21 de septiembre de 2010 • Sindicalismo
Entrevista a Paqui Cuesta, delegada sindical despedida
La empresa, sobre todo la gran empresa, no necesita habitualmente utilizar métodos represivos explícitos. Todas sus dinámicas, las relaciones laborales que logra instaurar a través de la precariedad, los EREs, las amenazas de deslocalización… son en sí represivas, generadoras de un miedo que es capaz de dirigir individualizado a cada uno de los y las trabajadoras, a través del reparto de sanciones, cambios de puesto de trabajo, horas extras… No necesita la represión explícita pero, sin embargo y por la razón que sea, de vez en cuando la utiliza. Es el caso de Paqui Cuesta, delegada de CGT en la factoría de Ford, recientemente despedida, con la que hablamos de ese proceso que le ha llevado al despido y de la posterior reacción sindical.
Francisca Cuesta Navarro tiene 52 años, trabaja en Ford desde los 18, conciliando durante esos 33 años la vida laboral y familiar con todas sus exigencias y solicitudes.
Tiene dos hijos habidos en su convivencia, más otros dos aportados por su pareja, que le llevaron a implicarse activamente en la asociación de padres y madres y en la directiva de la escuela, atendiendo, además, a las personas mayores de su entorno en momentos de dependencia. Algo casi "normal" en cualquier mujer trabajadora y comprometida.
Afiliada a CGT desde hace más de 25 años, los últimos 4, al ser elegida delegada sindical, se implica más a fondo en las tareas del sindicato. Da la cara, y lo paga. Tras 29 años de vida laboral anónima, sin sanciones ni mayores problemas, empieza a descubrir lo que es la persecución sindical que culmina en su despido. Persecución que le lleva –según sus palabras- a "darse cuenta de que hay que seguir participando y reivindicar, porque una es ninguna pero entre todas podemos conseguirlo". ...