Debates Libre Pensamiento

La tarea de la revista Libre Pensamiento es la de aportar materiales para el debate y la reflexión. El equipo de redacción viene convocando y celebrando una reunión anual de reflexión de puertas abiertas, a la que invitamos de forma especial a colaboradores y lectores.

El pasado 18 de junio, sábado, mantuvimos la segunda de estas reuniones, cuyos contenidos nos parece de interés publicar como modo de abrir el debate a todos nuestros lectores y al conjunto de la organización.

El pasado sábado,18 de junio, convocado por la revista, celebramos un debate abierto sobre la situación económica, política y social y las exigencias que esa situación nos plantea a la CGT. Contamos con la colaboración de Carlos Taibo, quien presentó una ponencia que sirvió para abrir y centrar el debate. Aunque la reunión no tuvo otro carácter que el del debate y la reflexión, nos parece conveniente presentar en la revista lo que allí discutimos, como forma de trasladarlo al conjunto de la organización, aun siendo conscientes de las dificultades de lograr transmitir con toda la riqueza de matices que ahí se expresaron. Sirva también de invitación a otros debates que en lo sucesivo se celebren.

Crisis y capitalismo

El primer elemento de análisis que se planteó fue el carácter de la crisis y la situación actual del sistema capitalista.

Un punto de vista defendía que la crisis nada tiene que ver con otras del pasado, que es la suma de diversas crisis diferentes: climática, medioambiental, de recursos, demográfica…, que suman una combinación explosiva de gravedad desmesurada, hasta el punto de no tener salida dentro de las actuales dinámicas. A esta crisis no le va a suceder una época de bonanza, como ha ocurrido con las pasadas, sino que nos aboca a una situación distinta, de carácter terminal, tremendamente caótico e ingobernable.

En este planteamiento se contemplan como centrales dos elementos: el agotamiento de recursos, por un lado, y la inexistencia dentro del capitalismo de sensores de riesgo y de mecanismos de frenado, por otro. El capitalismo está en estado de corrosión y avanzando hacia estadios de mayor deterioro en un proceso que, de por sí, no hará sino acelerarse y que aboca al colapso si no existe una intervención social suficiente capaz de imprimir una variación del rumbo.

Algunas personas no compartían este pronóstico tan negativo del futuro del modelo vigente. Admitiendo la gravedad de la crisis, matizaban o cuestionaban la contundencia del planteamiento anterior. Parece incuestionable que el agotamiento de recursos introduce un elemento de enorme importancia añadido a otros componentes de anteriores crisis, pero el que se vaya produciendo de forma gradual, resta verosimilitud a la visión terminal, considerada así apocalíptica. El capitalismo ha demostrado una poderosa capacidad de adaptación y transformación, que nada indica que haya perdido, e incluso en estos momentos muestra muy buena salud en el conjunto global del planeta. Además, hoy no existe alternativa al capitalismo, con lo que, por muy en crisis que esté, su quiebra es improbable. Por otra parte, la humanidad ha afrontado ya crisis muy duras de las que hasta el momento ha logrado salir y algo similar podría ocurrir en el futuro, aunque no sepamos bien cómo se va a producir el cambio. Ciertamente, quienes defendía la opción anterior consideraban que la ausencia de alternativas al sistema no relativiza la gravedad de la crisis y el carácter de corrosión terminal del capitalismo, por el contrario, añade, el que en esa situación estamos atrapados el conjunto de la sociedad, lo que hace todavía más tenebroso el panorama.

Naturalmente, había posturas intermedias que veían el carácter total y sin salida de la crisis, pero no preveían un escenario de colapso sino el de una metamorfosis profunda no fácilmente previsible.

Consecuencias sociales

Había coincidencia en que la crisis de la actual configuración del capitalismo está obligandole a mostrar su cara más salvaje y agresiva. Las consecuencias las estamos viendo ya, y se irán agravando en la medida que la situación siga deteriorándose: crecimiento de la explotación de los países del Sur, incrementos del militarismo, regresión económica y social, mayores cotas de exclusión, desaparición o fuerte adelgazamiento de las clases medias, ataques a todas las manifestaciones del estado de bienestar, deterioro de las condiciones laborales, incrementos de las medidas de control y seguridad y recortes en el sistema de libertades… algo de lo que ya vamos sabiendo bastante.

Para ese capitalismo agresivo cualquier elemento de mediación es un estorbo, lo que no deja espacio para la política y convierte a los políticos en meras marionetas, acatadores de las órdenes que les vienen impuestas. Tampoco tiene margen para el pacto social y la negociación: el espacio de la socialdemocracia y del sindicalismo de negociación desaparece, lo que no significa que desaparezcan nominalmente esos sujetos políticos o sociales, pese a quedarse sin papel alguno.

Significa esto que se reducen hasta la desaparición los espacios intermedios, que el problema no es el carácter neoliberal del capitalismo, que la época de estado de bienestar y de pacto social está finiquitada, que el problema es el capitalismo, neoliberal o regular. Asistiremos previsiblemente, por tanto, a una polarización de las posturas políticas y sociales: puede significar la edad de oro de los movimientos sociales alternativos y del sindicalismo de enfrentamiento. También es previsible un incremento, ya detectable, de los fascismos.

Esos movimientos sociales y ese sindicalismo deberán reinventarse y rejuvenecer sus métodos de actuación, sus formas de llegada y sus mensajes. Venimos operando con esquemas heredados a los que hemos llegado desde presupuestos ideológicos, mientras que esta nueva etapa requerirá un cierto vaciado interno para estar más atentos a las nuevas situaciones que se nos van a presentar y a las respuestas más adecuadas en cada momento. No es que los postulados hayan perdido validez, sino que habrá que reinventarlos y reformularlos en función de esa respuesta a las necesidades, dando más importancia a los contenidos (democracia directa, autogestión…) que al nombre.

En estos momentos, poner nombre o etiquetar puede provocar más rechazo que atracción; son los contenidos los que pasan a adquirir mayor importancia. Por ejemplo: el debate entre lo público y lo privado queda falseado y reducido a un debate trampa, cuando la política está subordinada completamente a la economía. ¿Sería un gran avance la conquista de una banca pública gestionada por el PP o el PSOE?, ¿lo es la defensa de la enseñanza pública cuando ésta reproduce fidedignamente las lógicas del capital? Parece un planteamiento hoy muy insuficiente y que no conduce a parte alguna. Sin embargo, crece la importancia de la autogestión de esos espacios, que hay que arrebatárselos no solo a lo privado sino también a lo público tal cual hoy se concibe. Igualmente cobra importancia todo lo que sea creación de espacios de autonomía, que queden fuera del capitalismo, que cuestionen el trabajo y la mercancía en su acepción actual, que avancen en la necesaria descomplejización de nuestras sociedades, insostenibles tal cual hoy están planteadas y que superen la dependencia respecto a las tecnologías, que o podemos considerar como algo ingenuo y neutro. La urbanización creciente y el creciente desarrollo tecnológico están dentro de, y son, capitalismo. Empalma esto, por otra parte, con la tradición libertaria de modificar las cosas aquí y ahora.

Naturalmente todo lo dicho respecto a los movimientos sociales venía matizado en algunas intervenciones, que ponían el énfasis en otros aspectos contradictorios con lo anteriormente expresado. Defendían las ventajas de lo público, menos controlado por la lógica del capital y más universalizable, pese a todo, que lo privado. Planteaban la necesidad de mantener la tensión entre posibilismo y maximalismo, pese a que los terrenos intermedios se vayan estrechando. Y consideraban que los cambios nunca se producen de manera radical, sino como fruto del trabajo que los impulse y en procesos largos y que la organización recupera su papel en esa visión de largo plazo que no podemos desatender. La organización es igualmente necesaria en cualquier planteamiento autogestionario, que requiere aprendizaje y preparación.

15M

Lógicamente, en el debate se planteó el 15M, celebrado como una irrupción que ha conseguido desbordar los límites que estaban axfisiando lo social. Tiene ese carácter de algo imprevisible, sorprendente que coge a contrapié al poder y también a quienes llevan años luchando contra el poder, que no sabe cómo situarse y reaccionar frente a él. Es como si por primera vez desde hace muchos años sucediera algo diferente y fuera de lo predecible, demostrando que se puede perder el miedo, empezar a hablar e irrumpir en el debate público desde planteamientos propios, sin dejarse atrapar por los que marcos de lo políticamente correcto que nos vienen dados o impuestos.

Algo está cambiando con el 15M y ese algo es muy valioso. Pudiera decirse que antes no teníamos nada, que nuestros intentos quedaban atrapados en lo previsible y no interrumpían las lógicas y dinámicas impuestas. El 15M abre una movilización en la que, por primera vez, algo que nace de los movimientos sociales logra sacar a la plaza pública el profundo malestar social; la irrupción de los indignados, genera un impulso renovador que desborda lo esperado y rompe la rutina de lo predecible. Algo se ha trastocado con el 15 M, algo que descoloca al poder establecido. También nosotros quedamos un poquito descolocados.

Y sin embargo logra llamar la atención social: una buena parte de la sociedad entiende y comparte sus razones y simpatiza con el movimiento. Viene a llenar lo que el sindicalismo de confrontación y los movimientos sociales alternativos no habíamos conseguido, suponiendo un aldabonazo.

Saludando el 15 M como una maravilla no dejan de verse dudas. El 15M tiene indefiniciones (fruto de su carácter plural y heterogéneo, que es a la vez su riqueza), contradicciones y riesgos, que no podemos dejar de ver, aunque sí manteniéndolas en un plano secundario.

Esa indefinición que le mantiene como un magma, le hace débil frente a posibles intentos de manipulación. Necesitaría establecer mayor ligazón con los movimientos sociales, incorporando su bagaje y experiencia. La extrema valoración del consenso le puede derivar a contenidos de mínimos. Tendría que alcanzar un equilibrio entre espontaneidad y organización, lo que le proporcionaría mayor operatividad sin perder su inicial carácter abierto, pero esto requerirá una organización construida sobre bases distintas a las que sustentan los modelos que ven funcionando. También puede perjudicarle una excesiva aversión defensiva frente a las siglas y organizaciones más establecidas, por lo que necesitan saber mantenerlas en su lugar y papel, preservando frente a ellas todo el protagonismo pero sin anularlas.

Su futuro es incierto. Pudiera derivar hacia posturas democráticas incorporando elementos suaves de renovación o puede hacerlo hacia postulados asamblearios, anticapitalistas y autogestionarios; también puede desaparecer simplemente. En cualquiera de los casos, el 15M es ya de una importancia grande: pase lo que pase a medio y largo plazo, ya ha pasado algo, y de ese algo que ha pasado algo se mantendrá o rebrotará.

Por eso es importante que lo impulsemos con todas nuestras fuerzas, manteniéndonos críticas, pero no cautas ni prevenidas, volcándonos en él, aportando nuestra experiencia y capacidades, procurando que sortee con éxito sus riesgos, contribuyendo a que vaya tan lejos como sea posible, y haciéndolo todo como personas, sin pretender dejar la marca o esperando rentabilidades organizativas cortoplazistas.

Naturalmente, también la organización tiene que cumplir su papel. En primer lugar tiene que ser para nosotros un espacio de reflexión que nos potencie en nuestra participación en el 15M. Y tiene que intentar impulsar la máxima implicación de toda la afiliación, cumpliendo la tarea específica de insertar lo laboral dentro del 15M y trasladando a las fábricas lo que ese movimiento supone.

Impulsar una Huelga General tendría que ser uno de los objetivos en el corto plazo.

CGT

Podría considerarse que la CGT está en una buena posición, incluso privilegiada dentro del panorama existente.

Tiene medios, organización y práctica consolidadas, capacidad de llegada, afiliación sobre la que influir… En definitiva, el hecho de ser un sindicato constituye una buena noticia. Pero simultáneamente, también es una mala noticia si nos dejamos atrapar por lo sindical, que tenderá a encerrarnos en los puestos de trabajo y nos conducirá a dinámicas de rutina, a valorar la rentabilidad (la afiliación, los delegados, las cuotas de presencia), cerrándonos sobre nosotras mismas y restándonos capacidad para salir hacia fuera, para estar atentos a la situación e impulsando todo tipo de respuestas, para derramarnos en cualquier movimiento que esté vivo.

La CGT sigue siendo válida y está viva, si bien necesita un cambio propio, y el 15M supone para nosotros un toque de atención que hace que nuestras insuficiencias salgan a la luz y nos invita a replanteamientos importantes: lenguaje, estrategias, dinámicas y modos de hacer, estructura sindical… Por ejemplo, la estructura de secciones y sindicatos, siendo válida para unos casos, se muestra torpe y falta de operatividad para otros, como el surgimiento del 15M. Porque consideramos que estamos vivos tenemos que tener en cuenta los riesgos de burocratización y las tendencias a la rutina y al anquilosamiento que penden sobre toda organización consolidada, tenemos que estar permanentemente revitalizándonos, recuperándonos como espacio de sociabilidad.

Nunca hemos querido reducirnos a ser un sindicato, pero el sindicalismo tiene unas exigencias que pueden acabar por absorbernos, reduciéndonos a los terrenos que nos vienen dados que, además, nos los marcan desde fuera. Siempre, más en este momento, tenemos que hacer hincapié en los elementos de movimiento (libertario) social, implicarnos en toda la problemática social, y hacerlo en colaboración con todo otro movimiento social.

Por otro lado, tenemos que estar más abiertos y volcados hacia fuera que nunca. Lo organizativo no es la vara de medir la conveniencia de lo qué hacemos ni del cómo lo hacemos. La referencia es la realidad, y en ella debemos volcarnos, siempre sumando a toda persona o movimiento susceptible de hacerlo, creando espacios abiertos en los que todo el mundo pueda sentirse cómodo, sin pugnas por protagonismos o rentabilidades cortoplacistas, o, por lo menos, sin nosotros entrar en ellas, ya que eso no suma, sino que retrae. A nosotros se nos tiene que ver en el trabajo, en el empuje y en la generosidad, no en el «hacernos ver». Lo importante es recuperar el pulso y mantener la tensión.

Para alguna de las opiniones nuestro reto en el corto plazo es la convocatoria de una Huelga General, reto que nos tenemos que plantear con tantas organizaciones sindicales y sociales como sea posible, y que debiera significar, frente a anteriores convocatorias, un impulso a la movilización laboral y social, una imbricación de ambos aspectos, y abrir nuevos caminos de presencia e intervención.

Para ese objetivo tenemos que trabajar, tanto internamente entre nuestra afiliación, como en el mapa social y sindical para sumar adhesiones. Otras personas pensaban que no va a ser fácil llegar a esa huelga pues tampoco tenían del todo claro que exista una exigencia sentida por la mayoría, o con un apoyo social suficiente como para ser aceptada; hay que tener en cuenta, además, el gran esfuerzo que supone para toda la organización embarcarse en una convocatoria de esas dimensiones y también las experiencias más recientes dentro de la organización, que más bien exigen un largo y profundo debate sobre el tema.