suma de todos?, globalización, territorio y desigualdad. Ed. Traficantes de Sueños, Madrid.

Barañano A., García J.L., Cátedra M. y Devillard M.J. (2007) Diccionario de relaciones interculturales. Diversidad y globalización, Editorial Complutense, Madrid Bourdieu P. (1999) La miseria del mundo. Akal, Madrid.

Franzé A. (2002) Lo que sabía no valía. Escuela, diversidad e inmigración.

Consejo Económico y Social, Comunidad de Madrid.

Malgesini G. y Jiménez C. (2000) Guía de conceptos sobre migraciones, racismo e interculturalidad. La Catarata, Madrid.

Wacquant Loïc (2006) Los condenados de la ciudad. Gueto, periferias y Estado.

Siglo XXI, Buenos Aires.

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Celebrar la esperanza y conmemorar la derrota https://archivo.librepensamiento.org/2011/03/21/celebrar-la-esperanza-y-conmemorar-la-derrota-lp-67/ https://archivo.librepensamiento.org/2011/03/21/celebrar-la-esperanza-y-conmemorar-la-derrota-lp-67/#respond Mon, 21 Mar 2011 18:16:17 +0000 https://librepensamiento.org/?p=2721 La construcción de una memoria libertaria en la reciente bibliografía sobre el anarquismo hispano. Daniel Parajua - Antropólogo y Profesor de Enseñanza Secundaria David Seiz - Doctor en Historia

La construcción de una memoria resulta esencial en la configuración de la imagen que las comunidades se hacen de sí mismas. El anarquismo ha construido la suya esquivando a menudo la memoria que sobre él han hecho otros, defendiendo su propia memoria desde la militancia y disponiéndola como modelo de transformación. Es difícil entender la imagen que el anarquismo tiene de sí, sin reparar en el uso que se ha hecho de la historia del movimiento libertario y en el cultivo de una memoria elevada sobre hechos, figuras y mitos determinados.

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La construcción de una memoria libertaria en la reciente bibliografía sobre el anarquismo hispano.

Daniel Parajua – Antropólogo y Profesor de Enseñanza Secundaria

David Seiz – Doctor en Historia

La construcción de una memoria resulta esencial en la configuración de la imagen que las comunidades se hacen de sí mismas. El anarquismo ha construido la suya esquivando a menudo la memoria que sobre él han hecho otros, defendiendo su propia memoria desde la militancia y disponiéndola como modelo de transformación. Es difícil entender la imagen que el anarquismo tiene de sí, sin reparar en el uso que se ha hecho de la historia del movimiento libertario y en el cultivo de una memoria elevada sobre hechos, figuras y mitos determinados.

«Articular históricamente lo pasado no significa ‘conocerlo como verdaderamente ha sido’. Consiste, más bien, en adueñarse de un recuerdo tal y como brilla en el instante de un peligro. /…/ El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo le es dado al historiador perfectamente convencido de que ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence. Y ese enemigo no ha cesado de vencer.»

Walter Benjamin. – Tesis sobre el concepto de Historia. Tesis VI

A contrapié de los usos comunes, la historia del anarquismo es una historia de derrotas, de esperanzas truncadas, de rupturas y de breves e intensos gestos. El carro triunfal de los vencedores, vehículo habitual de los grandes relatos históricos, es para el anarquismo una conmemoración de las experiencias que pudieron ser y no fueron, fogonazos de gloria arrumbados en los márgenes de la historia.

A diferencia de otras ideologías, el anarquismo no ha tenido influyentes herederos que definieran su memoria y el discurso oficial lo ha condenado a la excentricidad, la excepcionalidad o una ingenuidad purista o desesperada.

Empeñado en romper ese discurso, el anarquismo ha procurado escribir su propia historia, una «historiografía militante» tal y como la define Susana Tavera (TAVERA, 2002) capaz de contrarrestar los olvidos de la historia académica y de cuyos esfuerzos son ejemplo los esfuerzos de algunas editoriales, un puñado de librerías y fundaciones vinculadas al sindicalismo anarquista, como la Anselmo Lorenzo o la Salvador Seguí.

Toda comunidad precisa de una memoria, un relato que dé sentido al presente a través de apropiarse y reconocerse en el pasado. La memoria se construye sobre imágenes, sobre objetos, sobre la reclamación de ciertos personajes o de ciertos acontecimientos. La elección de los mismos no es casual y se establece desde las necesidades de un presente que se reconoce en ellos y que a través de ellos trata de construir un relato coherente. En esa construcción no faltan individuos carismáticos, una lista de cuentas pendientes, un catálogo de traiciones, de engaños y de villanías y por supuesto, una nómina de enemigos declarados u ocultos. Los símbolos y las conmemoraciones, como ésta en la que estamos, completan ese edificio inmaterial donde habita el recuerdo, donde nos reconocemos y donde acudimos a buscar las esencias de nuestra comunidad.

La construcción de la Memoria

Ciertamente la cuestión de la memoria es abordada desde muy diversas ciencias y disciplinas que, a su vez, contienen infinitas perspectivas y puntos de análisis. Se trata de un asunto de gran importancia política que se sitúa en el centro mismo de las luchas por imponer las versiones legítimas de la realidad, en sus versiones del pasado, y en sus justificaciones del presente.

Desde las primeras civilizaciones, los poderosos han procurado reescribir el pasado, seleccionar los recuerdos, transformarlos y recomponer historias que justifiquen su estatus de dominación. Este juego, sin duda de grandes efectos para nuestra vida cotidiana, puede ser analizado desde la psicología, el derecho, la moral y la ética, la lingüística y la literatura, el arte, la filosofía, la geografía y, como no, la historia y la historiografía. En realidad, prácticamente todas las disciplinas que toman por objeto al ser humano tratan la cuestión de la memoria de alguna manera y lo hacen desde perspectivas teóricas e ideológicas muy diversas. Así lo hace también la sociología y la etnología que, insertas también en las luchas entre los dominantes y los poderosos con los grupos de impugnación de la dominación, nos pueden ofrecer una interesantes aportaciones, bien a partir de sus programas más críticos, bien debido a la peculiar manera en que diseñan sus técnicas de análisis, mucho más cualitativas y basadas en un contacto prolongado e intenso con las personas.

En primer lugar, desde una propuesta crítica, estas disciplinas abordan necesariamente el cuestionamiento de los propios procesos sociales y culturales por medio de los cuales reconstruimos la memoria, en lo que constituye todo un ejercicio de ruptura con los lugares comunes o del «sentido común», algo nada fácil de acometer dada la potencia que tiene nuestra sociología espontánea y sus verdades asentadas por la lógica mediática o por la política hegemónica. Así, desde esta perspectiva, la memoria es reconstruida permanentemente y tiene mucho que ver con el presente, que es donde se pone en juego, en medio de un contexto de luchas políticas desiguales.

Ese ejercicio de reconstrucción social y cultural remite a unos modelos de narración y a unos marcos para su comprensión y explicitación. Cabe preguntarse, pues, cómo se elabora esa memoria, cómo se hace con el olvido, qué significados les otorgan los grupos y las personas, en qué universos simbólicos se inscriben y a qué lógicas narrativas se adhieren. La propuesta etnográfica parte, por lo demás, de la base que las formas del recuerdo y de coherencia de los relatos varían culturalmente.

Una segunda fase tiene que integrar este primer estudio en el contexto de las luchas ideológicas y de poder.

Para ello será necesario acometer la reconstrucción de las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales en que se produce esta reconstrucción. En el contexto de las relaciones de poder y las fricciones entre grupos, qué modelos narrativos son legítimos y cuáles no: se trata de un ejercicio de explicitación de las pautas estructurales que subyacen en un determinado conjunto de procesos sociales (Bertaux).

Entendido así el análisis etnográfico y sociológico, cualquier intento de acometer la cuestión de la memoria tiene que hacerse adoptando el trabajo de campo como instrumento básico de acercamiento a la realidad de las gentes y los grupos. Un punto nada anecdótico, ya que una apuesta seria por abordar las versiones de las personas, lo que piensan, recuerdan, explican y obvian, nos aporta una importante cantidad de información presidida por una característica poco habitual en el estilo de pensamiento del sentido común: las ambivalencias, ambigüedades, contradicciones y fricciones entre datos, opiniones y sucesos. La narración misma de un pasado sin fisuras ni contradicciones debe tomarse como objeto de estudio y, por tanto, cualquier discurso acerca del pasado (sea la memoria individual, sea el intento de aclarar parte de nuestra historia común) conlleva la necesidad de remontarnos a las condiciones de producción de los discursos (con sus elementos en juego, de poder, de clase, de género…) y a las condiciones estructurales (políticas, económicas…) de los modelos de verdad.

La opción de «dejar hablar a la gente», atractiva en primera instancia, no es inocente ni inocua. A la hora de comprender desde dónde las gentes construimos nuestros discursos es necesario introducir importantes dosis de reflexividad, por ejemplo en el papel del encuestador: tan importante como atender a lo que nos dice la gente es comprender desde dónde hacemos las preguntas (por ejemplo, a la hora de imponer modelos dominantes burgueses o esquemas del «sentido común»). Teniendo esto en cuenta, abordaremos un análisis situado de las personas y grupos que exponen versiones del pasado (sean historiadores, grupos políticos o personas que narran su vida); como señalara Bourdieu, para comprender una trayectoria, de una persona —o de un grupo—, hay que reconstruir los estados sucesivos del campo social en el que se ha desarrollado ésta, el conjunto de relaciones objetivas que unen a un individuo o un grupo y su vinculación con otros agentes sociales.

En definitiva, la etnología contiene un programa de trabajo que reflexiona acerca del valor referencial de la información —¿se habla de lo que se dice?—, introduce cuestiones sobre los procedimientos culturalmente mediados de construcción del sujeto, sobre los esquemas y modelos culturales que organizan la información, el uso de tropos —metáforas y metonimias, sobre todo, que siempre son algo más que adornos estilísticos— estereotipos discursivos y modelos narrativos. Lejos de elaborar imágenes nítidas y unidireccionales, este análisis nos servirá para reconstruir lo más fielmente posible la complejidad de las trayectorias humanas en el tiempo, poniendo en cuestión uno de los puntales del pensamiento occidental que organizan más claramente nuestra vida cotidiana: aquel que señala que la vida es un recorrido en el que nuestros actos guardan coherencia —seamos o no conscientes de ello—. Desde el punto de vista metodológico, un trabajo de carácter crítico que se base en historias de vida pueden poner en cuestión las generalizaciones y dar la oportunidad de abordar las ambigüedades, las contradicciones, la falta de coherencia de las vidas y los sucesos, matizando así las grandes narraciones. Y todo este programa de trabajo que ubica social y culturalmente la reconstrucción de la memoria nos abre las puertas para un análisis crítico porque desenmascara y objetiva los recursos narrativos legitimadores, efectivos, con efecto de verdad o que componen el régimen de verdad en una sociedad y en un momento dados y, con ello, los modelos dominantes y de los dominantes; además invita a tener en cuenta el contexto general del relato, tanto en lo relativo al momento en que se produjeron los hechos como ahora, cuando se hace necesario realzar o no un tipo de relato sobre aquellos hechos. Al fin y al cabo, se explicitan los juegos y luchas por imponer versiones legítimas del pasado, bien relativos a las biografías de las personas y los grupos, bien relativos al conjunto de una sociedad.

A un nivel más concreto, si se trata de abordar críticamente algunas de las narraciones que realizamos acerca de nuestro pasado y la nuestra historia más reciente, puede resultar de interés tener en cuenta algunos elementos a objetivar —es decir cuestionar y no tomar como pruebas de realidad o de veracidad— para ese análisis.

Por ejemplo, en nuestro contexto cultural domina el modelo lineal y, más concretamente, el de la línea recta (Lizcano) en el cual se ubican los sucesos; en ese entramado básico que damos por sentado es donde pretendemos insertar los hechos y sucesos con coherencia, aún cuando la vida que llevamos y la que protagonizan los grupos humanos está llena de incoherencias. En ese mismo esquema impera el modelo hegemónico burgués, masculino y occidental que pretende señalar a determinadas vidas como hechos singulares, originales y separados del resto, aún cuando las vidas individuales se asemejan, en muchos aspectos, a las de otros individuos y en este presupuesto se ignora la potente marca de clase en la estructura narrativa. Esta pretendida —e interesada— singularidad se apoya en la confusión entre sueños, opiniones, convicciones y posturas tendenciosas que filtran la memoria y plantean serios problemas para distinguirla de la imaginación –ambas hacen presente algo ausente-.

Contenido también en este modelo narrativo de los dominantes se encuentra el uso, muy frecuente, de la falacia de la atribución de motivos a los hechos y sucesos que protagoniza la gente, especialmente las personas que se señalan como protagonistas de la historia. Así, es frecuente encontrar variaciones sobre este esquema que señalan a las vidas de las gentes y los hechos históricos como productos finales, o bien como un motor de otros hechos sociales, así como símbolos de una época, ejemplos de una situación global o resumen de toda una cadena de acontecimientos.

En estos modelos narrativos del pasado, las clases dominantes y sus protagonistas se ubican en posiciones de gran dinamismo ante los hechos sociales y las masas proletarias, el lumpen o los dominados aparecen representadas como masas informes que componen grupos caracterizados en términos generales. En todo caso, si algún individuo destaca de entre los dominados es para contener en él los estereotipos del grupo. Si el individuo burgués occidental es emprendedor y dueño de su historia, el proletario es un engranaje de la misma y se encuentra sometido a los vaivenes de la misma. Las narraciones de las vidas pasadas de los dominantes incluyen buenas dosis de azar o casualidad, de acontecimientos conscientes y de heroicidades, modalidades todas ellas que se ponen en juego en el presente de manera interesada en el contexto de las luchas por la legitimidad de las narraciones del pasado.

Insistiremos en la idea: la vida y la historia de los otros, extraños, marginados, heterodoxos, rebeldes, adversarios y derrotados se cuenta en base al modelo hegemónico dominante, que en el contexto cultural occidental modelo incluye elementos como el protagonismo y centralidad del individuo, que dibuja su propia imagen y va unida a esa idea de la originalidad de cada vida, que se relaciona con la creciente atomización de la esfera de los social y desvinculación de los individuos a grupos de pertenencia —clase— para pasar a formar parte de grupos flotantes y variables definidos por los expertos. Ahí impera, como se ha señalado, el personaje histórico asociado al individualismo occidental, burgués, masculino, que corresponde a lo que Gusdorf denomina individuo post-copernicano. El régimen de verdad hegemónico se impone en la reconstrucción de la memoria y propone los modelos narrativos que expertos y técnicos refuerzan y difunden.

Por tanto, la reconstrucción de la memoria se produce en un contexto de luchas desiguales por exponer —e imponer— narraciones legítimas o lo que Gagnier llama articulaciones estratégicas de juegos de poder lingüístico.

Explicitar la potencia de las estrategias de los dominados no es una invitación al derrotismo sino más bien un ejerció necesario para acometer la impugnación de esas verdades asentadas sin cuestionamiento. En realidad, tal y como señala Gagnier, siempre ha habido obstáculos para una memoria proletaria. No es nuevo señalar que las mujeres, los proletarios, los esclavos o el lumpen han encontrado siempre serios problemas de autodesignación en el escenario de las luchas por exponer e imponer historias y son grupos permanentemente sometidos a lo que Ricoeur, junto a De Bouvoir, llama heterodesignación.

Cualquier trabajo de reconstrucción de la memoria del proletariado en general, o del anarcosindicalismo en particular, no son meros ejercicios de recuerdo y de organización de datos sino que se inscriben en las luchas presentes por legitimar un statu quo o por finiquitar proyectos revolucionarios, o por reactivarlos e impugnar ese estado de las cosas asentado como verdad inamovible. Hoy, esta cuestión es de enorme calado estando como estamos inmersos en un proceso en el que las clases dominadas están sufriendo un extenso proceso de desproletarización, tal y como señala Wacquant, y donde los grupos dominados son progresivamente atomizados, redefinidos, acotados y parcializados. No es, por tanto, anecdótica la lucha política por hacerse con la portavocía del pasado, que filtre olvidos y reconstruya la memoria para dar coherencia a los relatos del presente, aquellos que nos hablan de un «nuevo escenario económico», de la «globalización», de la «flexiseguridad » o de la necesidad de «apretarnos el cinturón», por poner algunos ejemplos a mano.

Pasemos pues, una vez esbozado este marco, a desarrollar un breve análisis de distintos tipos de construcciones de la memoria del anarquismo, todas ellas con un tipo de interpretación del pasado pero también con una postura muy concreta respecto a su presente y aún su futuro. Estas construcciones se alinean en torno a tres ejes dispares e incluso contradictorios y se inscriben en un contexto político, el actual, mediático y cultural en el que, no lo olvidemos, viene siendo difícil establecer discursos emancipatorios y contestatarios. Veamos cómo se exponen estas narraciones en ese contexto donde parece que se dan por finiquitados los proyectos revolucionarios a la vez que se siguen buscando resquicios para la impugnación de los dominantes y poderosos.

La Memoria Anarquista. Tres modelos en la bibliografíaa más reciente

La memoria del anarquismo se ha elevado sobre tres modelos que se complementan y que a veces resultan contradictorios. En primer lugar y a menudo desde la historia oficial el anarquismo ha sido tildado de ideología de «chiflados», una ideología caducada y de breve relevancia histórica. No son otras las conclusiones a las que llega la reciente obre coordinada por Julián Casanova. En segundo lugar encontramos una memoria libertaria que desde la militancia y como reacción a la primera, hace una narración idealizada ensalzando los proyectos, construcciones e ideales del anarquismo de hace un siglo. Este relato a menudo rayano en un misticismo laico que encarece el peso de los ideales libertarios es esencial para entender buena parte de la bibliografía sobre el anarquismo y juega un papel fundamental en la memoria del movimiento libertario. Encontramos aquí obras de muy diferente intención y fundamento, desde los primeros encargos historiográficos de la propia organización, a la abundantísima literatura autobiográfica. A medio camino entre la historia y la militancia, intentan encontrar un camino que sin escamotear las simpatías desde las que se escriben tengan la solidez histórica precisa para contrarrestar en el mismo campo el discurso dominante. Las biografías de las grandes figuras del anarquismo, completan un género que a veces se acerca más a la hagiografía que a la historia, «docudramas» que sin falsear el discurso histórico ponen su peso en la inmediatez de lo emocional. Por último la tercera de las formas en las que la memoria anarquista se construye, pretende subrayar la pervivencia de las esencias del anarquismo en los movimientos sociales del presente, heterogéneos y dispersos, y que tuvieron en los albores del anarquismo sus primeras manifestaciones. El movimiento libertario es aquí la esperanza de una izquierda desarbolada que busca en él estrategias y modelos capaces de escapar de la trampa histórica tendida por el socialismo real y la socialdemocracia. Un excesivo ensanchamiento de los ideales anarquistas lleva en este modelo a convertirse en un vago libertarismo bajo cuya bandera se acogen propuestas diferentes, a veces contradictorias pero con cierto aire de familia. Aquí las palabras pierden significado, ejercen de anarquistas quienes no se plantean esa etiqueta mientras quienes a menudo mantienen la marca, se pierden en simplificaciones que sin pretenderlo se alejan de los fundamentos del Ideal.

El libro coordinado por Julián Casanova, Tierra y Libertad; Cien años de anarcosindicalismo en España, escrito a propósito de la exposición celebrada en 2010 en Zaragoza con el mismo nombre, responde al primero de los modelos. En este título que recoge la colaboración de un número notable de especialistas en diferentes aspectos del anarquismo hispano, curiosamente las alharacas conmemorativas terminan por levantar acta de defunción del anarquismo. En la introducción al libro Casanova comienza con una frase que resuena como un aldabonazo.

«OCHENTA AÑOS. ESO ES lo que duró la semilla, la siembra y la cosecha anarquista…»(sic., las mayúsculas en el original).

La consideración de «anormalidad» y de «excepcionalidad » del arraigo del anarcosindicalismo en Barcelona —«lo normal hubiera sido el socialismo, la ‘doctrina científica’ que necesitaba el proletariado»— y todo esto en la primera página, parecen cumplir todas las prevenciones que desde el movimiento libertario se han tenido sobre el papel de la «academia» en la construcción de su historia.

Aunque no cabe discutir al profesor Casanova la riqueza y profundidad de sus estudios sobre el anarquismo hispano, la normalidad del socialismo y la anormalidad del anarquismo parecen términos con una carga valorativa que extrañan en una obra que con estas afirmaciones conmemora el anarquismo enterrando al conmemorado.

Resulta inquietante la repetición de la tesis del coordinador en el artículo de Álvarez Junco, que finaliza su repaso de la «filosofía política del anarquismo español» con otra sorprendente predicción: «La secularización de la sociedad española, por un lado, y por otro la fuerte expansión y relativa modernización de los servicios públicos, con el correspondiente crecimiento del Estado, del que hoy es imposible pensar en prescindir, serían las claves que explicarían la erosión de la influencia anarquista. Y esos mismos cambios políticos y culturales convierten en muy poco probable que los años venideros sean de nuevo testigos de un fenómeno similar al anarquismo clásico. Algo muy distinto es que existan núcleos libertarios en universidades o en medios artísticos minoritarios. La presencia del ‘ácrata’ sólo confirmaría que han pasado a la historia los viejos ‘anarcosindicalistas’».

La tesis defendida por Casanova y Álvarez Junco sobre la pervivencia del anarquismo en el presente y su reducción a una fenómeno histórico cuya presencia marginal y anecdótica, están relacionadas con la idea de excepción hispana en la Historia de los movimientos sociales. La historia juega a la contra del movimiento libertario que queda al margen tanto de las construcciones políticas del socialismo real, como de las dinámicas reformistas y pactistas de la socialdemocracia. Esa concepción de lo real y lo posible, orilla la propuesta anarquista y la convierte en una suerte de «alternativismo», una fiebre de juventud despistada, común a la reacciones poco estructuradas y de poco recorrido de algunos movimientos sociales.

A la contra de esta historia oficial u oficializada, la historiografía militante es mucho más amable con el pasado del movimiento, y más allá de las virtudes históricas que tiene o de las taumatúrgicas que también, es sin duda un elemento esencial para conocer el anarquismo presente, sus debates y sus esperanzas. Entre las publicaciones más recientes, Anarquistas de Dolors Marín recoge en buena medida esta mirada hacia atrás amable y transitando por aspectos poco conocidos del asociacionismo anarquista y de algunos de sus centros de interés. El estudio de Dolors Marin, desde la sensibilidad por la recuperación de una memoria silenciada por la historiografía oficial, acude a fuentes primarias diversas en las que la entrevista, la memoria escrita, las hojas sueltas y la autobiografía ocupan un amplio espacio. A partir de ahí la autora hace un retrato de un anarquismo colectivo y anónimo que huye del análisis dominante en los ambientes universitarios, donde, a su juicio, «sólo tienen sentido las memorias de los militantes vinculados a la acción política destacada —y ligada a cierto tipo de violencia— o que ocuparon cargos relevantes. Los anónimos que formaron legión y que fueron la base del amplio movimiento anarcosindicalista español parecen doblemente condenados al olvido».

La reconstrucción del imaginario social cultural y político del anarquismo nos permite alejarnos de la idea habitual sobre la naturaleza del movimiento libertario.

La reclamación de la educación como principal palanca de transformación del individuo y la búsqueda de ese «hombre integral» (un concepto del siglo XIX muy querido para los anarquistas de la época), que habría de ser la esencia verdadera de la transformación social que se pretendía, forman parte esencial del programa del anarquismo retratado por Dolors Marin. La importancia que la autora da a esta educación anarquista está en la capacidad de la misma de dotar a sus protagonistas de las herramientas necesarias para comprender el mundo e intentar transformarlo. Ateneos, bibliotecas obreras, y una larga serie de iniciativas desde el naturismo al vegetarianismo, pasando por el internacionalismo pacifista, la lucha por la emancipación femenina o la educación sexual, forman parte de esta historia olvidada que sin embargo tiene la relevancia de forman parte todavía de las reclamaciones e iniciativas del presente. La amplitud de la mirada que nos ofrece la autora es magnífica y nos lleva a una visión del anarquismo lejana de las negruras del pistolerismo, de los dramas rurales y urbanos corrientes en otras historias del anarquismo. Sin duda la obra de la autora catalana es un relato amable y esperanzador, por más que la ruina de estas iniciativas provocada por la guerra Civil y la postguerra nos dejen ese amargo sabor de proyecto truncado.

El valor de esta memoria positiva y orientada a encaramarse al futuro, contrasta con el sabor que nos dejan otras obras como la Carlos García-Alix, El Honor de la injurias: Busca y captura de Felipe Sandoval, que refleja esa visión oscura de una vida marginal tan del gusto de ciertas visiones sobre el anarquismo. Las biografías anarquistas acuden a estos contrastes, los hombres que elevados sobre la iniquidad resisten y dignifican la Idea a través de su actuación personal, o la de aquellos que apoyados en la marginalidad terminan encarnando ese rostro siniestro del movimiento libertario que alimenta su peor imagen y a menudo la más celebrada. Las biografías sobre los grandes protagonistas del anarquismo hispano han edificado una suerte de patrología anarquista que es parte esencial de la bibliografía sobre el movimiento libertario y forma parte de la esencia de su memoria. Algunas de las más recientes, como las dedicadas a Federica Montseny (las de Susana Tavera o la de Irene Lozano), la novelada biografía de Melchor Rodríguez El ángel rojo» de Alfonso Domingo, o la biografía de Cipriano Mera del reciente largometraje de Valentí Figueres Vivir de pie (2009), son ejemplos de este género hagiográfico que alcanzó su máxima expresión en El corto verano de la anarquía; Vida y muerte de Durruti de Hans Magnus Enzensberger.

En último lugar hay una memoria empeñada en descubrir el anarquismo presente impugnando su obsolescencia desde la práctica de nuestros días. Félix García Moriyón hablaba en Senderos de Libertad de un aire de familia común a todos los libertarios, y la reciente y breve obra de Carlos Taibo sobre el anarquismo, resalta también ese aire y atribuye a esa indefinición de sus manifestaciones parte esencial de su éxito presente. Libertari@s: Antología de anarquistas y afines para uso de las generaciones jóvenes (2010) contradice esa idea de anarquismo anquilosado, simplista y violento tan frecuente.

Taibo utiliza para ello una colección de textos, un ramillete de citas organizadas en torno a los grandes temas del universo libertario, el estado, el poder y la democracia, el orden económico existente y las alternativas del socialismo real, la autogestión, el apoyo mutuo o el sindicalismo. Podríamos hablar también de una memoria militante, pero por encima de esta militancia cabe destacar en la obra de Taibo su reclamación del anarquismo como «un pensamiento vivo e iconoclasta que se niega, afortunadamente, a morir y que por momentos nos ofrece claves de explicación del mundo contemporáneo, mucho más lúcidas que las aportadas por otras cosmovisiones que la historia ha tratado, sin duda, de forma más generosa». El intento de Taibo pasa por desterrar las simplificaciones, los anarquistas no buscan una sociedad sin organización sino que rechazan las organizaciones fundamentadas sobre principios coactivos. El anarquismo no es una forma de desorden es una forma distinta de fundamental el orden las sociedades. El capítulo que antecede a la colección de textos y el «epílogo recopilatorio» se esfuerzan en presentar la ideología anarquista como un elemento esencial para el renacimiento de un pensamiento de izquierdas.

El pensamiento anarquista subyace bajo los discursos y las prácticas del feminismo, del ecologismo, del pacifismo, los movimientos antiglobalización o de quienes propugnan el decrecimiento. Ante una socialdemocracia rendida y un socialismo real fracasado el anarquismo parece elevarse por detrás de los nuevos movimientos sociales, aunque a menudo lo haga tras otros nombres. Libertari@s es algo más que una recopilación de textos, es una llamada de atención militante sobre una ideología que lejos de pertenecer al pasado parece encerrar lo más esperanzador del presente.

Decir que hoy el anarquismo es una ideología plural y en continua evolución sería afirmar que en algún momento fue algo diferente a esto. El debate, la permanente revisión de los postulados, y los tropiezos entre tendencias diferentes han sido constantes en la historia del anarquismo. La memoria se construye por ello con dificultad, hay ejemplos para cada caso; para la colaboración, para el aislacionismo, para la planificación o el asamblearismo esencialista. La historiografía oficial ha dado a menudo una visión marginal del anarquismo, elemento distorsionador de las dinámicas sociales y políticas del país y excepción sindical que refuerza la propia excepcionalidad histórica española. Una visión sórdida sobre el anarquismo que a menudo parece heredera de las políticas represivas de los sucesivos gobiernos empeñados en poner coto a la extensión del ideal libertario y que retrata agudamente José Luis Gutiérrez Molina (2008) en El Estado frente a la anarquía: Los grandes procesos contra el anarquismo español (1883-1982). No es extraño que el anarquismo, sintiéndose despreciado por la historiografía oficial haya intentado desde muy temprano escribir su propia historia. La paradoja es que empeñado en desarmar un discurso a menudo hostil esta historiografía militante haya pecado del exceso contrario, el de dibujar una imagen en exceso idealizada de las vicisitudes y acontecimientos que marcan la historia del anarquismo.

La memoria es una obra en permanente reconstrucción, hoy entre conmemoraciones el anarquismo vuelve su mirada de nuevo al pasado. Aunque la memoria nos exija seguir rescatando las biografías y la historia del movimiento libertario, el presente nos obliga a replantearnos el papel del anarquismo hoy. El peso del pasado del anarquismo es muy poderoso, quizás por ello esa gravosa memoria del pasado haya conducido a un pensamiento libertario oculto tras otras banderas. Decirse anarquista lleva a menudo a pensar en términos pretéritos cuando no marginales y a menudo exige una labor de desmitificación tan ardua como agotadora. El esfuerzo por construir una memoria tan poderosa amenaza con hundir todo el edificio, quizás no haya que recordar tanto, sino recordar de entre la riqueza del movimiento libertario, otras cosas.

Acercarnos a algunas de las entrañas de la actividad memorística puede, no obstante, facilitarnos algunas pistas acerca de los procedimientos para la impugnación de la historia hegemónica, que necesariamente tiene que pasar por ensayar modelos que provoquen rupturas con la sociología espontánea y el «sentido común» así como la fractura de los modelos narrativos de los dominantes.

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